De acuerdo, lo cierto es que el año no es que tuviese especial relevancia para mí, pero las cosas cayeron cuando cayeron.
De acuerdo, lo cierto es que el año no es que tuviese especial relevancia para mí, pero las cosas cayeron cuando cayeron.
La lista de correo, pese a ser eliminada el año pasado, no sobrevivió a dos mil cinco. El último mensaje que llegó hasta ella; [daegon] Preludio a la grandeza IV Anotaciones, lo enviaba el nueve de septiembre. Vaya. Por poco no me ha tocado escribir esta entrada en su aniversario.
En fin. ¿Qué era “Preludio a la grandeza”?
Pues… era…
No sé muy bien lo que era.
Porque puede que “el resumen” terminase el año anterior, pero aún quedaban las noticas que conservo de aquellos días.
Noticas como esta:
Me encuentro con un documento que se llama “El despertar”. Este archivo no deja de ser un copia / pega del texto que había escrito cinco años antes hablando de los Dragónidas / Dragún Adai. Era eso… pero tenía una diferencia. No estaba metido entre el material de trasfondo de Daegon, sino entre los relatos.
Cuando llegamos a la nonagésima entrada de esta biografía parece que le hemos pillado el tino a esto de los números romanos. De todas formas, tampoco te confíes demasiado.
Para no variar demasiado, regresamos hasta “La última campaña” mientras se acerca cada vez más el final del resumen (el resumen de de las aventuras, se entiende, porque cuando termine con él aún quedará otra década más de avances y retrocesos a desglosar en esta turra).
Como ya advertía en entradas anteriores, hoy volvemos a alejarnos de “La última campaña”. Tras la presentación de la familia Ryudo en enero de dos mil cuatro, tuvieron que pasar cuatro meses más hasta que mis jugadores supiesen por dónde iba a seguir todo aquello. Las aventuras en Daegon tendrían que esperar un poco.
Bueno. Miento.
De acuerdo. Miento sólo a medias.
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