Mundo laboral III (Eduardo Berasategui)

De haber alguna razón por que pudiese alegrarme de mi cambio de ubicación dentro del esquema de la tienda, del taller a ventas, esta habría sido el poder conocer a Eduardo.

Eduardo era profesor de órgano y acordeón (posiblemente, junto a la Triki Tixa, los instrumentos que mas odio) en la academia de la tienda, y con el iría apareciendo cada vez mas por la tienda, primero como encargado de los libros (compaginandolo con las clases), para, mas adelante, convertirse en el amo y señor de la vente de libros, pianos, acordeones, triki tixas y órganos de ritmos.
Así, a priori, no teníamos nada en común, pero caprichos del destino (y convivencia diaria), la cosa es que nos hicimos amigos.
Fuimos al cine varias veces (recuerdo Belle epoque y El ultimo mohicano), le dejaba comics, incluso hice para el y otros pocos de la tienda alguna que otra partida de rol. Algunos domingos por la mañana quedábamos él, su hermano, y yo para ir de pueblos a buscar frontones a los que jugar a frontenis. Bueno, eso, que eramos amigos.
No recuerdo verle nunca cabreado (contrariado si, pero no mas), nervioso o levantando la voz. Podía hablar con el de cualquier cosa y, cosa rara esta en mi, no solo le escuchaba, sino que hacía caso a los consejos que me daba (no es que no escuche al resto del mundo, pero si que soy reticente a, de buenas a primeras, cambiar mi modo de actuar porque alguien me lo aconseje).

No es que el fuera el primero (o al menos eso creo), en decirme que mi manera de actuar podía llevar a tener una idea equivocada sobre mi manera de ser. Pero si que fue el primero (y creo que único), al que hice caso.
No es que fuese un cambio mayúsculo, pero a partir de aquella conversación, dedique algo de tiempo a explicar a la gente lo que hacía, en lugar de simplemente pasar delante suya, saludar, hacer lo que tuviera que hacer, despedirme, y ir a donde tuviera que ir.
Con el me pasa como con Ecai, no es que haya ningún cosas memorables que se me hayan quedado grabadas, sino algo mucho mejor, una sensación general de buenos momentos.
Me alegré mucho por el cuando me dijo que se casaba con Rosa, y mas aún cuando esta se quedó embarazada.

Pero claro, como todo lo bueno, tenía que acabarse.

Se que era sábado, aunque no recuerdo la fecha, se que era la semana anterior a semana santa de aquel año. Eran mas de las once, y Eduardo no llegaba (no es que fuera especialmente puntual, pero no solía retrasarse tanto).
Al rato me vino mi padre, y me dijo que habían llamado por teléfono (creo que Rosa), que Eduardo se había desplomado en la calle cuando venia a trabajar.
Poco después de comer, llamaron. Había muerto.
Eduardo tenía el corazón trasplantado desde que le conocía. Iba a revisiones regularmente, y salvo algún que otro mal momento, aquello no había sido impedimento para que llevara una vida normal. Incluso nos asustamos nosotros mucho mas que él cuando, tiempo antes, tuvo un accidente en medio de Pamplona, y su coche volcó.

Ya esta, punto y final. Se había ido.

Yo estaba en la cama de mi habitación cuando me lo dijeron, y no sabía como reaccionar. Y así me quedé hasta el día siguiente fuimos al funeral. Aquel día le mentí a su hermano cuando me dijo que ya quedaríamos algún día para jugar a frontenis, y no fui capaz de acercarme a Rosa, porque sabía que ella lo estaría pasando mucho peor, y nada de lo que le dijera podría ayudarla.

La semana siguiente fue una mierda, y cada vez que cualquiera me preguntaba por él, me daban ganas de echarme a llorar (tantas ganas como las que tengo ahora mismo).
La semana siguiente fue semana santa, y yo no salí de casa ningún día, y las únicas palabras que pronuncie, fueron por teléfono cuando me llamaban para saber si iba a jugar las partidas que se harían aquellos días.

Las siguientes semanas fueron otra mierda, siempre había alguien que no sabía lo que había pasado, y que me preguntaba.

Al tiempo nació el pequeño Eduardo, y fui a visitar a Rosa al hospital, y me quede ahí, parado, mientras los demás hablaban, sin saber que decir.

Con el tiempo, el pequeño Eduardo comenzó a ir a la academia de la tienda, llevado por Rosa o la hermana de Eduardo, y sigo sin ser capaz de hacer o decir nada.

Aún a día de hoy, cada vez que pienso en él, me duele. Pero no voy a dejar que el dolor me haga querer olvidarle.

En gran medida, si este diario es posible es gracias a él y a lo que me dijo. Así que me parece adecuado el que esta “primer época” acabe con su columna.

Esto comenzó para darle un pequeño empujón a la pagina de Hugo, y al poco se convirtió en un medio para demostrarme que podía escribir algo a diario, así como en una salida para las cosas que me rondan por la cabeza.
Me había dado dos meses para ver si podía mantener el ritmo, antes de retomar todos los proyectos que tengo comenzados, y esos dos meses han pasado, y he mantenido la constancia. Así que ha llegado el momento de retomar esas cosas.
Esto no quiere decir que deje este diario, sino que no tendrá la misma periodicidad. Pasara a ser semanal, sin faltar ningún lunes a su cita.

Estoy creando un mundo (llevo mucho tiempo con él), un mundo mío en el que no faltareis ninguno de vosotros. O al menos “mi” versión de vosotros.
Este mundo también nació con una intención distinta. Nació como un simple hobby. Pero también ha pasado a ser mas que eso. Porque hablo a trabes de él (y de las gentes que lo habitan), porque antes de que existiera esta columna, ya lo usaba para decir cosas en las que creo. Pero sobre todo ha cambiado porque me he dado cuanta de que le falta algo. Le faltáis muchos de vosotros. Porque “mi” mundo no tendría sentido sin vosotros, y este es un homenaje que os debo.
No todos seréis grandes héroes de gesta, ni falta que os hace, vosotros seréis los que lo hagáis creíble, los que le deis verosimilitud.
En él estaréis todos, tanto los que permanecéis conmigo, como los que se han ido.

En él espero haceros justicia, y daros la inmortalidad que merecéis.

El contenido de este campo se mantiene privado y no se mostrará públicamente.

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.

Tosko (no verificado)

Hace 19 años 4 meses

A veces me acuerdo de Eduardo y pienso en la suerte que tuvimos de haberle conocido. Todos somos inmortales en los recuerdos de los que nos rodean, pero agradezco que estemos en tu libro, nuestro libro.