Larraona III (La secuela de explotación)

Ahí estaba yo, delante de mi “primer” ordenador. Lo cierto es que aquellos juegos me impresionaban mucho mas que las cosas en tres dimensiones que se hacen ahora. Es mas (llamadlo nostalgia si queréis), cada vez que me pongo un emulador, me lo paso mucho mejor que viendo la ultima revisión del Doom.

Con aquello comenzaría mi periplo por tiendas de ordenadores. En aquellos tiempo estaban tan establecidas, sino que los juegos se vendían en vídeo clubs y tiendas de electrónica y/o electrodomésticos. En los vídeo clubs se alquilaban los juegos, y yo me aprovechaba de las pletinas dobles que había en la tienda para hacer copias de aquellos juegos para mi, y mis amigos.
Durante aquel primer “asalto” de los ordenadores, deje abandonado el tema de los comics que luego volverían con fuerzas renovadas.

Pero ahí seguía también el colegio y mi carrera de éxitos. Las notas tuvieron que ser finalmente mostradas, aunque sin sospecha por parte de mi padre del “retraso artificial” que había sufrido su llegada. De todas formas el mosqueo era monumental (como venía siendo ya costumbre).

Aquello era algo a lo que nunca me acostumbraría. Muchas veces habría preferido que me hubiera dado de tortas, antes que las broncas o la tensión resultante de las notas.
Con el tiempo, los días anteriores a la entrega de las notas se me solían hacer tan duros como los posteriores. Tanto, que mas de una vez me plantee seriamente el tirarme del puente que cruzaba a diario para ir a casa, y me quedaba mirando la carretera que pasaba por debajo. Otras veces me quedaba en mi habitación, sentado con la punta de un destornillador apoyado contra mi estomago.
En todas aquellas ocasiones, solo una cosa me impidió dar el ultimo paso, y eso fue el no saber que me esperaba al otro lado. Bueno, mas que el no saberlo, algo que ya comente con anterioridad, el no ser capaz de concebir la “nada” que temía y sigo temiendo como ultima morada. Para aquel entonces, los curas ya habían logrado disipar todas mis dudas sobre la existencia o no de Dios.

Volviendo a los temas propiamente “colegiales”, no es que haya grandes cosas que reseñar. Otra cosa que los curas tratan de inculcarme (y que no lograrían), era que decir la verdad no compensa.
Solo me han echado de clase una vez, y fue precisamente por esa razón. Alguien me tiró una bola de papel, yo se la devolví, y cuando el profesor pregunto quien la había tirado, respondí, “yo”, por lo cual me echó fuera de clase.

Mi vena literaria también surgiría ahí, así como el descubrimiento de mi predilección por la tragedia y la fantasía.
Mientras las redacciones de los demás versaban sobre sus maravillosas vacaciones y sus esplendidas familias, yo iba creando amigos, “fortaleciendo” la simpatía de mi profesor de lenguaje (cura él, faltaría mas), cuando escribía sobre dos amigos, (especificando que eran muy cristianos ellos), a los que obligaban a luchar en un circo romano, y que acababan matándose el uno al otro, la cosa no iba con segundas, me parecía que así se acentuaba mas la parte trágica de la historia, pero este debía de ser de los de “piensa mal y acertaras”.

Aunque no todas mis experiencias con los curas serían malas. Mi profesor de religión de Séptimo debía sentir alguna simpatía por mí. Como ya os comenté, y siguiendo mi progresión habitual, en ese curso dejé siete asignaturas para septiembre. Obviamente eran muchas para tratar de aprobarlas todas, así que durante el verano pasé de estudiar religión.
La cosa, es que el día del examen y, pese a saber que no tenía ninguna posibilidad, fui a hacerlo. Puse mi nombre en la hoja, espere un ratito, y me fui. Por mi mente un maquiavélico plan para hacer desaparecer la hoja, pero finalmente (y tras no pocas deliberaciones) decidí abandonar el plan, y hacer lo correcto (mira que puedo llegar a ser imbécil).
Pues bien, unos días después, el profesor llamó a casa, diciendo que mi examen había desaparecido, y preguntando si yo sabía “que tal me había salido”. Mi madre, que sabía lo que había hecho, pues le dijo, lo que dicen las madres en estas ocasiones.
“Pues me dijo que le había salido bien, tampoco perfecto, pero no salio del todo disgustado”.
Si hubiera cogido yo (con lo capullo que era, y sigo siendo, para según que cosas) le habría dicho la verdad. Pero no fue así, y al final aprobé religión.
¿Alguien se puede creer tal cosa?, ¿no habría sido lo normal que hubiera tenido que hacer de nuevo el examen?.
Mi teoría:
Hecho: Era el ultimo curso de ese profesor, ya que se iba de misiones.
Consecuencia: No quería largarse dejando a nadie suspendido.
No se si aquel año suspendería alguno religión. Pero vamos, que no me creo que mi examen desapareciera.

Mañana ... mas.

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Tosko (no verificado)

Hace 19 años 6 meses

Se lo llevó a las misiones porque necesitaba papel en blanco. Está clarísimo.