Biografía daegonita XXXXXXVIII: La última campaña V

Por Javier Albizu, 24 Febrero, 2021
Llegamos al final de los preparativos. Hasta el momento justo anterior a la “gran bajona”. A un nuevo adelanto de lo que nunca se llegó a concretar.

Habíamos dejado a los jugadores disfrutando del escaso premio a su heroísmo. Esperando al fiestorro que consolidase sus títulos. Ahora tenían tierras (es un decir), tiempo y poca pasta. Terrenos que desescombrar. Decisiones que tomar. Cuestiones todas estas que se verían aderezadas con los ya clásicos imprevistos.

Leídos ahora estos eventos en el resumen, la verdad es que me da la impresión de que su presentación fue un poco atropellada. Una imagen que no cuadra con el recuerdo que conservo de las aventuras. Es posible que el problema venga por resumir en un par de párrafos lo que pudo suceder en cuatro o cinco aventuras, pero tampoco las tengo todas conmigo. Lo cierto es que no tengo muy claro cuánto tiempo transcurrió entre el primero de los sucesos y el segundo, o lo que pudo suceder entre medias, pero supongo que no sería nada especialmente relevante para el tema del que hemos venido a hablar aquí.

Los dos eventos a los que me refiero están relacionados con la campaña que habría seguido a “Las guerras clon”, “El imperio contraataca” y, posiblemente, alguna más que habría llegado más adelante. Estamos hablando de planes a cosa de cuatro o cinco años vista. Lo ideal para unos jugadores que, con suerte, jugaban en Daegon una vez al mes.

Mientras se llevaba a cabo las tareas de retirada de escombros de las ruinas en las que se encontraban los dominios de Tiermonder, se producía el tropo de "señor, será mejor que le eche un vistazo a esto" plasmado de acuerdo a las máximas del manual de clichés. Los operarios encontraban algo… inesperado. Un artefacto más viejo que aquellas ruinas. Uno que los técnicos no eran capaces de datar… pero que su nuevo propietario no estaba muy seguro de querer.

Porque la primera sorpresa que se encontraban los jugadores estaba lejos de ser una minucia. Aquello se parecía mucho a algo con lo que sus personajes se habían cruzado por primera vez cuando jugaron “Las mareas de Tisinyarma”. Era terriblemente similar a uno de los pilares que constituían las “Puertas de los Siete Reyes Dragón”.

Aquel era un concepto que había introducido mientras hablaba de los “Dragónidas”. Otro de esos ejercicios de retrocontinuidad que aproveché para hacer mientras describía el pasado que nunca antes había existido, pero que empezaba a aparecer hasta en la sopa (es lo que tiene el escribir de conceptos que te molan, que luego tienes urgencia por sacarlos).

Releo el párrafo en el que presentaba aquello y, aparte de las reminiscencias “Silmarilionescas”, veo también parece que los puntos y seguido me los cobraban a doblón (por no hablar de las tildes. Word, ¡yo confiaba en ti!).
Vaya tela.

“Pero Shat’red había contemplado en sus visiones la muerte de Yur’kahn, y a pesar de que era muy distinto que el, sintió simpatía y tristeza por el y su destino, así que hablo ante los presentes diciendo que debían construir una puerta entre todos los picos para que los hermanos pudieran estar juntos siempre, y acudir unos en ayuda de otros sin que la distancia lo impidiera, y que gracias a esta puerta los hijos de Lutnatar pudieran contemplar mejor lo que les sucedía a sus hermanos, y si sentían la necesidad podrían visitarlos y comprender así lo que ellos sentían por los seres que debían proteger, ya que solo con la vista nunca podrían llegar a entenderlo. Lo que también penso, aunque nunca lo diría Shat’red, es que gracias a esa puerta podría ayudar a sus lejanos hermanos cuando el enemigo lo atacara. Y estas palabras fueron del agrado de todos, y mientras Yur’kahn se unía a los viajeros hacia el quinto pico, sus hermanos comenzaron la construcción de la puerta, a la que llamarían Werek, la que une a los hermanos, pero que mas tarde seria conocida como Rakundareh, la portadora de desgracias.”

Como no podía ser de otra manera, los jugadores no tenían una idea muy clara de qué era aquello. Aquel desconocimiento no tenía tanto que ver con que no se hubiesen leído mis textos (que también), como con el hecho de que tampoco había sido un concepto en el que me hubiese explayado demasiado.

Para incidir en el “factor sorpresivo”, una vez que se juntaban los jugadores para investigarlo, Masamichi, como poseído, comenzaba a leer las inscripciones que había en aquel artefacto. En un claro caso de “acción y reacción”, aquello comenzaba a brillar. En otro claro caso de lo mismo, Tiermonder dejaba inconsciente a Masamichi antes de que terminase de leerlas. Eso es lo que aparece en la primera lección del manual del buen PJ.

Por ahí también hacía su aparición Shuikakuju para dar buenas noticias. Una vez que se había ido la ciudad volante de los ailán, se había detectado el uso de tecnología en la zona tras los últimos meses. Tecnología que no se correspondía a la de los ailanu (o al menos con la que se les conocía).

Con esto, teníamos otra reaparición. Volvían también los Jo’Na’Ryum tras no saberse nada de ellos desde antes de “La Gran Campaña”.
Los jugadores (y un poco de ayuda extra) tomaban al asalto la base de su avanzadilla oculta en las montañas, pero uno de ellos lograba huir. Emosión, intriga, misterio.

Para tratar de averiguar… lo que fuese acerca de estos sucesos, los jugadores viajaban hasta Kaze. Hasta la nave y los científicos que permanecían allí tras haber regresado con ellos desde Namak. Si había Jo’Na’Ryum por las cercanías, lo más probable era que viniesen del mismo sitio. Ventajas de tener un tipo en el grupo (Quintus) que posee una espada capaz de abrir grietas en el espacio.

Aprovechando el viaje, también hablaban con Shet’graal sobre el pilar. Al fin y al cabo él era un dragónida. Era la fuente de información más fiable que tenían a mano.

Esto nos lleva hasta el segundo giro sorpresivo (que no eran los Jo’Na’Ryum). Tras la “posesión y lectura” de Masamichi, los sensores de la nave habían detectado una actividad extraña en Kaze. Una actividad que se había intensificado tras la llegada de los jugadores.

Sepultado bajo el hielo. En una estructura anterior incluso a la de “El Anillo”, encontraban un libro. Un tomaco más grande que todos ellos. Aquella era la fuente de la actividad que habían detectado. El libro no se podría abrir, y no era un problema de peso. Había algún tipo de campo de fuerza protegiéndolo. Un campo de fuerza que era destruido por otro tipo que parecía poseído. Quintus fallaba una tirada e invocaba a Yanagroth. Su espada ¿o igual no era Yanagroth? Se hacía con el control y golpeaba el campo de fuerza y este se desvanecía. Desventajas de que uno de los jugadores tenga una espada que sirve para comunicar distintos puntos en el espacio.

Muy bien ¿y ahora qué hacemos nosotros con esto?

PUM.
LOST.
Títulos de crédito.

Continuará… en unos años (pero por otros derroteros, que esto era sólo el “teaser trailer”)

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