Daegon, mes VIII

Por Javier Albizu, 29 Septiembre, 2016
Y, ahora sí, hemos terminado con la Enciclopedia del tiempo. La versión parcial de la historia del mundo que han logrado desentrañar algunos de sus habitantes.
Han sido ciento once páginas y 63.884 palabras (muchas de ellas repetidas, todo sea dicho) de eventos a bloque y sin piedad para el incauto lector que se lance a ello. Cosa de doce milenios sin cortar ni adulterar. Vamos, que lo más probable es que resulte un peñazo. Soy consciente de ello.

Y ha sido muy duro. Han sido casi nueve meses extenuantes. No porque haya estado escribiendo sin parar, sino porque han sido nueve meses de búsqueda incesante de elementos, formas y eventos interesantes. Nueve meses de pensar si “algo parecido a esto mismo lo escribí ya hace unas semanas”. Nueve meses en los que mi capacidad de proceso mental mientras no estaba trabajando (y en los huecos dentro del trabajo) se dedicaba en exclusiva a pensar en nuevas historias, en llenar huecos, en “acordarme en cuanto llegue a casa de escribir esto que me acaba de pasar por la cabeza”.
Y, a pesar de todo, estoy convencido de que me he dejado cosas importantes y que me he repetido con temas banales que no aportan nada.
Quiero creer que esta ha sido la parte más dura de cuantas me van a tocar, pero no lo sabré a ciencia cierta hasta que me lance con la siguiente. De cualquier manera, por más que tengo una idea clara de varias de las culturas, y una algo más leve del resto, sé que detallar más de cuarenta civilizaciones diferentes van a ser todo un reto en sí mismo.
Aparte de eso, con lo que me ha costado esta parte, me parece que no voy a llegar a completar todo lo que quería antes de finales del año que viene si no subo mi media productiva.

Pero lo necesitaba. Necesitaba ir de lo general a lo particular. Necesitaba tener la visión global, conocer la relaciones entre las naciones para ir perfilando y detallando sus culturas. Saber por lo que han pasado, entender el camino que han recorrido para llegar a comprender cómo son a día de hoy.
Desconozco si este es el método natural a la hora de crear un mundo, pero es el que me resulta más natural a mi. Lo era hace veintitantos años y lo sigue siendo hoy.

Y sigo con miedo a cagarla. Pese a que no hay nada inamovible, pese a tener clara muchas cosas, pese a tener la guía base de la primera versión del documento, he ido cambiado de idea en otras a lo largo del camino. Me encantaría decir que todo estaba pensado desde el principio, que el universo y sus culturas estaban perfectamente acotados y detallados en mi cabeza desde antes de pulsar la primera tecla. Que, allá cuando los PCs aún tenían nomenclaturas puramente numéricas, había “un plan”.
Pero mentiría. Mentiría como un bellaco.

La sensación de ser un farsante es algo que no consigo quitarme de encima. La sensación de ser un hipócrita por no “tener” lo que pido a otros autores. Por más que sé que tal cosa es imposible (y contraproducente), la sensación sigue ahí.
Por más que yo tenga unas preferencias a este respecto, no importa si un texto empieza como algo improvisado o con una gran cantidad de trabajo previo. La intención inicial, por más noble, arriesgada o chabacana que sea, es irrelevante. Lo importante es conseguir el objetivo, lo relevante es la obra final.
Que resulte interesante, emotiva o coherente, que sea divertida, chocante o iluminadora. O que estés contento con el resultado, no siempre el objetivo tienen que ser los demás.

Pero si no consigues transmitir lo que querías, eso tampoco implica que el trabajo no haya servido para nada. Has recorrido un camino, has cometido unos errores de los que puedes aprender. Nunca olvides o escondas los errores, nunca niegues que los has cometido.

En mi caso, mis errores del pasado están colgados en la web. Por más vergüenza que me puedan llegar a dar los textos del pasado, espero haber aprendido algo de cada uno de ellos.
Hubo momentos, de nuevo remontándonos al siglo pasado, en los que quise renegar de ellos. En los que borré de la web y mi disco duro los archivos, en los que rompí los dibujos de mapas que contradecían la que quería que fuese la versión “oficial”, la buena, la que “tendría que haber sido desde el principio”.
Ahora me gustaría que siguiesen ahí. Ser capaz de reconstruir objetivamente todo el camino recorrido.
La memoria es traicionera, más aún con aquellas cosas de las que no nos sentimos orgullosos.

Pero estoy volviendo (una y otra vez) a terrenos harto explorados en entradas anteriores. ¿Qué le vamos a hacer?, me dibujaron así. Ese es un defecto que ya me venía de fábrica y la garantía hace tiempo que expiró.

En fin, espero que si alguien en una situación similar a la mía llega hasta aquí, estos textos le sirvan para algo. Si no le sirven, es libre de ignorarlos completamente, o hacer justo lo contrario. El objetivo de este “diario de desarrollo de Daegon” no deja de ser el de servir como ayuda a otros como yo.

Retomando el hilo.
¿Cómo puedo escribir algo que aún no sé si “es”? ¿Cómo cambiar algo que ya está escrito y “publicado” y, posiblemente, leído por alguien?
Has “mentido”, has dicho algo que no termina siendo cierto. Si alguien ha empezado a usarlo, le puedes estar haciendo la puñeta.
Y de nuevo, es duro. Todas las decisiones lo son. Pero, por más frustrante que pueda ser, en el fondo no deja de ser algo sencillo. Todo sigue basándose en lo mismo: Tomar decisiones y escribir.
Al final todo consiste en lo mismo, basta con elegir, empezar a pulsar teclas y, si se te ocurre algo mejor te das de collejas porque no se te había ocurrido antes, vuelves a empezar, corriges y reescribes confiando en que esta es la versión final (aunque en tu interior sepas que tal cosa no existe).
Fin. No hay más misterio.

Y escribiendo esto no dejo de sentirme reiterativo y redundante, porque estoy utilizando palabras y expresiones muy similares a estas en el otro documento que tengo abierto en otra instancia del procesador de textos.

Una vez terminada la cronología he ido a otra parte en la que siempre he tocado hueso. Responder la “Gran pregunta”: ¿Qué es Daegon?
Y Daegon es… es complicado. Y me he dado cuenta de que es más complicado el explicarlo sin hablar sobre mi.

Hace unos años, durante la anterior intentona de afrontar esta tarea, alguien escribió el único texto de critica sobre Daegon del que soy consciente (en un blog ya desaparecido, pero que sigue estando accesible gracias a archive.org).
La crítica es lo que es, tiene el tono que tiene y tampoco voy a entrar en mucho detalle. Lo que no le voy a negar es que, si bien hay puntos en las que no comparto el punto de vista de quien la escribía, otros de ellos sí que me parecen perfectamente válidos.

Tengo que suavizar el vector de entrada. Tengo que dar algo más “ligero” para empezar. Obviamente las morteradas de nombres de la cronología y las distintas edades son todo lo contrario que “fáciles y amistosas”.
Volviendo a lo que decía al principio, son necesarias (para mi el primero) pero tengo que dar algo un poco más digerible como punto de acceso, y en ello estamos.

Por supuesto, no será corto, no sé si me está quedando un poco pretencioso (me suele pasar cuando escribo sobre Daegon) y tampoco sé si esta segunda versión del ¿Qué es Daegon? será la definitiva, pero eso no lo sabré hasta que la escriba y reciba algún comentario al respecto.

Hasta que llegue ese momento, esto es lo que ha dado de sí el mes:

La edad moderna VI

Lo que ha subido el conteo del palabrómetro hasta estos valores:

Personajes: 427
Planetas: 12
Países: 136
Lugares : 343
Etnias: 40
Obras: 15
Panteones: 5
Organizaciones: 55
Título: 24
Conceptos: 7

Nos seguimos leyendo en unos días.

El contenido de este campo se mantiene privado y no se mostrará públicamente.

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.