Biografía rolera XVI: Jugando a ser editores I

Por Javier Albizu, 2 Enero, 2019
Canta los bardos que llegó el día en el que alguien se le preguntó ¿Por qué no aportamos nuestro pequeño grano de arena a esto del rol?.
Y no sólo se le ocurrió, sino que presentó y defendió esta idea ante el resto de socios de Mordor.
Y no sólo la presentó y defendió sino que, quiso el hado que lograse su objetivo. Consiguió que una magna obra viese la luz del día.
Corría una fecha indeterminada del año noventa y tres y nacía “El Mercenario”1; El fanzine independiente que sólo se vende por dinero.

Como de costumbre, sólo puedo hablar mayormente de oídas. Todo aquello nacía de la mente de los universitarios del club, así que no tengo el detalle concreto acerca de cómo se fraguó el proyecto (aunque puedo deducir que tanto la cafetería como el CIS de la UPNA tuvieron un papel destacado en aquellas deliberaciones).

Como digo, por más que aún conservo la relación con todos los implicados, mi conocimiento sobre los detalles es escaso. La entretelas y los detalles de cómo se logró sacar aquello adelante se me escapan y no he conseguido recopilar los detalles que me habría gustado presentar aquí.

Dado lo exiguo de la cuota mensual que pagábamos, es muy posible que las subvenciones que se habían conseguido del ayuntamiento, y que nos habían ayudado a ir alimentando los armarios del club, ayudasen a sufragar aquello. Esto, sumado a la publicidad que pagó alguna que otra tienda de la ciudad (hoy ya largo tiempo desaparecidas) y a las ganas de hacer cosas de unos cuantos, logró que la cosa lograse atravesar el territorio de lo conceptual.

Mi colaboración no fue gran cosa; una aventura para Ravenloft en el primer número y otra para RuneQuest para el quinto. Como no podía ser de otra manera, también ofrecí el material que tenía escrito para Daegon para su publicación, pero ni el espacio, ni la periodicidad ni, para qué negarlo, la calidad de mis textos eran adecuados.

Tanto es así que las primera de las aventuras mías que se publicaron fue totalmente reescrita por uno de los miembros de la redacción mientras que, la segunda, fue directamente escrita por otra persona al tiempo que yo le detallaba en qué consistía.
Lo curioso de esta segunda aventura es que la dirigí tres veces antes de que se publicase y, en cada una de aquellas ocasiones, lo hice en una ambientación y con un reglamento distintos; AD&D (en Ravenloft), Warhammer y RuneQuest (en Daegon), con lo que tenía que andar adaptando las capacidades y acciones del antagonista para que se adaptasen al sistema mágico de cada uno de ellos.

Aún conservo las hojas garabateadas que escribí para la primera de ellas. En aquellos tiempo carecía de un ordenador con procesador de textos, así que se puede apreciar en todo su horror mis notorias afrentas contra la lengua española acompañada por las anotaciones con boli rojo de todas mis atrocidades lingüísticas. Tenía intención de escanearlas y subirlas hoy para no cejar en mi humillación, pero al final no ha podido ser por motivos de tiempo. Supongo que antes o después terminarán apareciendo por aquí.

En aquel mismo año noventa y tres, más concretamente coincidiendo con San Fermín, comencé a prepararme para cambiar de puesto en la empresa familiar. Abandonaba el taller y pasaba a la sección de venta de sintetizadores e informática para ordenador. Esto carecería de relevancia en este relato de no ser por un pequeño detalle.
Antes de dar aquel salto me enviaron una semana a Barcelona a hacer un curso. Una semana en Barcelona en la que iba a tener mucho tiempo libre. No conocía a nadie allí, pero sí que tenía un mapa de la ciudad y las direcciones de unas cuantas tiendas. Así pues, ni corto ni perezoso, tracé en aquel mapa la ruta de tiendas que quería conocer y, ya puesto, me puse a hacer labores de comercial en la ciudad condal.
El señor Alejo Cuervo, como quien no quiere la cosa, encargó cincuenta ejemplares, mientras que la gente de Central de Jocs pidió una cantidad algo más modesta; diez.

Y más o menos esa vendría a ser toda mi aportación. Por suerte yo no era el único colaborador. Aún así, y pese a lo que pueda parecer leyendo los créditos, no había tantos como podía parecer.

La gente hacía colaboraciones con nombre propio y pseudónimo. Ya fuese escribiendo, dibujando o maquetando, en un mismo número podía aparecer gente acreditada con tres nombres diferentes. Algunos de ellos también se iban a teléfonos de pago para hacer labores comerciales, ya fuese tratar de venderlo a tiendas o contratar publicidad.

Dentro de los hitos que recuerdo podría citar como relevantes dos de ellos. Relevantes por diferentes razones.
El primer número nació con polémica incluida con el artículo “Si es demasiado caro, róbalo”, algo que fue interpretado de forma literal la gente de una tienda de Madrid.
Por otro lado, uno de los primeros números ganó el premio “LIDER- Joc” al mejor fanzine de rol el año noventa y cuatro, algo que nos pilló a todos totalmente por sorpresa.

Al final aquello duró cinco números, cuanta la leyenda que porque uno de los socios del club vaticinó que jamás llegaríamos a aquel número, y luego desapareció. La gente iba llegando a la vida adulta y todo aquello siempre acarrea otra serie de trabajos añadidos.

Un tiempo después de aquello, a finales del noventa y seis, y tras una larga charla en el portal de casa de mis padres con un amigo, él y yo, decidimos tratar de dar nueva vida al viejo Mercenario.
Presenté la idea en el club y esta pareció ser recibida por agrado, pero la cosa no llegó a buen término. Una de las condiciones que puse para tratar de mover aquello era un mínimo de cinco personas comprometiéndose a hacer la parte del trabajo desagradable. Aquel cupo se logró y, para antes de que venciese el plazo que habíamos marcado, teníamos ya material más que suficiente como para sacar un primer numero.
Pero ahí terminó todo. Cuando convoqué la primera reunión para asignar tareas y decidir qué material sería publicado en aquel primer número, no apareció nadie. Lo recuerdo como si fuese hoy. Era un domingo a la mañana y espere en la puerta de la casa de la juventud durante tres horas antes de desistir.

En aquel momento desligué del proyecto. Sabía que podíamos sacar aquel primer numero, pero también veía claro que aquello no tenía futuro a no ser que me dedicase a perseguir a todo el mundo. Algo que no estaba dispuesto a hacer.
Mi amigo trató de convencerme de que aquello no era significativo, pero ni él me convenció para cambiar de idea, ni yo le convencí a él. Trató de seguir con aquello él como impulsor principal, pero lo que yo me temía se confirmó como una triste verdad y aquel número jamás llegó a salir.

Aún conservo en el disco duro los contenidos que habrían ido en aquel número. Archivos en crudo y sin maquetar que algún día compartiré por aquí.

Después de aquello el Mercenario volvería a resurgir de sus cenizas una vez más, esta vez en formato digital3.
En aquella ocasión no sólo volvía “El Mercenario”, sino que lo hacía acompañado de alguien de noble cuna4, pero en aquel proyecto la participación de la gente de Mordor fue mucho menor.

Y esta es la historia de nuestras primeras andanzas editoriales. Después de aquello habría otras, pero esa es ya otra historia que será contada en otro momento.

Enlaces:

1. El Mercenario

2. Alejo Cuervo

3. Sir Roger Mercenario

4. Sir Roger
- Primera época
- Segunda época

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