Biografía daegonita LXXVIII: La novela VIII

Por Javier Albizu, 5 Mayo, 2021
Adentrémonos en esta simulación de mi mente a los veintinueve años. Echemos un vistazo a ese Macroverso esquizoide1. Veamos lo que pudo pasar por él cuando se planteaba dar comienzo, de una puñetera vez, a la historia que se suponía que quería contar.

–Muy bien, hemos terminado el primer capítulo. Tenemos ya al elenco. No más micro historias. Toca desarrollar las cosas de otra manera. ¿Cómo voy a gestionar a tanta peña?
–Tomemos aire.
–Vaya, qué sorpresa, eso no ha servido para nada.
–¿Y, ahora, qué?
–¿Cuánto va a ocupar este segundo capítulo? ¿Hasta dónde va a llegar?
–Pues la verdad es que… ni idea.
–Pues… más micro historias.
–Ideaca.
–No. En serio. No empezaremos por el capítulo dos, sino que lo haremos un breve interludio.
–Oye… ¿por qué contentarse con uno? Hagamos tres.
–Vamos de ideaca en ideaca.
–Sí, hombre, algo que de la impresión de que teníamos algo parecido a un plan.
–Eso. Haz un paralelismo con la manera en la que has empezado. Tres interludios. Uno por cada niveles en los que se desarrolla la trama.
–Porque, técnicamente, se podría decir que lo que hemos escrito hasta ahora no era un capítulo, sino una introducción. Hasta el último momento no se explicaba de qué iba esto. Démosle un poco más de contexto al lector.
–Si. Más exposición. Más ondonadas de nombres, conceptos y palabros. Eso es lo que quiere siempre el lector.
–¡¡¡Eso!!!
–Creo que no has pillado el tono…
–¿Se te ocurre algo mejor?
–…
–¿Aún nada?
–En fin. Vamos a ello.

¿Los interludios eran una manera de ganar tiempo mientras se me ocurría cómo afrontar lo que seguía? Pues igual. No podría asegurarlo a ciencia cierta, pero seguro que algo de eso había.

El primer interludio era un desastre. El perfecto ejemplo de alguien que no sabe presentar a muchos personajes de golpe. Un “totum revolutum” de ideas mal esbozadas. De semillas mal plantadas. De descripciones mal integradas dentro de la narración.
Empezábamos donde lo habíamos dejado. En Beretear. Probablemente el mismo salón en el que había tenido lugar la reunión que ponía fin al capítulo anterior. Ahí teníamos una nueva reunión de pesos pesados. De gobernantes a través de los que trataba de presentar cómo se enfrentaban distintas culturas al mismo evento.

Teníamos a dos viejos conocidos montando el cotarro; Darus y Lag’Tsat. Junto a ellos algo viejo, algo nuevo, y algo prestado.

Vallamos por partes. Empecemos por lo viejo. Por la peña que ya había sido mencionada en algún momento de los textos anteriores.

Por allí andaban el “Heraldo del caos” y Menglaer Danishef. Respectivamente, gobernantes de Harst y Saliria. Dos individuos que habían aparecido en la cronología primigenia. Dos inmortales. Dos tipos que han cambiado mucho en las sucesivas revisiones.

Sin lugar a duda, el “Heraldo”, al que en aquellas líneas se hacía referencia por primera vez bajo el nombre de Sipskriel, es quien ha sufrido un mayor número de cambios.

Veamos.

Empezó siendo un caudillo bárbaro en los tiempos del “Gran Imperio Menetiano”. El sumo sacerdote de Devas Knode, uno de los hijos / aspectos de Ytach (El Caos / Cambio) en la antigua “Daegon divinizada”. Como tal, era el poseedor de un artefacto que le otorgaba gran poder (así como la inmortalidad).

Cuando llegábamos a esta historia ya había sufrido algún que otro cambio. En el “Daegon sin dioses”, sus poderes se los daba algo que podríamos clasificar como un “artefacto divino”, pero esto no no provenía de ningún dios. Bueno, todo depende de cómo lo mires. Desde un cierto punto de vista, se podría interpretar que aquel artefacto era un dios en sí mismo.

Devas Knode2 seguía siendo uno de los aspectos del cambio. Una de las abstracciones que se habían enfrentado / visto afectadas por la primera llegada del Destructor y su hueste. Un concepto que había sido “herido” y cuyos restos, al entrar en contacto con el plano físico, se habían transformado en “otra cosa”.

Por otro lado, el “Heraldo” que aparecía en aquella reunión no era primer individuo que ostentaba aquel título y aquel poder, sino el tercero. No sólo eso, también resultaba ser uno de los hijos de Darus (aunque su padre desconocía la identidad de quien se ocultaba detrás de aquella armadura).

Tiempo después, comencé a desarrollar el relato en el que se describía lo que había sucedido para llegar hasta aquella situación. Otra historia que no llegué a terminar.
En aquel relato se presentaba a los dos hijos inmortales, la hija mortal, y la primera esposa de Darus.
Uno de los hijos moría por culpa de su imprudencia. Darus no podía hacer nada porque aquello habría supuesto comenzar una guerra y mucha más muerte. Su otro hijo le echaba la culpa de lo ocurrido y se iba. Su esposa le abandonaba con estas palabras:

–Puedo comprender y compartir la de decisión del gobernante. Puedo sentir compasión por el hombre. Pero jamás podré perdonar al padre.

La única familia que le quedaba a Darus era su hija. Una hija mortal que no le sobreviviría. Con esto cerraba el círculo que se abría cuando presenté a Darus en la primera aventura en la que aparecía. Explicaba el porqué de su “cansancio”.
Melodrama, es mi síndrome.

Pero no era suficiente. Aquello volvió a cambiar una vez más tiempo después.

El hijo moría, el hermano iba a vengarle y moría también, la esposa y la hija le abandonaba. La hija se terminaba convirtiendo en el tercer Sipskriel. Primero odiaba a su padre y trataba de demostrar que sus decisiones habían sido equivocadas. Después aprendía que, a la hora de gobernar, no había decisiones sencillas. Al final se limitaba a tratar de gobernar buscando un equilibrio a la hora de ejercer el poder. Trataba de evitar que este le corrompiera o le impidiese ver el punto de vista del resto.

En esta última revisión, la figura de cualquiera de los tres Sipskriel ya no es conocida como la del “Heraldo del caos”, ni tiene la apariencia Gamesworkshopera que tenía inicialmente. Era conocido por otros apelativos menos… agresivos, o con unas connotaciones menos negativas. Pasaba a ser referido como “El heraldo del nuevo orden” o “El avatar del cambio”.
El artefacto no sólo le daba un gran poder, sino que también le permitía cambiar de forma. Aunque ante sus súbditos siempre tenía el mismo aspecto, había sido tanto hombre como mujer. Tanto niña como anciano. Tenía una perspectiva única del mundo.
Por supuesto, se había equivocado muchas veces. En ocasiones con buena intención, en ocasiones por ira o prejuicios infundados. Distaba mucho de ser perfecta, pero también de ser una mala persona o una tirana.

Pero, en el tiempo de la novela, seguíamos con la versión 2.0 de Sipskriel. Una versión, todo sea dicho, muy poco desarrollada. Seguía siendo el hijo de Darus. Seguía enfadado con su padre más de un milenio después de lo sucedido. Seguía siendo un poco bruto, aunque no una mala persona. Seguía pareciendo un guerrero del caos de Warhammer.

Por otro lado, teníamos a Danishef3. Este ha cambiado menos, aunque tampoco se ha librado.

Para empezar, en su última encarnación no es un hombre sino una mujer. Nacía como Mavra Daniseva.
Por lo demás, y descartando el hecho que que ya no podía ser un “hechicero” como había sido planteado el original, el resto de su historia continuaba siendo básicamente igual. Esto es:
Tiene paquete a la religión organizada.
Acabó hasta el gorro de que montasen cruzadas contras ella, y se largó.
Ha estado durante mucho tiempo en la tierra de los sueños (algo no tan agradable como suena a priori)
Ha regresado en tiempos recientes y vuelve a gobernar Saliria sin que su pueblo sepa realmente quién es.
Su regreso ha sido voluntario.

Hasta aquí, todo es lo mismo, pero hay un pequeño giro:
Con el paso del tiempo, y durante los siglos en su intento por “comprenderlo todo”, ha llevado a cabo varios cambios. Cambios muy profundos.
Ahora gobierna bajo la apariencia y el nombre de Ryommar Hayatoshu. Con un nuevo sexo y un nuevo género. Este cambio de cuerpo no es algo que se limite a lo estético. No tiene nada que ver con lo cultural o social. Es un paso intermedio hacia otra cosa. No deja de ser una herramienta más en su búsqueda de respuestas. Algo que, ciencia y metafísica mediante, tiene la capacidad y disposición para alterar cuando así lo considere necesario o conveniente.

Y este interludio se ha alargado bastante más de lo que esperaba. La semana que viene seguimos con el resto de los intervinientes.

Enlaces:

1. El Macroverso en sus distintos sabores
- Web
- Epub
- Pdf

2. A propósito de Devas
- Segunda edad
- Quinta edad

3. A propósito de Danishef
- El milenio negro
- La edad moderna I
- La edad moderna VI
- ¿Qué es Daegon? II: El Hoy

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