Biografía daegonita XX: El Juego de los inmortales III

Por Javier Albizu, 25 Marzo, 2020
Habíamos dejado a nuestros héroes camino hacia “mi” versión de Japón1 transportados por un ser híbrido entre un silfo de RuneQuest, un personaje de manga y algo que no tenía muy claro cómo iba a acabar, pero su ruta no terminó donde esperaban. Porque cuando sobrevolaban el noreste continental un encuentro les hacía detenerse. Xantay se encontraba con Kirumaru, su antigua ¿montura?, y aterrizaba en Shinzay.

¿Para qué quería una entidad capaz de volar una montura?. Buena pregunta, y podría dar alguna respuesta que no sonase totalmente estúpida, pero lo cierto es que aquello no dejaba de ser otro intento por introducir con calzador dentro de Daegon otro concepto molón; el de los dragones orientales. Otro concepto que no sobrevivió a las posteriores purgas.

Tenía muy abandonada la mitad del continente y estaba tratando de definir un poco más el este continental después de haber llevado a Mashlan hasta allí, una labor que me llevó a crear también mi propia versión de China… o algo parecido; Shinzay.

Como ya comentaba con anterioridad, lo que hacía en paralelo a la campaña terminaba por llegar hasta ella de una u otra manera y viceversa. Estaba enfrascado en distintos jaleos. Muchos. Escribiendo cosas, haciendo mapas y tratando de lograr que todo aquello encajase con lo que ya tenía de antes.

Mientras iba escribiendo la cronología estaba también continuando con la historia de Mashlan y, al mismo tiempo, trataba de quitar la imagen “monolítica” con la que Trollellom aparecía en el mapa. De esta manera, mientras que en la crono había comenzado a meter nuevos países en los territorios orientales sin haber terminado de ubicarlos aún en su geografía, también trataba de ir haciendo avances en su cartografía. Pero no estaba contento con los resultados. Con ninguno de ellos.

Tenía pocos países. Pocos nombres. Al menos eran pocos si los comparábamos con los que había ido creando en el occidente continental pero esto no era lo más importante. Algunos países occidentales, como es el caso de Rearem, habían pasado a tener un gran número de provincias que les diesen diversidad. No. El problema más allá de todo eso era que apenas tenían personalidad. Una cualidad de la que, todo sea dicho, tampoco gozaban a raudales el resto de culturas de aquel mundo.

Así pues, Shinzay, que comenzó ocupando una parte muy importante del cuadrante noroccidental del continente, pasó a ir encogiendo con el paso del tiempo y el surgimiento de nuevas culturas. Por su parte, el mapa de Mashlan también se fue alterando, fragmentando, y alimentando en gran parte por los apellidos que veía en los títulos de crédito de los animes.

Por otro lado, tampoco estaba contento con el mapa. El Campaign Cartographer, al ser un programa de dibujo vectorial, me permitía hacer Zoom hasta donde quisiese. Hasta ahí nada malo, a tope con Profantasy y el CAD. El problema venía cada vez que trataba de hacer algo a una escala “razonable”. Cada vez que me encontraba con que las líneas costeras no dejaban de ser enormes rayas uniformes sin apenas irregularidades.

La pregunta ahí era… ¿qué es razonable?. La respuesta, así a voleo, fue crear una cuadrícula de quinientos por cuatrocientos kilómetros y comenzar a plantar las irregularidades con respecto a ella. Eso, a su vez, creaba toda otra serie de problemas sobre cualquier cosa que ya hubiese hecho con anterioridad.
Tras cerca de un año recorriendo cada uno de los cuadrantes costeros del continente, todo el trabajo previo que había realizado en su interior quedaba totalmente desvirtuado.

En fin, una cantidad de trabajo ingente a la que aún le quedan siglos hasta que pueda ser mostrado como “válido” o “final” y que, con la llegada del Fractal Terrains y otros programas, no sólo no se ha solucionado sino que se han ido incorporando otra serie de posibilidades y problemas.

Pero a lo que estábamos; los jugadores llegan hasta Shinzay. Hasta un país que se encontraba en una especia de guerra civil. Morisato Tercero, en aquel momento aspirante a emperador, pedía a los recién llegados que le trajesen las tres reliquias (obviamente mágicas) que otorgaban a su poseedor el derecho al trono de Shinzay; una espada, un arco y un anillo que habían pertenecido a los primeros gobernantes de aquella nación.

¿Por qué se lo pidió a ellos y no a cualquiera de sus súbditos?, pues porque habían llegado desde los cielos junto a un tipo que se había ido junto a su dragón y porque, según se sospechaba, estaban en una ciudad maldita; Tashuke. Un lugar condenado donde estaba encerrado Shinkage, el “señor de las plagas”. Un territorio que, a pesar de haber sido expulsado de este plano de existencia, reaparecía cuando se daban una serie de confluencias cósmicas.
Por supuesto, tanto la ciudad, como las reliquias y Shinkage habían aparecido hace poco en la cronología… o aparecieron después de aquello. No recuerdo el orden en el que se produjo aquello y, al no conservar ninguna versión de la cronología entre junio del noventa y seis y diciembre del noventa y ocho, no tengo manera de saber qué condicionó a qué.

Curiosamente, lo que sí que conservo es la hoja en la que fui apuntando los nombres de los PNJs y los primeros detalles sobre Shinzay. La misma hoja en la que, tiempo antes, en su anverso había intentado dibujar la manera en la que se interrelacionaban los planos.

Por supuesto, una parte muy importante de todo esto cambiaría de haber escrito estas historias a día de hoy. Con el cambio de los sekai, la desaparición de los dragones, el “encogimiento” de Shinzay y las modificaciones axiomáticas la cosa apenas guardaría similitudes con lo que sucedió, o al menos con la manera en la que sucedió. A su vez, también he ido haciendo cosicas con la mezcla “chino - japonesa” de los nombres.

Por otro lado, si bien es cierto que la figura de Shinkage se ha mantenido con pocos cambios desde el día de su concepción, su trasfondo se ha ido haciendo más complejo. Según se han ido redefiniendo mis gustos y se ha ido “concretando” la metafísica de Daegon, la relación entre su madre, La Tejedora, y su padre, un humano, ha cambiado mucho.
De ser algo sacado de una tragedia determinista; “Ella”, el tiempo, dada su naturaleza, sabía que iba a pasar pero no fue capaz de evitarlo, ha ido cambiando hacia territorios menos melodramáticos aunque igualmente trágicos.

Shinkage se fue convirtiendo en un “malo recurrente”. En alguien que regresaría en las posteriores campañas según iba creando tramas secundarias para alguno de los personajes nuevos.
A pesar de ser uno de los “condenados a vivir”, no era alguien increíblemente poderoso pero, estando ligado como estaba a su madre, no podía morir realmente hasta que llegase el final de los tiempos.
Era alguien enloquecido. Un ser que, al contemplar el rostro de su madre, lo primero que vio en su vida fue una existencia de dolor y fracaso.

Pero Shinkage no fue el único en ser liberado de la ciudad de Tashuke.
Por un lado, aparte de recuperar el arco y la espada de los emperadores, los jugadores encontraron otra espada mágica; Arlag.
Este objeto pasó de ser un artefacto dotado de inteligencia a ser un objeto en cuyo interior se había resguardado en la antigüedad un ailanu. Una trama que iría improvisando según transcurrían las aventuras y que surgió de un dibujo que había hecho tiempo atrás posiblemente inspirado por alguna ilustración de Stormbringer.

Por otro lado, mientras estaban en la frontera que separaba los planos, uno de los jugadores, un shaman, tuvo la brillante idea de meter la mano en ese limbo para ver “qué había al otro lado”.
Al otro lado lo que había era un demonio que le poseyó tras un combate espiritual y que, una vez que se hizo con su cuerpo, tras regresar a Daegon hizo que abandonase el grupo.
Sólo uno de los personajes; Arlun “El conquistador”, se dio cuenta de lo extraño del comportamiento del otro, así que decidió seguirle. Para desgracia de ambos, la conclusión de esta pequeña trama secundaria resultó se que él terminó poseído y mató al otro personaje.

Resultado de esto: Tenemos a un demonio suelto más por Daegon con el que jugar más adelante.

Tras estas dos bajas, entraban otros dos nuevos personajes… que tampoco durarían demasiado; un cazador elfo y guerrero ailan.

Los ailan, cómo no, eran otra excusa para introducir cosas molonas. Una etnia condenada por lo que habían hecho sus ancestros, los ailanu.
Su estirpe había sido exiliada hasta una isla de la que jamás podrían salir y en la que tendrían que enfrentarse a oleadas de demonios y, de premio, también habían sido marcados con unas alas membranosas.
Lo primero lo había sacado de la etapa que hizo George Perez de Wonder Woman, lo segundo del Devilman de Go Nagai.

Muy bien, se preguntará nadie. Si habían sido exiliados ¿cómo es que había un personaje ailan por ahí?.
Sencillo. Durante los últimos momentos de la “Gran Campaña” los dioses habían levantado el veto sobre su isla para que estos pudiesen ayudar en la lucha contra Baal y, gracias a esto, los jugadores pasaron a poder crear personajes de esta etnia.

Como no podía ser de otra manera, con las posteriores revisiones de Daegon, los ailan dejaron de tener demasiado sentido. Si bien es cierto que mientras dirigí sobrevivieron tanto al cambio de sistema como al de las razas, en la última revisión también terminaron por desaparecer.

Enlaces:

1. Mashlan v1

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