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Yo ceno todos los fines de semanas con un par de amigos cuyas ideas políticas, en su gran mayoría, son casi opuestas a las mías.

Si bien es cierto que hay ciertos temas que tengo claro que es mejor no sacar a colación, y que muchas veces me limito a escuchar sin responder, porque ya sé cómo va a terminar la conversación, creo que ambos son buenas personas (por más equivocados que crea que puedan estar en ciertos temas)

Pero, como con todo, el punto en el que ponemos la frontera que separa unas cosas de las otras no es algo inmutable. A esta gente le acepto comentarios que, seguramente, me harían retirarle la palabra a un recién conocido.

Porque, a fin de cuenta, todos tenemos nuestros sesgos, nuestra pedrada, y cada uno es libre de pensar lo que quiera.
Por la misma, tengo claro que, al final del día, lo más probable es que todos nos equivoquemos en una gran parte de nuestras creencias y certidumbres, así que el apego que tenemos por ellas debe estar sometido a un escrutinio constante.

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