Biografía daegonita XXXXX: La campaña del anillo V

Por Javier Albizu, 21 Octubre, 2020
De ruina literal a ruina metafórica y tiro porque me toca.

Siguiendo las indicaciones de Keyn, los jugadores llegaban hasta… un lugar que llevaba mucho tiempo sin ser visitado. Hasta uno de las ubicaciones en las que se comenzó a “forjar” El Anillo.
¿Qué era aquel lugar?
¿Cómo era?

Pues… más bien algo ciertamente decepcionante y poco inspirado (o al menos ese es el recuerdo que conservo).
Si no me falla la memoria, su descripción era bastante similar al de cualquier “torre de mago” con algún que otro detalle tecnológico. Algo que presentado a día de hoy habría sufrido unos cambios muy drásticos.
Porque… ¿de qué estamos hablando?

Las ruinas que visitaron pertenecían a un centro de investigación secreto. A una mezcla entre la NASA, el Pentágono, Bletchley Park, la guarida de un malo de James Bond y la isla de Bardos que gobernaba el Doctor Infierno. Todo eso junto y con bien de esteroides.
Estamos hablando de un lugar en el que se comenzó a fraguar una de las ideas más locas de aquel mundo. Uno de los recintos en los que se llevaron a cabo las pruebas de concepto a partir de las que surgiría El Anillo y otras tantas majaradas similares. Para los tipos que trabajaban en un sitio como aquel, de haberlo querido, fabricar un súper robot habría sido un juego de niños.

Debía tener misterio y glamour. En su interior se habían albergado conceptos más grandes que la vida misma e ideas que era puro sentido de la maravilla. Grandiosidad, peligrosidad y secretismo.

Pero no. Una torre.
De tener una gorra, me la quitaría, viajaría al pasado y me dedicaría a golpearme con ella.

En fin.
Vamos con las preguntas.
¿De qué manera había afectado el paso del tiempo a un lugar como ese? ¿Había sido saqueado en los milenios transcurridos desde la última vez que fue usado? ¿Hasta qué punto continuaba siendo funcional aquel lugar?

La respuesta a todas estas preguntas era la misma: depende.
Un lugar tan grande y complejo daba para mucho más que una mera visita. Una pequeña parte podía estar en ruinas y el resto continuar haciendo vete tú a saber qué. Podía existir en distintos niveles de realidad. Algunas partes de su extensión podrían ser alcanzables únicamente bajo un conjunto de condiciones muy concreto. De la misma manera, la maquinaria que había en su interior también podía verse afectada por fenómenos que se den bajo patrones cósmicos en apariencia aleatorios.
Algunas de esas ideas irían apareciendo con el tiempo. Porque, como ya digo, el tema daba para mucho más.

Pero, por el momento, una torre.
Esque… esque…

Bueno, a fin de cuentas, dentro de toda esta infraestructura también podía haber torres. ¿Por qué no?
Lo más… interesante que recuerdo haber dicho fue que, en las alturas de aquella gran mole de cristal y acero, el ruido del viento era ensordecedor. Que el tiempo, la climatología y la inestabilidad del terreno provocaban que sufriese sacudidas que se hacían más notorias cuanto más ascendía uno. Que, dependiendo de por dónde se moviesen, corrían el riesgo de ser succionados por alguno de los boquetes que poblaban las cristaleras de su capa exterior.
A día de hoy habría añadido un “Succionados para caer hacia… algún lugar”.

La cosa es que, entre las indicaciones que habían recibido, y el “conocimiento del medio” de Vackap (recordemos, alguien venido de aquellos tiempos, con memoria eidética y un campo de trabajo relacionado con el mundo de la ciencia) lograron hacer que alguna de aquellas máquinas funcionase. Allí, finalmente, descubrieron las dimensiones reales de aquel proyecto. Cómo habían hecho para ocultar su alcance y propósito de los Jonudi. Que su diseño y construcción se había llevado a cabo diseminando el conocimiento y la fabricación no sólo a lo largo de Daegon, sino también en órbita y en colonias extraplanetarias. Descubrieron también que que Kendall había sido el responsable de una parte de aquel proceso.

De nuevo, todo un poco facilón. La cosa tendría que haber sido un poco más… difusa. Que toda esa información se encontrase tan fácilmente accesible y consultable en un único lugar no hablaba demasiado bien acerca de su discreción y capacidad de compartimentalizar la información.
Pero, por otro lado, alguien debía tener la “foto completa”. En algún lugar tenían que estar disponibles todas las piezas, o la manera de reunirlas para poder completar el puzle.

Y entonces, cuando ya tenían todo lo que necesitaban, sucedió lo imprevisto. Beowulf se puso a destrozarlo lo que encontraba en su camino. A acabar con toda aquella “maquinaria impía”.
Kakaos trató de detenerlo y, al sentirse atacado, Beowulf lo mató. Son las cosas que tiene el llevar a alguien mentalmente inestable en el grupo. No sé hasta qué punto el jugador se aburrió de aquel personaje, hasta qué punto lo llevó tal y como consideraba que era hasta sus últimas consecuencias, o si aquello fue una suma de ambos factores.
Lo que quedó claro es que aquello supuso una “severa merma” en la confianza del resto del grupo para con aquel tipo. Una vez abandonado el centro de investigación y de vuelta a la “civilización del presente”, lo denunciaron a las autoridades. Pero claro, un individuo como aquel no se iba a dejar capturar y terminó encontrando la muerte por la lanza de uno de sus compañeros.

Así, de sopetón, y sin intervención de terceros, pasábamos a tener dos huecos que llenar en el grupo.

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