Biografía daegonita XXXXXIX: Cabos sueltos II - V

Por Javier Albizu, 23 Diciembre, 2020
Habíamos dejado esto en el momento en el que nuestros héroes acababan de llegar hasta otro de esos “lugares felices marca Daegon”tm. Hasta uno de esos sitios que hicieron que uno de mis jugadores denominase aquella ambientación como algo “Épico-depresivo”.

Lo habíamos dejado mientras Yakumo, el antiguo personaje de uno de aquellos jugadores, le explicaba a Masamichi, el personaje que aquel mismo jugador llevaba en aquellos momentos, alguna que otra cosa acerca de su naturaleza, y del papel que Oggalark había tenido en su creación. Una explicación, por otro lado, que no dejaba una exposición metida con un calzador tamaño extra grande. De ser otro deus ex machina que se largaba una vez soltado su rollo.
Porque, como todo el mundo sabe, entrar y salir de aquel lugar estaba tirado. A todo esto. Si era su aliado y podía moverse con aquella facilidad entre espacios axiomáticos ¿por qué no se los llevó con él?

Empezamos bien.

Pero, ahora, centrémonos en la ciudad. En Ky’Lun’Tyr. Un entorno que mezclaba la ciencia-ficción, el cyberpunk y unas pinceladas de lo que quería ser terror lovecraftiano. Que no se parecía demasiado a otros entornos de ci-fi que había presentado antes (como Thaysak). Un lugar que, como mencionaba en la anterior entrada, desde un punto de vista narrativo o dramático podía tener un cierto sentido, potencial y molonidad, pero metafísica y conceptualmente era un puñetero desastre.

Aquel era un entorno cerrado. Un lugar confinado. Un pedrusco inmenso que flotaba en medio… no ya de la nada, sino de la misma destrucción. ¿De dónde habían sacado los materiales para crear aquella urbe? ¿De dónde sacaban la energía para mantenerla “viva”? ¿De dónde sacaban el alimento o el agua para nutrir a su población? ¿Cómo era que no habían sido consumidos por lo que les rodeaba?

La respuesta a todas estas preguntas es una: porque no me convenía. Así de sencillo.
Porque pensar en todos aquellos detalles habría impedido que contase la historia que quería contar. Porque no me lo planteé, o preferí no hacerlo.

Por supuesto, esto es mentira. Me habría costado más trabajo. Podría haberlo hecho. Es más, a día de hoy podría contar aquella misma historia aportándole matices que entonces no veía. Integrándola de manera orgánica en “el gran esquema”.
Pero, de nuevo, eso también es mentira. No habría sido la misma historia ni habría sido el mismo lugar. Porque ya no soy la misma persona.

Dejando aparte estos detalles, regresemos al “allí” y el “entonces”. Dejemos de marear la perdiz y respondamos a la pregunta ¿Cómo era la sociedad de Ky’Lun’Tyr? ¿Qué tipo de personas había creado aquel lugar? Porque hemos hablado de la parte “dramática” de aquel lugar, pero no del tipo de gente que vivía en él.

Unas serie de preguntas que, para no variar, tienen una batería de respuestas un tanto decepcionantes.

A pesar de que había algunos aspectos de aquel lugar que tenían potencial… lo cierto es que lo que conocieron los jugadores fue algo que no se desviaba demasiado de los cánones tradicionales de la ci-fi. Una ciudad construida en vertical como consecuencia de la falta de espacio. Una sociedad estratificada. Vivir “más arriba” implicaba “ser mejor”. Vivir mejor.

No se usaba dinero, sino que el poder adquisitivo, el estatus, lo determinaba un valor que denominaban “Zelen”. Una moneda de cambio gestionada por las élites. Asignada por un algoritmo que determinaba lo útil que eras a aquella sociedad. Que acotaba qué niveles podías habitar. Con quién podías relacionarte.

Los niveles superiores de la ciudad estaban unidos por pasarelas que comunicaban los grandes rascacielos, y por una especie de campo de fuerza que hacía las veces del “suelo” entre aquellas plataformas. Un suelo que sólo podían pisar quienes tenían el “Zelen” requerido. Si perdías “valor social” en el momento y lugar menos indicados… tu caída en desgracia era algo bastante literal.

Lo dicho, todo aquello eran ideas que… tenían potencial, pero que hoy se me hacen demasiado simplonas.

Nada más llegar a la ciudad los jugadores eran “medidos”. Se les implantaba un chip y se le asignaba el “Zelen” que el ordenador central determinaba de acuerdo a una serie de pruebas (ejercicios cuyo resultado lo único que hacía era “calcular” en aquella moneda las habilidades y características que se mostraban en sus fichas)
Dentro del terreno de lo anecdótico, el “valor” de uno de los personajes fue mucho menor de lo esperado.
Porque aquel jugador llevaba un elaen (ya sabes, antiguos trolls), y este había decidido que la vista era un sentido indigno. Siempre iba con un casco o con los ojos vendados para verse forzado a usar su sentido oscuro / radar. Un sentido que no era capaz de interpretar la información que se mostraba en las pantallas o los hologramas. Que no le permitía “ver” una gran parte del contenido de las pruebas.
Pensado ahora, el nacer ciego era un problema bastante peor en aquella sociedad de lo que ya lo es de por sí en la nuestra.

Más allá de esto… todo aquel procedimiento no tenía mucho sentido. Porque, como ya comentaba antes, estamos hablando de un lugar aislado. No había campos que labrar, no había pueblos, no existían otras ciudades. La llegada de gente no-nativa tendría que haber supuesto un gran revuelo, no un test estándar. Preguntas acerca de su procedencia. Acerca de cómo habían llegado. Interrogatorios donde tratasen de sonsacarles cómo salir de allí.

Pero no. Aquí no han nada que ver. Circulen y que tengan un buen día. Lo dicho, un sinsentido.

En la ciudad se encontraban con un par de viejos conocidos; Trevor Sunjammer (que, en un flashazo que me acaba de venir, creo recordar que en la versión tolkieniana de “El juego de los inmortales” era un haradrim1) y Nest Ravenwood. Dos pobres individuos que habían sido enviados hasta aquel lugar por Gahur al negarse a participar en aquel divertimento.

Porque, claro, cómo no. Todo el mundo puede mandar a la peña entre las dimensiones, pero luego necesitan tramas súper complejas para poder traer a sus tropas. La gente no puede salir de aquí ni a la de mil, pero sólo si lo requiere el guión. Todo a tope de coherencia. Anda y vete a paseo, demiurgo de Hacendado.

En fin, mejor lo dejo por hoy, que me caliento.

Enlaces:

1. En anteriores capítulos
- El juego de los inmortales
- Las gentes de Harad

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