Remo: Desarmado y peligroso

Remo: Desarmado y peligrosoJohn Rambo era capaz de comer cosas que harían vomitar a las cabras. El amigo Chuck había rescatado a sus colegas de las manos del enemigo amarillo, y libraba a los buenos ciudadanos estadounidenses de los pérfidos invasores rusos y a base de patadas giratorias en la boca y bazokazos, se había impuesto sobre el código de silencio. Chuache le había mentido a un tipo al decirle que a él le mataría el último.
Jackie Chan hacía monerías y acrobacias en los locos de Cannonball, e impartía justicia a patada, acrobacia y pistola junto a Danny Aiello.
Los ochenta, cuna de los héroes de acción de verdad de la buena.
Eran los ochenta. Lo oriental estaba de moda. Las artes marciales estaban de moda.
- ¡Eh! – Pensaron los señores productores – ¡Vamos a hacer una serie que combine los gustos de la chavalería de hoy en día!
¿Cómo hacemos para crear un héroe de acción que aglutine todo lo que “mola”?
Veamos. Cogemos a un policía al que le han dado una paliza y dejado medio muerto. Lo declaramos oficialmente muerto, y le hacemos la cirugía estética para que nadie le reconozca y lo reclutamos por narices en nuestra ong-justiciero-secreta. Se lo llevamos a un chino (eh, que es Koreano. Que más da, si son todos iguales) para que le entrene en artes marciales. Y ala, a luchar contra los malos.
Sencillo, ¿no?
Resultado: Remo Williams: Desarmado y peligroso.
Venga. Seguro que los que visitabais los videoclubs cuando todavía se abastecían de cintas de video (¿Ahora que serán? ¿DVD clubs?) lo veríais en su momento por las estanterías.

Por lo que se ve (o por lo que se ve en su ficha de IMDB), la película se basó (o inspiro) en una serie de novelas de Warren Murphy y Richard Sapir sobre un personaje llamado The destroyer (esto ya me ha costado un poco mas encontrarlo) y fue dirigida por Guy Hamilton, director de alguna de las entregas fílmicas de amigo 007.
La película que no era tal, sino el capítulo piloto de una hipotética serie (como de costumbre, dependiendo de la aceptación del público) debió ser un batacazo comercial moderado y, como consecuencia, no hubo serie. Una autentica lastima.
Debo reconocer aquí mi debilidad personal por Fred Ward. El actor que interpretaba al personaje principal. Es un tipo que siempre me ha caído la mar de simpático.
Este hombre, secundario habitual de todo tipo de cine, convierte a Remo en un tipo la mar de normal. Nada del glamour o la parafernalia hipertecnificada del Bond. Remo es un tipo torpe, bocazas (a veces muy a su pesar), de una inteligencia y educación media (tirando hacia escasa) pero totalmente encantador (para todos aquellos que nos podemos sentir reflejados en él que somos muchos, no me seáis ahora resabidos).
El otro gran hito de esta historia es su entrenador: Chiun. El profesor de una arte marcial y filosofía koreana llamada (o al menos sonaba así) Sinanyu (que exista tal arte marcial ya es otro cantar, pero a mi con que lo diga Chiun me vale. Cualquiera se lo discute). Este anciano oriental bajito, de complexión debil, muy mala leche, un enorme complejo de superioridad (No deja de repetir: El koreano es la criatura más perfecta que ha dignado a la tierra con el contacto de su pie) y adicto a los culebrones convertirá al mediocre y escéptico (y americano) policía en una maquina de hacer daño. Le enseñará a esquivar balas (“Escuche el sonido de tus tendones mientras te disponías a apretar el gatillo”), a correr sobre el agua (o el cemento si es necesario) o a ser capaz de romper sólo con sus dedos materiales de lo mas diverso (aunque el amigo Remo no llegará a dominar, al menos durante la película, el arte de autosatisfacerse simplemente frotando su muñeca con la mano)

También hay una trama de armas defectuosas vendidas al ejército y alguna zarandaja más. Pero eso no es lo que importa (o al menos lo que me encanta de esta película).
Lo que pone a esta película por encima de muchas otras es la química entre alumno y maestro. Muchos de sus diálogos y coletillas han sido adoptados por más de un friki como parte de su léxico habitual. Pero sobre todo, lo que me encanta es que en ningún momento se toman demasiado en serio a si mismos. Saben que es una película de acción con toques humorísticos y actúan de manera consecuente con ello.
Nada de traumas. Ni caras largas. Ni “Que Chunga era la guerra”. Ni “Ni colega Johnny perdió una pierna por una mina”. Nada de eso.
Aquí hemos venido a divertirnos.
Pues eso. A pasarlo bien.

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