Biografía daegonita LXXII: La novela II

Por Javier Albizu, 24 Marzo, 2021
Empezamos (otra vez)
Hola, ¿qué tal?, soy alguien que no sabe usar los números romanos. Por otro lado, no esperaba ni de lejos que esto fuese a durar tanto como para tener que aprender a hacerlo.

En fin. A lo que íbamos. La novela.
La novela bien, gracias. Mejor de lo que esperaba.

Quiero decir, es un horror, claro. Sólo a un bárbaro que ni siquiera sabe usar los números romanos, sólo a alguien que escribió varias veces “tí” en aquel texto, se le ocurriría que era una buena idea lanzarse a lo bruto en algo así. Pero he recordado que no todo lo hice mal. Que las ideas que había por debajo no iban a juego con mi forma de plasmarlas. Que no era todo lo… ”convencional” que recordaba. Que no era todo lo “formuláica” que mi síndrome de impostor me decía que había resultado ser.

Sólo la he leído en diagonal mientras sustituía los guiones por guiones de diálogo de verdad, pero me han entrado ganas de retomar el proyecto. De hacerle justicia.
Pero, claro, la cosa está complicada. Todo ha cambiado mucho. Muchas de las cosas que aparecen no cuadran con la metafísica que tiene a día de hoy Daegon. No sería cuestión únicamente de cambiar la estructura, también he de replantearme muchas cosas más.

Pero vamos a lo que vamos.
Muy bien, ¿a qué vamos?
No lo sé, lo iré viendo mientras escribo.

El mayor problema con el que me encontré en su día fue a la hora de presentar la información. No sólo la de ese universo sino el trasfondo de los personajes. Todos comenzaban en un “in medias res”. Llegaban de lugares y situaciones que condicionaban sus reacciones. Que les definían. Que daba sentido a su papel dentro de la trama.

¿Cómo presentar esta información de acuerdo a las limitaciones que me había marcado?
¿Cómo hacerlo de una manera que quedase fluida dentro de la narración?

Obviamente, no de la manera en la que lo hice. Hay mucha exposición forzada. Conversaciones que sólo están ahí para indicar cosas que ya saben todos los presentes. Diálogos que no quedan naturales. Hoy todo esto iría dentro de la voz del narrador, pero entonces no tenía ni la experiencia ni los recursos necesarios como para hacerlo.

Pero esas cosas tenían que aparecer, y tenían que hacerlo “pronto”. Una de las limitaciones que me marqué fue la de evitar las “sorpresas gratuitas”. Todo lo que sucediese tenía que ser “adivinable pero no obvio”. Toda resolución tenía que haber sido plantado con mucha anterioridad. Quería evitar a toda costa la sensación de “improvisación” que me invadía cuando leía según qué cosas. La sensación de que aquello era una huida hacia adelante.
Pero había demasiada tramas abiertas. Demasiados personajes. Demasiado “pasado” de cada uno de ellos. Demasiadas relaciones establecidas.
Miento. No había “demasiadas”. Quizás sí que había muchas, pero eran necesarias. Lo que sí que es cierto es que, probablemente, el formato elegido no fuese el más adecuado. Tendría que haber realizado una preparación mucho mayor. Escribir relatos con anterioridad en los que ir desarrollando a los personajes ante los ojos del lector. Convirtiéndoles en algo que le importase. Indudablemente, aquello requeriría de una gran implicación y dedicación por parte del lector. Habría resultado una traba para muchos, pero aún hoy creo que habría sido el camino correcto.

Claro está. Con los datos que tengo a día de hoy… la cosa puede ser inviable.
Ayer terminaba con el primer borrador de “Arcanus”. El primer borrador de algo que empecé en enero del año pasado. Antes de ponerme a corregirlo en serio por primera vez, ya tengo más de sesenta y cinco mil palabras más unas treinta y dos mil de descartes (algo que comencé a apuntar cuando la cosa ya estaba bastante avanzada)
Si la cosa alcanza estas dimensiones para cada uno de los cincuenta o sesenta personajes que quiero presentar (Arcanus, a fin de cuentas, sólo era uno de los “secundarios” en la historia que se contaba) esto significa que antes de llegar a los cien años de edad no habría terminado con el borrador de estas historias. Esto, por no hablar de que dudo que nadie quisiese tragarse todo ese palabrería.

¿Quiere decir esto que no me voy a poner a ello?
No. Por supuesto que no. Estoy acostumbrado a los fracasos. Treinta años sin lograr convertir a Daegon en algo que resulte interesante para los roleros me han enseñado paciencia.
Ahora que tengo aparcada la parte rolera, igual le doy otros treinta años de tiempo a la parte narrativa para ver si tengo más suerte.

Hasta entonces, si alguien con muchas tragaderas quiere echarle un vistazo a “lo que pudo ser pero no será”, tiene disponible “todo lo que fue” en distintos formatos1.

No. Parece que tampoco hemos empezado hoy.

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