Biografía daegonita LXXXIX: Inicios, finales e interludios

Por Javier Albizu, 21 Julio, 2021
No sé cómo empezar sin resultar repetitivo. Mi eterno drama.
Bueno, pues con esto ya estaría.
Esto no deja de ser un comienzo tan malo como cualquier otro.

Como ya advertía en entradas anteriores, hoy volvemos a alejarnos de “La última campaña”. Tras la presentación de la familia Ryudo en enero de dos mil cuatro, tuvieron que pasar cuatro meses más hasta que mis jugadores supiesen por dónde iba a seguir todo aquello. Las aventuras en Daegon tendrían que esperar un poco.
Bueno. Miento.
De acuerdo. Miento sólo a medias.
Lo que quiero decir es que, sí, en aquel interín volví a dirigir, pero aquello no tenía nada que ver con mis jugadores habituales ni con la campaña en curso. Por otro lado, en aquel periodo de tiempo también pasaron más cosas (tanto cosas daegonitas como cosas que no lo fueron).

Veo que el diecisiete de febrero mandaba a la gente un correo cuyo asunto era, simplemente “[Novela] Gutrakage”. Si no leo mal mi bandeja de elementos enviados, el último correo con título “[Novela]” que contuviese algún avance referente a aquella historia (esto es, que no fuese espamear a gente nueva con lo que ya tenía escrito) era de diciembre de dos mil dos. Había pasado ya un rato desde aquello.

Aquel mensaje llevaba lo que muy probablemente fuese mi primera rescritura… de cualquier cosa. Hasta aquel momento no había echado la marcha atrás. Bueno, una vez más miento. Esta no deja de ser una nuevo verdad a medias. Antes de aquello había retocado un poco el relato del Ermitaño para eliminar las pocas referencias que había puesto del universo de “EXO”, pero ya me entiendes.

Volviendo al tema. En aquel texto volvía a escribir la parte final del primer capítulo. El fragmento que se correspondía a la narración / exposición del… ,eso, del Gutrakage, de la profecía del fin de los tiempos.

Durante “el reto de la novela”, uno de mis lectores me había dicho que “el texto le parecía escaso para la relevancia que tenía lo que estaba contando”. Una apreciación con la que coincidía por completo.
Muy bien. En ese caso, ¿qué me llevó a demorar año y pico aquella revisión?
Pues no lo sé muy bien.
¿Por qué me decidí a hacerlo en aquel momento?
Remitirse a respuestas anteriores.

Sea como fuere, tras esa revisión el conteo de palabras casi se duplicó (aunque continuaba siendo ciertamente escuálido… y la escena continuaba recordando demasiado a ciertos pasajes del Señor de los anillos). De las setecientas sesenta y una palabras iniciales pasó a ocupar mil cuatrocientas cincuenta y ocho.

A pesar de lo expuesto ahí arriba, yo quedé más contento con el resultado. La gente que lo leyó y me escribió también coincidió en que aquello había supuesto una mejoría.
A día de hoy, como no podía ser de otra manera, me parece un horror al que tengo que pegarle fuego. Bueno, creo que salvaré alguna frase cuando vuelva a ponerme con ello.

Veo que seguimos en febrero cuando le mando a una amiga un correo cuyo contenido es un personaje daegonita. Ese personaje no llegó a jugar nunca, y la partida en la que iba a jugar aquella amiga terminó mutando. De drama épico depresivo de Daegon pasó a algo más “amistoso y alegre” como el steampunk feérico de GURPS Falkenstein.

Por otro lado, dos días después de aquello (el veintiuno de febrero) volvía a dirigir Daegon, aunque, en aquella ocasión, no continuaba con “La última campaña”. Trataba de iniciar una vez más “Asuntos de familia”. El resultado no fue bueno.

Los jugadores eran nuevos. Gente a la que había conocido “después de la Gran Bajona”. No sabían cómo dirigía y yo tampoco sabía cómo jugaban. El resultado fue un pequeño desastre. Uno que me supuso un nuevo bajón de autoestima. Con esto, y dado que ellos no preguntaron nunca si tenía intención de seguir con aquello, yo tampoco se lo propuse. La cosa no pasó de ahí.

En marzo terminaba don dos nuevos relatos, aunque estos no eran Daegonitas; “El ermitaño 2” y “El Observador”.
En abril terminaba con la primera versión de Kuunsej. También mandaba la historia de un nuevo personaje al señor Z (uno de mis jugadores habituales) para la_partida_que_finalmente_fue_de_GURPS (ergo, nunca llegó a jugar).

En mayo creaba una nueva lista de correo de Daegon. Egroups había muerto tiempo atrás, así que tocaba empezar desde cero en Yahoogroups. El primer mensaje que mandaba a ella era la clásica presentación para los pocos (cinco) suscriptores. El segundo mensaje contenía una mezcla entre relato y trasfondo. Una cosa llamada “Origen” en el que narraba una historia en la que, con alguna que otra variación, se basaban el mito creacional de diversas culturas daegonitas.
Como veo que no lo he vuelto a publicar por otros lados, lo pongo a continuación (como de costumbre, con los errores de rigor como ese “tubo” que acuchilla mis ojos):

El nacimiento del tiempo quebró la realidad existente. La guerra eterna se detuvo, dando paso a un periodo de adaptación a los nuevos conceptos.
Los poderes buscaron refugio en los recién creados planos. Un refugio en el que sanar, un refugio en el que prepararse para el momento en el que la guerra fuera reanudada.

Se encontraba herido, pero aquella herida sanaba, pues él era herida y curación, él era cambio y libertad, tiempo y creación, movimiento y expansión. Él era Ytahc, él era el caos.

Mientras sanaba, tubo un sueño. Soñó que de su ser surgían infinitos huevos que llenaban la bastedad del cosmos. Hijos de su mente, herederos de su esencia.
Soñó que sus hijos tomaban conciencia de si mismos y, a su vez ellos también soñaban, haciendo que la vida floreciera sobre su superficie.
Contempló como sus hijos se reunían, danzando unos alrededor de los otros en una coreografía anárquica, dejándose llevar por la melodía primaria del vacío.

Ytahc abrió los ojos y contempló su creación. Durante eones viajó a lo largo de sus dominios, contemplando a sus hijos, y a los hijos de estos, sintiéndose complacido ante la variedad de formas y colores que halló en ellos.

Tras su largo vagar, Ytahc alcanzó el centro de sus dominios, encontrando en él la mas hermosa de la criaturas, un ser que no había sido creado por su sueño.

Durante tiempo inmemorial contemplo a aquella criatura, embelesado por la sencillez de su forma e hipnotizado por la cadencia de sus movimientos.

Allí dio por finalizado su viaje Ytahc, pues había encontrado su hogar. Con delicadeza se introdujo en el corazón de aquel ser, y nuevamente soñó.

En aquella lista de correo continuaría realizando (sin erótico resultado) varias intentonas para generar interés en Daegon. Una intentona que se solaparía durante unos cuantos meses con otro recién nacido que llegaría en septiembre de aquel mismo año; la primera iteración de mi blog.

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