Sobre el paso del tiempo, las palabras y Daegon

Por Javier Albizu, 12 Enero, 2014
Veintidós años. Los dos patitos. En algún momento indeterminado a lo largo de este dos mil catorce se cumplirá esa efeméride relacionada con la primera partida que arbitré ambientada en el mundo de Daegon. Pero las fechas, aniversarios y demás eventos, mitos y fetichismos derivados de la posición concreta en un momento dado de la tierra en su órbita alrededor del sol, son irrelevantes, intrascendentes, y otro montón de cosas que comienzan con la letra “i”.

Podría decir que Daegon nació en aquel momento, pero mentiría. Daegon, como nombre y concepto complejo, nació algún año más tarde, mientras que la idea que más tarde se convertiría en este mundo había nacido mucho antes. Sea como sea, como idea, concepto o enciclopedia en eterna reescritura, el hecho indudable es que Daegon, que durante más de la mitad de mi vida ha formado parte de ella, se ha convertido en una parte indisoluble de mi mismo. Ha crecido conmigo, cambiado conmigo y me acompañará (inconcluso) hasta el momento en el que mi consciencia se desvanezca.
Pero me estoy poniendo un tanto profundo y petardo (un síntoma de la enfermedad que tiende a aquejarme cuando hablo sobre mi criatura, o escribo algo de material para ella) pese a que no es ese el tono que quiero para esta entrada.

El hecho es que puede que no escriba sobre o para ella, pero siempre estoy creando, puliendo o reformulando las historias de quienes lo pueblan. Porque me encantaría decir que nació tan guapo como lo veo ahora, pero no. Ha pasado por muchos cambios a lo largo de estos años. Cambios motivados por mis propios cambios de percepción sobre muchas cosas; la fantasía, la narrativa o la misma metafísica. Leo lo que escribí hace años, y me entran ganas de inventar una máquina del tiempo para dedicarme a dar de collejas a mi yo pasado, pero no tanto por lo que escribió sino por el cómo lo hizo (igual que, seguro, me pasará en unos meses con lo que escribo y reescribo en estos momentos).
Vamos, que no hay nada nuevo en el horizonte.

Por supuesto, hay decisiones de diseño y de concepto por las que también me entran ganas de darme de collejas, pero recuerdo perfectamente el sentido que tenían para mi yo de aquellos tiempos. Decisiones que me parecen, cuando menos, poco meditadas. De las que me arrepiento pero no me avergüenzo (razón por la que conservo aquí y aquí, sin censura o remodelación las dos versiones previas de mi web, a modo de perspectiva, recordatorio y escarnio propio).
Alguna que otra vez he pensado en crear una especie de “Diario de diseño” en el que explicar cuál ha sido el proceso que he seguido a la hora de su creación. Explicar los por qués de mis decisiones a la hora de tomar según que decisiones concretas. En los primeros tiempos (de la primera versión de este blog) comencé a hacerlo en una serie de entradas disponibles para quien lo desee:
Daegon
Daegon II
Daegon III

Pero el ímpetu no duró demasiado.
Más adelante me dediqué a poner (según se me cruzando los cables) los pasos que iba a dar para retomar (una y otra vez) el proyecto:
Resumiendo Daegon
Objetivos II (¿Y ahora que?)
Pues ahora…esto
Retomando Daegon (y van…)
Duda daegonita
Reduciendo a lo básico
Punto de inflexión

Eso cuando no me dedicaba a filosofar, quejarme o, simplemente, soltar mis neuras de rigor y complejos varios relacionados con la escritura y (entre otros) Daegon:
Hazte más fuerte
De (re)encuentros inesperados

Por supuesto, con todos estos textos me pasa lo mismo que con lo que comentaba al principio (ya sabéis, máquina del tiempo, collejas, etc...)
Cuando me planteé la estructura de esta misma web, una de mis dudas era el crear una sección específica para Daegon, pero su integración con mis aficiones es tan horizontal, que tendría que haber una sección en cada una de las categorías principales: Juntando letras (escritura), Realidades improbables (rol) y Entre ceros y unos (informática y vídeo juegos). Así que no sabía muy bien dónde meterla, o si crearle una sección exclusiva para él mismo (lo que se me hacía un tanto excesivo cuando ya tiene una web entera dedicada en exclusiva)
A día de hoy, la duda continúa. No sé si hacer una Biografía daegonita, retomar la idea del Diario de diseño que comencé hace tiempo (que no continuar aquel).
Por otro lado, pienso ¿Qué puede aportar la experiencia de alguien que lleva tanto tiempo sin terminar nada, que se dedica a dar vueltas una y otra vez sobre lo mismo, a alguien que quiera comenzar la creación de un mundo?
Originalidad, desde luego no. Si algo me han repetido a lo largo de los años es que ya hay muchos mundos de fantasía por ahí. Viabilidad comercial, tampoco (por la misma razón anteriormente mencionada).
Más allá de la cabezonería pura, del empeño en hacer algo que te importa, de tratar de compartir una visión personal de conceptos preexistentes en el imaginario colectivo y tratar de encontrar y animar a otros que compartan una visión similar, poco puedo aportar. Pero cada día pienso que, en este mundo de franquicias, en este mundo obsesionado con la fabricación de productos mediante fórmulas, de buscar la creación de una obra de éxito por encima de la creación de algo personal, ese aporte es más necesario.
Porque una idea no compartida está menos viva. Hasta que no le das la “solidez” que le otorgan las palabras, hasta que no la lanzas contra el mundo y les retiras la protección que le confiere el éter neuronal y conceptual, hasta que no la lees con los ojos y dejas de experimentarla como un constructo abstracto de tu mente (por más claras, definidas y “reales” que parezcan ahí), no sabes si era tan brillante como la veías. O igual sí que lo siguen siendo, pero eres un muñón y no has sido capaz de encontrar las palabras idóneas para transformarla en texto.
¿Cómo diferenciar lo que sabes de lo que sientes?
Eso es fácil. Lo complicado es conocerte lo suficiente como para poner en primer plano lo importante. Reconocer que te puedes haber equivocado y buscar el dónde lo has hecho para corregirlo, para no volver a cometer ese error.

Esta entrada lleva en mi mente varios meses, pero no podía ser escrita por una razón muy sencilla: Aún no había escrito nada de Daegon desde la última entrada en esta página.
Bueno, miento. Había escrito un resumen de cuatro páginas para el relato que podía haberse convertido en tebeo... pero que el dibujante no se sintió con fuerzas como convertir a imágenes.
También hubo un intercambio de correos con el nuevo ilustrador que he encontrado para la parte del mundo/libro/juego. Veintiséis correos y varias semanas entre descripciones, detalles y correcciones para una imagen que, pese a ser muy buena, no termina de ser lo que yo “veía”.
Pero eso no era escribir para Daegon, eso no contaba para mi cómputo, no avanzaba en el desarrollo del trasfondo, eso era hacer trampa. Así que tenía que “escribir” sobre Daegon, antes de... escribir sobre Daegon por aquí. Y me costaba, como siempre me cuesta escribir sobre aquello que realmente me importa. Sobre aquello que me preocupo de escribir “bien”.
Escribir aquí (en la parte del blog) es relativamente fácil casi siempre. Puedo ser coloquial, puedo ser yo, puedo hacer trampas, puedo ser referencial, puedo permitirme el lujo de no tener sentido. Pero cuando escribo relatos o cuando pretendo ser más... “didáctico”, la cosa cambia. Necesito buscar información, contrastarla y entenderla. Muchas veces me doy cuenta de que partes que daba por ciertas no lo eran, y tengo que deshacer parte de lo ya escrito y buscar aún más cosas. En ocasiones, incluso reescribir alguna entrada anterior (y no sólo en detalles).
En otras ocasiones, sólo se trata de vagancia o falta de motivación en los momentos bajos.

Y así van pasando los años. Así que me tengo que ir marcando prioridades y objetivos a más corto plazo. Escribir sobre Daegon siempre me cuesta, así que voy alternando una entrada “aquí” con una “allí”. Una “fácil” y una “difícil” para no terminar dándome de cabezazos contra la pared.

Porque Daegon me llena igual que me frustra. Me anima a tratar de mejorar como creador y escritor, para ser capaz de transmitir de manera correcta lo que pretendo decir. Me anima a pensar que, quizás, algún día, miraré a lo que escribí hace unos meses, y desterraré la idea de crear la puñetera máquina del tiempo.

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