Biografía computeril: 8 Bits IV (Menamorau)

Por Javier Albizu, 16 Enero, 2008
Que bonico que era él.
En ésta ocasión no se trataba de una compra, sino de un regalo. La tienda había decidido informatizarse en serio, y había pillado un servidor Bull con un par de terminales tontos. Como la cosa costaba un pastón, pues le regalaron (o mi padre consiguió sacarles, o lo que sea) un flamante Commodore 128, con su datasette, su disketera 1561 (de 5 y cuarto) y su monitor a color de 14".

No recuerdo que hicimos con el MSX, pero desapareció por siempre jamás de nuestras vidas. Quiso coincidir esto, más o menos, en el tiempo con dos grandes eventos: La bajada de precios de Erbe y el descubrimiento por mi parte de la existencia de Ramar.
Se acabó la tele en blanco y negro y el andar resintonizando. Se acabó el peregrinar por tiendas de electrodomésticos buscando alguna en la que vendiesen juegos. Se acabó el pagar dos mil o tres mil pelas por un juego. Aquello era el advenimiento del paraíso utópico-lúdico.
Cada semana realizaba mi peregrinaje hasta la meca tecnisciente para gastarme la paga en un nuevo juego para el Commodore. Con el tiempo hasta llegue a tener una cierta confianza con el tendero, lo que me granjearía un extra de juegos gratis.
Ellos sólo vendían ordenadores Amstrad y Spectrum (es posible que también PC primigenios en la otra tienda que tenían, que también era distribuidora de los productos de Logic Control) Así que, como no vendían Commodore, no podían probar los juegos que la gente les trataba de colar como defectuosos.
Ahí es donde entraba yo. Primero comencé como "catador" de juegos supuestamente rotos (había mucho listo que los compraba, los copiaba y luego, alegando que no funcionaban, esperaba a que no quedasen mas unidades de ese juego e iban a que se lo cambiasen por otro distinto) y, con el tiempo, me acabó pasando todos los juegos que llegaban nuevos para que los "probase". Era majo aquel hombre, creo que se llamaba Ramón, a saber por donde andará ahora.

El centro de Pamplona era como el paraíso para mí en aquellos tiempos. Por un lado teníamos los multicentros (como un centro comercial, pero en pequeñito. Vamos, unas cuantas tiendas juntas en el mismo portal): Roncesvalles, con Ramar como máximo reclamo y al otro lado estaban los Avenida, con Iguzquiza y su eterno escaparate lleno de juegos y cachivaches vários.
También estaban ahí los multicines Príncipe de Viana (descansen en paz) y el gran cine Carlos III (ahora multicines, si es que ya no se respeta nada)
A cuatro pasos tenías el salón de juegos Carlos III, a otros cuatro la librería Gómez y a otros cuatro más Tebeo. En menos de quinientos metros tenías todo lo que podías soñar y desear.

Es más, mis visitas al centro no eran excursiones meramente lúdicas, sino que poseían también un elemento educativo (ejem, bueno, es un decir) pues, otro de los grandes descubrimientos de aquellos lejanos días fueron las revistas extranjeras.
Fue verlas en las estanterías de la librería Gómez y no poder soltarlas. Estaban en ingles, y no me enteraba de gran cosa, pero me convertí en un asiduo de la Computer + Video Games y la Commodore User.
Luego pasaba lo que pasaba. En sus páginas veía juegos y periféricos que nunca llegarían a España. ¡HASTA HABÍA JUEGOS PARA COMMODORE QUE SALÍAN EN DISCO! El acabose, vamos.
Pero estábamos en Pamplona y, no solo no llegaban juegos en disco para el Commodore, sino que había juegos que simplemente no se traerían jamás.
De todas formas tampoco era necesario. Siempre me quedaban las fotos de las revistas y el inventarme la mitad de las cosas que decían de aquellos juegos.

A falta de otras aficiones (los tebeos siempre han estado ahí, pero aún no había descubierto tebeo pese a tenerlo a dos pasos) el ordenador era el elemento socializador de mi vida.
Tampoco es que hiciese grandes amigos allí, ni que se llevaran a cabo conversaciones sesudas sobre el estado de la comunidad jueguera, pero ahí estaba yo todas las tardes de sábado a ver que juego había salido y a charlar (o a que me aguantase un rato aquel pobre hombre)
Allí conocería también a otra persona (de cuyo nombre tampoco me acuerdo) que ampliaría mis horizontes electrónicos. Tendría dos o tres años más que yo, pero para mí era una especie de arcano / gurú de los ordenadores. No sólo ¡TENIA UNA SEGA MASTER SYSTEM! Sino que también era poseedor del artilugio que mayores satisfacciones me ha hecho pasar con un ordenador (en el terreno jueguil): El ACTION REPLAY (Arrodíllense todos y alaben a nuestro salvador) Yo no creo en dios, creo en el ACTION REPLAY (ahí, con bien de mayúsculas, que se merece todo eso y más)
¿Qué que es era el Action Replay?
La obra de un genio o un loco.
El exponente de la máxima grandeza a la que jamás podrá aspirar la humanidad.
Y claro.
Tenía que ser mío.

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