Palabras desde otro mundo

Que manía tiene la gente con el trópico. Con el calor que debe de hacer allí.

Estoy hasta las narices.
Que si los unos no aguantan a los otros.
Que si a los otros no les gusta que los unos hablen en raro.
Que si a los de más allá les repatear que los de nosedonde pidan yoquesé.
Que si los de nosedonde no aguantan a ninguno de los demás.
Que si yo soy más guapo.
Que si yo la tengo más grande.
Que si la mía es más gorda.
Que si tú eres tonto.
Que si mi ancestro le daba sopas con honda al tuyo.

Casi un mes sin poner nada por aquí. Si llego a soltar antes por estos lugares la perorata de la disciplina y todas esas cosas chachiguachis, seudo trascendentales y cuasi profundas, no creo que hubiese actualizado antes, pero al menos no hubiese quedado tan cantoso.
Existen más niveles de percepción, más maneras de percibir e interactuar con nuestro entorno, que los que alcanzan a discernir esos cinco que supuestamente poseemos. La cosa estaría más cerca de la intuición, aunque tampoco es exactamente eso, que del séptimo sentido, o cosmos, que llegaban a alcanzar los caballeros del zodiaco, o de poderes chungos y metafísico-filosóficos que puedan aparecer en películas, comics o libros.
Estamos rodeados por “cosas” que no llegamos a percibir, por lo tanto estamos más lejos aún de llegarlas a comprender o definir.
Que sí, que vale. Que hay muchos colorines en el mundo y una muy alta concentración de grises, tonalidades y degradados. Pero al final, cuando toca decidir, en el momento anterior a pasar a la acción, solo hay dos opciones: Sí o no.
Así de sencillo. Las decisiones son en blanco y negro. El “casi” es un claro “No”, lo mismo que el “Igual” o el “Es posible”. Hay ámbitos en los que un “no” es un éxito, otros en los que lo es un “sí” y otras, muchas otras, en las que ninguna de las dos nos merece la pena.
Pero hay que elegir, no queda otra elección.
La verdad es que cuesta, y mucho.
Pero si quieres conseguir algo. Conseguirlo de verdad (vamos, obtenerlo y conservarlo) no queda más remedio que recurrir a la disciplina.
(Sí, hoy toca columna de Perogrullo)

Y ¿que queréis que os diga?
Pues la verdad es e que bien poco, que es un peñazo.

Hace unas semanas, viendo la serie Studio 60 (otra gran serie del gran Aaron Sorkin) uno de los personajes realizó una de esas afirmaciones con las que no estoy para nada de acuerdo.
Sí, lo reconozco.

- El lunes… no… es demasiado duro… no quiero decirlo.
- Venga, ánimo, que tú puedes hacerlo.
- Esque… ¿que pensarán de mí?
- ¿Quienes?
- ¿Como que quienes?... “ellos”
- Es verdad… ¿Que dirán “ellos”? Tienes una imagen que mantener. Una reputación que mantener.
- Veo que lo entiendes.
- ¿Pero tú te escuchas?
- No. No estoy verbalizando lo que escribo.
- Prueba a hacerlo.
- No quiero, me sentiría ridículo.
- Pues vuelve a leerlo y me cuentas.
- …
- ¿Y bien?

Esto de la motivación y la confianza en uno mismo es como la bolsa. Tan pronto está en alza y parece el valor más seguro del mundo, como se va al traste sin razón aparente y te vuelves a quedar a dos velas.

La cosa es que, sí, he vuelto (vuelto a otro de mis eternos proyectos postergados) Y es que yo no aprendo.

Y como colofón a la trilogía comunicativa que ha tocado estos días:

Farfullar.
(De farfulla).
1. tr. coloq. Hablar muy de prisa y atropelladamente.
2. tr. coloq. Hacer algo con tropelía y confusión

No. Esta columna tampoco va sobre mí.

La lengua que hablo no es lo que me define. El lugar en el que he nacido no marca quien he sido, soy o seré. El pasado no será quien marque mi camino.
No negare que estos elementos son condicionantes de quien voy siendo. Algunos de ellos guías, otros meros elementos accesorios y prescindibles.