Biografía daegonita XXXX: El Herético VI

Por Javier Albizu, 12 Agosto, 2020
Cuando finalmente llegamos hasta el la conclusión de esta campaña, supongo que estamos alrededor de octubre del noventa y ocho.

El desenlace fue un poco anticlimático y, aunque sí que se dejaban cabos sueltos de cara a futuras aventuras, en él tampoco se realizaba ninguna aportación especialmente relevante al trasfondo de este mundo.

Quizás, lo más significativo sería algo que no tenía que ver directamente con ella. Algún detalle relativo al antagonista de la última aventura; Arlún.

Resumiendo lo que he contado en entradas anteriores, Arlún había sido un personaje jugador durante la campaña de “El juego de los inmortales”. La secuencia de los hechos que hizo que esto cambiase fue más o menos la siguiente:

- Un chamán Thurg era poseído por un kurbun, pero los jugadores no se daban cuenta de que esto ha sucedido (ya que estamos, y dando inicio a la serie de preguntas con las que continúo más adelante ¿Se puede ver un espíritu? ¿El tiempo que dura un combate astral puede ser medido en “asaltos” físicos?).
- Una vez poseído, el personaje “decidía” abandonar el grupo.
- El único que sospechó algo raro en su comportamiento fue Arlún. Un cazador nómada recién llegado al que nadie hace caso.
- Ante la inacción de sus compañeros, Arlún decidía abandonar al grupo y seguir al chamán para confirmar sus sospechas.
- Tras esperar a que su antiguo compañero durmiese, lo ataba para poder interrogarle, pero terminaba siendo poseído por el kurbun que dominaba al chamán.
- En este estado, terminaba asesinando a su compañero y quedándose con sus posesiones.
- Comenzaba una nueva trama paralela independiente a las aventuras del grupo de jugadores.

Me parece que este resumen es más extenso que cuando lo conté la primera vez, pero ¿qué le vamos a hacer?

Siguiendo con lo que comenzaba antes, las preguntas aquí continuarían de la siguiente manera; ¿cuánto queda de Arlún tras varios años dominado por un kurbun? ¿Hasta qué punto es consciente de lo que ha hecho su cuerpo? ¿Alguien poseído tiene alguna posibilidad de luchar por recuperar su cuerpo? De ser así ¿Cada cuánto tiempo podría hacerlo? ¿Se produce un “desgaste espiritual” en cada combate subsiguiente?

La lógica de la narrativa épica nos dice que sí. Que en momentos en los que va a hacer algo “contra-natura”, el héroe se libera. O que gana un momento de lucidez que permite que se sacrifique para salvar a sus amigos.

Pero una cosa es la narrativa de ficción, y otra las reglas y mecánicas de un juego de rol (aunque estoy convencido de que mucha gente tiene una visión completamente diferente a la mía). Tal y como lo enfoco, estamos hablando de reglamento, estamos hablando de leyes metafísicas y límites, estamos hablando de cuestiones puramente técnicas.

Aunque no luche ¿Se desgasta la “esencia” del individuo poseído? ¿Permanece ligada y “presa” en ese cuerpo hasta que este muere, o se desvanece una vez que ha perdido? ¿Hasta qué punto puede tener algún tipo de influencia sobre las acciones de su “poseedor”? ¿Tiene posibilidad de abandonarlo voluntariamente y “morir” o de “alcanzar otro estado metafísico”?

Por la misma; ¿hasta qué punto el “poseedor” está ligado a ese cuerpo? ¿Hasta qué punto sigue siendo lo que era o se va convirtiendo en otra cosa? ¿Hasta qué punto posible salvar a la víctima? ¿Hasta qué momento se puede “exorcizar” al poseído sin dejar detrás un cascarón vacío?

Por supuesto, la respuesta a todas estas preguntas es “depende”.
Ahora vas y lo mecanizas.

Como no podía ser de otra manera, no me hice estas preguntas hasta el último momento en el que no me quedaba más remedio que responderlas. Por la misma, aquello era algo que tenía que venir definido por la metafísica del mundo. Algo que tenía que decidir yo, no el reglamento que elegí usar seis años atrás.
Hasta aquel momento, las naturaleza de aquel kurbun sólo había sido una característica; PER. Lo que había necesitado para resolver los combate espirituales en los que había participado. Su motivación o su origen, sus alianzas pasadas o su personalidad eran temas por los que había pasado de puntillas.

Al final opté por el camino más fácil. Por el que ofrecía una menor resistencia. Por los lugares comunes. A fin de cuentas, no había mucho tiempo… y, probablemente, aquel era el final del camino para él.

Así pues, el escenario era el siguiente.
Teníamos por la ciudad a Leiten, y también se había presentado durante la estancia de los personajes en Ton’Kaheru a dos nuevos personajes relacionados con el mundo religioso; el Juez Kieron Sands y el Señor de las Espadas Greydon Cravish. Dos de los pocos religiosos que no habían abandonado la ciudad… y tampoco habían sido asesinados. Por otro lado, los jugadores también habían coincidido con un hechicero; Alec Daglan.

Tras hablar con ellos, con otros habitantes de la ciudad, y usando cosas como la “Segunda visión” o la “Visión mística” los jugadores supieron que Arlún era algo más que humano. Que su cuerpo había mutado desde aquel que, si no recuerdo mal, sólo uno de ellos había conocido. Más allá de su apariencia, ya quedaba poco humano en él, y aquel cambio parecía a todas luces irreversible.

Es más, en realidad tenían muy pocas posibilidades de derrotarle.
Pero no desesperen, porque ahí aparecía un aliado sorpresa; Décimus / Durgas Kutal. Casualidades de la vida, estaba allí enviado por la diosa que lo creó. Su misión era la de castigar a uno de sus súbditos díscolos, al kurbun que poseía a Arlún.
Ya que estábamos puestos en la labor de cerrar círculos y a recordar a los jugadores las “tareas pendientes” que tenían, aquella era una buena ocasión de hacer las dos cosas al mismo tiempo (aunque para aquello forzase un poco la suspensión de la incredulidad).

A su vez, al igual que la última vez que lo habían visto, Kutal iba acompañado de las Karesh May y Yan, otra medida de seguridad de su diosa para evitar nuevas deserciones. Porque aquella criatura tenía una parte humana y emocional. Una parte que le había hecho secuestrar a Astrid Vigdisdota, una de las últimas personas que había visto a su “otro yo” y que amenazaba con descontrolarse y hacer que se alejase del “camino marcado” por su creadora.
Aparte de aquello, en el grupo estaba Quintus, el hermano de Décimus. Alguien por quien no sabía muy bien qué sentir.

De esta manera, y tras representar el papel de “malo chungo que ofrece su ayuda a sus enemigos para terminar con un enemigo común”, los jugadores terminaban con Arlún. Su cuerpo moría pero, como si se tratase de un capítulo de los Power Rangers, el kurbun escapaba de él y había un combate adicional. Trataba de poseer a otro individuo; Leiten, pero perdía este combate contra el sacerdote-del-dios-que-no-existe-pero-que-igualmente-tiene-magia.

Aun así, la cosa no terminaba ahí. La esencia del kurbun había cambiado y, tras perder aquel enfrentamiento astral, no regresaba hasta su plano de origen. Permanecía ligado a la persona que le había derrotado. Continuaba siendo una amenaza que podía resurgir en cualquier momento.

Visto lo visto, se llevó a cabo una unión extraña y, en cierta medida, contra-natura. Los sacerdotes, que culturalmente desconfiaban de los practicantes de la hechicería, pidieron ayuda a Alec Daglan. Este encerraba la esencia del kurbun en un artefacto mítico, y este artefacto quedaba custodiada dentro de una de las iglesias de la ciudad a la espera de que este regresasen sus antiguos moradores.

Pero la cosa no terminaba ahí, sino que se abrían nuevos frentes. Poco después, el asesino conocido como Dietrich “Mano de fuego” asesinaba al hechicero. Nada personal, sólo un encargo.
Daglan estaba estudiando unos fragmentos de material venido desde más allá de la atmósfera de Daegon. Elementos relacionados con la siguiente campaña. Pero el asesino no se lograba entregar a la persona que le había contratado todo el material, ya que Quintus se había hecho con una pequeña parte.

Cerrando ya tramas, Thurg Vaniac “The Maniac” recuperaba el “colmillo de Yyvylion”. El arma ritual que había sido arrebatado a su tribu y que, en primera instancia había recuperado el chamán Thurg.
De vuelta a Johrg, los jugadores entregaban las piedras de Mujuro a Arcanus, pero este no tenía tiempo de estudiarlas. Al encontrase las cinco cerca de Hitoshi, este las absorbía y pasaban a formar parte de su cuerpo.

Y así finalizaba El Herético.
La última campaña que dirigiría utilizando RuneQuest.

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