El ejercicio

Abro los ojos. Las cuatro y media. Cojonudo, repetición de las mejores jugadas. Cierro los ojos.
Pienso en el ejercicio de narrativa de ayer. En los relatos, en lo que se contó y lo que se sugirió, en lo que podría haber hecho, pero no hice. Miedo, pienso. Humor como máscara, comodidad y actos reflejos como respuesta.
¿No lo entendí, no quise o preferí no entenderlo?
Escucho el sonido del metal contra el metal. Sollozos, quejidos y llantos. Gritos de rabia. Universos que se forman y destruyen entre cada sinapsis neuronal.
Comienzan a sonar en mi cabeza las voces. Relatos inacabados, personajes en estado de hibernación.
- Estáis mal de la cabeza - dice Marcus.
- Estúpidos, desagradecidos, ¡Filisteos! - grita furioso Lotar.
Veo comprensión, perdón y dolor en los ojos de Daegon. Dolor, rabia y locura en los de Kenrath. Culpa, dolor y arrepentimiento, pero nunca perdón en los de Dayon y Senkau. Dolor, obligación y soledad en los de Darirus. Dolor, soledad y rabia en los de Elena.
Dolor.
Rabia.
Culpa.
Soledad.
Soledad.
Soledad.
Solo.
Marcus contempla, solo en el espacio, como un sol convirtiéndose en nova, y sabe que va a morir. No se arrepiente de las decisiones que le han llevado hasta allí.
Elena abandona el centro de control. Al llegar a su camarote sigue sin permitirse llorar. Golpea la pared metálica con su puño una y otra vez, esperando que ese dolor mitigue el otro, el que no se quiere permitir, el que no puede soportar.
Elecciones.
Soledad.
Osamu contempla sus dominios. Es el último hombre. La humanidad depende de él.
Elecciones.
Deber.
Soledad.

Solo.
Solo.

Abro los ojos, pero ellos no desaparecen, y noto como él se acerca. Cierro los ojos, no hay escapatoria.
Están todos juntos, sus vidas pasan ante mis ojos. Las de todos ellos. De principio a fin. Me asfixian. Sus brazos me agarran y tratan de devolverme todo el dolor que les he causado.
Salto y me elevo.
Mientras la velocidad aumenta, la fricción deshace mi piel, mis músculos y mis huesos hasta que sólo quedo “yo”.
Mi no-cuerpo se gira y miro hacia abajo. Contemplo desde allí todos mis mundos, ahora un poco más lejos, tratando de obtener algo de perspectiva. Pero, ya es tarde. Veo como se acerca. No hay escapatoria.

- No me conoces - dice ella. Y sé que es cierto. Fue cierto entonces, igual que lo es hoy.
No la conozco ni la conocí.
Espejismos de la mente. Ideales que se descomponen al tratar de proyectarlos sobre la realidad.

- Solo - dice él.
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque así lo he decidido.
- Cobarde.
- Sí, en esto.
- ¿Por qué?
- Porque es algo con lo que puedo vivir.
- ¿Así es como quieres vivir?
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero volver a ser tú. No quiero volver a sentir ese dolor. No quiero volver a sentir esa rabia. No quiero volver a sentir esa desesperación.
- ¿Deseas olvidarme?
- No.
- ¿Por qué?
- Porque eso no cambiaría quien fui. Porque eso me convertiría en otro, y no me arrepiento de quien soy.
- ¿Desearías que no hubiera existido?
- Eso es irrelevante.
- ¿Por qué?
- Porque eso es algo que no puedo cambiar.
- ¿Lo que respondes es cierto?
- No lo sé, pero es lo que quiero creer. Lo que elijo creer.
- ¿Quieres estar solo?
- No.
- Pero eliges estarlo.
- Sí, a ese nivel.
- ¿Me odias?
- No.
- ¿Por qué?
- Ya lo sabes.
- Sí.

Las palabras vuelven a mi mente. Son ciertas y son mentiras. Contradicciones de la mente, ínfulas de quien nada sabe.

¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué continuas ahí, cuando te he dado la espalda?
¿Por qué son tus brazos los que me acogen, cuando me rechazan los de aquella cuya compañía ansío?
¿Por qué eres unos días dolor, y otros alivio?
¿Por qué no puedo olvidarte aun rodeado de aquellos a los que quiero?
¿Por qué no me dejas vivir?
¿Por qué no me dejas ser feliz?
¿Por qué te necesito tanto?
¿Por qué te odio de esta manera?
¿Por qué?
Dime Por qué
Dímelo, soledad.

Vuelvo a contemplar el mundo. Mi mundo, la suma de todos, afianzo mis pies sobre el vacío y me yergo, alzándolos a todos ellos sobre mi cabeza. Soy Atlas de nuevo. Soy el pilar en que se tienen que poder apoyar quienes me importan.
- ¿Y en quien te vas a apoyar tú?
- Irrelevante.
- Mentira.
- Sí.

Abro los ojos.

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