Biografía daegonita XXXXXXVI: La última campaña III

Por Javier Albizu, 10 Febrero, 2021
Muy bien. Hablemos (otra vez) acerca de Rogani.

Haciendo un conteo de palabras, veo que lo he mencionado por aquí en veintiocho ocasiones, lo que es un número nada desdeñable. Veo también que Arcanus cuenta con treinta y seis apariciones, lo que probablemente lo convertirá en ganador de este concurso… y veo también que “La Gran Campaña” cuenta únicamente con unas exiguas veintidós menciones, quedando en un puesto indeterminado (aunque esto tengo que revisarlo, seguro que también la he referenciado utilizando otros nombres).

En fin (hoy empiezo pronto con los “en fines”, los desvíos y los desvaríos muy pronto. Nada nuevo, circulen), al turrón.

Rogani nacía como un enemigo más para una aventura suelta. Aparecía en el espacio de tiempo que transcurría entre “las tres campañas pre mapa moderno” y “La Gran Campaña”. Era un pequeño deus ex machina… literalmente. En aquella primera aventura (recordemos, en RQ con elfos, dioses y esas cosas), se había hecho con una diosa perdida en el abismo y, gracias a su ciencia, había sido capaz de transferir hasta su cuerpo parte de capacidades especiales de esta. Técnicamente, se convertía era algo equivalente a un dios.
Los jugadores no lograron evitar que cumpliese con su propósito pero, dado que no suponían ningún problema para él, tampoco se tomó a mal que tratasen de matarle. Se limitó a desaparecer sin tomar represalias contra ellos.

Su segunda aparición tenía lugar en el… “preludio a La Gran Campaña”. Una serie de aventuras que hacían un uso muy libre de algunas cosas que aparecían en Apple Lane. En la que sería la primera aparición de la ninja Hideko Nagoshi en un papel no-antagonista.

En aquella historia había clones por en medio, así como la disección, mejora y reconstrucción completa de uno de los jugadores. En mi mente, Rogani seguía siendo el mismo que había aparecido la primera vez. A todos los efectos, era el tocapelotas definitivo. Nunca sería el malo de la aventura. Era alguien tan por encima de los jugadores (fuese cual fuese el grupo de juego) que le divertían sus interrupciones. Era alguien en busca de diversión y, pese a su amoralidad, no había malicia en sus acciones.

En su siguiente aparición, esta vez ya dentro de “La Gran Campaña”, volvía a hacer uso de sus movidas de genetista. Traía de otro plano al “personaje de reemplazo” para uno de los jugadores. Shadow of Shayka (quien había sido el individuo “recompuesto” por sus máquinas durante Apple Lane), había muerto. Ese personaje había sido sustituido por Chom Pol Gog (ya no recuerdo si era “Mastica hígados”, “Escupe peñascos”, o alguna mezcla entre estos dos apodos), un troll que moría como consecuencia de la pifia de uno de sus compañeros y el apetito de una bestia marina.
A petición del jugador, Chom Pol Gog era sustituido por “Lobezno”, el personaje con el que había jugado “La isla de los grifos” en la versión de otro director de juego.

Lobezno, nombre que le había puesto dado el odio que sentía por ese personaje en los tebeos, era sometido a otro proceso de desmembramiento y mejoría por parte de las máquinas de Rogani. No me mires así. Eso no es culpa mía. Como todo conocedor del trasfondo de “Carcallú” sabrá, el jugador se lo había buscado al ponerle aquel nombre al personaje. Iba provocando.
Esto provocó que Rogani se ganase un hueco muy especial en el altar del odio de aquel jugador. Tanto es así que, ya en los dos miles y algo, cuando aquel jugador se planteó dirigir una campaña de Torg, me pidió permiso para usar Daegon como uno de los “Cosmos invasores”. Quería tener la oportunidad de devolverle a Rogani los favores que le había hecho. Eviscerarlo y volverlo a juntar con aguja y sedal.
Por supuesto, acepté encantado. La pena es que creo que aquel proyecto nunca llegó hasta el punto en el que los jugadores habían presenciado tan mago evento.

Mientras aquellas cosas se iban sucediendo, yo iba avanzando en la escritura de la Cronología. Un texto en el que, a pesar de no aparecer de forma explícita su nombre, Rogani había participado en un número indeterminado de sus eventos. Era “el poder tras el poder”. En aquella encarnación, era quien realmente gobernaba el “Gran Imperio Ailanu”. Una situación que, pese no haber sido nunca “oficializada por escrito”, se mantuvo durante bastante tiempo en mi cabeza. Una que ha cambiado en revisiones posteriores.

Nuestro anti héroe volvía a aparecer en “El juego de los inmortales” y, tras esto, si la memoria no me falla. se producía un prolongado periodo de ausencia por su parte en las aventuras. Sí que es cierto que aparecía entre bambalinas en la visita al pasado de los jugadores durante “Cabos sueltos”, pero no era hasta esta “Última campaña” que regresaba de forma explícita. Tan explícita que lo hacía en tres encarnaciones distintas.
No fue hasta entonces que me planteé seriamente el darle algo parecido a una personalidad real. Que me planteé si sus distintas apariciones eran coherentes entre sí. Si lo que hacía se correspondía con las capacidades que había adquirido durante su primera aparición.

No. La verdad era que aquellas apariciones no habían sido algo demasiado coherente. Quizás lo hubiesen sido a los ojos de los jugadores, aunque eso se lo tendría que preguntar a ellos, pero a los míos no.
Lo que sí que era coherente era el tema de su afición la genética. Su gusto por reconstruir cuerpos. Por la mejora continua. Así pues, si sus diferentes apariciones no correspondían siempre a un mismo individuo, mis problemas de incoherencia desaparecían. Por supuesto, se abría otra serie nueva de problemas. De preguntas a buscar y responder. De huecos en la historia por cubrir. Pero tenía tiempo.

La aparición de Idagor; “el clon bueno”, daba el pistoletazo de salida a algo que aún no estaba cerrado. Tenía una idea vaga de en qué consistirían “Las guerras clon”, pero no tenía todas las puertas cerradas a posibles divergencias.

La idea básica, que era lo que Idagor había explicado a los jugadores, era que la afición de Rogani por la genética le venía dada por su incapacidad para tener hijos. Una carencia que, si bien no era algo que le preocupase en exceso, sí que despertó su curiosidad.

En su aburrimiento, y ante la incapacidad para encontrar rivales decentes, había decidido competir contra sí mismo. Crear al “antagonista perfecto”. La primera hornada de sus clones. Un plan que le salió un poco rana.
Todos resultaron ser demasiado parecidos a él, pero sin su experiencia. Eran unas copias demasiado buenas. Demasiado fieles al original. Los veía venir a la legua. Terminaban llegando a estrategias que ya había usado. Eran ambiciosos e inteligentes, pero predecibles. Aburridos. Así que los eliminó al poco tiempo.

En la segunda hornada añadió un poco más de… “aleatoriedad” a la receta. Una mezcla de la que salió un menú más diverso. Rivales más sabrosones. Impredecibles… no siempre para su propio bien. Algunos de ellos se habían vuelto contra su creador mientras que otros se habían dedicado a labores y planes propios. Algunos se consideraban el “Auténtico Rogani” y otros querían ser “el único”. A otros todo aquello les daba bastante igual.

Las preguntas que tenía que responde de cara a la llegada del “momento” eran unas cuantas. ¿Cuántos había creado? ¿Cuántos quedaban? ¿Quiénes eran? ¿En qué se habían convertido? ¿Hasta qué punto eran conscientes de lo que se les iba a venir encima? ¿Hasta qué punto les apetecía ser partícipes de aquello? Tenía que hacer un quién es quién completo. Determinar cuántos de aquellos individuos habían llegado a conocer los jugadores. Crear una historia, unos planes y una personalidad que cuadrase con lo que habían presenciado.

Todas estas eran preguntas para las que no tenía respuesta cuando lancé la trama. Pero, como ya decía, no había prisa por responderlas. La noche aún era joven.

Tan joven que, veintiún años después, no es que muchas de estas respuestas hayan cambiado, sino que han surgido nuevas preguntas, y otras tantas siguen en el aire.

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