Biografía daegonita XXXXV: Epílogos e Interludios II

Por Javier Albizu, 16 Septiembre, 2020
Tras los desbarres metafísicos de las últimas semanas, volvemos al terreno habitual. Volvemos a las aventuras. A ver cómo esas semillas difusas que había plantado / planteado germinaban e iban creciendo. A presencias cómo algunas de ellas mantenían su trayectoria inicial, y otras se convertían en ideas que no había previsto.

Regresamos a la dinámica habitual de los cabos sueltos.

Porque se podría decir que la primera aventura que dirigí con el nuevo sistema de juego fue una manera de “cerrar” la vieja etapa. Un epílogo de lo que hasta el momento habían conocido los jugadores, y el prólogo de lo que llegaría.

Así pues, una pequeña parte de los integrantes del grupo se dirigían hacia el norte. De nuevo a Vikingos / Northland / Norotgard. Una última visita a ese lugar en el que habían sucedido tantas cosas y que ya era hora de dejar tranquilo por una temporada.
Espoiler: Tampoco tardarían demasiado en volver.

Sersby y Labreh, quienes estaban en aquellas latitudes junto a Arcanus y Hitoshi, habían visto a Durgar Kutal en los territorios norteños. Esta noticia no tardaba en llegas hasta los oídos de Quintus, quien decidía dirigiese hasta aquel lugar. Habría llegado la hora del enfrentamiento final contra aquella copia perversa de su… ya de por sí bastante defectuoso hermano.
A él se unía en el viaje otro de los jugadores, el sacerdote norteño del grupo. Alguien que conocía bien el territorio, y que deseaba liberar a su colega, la sacerdotisa Astrid Vigdisdota, de aquel ser.
Una vez allí, y como si alguien hubiese echado una moneda de cinco duros a traición en el Street Fighter, se les unía un nuevo jugador; Ulf Steinson. Otro nativo del norte. Un cazador de hombres.

Por supuesto, la cosa no iba a resultar sencilla.
Su camino se cruzaba con el de una conspiración que, en teoría, buscaba derrocar a Derrik, pero donde las cosas no terminaban de cuadrar. Aquello no estaba montado por norteños sino por gente del continente. Un grupo de individuos a los que se habían unido Kutal y las dos Karesh que lo acompañaban.
Pero no sólo esto. Por ahí también andaba otro par de “tipos raros”. Por un lado había un arcano cuyo nombre nunca llegaron a saber y, por otro, alguien que controlaba una montura gigantesca. Un individuo y una bestia que no era otros que los que habían robado el arcón encontrado en el barco de Harald. Los mismos que habían secuestrado a Aute Cuisin.

Como no podía ser de otra manera, los jugadores “desmantelaban” aquella conspiración y lograban terminar con Kutal y su séquito, pero los auténticos cabecillas de todo aquello lograban huir. El arcano creaba una muralla de fuego negro para cubrir su huida y la del jinete y, aunque Hitoshi lograba absorber aquel muro, para cuando lograban llegar al otro lado ya no quedaba nadie.
Durante la refriega el sacerdote del grupo moría, y los jugadores encontraban indicios de la presencia de Aute Cuisin en la “guarida de los malos”, pero no lo encontraron a él o a sus restos allí.
Los jugadores nunca llegaron a saber que todo aquello no tenía tanto que ver con Derrik como con ciertos artefactos que obraban en poder de Arcanus. Volverían.
Espoiler: No volvieron a salir porque dejé de dirigir cosa de tres campañas antes de su hipotético regreso.
Lo mío con los cabos sueltos no tiene remedio.

Pero la cosa no terminaba ahí. Alguien en el continente había ofrecido una recompensa por Kutal. Una recompensa muy cuantiosa. Un botín que el “Cazador de hombres” estaba dispuesto a cobrar.
Con esto, Ulf viajaba hasta Saliria acarreando con los cadáveres de Kutal, Karesh May y Karesh Yan y se los entregaba a Gallad Lorn; el profesor universitario, científico y filántropo que había puesto precio a la cabeza de aquellos seres.
Aparte de todo esto, y aunque no lo supiera aquel jugador, Lorn también era un arcano. Sí, otro más. A pesar de que les había dicho a los jugadores que aquello era algo “raro de ver”, se habían cruzado con dos nuevos de ellos en la primera aventura. Aún tiraba mucho de los lugares comunes. Aún me quedaba mucho por definir.

Con el dinero de la recompensa decidía comprarse unas tierras. Algo que, de forma inesperada, condicionaría las aventuras posteriores.
Porque había llegado el momento de plantearse de verdad el “formalizar” un lugar. Alguno. El que fuese.
Y con formalizar, me refiero a dar forma. A definir. A crear algo complejo y coherente que, al contrario que los lugares que habían frecuentado los jugadores, no bebiese directamente de las culturas de nuestro mundo.
El jugador me preguntaba por un lugar en el que podía estar bien para que se asentarse. Yo le respondía que la provincia de Dugental, en Rearem, podría ser un lugar interesante.

¿Tenía un plan?
No.
¿Tenía pensado algo acerca de aquel lugar?
Tampoco.

Tocaba empezar a trabajarlo y tenía como fecha límite el inicio de la siguiente campaña. Pero tampoco nos volvamos locos. A fin de cuentas, el inicio de “La campaña del anillo” podía haber tenido lugar en cualquier parte. No tenía que definirlo todo de golpe.

Por lo pronto, tocaba hacer zoom sobre la zona de Rearem en el Campaign Cartographer, y comenzar a hacer divisiones al azar.
Ya teníamos las provincias. Ahora tocaba ponerles nombre

Ya está. Prueba superada. Lo imprimimos y ya tenemos algo de material para mostrar a los jugadores.

Pero no se vayan todavía, que aún hay más (o al menos eso parecen decir mis notas de antaño).
Por lo que veo en el resumen, este fue el momento en el que “murió” Arcanus.
Si lo miro con respecto a las cosas que pasaron a continuación, la cosa cuadra, pero no puedo evitar la sensación de que esto sucedió algo más adelante.
O mi memoria me está traicionando, o me traicionó cuando escribía el resumen hace quince años.

Tras su fracaso a la hora de utilizar las piedras de Mujuro, las fuerzas del bueno de Iorum ya no dieron mucho más de sí. Estaba exhausto y sin ideas pero, antes de “dejar de ser un habitante de este plano de existencia”, tenía un par de cosas por hacer.

Por un lado, le daba a Labreh su “bastón”. Un artefacto que, en aquel momento, seguía siendo el típico-bastón-de-mago-pero-con-un-giro. Ya sabes, lugares comunes y cosas en las que no piensas hasta que pasa el tiempo. La naturaleza de este artefacto cambiaría con cada nuevo acercamiento mío a la metafísica de Daegon pero, si me pongo ahora a explicar su funcionamiento axiomático aquí, se le hará bola a los que aún no hayan abandonado.
Así pues, de eso que te libras.

Por supuesto, esto generaba nuevas preguntas.
¿Por qué no se lo daba a ninguna de sus dos alumnas, sino a la chica-aleatria-que-le-había-acompañado-en-su-viaje-desde-el-pasado?
No había dado ninguna muestra de interés en nada de lo referente a lo “arcano”.
Esto es algo para lo que, en aquel momento, ni siquiera yo tenía respuesta.

Por otro lado, le daba a Quintus sus brazales.
¿Qué eran estos brazales?. Pues algo parecido al bastón. Otro lugar común. Si su portador poseía un cierto conocimiento, le permitían abrir el espacio. Lo mismo de antes. No voy a ponerme metafísico aquí.

Pero… ¿por qué se lo daba a Quintus?
Vale, para esto sí que tengo una respuesta.

Uf. A ver. Esto va a ser un poco largo.
¿Te acuerdas de Xanae?
Sí, la hermana de Shinkage.
Sí, hombre, sí. La hija de La Tejedora.

Poco después de la aparición de Quintus en el grupo decidí retomar su historia (igual porque el jugador que lo llevaba era el mismo que había llevado a Imagawa, y el “perfil” que le había dado cuadraba con lo que necesitaba).

Se le había aparecido en alguna que otra ocasión y el jugador empezó a investigar sobre ella. A través de estas investigaciones supo de la historia entre el Señor de las plagas y Agnus Gimoiran (que ya había sido explicada durante la Gran Campaña). A través de estas leyendas, supo también de Yanagroth, la espada que habían dado los dioses a Gimoiran para acabar con aquel ser, y cómo este había fracasado.

Espera ¿espada entregada por un dios?
¿Con toda la brasa que has dado con eso de “no, ahora un auteur. Soy un tipo sofisticado. Ya no hay de esas mierdas aquí”?

Lo sé. Todo viejo paradigma.
¿Cómo cojones encajo esta movida en el nuevo?
La compatibilidad hacia atrás siempre dando guerra.
En fin, ya vería cómo lo apañaba.

Gracias a Arcanus Quintus había sabido de la naturaleza y destino de aquel arma y, gracias a los brazales y una última lección, sería capaz de hacer que llegase hasta sus manos.

Pero, oh sorpresa. El jugador decidía que Quintus iba a tomarse un respiro. Le apetecía llevar otro tipo de personaje, así que comentó que, tras solucionar el problema con “su otro hermano”, Quintus iba a tomarse un tiempo sabático. Que había quedado fascinado con la cultura de Mashlan y se iba a dar un garbeo por allí.

Estupendito todo.

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