Biografía daegonita XXXXXXV: La última campaña II

Por Javier Albizu, 3 Febrero, 2021
Esta “última campaña” fue algo… diremos que atípico a varios niveles.
Tras el advenimiento de “La gran bajona” se produjo un parón bastante largo. Una interrupción que no soy capaz de concretar en qué momento se produjo. Pero ya llegaremos hasta ahí.

Por otro lado, no dejan de resultarme curiosos otros hechos relacionados con mi memoria. El no tener dudas acerca de la secuencia en la que transcurrieron ciertos momentos de partidas muy anteriores, pero el no ser capaz de ubicar en el tiempo cada uno de los detalles de los que acontecieron en aquella campaña.

Leo el resumen que hice cuando la retomé y, de la misma manera en la que sé que faltan cosas, algunas de las que sí que aparecen no me terminan de cuadrar.

Dado que el parón se produjo a finales del dos mil, y que el resumen se comenzó a escribir en dos mil tres, sumado al hecho de que algún que otro correo confirme lo que aparece ahí, debería fiarme más de los recuerdos que tenía entonces. Pero… aun así...

No es que todos los elementos que faltan sen especialmente significativos para este desglose del proceso creativo… pero el no saber dónde encajan hace que mi TOC se retuerza un poco.

En fin. Cosas de la cabeza.

Por ejemplo, hasta el momento no he hablado de Nareda (quien, en uno de los dialectos chungos y olvidados del luegar, significa “Arma de venganza”). No sé en qué momento fueron conscientes los jugadores de la existencia de un nuevo integrante sorpresa de la familia Mesala.

Nareda era un experimento genético descontrolado. La creación de Gallad Lorn (a quien sí que he mencionado con anterioridad1) a partir de los restos de Durgas Kutal. La “hermanastra” de Quintus a quien le tocaba un poco las narices la deriva “kurbunesca” que había tomado una rama de su familia.

Veo que, literalmente (ya sabes, faltas y horrores sintácticos incluidos), a la hora de resumir esta campaña, su desglose comenzaba con:

Reaparición de Varix
Varix se revela como emisario de Rogani, y los transporta hasta la base de este en la luna. Este afirma ser el Rogani original, y pide a los jugadores que acaben con el clon que estuvo involucrado en lo del anillo, ya que supone que ira a por ellos. Les entrega un generador de PEM para que anulen la tecnología que usa su clon. Tiermonder recibe un brazal de Xitaumeh, Jimmy una lanza, y como pago a Quintus, Rogani mata a Gallad Lorn.

Así pues, Nareda ya había sido presentada y Quintus sabía quién era el culpable. También había aparecido Varix, pero veo que no lo he menciona para nada en las entradas anteriores. Mirando el resumen, veo que el recuerdo que tenía no cuadra con lo que plasmé ahí. Su primera aparición databa del final de “La Campaña del Anillo” y no (como creía) del principio.

El resumen de su primera aparición en aquel texto es:

Presentación de Varix, que hace un boquete en las tierras de Ulf
Los jugadores se esconden durante seis meses.
Finaliza la campaña del anillo

Si bien es cierto que Varix en sí mismo no es algo especialmente relevante, sí que lo es la presentación del “Rogani original” y lo que ponía en marcha aquella reunión. Porque lo que pretendía con ella era realizar un pequeño adelanto de lo que tendría que haber llegado dos o tres campañas después. Una idea con suyo título llevaba bromeando con los jugadores desde hacía ya tiempo; la campaña de “Las guerras clon”.

Gallad Lorn, por otro lado, tampoco era especialmente relevante. Sólo era una mera excusa para presentar un nuevo concepto. Algo de lo que ya había hablado en los textos dedicados a los Ailanu. La posibilidad de crear vida “humana” a partir de otros conceptos como el de los kurbun y cuál podía llegar a ser su evolución. Ya sabes, ciencia, no magia.

Por su parte, Nareda sí que iría apareciendo de forma esporádica con posterioridad como miembro del elenco de antagonistas de los jugadores. Una serie de apariciones en las que no llegué a desarrollar al completo el arco y los planes que tenía pensados para ella.

Otro elemento que no menciono en el resumen, y que tampoco soy capaz de ubicar, es la visita que hicieron los jugadores a otro planeta. Una aventura cuya raíz era lo que podría considerarse como un “micro relato”:

“Rezáis a los cielos rogando su ayuda, más la salvación no se encuentra tas las nubes.
Confiáis en la ecuanimidad de la existencia.
En que vuestra valía, vuestro sufrimiento y vuestro esfuerzo os depararán la victoria.
Acalláis vuestros miedos sepultándolos bajo la rectitud de vuestros ideales y la justicia de vuestras causas.
Pero estáis equivocados.
El universo no es justo.
La realidad no es ecuánime.
El esfuerzo y la rectitud no otorgan el triunfo.
Jamás tuvisteis una oportunidad.”

Una secuencia de frases que, allá por dos mil catorce, pagaría para que se transformasen en una página de tebeo (obviamente, no dibujada por mí):

Desde Sigma 3,0 se detectaba una señal de socorro procedente de un antiguo planeta colonia. Como aquello era una aventura, me buscaba una excusa para que los jugadores fuesen reclutados para ir a responder a aquella señal. Para aquello, y para tratar de investigar acerca su origen, así como la posibilidad de que aún quedase algún vestigio “vivo” de las antiguas civilizaciones en otros mundos.

Los jugadores llegaban hasta un planeta sin vida sobre él. Un planeta arrasado por un único kurbun.
Espera… ¿he dicho sin vida?
Pues he mentido.

Quedaba un único ser vivo. Un humano.
Alguien que se había congelado para evitar lo que les sucedió al resto de sus congéneres. Para evitar sentir. Para evitar soñar.

Porque los habitantes de aquel mundo no habían muerto por el “contacto directo” de aquel kurbun, sino que este aparecía en sus sueños. No era un ser físico. Nada “orgánico”. Nada “físico”, sino un impulso. Una sensación que se traducía en un pequeño número de frases. En una letanía que comenzaba con “Rezáis a los cielos rogando su ayuda”. Una presencia que los jugadores también comenzaban a notar.

No había manera de esconderse. Aquel territorio del mundo de los sueños convivía con el planeta. Ya era parte de él. Ni siquiera el no dormir servía para escapar de su contacto. Nada servía una vez que aquel ser era atraído por la presencia de nueva vida sensible.

Por supuesto, los jugadores lograban escapar y llevarse al último superviviente. Pero con aquello no eliminaban el problema. En su camino habían dejado un rastro para que aquella abstracción. Un camino que terminaba en Daegon.
Por supuesto, no terminaba de quedar contento con la manera en la que lo había presentado y llevado todo. Pero esa es otra de mis constantes.

Hay más detalles como estos que faltan en la crónica de las aventuras pero, dada la extensión que ha adquirido esta entrada, la hora que es, y las cosas que me quedan por hacer, las dejaré para la semana que viene.

Enlaces:

1. Biografía daegonita XXXXV: Epílogos e Interludios II

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