Educando a los educadores

Por Javier Albizu, 4 Octubre, 2011
Estoy convencido de que, cuando yo estudiaba (es un decir), el mundo docente era muy distinto al que me encontraría en cualquier aula de primaria en la actualidad.

Y es que parece como si, durante los últimos años, el universo se hubiese dedicado a tratar de implementar pequeñas variantes de la Ley de Moore en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana.
Porque ya no se trata de una cuestión de dinero, estatus o requerimiento labora. Los ordenadores (echadle la culpa a Internet) han venido para quedarse y, queramos o no, cada día vamos a usarlo y necesitarlos más.
Podríamos decir que esto no es un problema. “Yo me defiendo muy bien con ellos” dirán unos “Esto de internet está chupado” añadirán otros. “Ahora en cualquier cacharro de la casa tenemos un ordenador” concluirán los últimos “Y no veo donde está la complicación”.
Pero sí que hay un problema: Un ordenador no es una tele. No es un microondas. No es un aspirador. Aunque en la actualidad prácticamente todos los electrodomésticos de la casa tengan componentes “informáticos”, no es lo mismo.
Y la principal diferencia entre los electrodomésticos “convencionales” y ese nuevo electrodoméstico que están tratando que sea ordenadores, es el más básico de todos: El dato.

Si yo hablo de “El dato” (o, si lo preferís, “La información”), su uso y relevancia, su almacenamiento y ubicación o la necesidad de asegurar su privacidad, estoy convencido de que cerca de un ochenta por ciento de la gente que tiene (y usa a diario) un ordenador, no sabría de qué les estoy hablando, no serían capaces (o sentirían la necesidad de) prestar atención a mis explicaciones. El ordenador es eso que usan a diario pero sólo es una herramienta más. Es esa caja cerrada en la que meten o extraen datos... que están ahí dentro. Aunque se rompa, los datos van a seguir en su interior.
Además, no hay nada interesante ahí dentro. ¿Quién va a querer mirar las cuatro cosas que manejan?
Este desconocimiento lleva a mucha gente a realizar asunciones erróneas no sólo a la hora de trabajar, sino también cada vez que realizan tareas cotidianas y, según su percepción o conocimiento, intrascendentes.

Así pues, si tomamos como cierto este riguroso estudio que me acabo de inventar (pero de cuya validez de fondo no dudo), el resultado es que tenemos un problema de base muy gordo.

En esta serie de artículos no pretendo se trata de ser alarmista, ni de alimentar la paranoia del respetable. Tampoco es mi intención la de ponerme en plan integrista del software libre. El objetivo no es el de sacar el dedo de señalar y dedicarme a meter el mismo en la llaga de los “equivocados”. El tema de fondo de lo que pretendo hacer aquí es ayudar (punto).

La implantación de la informática, tanto a nivel doméstico, como en el entorno educativo o laboral ha sido tan rápido y brutal que nos ha pillado a todos con el pie cambiado.
En las escuelas se enseña a los niños a manejar los ordenadores para realizar las tareas diarias, y se les dan unas nociones de buenas prácticas “sociales” a la hora de realizar las mismas. Pero hay una serie de prácticas “heredadas” y “asumidas como normales” por sus mayores que, ya sea por desconocimiento o dejadez, se están propagando como ciertas cuando pueden llegar a ser punibles.

Prácticamente todos nos hemos subido a este mundo de la información a final del primer curso y con el profe mirando para otro lado sin hacernos demasiado caso. Lo que “sabemos” nos lo ha dicho en compañero de al lado, que es repetidor y que este año tampoco aprobará. Así que terminamos por convertirnos también en repetidores porque, total, con lo que “sabemos” ya nos vale pare defendernos.

Sé que, tal y como están las cosas, el convencer a alguien de sus error o tratar de mostrárselos, va a servir de más buen poco. Como en todo, hacer las cosas bien requiere de un esfuerzo que no todos están dispuestos a hacer. Aún así, si has llegado a leer hasta aquí, supongo que, por lo menos sí que tienes un mínimo de curiosidad.
No se trata de hacer exámenes para que te den el carné de “Usuario de ordenador” o “Navegante de internet” (tampoco tengo la potestad ni los conocimientos para hacer tal cosa), pero hay múltiples lagunas tanto de concepto, como de ética, responsabilidad o legalidad sobre las que acostumbro a meditar.
Soy un informático vocacional que debe lo que sabe al esfuerzo que otros generosamente han realizado y donado en internet. Soy perfectamente consciente de mis propias carencias, por lo que tampoco pretendo bajar en estos artículos a un nivel muy teórico. Mi objetivo es centrarme en tratar de explicar los qués y porqués de diversos conceptos y filosofías relacionadas con la tecnología que usamos a diario.

Mi objetivo final no son tanto “los adultos” como las nuevas generaciones. Esos alumnos de las aulas de primaria que mencionaba al principio. Me gustaría que este fuese mi pequeño granito de arena para mejorar un poco la sociedad. Devolver de alguna manera todo eso que me han aportado todos esos desconocidos que comparten sus conocimientos en la red de manera desinteresada.

Mi objetivo es ayudar a los padres y profesores a hacerse nuevas preguntas y solventar aquellas dudas que les puedan haber surgido y que, ya sea por falta de tiempo, de una base teórica en la que basarse o la ausencia de alguien en quien apoyarse, no han sido capaces de responder por si mismo.

Así que, bienvenidos. Sentiros con toda la libertad del mundo para sugerir temas a tratar, o corregir los errores que pueda cometer.

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Luis (no verificado)

Hace 12 años 5 meses

¿esto es la introducción de una serie de artículos para educar a los profesores?

es un esfuerzo loable, no te digo que no. la educación siempre es la manera más efectiva de influir en la sociedad y, sobre todo, en la sociedad futura. iremos viendo qué propones...