Biografía daegonita XXXIV: El Herético I

Por Javier Albizu, 1 Julio, 2020
Podría empezar este relato diciendo que, en la campaña de las que me dispongo a hablaros, trataba de analizar las distintas formas en las que a lo largo y ancho Daegon se entiende la religión.
Podría deciros que tenía curiosidad por explorar sus panteones. Por ver la manera en la que habían influido sobre las culturas que los habían adoptado. Podría decir que trataba de redefinir la axiomticatica de este universo de ficción.
Podría decir todo eso… pero os estaría mintiendo. Todo eso llegaría a su debido momento, pero aún me quedaba mucho para llegar hasta ese punto.

La aventura comenzaba en Jorgh. Daba inicio con un pasquín clavado al poste de una de las plazas de la ciudad.
Un comerciante buscaba a gente para averiguar el paradero de una expedición “arqueológica” que había mandado hacia el este.
Los jugadores se iban a Shinzay. Para no variar, continuaba sin moverme de los lugares seguros.

Panthorm, que aquel era el desafortunado nombre que di a. susodicho comerciante, había enviado a sus expedicionarios a ver qué podían encontrar en unas ruinas recientemente descubiertas en la nación oriental. Por supuesto, “recientemente” en términos de Daegon, y dada la distancia que separaba el origen de la noticia de su destino, había sido casi un año. Añadamos a esto lo que costó llegar a la expedición y el tiempo transcurrido hasta considerar que la ausencia de noticias era algo preocupante, y nos vamos casi a los tres años. Tiempo más que de sobra para que pase de todo.
Así pues, la esperanza de encontrar cualquier cosa era bastante remota, pero hacia allí que se dirigieron los jugadores.

Entre sus filas había un nuevo integrante. Alguien con un nombre tan “chispeante” como el de los dos personajes que había llevado antes aquel jugador. Tras Tomathor y Kutrex, llegaba Vackap. Un tipo curioso.

Porque Vackap venía de un pasado lejano / cercano. Era una de las personas que había logrado sobrevivir junto a Décimus, Sersby, Arcanus y compañía en la dimensión en la que acabaron tras la desaparición de Tayshak. Una persona creada genéticamente para tener una memoria eidética. Una herramienta de la que disponían los científicos de aquellos tiempos para “almacenar” los datos de sus estudios y experimentos.

En estos momentos no recuerdo si entró sin más en el grupo, o si estaba al servicio de Panthorm y este “se lo encasquetó” a los jugadores para no se perdiese detalle de lo que encontraban.
Ahora mismo esta segunda opción me parece una buena idea introductoria, pero no sé hasta qué punto se me pudo ocurrir entonces.

En fin.
Los jugadores llegaron hasta el lugar, investigaron y se enteraron de sus predecesores habían muerto. Se dieron de toñas contra unos ninjas liderados por Fuie Ito. Allí moría “el último elfo”. Para terminar, los jugadores regresaban hasta Jorgh con varias cosas… entre las que había un extraño objeto. La “piedra del fuego” creada por Sujutsu Mujuro; “El Herético”.
Porque los lugares comunes no son únicamente ubicaciones físicas.

En aquel punto, la religión en Daegon aún estaba en un estado bastante inicial. Tras la elaboración del “Mito unificado”1, los panteones habían dejado de ser una mera lista de conceptos generalistas a los que cada cultura asignaba nombres diferentes, para convertirse en algo un poco más integrado con el trasfondo que iba defininiendo. En la última revisión este “mito” se convertiría en otra cosa y la axiomática pasaría a ser una de esas cosas con las que me divierte jugar, pero en aquellos momentos aún estaba vigente la vertiente más “tradicional”.

Teníamos seis panteones, uno por cada uno de los “poderes primarios”2. Teníamos también unas cuantas “deidades independientes”, algún que otro cisma y panteones como el nórdico que era un poco “totum revolutum” de distintas influencias.

Para cuando comencé aquella campaña sí que había tratado de crear una versión “personalizada” del mito creacional para cada uno de los panteones, pero pronto me di cuenta de que todos eran… muy parecidos. Y, si bien es cierto que esta clase de mitos acostumbran a poseer rasgos similares, buscaba algo un poco más diverso en aquellos relatos. Un “algo” que al menos fuese “personal” en la manera en la que era narrado.
Por otro lado, también había tratado de crear unas estructuras jerárquicas propias para cada una de ellas. Algo “verosímil” donde tuviese tanta o más importancia la parte social que la religiosa.
Claro está, cuando me metí con aquello, el resultado no me terminaba de encajar con el sistema de magia de RQ. Si la gente se metía en una iglesia no por fe, sino por escapar de una situación precaria, o para subir dentro del escalafón social, no tenía mucho sentido que los dioses los “recompensase” con hechizos.

Por otro lado, lo ya escrito y explicado iba condicionando todo lo que venía después. Me “obligaba“ a un constante encaje de bolillos para tratar de cuadrar la parte abstracta. Me “forzaba” a intentar que, cuando menos su forma, resultase medianamente coherente con… lo que fuera que decidiese más adelante.

En el caso del panteón Suritani al que había adorado Mujuro, el concepto primario de “la luz”, había pasado a ser los elementos. ¿Cuántos elementos?, pues los cinco del RQ: Fuego, agua, aire, tierra y oscuridad.
La idea de hacer una división más compleja a lo “Elementalords” aún estaba ahí… pero, para llevarla a cabo en condiciones, antes de dejar que se me fuese la cabeza tenía que ponerme al día en química . Quería ver un poco más de reacciones, aleaciones, antagonismos y movidas por el estilo antes de ignorar todo eso por completo.

La cosa es que Mujuro se había alejado del camino de la religión y se había convertido en un científico. Había logrado “destilar” la misma esencia de cuanto tiene forma y puede ser tocado. Había logrado establecer caminos con las fuentes primigenias de todo aquello y se disponía a lograr algo más cuando fue juzgado, excomulgado y ejecutado.

La piedra del fuego era uno de sus logros. Un artefacto increíblemente poderoso que terminó con la vida de Panthorm y redujo a cenizas parte de la ciudad cuando este trató de usarlo.
Un objeto que llamó la atención de Arcanus cuando Valima Arathilion, la secretaria del difunto comerciante, lo llevó hasta su puerta.

Enlaces:

1. El mito unificado
- v1
- v2
- v3
- Edades de Daegon – Interldios y comienzos
- De conceptos y consecuencias

2. Los panteones
- v1
- v2

3. Elementalords

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