II . Pasado lejano

Por Javier Albizu, 28 Mayo, 2011
- Cinco años de trabajo a la mierda.
“A la mierda” era una expresión un tanto exagerada, pero la frustración y la impotencia impedían a Björn y los suyos analizar la situación con objetividad.
Cinco años pasados en el planeta al que los más optimistas bautizasen como “Nuevo Yggdrasail”, los escépticos como “J34B223R” y los desencantados como “Punto de paso Cincuenta y siete”.
Mientras ascendían hacia Sleipnir, todos miraron aquel mundo que tanto les había prometido y arrebatado. Dos hombres no encontrarían jamás un mundo al que llamar “hogar”, y los treinta que emprendían aquel viaje de despedida lo hacían ya sin esperanza.

Cuando las sondas detectaron aquel planeta, el consejo científico se enfrentó a una decisión complicada. El consumo que suponía encender los motores de la nave para modificar su trayectoria y llegar hasta aquel lugar, conllevaría el racionamiento de los servicios más básicos para la población durante varios meses.
De haber continuado la ruta que llevaban en aquel momento, habrían llegado Rigven la estrella a la que se dirigían en menos de dos años, pudiendo recargar los acumuladores de la nave para proseguir su viaje durante otro par de siglos, pero sabían que en aquel sistema no había ningún planeta que pudiese ser habitado. Por fortuna, la estrella que coronaba aquel sistema también era del tipo G2, lo que les permitiría igualmente recargar la nave mientras la orbitarla a su alrededor junto con J34B223R. Caso de que el planeta tampoco pudiese ser habitado, podrían reemprender su viaje sin mayor problemas que las quejas de la población por un nuevo fracaso en su búsqueda, y las privaciones que habían sido obligados a sufrir para llegar hasta allí.

- Al menos no volvemos con las manos vacías.
Las palabras de Eric, pese a ser ciertas, apenas aportaban un atisbo de luz a los expedicionarios. Volvían con cientos de toneladas de hielo y suelo rebosante de vida. Agua sin reciclar, y terreno que podría ser cultivado para proporcionar alimentos no excesivamente procesados. Aquello les permitiría prolongar la autonomía de Sleipnir unos cuantos años, quizás un siglo, ampliando el espacio que podía recorren antes de necesitar una una estrella que la recargase... o eso es lo que querían creer.

Al llegar a la cubierta de desembarco no les recibieron con vítores o agradecimiento. Las noticias de “su fracaso” les habían precedido. Mientras los técnicos descargaban la mercancía, Astrid, a través de los visores de la nave, vio llegar a su marido y sus hijos y no pudo evitar llorar de agotamiento y frustración. Aún pasarían varias horas en la cámara de desinfección y las pruebas posteriores, antes de poder estar con ellos. Nadie más vendría a recibirles.

Tras finalizar el proceso de reconocimiento llegaría la hora de dar explicaciones al capitán. Los informes que habían enviado regularmente dejaban bien claros los motivos por los que el planeta no podía ser habitado, pero el protocolo exigía la reunión. La relación entre Björn y Haskel nunca había sido especialmente cordial, pero ambos se profesaban un gran y mutuo respeto. Sus puntos de vista tendían a ser opuestos, pero solían lograr que sus discusiones no llegasen a lo personal. Pese a que Björn sabía que su capitán era un buen hombre (equivocado, pero un buen hombre) no tenía muy claro como terminaría aquella reunión.

Tras entrar en el camarote, la primera reacción fue la acostumbrada. Silencio e incomodidad por ambas partes durante eternos segundos.
- Siento lo de tus hombres – Haskel fue quien rompió el silencio – Los médicos hicieron cuanto pudieron, pero para cuando llegaron a bordo ya era demasiado tarde.
- Sabían a lo que se arriesgaban – Björn trató de mantener la compostura, pero aquel tema aún le dolía. Habría preferido ser él quien eligiese el primer asunto a tratar.
- Hemos esperado a que regresarais para celebrar las exequias.
- No era necesario, la energía utilizada para preservar sus cuerpos podría haberse dedicado a algo más provechoso – trató de mantener la máscara lógica, pero era fácil ver a través de las grietas.
- En estos momentos podemos permitirnos el despilfarro, todos los acumuladores están a la máxima carga.
- ¿Y bien?
- ¿Perdona?
- ¿No vas a pedirme el último informe?
- Los que has mandado hasta ahora eran bastante claros. Esta reunión no es más que un mero formalismo.
- En ese caso tengo muchas cosas que hacer – aquella reacción le sorprendió incluso a él. Quería bronca. Que le atacasen para poder decir en voz alta que no fue culpa suya, que hizo cuanto estaba en su mano para llevar aquella misión a buen puerto. Necesitaba un desahogo para toda la rabia que llevaba dentro, no compasión.
- Björn...
- ¿Que? - gritó mientras se giraba. Ya no quedaba nada de la máscara de frialdad o la compostura científica.
- Si hay algo que pueda hacer...
- Encuentra un sitio en el que podamos vivir, porque este se está desmoronando.
- Eso ha sido un golpe bajo indigno de ti.
- Ahora mismo no me siento muy digno u orgulloso de ser quien soy.
- Entiendo que te encuentres mal, y soy capaz de pasar según que cosas, pero no voy a permitir que te degrades así. Descansa. Cuando quieras hablar civilizadamente ya sabes donde estoy.
- No quiero descasar. Quiero que me des más recursos.
- Olvídate de ese planeta.
- No estoy hablando del planeta, no quiero volver a pisar ese maldito sitio. La prioridad es Sleipnir. Hace años que tienes los informes y no has hecho nada con ellos.
- Perdoname si no soy tan fatalista como vosotros.
- No es fatalismo, sino tener un mínimo de perspectiva. Y no digas que es cosa nuestra, este es un mal que lleva arrastrando la nave desde antes de que naciéramos tú o yo. Tras cada nueva recarga perdemos autonomía y llegará un día en el que tendremos que limitarnos a orbitar un planeta esperando a que algún sistema crítico falle.
- Estás hablando de más de un milenio.
- Siendo muy optimistas.
- Ese será el problema de quien este al cargo entonces. Ahora mismo tenemos problemas más acuciantes que ese.
- Es o, pásale la pelota a otro. Escurre el bulto como han hecho tus predecesores.
- De acuerdo. Muy bien. Dime ¿a quién le quito los recursos que te voy a dar a ti?
- Ese es tu trabajo.
- ¿Quién escurre el bulto ahora?
- No utilices la demagogia conmigo. ¿Quieres un informe? Dame datos y lo tendrás sobre tu mesa en un par de semanas.
- ¿Como el que me proporcionasteis para venir hasta aquí? – Haskel dio un manotazo con ambas manos sobre la mesa mientras se levantaba.
- Serás... – se frenó. Aquell o había dejado de ser una conversación hacía rato y el intercambio de acusaciones estériles no iba a llevar a ningún lugar provechoso. Aún avergonzado de sí mismo, Björn no retiró la mirada desafiante de su capitán durante unos segundos, antes de darse la vuelta y salir de la sala.
Mientras recorría los pasillos de la nave, las ideas se agolpaban en su cabeza de manera desordenada. Los estudios que manejaba era públicos, pero la gente prefería ignorarlos. Quería un cambio de paradigma, una revolución, cualquier cosa que alejase de su mente los fantasmas de los hombres que había perdido.

Haskel abandonó su asiento y comenzó a dar vueltas por el camarote. El destino de la raza humana dependía de él y no dejaba de cagarla. Dos decisiones erróneas pesaban más sobre su conciencia que todas las que había tomado con acierto durante los últimos treinta años.
Los informes se los había proporcionado el consejo científico, pero la decisión final de cambiar el rumbo de Sleipnir era suya.
Contra las indicaciones de los doctores, había traído a dos hombres enfermos por una dolencia desconocida hasta la nave, y aquello había estado a punto de costar la propagación de un virus altamente contagioso entre toda la población.
Toda parecía indicar que se había logrado contener infección, pero en el proceso habían muerto otros treinta y cuatro hombres. Por orden suya se mintió a las familias para no causar el pánico general. Estuvo tentado de hacer saber la verdad y renunciar a su cargo, pero no encontró a su alrededor a nadie apto para asumir el cargo bajo aquellas condiciones. Aquello habría sido la salida fácil, hacer cierta la acusación de estar “escurriendo el bulto”. Algo indigno de él.
Furioso, pegó un puñetazo al muro rompiéndose la mano. Aquel ramalazo de dolor físico casi fue un alivio.
- Capitán ¿Está usted bien? – uno de sus escoltas no tardó en entrar atraído por el ruido.
- Sí, tranquilo Morten, todo va bien – mintió – Todo va bien.

El contenido de este campo se mantiene privado y no se mostrará públicamente.

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.