Biografía rolera III: Vida, muerte, azar y amistad

Biografía rolera III: Vida, muerte, azar y amistad
Pongámonos en situación.
Habíamos terminado la anterior entrada sentados alrededor de la mesa y mi sensación de incomodidad se hacía cada vez más aguda. Siento una indiferencia generalizada hacia los juegos de azar sin importar su género, mecánicas o complejidad. Los objetivos que marcan sus reglamentos me resultan del todo irrelevantes. Ganar una partida no me aporta absolutamente nada a nivel personal, y esto es algo que va desde el parchís hasta el Advanced Squad Leader, pasando por las cartas o las miniaturas.

Y frente a mi tenía dados. Dados que iban ligados a aquellas reglas que no era capaz de interiorizar al vuelo. Aquello no era una buena señal.

De todas formas, tendía que haberlo visto venir. Habíamos quedado para participar en algo llamado “Juego” de rol, así que era más que obvio que la parte del azar y las reglas era algo implícito en su práctica.

Tampoco me sentía cómodo con la idea de apuntar cosas en una hoja. Me recordaba al colegio y los exámenes. ¿Lo estaba haciendo bien? ¿Me preguntarían más adelante cosas que no sabía y tendría que haber apuntado?. Ni siquiera soy capaz de pronunciar correctamente todas las palabras que aparecen en la parte superior de mi hoja de personaje: La llamada de Cthulhu.

Hay que pensar, al menos en eso no tengo demasiado problema aunque, al igual que me pasa con los juegos de azar, no termina de entender qué me aporta el resolver el misterio. También tengo que interactuar con los demás. Hablar con desconocidos y compartir con ellos mis deducciones. Seguro que lo hago mal. Seguro que quedo como un imbécil y no digo lo que se supone que debo decir. Así pues, me quedo en un segundo plano y me limito a observar y escuchar. Respondo únicamente a la interpelación directa, y siempre lo hago con vaguedades.

Y la tarde avanza hasta que alguien me manda a la biblioteca. Allí alguien se ofrece a darme información acerca de lo que estoy investigando, pero tiene que ser fuera de ese lugar.
¿Qué hacer?
¿Me puedo fiar de este tipo a quien no soy capaz de visualizar?
¿Pido que me lo describan mejor?

Las posibilidades son infinitas y entro en pánico. Incapaz de decidir el curso de acción. Miro a los demás en busca de pistas o indicios, pero no soy capaz de discernir nada. Ojeo la hoja de personaje y veo que tengo una pistola. Le digo al director que la saco discretamente y le digo a ese tipo que me lo va a contar todo ahora.

El director tira los dados y dice que uno de los usuarios de la biblioteca ve mi pistola y grita. El resto de abalanzan sobre mi y me matan.
Finaliza de la aventura para mi, y es un alivio.

El misterio se resuelve y llega el momento post-partida. Continúo en mi segundo plano a la espera de que se vayan todos, pero alguien dice algo que llama mi atención. Alguien habla acerca de algo que me gusta y entro en la conversación.
Descubro que tienen cosas en común conmigo. No sólo hablan de relatos de Lovecraft, cuyo nombre he escuchado por primera vez esa tarde, sino que también les gustan los tebeos, los vídeo juegos, el cine y las mismas series que veo en televisión.
La incomodidad se desvanece y, cuando dicen de quedar otro día, digo que sí sin dudarlo.

Siguiente partida. Unos cultistas me rodean en medio del bosque.
Uno de mis amigos dice:
- Lanzo mi canana repleta de granadas hacia los cultistas.
- Esta es la situación - describe el director de juego - ¿Hacia dónde apuntas más o menos?
- Al centro.
- Ahí es donde está el personaje de Javi.
- Ahí es donde voy a afectar a más cultistas.

Muerto de nuevo, esta vez por el fuego “amigo”, pero no importa. Sí, esta vez he estado más implicado en la aventura, pero lo que importa de verdad es lo de después.

Hablamos de los últimos tebeos que han salido y de que pronto estrenarán una película de Batman en el cine, de que pronto estrenarán otra película de Schwarzenegger en la que se va a Marte o del último juego sobre el que hemos leído en la MicroManía. Nos metemos con el ordenador del otro mientras alguien comenta que la peli marciana del Chuache está basada en algún libro que ha leído, o del Batman de Jim Starlin y Jim Aparo que publicaron el año pasado. Alguien dice que tiene por casa alguno de los números de Thor de Walter Simonson que salieron hace unos años.
Estoy donde quiero estar, estoy con quien quiero estar.
Estoy en casa.

Al final vamos dos veces al cine a ver Batman, y una a ver Desafía total. Intercambiamos tebeos y cuando quedamos para lo que sea hablamos de ellos, o de ordenadores, o de lo que haremos la siguiente vez que nos veamos.

Las partidas se espacian, pero eso no impide que quedemos. Aún así, mi inseguridad me impide llamarles más a menudo. No quiero ser un pelma, no quiero perderlos.
Es gente con la que he elegido estar. Son ¿me atreveré a decirlo?... amigos.
No conocidos, no compañeros de clase, no hijos de los amigos de mis padres, no otros amigos de mis hermanos. Trato de incluir en este grupo a aquellos compañeros de estudio con los que, a base de horas compartidas, he descubierto que tengo alguna leve afinidad, pero no tengo éxito en esta misión y, una vez que abandono los estudios pocos años después, apenas vuelvo a saber nada más de ellos.

Sí, el rol está bien. Es divertido, pero sin esta gente no tiene sentido. Con el tiempo me aportará más cosas. Despertará mi curiosidad por temas que antes no me llamaban la atención y, primero a través de su práctica, y después por un interés personal, me formaré en distintas áreas del conocimiento. A analizar y apreciar las historias desde otros puntos de vista.

Mirándolo en retrospectiva, veo que es muy probable la manera en la entiendo los juegos de rol, tanto cuando asumo el papel de jugador como en el de director, esté muy condicionada por el resultado de aquellas primeras aventuras que jugué.
Se suele decir que las primeras experiencias, por más irreflexivas que puedan ser, marcan de una manera especial. Así pues, aunque después de aquellas primeras muertes habría muchas más, asumiremos que estas fueron las piedras fundacionales.

Siempre he aceptado la muerte de los personajes como un resultado posible dentro de las variables que componen la ecuación de una aventura, y esto es así tanto en la práctica del rol como en la escritura.
Si bien este no el objetivo del juego, es una más de la infinidad de conclusiones que puede tener una aventura. Una a evitar, por supuesto, pero una que siempre he aceptado con la misma naturalidad que un final anticlimático, un continuará o una victoria.

Con el paso del tiempo, tanto el azar del que antes tanto renegaba, ya sea bajo la forma de los dados o de otras mecánicas, se me han mostrado como elementos imprescindibles dentro de las aventuras. Como generadores de emoción y tensión.
Eso sí, esto no ha cambiado el hecho de que los juegos de azar sigan sin interesarme lo más mínimo.

Pero estoy adelantando acontecimientos y esto no ha hecho más que empezar.

Javier Albizu