Ficción

Hoy vamos a hacer el recorrido contrario al de la columna de la semana pasada. Empezaremos con unos pequeños toques frikis, para pasar después a mis desvaríos existencialistas y pontificaciones subjetivistas.

Todo comenzó una noche de sábado…
Josemi y yo estábamos en su coche. Por supuesto, hablábamos de comics. Cosas como las tierras alternativas de DC, las distintas versiones de los superhéroes que ha habido a lo largo de las décadas, de cómo han sido cambiados, relanzados, re-creados, matado, resucitado, y demás (mundos paralelos, continuidad, inmovilismo dentro de la industria del comic), y llegamos a Superman.
Superman, el primer superhéroe.
- Lo que me parece estúpido, es que estar cerca de un pedazo de su planeta (kriptonita) le pueda matar – me dijo – Vamos, que es algo que me cuesta mucho aceptar.
Lo cual es verdad, pero a mi me cuesta tanto creer eso como que:
1.- En un planeta tan avanzado como Krypton, NADIE se diese cuenta de que estaba a punto de explotar.
2.- Un planeta tan avanzado como Krypton, no tuviese colonias en otros planetas, o en el momento de la explosión, no hubiese nadie en transito dentro de una nave espacial.
3.- Varios fragmentos de Krypton siguiesen el mismo rumbo de la nave que trajo a Kal El hasta la tierra. Que esos fragmentos no se fuesen a paseo al llegar a la atmósfera (o caso de ser lo suficientemente grandes como para no desintegrarse, no creasen unos boquetes monumentales).
4.- Que un hombre pueda volar.
5.- Que la gente no vea a un tipo con los calzoncillos por encima de sus pantalones (elásticos ellos, para mas INRI) y no se le descojonen a la cara.
Y como esto, otros tantos cientos de cosas más (solo de Superman, si sigo con el resto de superhéroes, podría pegarme así hasta el fin de mis días).
Todo eso se me hace tan difícil de creer, como que un cacho de piedra verde de su planeta originario, pueda cargarse al tipo mas poderoso que pisa esa tierra imaginaria. Porque, amigos míos, eso no pasó (ni pasará) nunca.
Solo es ficción.
Así que digo “¡Vaya, este tipo vuela!” en lugar de “¡¿Pero que me estas contando?!”. A esto se llama suspensión de la incredulidad. Vamos, que me lo “creo” porque me apetece creérmelo. Que me lo “creo” porque los señores Siegel y Shuster no pretendían decir a sus lectores, allá por los años treinta, que aquel tipo existía. Que no les vendían la moto de que todo lo que decían fuese científicamente correcto, o que el mundo en el que se movía era un fiel reflejo del mundo “real”.

Pero esto no es algo aplicable únicamente a los universos reconocidamente ficticios. La suspensión de la incredulidad, es algo que usamos todos a diario. Todos dejamos salir en un momento u otro, ese sentimiento contradictorio que albergamos por ahí dentro.
Todos nos vemos asaltados a menudo por el deseo de ser irracionales.

Porque el mundo en el que vivimos no es “real”. El mundo en el que vivimos no existe, salvo para nosotros mismos.
¿Cómo es el mundo?.
El mundo es trabajar ocho horas, hacer alguna comida al día, un poco de ejercicio, quedar con los amigos, trastear con “mi” ordenador, en “mi” casa. Dormir alguna que otra hora. Repítase esto varias veces a la semana, con leves alternancias.
¿Es esto el mundo?
Yo diría que no.
El mundo es un lugar relativamente seguro, donde las cosas malas (pero malas, malas de verdad) pasan siempre a una distancia aceptable, y a gente a la que no conoces.
Yo diría que no.
El mundo es un lugar en el que puedes comprar una casa, y pagarla con un solo sueldo, sin tener que hipotecar a tus nietos.
… Bwahahahahahahahahahahahahahahahah.
Este mundo que describo, no es el mundo “real”, sino el mundo en el que viviría una persona que ha tenido mucha suerte (yo). Pero mi suspensión de la incredulidad a veces no es perfecta, y me hago preguntas, y veo que este es un mundo falso. Sé que si le pregunto al noventa por ciento de la población mundial, me van a enseñar un mundo muy diferente, y mucho mas desolador. Así que… no se lo pregunto, y mi mundo ficticio sigue vigente… para mí.

Vemos las noticias, y elegimos cuales queremos creer. Elegimos ver la cadena que dice las cosas de una manera mas similar a como nosotros percibimos el mundo. Leemos los libros de aquellos con quienes coincidimos.
Filtros y mas filtros. Vemos el mundo que nos rodea a través de nuestros propios prismas distorsionados, y el mundo de “más allá” a través de los cristales correctores de aquellos que nos lo cuentan.

La iglesia dice que dios existe. Pero son los primeros en “demostrar” que aquellos que dicen haberlo visto, son unos locos. Un fraude.
Los científicos afirman que tiene que haber vida inteligente más allá de la tierra, pero también son los primeros en no creer a los que aseguran haber tenido contacto con “ellos”.
La historia es cierta e inmutable… hasta que alguien “demuestra” lo contrario.

Creemos lo que vemos. Vemos lo que queremos ver. Creemos lo que queremos creer. Aunque no siempre podemos. Hay ocasiones en las que nuestros mundos ilusorios se descascarillan un poco, y entonces buscamos una ruta de escape. La huida a lo irracional. Elegimos no pelear contra las emociones.
¿Estas enamorado?
El mundo es un lugar lleno de posibilidades.
¿Ella te dice que no?
El mundo es un lugar del que te gustaría apearte.
¿Triunfas?
El mundo es tu aliado. O más aún, tu siervo.
¿Fracasas?
El mundo te odia. Es un tirano déspota.
Incluso cuando no somos capaces de percibir las cosas tal y como queremos verlas, nos inventamos nuestras propias ficciones divergentes. Tratamos de hallar culpables externos, en lugar de buscar en que nos hemos equivocado, en vez de en tratar de mejorar. Preferimos dejarnos llevar por la ira o la culpa. Cabrearnos o autocompadecernos, en lugar de pensar sobre lo que ha pasado. Porque saber las razones, no hace que el dolor o el desanimo desaparezcan. Muchas veces sólo los acrecentan.

La ficción… es ficción.
La ciencia… es ficción.
La historia… es ficción.
La religión… es ficción.

Todo es ficción.

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Son las reglas del juego. Las que me dicen que si el hombre de negro puede escalar los acantilados de la locura solo con las manos, pues es que podrá. Que por casualidad Fezzik tenía una capa del Holocausto que le regaló el Milagrero Max y que después de todo no hay espadazo que acabe con Iñigo Montoya.

Te dejo un cuentecillo de Galeano, no sé si lo habías leído ya, pero viene que ni pintado para tu columna de hoy.

CELEBRACION DE LA FANTASIA
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytarnbo, cerca del Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.
Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitos cuarteadas de mugre y frío, pieles, de cuero quemado. Había quien queria un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
- Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima --dijo.
- ¿Y anda bien? - le pregunté.
- Atrasa un poco - reconoció.

Tosko (no verificado)

Hace 19 años 2 meses

Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Bendito Calderón.

Javier Albizu

Hace 19 años 2 meses

!EH¡

Ese tipo ha copiado mis planteamientos.
Le voy a demandar por plagio.
Habrase visto... Que falta de verguenza.
(Esto me pasa por no leer a los clasicos)