Biografía rolera XXVI: Rompiendo fronteras

Por Javier Albizu, 22 Mayo, 2019
Poco a poco vamos avanzando en el tiempo y llegamos hasta el año noventa y siete. Hasta el año en el que se produjeron los primeros movimientos que harían que la manera en la que afrontaba dos de mis aficiones cambiasen.

Por un lado (re)descubrí el mundo de la emulación gracias al Multi Gauntlet Emulator de Neil Corlett1, por otro, tuvieron lugar los “Días de juego” en Madrid. Las primeras jornadas en las que quedé en persona con alguien a quien no conocía.

Estos eventos se encuentran tan cercanos en el tiempo que el descubrimiento del primero llegó la misma tarde en la que tenía previsto acudir hacia el segundo y, fue tal su impacto, que estuve tentado de no ir a Madrid. Pero ya tenía el billete y no iba a ir solo, así que final y, afortunadamente, se impuso la cordura.

Del tema de los emuladores ya hablé hace unos años2 poco antes de dejar en pausa mi “Biografía computeril”, así que dejaremos los detalles de aquello para cuando retome la sección de aquí al lado. Porque aquí hemos venido a hablar de lo que hemos venido a hablar.

Así pues, volviendo al tema del rol, diremos que aquel viaje fue… peculiar. Y lo fue por diversas razones.

El señor FChava y yo no íbamos directamente hasta Madrid, sino que nuestros billetes nos llevaban hasta Zaragoza. Allí nos recogería el señor Z para llevarnos hasta La Almunia donde dormiríamos. Tras madrugar al día siguiente, los tres salimos en el Ford Fiesta de matrícula Hitleriana hacia la capital.

En aquel viaje, entre bostezos, canciones de Carlos Mejia Godoy y los de Palacagüina y el Casiotone de Leonard Cohen, descubrí que todos los caminos llevan a Garrapinillos, que Madrid no está tan lejos cuando estás en buena compañía y que la carretera y un grupo recudido de individuos es el escenario ideal para conocer un poco más a esas personas.

Una vez en Madrid nos juntamos con el resto para dirigirnos hasta las jornadas. Unas jornadas pequeñas en comparación a las que habíamos asistido en Barcelona. Organizadas por los clubes en lugar de por editoriales y alojada en un local del ayuntamiento que venía a ser una versión con esteroides de nuestra casa de la juventud. Pero el grupo no duró mucho tiempo junto.

Los más wargameros del grupo se fueron con gente que conocían de la capital a ver si club y a echar unas partidas. Por mi parte, más allá del hecho de que aquel plan no me motivase demasiado, al haber quedado con alguien en las jornadas para entregarle unas fotocopias y no saber a qué hora tenía intención de volver esta gente, no me pareció bien el faltar a aquella cita. Me quedé solo en las jornadas. Solo y rodeado de un montón de gente con la que no interactuar.

Por fortuna en aquellas jornadas realicé un descubrimiento sorpresa que hizo más soportable mi estancia y que me permitió evitar la interacción social. En una de sus salas proyectaban una de las películas de Itto Ogami3. Una copia en VHS de una de las historias que componen su saga en japonés con los subtítulos en inglés. Una proyección de la que disfruté en la más completa soledad de aquella sala.

Tras terminar la proyección me dirigí al lugar marcado con la X dentro de las jornadas, hasta el puesto de Kerykion en el que había quedado con el desconocido.
No apareció.

Pero entonces pasó lo impensable. Mientras trataba de decidir qué hacer con aquella bolsa de fotocopias que llevaba arrastrando todo el día, no sólo intercambié palabras, sino que inicié una conversación con una desconocida.

Ella era una participante de la lista de correo de rol y conocía al destinatario del paquete así que, mientras le preguntaba si le importaría guardar la bolsa hasta que llegase su destinatario, empezamos a hablar de su contenido y de otras cosa aledañas.

Me quedé hablando con ella hasta que las puertas de las jornadas cerraron y tuvimos que desalojar el lugar, pero la conversación no terminó ahí.

Al volver a Pamplona pasaron varias cosas. Por un lado, comenzó de forma definitiva mi historia de ardiente y pasional amor con la emulación. Por otro, compré un VHS de cuatro cabezales para poder ver películas compradas en Estados Unidos y realicé mi primer pedido a Amazon; Yojimo y Zatoichi meets Yojimbo. Nacía otro de mis grandes amores.
Pero estos dos son temas cuya materias será explorada en otros lugares.

Porque otra de las cosas que dieron comienzo tras mi regreso a casa fue el inicio de mi relación epistolar con aquella chica y su marido. Una relación que aún perdura a día de hoy.

La siguiente vez que fui de incursión a Barcelona, de donde son ambos, quedé con ellos para comer y, al año siguiente, coincidí varios días con ambos y gente de su cuadrilla en la primera edición de las jornadas de rol que montó la gente de la lista de correo; las jornadas Esencia que se celebraron en la ciudad cántabra de Astillero.

Después de aquello los viajes hasta Barcelona dejaron de ser incursiones, sino iba allí a estar con ellos y que me quedaba en su casa.

Después de aquello una gente de Bilbao montó un sábado gastronómico para aquellos miembros de la lista de correo que quisiesen apuntarse. Nosotros respondimos poco después con otra convocatoria similar en Pamplona en la que terminó apareciendo gente de Asturias, Zaragoza, Barcelona y Bilbao.

Todos los horizontes se expandían y viajar se convirtió en otra cosa. Se convirtió en un medio para pasar más tiempo con toda aquella gente. Con ellos y con la gente de mi entorno que se ha ido yendo de Pamplona por motivos laborales.

Con todo aquello inicié un camino que no he dejado de recorrer. A día de hoy Madrid, Santander y Barcelona son lugares a los que busco cualquier excusa para ir. Localizaciones en las que sé que tendré buena compañía de manera independiente a los eventos que tengan lugar en la cercanía.

Quizás todo esto hubiese podido suceder de otra manera. Quizás podría haber conocido a esta gente antes, quizás todo aquello podría haber surgido como consecuencia de cualquier otro ignitor, de haber actuado de otra manera en infinidad de ocasiones, pero eso es algo irrelevante. No tiene sentido plantearse lo que podría haber pasado de haber tomado otro camino.

Por no dejar tiradas a dos personas decidí coger aquel autobús a Zaragoza. Por mi desafección hacia los juegos de guerra decidí quedarme solo en aquellas jornadas. Por fortuna el desconocido no apareció y dio comienzo el proceso de conocer a otras personas.

Y mi vida es un poco mejor gracias a todo eso.

Enlaces:

1. El MGE de Neill Corlett

2. Biografía computeril: PCverso XX (Échale la culpa al Diablo)

3. El lobo solitario y su cachorro

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