Biografía daegonita LXXX: La novela X

Por Javier Albizu, 19 Mayo, 2021
Segundo interludio, vamos allá.

Cambiamos de escala. Dejamos este planeta y nos vamos hasta las cercanías del sol.
Acompañamos a Huatûr / Alan Keyn en su viaje para reunirse con sus hermanos. Con el resto de los “Siete reyes dragón”1.

Pero… ¿quién es esta peña?
Los reyes, los primeros, los que habían dado nombre a los continentes y las grandes islas, habían muerto hace millones de años. Esos habían sido presentados en el texto de los Dragonidas, pero aún no se sabía nada de sus sucesores.

Por otro lado, el nombre de dragónidas no me terminaba de gustar. Demasiado reminiscente de… ya sabes. Con el paso del tiempo han ido teniendo muchos más nombres. Apodos que han dependido de momento y la cultura de quien se refería a ellos. De mi estado de ánimo y de la sonoridad que les he dado a las palabras que he usado.
De esta manera, y con un cierto ánimo de conservar la “compatibilidad hacia atrás”, uno de estos nombres hace referencia al original. Su pronunciación cambiaría levemente para convertirse en “Dragún Adai” o, “Hijos de Adai”. Con esto, “Dragón” pasaba a ser una desviación de ese “Dragún”. Así pues, esta palabra pasaba a convertirse en un concepto que se podría traducir como “hijo”.

¿Hijos de quién?
De Adai.
¿Y quién es (o era) Adai?
La realidad que les dio origen. El cambio. Ese concepto al que la humanidad también se ha referido con otros tantos nombres, formas y definiciones.

Vale, ahora soy yo quien se está desviando bastante.
Retomemos.

Tenemos a los “Siete reyes hijos”.
Mejor dicho, a la segunda generación de “reyes hijos”.
¿Esto los convierte en los reyes nietos?
No, porque no eran los hijos de los primeros, sino los más antiguos de cuantos habían nacido en cada uno de los siete picos.
Bueno, en realidad Dayon sí que era hijo del primer “rey hijo”, pero no era un Dragún Adai, sino un Yr’Draag. Un híbrido. Pero era el único que quedaba de cuantos habían nacido en el primer pico.
Aparte de eso (espoiler), iba a morir2 en breve.

Muy bien. Tenía a dos de los siete.
¿El resto quienes eran?
¿Cuáles eran sus historias?
Pues… buena pregunta.
No tenía ni idea.
Por no tener, ni siquiera tenía nombres para ellos. Sólo eran un número.
Pero… por otro lado, tampoco es que fuesen a participar demasiado en la novela. Estaban ahí para dar un poco de color. Para dar sensación de escala. No necesitaba darles personalidad.

… aunque igual sí.

Este interludio era casi todo diálogo. Debían tener identidades propias. Necesitaba que sus intervenciones no fuesen intercambiables. Que tuviesen una razón para estar ahí. Para decir lo que iban a decir. Para hacer lo que iban a hacer.

Problemón.
Una solución quiero.
¿Me corto las venas o me las dejo largas?

Calma. ¿Cómo podemos afrontar esto?
Ya está. “Inspírate” en gente que conoces.
No. Mejor aún. Haz una traslación. Nada literal ni “guiño, guiño, codazo, codazo”. No te “inspires”, haz que “sean” ellos. Versiones “personalizadas y daegonizadas”. Que pasen a formar parte de tu universo imaginario. Un homenaje a la gente que te importa. Algo de lo que nadie más sea consciente.
¡Genial!. ¡Problema resuelto!

Espera, espera. ¿Y cómo hago eso?
Por un lado, y sin importar que vayan o no a saberlo en algún momento, ¿cómo les hago justicia sin dar una versión idealizada o edulcorada?
Por otro, existir en el universo de Daegon es una jodienda, ¿cómo voy a hacerles semejante putada?
No voy a dedicarme a destrozarles la existencia o a matarles.
Houstor, Houston, tenemos otro problema.
Abortar. Abortar.

Pero lo cierto es que la idea resultaba tentadora.
¿Cómo llegamos a un compromiso?
¿Cómo hacemos funcionar estos axiomas en apariencia contradictorios?

Y así, niñas y niños, fue como nacieron Yrmus Krill, Maed Lloar, Kafarnaul, Asereth y Belrotah.
Lo hicieron de una manera bastante apresurada, pero sus personalidades y prioridades estaban perfectamente definidas en poco tiempo. Tenía un esbozo muy general de ciertos detalles de sus pasados. Elementos sueltos a partir de los que empezar a construir, pero me sobraba el tiempo hasta que pudiese llegar a necesitar que estos detalles se convirtiesen en algo más concreto y complejo.
De cualquier manera, ya habían pasado a formar parte del FF (no, los Cuatro Fantásticos no. Me refiero al “flujo fabulador”). Ese conjunto de personajes y tramas que se encuentran en un estado constante de moldeado o matización. Esas historias que se mantienen en segundo plano construyéndose lentamente. Siempre añadiendo o descartando detalles. Siempre a la búsqueda de un hueco en el que poder insertarlos de manera orgánica.

El interludio en sí mismo no era gran cosa. Como de costumbre, todo demasiado vago e intencionadamente ambiguo. Demasiado centrado en no desvelar cosas antes de tiempo… pero tratando de dar lo suficiente como para pinchar la curiosidad del lector.

Con el tiempo, la cosa evolucionaría. Cambiaría a muchos niveles.

No. Aún no he quedado contento con ninguna de las historias que he creado para ellos.

Enlaces:

1. De dragónidas a dragún adai
- Los Dragonidas (v1)
- Los siete reyes dragón

2. Luara (el pobre Dayon ni siquiera era el prota del relato de su muerte)

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