Biografía daegonita LXXXI: La novela XI

Por Javier Albizu, 26 Mayo, 2021
Habemus tercer interludio.
Sin lugar a dudas, el bloque de texto más corto de cuantos aparecen en la novela (doscientas cincuenta y ocho palabras), pero no el que menor cantidad de información pretendía transmitir:

Los recuerdos le asaltaban a cada momento.
Recuerdos de un tiempo sin cargas, de un tiempo sin necesidades. Odiaba los recuerdos.
El era el destructor, y de nuevo era libre tras una eterna espera. Pero, ¿qué era el tiempo para aquel que ha contemplado su fin?, ¿para aquel que desencadenaría ese fin?.
Incluso el viento se detenía evitando su contacto, mientras Baal ascendía en pos de su objetivo. A su paso, todo aquello que le rodeaba se volvía negro y marchito, mientras las barreras que separaban los mundo se deshacían, permitiéndole vislumbrar el final de su trayecto.

Todo permanecía igual que antaño en Kayûr Imael, el hogar de la tejedora. Las marcas de la antigua batalla no habían desaparecido, como una muestra indeleble del legado de Baal y, la gran plataforma pareció temblar al sentir de nuevo el contacto de su agresor.

–Saludos, Sakuradai –dijo a la tejedora, cuando finalmente esta apareció ante sus ojos.
–Saludos, destructor –le respondió Sakuradai con frialdad en su voz.
–Sabes a que he venido –continuó Baal–. Sabes que no eres rival para mi. No esta vez.
–Nunca he sido tu rival –respondió nuevamente la tejedora.
–Aun así, lucharas –dijo Baal.
–Ambos somos dos aspectos de una misma fuerza –le respondió Sakuradai– Tú eres como el fuego,
que consume velozmente la vida de aquello a lo que alcanza, mientras que yo soy como el aire, que la erosiona lentamente. No es mi deseo combatir contra ti.
–No somos iguales –hablo nuevamente Baal– Y, a pesar de que hubo un tiempo en el que fuimos similares, aquel es ya un tiempo lejano.
–Aun estas a tiempo –dijo Sakuradai– Cambiaste una vez. Puedes volver a hacerlo.
–Sabes que no es así –le respondió Baal– sabes que el conflicto es inevitable. Tan solo deseo el descanso. Tan solo deseo que termine el dolor. Y mientras perdure la vida, el dolor no cesara para mi. Yo no pedí existir. No se me dio la posibilidad de elegir.
–Es ahora cuando puedes elegir –le respondió Sakuradai.
–La elección fue tomada hace mucho –dijo Baal.
–Sea pues –finalizó Sakuradai– que de comienzo el conflicto.

La manera en la que están repartidas las comas me duele mucho. Esos “tejedora” y “destructor” en minúscula también. Esas tildes ausentes tampoco hacen que me sienta demasiado bien. Al menos aquí a “ti” no la puse una.
El resto… el resto también es bastante mejorable, pero el espíritu de lo que quería decir está ahí. Debería haber limitado o eliminado el uso de la palabra “tiempo” en ese lugar y conversación. Debería… debería muchas cosas.
En fin. Cosas para otro momento. Aquí no hemos venido a hablar de eso.

¿Cuál era el propósito de este interludio?

Subimos otra vez el nivel. Ponemos nombre (uno cuya existencia no recordaba haber establecido. Tomo nota para… mis cosas) y visitamos por segunda los salones del tiempo.
Contemplamos la reunión de dos hermanos.
De dos entidades que hace mucho tiempo que no se ven (otra vez usando la palabra tiempo. Muy mal).
De dos abstracciones que nos son mostradas desde un punto de vista muy (quizás demasiado) humano (una vez más, tomo nota).

En resumen; tratamos de entender el punto de vista del “Enemigo”.
El antagonista no es “malo”. Quizás quiera acabar con toda la existencia, pero eso son detalles sin importancia.
Baal1 era (y es) alguien… complicado. Complejo.
Su historia, personalidad y axiomática son problemáticos.
Lo son a diversos niveles.
Como muestra, un botón.

Porque, veamos.
En la primera versión de “La Cosmogonía” había establecido que tenía progenie. El Destructor había tenido un hijo; Bloodwych. Un nombre del que, al igual que había hecho con el de su padre, me había “apropiado sutilmente”. Se lo había birlado a un juego de la era de los 8 / 16 bits (y que estaba convencido de haber mencionado por aquí con anterioridad, pero no)

Pecadillos del pasado. Usé aquel nombre porque… molonismo, sonaba a chungo y estaba en inglés. Esas cosas a las que les daba valor durante la juventú.
No recuerdo que sucedió antes. Si el huevo fue la existencia de aquella criatura dentro de “La Cosmogonía”, o si la gallina resultó ser su aparición dentro de “La Gran Campaña”.

Sea como fuere… aquello no tenía demasiado sentido, así que en posteriores revisiones tocó cambiarlo.
La cosa es que, un tiempo después, colaría en Luara algún indicio más cercano a su origen real. Una información que, unos cuantos años más tarde, seguiría moldeando cuando escribía acerca de las “Edades de Daegon”.
En aquel texto aparecería el que es su nombre actual; Annandaroth, pero eso no deja de ser lo de menos. Dados los cambios axiomáticos que ha sufrido este universo, aún quedan muchos detalles por pulir de cara a una nueva intentona de escribir “La Novela” (o de presentarlo dentro de la nueva cosmogonía).

Retomando el tema del huevo y la gallina… tampoco tengo muy claro en qué momento se estableció el “cambio” de Baal. Cuándo decidí cuál es el motivo que le lleva a actuar de la manera en la que lo hace. No recuerdo si ya lo tenía claro mientras escribía la novela, o si este se consolidó durante la escritura de Luara.

Tengo claro que mientras dirigía “La Gran Campaña” ese cambio no existía. Releyendo otros textos del pasado, tampoco veo ninguna referencia a él en las versiones de la Cosmogonía escritas durante el siglo pasado. Así pues, y dado que en la novela sí que se hace referencia a tal “mutación”, asumiremos que para aquel momento ya lo tenía más o menos enfilado (o se empezó a definir ahí).

Buscaba algo un poco más elaborado que “el mal por el mal” o, más concretamente, que “la destrucción por la destrucción”. Alguien con una motivación “real”. Un motor con el que el lector quizás no pudiese empatizar, pero que sí fuese capaz de comprender.
Otra cosa es que lo consiguiese en menos de trescientas palabras.

Lo que es cierto es que ninguna de aquellas entidades quería combatir. Ninguno de los dos deseaba aquella confrontación. Ninguno conseguiría lo que deseaba.

Enlaces:

1. Baal y sus cosas
- Cosmogonía v1
- Bloodwych
- Luara (otra vez)
- El final de una era

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