Biografía daegonita XXII: Cabos sueltos I

Por Javier Albizu, 8 Abril, 2020
Supongo que para estas alturas ya hemos llegado hasta el noventa y siete. Años de estrenos, año de novedades, año de cambios… otra vez.

Vamos a ello.

Mientras los personajes aún trataban de finalizar con los últimos resquicios de la saga de los inmortales, aparecía en su vida un nuevo medio-demonio, perdón, corrijo, un nuevo medio kurbun1.

¿Qué razón de ser tiene este cambio?
Veamos…
Con cada nueva aparición de lo que había ido presentando como demonios, me iba dando la impresión de que aquella palabra cada vez representaba menos a lo que estaba definiendo con ella. No es que tuviese una idea muy clara de lo que quería, pero tenía claro que las resonancias religiosas no le cuadraban.

Y cuando digo que “no tenía una idea muy clara”, la cosa era literal. Iba tirando piedras para ver hasta dónde llegaban, para escuchar qué ruido metían al caer, para “sentir” si la marca que dejaban llenaba los huecos que iba encontrando.

Los demonios / kurbun habían ido pasado de ser unos malos más o menos genéricos a entidades que no podían existir en este plano de existencia. De tipos con alas y mal olor a seres incapaces de existir en Daegon sin una sustancia corpórea a la que ligarse. Una serie de fusiones e hibridaciones que, con el tiempo, se terminaban por convertír en algo nuevo y único.

Pero no sólo eso. Lo que realmente me molaba era lo más abstracto, lo que llevaría a convertirles en algo que abandonaba cualquier concepto de moralidad. En unas no-criaturas que no eran ni buenas ni malas ni neutrales. En destrucción sin propósito. En una fuerza que no destruye porque ese sea su propósito, sino porque eso era lo que son. Ellos no te matan sino que eras tú quien muere al estar en su presencia.

Pero claro, aún quedaba tiempo para esto y, a su vez, este es un concepto un tanto… poco jugable.

En fin, las cosas no dejaban de cambiar y, aparte de eso, con cada nuevo cambio también se veía afectada la compatibilidad con lo que ya había presentado en partidas anteriores. Si quería preservar la apariencia de “todo va según el plan”, tenía que encontrar una manera de justificar lo que no estaba pensado.
Así que me dije. Claro ¿por qué no?, hagamos un “retcon”. Si les ha servido a los guionistas de los tebeos durante décadas, no veo porqué no me va a servir a mi.

Veamos. Qué tenemos por aquí en lo que podamos inspirarnos. Quizás esta cosa que lo está petando tanto; el Mundo de tinieblas del señor Mark Rein-Hagen. Un señor y su obra que, por más que le tuviese bastante paquete, alguna que otra idea interesante sí que habían presentado. No es que hubiesen hecho ninguna diana completa con respecto a mis gustos, pero sí alguna cosa que se le asemejase. O al menos eso parecía.
Dentro de las muchas cosas que me molestaban del universo de juego del amigo Rein-Hagen estaba la falta de flexibilidad a la hora de la creación de los personajes. Los clanes, sus filias, fobias y manierismos se me hacían demasiado limitantes como jugador pero, a la hora de “tipificar” a los kurbun, me pareció que era algo que podía venirme bien. Más aún a la hora de decirle a un jugador “Esto es lo que tienes delante”.

Así pues, tenemos distintos tipos de demonios / kurbun. Distintos clanes, distintas etnias, distintas estirpes. Como prefieras llamarlos. Una serie de conceptos a los que, reutilizando alguno de los palabras que había utilizado con anterioridad, bauticé como los:

Kurbun; Los Asesinos de Dioses
Darek; Los que Reinan
Karesh; Las que Dominan
Malesk; Los que Destruyen
Heid; Los que Transforman
Thaigen; Los que Luchan
Yalesh; Los que Cambian
Shaik; Los que Acechan
Rieg; Los Malditos
Jo’Na’Ryum; Los Descastados

De regalo, y como todo lo que iba escribiendo lo hacía desde el punto de vista de alguien que vivía en aquel mundo, sus descripciones aparecerían en el libro “Kurbun; La Dominación” cuyo autor era un tal Malesk Rish Hagn. Guiño, guiño, codazo, codazo.

Ni que decir tiene que, como de costumbre, me equivocaba y aquello no llegó muy lejos. El intentar encajar cualquier cosa que se me pudiese ocurrir bajo aquellos apelativos se me hacía increíblemente frustrante. Cada vez que me ponía a intentar crear algo general terminaba por desarrollar historias que donde tenían sentido eran aplicadas a un único individuo, no a un gran grupo.
La historia de mi vida.

Pero habíamos dejado esto con la presentación de un nuevo personaje híbrido entre cosas que no sabía muy bien hacia dónde conducir; Hiei (para nada inspirado en el personaje de Yu Yu Hakusho del mismo nombre). El eternamente malhumorado hermano de Ryoga y Gomlín por parte de madre, la Karesh Egar.

Pero las novedades no terminaban ahí. No se vayan todavía, que aún hay más.

Por un lado, y a través del trasfondo de la familia de uno de los personajes, aprovechaba para introducir a los Kesari, unas criaturas con las que continuaba con la introducción de la trinidad de entidades que componía a los “Hijos del orden”2.
A los Kiranu ya los había presentado durante la “Gran Campaña” y a los Talen no les quedaba mucho por aparecer.
Y todos ellos también cambiarían mucho en el futuro, pero ya sabéis...

La manera de presentarlos, por supuesto, era trágica. Por culpa de esto, el padre de Imagawa Tensui moría a manos de un troll manco que había llegado en un barco nórdico.
Todo esto era contemplado en un sueño por el personaje, quien también veía a una mujer que observaba inmóvil la escena. Una mujer a la que el troll parecía temer. Aquella era la primera y un tanto ambigua aparición de Xanae, la gemela de Shinkage.

Lo que realmente buscaba el troll era la espada del clan, pero se volvía a saca sin ella. El cabeza de clan había hecho que se la entregasen a Imagawa cuando vio lo desesperado de la situación.
Pero, en realidad, aquello no era una espada, sino un cetro de los Kesari. Un artefacto en el que se encontraban tanto la esencia de la criatura que se lo había entregado como la de sus ancestros. Un objeto que era deseado por el sacerdote del dios del miedo al que los jugadores habían liberado accidentalmente unas cuantas aventuras atrás.

Por allí aparecía también un nuevo personaje; Tomathor (lo de los nombres de los jugadores era algo que no mejoraba), quien había sido enviado en busca de ayuda para enfrentarse a aquel sacerdote. Se había recorrido todo el norte del continente en barco porque, sí, el tema de las distancias en los mundos de fantasía es así. No es sólo cosa de las últimas temporadas de juego de tronos.

Continuando con las cosas sin relación aparente, en el barco en el que regresaban los jugadores hasta el continente también viajaba Tadanobu Surinai, un personaje que había conocido tiempo atrás otro grupo de personajes.

Porque hubo un tiempo en el Daegon primigenio en el que se celebraba en territorios orientales un campeonato para determinar quién era el “Mejor guerrero del mundo”. Un torneo en el que, cómo no, participaban los jugadores y en el que la fortuna de uno de ellos le llevó hasta las semifinales.
Pues bien, Tadanobu era quien había derrotado a aquel jugador… sólo para quedar segundo en el campeonato. Como consecuencia de su fracaso, no pudo lograr pedirle al emperador que que restaurase el estatus de su familia y, consumido por la culpa, tiempo después (“ahora”) decidía auto exiliarse.

Para terminar, al llegar hasta Shinzay, unos almacenes del puerto donde había material traído desde Mashlan explotan causando varios muertos. Como la cosa estaba ya de por sí tranquila por aquellos lares, el gobierno provisional de Shinzay declaraba la guerra a Mashlan.

Pero los personajes ya no estaban por ahí. Todo aquello no dejaban de ser más cabos sueltos para desarrollar y atar en otra ocasión

Enlaces:

1. De Kurbun y otras cosas
- Kurbun v1
- Mark Rein-Hagen
- Mundo de tinieblas
- Retcon
- Yu Yu Hakusho

2. Más cosas nuevas
- Los hijos del orden v1
- Los Kesari v1
- Los Kiranu v1
- Los Talen v1

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