Beriain V (El maravilloso mundo del rol)

Cesar Viteri.
Lo cierto es que al principio era un tanto incordio. Venía a casa algunos sábados a la tarde (al principio con mi hermano, mas tarde, aunque no estuviera este). Se encerraba en una habitación, y se dedicaba a ordenar los comics mientras yo jugaba al ordenador.
Mas de un día le decía “Oye, que me voy”, y el respondía “Da igual, ya me quedo yo con esto”.
Lo cierto es que ante esta respuesta, no tenía muchas opciones. O le mandaba a paseo, o me aguantaba y me quedaba en casa (tonto que es uno, esto ultimo es lo que hacía).
Un día me dijo mi hermano, que Cesar le había dicho de jugar a rol, si yo sabía que era eso. Yo no tenía ni idea. En tiempos había visto la serie de dibujos de Dragones y Mazmorras, aunque ahí no recuerdo que se mencionara el rol. La única referencia que tenía al respecto, era de un capítulo de “El gran héroe americano”, en la que si que mencionaban algo, a pesar de que era una cosa un tanto rara que mezclaba juegos de ordenador, libros y una especie de gincana. No es que le hubiera hecho demasiado caso, aunque si que me pareció curioso. Para aquel entonces ya habían pasado por mis manos los libro juegos de “Dragones y Mazmorras”, “La maquina del tiempo” y “Elige tu propia aventura”, pero en aquel momento no los asocié con el rol.

No recuerdo si me invitaron a esa partida, o si pedí participar yo. Es posible que mi primera partida tuviese lugar tiempo después de aquello. Lo único que recuerdo es que la primera partida de rol que jugué, tubo lugar en casa de mis padres, y fue de “La llamada de Chtulhu”, arbitraba Cesar, creo que a parte de mi hermano y yo, estaban también Eduardo Gomez, Pablo y Eduardo Arregui y Michelena.
No es que fuese una gran partida, y me mataron de una manera un tanto estupida (en parte por mi actuación, en parte por una manera cuando menos curiosa de llevar Cesar a una turba).

La cosa es que no se me quedó demasiado mal sabor de boca, y cuando me dijeron de repetir, respondí que si. Nuevamente jugábamos a Chtulhu, y nuevamente los mismos jugadores, y nuevamente moría (esta vez, por una ristra de granadas arrojadas por Michelena cuando me rodeaban unos cultistas).

Pasaría un tiempo antes de que volviese a jugar (no porque no quisiera, sino porque no se hacían partidas tan a menudo), pero poco a poco mi relación con Cesar fue mejorando. Sobretodo hablábamos de comics y de juegos de ordenador (el también tenía un commodore).
Aunque alguna vez que fui a su casa me enseñó los juegos de rol que tenía, incluso me dejó fotocopiarme su “Dungeons and Dragons” en ingles.
Debió ser en el verano cuando volvimos a jugar.
Recuerdo que era un sábado a la tarde cuando Cesar llamó a mi hermano. Estábamos en la tienda (a pesar de que habíamos abierto hacía unas semanas la de la calle Asunción, todavía quedaban cosas por hacer), habíamos comido en “La Oca” (restaurante que quedaba al lado de la tienda, y cuyo lugar ocupa en la actualidad un banco), y después de comer, habíamos ido a la tienda para echar una mano. Al recibir la llamada, perdimos permiso a mi padre para largarnos, y nos fue concedido.
Fuimos corriendo hasta casa, nos duchamos a toda prisa, y cogimos el autobús para ir hasta un sitio al en el que nunca habíamos estado: La casa de la juventud.
Allí nos esperaba Cesar, que nos llevó hasta una de las salas en la que había mas gente. Aquel día no arbitraba Cesar, sino Eduardo Gomez, aunque de nuevo sería una partida de Chtulhu y conocería a un chaval un tanto raro que pasaba por ahí, y que no se como se había enterado de aquello: Alfredo Amátriain. Creo que también andaban por ahí Pedro Arnal y los “pesos pesados” Arturo, F, Pin y Joaquín Fuertes.
Por supuesto, aquel día también morí (en esta ocasión, tras escapar de un equipo de las fuerzas especiales, me pegaría un tiro un tendero), aunque creo recordar que aquel día no sobrevivió ninguno de los personajes. Aquel sería mi primer contacto con el Club Mordor. Y mi vida jamas volvería a ser la misma.

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