Biografía daegonita XXXI: Cabos sueltos X

Por Javier Albizu, 10 Junio, 2020
Pues ahora sí que sí. Hoy terminamos con Cabos sueltos (I). Por supuesto, aquel final no significó que todos los cabos quedasen atados. Es más, esta campaña terminaba con una nueva explosión de posibilidades futuras.

Habíamos dejado a nuestros héroes a punto de partir hacia la ciudad de Orkil. Hasta una ciudad en la que iba a tener lugar una pequeña subasta un tanto particular. La puja por hacerse con un objeto al que se denominaba como “La piedra de realidades”. Un cachivache extraño que nadie sabía con exactitud para qué servía, pero que había tenido una muy buena campaña de marketing.

En aquella ciudad se había reunido un peculiar grupo de personas. Gente con nombres y aspectos de lo más pintoresco. Pero antes de ver todo esto, los jugadores tenían que llegar hasta allí.

Volviendo una vez más hasta la cronología, en mi intento por dotar de un poco de personalidad a las tierras nórdicas, había añadido alguna que otra mención acerca de cómo “lo extraño” había incidido en su interior. Pequeños fragmentos de eventos anómalos que habían tenido lugar en la isla a lo largo de distintos momentos de su pasado.
Por poner un ejemplo, había hecho mención a la aparición de una de las “siete llaves” construidas para detener el camino del Destructor millones de años después de su forja. Un arma que había sido blandida por uno de los jugadores durante la “Gran Campaña” pero que, un par de milenios antes, había sido utilizada por un héroe scand que luchó contra los Jonudi.

Si bien era cierto que ya que había mencionado la presencia de los Jonudi en aquellas latitudes, tras escribir aquellos textos había ido profundando un poco más en ellos. Les había dotado de unos vestigios de cultura e identidad. Así pues, decidí que sería un buen momento para realizar una presentación más formal. Algo un poco más complejo que la condición de “amenaza” que habían tenido hasta entonces.

Pero, como soy así de inconsistente, antes de ponerme con aquello cimenté un poco más su papel como “malos”. Aprovechando que los personajes recorrían la isla aproveché también para ir incluyendo alguna leyenda más.
Cuando atravesaban el bosque de Rauknar se vieron “envueltos” en otra batalla del pasado. En una visión del combate que tuvo lugar entre “Los siete de Harald” y unos Jonudi.
Aquel grupo de héroes mitológicos de Norotgard no habían existido hasta que llegó aquella aventura. Ni siquiera he encontrado ninguna referencia a ellos en las notas que conservo o en mis cuadernos. El único lugar en el que aparecen mencionadas sus andanzas son en el resumen de las aventuras que hice mucho tiempo después de aquella sesión de juego.

Como de costumbre, y como no podía ser de otra manera, en aquellas historias improvisadas, al final todo se resolvía de una forma torpe, tópica y muy acelerada. Los jugadores terminaban enfrentándose al asesino de Harald, liberando su alma y la de su gente y logrando que, tras varios milenios encerrados en aquel Ragnarok en miniatura, fuesen finalmente libres para descansar.
Algún día tengo que darle una vuelta a esta historia.

Ahora sí, los jugadores llegaban hasta la subasta llena de tipos raros con nombres raros.

Ahí teníamos un poco de todo. Una pequeña muestra de las distintas especies no humanas que había ido presentando hasta aquel momento… y alguna que otra cosa más.

Porque no sólo estaban los jonudi, kesari, kiranu y talen, sino que en su camino se cruzaban un amplio elenco de toda la gente “VIP” que había ido apareciendo durante estos Cabos sueltos.

Dentro del elenco de “viejos conocidos o casi” se encontraban con Oggalark, a quien habían conocido en su viaje al pasado bajo el nombre de Hagart Wolfson, y que volvería a aparecer en su futuro. Reaparecía también Nalubei, a quien llevaban una temporada persiguiendo, aunque ahora se hacía llamar Sujutsu Mujuro1 (en una referencia mal escrita a un personaje de la película Ninja Scroll). Aparecía por primera vez Durgas Kutal, la criatura creada a partir de un fragmento del alma de Décimus. Su camino se cruzaba por primera vez ante ellos las Karesh May, Yan e Ilaya, familia lejana de Ryoga, con la que se habían cruzado sin saberlo. Para terminar con esta parte contratante, también aparecía por allí Arlún “El conquistador”.

Por la parte de nuevas incorporaciones, teníamos a Trier Barx. Un troll / yunraeh que realizaba su entrada molona montado sobre un concepto que era presentado allí por primera vez; un Shamlae.

Esta criatura, surgida como consecuencia de la fusión de varios elementos2, es una de esas cosas con las que aún no tengo muy claro qué hacer. Porque me gusta… pero aún no he encontrado una manera de ubicarlo de una manera que me convenza dentro del último paradigma axiomático.

Para terminar, aparecía también por aquellos lugares Yakumo, el personaje de uno de mis jugadores de la “Gran Campaña”. Alguien que se dedicaba a ir recorriendo el mundo bajo la forma de un abuelito oriental. Aquel era el único de los jugadores que había “rechazado” la posibilidad de ascender a la divinidad al acabar aquella campaña. Por el contrario, eligió convertirse en el sumo sacerdote de Nigoor, un dios al que habían liberado, y de vez en cuando se divertía tocando las narices a sus antiguos compañeros de aventuras.

Y, entre todo aquel despliegue de conceptos y peña molona, lo que estaba en juego era… básicamente nada.
No había gran trama, no había conflictos cósmicos, no había mega conspiraciones que dependiesen de aquello por lo que se estaba pujando. Quizás en un futuro lo hubiese. Sabía qué aspiraba a poder hacer cada uno de aquellos tipos con la piedra, pero aquello sólo era una subasta. Sólo era un martes cualquiera para ellos.

Al final los jugadores ganaron la puja gracias a los “abalorios” que había conseguido Thurg Vaniac, y Décimus llegó a un acuerdo con Yakumo para conseguir deshacerse de manera definitiva de su joya maldita.
Obviamente, el camino de vuelta a casa no fue tranquilo, y no sólo porque el resto de los participantes en la subasta no se hubiesen tomaron muy bien el haber perdido.

Durante el trayecto de regreso, veían como un rayo caído de los cielos parecía impactar a escasos kilómetros de su posición.
Los dos exploradores que enviaron para investigar qué podía ser aquello vieron… cosas raras. Pudieron observar cómo salían de aquel haz de luz unos tipos ataviados con indumentarias estrafalarias. Trajes que les recordaban a alguno de los que habían visto en su viaje al pasado.
Ellos no sabían qué estaba pasando, y aquello no llegó a terminar de desarrollarse, pero la gente de Sigma estaba recogiendo los restos de un Kalaas. Fragmentos de un antigua construcción de los Jonudi acerca de la que había escrito mientras hablaba de la guerra entre estos y los ailanu.

Para su desgracia, el resto del grupo no se llegó a enterar de esto. Cuando regresaban para juntarse con ellos, eran atacados. De esta manera, mientras el sacerdote de uno de los jugadores perdía la vida, Aute Cuisin era capturado.

Poco después, entre las brumas del bosque de Rauknar, los jugadores conseguían esquivar a uno de los vehículos volantes de los Kiranu que les perseguían. Allí también encontraban los restos de la barco volante de Harald, así como los restos físicos de su tripulación.
Entre los restos de aquel barco aún permanecía algo que se les había encargado custodiar, un arcón por el que no parecía haber transcurrido el tiempo. Un arcón cuyo contenido no llegaron a ver ya que Astrid no les permitió saquearlo. Por el contrario, lo dejaron allí y avisaron a las autoridades de Vargad para que fuesen ellos quienes lo transportasen.

Por desgracia (muchas desgracias seguidas), la caravana que transportaba el cofre y otros restos del barco era atacada por algo que los supervivientes describieron como una “bestia inmensa”. Al final, tras el asalto, el único contenido que quedaba en el arcón era un libro.

Aún en tránsito, y gracias a la Karesh Ilaya, finalmente los jugadores conseguían acabar con Nalubei. Pero aquel encuentro no había sido algo fortuito. Ilaya había sido enviada hasta allí por la madre de Ryoga, la Karesh Egar, para que se ocupase de su protección.

Y esto sigue.
Cuando llegaban a Orbak aparecía por allí un Kesari que libera el alma del padre de Imagawa del cetro. Ya de paso, también aprovechaban para visitar la dimensión intermedia que los Kesari habían convertido en su hogar.

Al final, la custodia de la piedra de realidades quedaba de la mano de Eyholf Haraldson. Dado que el dios al que seguía se había autodenominado como “El amo del tiempo y las dimensiones”, decidí que aquello podía caer bajo su tejado.
Un final algo anticlimático para lo que podría haber dado aquello. Aunque… ¿quién dice que esto tuviera que ser el final?

Para terminar, ahora sí, tras todo a la que había sobrevivido, Décimus moría tratando de abrir el libro que se había encontrado en el barco de Harald.

Muchas cosas. No sé a lo largo de cuántas sesiones de juego se extendió todo lo que acabo de contar, pero seguro que fueron muchas menos de las que serían si las dirigiese a día de hoy.

Enlaces:

1. Referencias sin contexto o sentido
- Ninja Scroll
- Utsutsu Mujuro

2. Mezclando cosas
- Tekkaman Blade
- Teknoman
- Guerreros del viento
- Nausicaa

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