Biografía daegonita XXVII: Cabos sueltos VI

Por Javier Albizu, 13 Mayo, 2020
Muy bien. Pregunta. ¿Cómo podemos hacer que un personaje pase cinco mil años en… lo más parecido que tenemos por estos lares al infierno sin que se pierda la próxima partida?
Por supuesto, es una pregunta con trampa.
No puede. De ninguna manera puede.
Y sin embargo lo hizo.

Décimus estaba en un plano intermedio entre Daegon y Namak. Entre casa y el plano “de la destrucción”. Por un lado, era un humano normal ergo, cinco mil años se le iban a hacer bastante bola. Pero, por orto... plan B (o C, o el que toque).

Daba la casualidad de que Décimus tenía una pequeña joya de la que no se podía deshacer. Un objeto que, no importaba que lo vendiese, lo perdiese o lo tirase por un precipicio, siempre terminaba por regresar hasta él. Un artefacto de cuyo origen no sabía nada, pero que siempre le había venido muy bien. Una “cosa” que resultaba que era un fragmento del Namak original. Una porción microscópica del concepto sobre el que existía el lugar en el que se encontraba en aquellos momentos. Una entidad que había quedado ligada a su persona y que, si nadie lo impedía, con el tiempo terminaría por apoderarse de él y convertirse en un malo tocho.
Lo dicho, casualidades de la vida y de los dados.

Porque había otro plan. Un plan más sencillo. Menos rocambolesco que todo lo que estaba montando. Porque, de haber tenido que aplicar el plan B a cualquier otro de aquellos personajes, todo se habría solucionado con una gran elipsis. Con un comentario del tipo “os escondéis y huís durante cinco mil años relativos al mundo “real”, diez años objetivos para vuestro cuerpo, hasta que Arcanus logra encontrar una manera de salir de allí”. O igual no. De haber acabado todos allí, igual me habría marcado una campaña lisérgica. Habría adelantado algunas cosas que tenía previstas para más adelante y las habría expandido.
Pero pasó lo que pasó. Así que apechuguemos.

Estábamos con Décimus, y él era quien era. Tenía lo que tenía. Aquel ser era un “caramelito” para los habitantes de Nakak. Alguien que podía existir en el universo físico de Daegon y que podía llegar a convertirse su camino hasta él.

Pero a esto se le suman más cosas. Porque, aparte de que aquel fuese el personaje que más posibilidades tenía de haber sobrevivido allí de haber estado a solas, su jugador también tenía alguna que otra cosa pendiente por ahí.
Pero me estoy adelantando. Hablaremos de eso un poco más adelante.

Cambio de cámara hacia otro lugar. Porque el personaje no estaba a solas. Había llegado hasta allí junto con Arcanus y algún que otro habitante de Thaysak. Con alguien que los jugadores (que no personajes) se habían encontrado en su pasado / futuro.
Espoiler: escaparon los dos (y alguno más).

Muy bien. Construyamos algo con estos mimbres. Pongamos que se Jeshema, una de las diosa de la oscuridad (había otras con ese mismo apelativo, pero pertenecían a otros panteones) toma al personaje bajo su tutela. Que trata de convertirse en una influencia para él.

Pongamos que, por el camino, Décimus va viendo cómo esta entidad va moviendo sus hilos a lo largo de los milenios. Cómo se van produciendo una serie de movimientos que, casualmente, afectan a la viuda de un personaje anterior del jugador que lo lleva.

Vale, regreso a eso que decía antes.
Durante la “Gran Campaña” (que está hasta en la sopa), Shadow of Shayka, uno de los personajes que llevó este jugador, se ganó la enemistad de Savnak; El dios pantera (y deidad a la que adoraba Sahay Nemda, uno de sus compañeros de grupo).

Vayamos un poco más atrás en el tiempo.
Este dios era en realidad una pantera que había cambiado su naturaleza tras beber un poco de agua. Pero, por supuesto, aquel no era un agua normal. De manera similar a lo que sucedía con le joya de Décimus, el agua del lago del que bebió se había visto imbuida por la… “sangre” de unos seres “divinos”. Por la esencia de dos dioses que habían muerto luchando en su interior.
Para ponernos más en plan culebrón, uno de aquellos dioses era un fragmento de Jeshema.

Muy bien. Durante la campaña, a los jugadores les tocó proteger aquel lago. Una tarea que llevaba un riesgo / beneficio añadido. Si entraban en contacto con aquellas aguas… era posible que ganasen poderes divinos.
Algunos de los personajes, conscientes de esto, decidieron pelear cerca de la orilla con la esperanza de que algún “pequeño empujón desafortunado” les “obligase” sumergirse en aquellas aguas. Algo que no agradó al dueño de las mismas.

Por otro lado, aquella fue la aventura en la que se presentó a Arcanus con su viejo nombre. Alguien que se acababa de liberar de su encierro de cinco mil años. Un encierro que no le había sentado tan mal como todo lo que tuvo que pelear para salir de aquel lugar. Arcanus estaba muy mal. Estaba moribundo. Recordemos que me basé en Syzygy Darklock a la hora de crear su aspecto, y que a este le falta media cara y tres cuartas partes del cuerpo.
Así pues, era alguien que necesitaba desesperadamente un reconstituyente como aquel. Algo que, nuevamente, tampoco fue del agrado de Savnak.

Pero me estoy enrollando.

Entre los personajes que “accidentalmente” cayeron en aquellas aguas se encontraba Shadow of Shayka quien, desde hacía ya tiempo, mantenía relación con una PNJ; Sondra.
Algo después de aquella aventura, Sondra quedaba embarazada y, un poco más tarde, Shadow moría a manos de uno de los sacerdotes de Savnak. Moría al negarse a cumplir aquello a lo que se había comprometido para reparar su agravio. Un encargo de la criatura a la que se refería como “el dios babosa”.

- ¿Me estás diciendo que, de haber caído una babosa en aquel lago ahora sería un dios?
Aquel era su argumento.

Así pues, tanto Sondra como su hijo eran sendos cabos sueltos a solventar. PNJs a recuperar para utilizar en la órbita del nuevo grupo.

Pues bien, establezcamos una línea de tiempo.

Digamos que, para cuando llegaba hasta los oídos de Jeshema y Décimus que Arcanus había escapado, ya había pasado ya “un cierto” tiempo desde el propio suceso.
Si hacemos una regla de tres con lo ya explicado hasta ahora, podríamos concluir que el tiempo en aquel lugar no transcurría a la misma velocidad que en Daegon. Si la cosa se mueve en un orden de magnitud aproximado de 5,000 años a 10, en un par de “días” en aquel lugar podían pasar varios años en Daegon.
Si forzamos un poco nuestra suspensión de la incredulidad, nos da tiempo para que Décimus viese una cosa antes de huir por la misma grieta que había dejado Arcanus.

Supongamos que, para cuando llega esta hasta sus oídos, Jeshema estaba tratando de manipular a Sondra, sacerdotisa de… otra de las diosas de la noche, para que acabase con el dios pantera.

Cinco años después del inicio de su embarazo, Sondra seguía sin dar a luz. La criatura aún no había nacido y, de acuerdo a los sueños que la diosa le enviaba, necesitaba introducirse en el lago de Savnak para poder alumbrar a su retoño.

Su hijo iba a ser alguien muy especial. Por un lado, ya antes de bañarse en el lago, su padre tenía una parte de divinidad. Era descendiente lejano de semidioses. Dentro de su ADN había vestigios de la unión de uno de los fragmentos de Shayka con un humano.
Si sumamos a esto que, por el mero hecho “haberse caído” en sus aguas, había quedado ligado él, todo era cuestión de sacar números. Era posible que, al entrar en contacto directo con aquellas aguas, su semilla fuese capaz de acaparar todo el poder que albergaban. Que acabase con el poder de Savnak, vengando con ello también la muerte de su padre.

Por supuesto, todo esto era mentira. Jeshema no tenía ni idea de lo que supondría que Sondra se bañase en aquellas aguas. Lo único a lo que aspiraba con ello era el herir a Shayka, su hermana, y a Savnak.
Por un lado, provocaría que perdiese a una seguidora y al último de su progenie en Daegon.
Por otro, era probable que con ello le causase una herida al dios pantera quedase herido. Con el propósito de rematar aquella jugada, Jeshema envió hasta allí a uno de sus agentes en Daegon; el “Doppelgänger” de Sahay. Aunque, para cuando llevaba a cabo este último movimiento, Décimus ya se había ido.

Todo un poco enrevesado, lo sé.
Pero las aventuras son así.

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