Biografía daegonita XXXXXXVII: La última campaña IV

Por Javier Albizu, 17 Febrero, 2021
Si con el sorpresivo descubrimiento referente a Rogani adelantaba asuntos relacionados con una campaña posterior (que nunca llegaría a jugarse), otro evento que no soy capaz de ubicar en el tiempo hacía lo mismo con otra. Con otra campaña cuyo nombre también conocían. Otra que nunca llegaría a ser jugada. Aquella a la que había dado en llamar “El imperio contraataca”.
Lo que ya no sé es lo cerca o lejos que se encontraban los jugadores de adivinar de qué hablaba cuando mencionaba aquello. Bueno, lo cierto es que tampoco sé si se formulaban preguntas cada vez que bromeaba con este título, o si asumían que estaba relacionado con lo que acababa de pasar.

Porque, claro, en el pasado de Daegon habían existido múltiples imperios. Es más, durante “La campaña del anillo”, Kendall quería instaurar un “Nuevo imperio ailanu”.
La cosa es que aquello no estaba relacionado con nada de lo que habían presenciado hasta el momento.

Bueno, miento un poco. Estaba relacionado con la historia que había creado tiempo atrás para el trasfondo de Décimus Manlius Mesala. Una relación, y unas tramas, que no existían en mi mente cuando me puse a definir aquellos sucesos.

El adelanto a aquella campaña vino bajo la fórmula de un inter-módulo. Una aventura en la que únicamente participó uno de los personajes del grupo.
La lógica dictaría que esta tuviese lugar en el “interín” de medio año que los jugadores pasaron escondiéndose… pero no tengo el recuerdo de que transcurriese demasiado tiempo en el mundo real entre el final de una campaña y el inicio de la siguiente.

Sea como fuese, y como no podía ser de otra manera, se producía un nuevo descubrimiento sorpresivo. Aunque, eso sí, este no se produciría hasta los últimos momentos de aquella aventura.

Quintus era informado acerca del paradero de Daria Lenser, la espía naltoriana cuya “salida del armario” había causado el deshonroso exilio de su difunto hermano.

Dado que ambos hermanos y su familia estaban relacionados con la Iglesia Tayshari (herencia de los tiempos del RQ y sus iniciados), sus pasos habían sido seguidos por otros fieles. Por individuos que buscaban algún tipo de retribución por el mal nombre que aquello había acarreado a la orden a la que había pertenecido (o, al menos, aquello era lo que le vendían a Quintus)

Armado únicamente con esta información y su justa ira, el hermano vengador se dirigía a territorio enemigo. A Naltor, la nación vecina a su patria. A un lugar en la que un iniciado de cualquier religión no era mirado con buenos ojos (y los menetianos aún menos).

Llegaba, esperaba a que aquella víbora traicionera abandonase la mansión de su protector, y se disponía a darle muerte de manera dramática. Porque él era alguien honorable. Alguien que no mataría a nadie a traición o mientras dormía.

Se infiltraba sigilosamente, despertaba a su víctima y le hacía una oferta que, de acuerdo a sus criterios, ella no podría rechazar. Le pedía que se defendiese. Para su sorpresa, aquella era una oferta a la que su adversaria amablemente respondida con un “no, gracias”. Una respuesta ante la que un hombre de honor no podía hacer gran cosa. Aquel fue un “gatillazo” que terminaba desembocando en una conversación que trastocaría la visión de aquel hombre devoto y moral sobre la organización a la que siempre había servido.

Porque Daria Lenser era una espía, sí, pero era una agente doble. Era una espía menetiana que había sido enviada a Naltor. Una que Naltor había enviado de vuelta a Menetia para que realizase aquella misma labor. Una a la que le habían pedido que se desvelase para poder volver a su misión original. Un descubrimiento que, para su desgracia, tuvo lugar cuando Décimus la presentaba en sociedad mientras le tiraba los trastos.

Pero, claro, el mundo del espionaje no es uno de certidumbres sino uno de sospechas. Alguna que otra imprecisión en sus informes habían hecho sospechar a sus patrones. No estaban seguros de para quién trabajaba y, no sólo la labor que llevaba a cabo llevaba mucho tiempo siendo poco satisfactoria, sino que sospechaban que sabía demasiado como para dejarla sin más como un cabo suelto. Quintus no era la primera persona que enviaban para acabar con ella. En el eterno ciclo de “acción / reacción”, aquello había sido algo que había hecho que una chica lista como Daria se arrimase al poder enemigo. Una decisión que sólo servía para acrecentar las sospechas (y la urgencia) de sus antiguos jefes.

Por otro lado, Quintus no era alguien tan competente como sus predecesores. Daria sabía perfectamente quién era, en qué momento había entrado en sus dominios, cuál era su propósito más probable y cómo tratar con él. Se dejó seguir y confió en su instinto a la hora de juzgar el carácter de las personas. Una jugada arriesgada que le salió bien.

Con esto, Quintus descubría que la deshonra de su familia era culpa de la iglesia. De las luchas internas, y de planes dentro de planes. La persona que le había contactado no era un cualquiera, sino el líder de una orden cuya existencia, hasta aquel momento, para él habían sido únicamente habladurías. Era el jefe de quienes hacían el trabajo sucio tanto a la iglesia como al Vim Ubar (el gobierno de la república.) Una orden a la que, ironías del destino, había pertenecido otro personaje suyo. Las Sombras de Shayka.

La madeja que llevaría hasta “El imperio contraataca” comenzaba a destejerse (aunque el jugador aún no era consciente de ello.) Porque el imperio que quería volver era el Menetiano. Aquella era una lucha que afectaba a la nación a todos los niveles. Que tocaba a cada una de sus organizaciones. Una en la que los jugadores tendrían que haber llegado a escoger bando.

Porque, por supuesto, había mucha gente chunga tirando de los hilos, pero también pensadores con las ideas muy claras y argumentos con mucha “verdad” y peso. Por otro lado, la chunguez no estaba únicamente en uno de los lados.
Al final nadie habría quedado contento y ninguna de las soluciones posibles (que eran bastantes más de dos) era perfecta. Pero así es la vida en sociedad.

Pero la cosa no pudo ser.
¿Quién sabe?
Dado que mi máxima es la de no escribir aventuras o campañas que se sitúen cronológicamente más allá del “momento inicial”, igual termino novelizando aquella historia.

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