Día “D” Hora “H”

No se si os acordareis.
Sí, todo aquello que dije el año pasado de escribir una serie de relatos, corregirlos y luego mandarlos a una editorial para ver si a algún editor, ejecutivo o loquesea despistado se le colaba entre las cosas que ponía en la bandeja de “publicables”.
Poseso, que hoy (a las 16:11 para ser más exactos) he mandado el paquete de marras (y leyendo el ticket de correos veo que me puede tocar una PSP si mando un mesemese a noseque número. Creo que voy a pasar de eso)
Bueno, la cosa es que ya está. Tampoco era tan difícil.
Pues ya te ha costado, os diréis.
Pues sí. Ya me ha costado.
Zapata y yo acabamos de corregir el último relato el día diecisiete de marzo, y después de eso lo registré.
El día siete de abril, escribí un primer borrador de la carta de presentación que he adjuntado con los relatos, y la envié a una serie de personas para que me diesen sus opiniones (y me respondieron prácticamente en el día)
Así que ¿Qué cojones he hecho durante este mes y pico?
Nada.
Que bien se esta haciendo nada.
Si es que soy un dejado.
Al fin y al cabo, el trabajo de verdad ya estaba hecho, sólo faltaba lo fácil, meterlo en un sobre y enviarlo.
¿Por qué he tardado tanto?
Pueeeees…
Vaya, no hay ninguna razón.
No es que tuviese miedo de lo que me puedan decir. Es más, tengo bastante claro que no me van a decir nada. Y es precisamente eso lo que creo que me ha hecho hacerme el remolón.
Total ¿para que hacerlo cuando (por mucho que te gustase que te den una respuesta, sea la que sea) en el fondo no esperas que te hagan ni puñetero caso?

También debo decir que escribir la carta de presentación es algo que me ha costado. No tanto en el terreno de saber que quería decir en ella (que también tiene su aquel) como en el adoptar la personalidad de alguien que no soy yo a la hora de expresarme.
Me explico.
Soy una persona muy insegura (supongo que los que me hayáis seguido os habréis dado cuenta) y como tal me expreso (en “supongo” del paréntesis anterior podría ser una muestra más de ello) Hay pocas cosas de las que diga “esto es así”, más bien suele ser “yo creo que esto es así”.
Pero claro, en una carta en la que pretendes “venderte” a alguien, no vas a decir “bueno, he intentado decir tal y cual cosa con los relatos” “mi intención era tal o cual”.
No.
Muy mal.
Lo que más me ha costado al escribir la carta es el asumir que he logrado lo que pretendía conseguir al escribir. Vamos, no es exactamente que tuviese que mentir, sino que tenía que afirmar (o dar unas altas cotas de certeza) algo que no depende de mí.
O lo que es lo mismo. Tenía que asumir que lo que he escrito le puede gustar a alguien, antes de que ese alguien me lo haya confirmado.
Y eso me hace sentir incomodo (no el que lo que yo escribo pueda gustar a alguien, sino el afirmar cosas de las que no tengo la completa certeza, o en las que creo con firmeza)

Porque, como ya decía en la columna de la semana pasada (y añadiendo un punto más en mi eterna charla sobre la subjetividad), el que lo que yo escriba guste o no, sea bueno o no, no depende sólo de mí (Veis, aquí no he puesto “supongo”, o “creo”. Esto es algo en lo que creo lo suficiente como para afirmarlo) sino de una serie de múltiples factores que escapan a mi control. Factores que tenía que obviar (cuando no ignorar directamente) para escribir la dichosa carta.

Así que la cosa estaba complicada. Tenía que escribir como si no fuera yo, pero quería ser yo quien lo escribiera y se reconociera en esas palabras y expresiones.

Y ya está.
Se acabó el seguir dándole vueltas.
Ahora a esperar dos meses y pico, y cuando haya pasado ese tiempo sin saber nada de los señores de planeta, empezar a mandarlo a otra gente,
Pero eso será otro día.