Sirviendo a la patria

Y llegó el día en el que la patria me reclamó, creo que sería entre el noventa y uno y el noventa y dos. Digo que creo esto, porque recuerdo que compre “mi” primer ordenador (el primero que pagaba de mi bolsillo) mientras estaba haciendo la prestación social. Era un 486 DX2 a 66 megahérzios, y mirando por la red, he comprobado que ese procesador salio por aquellas fechas. Otra de las cosas que he mirado, es que la fecha en la que salió al mercado “Godzilla contra King Gidorah” (película mala donde las haya, pero que compre en aquellas fechas), la película salio al mercado en japón en el noventa y uno (aunque de lo cutre que es, podría haberse hecho igual treinta años antes), lo que no he conseguido es saber en que año salio traducida.

La cosa es que yo tenía bien claro que no iba a hacer la mili, no por vagancia, sino por principios. Paso mucho de que me llamen para pegar tiros a unos tíos de los que no se nada, porque dos capullos se cabreen entre si, o les parezca que tienen poco “espacio vital”.

Así que, como no podía ser de otra manera, me hice objetor de conciencia (bueno, podía ser de otra manera, y haberme hecho insumiso, pero tampoco me motivaba la idea).
A casa de mis padres llego un tocho inmenso donde venían destinos y ocupaciones; mira que se malgasta dinero en algo que no va a leer ni dios (ya estoy otra vez mentando al barbas este, mira que las frases hechas en las que aparece, están hasta en la sopa).
Lo de los destinos, pase de mirarlo, y me centré en Pamplona. La verdad es que había toda clase de ocupaciones, pero casi todas tenían algún requisito que no cumplía yo. Así que al final creo que me quedaban solo dos o tres opciones, de las cuales elegí, la cruz roja (la que menos requisitos pedía).

No se cuanto tardaron, pero me suena que fueron un par de años (por lo que deduzco que la selección la hice estando aún estudiando).

Alguien que escuche a los amables voluntarios de esta organización (hola Carlos, Raul), y las cosas que hacen, podría pensar que deben tener un organigrama interno, y una estructura muy bien definidas, pero viendo las cosas por dentro, aquello era un caos.

Ya de buenas a primeras, el primer día de la objeción, un medico nos tenía que dar un cursillo con nociones básicas de primeros auxilios y cosas similares. Pues mira tu por donde, a aquel hombre le surgió un imprevisto, y no pudo darnos el cursillo. Como al parecer no había allí nadie mas capacitado para tal menester, pues nos dejaron el día libre.
Pero no solo eso. Si el cursillo era de cinco días, este pasaba a durar cuatro, porque ya había empezado, y no iban a “salirse” de fechas.
En fin, que al final el cursillo duró tres días (y ni siquiera completos). Por supuesto, todos lo “aprobamos”, si es que eramos de un apañado todos. Ya estábamos listos para salvar vidas.
Yo de salvar vida sabía poco, porque aprovechando los amplios ratos libres de aquellas mañanas, me dedicaba a visitar Tebeo, y el salón de juegos Carlos III. Como mucho podría hacer un torniquete cutre, mientras charlaba sobre como pasar a la siguiente fase de alguna maquina.

No me extraña, que mucha gente de la cruz roja tuviera un mantra:

Si tengo algún accidente, que lleguen primero los de la DIA.

Supongo que estos estarían igual de preparados que nosotros (mi hermano Aitor había hecho la objeción allí), pero ojos que no ven...

Dentro del organigrama de la cruz roja, los objetores tenían tres “destinos”: Oficinas, cabina o levantar abuelitos. A mi me tocó levantar abuelitos.

Mañana, las anécdotas.

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