Poco después del final, momentos previos al comienzo

Por Javier Albizu, 2 Octubre, 2014
Veo que ha regresado de su paseo (figurado) por las oficinas de la fábrica. Espero que haya sido una experiencia satisfactoria a la par que enriquecedora.
Por supuesto, usted no está viendo nada de esto, por lo que tendrá que fiarse de mis palabras.
Si mi siguen, a continuación continuaremos con esta visita guiada por el resto de nuestras instalaciones.
En estos momentos nos encontramos en la sala de operaciones del Servicio de Infraestructuras de la Orden de Coherencia Universal.
En breves momentos presenciaremos como uno de los operarios realiza una de sus procedimientos estándar; monitorizar el final de la vida de una estrella, ejecutar un par de tareas programadas para que coincidan con la ocasión, mirar al reloj, y levantarse para ir a almorzar.
Apasionante, ¿verdad?.
Muy bien. A continuación nos dirigiremos hacia...
¿Perdón?
Sí, por supuesto, eso era todo. ¿qué esperaban?.
De comenzar a meternos con tecnicismos la visita se puede eternizar.
En fin, si se empeña... fabricaremos un poco más de tiempo para usted. Pero luego no se queje si se aburre o la cosa le queda poco clara, usted se lo ha buscado.

¿Por dónde comenzar?
Aquí no hay un dónde o un cuándo, es una cuestión de magnitudes. Es más, ni siquiera hay un “aquí” o un “ahora”, pero trataremos de traducir las ideas en conceptos entre los que nos movemos (no, tampoco hay un “entre”) expresables mediante el lenguaje.

Veamos... Supondremos que hay un ahí, y “dentro” del “ahí” hay un “alguien”. Un alguien a quien definiremos utilizando la palabra arquitecto y bautizaremos con el nombre de Elisa. Junto, alrededor y bajo ella. Solapándose con ella y atravesándola se encuentran infinitos arquitectos más, pero en esta ocasión nos centraremos en ella.
Sí, creo que podríamos comenzar por ahí... o “ahí”.

Elisa contempla el universo. Un concreto que cabría en una de sus manos. Lleva... lo que podríamos denominar como “tiempo” observándolo. Aunque claro, ella (al igual que nosotros) se encuentra más allá del tiempo. Ni siquiera puede interactuar con él o con la materia (aunque sí que dispone de constructos creados para esa tarea)
Desde más allá de la esfera cronal, contempla cada segundo (en realidad vendría a ser una medida un tanto más esotérica, pero confío en que nos entenderemos con esta) durante un... ¿periodo de...?.
Maldición.
¡YA LE HE EXPLICADO QUE ESTO IBA A SER COMPLICADO!.
¿Cómo pretende que le explique estas cosas como es debido si no puedo usar el tiempo como referencia para hablar de los cómos y por qués de estas criaturas?

En fin, diremos que contempla cada segundo durante mucho tiempo ¿contento?. No es que lo detenga, sino que volver a mirarlo carece de sentido más allá de ese... instante.
El tiempo tiene una peculiaridad, y es que cada micra de segundo/espacio es única. Así está establecido por contrato con todos los clientes. Ninguno de ellos se puede repetir ni reutilizar. Es por ello que, cuando se pretende que los constructos (que existen en el “ahora”) interactúen con él, sólo se dispone de una única oportunidad de hacerlo por cada instante.
Con el espacio pasa lo mismo. Cada átomo es único, ya sea mediante pequeñas imperfecciones asignadas de manera arbitraria, por la órbita de sus electrones, o por la cadencia de sus movimientos. Esa es la oferta a la que se compromete la orden.

En fin, estábamos con Elisa. El momento/espacio que está contemplando son los instantes siguientes a los que se encontraba monitorizando el operador (que se encuentra en un nivel de existencia intermedio entre ella y el tiempo/materia).
Sujeta el universo entre dos de sus dedos y lo sitúa frente a lo que podrían ser sus ojos. Tras esto, lo deja flotando ante ella y juntando ambas manos tras su espalda, adopta una pose marcial. En el recóndito rincón de esa masa palpitante que centra su atención, la luz de un sol se extinguirá arrastrando tras de sí lo que podríamos denominar como posibilidad_de_vida_comprensible_por_el_hombre (y alguna más) de todo su sistema. Su proyecto de migración va a comenzar, y ella sólo puede esperar. Inconvenientes e incomodidades de tratar con material espacio temporal.

Este proyecto consiste en la perpetuación de algo que, previo estudio, ha sido catalogado como “merecedor de ser preservado”. Porque pese a que cada átomo y cada segundo son únicos, expuestos a según que condiciones, las entidades que forman acostumbran a adoptar unas características similares.
Así que, dentro de la “unicidad” de esos resultados, existen elementos más “únicos” que otros. Frutos del azar que no pueden ser replicados de manera intencionada en la fábrica. Los llamados irreemplazables. Puede tratarse de una forma orgánica, mineral o vegetal, de un paisaje o una idea, de una sensación o un momento.

Comienzan las explosiones finales, los últimos estertores de la estrella y el constructo, que la rodea como si de una red se tratase, inicia su actividad. Sus circuitos, grandes como continentes, se iluminan asemejándose a megalópolis nocturnas bullentes de vida mientras se acerca el estado de hipernova. Pero algo parece fallar.
Uno de los indicadores de seguridad señala el error. La explosión de uno de los cuadrantes inferiores ha excedido su umbral de asimilación. El sistema de salvaguarda inicia el sistema secundario, y este también falla. Elisa aprieta la mandíbula mientras una arruga de preocupación se marca en su frente. El constructo es viejo pero fiable. Ya ha realizado migraciones desde antes de que la lejana Vía Láctea fuese un proyecto a desarrollar. Por referencias de sus compañeros, también sabe que ha realizado más tareas similares un par de eones después de esta. Mentalmente anota el sector defectuoso y transmite los datos al operador. Por fortuna no es necesario que este actúe “ahora”, el sistema terciario ha sido capaz de soportar la sobrecarga. La migración continúa según la planificación.
La estrella alimenta al constructo, y este demanda aún más energía. Se activan los circuitos de transporte y fijan las coordenadas origen-destino mientras el inventario de entidades a reubicar inunda los bancos de memoria.

En el quinto planeta del sistema, un mineral submarino inicia su transmigración, en el séptimo se trata de un abstracto, del noveno toman una molécula. Todos ellos ven alterada su estructura. Son deconstruidos hasta que sólo son información pura. Datos encapsulados, etiquetados y ordenados para ser transmitidos a través del túnel trans-dimensional que comienza a formarse a través del sol. Su estado cambia hasta que se han convertido en luz pura, un haz más allá del espectro del color que atravesará el espacio y el tiempo hasta alcanzar sus diversos destinos.

La tarea termina y el constructo se va. En el universo/tiempo han transcurrido más de dos semanas y los últimos vestigios de esa estrella se desvanecen. El espacio antes ocupado por esa luz, ahora aloja a un Collapsar cuya supra-masa absorbe toda la materia a su alcance.
En ese tiempo, más allá de la migración, el azar ha seguido su curso. En el firmamentos de cientos de mundos hay una luz menos, pero en el recuerdo de sus habitantes (ya sean o no concebibles ante los ojos o la comprensión del hombre) ha quedado su impronta. A raíz de su última luz surgirán leyendas e historias. Ideas y conceptos. Algunos ya existían, otros son nuevos.

Elisa centra su “ahora” y su atención en otro segundo/espacio crítico. Quizás sea otro segundo en el mismo espacio, quizás contemple otro espacio en ese mismo momento y comienza a analizarlo. Inventaría su anatomía en busca de otros “Irreemplazables”. Cuando no existe el tiempo, no existe el descanso.
El operador abandona su puesto.
Si así lo desea, podemos seguirle y aprovechamos para ver el bar del departamento. Hacen unos pinchos que merecen mucho la pena.

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