Beriain VI (Hay que ver lo que cunde un año)

Cuando empecé a pensar en lo que he ido escribiendo en estas columnas (las de mi paso por Beriain), no me dí cuenta de todo lo que había sucedido durante mi primer año allí pero, lo cierto es que, al parecer, fue un año de lo mas “intenso”.

A parte de todo lo contado en estas columnas, también comencé a trabajar a las tardes en la tienda (maravillas de la jornada intensiva en el colegio), primero en el taller de la de la vuelta del castillo, y tras la mudanza a la nueva, también en ella (recuerdo que la semana anterior a la apertura estuvimos trabajando todo el sábado y todo el domingo).
El año escolar no sería del todo desastroso (creo que “solo” suspendí cuatro), y descubrí lo propensos que eran los colegios a las huelgas (que bonito es que la gente esté tan concienciada), cosa esta desconocida para mi en las etapas pasadas en mis anteriores colegios.

El trabajo no me disgustaba (ya lo conocía de hacerlo otros años durante el verano). No trabajaba en la tienda propiamente, sino en el taller que estaba situado un par de portales a la derecha de esta.
Aquel sitio estaba bien, no era demasiado grande, pero tampoco es que estuviéramos muchos allí dentro (si no recuerdo mal, eramos generalmente tres, y cuando mas cuatro).
Básicamente hacía lo mismo que ahora (pata quien no lo sepa, montaje de bafles), solo que con herramientas distintas, mas “básicas”.
“Eran malos tiempos para la república” (lo siento, referencia friki obligada). No se si sabréis como se fabrica un bafle, así que trataré de explicároslo de manera breve.
El proceso es el siguiente, se coge un recinto de madera con orificios para introducir los conectores, el (o los) altavoz, se coge un material aislante para recubrir las paredes evitando vibraciones en el interior del recinto, se sujeta el altavoz y demás componentes y, finalmente se pone la rejilla, para proteger al altavoz (que al fin y al cabo es cartón) de golpes y similares.
Pues bien, tenemos el recinto, con sus fantabulosos agujeros. ¿Cual es el problema?, pues que estos no siempre eran del mismo tamaño, así que tocaba tirar de lima.
Después de esto, había que poner el aislante. Ahora usamos una variedad distinta y mas cómoda, pero por aquel entonces solo había el que se usaba en la construcción. Ese material amarillo pegado a un cartón que pica como un condenado, así que ya podéis imaginaros las maravillosas jornadas laborales, todo el día manipulando aquella porquería.
A continuación, tocaba sujetar el altavoz. Ahora tenemos taladros con batería, pero entonces había que tirar todo el tiempo de destornillador. Así que a los cayos provocados por la lima, había que sumar los provocados por el destornillador, ya que el agujero del tornillo se iba haciendo mientras lo iba apretando. Vamos, un trabajo de lo mas intelectual.

Pero como ya decía, la cosa no estaba mal, tenía mi pequeño escondite en aquella bajera, en el sobre piso en el guardábamos los altavoces y en el que ni siquiera podía estar de pié, y que cuando me aburría me dedicaba a ordenar en plan tetris.
Además, por aquel entonces la radio formula no se había establecido tanto (existían los eternos cuarenta principales, y los fines de semana solía escuchar el “American top twenty” en ingles sin enterarme muy bien de los que decían los presentadores, cosa que tampoco me parecía mala), y en radio tres echaban programas como “arroz tres delicias” y “caravana de hormigas” llenos de humor surrealista.
Curiosidad de curiosidades, unos años mas tarde, los presentadores de “arroz tres delicias”, serían los responsables de doblar y “adaptar” un programa que llegaría a ser un clásico para nosotros, el Humor amarillo de Tele cinco.

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