Daegon, mes VI

Por Javier Albizu, 31 Julio, 2016
Una vez más, apurando al límite, pese al calor, pese a la ruptura de mi autoimagen, pese a mis neuras e inseguridades, seguimos adelante (y seguimos escribiendo en mayestático).
Termina julio y estamos un poco más cerca de terminar lo que esperaba haber terminado en enero. Me da en en agosto tampoco va a estar terminado, pero vete tú a saber. Viva la planificación.

El resultado de este mes pasado ha sido una entrada más. Catorce páginas que nos acercan un poco más asta el “hoy” de Daegon. Bueno, el hoy en el que lo dejé la primera vez que me puse con esto y que estaba situado alrededor del año setecientos sesenta. Después de eso, a base de partidas, la línea temporal continuó avanzando y es probable que el “hoy” con el que termine esta reescritura no sea exactamente el mismo.

La primera (y única versión escrita) encarnación de la línea temporal terminaba coincidiendo cronológicamente con el final de la primera “gran campaña auténticamente daegonita”. En este momento definitorio fue cuando decidí seguir adelante con Daegon. Pese a que sus partidas me daban más trabajo que las de cualquier otro juego. Pese a que la campaña terminó con un final apresurado y abrupto debido a que alguno de mis jugadores tenían intención de irse a buscar trabajo al extranjero. Pese a que, para mis jugadores, sólo era “otro juego más”, descubrí que para mi no lo era.
A partir de la historia de aquella campaña también quería escribir la “gran novela daegonita”, aunque la primera intentona para hacerlo se retrasó casi una década. A finales de dos mil uno comencé para, diez meses después, abandonar y aplazar aquella escritura tras algo más de cien páginas. Unas páginas que esperan desde entonces en el limbo de los justos a ser totalmente reescritas.

Pero estoy divagando. Por lo pronto, hemos llegado al año quinientos ochenta y nueve:

La edad moderna IV

Ahora bien. El momento se acerca. Despacio (más de lo que me gustaría) pero de manera inexorable, me pregunto: Una vez “terminado” este documento, ¿con qué me pongo qué?.
Vale, no es una pregunta de hoy. Me la llevo haciendo desde el día uno. Miento, está ahí desde que escribí la primera línea el siglo pasado. Pero, aunque la pregunta siempre es la misma, la respuesta varía en cada ocasión aunque, no por cambiar constantemente, deja de haber ocasiones en las que se repite. Dependiendo del día lo veo más claro o difuso, pero siempre acostumbra a comenzar con un:
Ni idea.
Para seguir con:
¿Empiezo con la descripción de los países?
¿Me pongo con alguno de los módulos?
¿Le pego un repaso a lo que escribí hace tres años o a trato de terminar lo que dejé a medias en aquella intentona?
¿Voy aún más atrás y repaso lo que reescribí hace seis años?
Y, cuando llega el momento, elijo una, aunque no por ello dejo de cuestionarme si ha sido la opción correcta.

Y, claro, también están en meses malos, como han sido los últimos, en los que me asalta y se hace oír mi lado victimista y vaga:
¿Le importa esto a alguien?
Y todo esto... ¿para qué?

Pero estas últimas preguntas son irrelevantes. Porque tengo “un plan”, porque no debería importarme que (aún) no le importe a nadie más. Pese todo el tiempo que llevo con ello, esto aún está empezando. Está incompleto, no hay el suficiente material para que alguien se haga una idea.
Para lo bueno y para lo malo tengo “un plan”. Unos objetivos marcados, un marco temporal que cumplir antes de hacer caso a las respuestas que me surgen hoy.
No importa la inseguridad, no importa el calor, no importa el cansancio, aún me quedan un año y cinco meses antes de decidir si lo mando todo a paseo… otra vez.
Una vez que llegue hasta allí ya veré qué he conseguido. Dudo que haya conseguido nada más allá de tener escritas cerca de cuatrocientas páginas que me parecerán horrendas. Un montón de bits que seguirán sin importarle a nadie.
Porque, aunque opte por no darles poder, las respuestas de mi “hoy” sí que están ahí. Pero no importa. Si no las escribo me niego la oportunidad de estar equivocado. Si no las escribo, jamás sabré si podrían haber llegado a interesar a nadie.
Así que toca seguir hacia adelante.

Lo (único) bueno de convivir con la inseguridad durante tanto tiempo es que te creas mecanismos para luchar contra ella. De acuerdo, sin la inseguridad no serían necesarios estos mecanismos, pero algo bueno le tengo que buscar.
O te haces más fuerte o te rindes.
Porque ser una persona insegura no implica obligatoriamente se una persona indecisa. Pese a que a que acostumbran ir de la mano, son dos cosas diferentes. Puedes ser las dos cosas, claro está, y es una putada doble, pero tienes que seguir tratando de mejorar.
Esto no quiere decir que siempre puedas ser “fuerte”, o que sea fácil, pero sabes que la debilidad es algo temporal. En el momento concreto en el que te encuentras en ese punto, conocerlo no te sirve para una mierda. Saber que es algo que pasará no lo hace más fácil pero, si tienes “un plan”, si tienes algo a lo que agarrarte, puedes seguir las pautas que te has marcado de una manera automática.
Sigue sin ser fácil, la duda siempre está ahí y tienes que ser capaz de analizar y reencauzar “el plan”. Siempre hay matices que se te pudieron pasar cuando creaste la primera versión, siempre pudiste cagarla completamente, aunque puede que se trate simplemente de un mal momento.
Lo dicho, inseguridad y decisión, jodienda doble.

Más allá de esta neura perpétua, más allá de que esta semana voy retrasado, el palabrometro sigue creciendo y va tal que así:

Personajes: 381
Planetas: 12
Países: 126
Lugares : 310
Etnias: 39
Obras: 15
Panteones: 5
Organizaciones: 45
Título: 22
Conceptos: 7

Nota 1: Es sábado y son las dos y cuarto de la mañana mientras escribo esto. Lo he escrito del tirón y mañana le pegaré un repaso antes de subirlo, pero son dos páginas que han salido solas.
Los lloriqueos, aparte de necesarios, salen con facilidad, así perpetrar este texto me ha llevado algo más de una hora. Escribir el trasfondo de Daegon no es tan sencillo.
Todos los días tengo los documentos abiertos frente a mi algo más de cuatro horas y no soy capaz de escribir ni siquiera media página. La procrastinación y tener el navegador con cientos de pestañas por detrás tampoco ayuda, pero también lo tengo así mientras escribo este texto, así que ese no es el problema de fondo.

Trato de no se aburrido, de no ser redundante, que lo que escribo acerca de la guerra que toque en este momento aporte algo diferente a las anteriores, que no se limite a ser “sólo una guerra más”, que haga Daegon más comprensible. Que este evento extraño sea diferente a los anteriores.
Trato de no extenderme más de la cuenta, trato de dar el punto de vista de las distintas culturas sobre ellas. Pero ya van unas cuentas, ya son ochenta y siete páginas y cada vez se hace más difícil.
En fin, vamos a ello. Me queda la media página de hoy antes de irme a la cama.

Nota 2: Ayer terminé de escribir la parte de Daegon alrededor de las cinco y cuarto de la mañana. Es domingo y me he puesto con la corrección. Lo he encontrado todo mal. La revisión me ha llevado el doble de tiempo que la plasmación del texto original. Da igual, se que la siguiente vez que lo relea me parecerá atroz.

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