Larraona Año dos (y subsecuentes)

Lo cierto es que se me hace difícil “catalogar” y ordenar cronológicamente los recuerdos pertenecientes a mi estancia en tan “sacro” colegio. Lo de Alsasua era fácil, ya que pasé por tres distintos, pero con mis “amigos” los curas pasé cinco años de lo mas anodinos.

Hay alguna cosa que reseñar, pero mas que nada anécdotas graciosas relacionadas con los profesores o algún compañero, que vivencias mías directas.
Además de Amy, se unirían a mi galería de profesores particulares alguno que otro mas, que no llegarían a “calar” tan hondo en mí (y que, dicho sea de paso, tampoco me ayudaron a mejorar mis notas).
No contento con esto, mis padres también me apuntaron a clases de informática en la ¿desaparecida? academia Eyser (en la encarnación de esta situada en un primer piso frente a electrodomésticos Noain). Allí aprendí cuatro nociones de lo mas básicas de basic antes de dejarla (no se si por decisión propia o paterna).
Nuevamente, las lesiones truncaron mi (inexistente) carrera deportiva, así creo que poco después de llegar a Pamplona, en una visita a mis tíos Pedro y Juana, tuve la puntería de acertar a la carrera con mi rodilla contra un pivote de hormigos que había en el suelo (mi intención era saltarlo mas, al parecer, mi coordinación ojo-rodilla no era tan buena como era de esperar). ¿Resultado?, una par de meses vendado, y la muy jodida aun me sigue molestando hoy.

En ¿sexto? ¿séptimo? (no se que año), me jorobé la pierna, y tuve que ir con muletas una buena temporada. He supuesto que era uno de esos dos cursos pues recuerdo que el ordenador que tenía era el MSX. Y recuerdo esto, porque cuando me quitaron la escayola, fui corriendo a casa de Carlos Jordán (que también tenia un MSX), a enseñarle el ultimo juego que había conseguido, el cartucho del Green Beret, cuya versión para ordenadores saldría en el ochenta y seis (dicho sea de paso, vaya mierda de conversión se habían cascado los señores de Konami).

Como colofón, en octavo llegaría otro de mis achaques prematuros, es decir, el reúma. Durante los meses (siempre había creído que eran tres, porque estuve todo el tercer trimestre sin aparecer por clase pero, pensándolo con mas detenimiento, creo que fueron cinco, y que me pude levantar justito para hacer los exámenes de septiembre) que duró mi cautiverio en cama, no solo tenía que lidiar con mis comeduras de tarro sobre si volvería a levantarme, sino que a estas tuve que agregar otro de mis miedos favoritos, a la oscuridad, al no poder ir a clase, me cambiaron de habitación a la que ocupaba hasta aquel entonces en solitario Iñigo, pasando también a dormir solo.

Supongo que debió de ser aquel el momento en el que tracé la linea en mi pequeña campo de batalla mental y dije que hasta aquí habíamos llegado. No se muy bien como fue, pero un día decidí enfrentarme a mis miedos y no dejar que me dominase más.
Hasta aquel entonces, cada vez que salía de la habitación por la noche, encendía metódicamente las luces según mi camino me llevaba hasta los interruptores. Aquel día dejé de hacerlo.
A base de cabezonería y fría lógica fui logrando pequeñas victorias, y puedo decir con orgullo, que a día de hoy estoy casi mas cómodo en la oscuridad que con luz.
Quiero creer que de esta misma manera conseguiré acabar con el resto de mis miedos. En ello estoy, dadme tiempo, y espero poder demostrároslo.

Volviendo a los tiempos colegiales, lo que diferencia para mi de manera mas marcada el transcurrir del tiempo, fueron los ordenadores que pasaron por casa.

Era navidad, no recuerdo de que año. Como de costumbre, llegaba a casa con malas notas cuando, mira tu por donde, los reyes habían llegado con antelación. En el salón había un fastuoso Commodore 64. ¿Que hice?, cogí las notas y las escondí en la funda de la guitarra (funda azul, para mas datos). Hacía mucho que nadie tocaba aquello, así que, con un poco de suerte, podría pasar unas navidades “tranquilas” (y no me castigarían sin usar aquella maquina). Que equivocado estaba.
No equivocado porque me descubrieran, sino porque mi paranoia hizo que pasara unas de mis peores navidades (que le voy a hacer, no tengo estomago de criminal).
Al final tampoco hicimos nada con el ordenador.
Lo conectamos a la tele, y nos quedamos mirando como gilipollas la pantalla azul con sus letritas (mi padre no había pillado casete ni juegos).
A la mañana siguiente mi padre ya había cambiado el Commodore por un Spectrum. Este duró aún menos.
Ponía en el manual “para cargar los programas, escribir Load “”.”, y eso hicimos, solo que ni conectamos el casete ni hicimos nada parecido. Al cabo de unos minutos, cansados de ver la misma pantalla, comenzamos a pulsar todas las teclas del ordenador, hasta que la pantalla se llenó de cientos de pequeños cuadrados de distintos colores. Aquel ordenador había muerto.
Mas, inmune al desaliento, mi padre lo cambió, y trajo otro Spectrum nuevo hasta casa. A este ya le conectamos el casete, ¡incluso introdujimos una cinta en él!, y ante nosotros apareció “Horace”, un bicharraco de color azul, cabezón y pixelado, y con dos puntos blancos como ojos. El juego era “Horace Goes Skiing”, y ahí estuvimos esquiando con el migo Horacio hasta que nos acostamos.

Mañana continuare con mis comienzos en el “apasionante” y “maravilloso” mundo de la informática.

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Tosko (no verificado)

Hace 19 años 6 meses

Todavía estoy esperando a que me compres mi Sony MSX en su caja original para añadirlo a tu colección...

Javier Albizu

Hace 19 años 6 meses

Lo siento, Iñigo, pero ya me pille un MSX 2 que esta comiendo polvo en la nave.
Eso si, si tienes una disketera Commodore 1581, o un CD Rom Commodore A570 (este es para el amiga), esos si que te los pillaria. Porque en Ebay solo lo tienen alemanes, y ademas se suben mucho a la parra con los precios.