Relatos

Relatos Javier Albizu

La orden de la coherencia universal

La orden de la coherencia universal
Como ya escribí hace un tiempo, al menos en mi caso, las historias tienden a comienzan de una manera más extraña y anárquica.
Generalmente comienzan como retales sueltos sin relación aparente para, a continuación, comenzar a luchar entre ellas para hacerse un hueco entre los espacios focales de ese caos entrópico que es mi cabeza.
En el caso concreto que nos trae hasta aquí, todo comenzó con una mala traducción. Una de esas que tanto abundan y que se dedican a sustituir palabras inglesas por aquellas que poseen una mayor similitud sonora en nuestro idioma.
Traduces “Fabric” por “Fábrica” puede quedar como algo medianamente aparente (erróneo pero puede llegar a dar el pego) pero cuando ese concepto va ligado a “Espacio-tiempo”, la cosa ya cambia para convertirse en algo totalmente delirante.
Entonces es cuando entra en juego tu (mi) yo literal y una chispa de vida nace en el vacío neuronal y comienza a desperezarse.
Analizas la idea y te dices “esto da como para un relatillo”. Algo aislado y ligero. Le daremos e intentaremos que su tono sea cómico, ya que nada demasiado serio puede salir de ahí. Lo escribes, lo publicas en la web, y das el asunto por zanjado, o eso crees.

Porque sigue ahí. En la periferia de tus historias tratando de encajar. Tratado de ocupar ciclos de reloj de tu mente mandando mensajes.
- ¿Encajo aquí? - te pregunta.
- ¿Encajo aquí?.
No, tampoco. Sólo eres una idea suelta. Una ocurrencia sobre la que no hay que dar muchas vueltas más. Aunque en ocasiones sientes que estás mintiendo. Podr... comienzas a decir, aunque te detienes a tiempo. No.
Pero con cada nueva historia que se forma en tu cabeza, ella vuelve a preguntar.
- ¿Encajo aquí?.
Hasta que un día cometes un error. Un día respondes... igual sí, y todo se lía.
A partir de entonces ya no es ella quien pregunta. Eres tú quien comienza a interrogarse: ¿Cómo?.

No tienes una historia, pero comienzas a crear un universo alrededor de la idea... sólo para darte cuenta de que ese universo te suena. Esos conceptos ya los habías utilizado, lo que estás haciendo es adaptar este abstracto a “uno” de tus paradigmas previamente desarrollados.
Sigues dándole vueltas y ves que ese no era “uno” de tus paradigmas, sino “EL” paradigma.
No tienes varios, no eres capaz de tenerlos. Según vas tratando de dar lógica y sentido a la idea, lo único que ves es cómo ya formaba parte de tu lógica. De tu forma de entender y estructurar los universos.
Es fácil. Sólo tienes que unir los puntos. “A“ lleva hasta “B” de una manera indefectible.
Es más, ya te habías dado cuenta mucho antes. Como diez años antes de ponerte a hacer de nuevo las mismas elucubraciones cuando hablabas de La teoría de la historia única.
Así que corres a releerlo (y seguramente reescribirlo, porque estará redactado con el culo) pero finalmente optas por dejarlo como estaba. Con sus faltas de ortografía, su redacción deficiente y sus demás defectos. Dejas que esa entrada sea una muestra de quien fuiste y escribes una nueva entrada al respecto a la que llamas... La teoría de la historia única (Redux) (así de original eres), donde vuelves a contar lo mismo, pero con las maneras torpes e insatisfactorias de quien eres a día de hoy... sea cuando sea (y quien seas) hoy.

Y te das cuenta de que sí. De que, efectivamente, sólo tienes una historia, sólo que no es así. En tu ansia de coherencia, quieres que todo encaje.
No, tampoco es eso. Te das cuenta de que intentas que todas tus historias, que todos tus universos se adapten a tu manera de entender la realidad. Que, de alguna manera, por más extraña que sea, sean capaces de decir algo sobre ti.
De tu manera (extraña o personal) de entender la creación y los procesos que llevan hasta ella, de cómo ves la épica y la grandiosidad, la coherencia o el surrealismo, el horror o el humor.
De cómo te empeñas en que todo encaje, aunque no tenga ningún sentido.

Javier Albizu

El lugar justo antes del más allá

El lugar justo antes del más allá
En los límites del universo, en el umbral que separa la entropía de la existencia, moran ellos. Su hogar se encuentra más allá de la vida, donde los conceptos pierden su forma y los axiomas su validez. Pocos son los que saben de su tarea y menos aún los que alguna vez han establecido contacto o comunicado con ellos, pues son criaturas atemporales, constructos exadimensionales incomprensibles para las mentes mortales que han nacido y moran bajo su creación.
Su oscura labor es, en sí misma, una contradicción y un sinsentido para nuestras percepciones constreñidas por el paradigma de los cinco sentidos.

Ellos son los creadores de conceptos, los diseñadores de universos, los maquetadores de realidades, los funcionarios cosmogónicos.
Ellos trabajan en:

LA FÁBRICA DEL ESPACIO-TIEMPO

Y, por primera vez en la historia, tenemos grabaciones exclusivas sobre sus actividades (bueno, en realidad no son grabaciones, ya que no poseemos dispositivos capaces de captar a los integrantes de la plantilla, pero hemos hecho una reconstrucción con actores aficionados que nos ha quedado la mar de mona)

Hora: Fuera de la corriente temporal
Lugar: Oficina de gestión de proyectos del sector 5. Sección de desarrollo de nuevas tecnologías.

- ¡GUTIERREZ! – todo en la expresión del jefe de proyecto García parece indicar que no está contento. La verdad es que no está nada contento – ¿Quiere hacer usted el favor de venir de una puñetera vez a mi oficina?
Más allá de la puerta se puede escuchar el sonido de unas pisadas aceleradas acercándose por el pasillo. Después, silencio y unos leves golpes en la puerta.
- ¿Señor? – Gutierrez esta sudando tras la puerta. El tampoco parece contento, pero su rostro, más que ira, muestra miedo.
- Adelante, adelante – pese a que Gutierrez no puede verle desde el otro lado, García acompaña sus palabras con un ademán de su mano – ¡Que pase ya! ¡cojones! – parece que el jefe tiene prisa.
Mientras con una mano se seca el sudor de la frente, con la otra, Gutierrez sujeta montones de planos. Tras guardar el pañuelo, abre la puerta con timidez. No es un tipo muy grande, pero entre su andar cabizbajo y la enorme mesa de su jefe, casi parece un enano.
- ¿Puede explicarme esto? – sin dejar tiempo a su empleado a sentarse, el jefe golpea con un dedo inquisidor los planos que hay sobre su mesa.
- Son los planos para la ampliación de la sección vigésima del cuadrante treinta y dos del parsec ocho de la sección cinco.
- ¿De verdad cree que le estaba preguntado eso?
- No, señor, disculpe. Son los nervios.
- Pues deme una razón para que las obras sigan aún en el estado en el que se encuentran.
- Pues verá, señor… Es que no hay espacio – Gutierrez se encoje preparándose para la bronca.
- Vamos a ver ¿COMO COJONES QUE NO HAY ESPACIO? ¡NOSOTROS HACEMOS EL ESPACIO!... ¡Y EL TIEMPO!... y miniaturas, camisetas y otro montón de cosas que no vienen ahora al cuento... ¡SI NO QUIERE QUE LE SAQUE A HOSTIAS DE ESTA OFICINA SERA MEJOR QUE ME DE UNA EXPLICACION UN POCO MÁS SÓLIDA!
- Verá, es que no hay espacio… espacio físico. Vamos, que otra gente ha ocupado el espacio que íbamos a ocupar nosotros. Que nos han colado un par de galaxias que no son de nuestro sector.
- ¿Y nadie se ha dado cuenta?
- Verá. Es que aparecieron así, sin más. Al parecer las estaban llevando a su ubicación definitiva… alguien activo un agujero negro a donde no debería… y la cosa es que acabaron consolidándose en nuestro sector.
- Serán – García activa el intercomunicador - ¡QUE ALGUIEN ME TRAIGA AQUÍ AHORA MISMO A SATUR!
- Hemos tratado de arreglarlo, jefe, en serio – mientras tanto, Gutierrez continúa con sus explicaciones – pero es que esas galaxias no se parecen en nada a las que nos habían encargado. Tendríamos que cargárnoslas del todo para continuar con las obras y se nos sale del presupuesto, porque iba a generar una cantidad de escombro que tampoco tenemos donde meter. Ahora estamos concentrando nuestro esfuerzos en tratar de “empujar” el resto del espacio para hacer hueco a nuestro proyecto, pero nos está costando un poco más de lo esperado.
- ¿Y no me lo podíais haber dicho antes para poder comentárselo al cliente y tratar de ganar un poco de tiempo?
- Le mandamos un memorando por la mensajería taquiónica, y recibimos la confirmación de que había sido recibido. Aquí tengo el comprobante – Gutierrez ondea el mensaje como una banderola, pero sabe que aquello no le va a servir de mucho – ¿Lo ve? ¿Lo ve? Tengo el comprobante – su voz baja de volumen poco a poco, mientras se encoje de nuevo para recibir otra bronca.
- ¿Está usted tonto? ¿Una cagada de ese calibre y no hay una sola persona en el equipo capaz de decírmelo en persona? – mientras vocifera, García revisa la mensajería taquionica. Cuando encuentra el mensaje el color de su rostro cambia de rojo ira, a rojo-infierno-sobre-la-tierra – “Señor” – lee en voz alta, y fingida entonación nasal, mientras balanceando la cabeza de un lado a otro con gesto de burla y desdén – “Debido a problemas técnicos, el proyecto de ampliación de la sección vigésima del cuadrante treinta y dos del parsec ocho de la sección cinco, sufrirá un leve retraso”
- Bueno… verá…
- ¿Tiene una explicación para esto?
- Pues… bueno… la verdad es que no… PeroelmensajeloescribióLópez – dice con voz apresurada, mientras con un dedo extendido apunta hacia algún lugar indeterminado fuera de la oficina.
- Dígame que, al menos, han buscado alguna solución temporal – el tono calmado en la voz de García contradice el tamaño que está adquiriendo la vena de su frente – Algo que pueda sugerir, o con lo que podamos engañar al cliente mientras arreglamos esto.
- Sí, verá señor, aquí le traía los planes de contingencia que habíamos desarrollado – Gutierrez despliega de manera desordenada los planos que hasta ahora mantenía apretados contra su cuerpo.
- ¿Se encuentra alguno de ellos en curso?
- Aún no. Todavía nos quedan algunos pequeños – Gutierrez acompaña esta palabra con un gesto de su mano – detalles por pulir, y queríamos consultarlos con usted antes de ponerlos en práctica.
- ¿Y a que estaban esperando para hacer las consultas?
- ¿Puedo serle sincero?
- Por favor.
- Nos estábamos rifando quien vendría a proponérselos.
- ¿Son ideas de bombero?
- Bueno… aun están por perfilar y matizarse. Ya sabe como son estas cosas.
- Sabe que se está jugando el puesto.
- En un principio, necesitábamos saber para que quería el cliente el espacio que había comprado
- Al parecer, uno de sus usuarios lanzó una sonda espacial hace unos cuantos siglos y va a alcanzar los límites del sector. Él quiere mantener ante sus usuarios la apariencia de un universo único e infinito, así que necesita mantener el engaño, al menos unos cuantos siglos más.
- ¿No sería más sencillo meterle un buen pepinazo a la sonda? Los accidentes ocurren en el espacio.
- No.
- ¿Crear un bucle entre el comienzo y el fin del sector?
- Tampoco, contabilidad dijo que vendría bien el líquido que nos daría la operación. Así que la única opción viable ahora es la de formatear ese sector del espacio según las indicaciones que nos dio el cliente.
- Vale, pues ahora empiezan las ideas de bombero
- Enséñeme lo que tiene, a ver si podemos utilizar algo.
- La primera opción que habíamos barajado era el insertar unos cuantos años en su línea temporal. El problema es con que los llenamos, y como hacemos para que el cliente no se de cuenta.
- Mala opción. Los de producción y diseño están liados ahora mismo con el chandrío que montó el tipo aquel del sector doce con la chapuza de tratar de alterar el pasado de sus usuarios. Ya sabes, todo ese jaleo de las guerras cósmicas.
- ¿Aún no lo han terminado de arreglar?
- No
- Pues si que debió liarla gorda.
- Más ideas.
- Esta me encanta, pero aún está un poco verde. Incluye la utilización de segundos teraluminicos.
- Pero… ¿Eso no está aún en fase alfa?
- Sí. Ese corredor temporal aún está en investigación, pero está dando muy buenos resultados. Además, hasta que nadie invente nada capaz de moverse a esa velocidad sin perder su cohesión, hay mucho tiempo.
- ¿Y que había pensado?
- Verá. Metemos al cliente en el corredor teraluminico durante unos segundos. Lo que para él sería apenas un parpadeo, a nosotros nos daría unos cuantos cientos de años para poder hacer la obra.
- Hay un pequeño problema.
- Lo sé. Lo sé. No sabemos si el cliente podría sobrevivir a la experiencia.
- Aparte de ese. Los usuarios del cliente habrían evolucionado todos esos años sin su supervisión, así que él se daría cuenta del cambio. Es más. Muy posiblemente, para cuando volviese ya se habrían olvidado de él, y no creo que le gustase. Por no mencionar como se pondrían los de contabilidad si les decimos que el pago de la obra se va a retrasar tanto tiempo. Bastante tienen con las amenazas de las fundiciones de Quarks de no producir si no hay pasta pronto, como para irles ahora con esas.
- Pues ya sólo nos queda una opción más entre las que estábamos barajando. Aunque es un poco cutre.
- ¿Más que estas?
- Sí. Es bastante más convencional y nos va a salir por un pico. Podríamos construir sus galaxias en otro lado, y enlazarlas con un puente subespacial. Con el tiempo podríamos ir moviendo las estrellas, poco a poco, a sus ubicaciones definitivas.
- Eso es una locura. El beneficio se nos iría a paseo, y como al cliente se le ocurriese inspeccionar esa sección, se daría cuenta enseguida de la chapuza.
Se hace el silencio en la oficina y, poco tiempo después, se comienzan a escuchar los rítmicos golpeteos del bolígrafo del señor García sobre la mesa.
- ¿Se puede? – tras unos minutos, una voz les habla desde el otro lado de la puerta. Es Saturnino Pérez Pérez, responsable de la división de obras públicas y transporte.
- Pasa, Satur. Puede retirarse, Gutierrez. Ya volveremos a hablar – la voz del señor García parece algo más calmada.
Mientras se cruzan en el umbral de la puerta, Satur y Gutierrez se saludan con un leve gesto de sus cabezas.
- Pues tú dirás – tras tomar asiento, Satur comienza a hablar – ¿A qué viene tanta prisa por verme?
- Satur, tío ¿A qué clase de gente me contratas, que andan soltando galaxias donde no deben?
- ¡Ah! Eso.
- Sí “Eso”
- No fue culpa suya. La culpa fue del generador de agujeros.
- Entonces ¿Fue un error técnico? ¿Le podemos pasar el marrón al fabricante?
- Se podría intentar, pero va a estar complicado.
- Verás, el aparato es nuevo, y funciona bien. El problema es el manual. Estaba mal traducido. Alguien puso “fábrica” donde debía poner “estructura” y todo lo demás se fue al garete.
- Putos traductores. Lo bien que viviríamos de no ser por ellos.
- No te quejes. De no ser por los traductores, ni siquiera estaríamos aquí.

Javier Albizu

Poco después del final, momentos previos al comienzo

Poco después del final, momentos previos al comienzo
Veo que ha regresado de su paseo (figurado) por las oficinas de la fábrica. Espero que haya sido una experiencia satisfactoria a la par que enriquecedora.
Por supuesto, usted no está viendo nada de esto, por lo que tendrá que fiarse de mis palabras.
Si mi siguen, a continuación continuaremos con esta visita guiada por el resto de nuestras instalaciones.
En estos momentos nos encontramos en la sala de operaciones del Servicio de Infraestructuras de la Orden de Coherencia Universal.
En breves momentos presenciaremos como uno de los operarios realiza una de sus procedimientos estándar; monitorizar el final de la vida de una estrella, ejecutar un par de tareas programadas para que coincidan con la ocasión, mirar al reloj, y levantarse para ir a almorzar.
Apasionante, ¿verdad?.
Muy bien. A continuación nos dirigiremos hacia...
¿Perdón?
Sí, por supuesto, eso era todo. ¿qué esperaban?.
De comenzar a meternos con tecnicismos la visita se puede eternizar.
En fin, si se empeña... fabricaremos un poco más de tiempo para usted. Pero luego no se queje si se aburre o la cosa le queda poco clara, usted se lo ha buscado.

¿Por dónde comenzar?
Aquí no hay un dónde o un cuándo, es una cuestión de magnitudes. Es más, ni siquiera hay un “aquí” o un “ahora”, pero trataremos de traducir las ideas en conceptos entre los que nos movemos (no, tampoco hay un “entre”) expresables mediante el lenguaje.

Veamos... Supondremos que hay un ahí, y “dentro” del “ahí” hay un “alguien”. Un alguien a quien definiremos utilizando la palabra arquitecto y bautizaremos con el nombre de Elisa. Junto, alrededor y bajo ella. Solapándose con ella y atravesándola se encuentran infinitos arquitectos más, pero en esta ocasión nos centraremos en ella.
Sí, creo que podríamos comenzar por ahí... o “ahí”.

Elisa contempla el universo. Un concreto que cabría en una de sus manos. Lleva... lo que podríamos denominar como “tiempo” observándolo. Aunque claro, ella (al igual que nosotros) se encuentra más allá del tiempo. Ni siquiera puede interactuar con él o con la materia (aunque sí que dispone de constructos creados para esa tarea)
Desde más allá de la esfera cronal, contempla cada segundo (en realidad vendría a ser una medida un tanto más esotérica, pero confío en que nos entenderemos con esta) durante un... ¿periodo de...?.
Maldición.
¡YA LE HE EXPLICADO QUE ESTO IBA A SER COMPLICADO!.
¿Cómo pretende que le explique estas cosas como es debido si no puedo usar el tiempo como referencia para hablar de los cómos y por qués de estas criaturas?

En fin, diremos que contempla cada segundo durante mucho tiempo ¿contento?. No es que lo detenga, sino que volver a mirarlo carece de sentido más allá de ese... instante.
El tiempo tiene una peculiaridad, y es que cada micra de segundo/espacio es única. Así está establecido por contrato con todos los clientes. Ninguno de ellos se puede repetir ni reutilizar. Es por ello que, cuando se pretende que los constructos (que existen en el “ahora”) interactúen con él, sólo se dispone de una única oportunidad de hacerlo por cada instante.
Con el espacio pasa lo mismo. Cada átomo es único, ya sea mediante pequeñas imperfecciones asignadas de manera arbitraria, por la órbita de sus electrones, o por la cadencia de sus movimientos. Esa es la oferta a la que se compromete la orden.

En fin, estábamos con Elisa. El momento/espacio que está contemplando son los instantes siguientes a los que se encontraba monitorizando el operador (que se encuentra en un nivel de existencia intermedio entre ella y el tiempo/materia).
Sujeta el universo entre dos de sus dedos y lo sitúa frente a lo que podrían ser sus ojos. Tras esto, lo deja flotando ante ella y juntando ambas manos tras su espalda, adopta una pose marcial. En el recóndito rincón de esa masa palpitante que centra su atención, la luz de un sol se extinguirá arrastrando tras de sí lo que podríamos denominar como posibilidad_de_vida_comprensible_por_el_hombre (y alguna más) de todo su sistema. Su proyecto de migración va a comenzar, y ella sólo puede esperar. Inconvenientes e incomodidades de tratar con material espacio temporal.

Este proyecto consiste en la perpetuación de algo que, previo estudio, ha sido catalogado como “merecedor de ser preservado”. Porque pese a que cada átomo y cada segundo son únicos, expuestos a según que condiciones, las entidades que forman acostumbran a adoptar unas características similares.
Así que, dentro de la “unicidad” de esos resultados, existen elementos más “únicos” que otros. Frutos del azar que no pueden ser replicados de manera intencionada en la fábrica. Los llamados irreemplazables. Puede tratarse de una forma orgánica, mineral o vegetal, de un paisaje o una idea, de una sensación o un momento.

Comienzan las explosiones finales, los últimos estertores de la estrella y el constructo, que la rodea como si de una red se tratase, inicia su actividad. Sus circuitos, grandes como continentes, se iluminan asemejándose a megalópolis nocturnas bullentes de vida mientras se acerca el estado de hipernova. Pero algo parece fallar.
Uno de los indicadores de seguridad señala el error. La explosión de uno de los cuadrantes inferiores ha excedido su umbral de asimilación. El sistema de salvaguarda inicia el sistema secundario, y este también falla. Elisa aprieta la mandíbula mientras una arruga de preocupación se marca en su frente. El constructo es viejo pero fiable. Ya ha realizado migraciones desde antes de que la lejana Vía Láctea fuese un proyecto a desarrollar. Por referencias de sus compañeros, también sabe que ha realizado más tareas similares un par de eones después de esta. Mentalmente anota el sector defectuoso y transmite los datos al operador. Por fortuna no es necesario que este actúe “ahora”, el sistema terciario ha sido capaz de soportar la sobrecarga. La migración continúa según la planificación.
La estrella alimenta al constructo, y este demanda aún más energía. Se activan los circuitos de transporte y fijan las coordenadas origen-destino mientras el inventario de entidades a reubicar inunda los bancos de memoria.

En el quinto planeta del sistema, un mineral submarino inicia su transmigración, en el séptimo se trata de un abstracto, del noveno toman una molécula. Todos ellos ven alterada su estructura. Son deconstruidos hasta que sólo son información pura. Datos encapsulados, etiquetados y ordenados para ser transmitidos a través del túnel trans-dimensional que comienza a formarse a través del sol. Su estado cambia hasta que se han convertido en luz pura, un haz más allá del espectro del color que atravesará el espacio y el tiempo hasta alcanzar sus diversos destinos.

La tarea termina y el constructo se va. En el universo/tiempo han transcurrido más de dos semanas y los últimos vestigios de esa estrella se desvanecen. El espacio antes ocupado por esa luz, ahora aloja a un Collapsar cuya supra-masa absorbe toda la materia a su alcance.
En ese tiempo, más allá de la migración, el azar ha seguido su curso. En el firmamentos de cientos de mundos hay una luz menos, pero en el recuerdo de sus habitantes (ya sean o no concebibles ante los ojos o la comprensión del hombre) ha quedado su impronta. A raíz de su última luz surgirán leyendas e historias. Ideas y conceptos. Algunos ya existían, otros son nuevos.

Elisa centra su “ahora” y su atención en otro segundo/espacio crítico. Quizás sea otro segundo en el mismo espacio, quizás contemple otro espacio en ese mismo momento y comienza a analizarlo. Inventaría su anatomía en busca de otros “Irreemplazables”. Cuando no existe el tiempo, no existe el descanso.
El operador abandona su puesto.
Si así lo desea, podemos seguirle y aprovechamos para ver el bar del departamento. Hacen unos pinchos que merecen mucho la pena.

Javier Albizu

Macroverso V2

Macroverso V2
Hace mucho tiempo comencé a escribir... algo. Algo sin demasiado sentido. De acuerdo, hago eso bastante a menudo, no hace falta que me remonte tanto, pero esta vez fue distinto, porque de aquel “algo” terminó saliendo otro “algo” con un cierto sentido.
Pero de los qués y por qués de aquello ya hablé en su momento por aquí y aquí (con espoilers y todas esas cosas) tras terminar con “la cosa”.
Por supuesto, y como es habitual en mi, no lo terminé “bien”. Me explico.
Estaba bien terminada (la historia o la idea que tenía para ella) pero estaba mal terminada la redacción y exposición de varias de sus partes (el estar planteada como una serie de entradas de blog ayudó a ello).
Así que me he decidido a darle un repaso y volver a reescribir alguna de sus partes y alterar algo su estructura para incorporar de una manera un poco más coherente las partes previas al relato en sí que, pese a poseer información necesaria para ver el todo, decidí no incluir en lo que vine a considerar como el conjunto final.
Dicho esto, bienvenido seas al Todo-Nuevo, Todo-Diferente Macroverso. Renumeramo para empezar de nuevo desde el número cero y con diversas y adlianas portadas alternativas para el mismo contenido.
No esperes que la cosa mejore demasiado con respecto al original.

Eso sí, también te lo puedes descargar completito desde los siguientes enlaces:
En epub
En pdf

Javier Albizu

Prólogo

Prólogo
¿Qué escribir?
¿Cómo y por dónde empezar?
Quizás con una cita. Una cita molona de algún pensador, filósofo, poeta o pseudo intelectual. Alguna frase de esas que aparecen en la fotos al lado del careto de un famoso.
Una frase que sólo quienes conozcan el contexto en el que fue pronunciada sepan (o crean saber) de qué narices les estoy hablando.
¿A quién quiero engañar? Mejor no.

Aunque... por otro lado... “Ah, ¿Qué diablos?” o aún mejor “Tanto gilipollas, y tan pocas balas”

En fin, al turrón.

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Observatorio de la N.A.S.A.
Localización indeterminada
Hora irrelevante (aunque serán cosa de las cinco treinta y siete de la mañana en alguna zona horaria)
Mundo “real”

- ¿Señor?
- Dígame, señorita Smith.
- ¿Ha tenido tiempo para mirar las imágenes que le envié hace unos horas?
- Sí, pero no me han resultado especialmente graciosas. No me ha venido a la cabeza ninguna contestación ocurrente con la que mandarle a paseo por hacerme perder el tiempo con esas tonterías.
- Pero, señor...
- ¿Había algún chiste oculto? Tampoco les he dedicado mucho tiempo.
- Es que…
- Acelere Smith, no tengo todo el día para usted.
- Señor, no son fotos de ninguna revista. Son imágenes de nuestros satélites.
- ¿Ya ha llegado el día de los inocentes? Que rápido pasa el tiempo.
- ¿Señor?
- Que no cuela, Smith. Y una cosa es que haya buen ambiente, y otra que esto sea un cachondeo.
- Pero señor…
- De acuerdo, igual me excedí en la última cena, pero eso no significa que ya seamos íntimos…
- ¿Puede hacer el favor de escucharme un momento sin interrumpir?
- Que uno tiene morriña de la tierra, y el vino estaba muy bueno. Pero por mucha fama que tengamos los latinos, soy un profesional y continuo siendo su superior.
- Señor, si puede hacerme el favor de mirar esta pantalla.
- ¿Qué me decía?
- Las imágenes… las pantallas… - Smith cambió la imagen del monitor central.
- ¿Qué es eso?
- De lo que llevo un buen rato tratando de hablarle.
- ¿Una mancha en la lente del satélite, o en el monitor? Dígame que es cosa del monitor. No me diga que tenemos que preparar una misión para limpiar la mota de un cristal que cuesta más que lo que cobraríamos en veinte vidas.
- No es cosa del monitor.
- Ya está. Como si lo oyese: El hispano éste se ha cargado nuestro satélite…
- El satélite tampoco esta roto.
- Y volverán con lo mismo: Esto nos pasa por contratar a espaldas mojadas. ¡¡¡QUE SOY ESPAÑOL, JODER, DE ESPAÑA!!! ¡¡¡QUE ESO NO ESTA EN MEJICO!!!
- Señor, lo está volviendo a hacer.
- Una mota. Una puta mota de polvo, un jodido pixel me va a costar el curro.
- Señor, no es una mota ni un error - Smith amplió la zona seleccionada y la “mota” comenzó a ganar definición y… lo que parecían edificios.
- Esos renders están currados. Casi hasta parecen de verdad.
- Señor, mire las grabaciones de ayer y antes de ayer.
- ¿Quieres dejar ya lo del “señor”?
- Vale, pues mira, escucha, y no me vuelvas a interrumpir hasta que terminen las imágenes.

Las grabaciones comenzaron a pasar antes los atónitos ojos de señor Gutierrez.
Martes: Una isla aparece de la nada cerca de la costa de Cádiz, cuatro horas después desaparece.
Miércoles: Nada
Jueves: La isla vuelva una hora antes que el martes, para volver a desaparecer.
Viernes: De nuevo la isla, pero esta vez se adivinan edificios poco definidos.
Sábado: La misma isla, edificios distintos, y se puede percibir actividad en sus calles.
Domingo: De nuevo la misma isla, pero esta vez también hay una montaña repleta de edificaciones. Aparecen también lo que parecen grandes aves… No, espera, no son aves. Son tipos con alas.

- Ahí ya te has pasado
- Señor, esto es muy serio.
- Casi consigues que me lo crea.
- Señor…
- ¡Que lo dejes ya! ¡Que no cuela! Si se la hubieses hecho a otro, me habría reído un rato, pero que me lo hagas a mi no tiene ni puta gracia.
- ¿Quieres escucharme de una jodida vez? Esto no es una broma, no es un fallo informático, no es una conspiración contra tu ego. Es algo real, y nos van a pedir que lo expliquemos.
- Pues tienes un problema.
- ¿Porqué?
- Porque acabo de decidir que mis vacaciones han comenzado hace un par de minutos.

**********************

No. Mal. Esto no hay por donde pillarlo.

Nuestro héroe se encuentra sentado en el sofá. Sus piernas, cruzadas sobre los cojines, soportan el portátil. Algún observador externo podría deducir que se encuentra en posición de trance Zen, otros más puristas podrían criticar la incorrecta colocación de los pies, pero para nuestro héroe todo esto es irrelevante. Para él, esta es la posición para tratar de escribir de hoy y ahora, de un jueves cinco de julio de un año indeterminado a las cinco y media de la mañana. Una posición, dicho sea por otro lado, que tampoco da resultado.
La pantalla brilla emitiendo sin piedad su blanco cegador mientras el puñetero indicador del cursor parpadea sin avanzar un ápice. Sabe que no se va a mover solo, que las letras no van a ir apareciendo por arte de magia, pero no por ello pone sus dedos sobre el teclado para dar comienzo a la sesión de escritura.
Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás con un suspiro de resignación. Se saca las tabas. Primero de los dedos para pasar a las muñecas. Los huesos crujen, pero siguen sin salir palabras de ellos. Estira sus brazos hasta que nota también como crujen sus hombros y espalda.
No hay prisa, mañana no tiene que trabajar, pero no hay nada decente en la tele (vaya sorpresa) y le apetece irse ya a la cama. Tiene que subir algo al blog, es su deber auto impuesto.
- ¿Para quién? - se pregunta.
- Puntos suspensivos - es todo lo que obtiene por respuesta.
Vuelve a mirar a la pantalla, esta vez con la determinación marcada en sus ojos. Tratando que esto marque alguna diferencia. Nada, como de costumbre. Su rostro se contrae en una mueca de frustración mientras abre la boca lista para emitir un grito que sólo es emitido por su mente.
- ¿Para qué? - se pregunta esta vez.
- Para hacerlo. Para mejorar.
- ¿Y cómo vas a saber si mejoras cuando nadie te lee?
- Confiaremos en que la práctica lleve a la mejoría. Quizás la mejoría lleve a los lectores.
- Para llegar a los lectores hace falta algo más que técnica. Hace falta escribir sobre un tema que les interese.
Esta voz no es la de antes. Trata de ubicarla, de buscarle la intención real. ¿Desanimarle o sugerirle una hoja de ruta?. Irrelevante, no escribe para cualquiera, escribe para encontrar a otros como él. Para una entelequia que no sabe si existe.
- Blablabla. Dime algo que no sepa.
- Si no interesa a quienes te conocen, va a estar complicado que llegue a llamar la atención de un desconocido. Será porque hay pocas cosas con las que perder el tiempo en internet.
- He dicho algo que no sepa.
- ¿Has pensado en buscar amigos nuevos?
- ¿Has pensado en irte un rato a la mierda?
Perfecto, lo está volviendo a hacer, discutiendo consigo mismo. Está como para que lo encierren.
- No te creas tan especial.
- Gracias, simpático.

Cierra de nuevo los ojos y hace recuento de historias, de las que se encuentran en estado embrionario y de las que tiene algo más desarrolladas. Tiene cuatro documentos abiertos, cuatro de las... no quiere pensar en cuantas, historias que tiene empezadas. De las ideas que pululan entre sus neuronas en busca de concreción, pero sus dedos no son capaces de convertir en palabras las imágenes que su mente genera para ellos.
No quiere recurrir a lo fácil. Lo fácil es demasiado... fácil. Lo fácil es rendirse, escribir sobre lo que no le cuesta esfuerzo, postergar aún más las historias que le cuesta escribir, pero está un poco hasta las narices.

Parpadea y para humedecer un poco sus córneas y cierra los ojos de nuevo para mandar su cabeza hacia otro lugar. Ese lugar en el que habita alguien muy parecido a él. Alguien a quien se dedica a torturar sin excesivo remordimiento. Alguien que puede usar como chivo expiatorio, a quien puede acusar de las cosas que no se atreve a acusarse a si mismo. La piel de otro en la que aprender de errores propios. Aunque igual es capaz de complejizar la cosa un poco más.
- Estupendo, lo que necesito en estos momentos. Otro universo más a desarrollar.

La idea lleva rondando por su cabeza desde hace ya años. El concepto básico no es que sea del todo original, ha leído historias de temáticas similares con anterioridad, pero la originalidad absoluta no sólo no es su objetivo... sino que, a estas alturas de la película, también es imposible. Su imaginación siempre estará influenciada por todo lo que ha visto y leído. Lastrado por cientos de referencias, conscientes o inconscientes, de cosas que ha hecho gente antes que él. Así que, dado lo fútil que resulta la búsqueda-de-lo-nunca-antes-escrito, se limitará a añadir su ínfimo granito de arena al conjunto.

En esta historia, por supuesto, habrá un personaje central. Un personaje que, a estas horas de la mañana no tiene mejor idea que bautizar con su propio nombre; Javi. Lo piensa un poco más y decide que no. No hace falta que le ponga apellidos.
La decisión tiene algo de sentido. No porque sea él, si no porque, como todos sus personajes, es una parte de él, y estos relatos en concreto van a ser más “suyos” que el resto. No porque les tenga más aprecio que al resto, sino porque, cree, las reacciones y conclusiones que va a otorgar al personaje van a ser más cercanos a la manera de funcionar que tiene su propia persona.

En estos relatos, Javi va a ser el único personaje que no sabe que es una creación literaria. Se para un momento y reflexiona sobre la palabra que acaban de pronunciar sus neuronas: Lliteraria. Ahora va y tiene ínfulas. Serán las horas.
El resto del reparto de personajes, continúa, no sólo será consciente de su no-existencia, sino que será capaz de hablar directamente con él, el AUTOR.
Esas mayúsculas. En fin.
Le hablarán tanto a él (unas veces directamente, otras hablando de él en tercera persona llamándome “el autor”. Muy bien, ahora minúsculas. Bajémonos un poco el ego) como a aquel que los esté leyendo en ese momento.

El universo en el que enclavará a este “Javi” también será similar al mundo real.
¿Cómo lo llamará? ¿JaviVerso? ¿Se confundirá el lector esperando poesía al mencionar la palabra “verso” y acudirán engañados por los resultados que aparezcan en los buscadores tras esa sucesión concreta de letras?
Lectores. Sí, claro. ¿Y qué más?

Por si acaso lo matizará de alguna manera. Verso no literario. Verso de Uni”verso”. Un universo pequeño pero no microscópico... aunque sí. El universo que existe dentro de la cabeza del personaje.

El resto del reparto estará compuesto por personajes bastante arquetípicos. No será muy amplio, quizás una docena de más de personajes.
Piensa, piensa...
Cuatro personajes “secundario-principales”. Dios (el casero de Javi), no, mejor dios, con minúscula.
Satanás, el vecino de abajo (mayúscula o minúscula... ya lo decidirá más adelante), la... ¿muerte? (...) ¿una muerte tipo Pratchet, tipo Gaiman, tipo Marvel o tratará de darle otro enfoque?
Ya lo decidirá más adelante.
Finalmente, el antagonista (casi mejor, este sí con mayúscula) El “malo” de cada relato, que siempre será el mismo, aunque su aspecto quizás varíe de unos relatos a otros.

Bien, esto marcha. Vamos a putear un poco más al prota. Javi es esquizofrénico. No, no exactamente. No va a cambiar de personalidad, pero en su cabeza van a existir otros “yoes”, no otras personalidades, sino de las distintas facetas o aspectos que componen una personalidad: Su parte sarcástica, su parte hipócrita, su parte lógica, etc, pero con voz propia.
¿Saben estas “personalidades” que son seres ficticios?
Sí. ¿Por qué no?
¿Basta esto como para empezar?
Abre los ojos y mira el reloj. Joder, las seis de la mañana. Técnicamente ya ha fallado. Ya es viernes y esta tendría que ser la entrada del jueves. Bah, ¿qué diablos?

Crea un nuevo documento en blanco y coloca los dedos sobre el teclado. Aprieta aún más sus párpados y manda su cabeza hacia el...

**********************

Microverso

Javi esta en uno de los bancos de un parque cualquiera. No tiene trabajo, no tiene casa (bueno, tenía de ambos hasta hace un par de días que los perdió). Parece que el universo se ha confabulado contra él, como si dios (¿esto lo pongo con mayúscula o minúscula?) hubiera decidido repentinamente que le odiaba.

Ahora esta sentado en ese banco, leyendo un periódico, buscando lo que hasta hace menos de un parpadeo había dado por sentado.

Sarcástico: ¿Quieres dejarte de ensoñaciones?
Javi: ¿Perdón?
Sarcástico: Estas mirando el periódico, pero no lees nada. Como no busques algo rápido, vamos a estar bien jodidos.
Javi: Aún nos queda algo de dinero.
Sarcástico: Me la suda el dinero.
Materialista: No digas eso. No hay nada mas importante que el dinero.
Javi: Tanto como lo más importante...
Materialista: Tu cállate, que no estoy hablando contigo.
Lógico: Haya paz.
Javi: Gracias.
Lógico: Dámelas cuando hayas encontrado un trabajo y un sitio donde dormir. A este ritmo nos queda dinero para una semana.
Lector: Eh, tíos. Lo tengo.
Javi: Veamos.
Impaciente: Segundo piso. Una habitación y baño. Cien pesetas al mes.
Paranoico: Demasiado fácil, demasiado barato, demasiado bonito. Aquí hay trampa seguro.
Pesimista: Si es bueno seguro que alguien se nos ha adelantado.
Todos: ¿Cien pesetas?
Pesimista: Os lo dije. Era demasiado bonito.
Lógico: ¿De cuando es este periódico?
Sarcástico: De la guerra civil.
Javi: No. Es de hoy.

JAVI: Dejad de darle vueltas. El periódico es de hoy, lo de las pesetas pretendía ser un elemento humorístico. Que se levante de una puñetera vez y vaya a la dirección:

Sarcástico: ¿Calle de la vida 1? ¿Edificio purgatorio? En serio, tío. ¿no te lo podrías haber currado un poco más?

JAVI: Son las cinco y media de... mierda, las seis y media ya, no me hagáis pensar mucho más.

Sarcástico: Lo que tu digas.
Javi: ¿Con quien hablas?
Sarcástico: Con el de siempre.
Javi: ¿Tu amigo imaginario?
Sarcástico: Sí, hombre, sií Una de tus múltiples personalidades esta loca.

JAVI: He dicho que ya os vale

Repentinamente, Javi se encontraba en el interior del apartamento descrito en el periódico.

Javi: ¿Como he llegado aquí?
Sarcástico: El autor, que no sabía como cambiar de escena.
Javi: ¿Por qué no me dejas tranquilo por un tiempo? Bastante tengo con esos lapsus como para que encima te empeñes en volverme aún mas loco.

En aquel momento, alguien llamó a la puerta. Javi, se levantó del sofá (que había sustituido al banco sobre el que se encontraba sentado), y se dirigió hacia ella. Al girar la manecilla, y tras tirar de ella, dos personas aparecieron ante él.
No recordaba que estuvieran en carnaval, pero ambos parecían disfrazados.

dios: Buenos días. Soy dios, su casero.
Sarcástico: ¿dios no tendrías que escribirlo con mayúscula?

JAVI: Achácaselo a mi ignorancia. Creo que se me está yendo la mano un poco ya con esto de las mayúsculas.

Javi: Eeeeh, buenos ¿días? ¿Nos conocemos?
dios: No, ha aparecido en este apartamento por arte de magia... y por una notoria falta de ganas por parte del autor para buscar una manera un poco elaborada para llegar hasta esta situación.
Javi: Dios, no. Eeeeh, aaaah, no se ofenda, era una frase hecha - otro loco mas, piensa Javi. En fin, supongo que aquí estaré como en casa.
Lógico: Oye, ¿se supone que escuchamos o leemos lo que pones entre paréntesis?

JAVI: Según me convenga.

Sarcástico: ¿Acaso esperabas una respuesta coherente?

Javi: Lo cierto es que da el pego, con la túnica, la barba blanca y el percal ese que tiene montado para que le rodee ese aura luminosa. Se tiene que dejar un pastizal en pilas.
dios: No es cosa mía. Citaré a los clásicos y me escudaré en que “Me han descrito así”. Pero todo esto puede cambiar, al fin y al cabo no dejo de ser la proyección dialogada de una fuerza en la que no cree quien esto perpetra (aunque, dicho sea de paso, para no creer en mi, dedica muchos de sus pensamientos a reafirmar esa no-creencia). En fin, y como le decía, soy el casero de esta patética representación del universo que pretende ser el edificio.
Satanás: Buenos días tenga usted. Soy el vecino de abajo.
Lógico: ¿Porque a este si que lo pones en mayúscula?

JAVI: Para joder preguntadores.

Satanás: Como iba diciendo antes de esta interrupción.
Javi: Nadie ha dicho nada.
Satanás: Déjalo…
Javi: No, no, por favor, continúe.
Satanás: Bien…
Javi: A todo esto. Usted da menos el pego. A ver si se lo curra un poco mas la próxima vez. Mas que el demonio parece un ejecutivo... o un político
Satanás: Échale la culpa a la sociedad y a la falta de imaginación del escribiente. De cualquier manera, dudo que mi apariencia sea demasiado estable. La pinta de aquí mi colega, siempre la he hecho gracia “al de arriba”, pero mi representación clásica, con la perilla, la piel roja, lo cuernos y esas zarandajas, tiende a parecerle más risible que aterradora. Las representaciones mas modernas de los tebeos y los juegos de rol tampoco le han convencido. Nada, que el chico es muy rarito para según que cosas. No te acostumbres a este aspecto mío. De aquí a nada (y dependiendo del efecto que pretenda conseguir) seguro que no me ves dos veces seguidas con la misma pinta.
Ah, y olvídate también de esa pose de “señor del mal” y tal, que lo soy, pero no es una cuestión de hacer concesiones a la galería y además es muy cansado y farragoso (no se por qué tengo que poner las comillas con las manos, si él ya las ha puesto en el texto). Aunque mi actitud variara tanto como mi aspecto (y aplica esto también al gordo de la barba blanca y la túnica).
dios: Bueno, la columna se va acabando, así que nos largamos.
Javi: Oigan, que no he firmado ningún contrato. ¿Les he pagado ya?

Pero los dos habían desaparecido ya.

Sarcástico: Eres un vago.
Javi: No es culpa mía. No me han dado tiempo a nada.
Sarcástico: No hablaba contigo.
Javi: Tíos, creo que aquí os vais a sentir como en casa.
Todos: Que remedio.
Sarcástico: Tío, sólo te han faltado las risas enlatadas, das mucha penica.
Javi: ¿Qué?
Sarcástico: No es a ti.

Si hubiera una cámara enfocándoles, toda las personalidades de Javi habrían mirado hacia ella con expresión molesta.

**********************

Bueno, tendrá que bastar por hoy. Me voy a sobar, que en un rato tengo comida sanferminera con los del curro.
San Fermín. Yuju. Por favor, que alguien me pegue un tiro.

Javier Albizu

Macroverso I Sueños interregnos

Macroverso I Sueños interregnos
Nuestro héroe hace como que duerme. Acostado bajo la sábana su cuerpo trata de mantenerse inerte. En la cabeza, reposante sobre la almohada, se pueden ver unos ojos cerrados pero, si nos acercásemos lo suficiente, podríamos percibir como las pupilas se mueven velozmente bajo los párpados.
Javi imagina. Ha bastado que se acostase para que las imágenes fluyan de manera espontánea. No sólo eso, comienzan a aparecer palabras capaces de describir esas imágenes. Incluso le parece atisbar cadenas de sonidos neuronales que se asemejan a frases.
La tentación está ahí. La tentación de levantase y comenzar a escribir.
- Es el momento – dice una de las voces de su interior.
- ¡No lo hagas! - dice otra de ellas - ¡Es una trampa!
Sabe que es un espejismo. Sabe que en cuanto abra los ojos las palabras y los sonidos se desvanecerán. De acuerdo, igual no es en cuanto abra los ojos, pero sí cuando sus dedos se posen sobre las teclas. Si no desaparecen se volverán a todas luces insuficientes. Entre ellas encontrará simas, fosas abisales que no será capaz de llenar o sortear para formar frases coherentes capaces de descifrar o describir las escenas que habitan y parpadean entre sus sinapsis.
… aunque igual está equivocado. Igual esta vez es distinto. Igual es como aquella vez cuando...
No, aquella vez tampoco funcionó. Cuando las legañas se desprendieron de sus neuronas tampoco había por donde pillar el texto.
No va a abrir los ojos ni a mandar su cabeza a un sitio muy lejano en el que sea tentada con nuevas imágenes “con potencial”. La va a mandar a un sitio cómodo y cercano. De nuevo al...

**********************

Microverso.

JAVI imagina que Javi soñaba despierto.

Entraron varios hombres encapuchados en el establecimiento.
¿Qué establecimiento? Da igual. Céntrate en los tipos.
Sus disparos al aire provocaron gritos de pánico entre la concurrencia, pero él mantuvo la calma. De un rápido vistazo se hizo un plano mental de la habitación mientas el resto de sus neuronas se preocupaban en trazar un plan de acción.
Hecho.
Con un ágil salto se impulsó hasta atravesar uno de los paneles del falso techo, para terminar clavando sus poderosos dedos en el hormigón que...
Sarcástico: ¿Poderosos dedos capaces de perforar el hormigón? ¿pero tu dices estas cosas en voz alta antes de escribirlas?
JAVI: A callar.
... se encontraba por encima de este. Sabía que la estructura de alambre, aluminio y placas de aislante no habría sido capaz de soportado su peso.
Sarcástico: Por supuesto, porque nos encontramos en un mundo regido por las leyes de la lógica y la física.
Javi: Lo acabas de ver, lo ha hecho. punto. A callar.
Sarcástico: Claro, claro. Sigue.

Los asaltantes dispararon a ciegas en la dirección en la que había desaparecido, pero Javi ya no estaba ahí provocando que los fluorescentes y el resto de los paneles del techo explotasen provocando una tenue llovizna blanco-amarilla sobre la sala. Pero no todas las balas fallaron, una de ellas le alcanzó incrustándose en su derecho. Ignorando el dolor...
Sarcástico: Ignorando el dolor como quien ignora a un tipo que pasaba por ahí. Por supuesto, a un individuo capaz de perforar el hormigón con sus dedos se la sopla que le peguen un tiro.
Javi: Y dale.
Sarcástico: A todo esto ¿De qué calibre?
Javi: Que es una fantasía. Deja ya de dar el coñazo.

...continuó creando su camino dejando la marca de sus dedos través del hormigón. Tras situarse sobre uno de uno de los asaltantes, aflojó su presa, dejándose caer mientras cambiando la posición de su cuerpo antes de llegar al suelo. Aterrizó sobre el primero de sus objetivos y le arrebató el arma con facilidad para, acto seguido, mandarlo a dormir con un certero golpe del dorso de su mano...
Javi: Que te veo venir. A callar.
Una vez armado, comenzó su cacería.

Sarcástico: Yyyyyy explícame esto. Un tío que puede agujerear el hormigón con sus manos, y al que un balazo en el hombro ni siquiera le ralentiza. ¿Para qué cojones necesita un arma?
Lógico: He de añadir que, como es de rigor cada vez que fantaseas, te imaginas como un ser claramente súper humano. Intelecto, agilidad, fuerza... moralidad. Tanto es así que, los “malos”, sólo logran alcanzarte cuando te interpones en la trayectoria de las proyectiles para salvar a otro cuando, siguiendo el curso más sencillo (si mantenemos una mínima coherencia entre las capacidades que te presupones) podrías acabar con ellos tranquilamente sin armas casi antes de que comenzase el conflicto.
Javi: A ver, las armas son un elemento dramático. Que os lo tengo que explicar todo. Sólo están para dar una sensación de peligro.
Lógico: Con esa respuesta no has refutado mi afirmación.
Sarcástico: Mira que puedes llegar a ser petardo. ¿Y para qué les quitas las armas, si luego usas más que para desarmar al resto?
Lógico: Con lo que también pones en peligro la vida de los rehenes de una manera gratuita.
Sarcástico: ¡Y luego ni siquiera los matas a los tipos chungos!.
Javi: No me gusta matar.
Sádico: Venga, tonto, que nunca lo has probado. Igual luego te gusta.
Sarcástico: Tampoco puedes sobrevivir al impacto de una bala, dar saltos de veinte metros, y perforar acero y hormigón con las manos. Vamos, que yo no diría que ese tipo eres tú.
Javi: Con vosotros no se puede tener una fantasía decente.
Sarcástico: Oh, sí. Lo flipo con tus ensoñaciones y su elaborada estructura. Pero si al final siempre la cascas dejando a “la chica” llorando por un tipo al que no conoce de nada.
Desesperado: ¿Por qué? ¿por qué nos haces esto? ¿Por qué ni siquiera en tus sueños puedes acabar llevándote a la chica?
Javi: ¿Qué queréis que os diga? Me gusta la tragedia.
Sarcástico: Sí, está visto, eres el nuevo señor del drama literario.
Desesperado: Espera, me parece detectar algo. Atención, posible interés afectivo a la a tus tres.
Sarcástico: ¡Alerta de drama!, ¡alerta de drama!. ¡Inmersión, inmersión!.

Volviendo a la realidad, Javi la vio. Su rostro no era especialmente llamativo, pero sus facciones poseían aquella característica que la hacía destacar sobre el resto.

Sarcástico: ¿En serio? ¿no acabas de soltar un contrasentido del quince? (aparte de resultar una descripción de lo más tópica)
JAVI: Chitón.

Quizás fuera aquella sonrisa que parecía iluminarlo todo, o esa mirada en la que uno se podía perder.

Sarcástico: En efecto, nada llamativo. Seguimos en alerta de tópicos.
Javi: ¿Con quién hablar?
Sarcástico: Nada, cosas mías.

No sabía de qué se trataba, pero aquella mujer poseía una belleza serena que le llamó la atención.

Sarcástico: ¡Que sí que lo sabe! ¡Que se lo acabas de describir!
Desesperado: Dile algo.
Javi: Aún no.
Desesperado: Se esta desviando.
Javi: En ese caso poco vamos a poder hacer.
Sarcástico: Es verdad ¿De que sirve luchar contra el cruel hado del destino?
Javi: Vete a la mierda.
Desesperado: No, no te vayas, mi amor. Habríamos podido ser tan felices juntos... ¡Esta corrigiendo su trayectoria!. ¡Se acerca! ¡Se acerca!
Sarcástico: Alinee los cañones, preparen el fuego de cobertura.
Desesperado: Vete a la mierda.
Sarcástico: Que susceptibles que estáis esta mañana.
Javi: Calla, ya esta aquí.
Desesperado: No le hables a este, háblale a ella.
Javi: Bienvenida a Burger Prince. ¿Qué desea tomar?
Ella: Un menú Full Kingdom con foso gigante.
Javi: ¿Que bebida?
Sarcástico: Que seguridad, que saber hacer. Animo Casanova, la tienes en el bote.
Javi: ¿Alguien puede hacer callar a este imbécil?
Imbécil: Sin ofender.
Ella: Limón. También quería un torreón de patatas, y una ensalada feudal.
Javi: Son doce con cincuenta. ¿Quiere ketchup con la hamburguesa?
Ella: No, gracias.
Javi: Tiene el numero setenta y dos.
Ella: Gracias.
Desesperado: ¡Te ha dado las gracias!
Javi: Como todos los que han venido antes.
Desesperado: Bueno, ¿vas a ir decirle algo?
Javi: Sí, espera, que ahora la pido de salir.
Desesperado: ¡Tío!, ¡que es la mujer de tu vida!.
Javi: Tu estas muy mal.
Sarcástico: Ha hablado el gran maestre del equilibrio emocional y el Zen vital.
Desesperado: ¿Ya está? ¿No vas a hacer nada?
Javi: Nop. Quizás en otra ocasión y, de ser posible, en otro entorno.
Desesperado: Entonces ¿La seguimos y nos hacemos los encontradizos?
Sarcástico: Sí, esa parece una buena idea.
Javi: ¿Tú de qué lado estás?
Cobarde: No les hagas caso.
Javi: Por favor, tú no te pongas de mi lado.
Lógico: Él siempre está de tu lado, o tú siempre estás del suyo. Negarlo es fútil.
Desesperado: ¡Nunca lo conseguiremos! ¿Por qué no acepté aquella oferta para irme con aquel maniaco depresivo?

**********************

Estupendo, en este momento, nuestro héroe no sólo se había desvelado, sino que se encuentra un poco depre de manera estúpida y autoinfligida.
Se da la vuelta en la cama manda su cabeza a algún lugar algo más lejano. Mejor dar la tabarra a alguno de los otros personajes que no le han salido tan respondones. Lo que está claro es que hoy no va a dormir una mierda.

Javier Albizu

Macroverso II Malos despertares

Macroverso II Malos despertares
Nuestro héroe, por fin, duerme. Mientras duerme, ya que no tiene otra cosa mejor que hacer, sueña. Sueños de héroe trágico, de psicópata peligroso o de niño asustadizo que acaba de descubrir que está desnudo en mitad de clase. Curiosamente, eso no es lo que le parece más preocupante; no sabe de qué asignatura es la clase... ni en qué curso está... ni en qué colegio.
Abre los ojos y maldice mientras murmura por lo bajo.
- ¿Tantos años que hace que lo dejamos, y seguimos con estas mierdas del colegio?
Mira el reloj a través de las legañas y maldice por lo bajo mientras murmura. Nada nuevo sobre el horizonte, salvo... ¿cómo le han podido surgir legañas en tan poco tiempo?

Cierra los ojos de nuevo y vuelve al tajo. Sueña con conocidos y desconocidos, con dolor y muerte, con personajes a medio formar y universos que no son sino meros esbozos. Palabras sin frases, escenas sin contexto, historias que no son más que trazos etéreos e inconexos. Sueña de nuevo y envía su mente a todos esos lugares a que sea testigo imperturbable de sus Génesis y Apocalipsis particulares.
Hasta que, finalmente, su inconsciente cae hasta un lugar pequeño y familiar. JAVI sueña mientras, en una pequeña parte de su interior, Javi se evade imaginando.

**********************

Dejarse caer al vacío. No había sensación más gratificante. Solo allí se sentía en paz, alejado del ruido, alejado de la gente, alejado del mundo. Dejarse mecer por los invisibles brazos de las corrientes de aire sin saber cuando acabaría aquella experiencia. Sólo cerrar los ojos, extender los brazos y dejarse caer en un mundo sin arriba o abajo, un mundo sin suelo. Un mundo sin preocupaciones, hasta que ese mundo es destruido por la realidad... y ciertas voces indeseables.

Porque, al igual que cada jueves, “ella” atravesó la puerta llenando con su luz el local. Una vez ante el mostrador, se acercó hasta Javi para pedir el mismo menú de siempre. De nuevo, tras la breve espera que precede a la bandeja llena de deliciosa... y, por lo que se dice, nada sana, comida rápida, se despidió con un gracias, y una sonrisa.

Desesperado: Otra vez lo mismo. ¿Cuándo le vas a decir algo?
Javi: Lo he hecho.
Desesperado: ¿Que has hecho que? Yo no he escuchado nada.
Literal: Le ha preguntado qué deseaba tomar.
Desesperado: ¡Vete por ahí!
Sarcástico: Espera, espera. Ese “Lo he hecho” no era una respuesta literal. Llevaba implícita una respuesta sincera.
Javi: ...
Desesperado: ¿Es eso cierto? ¿Por fin has encontrado tu grial, tu frase de entrada genial, y me la he perdido?
Javi: ...
Desesperado: ¿Y qué ha respondido ella? ¿También me lo he perdido?
Javi:..
Sarcástico: Cuanto silencio. Esto huele a vergüenza. Huele a auto engaño facilón. Yo apostaría a un... ¡Se lo has dicho todo con la mirada!.
Javi: ...
Sarcástico: Habla ya, condenado.
Javi: Bueno………….pues si.
Sarcástico: Juajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajua
Javi: Lo sabía, tenía que haber seguido callado.
Desesperado: ¿Una mirada? ¿Pero tú estas gilipollas?
Sarcástico: Vamos a ver. ¿Qué mirada ha sido?
Javi: Joder, la de los jueves, el resto me las he dejado en casa.
Sarcástico: No sigas con evasivas, te hemos calado. Seguro que tienes en mente un significado muy concreto de lo que has querido decir con esa mirada.
Javi: …
Desesperado: Suéltalo ya, cojones.
Javi: Bueno... la idea era transmitir un “me pareces una chica muy guapa”
Lógico: Tú estás tonto.
Sarcástico: Esa no me la conocía. Conozco la “mirada distante y misteriosa”, la de “cordero degollado”, la de “tipo duro que te hace saber que te podría partir la crisma, pero a quien no le mereces la pena el esfuerzo”, la de “voy a ver si te doy la suficiente lastima como para que me hagas caso” (muy parecida a la primera), la de…
Javi: Ya te vale.
Lógico: Si sabes que ninguna de esas miradas sirve para una mierda ¿por qué sigues con ellas?
Sarcástico: Espera, espera. También tienes el encogimiento de hombros multiuso.
Javi: Hay matices que…
Sarcástico: Sí hombre, sí, matices. Mira tío. Tienes un repertorio de miradas equiparable al de Zoolander.
Cinéfilo: Gran película.
Javi: A ver, Sarcástico. ¿Tú no estabas de mi parte en esto?
Sarcástico: Estaba de acuerdo contigo en que no podías tomar el asalto nada mas verla por primera vez. A día de hoy, sigo opinando lo mismo. Pero eres tú quien se esta contradiciendo.
Javi: ¿Cómo que me contradigo?
Analítico: Se refiere al uso reiterado de expresiones como “No la conozco de nada”, algo a todas luces obvio, para luego proferir un “se lo he dicho con la mirada”. A ver si te aclaras. Si quieres conocerla, intenta conocerla, pero no nos vengas con las memeces esas de falso tipo con su autoestima “torturado y maltratado por el destino”. He de añadir que esto último ha sido un poco redundante.
Sarcástico. ¡A ver si no nos apropiaos del papel de los demás!.
Analítico: Lo siento, pero no eres el único hasta las narices de esa pose.
Sarcástico: No hombre, no. Esa no es su pose. Si pose es de “tipo de pocas palabras misterioso e inescrutable”.
Javi: ¡Hola!. ¡Estoy aquí!. ¡No habléis como si no estuviera!
Sarcástico: Esto no va tanto por ti como por el jefe de verdad de la barraca, pero como está sobando no se va a dignar a responder.
Javi: Creo que es la primera vez que agradezco que mentes a vuestro socorrido “Autor”
Sarcástico: Pero ya que no anda por aquí, creo que vamos a aprovechar para darte un poco más de caña.

**********************

Nuestro héroe despierta de nuevo. Se siente un poco estúpido, y algo más depre de lo que se encontraba cuando se ha acostado, aunque no es capaz de localizar el punto de origen de esa sensación. Para mejorar la situación, su cuerpo se niega a reconocer que ha permanecido en la cama durante más de cinco horas y continúa tanto o más roto y cansado que cuando se ha acostado.
Pero se no importa, se impone una ducha y prepararse para la comida.
Yuju, San Fermín, y tal.

Javier Albizu

Macroverso III Mis problemas con las mujeres

Macroverso III Mis problemas con las mujeres
Agradece la ducha. Tanto el agua caliente como el vahó que genera, así no tiene necesidad de hacer gran cosa para mandar su cabeza hasta otro lado... aunque esta vez no se va muy lejos.
Se imagina en la “Centro de mando para la dominación mundial” A.K.A.: La habitación del ordenador. Está sentado tratando de escribir algo cuando, de repente (siempre suceden las cosas “de repente”) escucha como alguien tira la puerta abajo.
Mira hacia arriba, hacia la balda en la que se encuentran sus espadas... de acuerdo, sus réplicas de espadas y, durante un segundo, valora cuál de las dos coger. Finalmente opta por el ninjato. Es más compacta que su katana (esa cuya hoja se dobló el día que tubo la poco afortunada idea de usarla a modo de bastón). No la saca de su funda, tampoco quiere herir a quien quiera que sea su atacante, al fin y al cabo, esto es una fantasía transitoria, el pobre desgraciado no tiene ninguna oportunidad.
Durante otro segundo su mente busca entre el catálogo de arquetipos a su oponente. Serán dos... punkys de peli ochentera. ¿Por qué no? Han elegido un mal lugar para buscar su dosis de crack.
Sale a su encuentro en el recibidor y les apunta con el extremo de la vaina. Los individuos no parecen muy brillantes. Tras una conversación algo intrascendente en la que trata (sin demasiado esfuerzo ni detalle) de decirles que se queden quietos mientras llama a la policía, ellos se lanzan al ataque.
Nuestro héroe retrocede hasta el salón. No porque no pueda acabar con ellos allí mismo, sino porque en un espacio más amplio la coreografía del combate podrá ser más espectacular.
Mientras una parte de su consciencia ha salido de la ducha, se ha secado y se está vistiendo, otra de ellas está realizando cabriolas y llaves imposibles contra sus rivales un par de habitaciones más allá.
Para cuando se ha vestido y bajado hasta el portal, el enemigo ha cambiado varias veces. De dos punkys a tres mafiosos del Chicago de los años treinta, de estos a una banda de matones rusos llenos de tatuajes. Al final, como de costumbre, una horda de ninjas. Siempre suele terminar enfrentándose a ninjas.
Mientras sale a la calle invoca a la parte de su consciencia que permanece en casa, y esta atraviesa la ventana del salón para volver con él. Por supuesto, los ninjas van detrás suyos, pero los hace desaparecer con un simple gesto de negación con su cabeza.
Le ha parecido que uno de ellos iba de blanco con faja y pañuelico rojo. Ninja sanferminero, uno más para el repertorio.
Se ajusta los auriculares y se prepara para partir hacia su aciago destino: La parte vieja. Valora en su mente las posibles rutas tratando de predecir y evitar las zonas con mayor densidad de gente... excesivamente intensa. La tarea es complicada pero finalmente toma una decisión. Compacta los hombros, adopta la expresión de NO, no me importáis ni tú ni lo que me puedas decir, consulta de nuevo la hora e inicia el camino. Veinte minutos y una breve elipsis después, se encuentra con la espalda apoyada contra la pared que se encuentra frente al local en el que tendrá lugar la comida. Aún quedan más de media hora para que empiece a llegar conocida, así que estudia el lugar. Busca detalles que se le hayan pasado otras veces que ha atravesado esta calle. Comienza a imaginar la silueta recortada de una figura sobre lo alto de un campanario, cuando un decide que ahora le apetecen más robots gigantes. Una mano enorme y metálica aplasta a la figura y la catedral, mientras un rostro inexpresiva se alza tras de ella.
¿Qué tipo de robot usaremos? ¿pilotado o autónomo? ¿qué hace aquí?
No, resulta que no le apetece tanto el robot. Su consciencia se sumerge dentro del mausoleo de las historias aún por desarrollar y echa un vistazo. En el primer nivel se encuentran los bocetos de personajes. Imágenes genéricas definidas sólo por una acción que se repite en bucle. Allí, en un habitación con infinitas esquinas y recovecos, alguien practica katas de un extraño artes marciales. Junto a él, pero a universos de distancia, un guerrero salta desde un lugar indefinido dispuesto a entrar en combate aún no se sabe contra quién. En otro lugar de su mente se puede contemplar también el amanecer situado en un lugar desde el que se puede abarcar todo el universo. En otro de ellos, desde hace ya meses, un personaje se gira y tensa un arco.
Espera, ¿se gira o es la cámara la que gira a su alrededor?
Se acerca un poco más mientras el personaje sigue en su bucle.
¿Arquero rápido o arquero tranquilo?
Detiene el tiempo mientras piensa sobre ello.
Arquero tranquilo. Acerca la cámara tratando de averiguar algo más sobre él. Antes era una acción, ahora una pose estática. Está apuntando ¿cuánto tiempo lleva así?
Apenas respira y tiene los ojos cerrados. Él. No, ella, está esperando a que su víctima... no, víctima no, víctima suena a asesinato y acaba de decidir que ella no es una asesina. ¿Objetivo? No lo tiene claro, ya decidirá la palabra concreta más tarde.
El individuo o la criatura a la que está esperando pasará pronto, pero ella lleva mucho tiempo aquí, días esperando, apuntando. Ha ralentizado sus constantes vitales para reducir al mínimo sus necesidades corporales. La figura se va perfilando, meditación; una mujer oriental. Oriente, de nuevo, tiene que hacérselo mirar. Traza sus referencias hasta la viñeta de un tebeo. Una araña que ha comenzado a tejer su tela entre el arco y la flecha. Quiere la idea, el concepto, pero no a la araña. Comienza a trabajar a partir del frío. Sí, hace frío.
Ha nevado pero ella no lo nota. Tiene los ojos cerrados y la nieve es la que dibuja sus párpados. La cuerda está empapada y tanto sus hombros como la parte superior de sus brazos y la flecha es completamente blanca Finalmente llega su... lo que sea y todo se mueve a cámara lenta.
Sus labios se separan y ella vuelve a la vida Toma aliento y su pecho se hincha. Exhala creando una pequeña nube de vaho. Abre los ojos mientras sus dedos sueltan la cuerda y la flecha vuela veloz. La nieve que había sobre el proyectil se queda atrás como si fuera su estela, el agua que impregnaba la cuerda comienza a caer creando una fina cortina, la cuerda vibra cada vez más lentamente hasta que su oscilación se detiene.
Por las rendijas de su percepción ve un rostro familiar, No sabe su nombre pero sabe que trabaja en la empresa, parece que ha llegado la hora pero tiene suerte, el sujeto no se dirige hacia él. La procesión de seres vagamente reconocibles no se hace esperar, pero la dama fortuna sigue de su lado y todos se dirigen hacia el bar en lugar de en su dirección.
Una mano toca su hombro, emboscada por el lado contrario. Se gira para encontrarse con unos labios que, supone, emiten sonidos con la intención de que lleguen hasta sus tímpanos. Su consciencia termina de regresar al mundo exterior. Por encima de los labios percibe una nariz, el resto de los atributos necesarios para componer un rostro no tardan en ocupar su posición. Nombre código Felipe.
- Que te quites los auriculares de una vez, cojones ya - le escucha decir mientras sus actos se adelantaban a la petición. No detecta enfado real en la voz - ¿No entras?
- Na, aún faltan muchos por llegar y prefiero ahorrarme los pisotones, empujones y vertidos de líquidos diversos. La verdad es que todo eso es algo sin lo que puedo vivir.
- Tú mismo, nos vemos dentro.
- Vale - acompaña la palabra con un gesto de despedida de su mano.

Vuelve a ponerse los auriculares y trata de regresar a la nieve, pero la arquera ya no está ahí. Se ha movido a un lugar más lejano dentro del mausoleo, al lugar en el que se encuentran los personajes que necesitan un universo en el que encajar. Busca por los alrededores tratando de localizar a algún otro ser necesitado de contexto pero no se puede concentrar. Entre la distracción y el chunda chunda que existente más allá de su aislamiento autoimpuesto han roto el momento creativo. Entrar o no entrar, esa es la cuestión. Aún no ha entrado nadie con quien le apetezca lo más mínimo hablar. Entrar implica estar de pie rodeado de gente que no le importa una mierda. Hacer de hombre puerta cuando la gente incapaz de percibir su entorno no quiere asumir que estorban al colocarse en las rutas de paso. Chunda chunda aún más alto aderezado con berridos y expresiones de excesiva confianza.
No. Se queda fuera.
Entonces llega la duda ¿le apetece hablar con alguno de los compañeros del trabajo que han confirmado su asistencia a la comida?. Redefine la pregunta ¿alguna de las personas con las que le puede apetecer hablar se va a encontrar en un estado adecuado como para tener una conversación según sus términos?
Lo duda. Al menos no durante mucho rato. Quizás quince minutos, media hora como mucho, repartidos de manera esporádica a lo largo de toda una comida que se puede alargar durante algo más de dos horas sumando la sobremesa.
- ¿Me compensa?
Depende, aunque eso no importa. Dijo que iba a ir a la comida, con lo que largarse para casa tendría que eliminarse de la ecuación, pero no puede. Debería volver al origen de la primera pregunta ¿cuándo entra? pero su mente es caprichosa y se niega a eliminarla la reflexión previa. La mente domina al cuerpo, dicen. En su caso, la mente ni siquiera es capaz de dominarse a sí misma.
Si sabía todo esto ¿por qué ha venido?
Trata de no responderse usando la palabra que lo lía todo, la que empieza por “i”, el último recurso que indica que todo lo demás ha fallado. Fija su vista en un punto concreto aunque indiferente, uno que vaya a permanecer inalterado, y desenfoca la mirada para volver al interior de su cabeza.
Necesita acudir a algún lugar en el que todo sea fluido, uno de sus universos consolidados en el que conoce tan bien a los personajes que casi son seres autónomos. Necesita situarse en una de las historias que se encuentran en un estado de gestación avanzado, y continuar a partir de ese punto, pero por más que busca no encuentra ninguna que le saque del bucle.
¿Por qué ha venido?
Mala pregunta. Es un por qué que no es un por qué. No está buscando las razones, no las de hoy, no las de ahora. Ese necesidad siempre latente que trata de controlar bajo mil capas de lógica empieza a ganar fuerza. No puede controlar qué o cómo se siente, no puede cambiar cómo le afecta, pero sí que puede elegir cómo lo exterioriza. Cómo reacciona ante ello. Su expresión se vuelve más dura y su mirada más sombría. Todo parece indicar que hoy va a ser uno de esos días.
Entra en el bar cabreado consigo mismo mientras su mente busca un lugar intermedio desde el que saltar a otro de sus universos. No tiene que pensar en... no tiene que pensar en...
- Hombre, Javi - no reconoce la voz ni la cara de este individuo ¿quizás alguien de oficinas? - Silvia estaba preguntando por ti, lástima que no se haya enterado de que eres gay, porque me parece que anda detrás tuya.
- ¿Mande? - mientras trata de hacer memoria ¿quién narices es Silvia?, valora si le merece la pena decirle a este tarugo que no es gay - Pobrecica - decide que no le merece la pena y que, además, hoy no es un buen día para conocer mujeres.
Conocer mujeres, eso era sobre lo que no quería pensar. Gracias por todo, Tarugo, ya te puedes ir largando a la mierda.
No ha venido a eso, no ha venido “por” eso. Lo sabe, lo tiene claro, pero sus tripas le dicen a su mente que tiene que dudar.
¿Seguro? preguntan los estratos más primarios de su ser. Es posible, responde otra parte dentro de él que no es capaz (que tiene miedo) de identificar.
De nuevo busca la ruta de huída, el punto intermedio, el nexo entre sus realidades, hasta que lo alcanza.

**********************

Despertó en el camastro de una habitación. Todo lo que veía a su alrededor parecía gritar “hospital” (por no mencionar que en las sabanas blancas que le cubrían se podía leer, en efecto, el nombre del hospital en el que se encontraba... aunque no era capaz de leerlo)
¿Cómo había llegado hasta allí?
La cabeza le dolía horrores y el resto del cuerpo le iba a la zaga.
De nuevo miró a su alrededor, esta vez tratando de ignorar el dolor y buscando algún dato más significativo, pero todo era de lo más clásico e indefinido. Hospital cien por cien. Cómo odiaba aquellos lugares.
¿Que le había sucedido para acabar allí?... ¿Por qué odiaba los hospitales?
En la mesilla situada a su derecha no había nada. Nadie parecía haber ido a visitarle. No habría revistas, botellas de agua o restos de alimentos. Nada que pareciese indicar que alguien había permanecido al lado de su cama durante su convalecencia.
¿Cuánto tiempo llevaba allí?
Entonces se dio cuenta. No había puertas ni ventanas, trampillas o aberturas. Ningún medio de acceso hasta allí, ninguna manera de escapar.
¿Dónde estaba?
Aquello no tenía ningún sentido. No era capaz de recordar nada. No había en su mente ninguna imagen anterior al momento que estaba viviendo.
¿Quien era él?
Trató de forzar su mente, de sobreponerse a las punzadas que perforaban su sien, pero no consiguió nada. Nada en absoluto. Desesperado se echó las manos a la cabeza mientras la agitaba gimoteando.
- Nonononononono.
No fue hasta que se fijo en sus manos, que se dio cuenta de la mayor obviedad que se le había pasado por alto.
El no era él.
Era ella.

**********************

Trata de decidir hacia dónde salta desde ahí. ¿Dónde encaja esto, con qué personaje?
Contacto.
Microverso.

**********************

Sarcástico: Bonita fiesta, ¿eh?
Javi: ¿Perdón?
Sarcástico: Que vuelvas aquí, que esto es un peñazo sin la posibilidad de meterme contigo.
Javi: La verdad es que no sé por qué he venido.
Lógico: Te invito un compañero del trabajo.
Javi: Ya lo sé. Lo que no sé es por qué acepte venir.

**********************

No. Basta. Mal, no vayas por ahí.
El deja vu no augura nada bueno.

**********************

Sarcástico: ¿Quizás porque es el único que te habla?
Javi: Es posible.
Sarcástico: A todo esto. ¿Cómo se llama él?
Javi: Si, estooo. Lo tengo en la punta de la lengua.
Sarcástico: No te esfuerces.
Javi: No, que me tiene que salir.
Sarcástico: Que no te esfuerces, que no tiene nombre.
Javi: No me seas capullo, claro que tiene nombre.
Sarcástico: Que no, que “el autor” ha pasado de ponérselo.
Javi: Pronto empezamos hoy con eso.
Sarcástico: Ya te puedes ir armando de paciencia, porque todo apunta a que hoy va para largo.
Javi: Déjalo.
Lógico: ¿Por qué no te vas de la fiesta?
Sarcástico: Por lo mismo por lo que ha venido.
Javi: ¿Ah, si? ¿Y por qué he venido? Listillo.
Sarcástico: Deux ex machina.
Pedante: No se escribe así.
Sarcástico: A callar.
Javi: ¿Mande?
Sarcástico: Nada, que mires hacia la pared de la ventana.
Javi: ¿Y por qué iba a hacer eso?
Sarcástico: Tú calla y mira.

Javi se volvió. Tratando de rodear con la mirada a la gente que atestaba la sala, logró vislumbrar lo que se encontraba en la pared señalada. Pegado a ella había un sofá, y sentada sobre este, se encontraba la solitaria figura de…“ella”.

**********************

No. Basta. Mal.
Deja vu.

**********************

Lógico: Oye, Sarcástico. Tu no tienes cuerpo propio, ni ojos propios con los que mirar, así que no tiene sentido que la hayas visto antes que Javi.
Sarcástico: Me lo han chivado.
Desesperado: Callos los dos. Dios, cuanto quiero a este dios. Venga tío, es tu oportunidad, vete a hablar con ella.
Analítico: Lo cierto es que es una oportunidad inmejorable. Parece que todo el mundo la esta ignorando, igual que a ti.
Paranoico: Esto no me gusta nada. Seguro que es una trampa.
Sarcástico: Sin duda.
Analítico: En fin, ¿qué, te animas?
Lógico: Coincido con analítico. Si quieres comenzar una conversación, este parece uno de los momentos más adecuados para hacerlo.
Cobarde: No lo hagas.
Pesimista: Sabes que nos va a mandar a un lugar poco agradable.
Javi: Voy.
Sarcástico: Chan chan, que suenen las fanfarrias.
Javi: Que alguien silencie a ese bocazas. ¿Consejos?
Lógico: Has preparado esta conversación desde que conociste a la primera chica que te gustó.
Optimista: Esta chupado.
Sarcástico: Estamos perdidos.
Pesimista: ¡Eh!, ¡esa frase era mía!
Sarcástico: Pero lo importante es la entonación.
Javi: ¡¡¡Callaos!!!.
Desesperado: Silencio todos.
Sarcástico: ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?.
Javi: Joder, a ver si os aclaráis.
Sarcástico: No, si no te hablaba a ti.
Javi: Y dale. Anda, vete a hablar con tu “autor” imaginario, y déjame en paz un rato.

JAVI: ¿Que pasa?
Sarcástico: No me vengas con “que pasa”. Sabes perfectamente lo que pasa.
JAVI: Ojalá pudiera detenerlo.
Sarcástico: Pues estamos bien.
JAVI: ¿Alguna idea?
Sarcástico: Lo tuyo es putear a tus personajes, seguro que se te ocurre algo.
JAVI: … podría hacer que la historia avance y presentar a un nuevo personaje.
Sarcástico: Tú mismo, a ver si sale algo bueno de esta sítuación.
JAVI: No, con el día que tengo hoy, ten por seguro que no será nada bueno.

Javi: Pues lo que te decía. Yo creo que la mejor película de Kevin Smith es Mallrats. A partir de ahí ha ido a peor.
Ella: Persiguiendo a Amy se puede salvar, pero tienes razón.
Sarcástico: Que truco mas vil y rastrero.
Javi: ¿Truco?
Sarcástico: No hablaba contigo.
Javi: Vale, sigue hablando con quien quieras, y déjame tranquilo.

JAVI: Lo se, lo se. Pero ¿qué quieres? Nunca he sido muy bueno comenzando conversaciones.

Ella: Oye. No se de que, pero tu cara me suena.
Javi: Trabajo en el Burger Prince. Te sirvo tu menú Full Kingdom todos los jueves.
Ella: Es verdad. No te reconocía sin la gorra y el uniforme.
Javi: Espero salir ganando con el cambio de indumentaria.
Ella: Tenlo por seguro.
Javi: Oye. ¿Cómo es que has venido a esta fiesta?
Ella: Nada, mi novio es amigo del que la organiza.
Paranoico: Os lo dije. Esta fiesta solo era una trampa de “el autor”.
Sarcástico: Desesperado, suelta esa espada. Es demasiado larga como para que te puedas hacer el suppuku en condiciones.
Desesperado: Lo estas disfrutando, ¿verdad?
Sarcástico: No, pero tampoco me sorprende. Mientras el otro Javi no ligue, este seguro que no se come una rosca.
Desesperado: ¡Estamos perdidos!

JAVI: Jo, jo, jo, pero que graciosos que sois.

Javi: Pues igual le conozco. Ese tío es el único medio humano del curro, y he hablado con alguno de sus amigos.
Antagonista: No me conoces. Aún no había salido en estas micro historias. Soy tu antagonista.
Javi: ¿Eso es nombre o apellido?
Antagonista: No lo entiendes; he sido creado expresamente para ser tu tormento, arruinar toda esperanza de felicidad que puedas albergar en tu interior y esas cosas.
Sarcástico: Algo chusco pero bueno, para salir del paso.
Antagonista: Hombre, una cosa es ser el antagonista y otra ser un recurso chusco. Da un poco de tiempo a que me presente en condiciones.
Javi: Oye, ¿tu escuchas a mis otras personalidades?
Antagonista: Deux ex machina.
Pedante: Y dale.
Javi: Como mola.
Antagonista: ¿Perdón?
Javi: Que esta bien eso de encontrarme a alguien que no crea que estoy loco.
Sarcástico: Nadie cree que estés loco. Tú eres el único que cree que los demás creen que estás loco.
Javi: Si, vale, lo que digas.
Antagonista: No, no. Yo no estoy aquí para hacerte la vida mejor, sino para amargártela. ¿No te das cuenta de que si soy el novio de “ella” es para que no pueda estar contigo?
Javi: Entonces no estas enamorado de ella.
Antagonista: Sí, digo no. Joder. Que sí, que sí que estoy enamorado de ella.
Javi: Entonces no sales con ella para hacerme la vida imposible.
Antagonista: No, pero eso debería dolerte.
Javi: ¿Por qué?
Antagonista: Porque “ella” es la chica de la historia.
Javi: Mira. No negaré que es una chica muy guapa y, por lo poco que he hablado con ella, también parece muy simpática. Pero de ahí a que me haya enamorado en diez minutos va un mundo.
Antagonista: Entonces ¿no me odias?
Javi: ¿Por qué debería hacerlo?
Antagonista: Pues……No se me ocurre nada más……Ya esta. Me gusta el Shadowrun.
Friki: ¡Hereje!¡A la hoguera con él!
Javi: Vale, ahora si que te odio.
Antagonista: Que alivio.
Javi: No. Que te guste el Shadowrun sólo indica que tienes un criterio nefasto en lo que a juegos de rol se refiere, no que seas una mala persona.
Antagonista: Pero ¡tienes que odiarme!, ¡ese es mi papel!
Javi: ¿Tú me odias?
Antagonista: La verdad es que no.
Javi: Pues nada, asunto arreglado. Un día de estos quedamos, y jugamos a un juego bueno de verdad. Si quieres te puedes traer a tu novia.
Sarcástico: Te estás ablandando.
JAVI: A eso le llamo yo reconducir la situación a buen término.
A eso se le llama ser cobarde, a eso se le llama no ser capaz de afrontar la realidad.

**********************

La nueva voz le devuelve a la realidad. Esa voz no pertenece al Microverso, no sabe de dónde ha salido. Se miente, sabe perfectamente de dónde ha salido. Forma parte de él y no se puede esconder de ella huyendo a otros mundos que existen en su interior.
- Cobarde - repite la voz.
- Sí, lo reconozco. Nunca lo he negado.
- Enhorabuena, eso lo hace aún peor.

Javier Albizu

Macroverso IV Una gran vida social

Macroverso IV Una gran vida social
Silencio. Por fin un segundo de paz mental. Que esta quietud provenga de su incapacidad para encontrar palabras que rebatan sus propios argumentos, no parece especialmente preocupante en estos momentos, pero la acusación sigue ahí y sigue siendo válida.
Una parte periférica de su mente vuelve por un momento a la realidad y se da cuenta, recuerda, que no ha pasado un segundo. Ha llegado el resto de la gente y ya se encuentran todos sentados a la mesa. Por un momento su parte automática ha tratado de calcular las rutas que iban tomando sus compañeros con la intención de buscar un sitio idóneo en el que situarse, pero le ha sido imposible alcanzarla a tiempo sin empezar a dar empujones. Finalmente, el azar le ha colocado entre dos individuos a los que apenas conoce. Dos entes, hombres genéricos, que no dejan de hablar a voz en grito entre ellos sobre alcohol, mujeres, fútbol y política.
No, realmente no había silencio, sólo una calma tensa propiciada por el ruido de estática que generan en su mente las conversaciones que le rodean. Una calma que se rompe con una pregunta que se hace a sí mismo y cuya respuesta conoce perfectamente.
- ¿El conocimiento y la aceptación lo hacen peor?
Por supuesto. Lo sabe y lo acepta. No tiene la excusa de la ignorancia. Se justifica diciendo que tampoco se queja, no al menos de cara al exterior, tampoco por falta de ganar, pero exteriorizarlo implicaría reconocer su hipocresía ya que tampoco hace nada al respecto, no mueve un dedo por mejorar su situación.
- Sí, enhorabuena, cobarde, tienes aquello por lo que has luchado. ¿Quieres aspirar a algo mejor?, haz algo.
Y aquí está, en el lugar en el que quiere estar... corrige, en el que ha elegido estar. ¿Quiere estar aquí?... corrige ¿es este el lugar en el que debe estar?
Mira a su alrededor una vez más ¿quién es esta gente, qué sabe de ellos, le importan?. Nadie, nada, no. Sólo son cascarones vacíos, palabras sin contexto, nombres de personajes sin una historia por detrás. Son lo que ha elegido que sean.
- Mentira.
No se atreve a que sean más. Lo ha intentado, poco pero lo ha intentado. Se niega admitir que siente algo más que simpatía por alguno de ellos, pero no parece que ellos compartan esa simpatía. Al menos no la expresan de una manera que él sea capaz de percibir. Necesita datos concretos y objetivos, acciones que no tengan múltiples lecturas posibles. Necesita estar seguro, no tener que interpretar los signos, no tener que arriesgarse a suponer, pero nadie le da eso.
- Cobarde.
En su mente las reglas de interacción están claras pese a que, en más de una ocasión, ha llegado a romperlas. En ocasiones ha supuesto, ha presionado más allá de la barrera de su de seguridad personal, ha cedido al deseo de ignorar los datos objetivos que tenía frente a él, ha elegido creer algo que sabe que no es cierto, pese a que la experiencia empírica le ha demostrado que no hay nada. Y casi siempre ha sido por alguna mujer. Casi siempre ha ignorado lo que se encuentra por encima de las reglas, uno de sus principios primordiales: el de ecuanimidad.
- Cobarde, mentiroso.
Sabe que no es ecuanimidad lo que le otorga ese principio, sólo una excusa, una justificación a la que aferrarse cuando es el miedo el que se impone.
Pero continúa con su autojustificación. Las relaciones, cualquiera de ellas, deben seguir su hoja de ruta, su comienzo nudo y desenlace. Conocimiento fortuito, simpatía y amistad. Forzar el encuentro a partir de una “intuición”, basarla en la mera atracción, sea del tipo que sea, es hacer trampa. Es igual a una mentira y una relación fundada sobre una mentira es un error. Entre los múltiples criterios i... ha estado a punto de usar la palabra pero no, aún no ha llegado a ese punto, así que hace una pequeña trampa... a no tener en consideración para el establecimiento de una relación, el sexo de individuo se debería encontrar en los primeros puestos. El inicio sólo puede basarse en la única fuerza objetiva del universo, la única sin una agenda propia, la única sin objetivo: El azar.
Pero el azar debe ser acotado, filtrado y reducido a valores objetivos que transformar en reglas. Los factores a tomar en consideración son diversos, puntos en común, aficiones, sí, el acercamiento que se tiene hacia esas aficiones, también, popularidad, no, aspecto o gustos estilísticos, tampoco. La simpatía o el carisma son demasiado subjetivos e inútiles si no existe un nexo de unión más allá de eso.
Las reglas están claras, son un mantra que se repite en bucle dentro de su cabeza, pero la realidad y los reflejos condicionados por el instinto o el entorno tienden a entrar en conflicto con los axiomas de su lógica personal porque, aún así, les falla una y otra vez.
Porque, por más que luche, por más que desee ser otra cosa, es humano. Porque está atado a la contradicción, porque es esclavo de la subjetividad y es consciente de todo ello, se odia por esa misma razón, por algo que no es capaz de controlar ni cambiar.
La situación se está volviendo demasiado intensa y dolorosa. Tiene que huir, pero de nuevo está en bucle. No puede mandar su mente a otro de sus mundos mientras se encuentra en este estado.
¿Ataque ninja? No, no está como para coreografías o luchas. Busca en sus recuerdos recientes, algo drástico, algo brutal, un cataclismo le vendría bien.
Primero llega el estruendo, como un trueno cercano, después un ruido reverberante de metal chocando contra piedra. Los cascotes comienzan a desprenderse mientras el techo se desmorona. Cunde el pánico y la estática de las conversaciones cesa para ser sustituida por el pánico, pero él abandona su sitio, sólo se levanta y espera.
Entonces (siempre es entonces) la mole metálica atraviesa el techo para caer sobre los ocupantes de la sala ¿cuántos pisos había encima? Da igual, no pienses.
Javi alza sus brazos y detiene la caída del robot que antes ha visto destrozando la catedral. Los músculos se tensan y el metal cede un poco creando una hendidura en el puno el que se apoyan sus manos, el suelo se rompe bajo sus pies provocado el mismo sonido que ha escuchado en cientos de animes. Él se limita a apretar los dientes y aguantar dando tiempo a que huyan los demás.
Tus huesos deberían estar rotos y tu cuerpo debería estar hecho pulpa ¿quién ha creado al robot, quién lo ha derribado?. No pienses, sólo aguanta un poco más.
Silencio. Esta vez de verdad. Es el momento, cierra los ojos y su mente busca el reino fronterizo entre el mundo real y sus universos personales. Sí, lo ve, hay una brecha y salta por ella.

**********************

- Die Rückkehr
- ¿Qué?
- El regreso, pero en alemán.
- ¿Nazis?
- No ¿por?
- Por lo del idioma.
- Ah, no, que estoy hasta el gorro de la utilización de expresiones hechas en inglés sólo para molar y he decidido probar con una variación.
- ¿Y no lo podías decir en cristiano?
- Hombre, que uno es el malo y le gusta tener un pequeño toque exótico.
- Por fale. ¿El regreso de quién?
- El mío, hombre. El mío.
- ¿Y a qué viene esa soplapollez ahora?
- Tú sabrás.
Esto es una pérdida de tiempo, busca otra grieta y la atraviesa llegando de nuevo al...

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Microverso

La piedra se clavaba en su espalda provocándole un dolor indescriptible. Todos los músculos de su cuerpo se encontraban mas allá de su limite
Sarcástico: ¿Más allá, en serio?
la tensión era insoportable, pero no podía aflojar “Un segundo mas. Un minuto mas” se decía.
A su alrededor, los cascotes de la ruina en la que se había convertido aquel edificio le recordaban que, cuál iba a ser su destino en cuanto cediera un ápice.
Pero el permanecía inquebrantable. A escasos metros de su posición, los bomberos retiraban los últimos escombros que habían caído sobre “ella”.
- Se encuentra bien -escucho decir a uno de ellos- parece un milagro.
Ver emerger su rostro entre el caos de polvo y cascotes hizo que las fuerzas retornaran a su exhausto cuerpo “unos segundos mas” se repitió “déjame que vea como la ponen a salvo”.
Ella se volvió. Aún se encontraba aturdida por la velocidad a la que se habían producido los acontecimientos. Los pilares que sustentaban el edificio habían explotado y el techo se les había venido encima. Javi había interpuesto su cuerpo como un renovado pilar, haciendo palanca para sustentar todo el edificio sobre su espalda, tratando de dar tiempo a la evacuación. Él era lo único que impedía que todos acabasen sepultados.
Los bomberos daban gritos para que la gente se apartase y alguno de ellos miró en su dirección. En su rostro se reflejaba la certeza de que no iban a poder sacar a Javi de aquel lugar, pero aquello ya no le importaba. “Ella” también lo miraba. Apenas habían cruzado unas palabras en su vida. No podía decir que se conocieran. Pero aquel “gracias” que le dijo con la mirada fue todo lo que necesitaba para aguantar. “Un poco mas” se decía.

Sarcástico: Juajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajua
Javi: ¿Y tú de qué cojones te ríes?
Sarcástico: De ti, hombre, de ti. ¿No es obvio?
Javi: Vaya hombre. Gracias.
Analítico: Esto ya ralla en lo absurdo.
Lógico: ¿Ralla?
Analítico: Era por no cebarme con el pobre chico.
Sarcástico: Juajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajua
Javi: A ti ya te vale. Ya os vale a todos.
Sarcástico: No, no, si aún nos queda para rato. Estás haciendo un esfuerzo muy gordo por superar los límites de tu patetismo.
Analítico: No negare que tiene un punto masoquista
Masoquista: Ese soy yo.
Trágico: Pues a mi me ha parecido todo muy bonito.
Lógico: ¿Es que ninguna de tus fantasías puede ser mínimamente verosímil?
Fantasioso: Es que entonces no serían “fantasías”.
Sarcástico: Perdón, perdón. Snif, snif. Juajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajua
Javi: No se qué es eso que te hace tanta gracia.
Sarcástico: Es que no falla. Otra fantasía, otra en la que sales mal parado, sin la chica, y al final acabas aplastado.
Lógico: Eso es lo de menos. Esa fantasía no tiene ningún sentido.
Fantasioso: Hola, hola ¿hay alguien ahí? Es una fantasía. No tiene porque ser lógica.
Lógico: Nadie puede sujetar un edificio con su espalda, el punto de apoyo es demasiado pequeño. Caso de que su cuerpo no quedase destrozado por el impacto. En el improbable (imposible) caso de que su cuerpo fuese mas duro que el material del que este hecho ese edificio, lo único que conseguiría es que el pedazo de cemento que colisionara contra su espalda se quedase ahí, desprendiéndose del edificio, que seguiría su trayectoria hasta alcanzar el suelo.
Sarcástico: ¿Pero tu escuchas lo que estas diciendo?
Desesperado: Atención, atención. Esta entrando.
Sarcástico: Zafarrancho de combate. Todos a sus puestos. Que perezcan antes de llegar a nuestras trincheras.
Desesperado: Vete a la mierda.
Sarcástico: Y volvemos al menú de respuestas rancias.
Javi: Callaos todos.
Sarcástico: Segunda página del menú.

Sarcástico: ¿Que? ¿Te aburres?
Javi: Bueno, he tenido días mejores.
Sarcástico: No lo jures.
Deja vu: Deja vu
Sarcástico: No lo jures.
Deja vu: Deja vu
Sarcástico: Que sí, pelma, que ya lo deben haber pillado.
Lógico: Analicemos la situación.
Sarcástico: Oh, no. Por favor que vuelva Deja vu.
Deja vu: ¿Deja vu?
Sarcástico: Si es que eres de un chistoso cuando te pones en plan conceptual…
Javi: ¿Queréis dejarme en paz?
Sádico: No
Javi: Al menos tenía que intentarlo.
Masoquista: Por favor, no paréis.
Sarcástico: ¿Queréis dejarlo?
Deja vu: Deja vu.
Javi: ¿A que jode?
Sarcástico: No se cuando eres peor, cuando no tienes nada que decir, o cuando te niegas a aceptar que no tienes nada que decir.
Javi: A mi déjame tranquilo. Estaba tan a gusto con mi cabeza en otro plano de existencia.
Sarcástico: ¿Durante cuánto tiempo más vas a seguir evitando el salir por aquí?
Javi: ¿Otra vez hablando con “el autor”?
Sarcástico: Sí.
Javi: Vale, os dejo solos.
Sarcástico: …
Javi: …
Lógico: Esto no tiene sentido.
Javi: Lo sé, pero él es quien se empeña en negar la realidad.
Lógico: Dijo el que habla con las voces de su cabeza…
Javi: Iros todos a tomar por culo.
Lógico: ¿Quieres salir de una vez?
Javi: No quiero irme.
Lógico: No hablaba contigo.
Javi: Anda y que os den a todos.
Lógico: ¿Contento?
Javi: ¿A ti que te parece?
Lógico: Estoooo…
Javi: Tampoco era para mí, ¿verdad?
Lógico: Pues la verdad es que no.
Javi: (censurado)
Sarcástico: ¿Satisfecho? ¿Vas a dignarte a aparecer de una vez?
Lógico: ¿Se puede saber qué es lo que pretendes?

JAVI: Nada, sólo quería salir de ahí.
Sarcástico: ¿Te aburrías un poco?
JAVI: Entre otras cosas.
Sarcástico: Pues cómprate un perro.
JAVI: No me gustan los animales.
Lógico: Pues búscate algo que hacer.
JAVI: Ya tengo un trabajo.
Sarcástico: Algo útil.
JAVI: Me parto y me mondo con tu fina ironía.
Creativo: ¿Por qué no escribes algo?.
Sarcástico: ¿Tu estas tonto?
Creativo: ¿Es a mí?
Sarcástico: Ya puestos… sí, también a ti.
JAVI: Quizás en otro momento.
Lógico: Sabes que venir aquí no va a solucionar tu jaleo mental.
JAVI: Sí.
Lógico: Este microverso ya está muy impregnado de tus neuras... de las malas.
JAVI: Sí.
Sarcástico: Sois los dos toda una fiesta.
Analítico: Que manía con alargar esto hasta la nausea.
Sarcástico: Y con soltar una obviedad tras otra.
Obvio: Parece que hoy es mi día..
Concreto: ¿Entonces qué va a ser, purga o aislamiento?
JAVI: Aún no lo sé, pero ya no creo que pueda librarme de este lugar.
Concreto: Entonces, supongo que esto es un adiós.
JAVI: ¿Puedo quedarme un poco más?
Sarcástico: Como si estuvieras en tu cabeza.

**********************

Otro universo malgastado, infectado por todo lo que no puede soportar de sí mismo. Otro lugar al que no podría regresar, otra historia que no evolucionará.
Hasta que se termina la comida y sobremesa su cuerpo sigue en modo automático. Acompaña al grupo cuando se van de copas aunque no toma nada. Tampoco habla con ellos, lo único que no quiere es estar solo consigo mismo, pero no lo consigue. En estos momentos lo único que es capaz de escuchar es a sus pensamientos.
- Estás solo, estás rodeado de gente pero estás solo. Vas a acabar solo. Espabila, imbécil.
Pero no espabila, no reacciona, se limita a vagar pretendiendo formar parte de algo a lo que no pertenece. Está cansado, mentalmente exhausto y sólo quiere desconectar. Cerrar los ojos y que no haya imágenes tras los párpados, pero sabe que no va a conseguirlo.
El ruido de los fuegos artificiales le devuelve de nuevo a este mundo. Ya son las once, no tiene sentido que siga aquí, no tiene sentido que haya venido, así que se va.
Quizás mañana no sea otro día de mierda.

Javier Albizu

Macroverso V Alternancia, inconstancia, inconsciencia e incoherencia

Macroverso V Alternancia, inconstancia, inconsciencia e incoherencia
Fecha: La que gustéis.
Hora: Siempre/Nunca/En algún momento.
Lugar: Limbo conceptual.

Si aceptamos que todas las ideas provienen del mismo lugar, que el ser humano posee algo parecido a un imaginario colectivo, que estos dos conceptos existen en alguna parte; Éste sería el lugar marcado con la “X” (en el caso de que no lo aceptéis, esto no va a tener ningún sentido para vosotros)

Si nos vamos acercando a la “X” veremos como se van formando ante los ojos de nuestra mente, obviamente, una “X” más grande, pero una vez que nos hemos acercado lo suficiente como para no ver la gran aspa, nos adentraremos en un nuevo universo infinito (confinado dentro de una forma finita pero, hey, a mi no me miréis, yo no creo las normas)
Dentro de este universo subjetivo, las cosas no son como en el nuestro. Lo físico no sólo carece de espacio, sino también de sentido. La forma no es sólo innecesaria, sino que es imposible. El estatismo no existe; todo es cambiante y fluido. Todo es igual, pero igual no es lo mismo. Cuando se trabaja con conceptos, por lo general, tendemos a acabar con migrañas, liados y a no ponernos de acuerdo.
Ni siquiera los arquetipos resultan entes fiables. Mientras nadie diga lo contrario, la mente no es un sentido (y si algún día se reconoce como tal… pues seguiremos igual). Así que todo aquello que percibimos a través de ella no se acepta como valido dentro de nuestro fantabuloso, terrenal, delimitado y acotado “mundo real”

Ahí, en el centro de todo esta anarquía entrópica, se encuentra “Ella” (o “Él” para las chicas o las gentes de sexualidad divergente)

Miradla. No se trata de que no podáis dejar de mirarla, es que no queréis dejar de hacerlo.
Al contrario que el resto de criaturas que pululan por el plano conceptual, pese a que cada uno veremos algo distinto, pese a que algunos se hagan los duros, los de-vuelta-de-todo o los desengañados, todos percibimos, sentimos y esperamos lo mismo. Y no. No es “eso”, guarros (y si lo es, me parece que el texto que buscas está escondido debajo de tu cama, u oculto detrás de esos botes en el baño)

Aclarado esto, supongo que ya sabéis lo que toca. No, sigue sin ser “eso” (la X que corona esta entrada es meramente casual)

Hasta el momento, podríamos afirmar que su existencia ha sido muy agitada, ser el centro afectivo de toda una especia implica bastante ajetreo, pero lo lleva bien. Lo ha llevado bien hasta que nuestra querida entidades/concepto/arquetipo; “Ella”, se ve repentinamente arrastrada fuera de su ubicación.
Hasta que se ve obligada a atravesar dimensiones y realidades, mundos y continentes, para acabar en el mismo centro de los eventos que se producen en este pequeño Macroverso nuestro.

Como no podía ser de otra manera el paso desde el nivel conceptual hasta el plano físico, resulta una experiencia traumática, más aún cuando pasas de ser “Ella” a ser, simplemente, “una”. No se trata de una cuestión de ego, ya que los conceptos nunca han tenido opción de ser otra cosa. El problema es la adaptación a los rigores de la existencia corpórea.

Una de las principales complicaciones en este caso es la naturaleza eminentemente subjetiva del presente concepto. En los casos de otros conceptos, es probable que el paso a la materialidad sea un problema, pero no altera en exceso su esencia o su “misión”. En el caso que tratamos ahora, sólo hay esencia ya que la “misión” varía con respecto al cultura o la personalidad del receptor/idealizador del concepto. Cuando eres un reflejo de las aspiraciones de todo el mundo, el convertirte en el ideal de una única persona debería ser una tarea de lo más sencilla, pero parece que la lógica mundana no se aplica a nuestra invitada, y el paso de la esquizofrenia suprema a “simplicidad” del individuo parece llevarnos, en este caso, hacia la locura. De haber podido quitar las “aspiraciones sobrantes” quizás nuestra amiga habría podido salvarse de la perdida total de su cordura, pero el caso es que la personalidad resultante trata de ser una condensación de los deseos e ideales de toda la humanidad, lo cual no es posible según los axiomas que gobiernan nuestro pequeño, limitado e infinito Macroverso.

Pero obviemos esto. Miremos hacia otro lado y aceptemos de nuevo como ciertas las trampas narrativas de, aquí, el tahur de las letras que perpetra estos textos. Pero no desesperéis. No nos (y por “nos” nos referiremos a “me”) gustan los personajes locos o irracionales. Así que aceptaremos que “Ella” deja de ser la “Ella” universal, para convertirse, casualmente, en mi “Ella” personal. Así que me permitiréis que no la describa, ya que, al seguir siendo en mi cabeza un concepto abstracto, no tengo la menor idea de su aspecto.
Marcadas ya las directrices de este caso concreto, tenemos a “Ella” convertida en mi “Ella” (aunque al resto del universo sólo le parezca “una” y el lector se la pueda imaginas con el aspecto que considere conveniente) suelta y desorientada, aunque relajada y tramposamente cuerda en mitad de nuestra historia.
Quizás os preguntéis
¿Sabe la razón por la que está aquí?
Aunque no os lo preguntéis, esta sigue siendo una cuestión con una respuesta sencilla. No.
¿Han desaparecido, o es “Ella” consciente de que hayan desaparecido con anterioridad otras abstracciones del Limbo conceptual?
Para un constructo subjetivo, cosas como el tiempo, el espacio y la comida basura son materias irrelevantes a la par que complejas. Antes o después, ahora o mientras tanto, son conceptos con los que no se tienen que enfrentar. Así que, mientras no se termine de ubicar dentro de su nueva existencia asumiremos que no sabe nada de nada. Más adelante, cuando termine de aceptar el rol que se le ha asignado en esta historia, ya será otro asunto.

Mientras tanto, nos vamos a echar un vistazo al...

**********************

Microverso

Saltó.
De nuevo el viento azotaba su rostro mientras descendía velozmente. Las corrientes le mecían haciéndole sentir que podría remontar el vuelo cuando quisiese. Él sabía que no era así, no podía volar, pero no le importaba. Sólo importaba aquella embriagadora sensación de ingravidez. Cuando dejase atrás las nubes, cuando pudiese contemplar la cercanía de su destino, sólo entonces se preocuparía. Hasta ese momento sería completamente libre de cualquier atadura.
- ¿Otra vez saltando al vacío? - aquel comentario no le pillaba por sorpresa - Mira que puedes llegar a ser cansino - pero no por ello dejaba de ser molesto.
Ignoró la voz y continuó cayendo.
- Vale, parece que hoy estamos en modo “ignorar todo” ¿De verdad crees que te va a servir?
Aún podía sentir como su cuerpo era mecido por las corrientes de aire.
- Y dale. Si quieres ponerte así, venga, analicemos esto. Saltó... ¿Desde donde has saltado?
- Eso no importa. Cállate y déjame tranquilo - Creía que, en aquella ocasión, sería capaz de ignorar a las voces de su cabeza pero, para no faltar a la tradición, estaba fracasando.
- En serio. Párate un segundo y analízalo el asunto.
- No hay que analizar nada. Esto es una fantasía. No hace falta que tenga sentido.
- Y como no es obligatorio que tenga sentido, haces todo lo posible para que no lo tenga.
- ¿Quieres dejarme soñar tranquilo?
- No. Esa es una de las cláusulas que acepté al firmar el contrato.
- Y como eres muy responsable, te lo tomas muy en serio, ¿no?
- No soy una persona, sólo soy un producto de tu imaginación. Corrijo, en realidad otro producto de otra mente, la del tipo de ahí arriba.
- Ya esta. Te ha costado un poco pero ya lo has soltado. Tenías que mencionar a vuestro puñetero “autor”
- También está en el contrato, ya sabes, para recordárselo a los lectores.
- ¿Lectores? ¿No soy el personaje de una película? Que decepción - trató de continuar con el descenso… hacia donde fuese, pero ya era inútil, el viento ya no le mecía, ya no era capaz de sentir la ingravidez (caso de que tal cosa fuera posible). Se había detenido - Al menos seré el prota.
- Tío. Que estas trabajando. Tómatelo tú un poco en serio.
- Pero si no hay nadie.
- Que aún no haya llegado “Ella” no implica que el resto del mundo no merezca el apelativo de “alguien”
- Esta tardando mucho, ¿no?
- Eso. Tú sigue ignorando lo que te digo.
- Tú ignoras mi pregunta, yo ignoro tu comentario.
- Comprendo. Para tu versión desfasada del concepto de amor romántico-trágico-e-inalcanzable con el que tanto le gustaba fantasear, esa chica sea un ideal. ¿Para qué arriesgarse a que otros te puedan causarte el sufrimiento y brusco dolor del rechazo, cuando te lo podía producir tú solito de una manera más controlada?
- Ya tendría que haber venido. Suele ser muy puntual.
- Y dale. Hoy estamos en plan autista.
- Ella no es “Ella”. “Ella” es un concepto abstracto, ella una persona real.
- Le podéis echar la culpa a vuestro “autor” por haberme dibujado así.
- No, tampoco es un tebeo.
- Lástima.
- Es ya te voy pillando el punto y me lo está poniendo muy fácil.
- ¿Perdona?
- Nada, que cuando me deis el coñazo, con echarle la culpa a vuestro “dios”, asunto resulto. Además, parece que hoy estas tú sólo ¿dónde se han metido los demás?
- Es verdad… No hay nadie más por aquí. ¿Hola?
- ¿No hay nadie más?
- Pues no.
- ¿Y cómo puede ser que no te hayas dado cuenta hasta ahora?
- Exigencias del guión, supongo.
- Porque, claro. Vosotros sois un producto de mi imaginación. No sois reales. No tenéis forma ni sentidos. Así que supongo que el mundo real lo veréis a través de mis ojos.
- Creo que pecas de un error de concepto. Vale, sí, de acuerdo, no somos reales. Pero tampoco lo eres tú. Nosotros somos un apoyo para el autor. Somos una especia de “narradores conceptuales” ya que estas historias no suelen contar con un narrador omnisciente. Nuestra tarea es la de transmitir ideas. Tratar de clarificar el punto de vista subyacente debajo de la historia que se esta contando.
- Para estas alturas ¿No me habríais dejado ya colgado para poneros a “hablar” con vuestro “Él”?
- Tras nuestra última conversación suponía que ya no habría más historias por estos lares, pero parece que ha cambiado de idea. Es más, parece que has salido reforzado con el cambio.
- Yuju ¿Voy a tener súper poderes?
- Igual te ha vuelto inmune a nuestra influencia.
- Venga, lánzame tu mejor golpe.
- ¿De que color es la ropa que llevas?
- ¿Que?
- Lo que oyes. Que me digas de qué color es tu ropa.
- Pues… mi ropa… es… ¡No me líes!
- No lo sabes.
- Claro que lo se. Lo que pasa es que esa pregunta es una estupidez. ¿Que pretendes demostrar con eso?
- Y dale. Pues te demuestro que no existimos. No tienes ojos con los que ver el “mundo real” porque el mundo en el que te mueves ni es real, ni existe.
- ¿Por qué no te vas a hablar con alguno de tus colegas de ahí adentro y me dejas tranquilo un rato?
- …
- Un poquito de silencio, por fin. Sólo falta que aparezca “Ella” y el día se podrá dar satisfactorio.
- ¿Lo ves?
- ¡¿El qué?!
- “Ella”. No tiene nombre. Has estado hablando con ese personaje. Te has enamorado estúpidamente de él (o, mejor dicho, ella) y ni siquiera sabes su nombre.
- Soy tímido… No se lo he preguntado.
- Es sólo un concepto. Si ahora te pregunto de qué color tiene el pelo, o los ojos. Si te pido que me digas cuantos años aparenta o cuanto puede pesar, no sabrías que decirme.
- … pues claro que sabría. ¿Cómo iba a enamorarme de …?
- ¿De una abstracción? ¿De un concepto ideal?

La puerta del Burger Prince se abrió y ambos dejaros de discutir. Pero no fue “Ella” quien había activado el detector de proximidad, sino un hombre. Podríamos tratar de describirlo, pero su apariencia carecía de la más mínima relevancia.

- Yo conozco a este tipo - Javi no sabía si el “tono de voz” de aquel ser de su cabeza era de sorpresa, temor, incredulidad, o todos ellos juntos.
- Ah, ¿sí? Pues a mi no me suena de nada.
- Normal, hasta ahora sólo había sido otro concepto. No debería estar en este plano de irrealidad.
- ¿Y quién es?
- En la mente del autor se llamaba Deux Ex. una abreviación mal escrita un poco más cómoda de usar que el ponerse a explicar el concepto. Posiblemente sea abstracción que más odia.
- Pues nada. Bienvenido sea. Igual es que ha decidido joderle la vida a otro para variar.

- Bienvenido al Burger Prince - Javi comenzó con el saludo en modo automático - donde el cliente es…
- Hola - el extraño le interrumpió. No parecía estar de humor para aguantar la perorata publicitaria. Es más, no parecía encontrarse en muy buen estado - Déjate de marketing y vamos al asunto. No se cuanto duraré por aquí.
- El asunto… ¿Tenemos algo pendiente usted y yo?
- Deja el numerito. Te acaban de decir quien soy.
- A ver, me han dicho un nombre (o algo parecido) de ahí a que nos conozcamos va un mundo.
- Había olvidado lo capullo que es este avatar.
- Dímelo a mi - la voz de su cabeza se unió a la conversación.
- Lo sé, lo sé. Al menos yo no tengo que soportarlo a diario.
- Hombre, metafóricamente hablando…
- Sí pero, aun así, no te envidio.
- Quita, quita. Bastante tienes ya con lo tuyo.
- Y yo que empezaba a pensar que este iba a ser un buen día - Javi dudaba sobre que era mayor; si el cabreo porque le estuviesen ignorado, o la sorpresa porque el extraño pudiese hablar con la voz de su cabeza - ¿Queréis que os deje solos? - decidió que estaba más cabreado que otra cosa. Ambas cosas le habían sucedido con anterioridad y, con el tiempo, la sorpresa por lo segundo iba mermándose poco a poco - ¿Queréis un café y un bollo?
- No, no. Si yo a quien venía a ver era a ti - la expresión de Deux Ex cambió de manera repentina. Su pose de charla intrascendente desapareció para traer de vuelta al aspecto desmejorado con el que había entrado en el local. Es más, a Javi le pareció que le iban surgiendo moretones y cortes por todo el cuerpo de manera espontánea. Como de costumbre, nadie más parecía darse cuenta de lo que sucedía ante sus ojos.
- ¿No tendrías que ir a un médico?
- No, hombre, no - el tono desenfadado de su voz contradecía el aspecto demacrado de Deux Ex - Como nos liemos a hacer cosas medianamente lógicas, igual termino por desaparecer, morir o lo que sea que toque hoy, sin tener tiempo de decirte el mensaje del día.
- ¿El mensaje del día? ¿Que eres, una galletita de la fortuna con patas? Anda, siéntate ahí mientras llamo a una ambulancia.
- Que no, ¡cojones! Que no tenemos tiempo para esas cosas. Que poco me gusta hacer las cosas tan mal.
- Tampoco te cebes con el chico, que para eso ya está servidor - la voz en la cabeza de Javi volvía al ataque - Ya sabes que tampoco es culpa suya.
- A ver, Mike.
- ¿Con quien hablas ahora?
- Pues contigo.
- Pero yo no me llamo Mike, soy una parte de ti mismo, no me puedes llamar por otro nombre.
- ¿Por qué? ¿Porque eso sería algo que haría un enfermo? ¿Un esquizofrénico?
- Vale, vale. Pillo tu punto de vista. Pero, ¿porque Mike?
- Estaba entre Johnny o Mike. Siempre hay algún personaje secundario en las películas con uno de esos nombres. He hablado, y ese ha sido el primero en salir.
- Ya te he dicho que esto no es una peli.
- ¿Te parezco alguien a quien eso le pueda importar una mierda?
- ¿Y ya está? ¿Así de repente te ha salido el carácter?
- Sí, ya ves como son las cosas.
- ¿No resulta un tanto forzado?
- Mira, estoy hasta el gorro de no poder cagarme en tus muertos sin que la mierda me salpique también a mí.
- Vale. Ya lo pillo, es cosa “suya”
- No, venga tío, no sigas por ahí, que íbamos medio bien.
- Pero es que es muy obvio. Eso de describirme simplemente como una voz en tu cabeza acaba por resultar reiterativo. Esta es la salida más fácil.
-
-
-
- ¿Qué? Has has terminado ya de hablar con “Él”
- No. Sigue sin querer salir por aquí. La verdad es que es bastante extraño.
- Hola - Deux Ex agito la mano ante los ojos de Javi - Sigo aquí - la mano se iba desdibujando poco a poco.
- ¡Hostia! - Javi retrocedió de un salto.
- Vale, ya voy a tener que hacerlo a toda prisa - Deux Ex no parecía sorprendido. Ni siquiera parecía que aquello de doliese. Tan sólo parecía levemente contrariado y resignado - Ella no va a venir. Ni siquiera está ya “aquí”.
- Ya se que no está aquí.
- ¡Cállate! ¡Cállate de una puta vez, y déjame hablar! - ahora si que parecía algo desquiciado - No he dicho aquí, sino “aquí” a ver si aprendemos a leer. No está en este universo - Javi abrió la boca dispuesto a decir algo, pero Deux Ex extendió el brazo para detenerle. Su mano ya no estaba, y el brazo parecía seguir el mismo camino, pero el gesto en sí fue bastante elocuente - No se te ocurra hacer ningún chitecito fácil de los tuyos ni ninguna de tus obviedades. No ha sido abducida, ni secuestrada ni nada por el estilo. Simplemente no está, y más te vale que empieces a buscarla porque, de lo contrario, tú seguirás el mismo camino.
- ¿Y por dónde empiezo a buscarla si no está en este universo?
- A mi no me preguntes. Yo sólo soy la excusa argumental para comenzar la historia. Si el autor se lo hubiese querido currar un poco habría creado un personaje para esta labor, pero como este microverso va a desaparecer ha preferido ahorrarse el esfuerzo.
- ¡Y dale con vuestro “autor”!
- ¡Y dale con la cabezonería del avatar de los cojones! Mike, más te vale que le convenzas para que empiece a mover el culo, o también os vais a ir a tomas por ahí.

Deux Ex terminó de desvanecerse. Lo ultimo en desaparecer fue su expresión de hastío.

- Joder, a ver dónde cojones voy esta vez - fueron sus últimas palabras.
- Ha desaparecido - Javi no sabía si sentirse aliviado por el fin de aquel pequeño incordio, o preocupado por el mensaje que le había dado.
- Sí. Muy teatral todo.
- ¿Y ahora qué?
- No sé. Tú mismo.

**********************

Noche de sábado a domingo
Fecha irrelevante.
Mundo “real”

Nuestro héroe duerme (hecho este, por otro lado, normal, siendo como son las seis de la mañana, pero todo un logro a tenor de los últimos días)
Pero, para no desentonar completamente, Javi no duerme bien.
Sus ojos se abren y mira al despertador, un acto reflejo de lo más molesto pero que en este momento cuenta con un pequeño contratiempo. No es capaz de comprender los números, letras, o lo que sea que le esté mostrando aquella maquina infernal.
Mira a su alrededor y el paisaje, pese a resultarle remotamente familiar, no es capaz de ubicarlo.
¿Es su casa? ¿Quizás el vestuario del trabajo? ¿Está conduciendo la carretilla elevadora? Preguntas en teoría sencillas cuyas respuestas le eluden.
- Venga, que esta es una fácil - la sensación no le gusta y comienza a causarle una desagradable ansiedad que ya le es conocida.
Trata de centrarse. Cierra los ojos de nuevo y vuelve a abrirlos. Nada, continua siendo incapaz de enfocar los caracteres del despertador. Sobre la mesilla hay unos cds. Aquello debería indicarle que está en casa (en el trabajo no tiene mesilla... y tampoco una cama en la que dormir) pero su mente no es capaz de procesar la información.
Se quita de encima las sabanas y se levanta. Aquella acción tampoco sirve para aclararle su ubicación, pero sí para calmar la ansiedad.
Comienza a caminar por el pasillo, extraño, ya que no recordaba haber salido de la habitación. Las paredes parecen sólidas, pero mirando al suelo, ve que éste no está. Para terminar de definir el cuadro, al subir de nuevo la vista, las paredes se han hecho traslucidas. Camina sobre una especia de vació cósmico sacado de los delirios lisérgicos de algún colorista desquiciado. Pero este descubrimiento no le sobresalta y continua caminando durante horas por el pasillo que, pese a haber desaparecido, continua ahí.
No sabe si está vestido o en ropa interior. No sabe si está calzado o camina descalzo. No sabe si hay luz... pese a ser capaz de ver lo que se encuentra frente a él. Tampoco sabe dónde termina el pasillo, es más, no sabe si aquel pasillo tiene fin. Se limita a caminar sin avanzar, a vagar sin rumbo.
En aquel momento alguien atraviesa el pasillo (que, recordemos, no existe) de un extremo al otro. Camina a un ritmo pausado, pero Javi no ha tenido tiempo de reconocerle. Acto seguido, desaparece atravesando una de las paredes inexistentes.
Ahora Javi ya no se encuentra en el pasillo cósmico, sino en una habitación... igualmente cósmica, tremendamente similar a su habitación de invitados. En el suelo lisérgico de la estancia se encuentra Diana, su hermana. Aquello no sería raro (bueno, más raro aún) de no ser porque su hermana vive en Valencia. Sentada sobre el vacío estelar, Diana arranca los tablones que forman el suelo real de su casa. Al darse cuenta de que su hermano está ahí, alza la mirada, y le sonrió, pero no dice nada.
- Cojonudo - Javi no sabe si acaba de decir aquello, o sólo lo ha pensado - Estoy soñando.
No sabe a ciencia cierta si es consciente de que está soñando, o si sueña que es consciente de estar soñando. Lo que sabe (o sueña saber) es que, por la mañana, no habrá descansado nada, y los pies le molestarían después la infinita caminata onírica que se acaba de pegar.
No trata de hablar con Diana, al fin y al cabo, no es ella. Se limita a quedarse mirándola de brazos cruzados a la espera de que la escena cambie, o de despertarse.

Pero el despertar no llega, y la velocidad del tiempo pare ralentizarse por momentos. Su hermana continua sin decir palabra, él no tiene intención de interactuar con aquella proyección nostálgica y la paciencia se le va agotando a pasos agigantados (su contenedores de paciencia tienen una capacidad considerable, pero están notoriamente mermados por el cansancio de la jornada previa y el viaje a pata hasta aquella Valencia onírica)
Mientras su mente divaga sobre los pasos, su longitud y las distintas magnitudes que se podían medir con ellos, comienza a escuchar unas pisadas acercándose.
No es capaz de situarlas espacialmente y tampoco recuerda que sus pisadas, o las de su hermana, hayan producido sonido alguno. Pero aquello, a todas luces, resulta poco significativo.
Se da la vuelta. Si... lo que sea que se acerca es una sorpresa, obviamente tiene que venir por detrás. Pero donde antes se encontraba su espalda, sólo hay montones y más montones de nada. En ese momento una sombra le cubre. Proviene de la dirección hacia la que estaba mirando antes (y en la que ahora se encuentra su espalda) No recuerda que hubiese un foco o fuentes de luz que puedan proyectar alguna sombra, pero ya se está habituando a las cosas que suceden en este lugar. Resignado, se da la vuelta de nuevo.
Ante él (ahora sí) se encuentra la enorme figura de Unryl, uno de los múltiples personajes que ha creado para sus relatos. Como acostumbra a pasar con los personajes que crea, no tiene una imagen especialmente definida. Lo único que asocia a ese nombre es un personaje grande, lacónico, poderoso y apesadumbrado.

- ¿Sabes lo que te espera? - la pregunta no es que sea para lanzar cohetes, pero Unryl nunca ha sido especialmente locuaz.
- Sí. Otro lunes muerto de sueño.
- No - también le gustan los personajes crípticos pero, en momentos como este, odia de una menare muy especial este detalle en particular.

Le despierta, esta vez parece que de verdad, el sonido de su móvil. Su mano, en un acto reflejo, trata de agredir al despertador pero, por muchos botones que golpee, lo único que consigue es encender la radio o el CD, sin lograr que cese el molesto pitido. Sus ojos legañosos tardan un poco en localizar y dirigirse hacia la maquina que su mente sigue empeñada en acusar de la generación de esta sinfonía de ruido y dolor. Tras unos momentos de dolorosa ceguera, sus pupilas logran desencriptár el arcano código que oculta los números que le ciegan con su fulgor fosforescente.
Las seis cero ocho.
¿Ha dormido hasta las seis de la tarde?
Su intelecto desierta un par de segundos después que sus ojos. Son las seis de la mañana y no es el despertador lo que estaba sonando.
Torpemente se desembaraza de las sabanas que se anudan alrededor de su cuerpo y se incorpora sobre la cama. Sus manos tratan de buscar entre el amasijo que forman la ropa apilada sobre la mesa hasta que, por fin, da con el móvil. La pantalla le muestra un nombre: Sandra.
Una compañera de trabajo le llamaba un…
¿Qué día es?
Sábado. Bueno, ya domingo. Al menos dentro de un rato no tendrá que ir a trabajar.
Una compañera de trabajo le llama un sábado a las tantas de la mañana. Aquello no parece presagiar nada bueno.
- Dime – responde tras pulsar varios botones. Trata de poner la voz menos soñolienta de la que es capaz.
- ¿Te he despertado? - la voz de ella parece tratar de ocultar el pedal que lleva encima.
- Sí - el silencio se hace por unos momentos.
- ¿Estas ahí? - pregunta Javi.
- Sí… sí… Lo siento tío. Es que no sabía a quien llamar - parece apunto de echarse a llorar.
- ¿Qué ha pasado?
- Ese gilipollas estaba con la guarra de… y me dice… Pero ¿de qué va ese tío? Le he mandado a la mierda y he pensado… y con la que llevo encima prefiero no coger el coche, y como me dijiste que si alguna vez me hacia falta, pues eso, que te he llamado, pero no tengo ni zorra de donde vives. Ya se que es un marrón, pero no se que hacer ¡Ese tío es un cabrón! ¡Como me lo encuentre otra vez y me diga… ¿pero de que va?! ¡Le arreo tal patada en los huevos que meará por la boca! ¿No va el tío y me dice…?
- Sandra, Sandra - Javi trata de frenar el farfullar de su amiga, no es la primera vez que la ve / escucha en ese estado y sabe que va a comenzar a repetir la misma letanía otra vez pero aún más enredada, añadiendo más y más detalles y apelativos escatológicos - Calle Miguel Servet cinco, tercero c. ¿Dónde estas? ¿Voy a recogerte?
- No tío, que estoy cerca pero no me acordaba del numero. Estoy ahí enseguida – cuelga el teléfono.

Javi permanece sentado sobre la cama pensativo. Obviamente aquello no significa nada. Es más, él no quiere que signifique nada, aunque le una parte en su interior a la que trata de acallar estaría encantado si así fuese. Aquella chica le cae muy bien, pero más allá del trabajo apenas ha tenido relación con ella.
Pero aquello paree no importarle a su mente, que ha decidido irse de viaje y comienza a mostrarle imágenes de mundos donde ambos están juntos. La cosa cambiaba enseguida y él no era él, sino alguien que no se le parecía demasiado a él. Por su lado, ella si que se parece a ella, sólo que no lleva una cogorza del quince, ni habla como un camionero.
Durante unos minutos la parte lógica de Javi trata de luchar contra su imaginación pero, como de costumbre, pierde.
Se recuesta sobre la cama y se permite el lujo de aceptar, durante unos minutos, la felicidad falsa que le brinda su imaginación. Ya tratará de sofocarla cuando suene el timbre de la puerta. Trata de dormir. No sabe cuánto tiempo tiene antes de que llegue Sandra pero, entre la curda que parecía llevar encima, y que nunca ha estado en su casa, está convencido de aún le quedará un rato largo.
Aún así, por si acaso, no se atreve a dormir profundamente.
- Como si dormir profundamente fuese una elección - sonríe resignado hacia sí mismo mientras se da cuenta de la fútil del plan - Trataremos de dormir sin más.

Se imagina a sí mismo flotando en la posición del loto, en el centro de una esfera infinita en la que sólo existen él y el color blanco. La esfera se expande con cada uno de sus latidos. Más allá de ella se encuentran los pensamientos conscientes que se empeñan en mantenerle desvelado.
Pero no falla, también les acompaña el insistente pitido que aparece cuando todo lo demás se ha silenciado.
Las disquisiciones sobre la posibilidad de que algo sea esférico (o de cualquier otra forma, ya sea, o no, geométrica) a la par que infinito las dejará para las charlas con sus colegas de ciencias.
Vale, de acuerdo, el que algo infinito se expanda también era un contrasentido en su mismo, por mucho que matemáticamente sea posible. Pero aquello era otro de los pensamientos conscientes que tiene que estar más allá de la esfera blanca (que, pese a ser infinita y estar en expansión, no impide que el ruido de las ideas llegue hasta él)
Aunque, claro. Si ve que es blanca, también debe haber por ahí un punto de luz para iluminarla. Pero él se imagina con los ojos cerrados, así que tampoco debería ser capaz de percibir aquello.
Trata de mandar a paseo todas estas disquisiciones disquisiciones chorras, pero las muy condenadas se empeñan en rebotar por los limites de la esfera infinita, incordiándole una y otra vez. Parece que este plan tampoco funciona… una vez más.
Su universo infinito-pero-menos pasa, sin previo aviso, de tres a dos dimensiones. La esfera se transforma en un círculo y él parece un dibujo plano sacado de la viñeta de algún tebeo.
Ya no se fabrican los infinitos como antes.
El tamaño de la circunferencia se reduce por momentos, perdiendo su forma, comprimida por la presión de las ideas que la rodeaban. Mientras tanto, Javi extiende los brazos tratando de impedir el acabar aplastado por aquel, a todas luces, ineficaz campo protector.
- A la mierda - abre los ojos y miró al despertador. No ha pasado ni un minuto desde que los ha cerrado.

Se levanta y, tras ponerse la bata, se dirige al salón. Enciende la tele y el portátil. Cambia los canales de manera aleatoria hasta encontrar en alguno de algo que no sea la tele tienda; La reposición de una peli de acción de los ochenta. Hay cosas peores.
Abre los documentos que tiene con textos a medio escribir, y revisó el programa de mensajería. No hay nadie conectado.
Se sienta con los pies cruzados sobre el sofá y agarra una consola portátil en la que se pone a jugar al Tetris.
- Tantas cosas por hacer, y tan pocas ganas de hacerlas - se recrimina mientras las figuras se le acumulaban en la pantalla.

Está nervioso y no sabe el por qué. Bueno, sí que lo sabe pero esta es una reacción carente del más mínimo sentido. Al menos no lo tiene analizándola fríamente.
Como no puede ser de otra manera, esta sensación provoca una nueva andanada de preguntas y soliloquios mentales. Por más claras que pueda tener las cosas todo lo claras, esto no es razón para que su cabeza vaya dejar de darle la paliza con el asunto.
En fin. Deja la consola sobre el sofá y se imagina a sí mismo saltando desde algún punto indeterminado de la pared, y zambulléndose en su cerebro. Buceando entre sus neuronas llega hasta una habitación donde se encuentran varios de sus “yoes” sentados formando una circunferencia abierta. Hablan entre ellos de asuntos de toda índole. En cuando entra en la sala, se hace el silencio. En el centro haya una silla vacía reservada para él. Se adentra en el círculo sintiendo como la mirada de todos aquellos seres le siguen con impaciencia en su camino. En cuanto toma asiento, todos vuelven a hablar al mismo tiempo, pero ya no entre ellos, sino directamente a él.
Trataba de establecer un cierto orden en aquella cacofonía, pero no le hacen ni caso. Después de este primer fracaso, trata de filtrar las voces sin éxito, todas son la suya.
Toma aire mentalmente y se levantó dispuesto a irse, logrando por fin que se haga el silencio.
- Vamos a ver - le dijo una de sus voces - ¿A qué viene tanto alboroto? - esa debe de ser su parte lógica.
- Va a venir una chica - el comentario es demasiado genérico como para dilucidad de que parte de si mismo le está hablando ahora.
- Eso no deja de ser una suposición - de acuerdo, es su parte puntillosa, aunque también pude ser la tocapelotas o la pesimista.
- Asumamos que lo que nos han dicho es cierto - la lógica vuelve al ataque - Continúa sin tener sentido este jaleo.
- Los datos de los que disponemos nos indican que ha cortado con su novio – esto es demasiado aventurado para atribuírselo a la lógica, puede tratarse de la segunda voz que ha hablado antes.
- Eso es una suposición - la lógica contraatacaba. Pare que esta logrando imponerse. Eso es bueno - Carecemos de la información suficiente como para afirmar tal cosa.
- ¿Alguien sabe si tiene novio? - ¿Cotilla o Desesperado?
- Eso se encuentra fuera de los asuntos a tratar - muy bien, se dice. Dales duro, Lógico - No estamos interesados en ella.
- ¿Seguro? - esta pregunta no le gusta, su parte conformista entra en juego.
- Mientras no cambien las cosas, sí - la respuesta es demasiado críptica como para tratarse de Lógico. Alguien más entra en juego.
- Las cosas son así, especular es fútil - como le gusta escuchar esta voz.
- Muy bien ¿Puede estar ella interesada en nosotros? - vamos, ahora no, cuando la cosa parecía encarrilada. Esta voz tiene que estar de broma, pero no, son Desesperado y Peliculero hablando al unísono.
- Continúa fuera del tema que estamos tratando.
- Va a venir a nuestra casa - no, previsor, cuando ya casi estaba solucionado - Hay que tratar de prever y valorar todas sus posibles motivaciones y pensar en las reacción ante cada una de ellas.
- Y las razones que motivarían esas reacciones - lleva por aquí desde el principio, pero a Analítico le ha costado comenzar a hablar, pero no está sólo, detrás de aquellas palabras también anda Inseguro.
De reojo Javi ve a Desesperado preparándose para atacar.
- Es posible que ella quiera “vengarse” de lo que sea que le hayan hecho con nosotros - Peliculero se le ha adelantado, pero tampoco ha sido de mucha ayuda.
- Lógico, como vuelvas a decir “fuera del asunto” te arreo - sí, ahí está Desesperado.
- Pues arréame, pero no tenéis ninguna razón real para dedicaros a dar tantas vueltas - ahí, ahí, Lógico, con un par - Os estáis dedicando a marear la perdiz y fantasear.
- Vale, son unos bocas, pero tú estas negándote a aceptar que tienen parte de razón - y dale, de nuevo tan cerca, pero no, Analítico tenía que abrir la boca otra vez - Podría tratarse de una oportunidad para encontrar, por fin, una pareja - No, espera, es Conformista tratando de utilizar psicología inversa.
- Datos concretos: - Lógico vuelve a la carga - Nos ha llamado una compañera de trabajo. Nos ha llamado para pedirnos ayuda. Hemos aceptado ayudarla, así que le ayudaremos. Más allá de eso, el resto es especulación.
- Pero…
- Ni pero ni leches - vaya, por fin Correcto se ha decidido a aparecer - Como cualquiera de vosotros trate de aprovecharse del estado en el que aparezca esa chica, os las veréis conmigo y, Javi, ya sabes qué significa eso.
- Dejar de montaros películas - y Romántico le va a la zaga - Cuando surja la cosa, sea con quien sea, será de una manera natural y espontánea. Entonces dará igual todo lo que digáis. Yo hablaré, y asumiré el mando.
- Espero que no sea como la otra vez - piensa Javi para para sus aún más adentros.
- Eso no te lo crees ni tú - Conformista vuelve a la carga - Estoy hasta el gorro de tu tiranía. Nunca tienes los redaños para asumir control de facto, pero siempre estas tocando los cojones.
- ¿De verdad? - Romántico parece realmente cabreado - Estoy hasta las narices de Desesperado y de ti. Siempre tratando de buscar cualquier resquicio para debilitar la voluntad de Javi y hacer lo que os venga en gana.
- Eso es lo que quieres, ¿no? - y Desesperado se suma al ataque, otra vez - Que acabemos solos. Al menos nosotros tratamos de hacer algo para solucionarlo.
- Si, quejaros y no dejarnos tranquilos a los demás - parece que este comentario ha molestado a Correcto - ¿Qué más habéis hecho?
- ¡Ya basta! - a ver si esta vez Lógico zanja el asunto de una vez por todas - Sabemos o, podemos asumir con un alto grado de certeza y, a partir de los datos de los que disponemos, que esa relación no funcionaría.
Por unos segundos el silencio se apodera de nuevo de la sala. Unos escasos segundos de paz interrumpidos por el sonido del timbre.
La consciencia de Javi emerge de nuevo para asumir el control de su cuerpo y es este es el momento en el que sus preocupaciones e inseguridades aprovechan para bajar al estomago y alimentar al alien que trata de abrirse camino hacia el exterior. Mientras trata de acumular fuerzas se limita a abrir la puerta del portal sin preguntar, y se queda esperando la llegada del ascensor.
- ¿Por qué cojones estoy tan nervioso?
Como de costumbre, sabe cual es la respuesta a esta pregunta. En el remoto caso de que alguna de las voces de su cabeza que trataba de desoír tuviese razón ¿Será capaz de hacer lo que consideraba correcto si ella daba un paso hacia donde considera que no debe?
Se dice a sí mismo que sí, pero nunca se ha visto expuesto a esta hipotética situación con anterioridad. Al darse cuenta de lo peregrino de esta preocupación y lo improbable de la hipótetica reacción, no puede evitar el sentirse un tanto estúpido, pero el alien continua con el desgaste de su fauna intestinal.
- ¿Por qué me tengo que angustiar con estas chorradas?
El ascensor abre sus puertas, y de él emerge la criatura/entidad llamada Sandra. El pedo parece prácticamente extinto, porque su rostro, sobre todo, muestra odio.
- Hola - es todo cuanto Javi se ve capaz de proferir.
- Hola - el rostro de Sandra, repentinamente se ilumina mientras su expresión cambia hacía las facciones que él recuerda - Perdona este follón.
- Tranquila - Javi realiza un gesto caballeresco con la mano y se inclina invitándola a entrar - Tú pasa y descansa.
- Mira que eres bobo - Sandra se abraza a su cuello y, tras unos segundos, le da un beso en la mejilla. Javi, mientras tanto, se ve incapaz de conseguir que su cuerpo responda. Demasiados cálculos, demasiados vectores de aproximación, demasiados equívocos posibles. Para cuando ha trazado un curso de acción en respuesta a este abrazo, ella ya se ha soltado - Gracias.
- ¿Quieres pasar, sentarte y charlar un rato? - logra decir al rato.
- Casi mejor me voy a echar directamente. Ahora sólo estoy como para gritar y aplastar cráneos.
La acompaña hasta la habitación de invitados tratando de que no de demasiados tumbos. De repente parece frágil y desorientada. A punto de echarse a llorar de rabia.
- ¿Puedo abusar un poco más de ti?
- Prueba.
- Me puedes dejar algo para dormir. Mi ropa, ahora mismo, apesta un poco a cualquier cosa.
- Tienes una camiseta sobre la cama.
- Gracias. Hasta mañana - dice mientras cierra la puerta.
- Hasta mañana - responde él con una exhalación, mientras se dirige meditabundo hacia su habitación.

Javier Albizu

Macroverso VI Datos objetivos

Macroverso VI Datos objetivos
Día: Quizás
Hora: No
Lugar: Limbo conceptual

Ya estamos aquí de nuevo pero, en esta ocasión, la “X” que señala el lugar ha cambiado. Es una marca más tosca, atemorizadora por momentos, un refugio en otros. Al igual que nuestro anterior objetivo, también desprende un carisma que hace que no seamos capaces de apartar la vista.
En algún momento de nuestra vida, todos hemos deseado vernos imbuidos de este concepto. Pero no nos engañemos, esta vez no hemos llegado hasta este no-lugar porque un mapa, un GPS o un vidente nos haya indicado el camino. Al contrario que con “Ella”, no hemos venido porque queramos o porque sintamos que este sea el lugar en el que desearíamos existir, porque no existan razones en este u otro universo capaces de hacernos desear abandonar su compañía.
No. En esta ocasión la llamada es igualmente primaria, pero nada tan prosaico.

Una vez que nuestros sentidos han sido capaces de ordenar y dar sentido a toda esta entropía neuronal que nos rodea, nos damos cuenta del por qué nos hemos adentrado hasta alcanzar al concepto/arquetipo que se haya ante nosotros. Lo hemos conocido bajo mil rostros. Como amigo y como enemigo, en la ficción y en la realidad, con tantos nombres distintos como rostros.
De nuevo, cada uno habremos llegado a una localización distinta y contemplaremos un ente con una apariencia única y personalizada (pese a haber llegado al mismo lugar, y estar contemplando el mismo avatar). Hasta quien terminaremos por bautizar como “Tipo Duro”

La pregunta, al igual que la que tendríamos que habernos formulado en la anterior ocasión, es:
¿Qué pasa cuando una fuerza desconocido extrae a este concepto del imaginario para “importarla” y “anclarla” a nuestro “mundo real”?
¿Se olvida el resto de la humanidad del concepto?
¿La reconoceremos si nos la encontramos por la calle?
¿La veríamos cada uno de la manera en la que la imaginábamos?
Quizás a “Ella” todas estas disquisiciones le asaltaron mientras su recién nacida mente unitaria se forjaba, pero este caso es distinto porque a nuestro nuevo amigo, a “Tipo Duro”, todo eso le da igual.
Sí, es un ente abstracto repentinamente condenado a la concreción y, por supuesto, lo primero que le alcanza es la desorientación, para continuar con el vértigo. Pero pronto llega la reflexión y, finalmente le abducen la comprensión y la aceptación.
Tipo Duro no es un concepto de palabras, es un ente (ahora un hombre, aunque también podría haberse transfigurado bajo la forma de una mujer de haber estado esto escrito por una fémina) de acción.
Pero la acción no debe ser algo gratuito. Para que se desencadenen sus acciones necesita de un motivo, generalmente externo (al fin y al cabo, no es un ser humano). Necesita un fin concreto (para su nueva existencia “concreta”)
Los fines necesitan de razones.
Para conocer las razones, necesita saber las respuestas.
Para obtener las respuestas necesita conocer las preguntas.
Para entender las preguntas necesita conocer el contexto.

Así que “Tipo Duro” busca un lugar en el que asentarse y medita, observa y estudia su nuevo entorno.
“Tipo Duro” es un tipo de acción.
Cuando comience la acción podrán ralentizarlo, pero nada será capaz de detenerlo, o eso es lo que él cree.

Pero eso será en otro momento, por ahora demos un pequeño salto de nuevo hasta el...

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Microverso

Caía, así que debía de estar soñando pero, en aquella ocasión, todo era distinto. La caída no era una experiencia relajante. No se sentía flotar, no notaba cómo el viento le acariciaba sustentándolo. ¿Sería una pesadilla?
Continuaba cayendo y su estomago fue el primero en sentir la sensación de vértigo. Su velocidad aumentaba, pero continuaba sin ver el suelo. Cerró los ojos y los abrió de nuevo. Estaba tumbado en su cama. No, no era él, era otro. Aquella tampoco era su cama, ni se encontraba en su habitación. Podía ver los pensamientos de “el otro” en su mente. Pensaba en una mujer, pero no era “Ella”. “El otro” estaba quieto pero él continuaba descendiendo a toda velocidad. Cerró los ojos de nuevo y volvió a abrirlos.
Caía... pero no. Descendía, pero había algo raro en su trayectoria. Se estaba precipitando... hacia arriba.
Vale, aquello era un poco más raro que de costumbre.
Trataba de analizar la situación, pero su cabeza se iba a otras partes. Lugares que no reconocía, gente que le provocaba una sensación de “deja vu” pese a que no conocerla de nada.
- Aún no.
Una voz sonó... a su alrededor.
Su ascenso/caída se frenó al chocar contra algo invisible. Pese a no verlo, sabía que era una gigantesca mano invisible.
- No tengas prisa. Pronto llegará.

Despertó. Ya era de noche, pero se encontraba en medio de la calle. Recordó que estaba volviendo a casa después de trabajar.
- Bienvenido de vuelta - Mike le hablaba desde el interior de la cabeza - Pensaba que me ibas a dejar al mando. Lástima del pequeño error de diseño que no permite tomar el control de tu cuerpo.
- ¿Cuánto tiempo he estado “fuera”?
- No pongas comillas mentales cuando hablas conmigo. Queda muy ridículo.
- Vale, lo tendré en cuenta, pero respóndeme.
- Poco, apenas unos minutos.
- ¿Y no estabas en el sueño?
- Nop. ¿Me he perdido algo interesante?
- Bueno, si bien no ha sido lo que llamaría “interesante”, sí que ha sido raro.
- ¿Seguimos con las comillas?
- Dame un respiro.
- De acuerdo ¿Raro como un piso asequible, o como un viaje de pellote?
- Nunca he tomado pellote. Creo.
- Ya me entiendes.
- Supongo que me quedo con la segunda opción.
- ¿Más que lo habitual?
- ¿Cuantas veces me he quedado dormido mientras andaba, y cuantos de mis sueños te has perdido?
- Vale, ya te sigo.
- Hoy estas muy lento. Incluso parece que el vacilón soy yo.
- Parece que las reglas van cambiando, y no me gusta.
- ¿Estamos jugando a algo?
- Es una manera de hablar. No será un juego, pero las cosas, los axiomas de esta realidad, parece que están cambiando.
- Venga, tío, no sigas por ahí. ¿No puedes dejarlo ni siquiera por un día?
- Vale. Me estoy volviendo blando. Pero eso no cambia los hechos.
- No te lo niego. La pregunta es ¿Qué hacemos?
- Tú mandas. Ordena tus prioridades y nos ponemos a ello.
- ¿Esa es toda la ayuda que puedo esperar de ti?
- Ya sabes, me han dibujado así.
- No hay prioridades. Que los “axiomas”...
- Y dale con esas comillas, último aviso.
- Vaaaale. Que los axiomas cambien, suponiendo que entienda a qué te estás refiriendo cuando te dedicas a utilizar esa expresión, aparte de no ser asunto mio, es algo sobre lo que no puedo hacer nada. Así que sólo queda...
- Ella.
- Sasto.
- ¿Y cuál va a ser el curso de acción, Sherlock?
- Pues había pensado en visitar a Antagonista.

El principal inconveniente de este curso de acción era que nos sabía dónde encontrar a Antagonista. Sólo lo había visto en una ocasión y, pese a que, en un principio, debería haber surgido una cierta hostilidad entre ambos... aquel tipo le caía bien. El problema era que no sabía su dirección, apenas sabía nada de él y tampoco sabía muy bien qué preguntarle cuando lo encontrase.
Mientras caminaba hacía casa Mike se mantuvo extrañamente silencioso. Desde que aquella desagradable voz de su cabeza comenzó a meterse con él, había deseado un momento de tranquilidad como el que estaba teniendo lugar pero, en aquel momento concreto, habría preferido cualquier distracción antes que quedarse a solas con sus pensamientos y aquel molesto zumbido que lo embarullaba todo.
La noche era ideal para caminar pero no le apetecía hacerlo. Sólo quería llegar a casa, echarse a la cama, apagar las luces, apagar su cerebro y descansar.
¿Por qué aquello le afectaba tanto?
Aquella chica era guapa, lo admitía, pero no más guapa que otras clientas que habían pasado por su trabajo. Ni siquiera era una de las clientas más habituales, o de las que le daba más palique mientras esperaban su pedido. Pese a que era consciente de que estaba como una regadera, Javi se consideraba a sí mismo una persona cabal y racional, y no terminaba de encontrarle sentido a aquella a reacción suya tan desproporcionada.

Al llegar a casa, le sorprendió ver a tres personas sentadas charlando delante del portal. Ver allí a dos de aquellas personas le pareció, hasta cierto punto comprensible, ya que, al fin y al cabo, dios y satán eran su casero y su vecino de abajo. Pero no sabía qué razón podía haber llevado a la tercera persona hasta allí a aquellas horas. Parecía que no tendría que buscar a Antagonista y que el destino, o quien fuera, había decidido ahorrarle el trabajo y amargarle un poco más la noche.

- Aquí llega - dijo dios al verle llegar.
- ¿Qué hacéis aquí fuera a estas horas? - Javi no estaba de humor como para andarse con rodeos.
- Nosotros disfrutamos de nuestro libre albedrío mientras dure - dijo satán señalándose a sí mismo y a dios - Tu comparsa en esta escena es este pobre hombre - Javi odiaba cuando la panda de locos con los que le había tocado convivir se dedicaban a hablar de aquella manera. Pero el alquiler era barato.
- Vale, pues al grano.
- Ella no está - Antagonista parecía preocupado. Por un lado aquello era lo único que le parecía normal en lo que llevaba de día. Por otro, y aunque él mismo tenía intención de ir a buscarle, no sabía muy bien qué pintaba aquel hombre delante de la puerta de su casa.
- Ya lo veo - no pudo evitar soltar la gilipollez. La diversión, la preocupación y la culpa iban pidiendo turno alternativamente en su cabeza. Incluso se imaginaba la maquina que les iba asignando los números.
- ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer?
- ¿Yo? ¿A mi que me cuentas? Tú sabrás qué le has hecho, o si volverá.
- Mike ¿Me echas una mano? - aquel golpe bajo no se lo esperaba, aunque en un día como aquel no tendría que haberle pillado por sorpresa.
- Javi, deja de hacer el capullo y tómate esto un poco en serio - Mike siempre estaba ahí para estropearle la diversión.
- Vale, tú dirás.
- A ver. Todo esto va sobre ti. Tú eres el que debe tomar la iniciativa.
- ¿Pero tú de qué cojones vas? ¿Qué estás diciendo, que me la he llevado? ¿Que se ha... ido a donde sea por algo que he hecho o dicho?
- No. No es que se haya ido, o se la hayan llevado. Ha desaparecido. Ya no está “aquí”
- Perdona, creo que te has dejado un par de puntos para entrar en la definición canónica de “críptico”
- Pues es lo que hay. Ahora búscate la vida, a mi me toca hacer mutis.

**********************

Día: Siguiente
Hora: Temprano (o demasiado tarde)
Lugar: Mundo “real”

Su esfera de paz y luz infinitas hacen aguas por todas partes (no sabe de dónde viene el agua y, preguntarse aquello tampoco le ayuda a descansar) No hay manera. Esta claro que esta noche no va a dormir. Si a todo esto le sumábamos que, en la habitación de al lado, Sandra ronca de manera ostensible algo (en teoría) tan sencillo como dormir, se convierte en una quimera inalcanzable.

Se levanta y se encamina de puntillas hacia el salón. Mientras hace esto, no puede evitar el escuchar en su cabeza la clásica música de “acechar” de los dibujos de la Warner.
Al llegar al salón comprueba que, con el barullo mental que le ha provocado la visita, se ha dejado encendidos el portátil y la consola. Al menos la tele sí que la ha apagado. Se sienta en el sofá y trata de adoptar la posición del loto, pero nunca ha sido capaz de doblar tanto sus rodillas. Prueba suerte y mira si alguien se ha conectado en los programas de mensajería. Nada.
La consola se esta quedando sin batería, así que la tampoco va a poder despejar la mente por ahí. La pone a recargar. Son las siete de la mañana y no tiene ni puñetera idea sobre qué hacer.
Opciones, opciones. De nuevo tantas posibilidades, tantas elecciones posibles y tan pocas ganas de tomar ninguna.
Podría limpiar. Lo cierto es que la casa está bastante guarra (es más, en aquel momento todo le parece infinitamente más sucio y desordenado que hace un par de horas)
Nah. Aparte del ruido que metería, aquello podría dar a su invitada una idea equivocada de dónde se ha metido. Cierra los ojos y manda su cabeza hacia otro lado. Mentalmente repasa, una vez más, todas las historias que tiene pendientes, trata de saltar a una de ellas para continuar en alguno de los puntos recurrentes en el que siempre las retoma.
Muy bien, parece que esto funciona, ahora toca centrarse en uno ¿Su versión/homenaje de La Atlántida, o la justificación/trasfondo de los Tanraq?
Tampoco es que pueda elegir. Por su cabeza van apareciendo en bucle una sucesión de imágenes aleatorias; Fragmentos distorsionados de películas y bustos parlantes colgados en mitad del vacío, que repiten siempre una misma frase o palabra. Paseos imaginarios por mundos imposibles o el sonido de los golpes de un combate del que sólo percibe los destellos provocados por el entrechocar de las espadas. Esta ruleta gira y gira hasta detenerse en el interior de la mente de Ulwrath, uno de esos personajes cuya mayor desgracia es la de haber sido creados por él.

El sonido de la puerta tre de vuelta su cabeza hasta este mundo. No recuerda haber dejado de escuchar los ronquidos, pero parece obvio que Sandra se ha levantado. Poco después escucha el sonido de la ducha, parece que también se ha perdido el momento en el que ha salido de la habitación. El alien de su estomago despierta de nuevo y empieza a moverse por su interior buscando la salida.
Enciende la tele, y mira el reloj. Las ocho y media. O su invitada necesitaba poco el dormir, o tampoco ha sido capaz de hacerlo.

- Vaya, nunca habría imaginado que te gustaban estas cosas - su cabeza se había ido otra vez de paseo y, esta vez, es la voz de Sandra la que le trae de vuelta. Sus ojos logran enfocar las imágenes que le muestra la pantalla y se da cuenta de que está viendo algo que debe ser la reposición de algún culebrón.
Javi se gira hacia la dirección desde la que ha venido la voz, y la ve. Al lado de la puerta del salón, Sandra permanece de pie. Aún tiene el pelo mojado por la ducha, y solo lleva puesta la camiseta que había dejado en su habitación y sus botas. La camiseta le llega casi hasta las rodillas y es suya, por lo que debería tratarse de una prenda de lo mas antierótica, pero no. Bello, hermoso, bonito. Su mente trata de encontrar una palabra que describa lo que tiene delante, y lo que mejor le suena para describir esta visión es... perfecto. Mientras tanto, procesándose en paralelo, sus neuronas se preguntan si el tener olfato añadiría algo a esta experiencia, y no puede evitar pensar que estas cosas sólo pasan en las películas.

- Hola, guapo - Sandra le saluda reforzando esta palabra y la mirada que la acompaña con un gesto de su mano.
Javi trata de pensar una réplica. Algo original y gracioso. Mientras tanto en su cabeza su cabeza trata de convertir en palabras las sensaciones que le toman al asalto:
- ¿Por qué estás buscando una replica original para un simple “hola”? - De acuerdo, el guapo que ha venido después no ha sido precisamente una ayuda.
- ¿Está tratando de seducirme, señorita? - no sabe si el tono en el que ha soltado la frase es el correcto, pero las voces en su cabeza tampoco terminan de ponerse de acuerdo sobre la intención última de esta respuesta.
- ¿Sabes que la gente normal no habla así, verdad? - en su rostro aparece una sonrisa. Todo parece indicar que se lo ha tomado como una broma. En la votación popular que está cerca de finalizar dentro de su cabeza todo parece indicar que van a ganar, y con bastante diferencia, los que defienden el “Eso era lo que queríamos”.
- Aceptaremos “anormal” como un halago. ¿Qué tal? ¿Mejor? - trata de pensar en cuánto tiempo ha tardado en salir la replica, pero le da la impresión de que ha sido demasiado. Esta imprecisión no le gusta demasiado.
- Bueno, mi cabeza aún tiene que dejar de dar botes por ahí adentro - sigue sonriendo. Esto sigue bueno, cree.,, y sigue haciendo que está visión sea aún más perfecta.
Aunque si esto ya era perfecto, se supone que no puede mejorarse. Decide cambiar la apreciación de su primera impresión por “casi perfecto”. También se propone dejar de intentar catalogar o definir este momento, por más que es consciente de que no lo va a conseguir.
- Siéntate cuando y como gustes - decide continuar con el uso de su vena arcaica.
- No se... - la sonrisa desaparece por un momento y se convierte en una expresión de preocupación y tristeza. Parece que se ha acordado de lo que fuese que la ha llevado hasta allí. De todas formas, se sorprende al comprobar que esto no le hacía perder un ápice de su... casi perfección - Tendría que irme - decepción o alivio, el traductor de su cabeza no sabe por cuál de los dos decidirse - Aunque tampoco tengo muy claro que hacer - se sienta en el sofá junto a él.
- Tómate tu tiempo - quiere preguntarle sobre lo que le ha pasado, pero opta por esperar a que sea ella quien saque el tema - No tengo planes para hoy.
Sandra se echa las manos a la cara y se encoge. Parece que se va a echar a llorar pero, tras analizarlo un poco más, no, esto no parece tristeza, sino rabia e impotencia.
La conoce. Corrige, la conoce más o menos. No sabe cuántas veces a visto a esta chica plantar cara a camioneros, capullos y listos en general en el trabajo. Tiene ante él a alguien que se parece mucho a la persona que conoce pero, en quien nunca ha pensado que le utilizaría la palabra “frágil”para describir.
Un abrazo parece la respuesta más apropiada para esta situación, pero un análisis rápido le enumera cinco maneras diferentes en las que se puede malinterpretar esta acción (aunque está seguro de que hay muchas más) así que no hace nada. Se limita a mirarla, sentirse mal y a odiarse a sí mismo un poco más que hace un rato. Se siente mal como persona, mal como ser humano, mal como amigo.
- Cobarde - en esta ocasión la traducción es sencilla, pero tampoco ayuda - Estúpido, desgraciado. Te mereces todo lo malo que te pase.
Finalmente el cuerpo de Sandra deja de estremecerse y el llanto no llega.
- ¿Tú que harías en mi lugar?
- Supongo que antes de tomar una decisión, sabría la razón por la que me encuentro así - cruza los dedos para que este intento de humor funcione.
- Perdona... es que esto tampoco es nada que me haya pasado antes.
Silencio
- ¿Me vas a preguntar que ha pasado, te da igual, o empiezo a largar sin más?
- Ah, sí, perdona ¿Qué ha pasado? - estúpido, estúpido, estúpido.
- Tío, a veces pareces de otro planeta.
- ¿Gracias?
- No, pero bueno. A ver, he pillado a mi cuñado poniéndole los cuernos a mi hermana.
- Vaya.
- Ya te digo.
- Vale, ya sabes que hoy...
- Ayer.
- Vale, ayer ¿porque eres tan puntilloso con esas chorradas? No, déjalo. Ayer había cena del curro. A todo esto ¿Porque no viniste?
- Si que fui - opta por no corregirle y decirle que fue una comida que enlazó con una cena - pero me largue después de la cena.
- Ah, sí, es verdad. Perdona... el alcohol... mi cabeza... ya sabes.
- Puedo hacerme una idea.
- Sabes que no vivo en Pamplona, así que, como no quería cortarme con las copas, le dije a mi hermana, que si que vive aquí, si podría dormir en su casa esta noche. Y va y me encuentro al cabrón de su marido, en un bar, metiéndole la lengua hasta los pulmones a una tipa.
- Supongo que estas segura de que era tu cuñado.
-
- Y de que la tipa no era tu hermana.
-
- Vale, vale. Así que deduzco que no sabes si contárselo a ella, o no.
- Jo, que listo eres - sí, sarcástica sí que es una palabra que ha utilizado para describirla alguna que otra vez. Parece que vuelve en sí.
- Es un don, pero no te sientas inferior por ello. Es más, arriesgándome aún más, el problema no es tanto el contárselo, como el cuándo y el cómo.
- Ahí le has dado - la sonrisa parece que trata de asomarse de nuevo. Esto no era bueno, cree. Esta esperando una respuesta que él no tiene.
- Pues no te envidio - brillante, Javi. Te has lucido con tu respuesta.
- ¿De verdad? ¿Con lo que mola?
- Llámame raro.
- No sé qué haría sin tus consejos.
- Hombre...
- Mujer.
- Vale, mujer. Antes que nada yo intentaría hablar con él.
- Es verdad, seguro que hay una explicación lógica. Estoy convencida de que le estaba practicando una traqueotomía con la lengua a esa zorra.
- A ver, puedo parecer un poco inocente, pero tan tonto no soy. Por lo que cuentas, los actos hablan solos, pero no estaría de más saber el contexto - muy bien, Javi, vas arreglando la situación. Ahora viene cuando te acusan de ponerte del lado del corneador. Todos los tíos sois iguales y blablabla.
- ¿Tú crees? - rápido, di algo antes de que recupere todas sus funciones mentales.
- ¿Qué quieres que te diga? Esas cosas de pareja son muy suyas (por lo que me han dicho) Que Igual andan con problemas (y él va “arreglándolos” como todo un macho) Yo hablaría con él sobre lo que “vi” y le daría la oportunidad de que fuese él quien se lo contase a tu hermana. Si no lo hace, pues ya volvería a estar la pelota en tu tejado.
- Pues... pues igual tienes razón
- Pero vamos, ahora que esta la cosa chupada, si quieres sí que te cambio el papelón.
- Gracias. Y yo pensado que ya estaba todo solucionado - por fin regresa la sonrisa, aunque se le escapa una lágrima... perfecta.
Se hace el silenció, y entonces Javi se da cuente de un pequeño (y aún más incomodo) detalle. Mirándole fijamente a los ojos, le pregunta:
- ¿Puedo hacerte una pregunta un tanto “intima”?
- Adelante.
- ¿Llevas ropa interior debajo de la camiseta?
- ¡¿QUÉ?! - Sandra arma el brazo para una bofetada.
- Espera, espera, esto tiene una explicación lógica, casta y pura.
- Sorpréndeme. Tienes cinco segundos y descontando.
- Esa camiseta que llevas es mía, y te está un poco grande. Entre otras cosas, el cuello está un poco cedido, y cuando te inclinas hacia adelante, corro el riesgo de que mi mirada se dirija hacía... ahí.
- ¿Y con ropa interior lo encontrarías más aceptable?
- Vale, déjame que reformule la pregunta. Bueno, mejor déjame que la convierta en una petición. ¿Podrías ponerte tu ropa para librarme de la tentación?
- Tío, eres la polla.
- Espero ser algo más, pero no has respondido mi pregunta/petición.
- Sí.
- ¿Sí, a que? ¿A que llevas ropa interior? ¿A que te vas a poner tu ropa (o algo menos tentador)? ¿A que soy algo más que un miembro viril? ¿Sí a todo y formateamos el disco duro?
- Sí a ninguna de esas preguntas.
- Ah, vale, eso lo aclara todo.
- No. La verdad es que has acertado antes con lo del intento de seducción - ¡¿Qué?! De acuerdo, esto no se lo esperaba. Le halaga y no se lo cree... no se lo quiere creer, pero no se lo esperaba.
- Pues sí que estás en shock.
- Que no, imbécil, que es verdad.
- Pues nunca lo habría imaginado.
- Tampoco acabo de entenderlo yo, así que imagínate.
- Vaya. ¿Me siento halagado u ofendido?
- Tómatelo como quieras, pero como no me digas algo al respecto antes de que se me termine de pasar la resaca, esto se va a volver aún más incomodo.
- Pues no se muy bien qué quieres que te diga. Me pareces una chica muy guapa y me llevo muy bien contigo pero, esta creo que ha sido la conversación más larga que hemos tenido. Vamos, que no es que seamos íntimos o nos conozcamos demasiado.
- Sigues sin responder.
- Pues... no se si la cosa funcionaría.
- A ver. Te estoy diciendo que me gustas, no que seas el padre de mis hijos.
- ¿Me lo puedes explicar con palabras sencillas? Es que entre el alien de mi estomago y el derrame cerebral que acaba de desatarse, me va a costar un rato reaccionar y formar pensamientos coherentes.
- Te iba a preguntar si te apetecería quedar algún día para dar una vuelta o algo. Pero, visto lo visto, me parece que casi mejor si dejamos la cosa como está.
- No, no es eso. Pero es que esto es algo nuevo para mi.
- ¿Que una tía te pregunte si quieres salir con ella?
- No, que una tía quiera salir conmigo.
- ¿De verdad? No soy capaz de imaginarme el por qué.
Esto es algo para lo que no estaba preparado. La opciones y los datos son claros, y la decisión es sencilla. El problema es que no quiere hacer lo que considera que debe. Puede aceptar el quedar con ella y alimentar unas “esperanzas” (¿de verdad quiere salir con él?) en una relación en la que entraría sólo aportando dudas y reticencia (aunque agradecería la compañía) O puede decirle que no, y confiar en que se lo tome a bien y comenzar, con el tiempo, una relación de amistad.
¿Por qué quiere decirle que no, cuando quiere decirle que sí?
Datos objetivo: No va a funcionar. Demasiado distintos a todos los niveles,
Dato objetivo: Hay atracción, es es obvio.
Dato objetivo: Eres un cobarde, te sientes solo, agradecerías la compañía y no crees que vayas a tener otra oportunidad, pero no quieres ser un cerdo. Pero no crees que vaya a funcionar. Comenzar esto sería un error.
Dato objetivo: Las partes de ti mismo que quieren que digas que sí son las que menos te gustan.

- Yo... creo que va a ser que no. Ya te digo que me caes muy bien pe...
- Déjalo, me visto ahora y me largo. Creo que prefiero darme de hostias con mi cuñado.
- No tienes porque irte, y no quiero que te vayas así...
- No, va a ser lo mejor.

Sandra se ha ido. Bien por ti, Javi. Estas hecho un crack (y el lunes va a ser un día muy incomodo en el curro)
Vale, no son ni las diez de la mañana de un domingo ¿Y ahora que?
Descuelga el teléfono.

- ¿Sí? - Marcos descuelga al otro lado.
- Hola M, ¿está D?
- Hola Javi, acabas de subir a nivel nueve.
- Mola - Marcos cuelga.
Ha alcanzado ya el nivel nuevo en el odiometro de su cuñado, acaba de superar a Data (el de los Goonies no, el de Star Trek)
Poco después suena el teléfono.
- Hola D.
- ¡Que no me llames D!
- Pero si es una de mis películas favoritas.
- Ya, pero no soy un tío.
- Ya, ni un cazador de vampiros. Ni un medio vampiro.
- Vale, evitas el tema por el que has llamado desde el segundo uno. La has debido de liar bien gorda. Anda, déjate de rodeos y empieza a largar.
Esa es su hermana, al menos siempre le queda ella para contarle sus penas.
- No lo sabes tú bien.

Javier Albizu

Macroverso VII Malos despertares, la secuela

Macroverso VII Malos despertares, la secuela
Fecha: Otra
Hora: Un poco más tarde (o quizás no)
Lugar: Limbo conceptual.

Nuestra mirada se ve atraída una vez más hasta el lugar marcado con la “X”. De nuevo nos zambullimos en esa no-dimensión en la que habitan los conceptos comúnmente aceptados. En ésta ocasión la “X” que marca el lugar se ha movido un poco. No, por ahí no, un poco a la derecha (o a la izquierda, todo depende de nuestro punto de referencia) Sí, más o menos por aquí, entre Harvey: el conejo rosa invisible y los elfos de sexualidad distraída.
Es posible que os preguntéis ¿Cómo podemos ver a un conejo invisible? A lo que, caso de que os hayáis hecho la pregunta, os respondería ¿Realmente lo estáis viendo?

Muy bien, tras afianzar la foralidad del escribiente, si podéis hacerme el favor, dirigid vuestras miradas para que se centren en éste arquetipo consensuado por nuestro bienamado imaginario colectivo que os señalo en estos momentos y que nos ha traído hasta aquí en esta ocasión (ya sabéis, con la “X”)
¿Hecho?
Sigamos entonces.
Para entendernos o terminar de liar la cosa un poco más, pondré un nombre a eso que estáis mirando. En un alarde de originalidad, le llamaremos a nuestra abstracción… “Tipo Listo”.
Fijaos en él. Para no fallar a la tradición que nos acompaña cada vez que asomamos por este limbo conceptual, cada uno estamos viendo algo distinto pero, en esta ocasión, sí que hay un elemento común para todos nosotros. No sabemos que forma tiene, no sabemos qué es lo que le gusta para desayunar, pero hay algo de lo que estamos seguros: Él sabe que le estamos mirando. Una vez descubiertos, podemos mirar para otro lado, podemos silbar distraídamente y hacer como si la cosa no fuese con nosotros, pero el vacío nos ha devuelto la mirada y esto provoca una situación un tanto incómoda.

Ahí está él. Cerca pero distante, seguro e inapelable. Confiado, ya que cuando la misma razón de tu existencia es “saber”, se podría decir que la sorpresa es lo único cuyo significado realmente no comprendes (y digo comprender porqué, obviamente sí que conoce su significado).
Aunque, claro, si asumimos que la compresión real sólo puede ser otorgada por la experiencia, podríamos decir que nuestro querido avatar comprendería más bien poco (tendiendo sus posibilidades, que no capacidades, comprensoras hacia la nada)
De cualquier manera, no estáis obligados a coincidir con mi apreciación. Ventajas / Desventajas de ser un ente abstracto.

Una vez aclarado (o no) esto, continuamos observando la inacción de este ente inmaterial. Por supuesto, él “sabe” que seguimos por aquí escudriñando desde los recovecos dimensionales y analizando su misma esencia aunque tratemos de disimular nuestra curiosidad; Esa es su naturaleza. De la misma manera, y por la misma razón, no hará nada al respecto.

Entonces ¿por qué seguimos aquí una vez aclarado el asunto? Porque, claro, esto es (o pretende ser) un relato, una historia, y las historias necesitan de acciones que las hagan avanzar. Los relatos se mueven por los oscuros senderos y turbios recovecos de la mente de quien los escribe, torciendo leyes universales a voluntad y mutando lo inmutable según su conveniencia.
Es por esto que “alguien” (quizás quien se dedica a estas lides tecleadoras, quizás otra persona, individuo o ente) forzando la credibilidad del lector, en un momento dado decide sorprender a nuestro tranquilo concepto y arrastrarlo a un entorno hostil. Trasladarlo al mismo lugar al que ha “invitado” a sus hermanos no euclídeos.
Por supuesto, esto estaba premeditado, y nuestro amigo Tipo Listo lo sabía pero, dada su nula capacidad de acción / reacción, nada puede hacer al respecto. De cualquier manera, rogaremos la clemencia de aquellos cuya percepción de este concepto no coincida con la que se ha expuesto hasta el momento, ante esta tergiversación de las leyes de la (su) coherencia, y confiaremos en que el resultado final les resulte lo suficientemente satisfactorio (y coherente porque, lo parezca o no, ese es uno de los objetivos de toda historia de aquí quien esto maquina) como para perdonar esta pequeña trampa argumental.

Dicho esto, nuestro amigo, Tipo Listo, se encuentra atrapado en un cuerpo físico dentro de un mundo material. Obviamente él sabe en qué lugar se encuentra y cuales son las razones que le han llevado hasta ahí (ya sabéis, su naturaleza y demás) también sabe lo que necesita hacer para volver a donde quiere estar (sí, amiguitos, es tan listo que se ha leído el relato antes de que este terminado) así que inmediatamente comienza a representar su papel dentro del gran esquema.
Porque nuestro amigo también sabe que no tiene demasiado tiempo y que, según se vayan sucediendo las palabras unas a otras, su esencia dejara de ser suya, hasta que no se reconozca a sí mismo. En éste lugar ya no es un concepto; es un personaje. Y los personajes, por muy ligados que estén a un concepto, son entes finitos constreñidos por las necesidades (o caprichos) de la historia.

Tipo Listo sabe que tiene que encontrar a sus “hermano” Tipo Duro y Ella, pero primero buscará al primero, ya que éste tendrá problemas para comprender los paradigmas reinantes en el mundo en el que ahora existe.

Mientras tanto en la Antártida...
No demasiado lejos, Tipo Duro, por su parte y muy a su pesar, está cercano a descubrir que las cosas no funcionan de la manera correcta.

Mientras busca las respuestas necesarias para guiar sus pasos el destino, el azar (o quizás otra persona, fuerza o concepto) hace que su camino se tope con un muy conveniente incendio. Como ya se explicó en su momento, al igual que nuestro invitado de hoy, Tipo Duro también tiene su propia naturaleza, y esta no sólo le impele a actuar, sino que también le impulsa a hacer lo correcto (dentro de su limitada comprensión de la realidad).

Frente al edificio, la policía y los bomberos han acordonado la zona, pero el fuego continúa descontrolado. Los agentes discuten los unos con los otros sobre las rutas y la posibilidad de evacuar a las personas encerradas entre las llamas. La ubicación de la gente atrapada está claramente marcada en un mapa que va pasando de mano en mano, como si el calor que emana del edificio impregnase también el papel.
- Mal - piensa nuestro temporal protagonista - Están desperdiciando el tiempo de oxigeno que les queda a las personas atrapadas.
Se requiere de una acción y ¿quién mejor para ello que Tipo Duro?. La decisión es rápida, el curso de acción a seguir se traza a la velocidad del pensamiento poco reflexivo.
Si mediar palabra con los agentes, salta las vallas y se dirige corriendo hacia el edificio. Mientras se acerca deja que el agua bombeada de manera constante por los bomberos le empape el cuerpo y la ropa. Tras tomar una bocanada de aire limpio, se cubre el rostro con su chaqueta húmeda y se introduce sin vacilación en el edificio.
En el interior el calor es sofocante lo que no facilita la concentración para tratar de ubicarse dentro del plano que apenas ha sido capaz de ver de pasada. Si no está equivocado, aún le quedan tres plantas para llegar al primero de sus objetivos.
Las escaleras son de baldosa y parecen resistir sin problemas su paso, pero la pintura de las paredes y el material aislante del techo se desprenden incandescentes, cortándole el paso, o tratando de hacerle arder también a él. Avanza agachado para tratar de no respirar el humo pero, después de subir dos plantas en esta posición, su espalda comienza a molestarle.
Esto le resulta una anomalía. Él siempre ha sido un concepto. Asuntos como la fatiga, las dudas o los axiomas físicos que sufren aquellos avatares ficticios que le han encarnado en diversas historias, jamás han repercutido en su no-persona.

Llega hasta la puerta que da acceso a la tercera planta, pero está cerrada. Su mano, pese a estar cubierta por la chaqueta, le duele como si la hubiese sumergido en lava en cuanto toca la manilla, pero esto no le impide abrirla. Pero, tan pronto como la puerta se ve libre del cerrojo, se abre propulsada por una explosión de llamas, tirando escaleras abajo a un aturdido e incandescente Tipo Duro.
La corporalidad representa un inconveniente más importante de lo que jamás habría esperado. Pero, tanto en su mente como en su naturaleza, el objetivo sigue claro. De esto no cabe duda alguna, él hace lo que debe ser hecho, aunque ahora comienza a dudar sobre si será capaz de llevarlo a cabo.
El fracaso o la muerte no le son algo ajeno a su memoria. Muchas de sus encarnaciones han fracasado o perecido para que la trama continúe, o como un fintas argumentales, giros inesperados dentro de la historia, pero siempre tienen lugar en algún momento dramático o en uno de los puntos culminantes de la historia. No aquí, no en las escaleras que llevan de la segunda a la tercera planta de un edificio cualquiera.
Mientras traba de incorporarse se dice, y trata de convencerse de que él no moriría aquí. No retrocederá. No fracasará. Las vidas de estas personas dependen de él. Pero, por mucho que lo intenta, su cuerpo se niega a responder como debería y el dolor se abre paso por encina de la adrenalina.
Su mente continúa diciéndole que nada de esto importa, que es irrelevante para el resultado final. Tiene una misión, un papel que cumplir en esta historia. La rabia aún es más fuerte que el dolor. La voluntad más fuerte que la carne. Existe una razón para que él estuviese ahí. No puede morir así, no puede morir aquí, no pod…
Cae inconsciente.

Poco después, Tipo Listo llega hasta el callejón en el que se encuentra Tipo Duro. Su cuerpo está cubierto de quemaduras que funden piel y ropa, pero respira. El hombre que acaba de dejar el cuerpo ahí se cruza con él y le guiña un ojo de manera cómplice antes de continuar con su camino.
Esto no era bueno. No es nada bueno. Y lo peor era que él sabe como acabaría todo.

Definitivamente, el mundo “real” no le gusta nada.

Dicho esto volvemos al...

**********************

Microverso

- Vale ¿Y ahora, qué?
Javi estaba tumbado sobre la cama. No creía estar soñando, pero todo podía ser. Lo que sí que agradecía era que Mike no estuviese tocándole las narices en aquel momento.
Por muchas vueltas que le diese no terminaba de tenerlo claro. “Ella” no estaba. Bueno, más concretamente no sabía dónde estaba (lo cual, debía reconocer, que era algo de lo más normal) pero Antagonista, su novio, tampoco sabía nada y, para terminar de redondear la cosa, le decía que él tenía que resolver aquello. La verdad, todo sea dicho, aquello no tenía ningún sentido. Ni siquiera para los cosas que solían pasarle a diario.
Finalmente cerró los ojos y no tardó en dormirse.
- Ya te ha costado - una voz le hablaba en sus sueños. Le sonaba pero no era capaz de identificarla. Parecía que la noche no iba a ser mejor que el resto del día.
- Dime lo que quiera rapidito - en otra ocasión igual habría respondido mejor, pero estaba bastante hasta los mismísimos de todo aquello - No estoy de humor.
- Vale. Salta.
- ¿Qué?
- Que saltes, membrillo.
Sin saber porqué, saltó. Como era de esperar, sus pies se separaron del suelo. Pero parecía que no iba a caer. Aquello no era normal, pero era un sueño, así que siguió a la espera de lo que venía después. Continuó ascendiendo, y su velocidad aumentaba por momentos. Vale, era raro pero, hasta cierto punto, esperable; no era la primera vez que volaba (o algo parecido) en sus sueños.
Su ropa comenzó a deshacerse, a esta le siguió la piel y después los músculos, nervios, órganos y huesos. Al final sólo quedó su forma astral y dejó de ascender. Se dio la vuelta y contempló la tierra. La había visto muchas veces en fotos o la tele, pero aquella vez le parecía distinta. Nada que ver con las “Oooooohs” ni “Aaaaaaaahs” ni expresiones diversas de asombro o deslumbramiento. Nada de eso. Aquella esfera (¿Era una esfera?) le parecía pequeña, irrelevante e... ¿incompleta?
- Te ha costado llegar - una mano astral se apoyó sobre su hombro etéreo. Era Deux ex.
- Muy bien ¿Y ahora, qué? - sólo quería que aquello terminase y descansar de una vez. Además, le asaltó una pequeña sensación de deja vu.
- Tranquilo, ya falta poco. Pero antes hay que hacer unos últimos ajustes - le empujó.
No tenía cuerpo físico, pero notó el impulso y comenzó a precipitarse en picado. Notaba el aire sobre su ¿esencia? Y contemplaba la tierra acercándose a una velocidad de vértigo. Cuando más caía, más cambiaba lo que tenía ante él. Finalmente atravesó una especie de bruma que parecía cubría lo que tenía ante sí... ¿O aquella neblina había estado siempre cubriendo sus ojos?
Aquello parecía “real”. Los colores más nítidos, la luz más brillante... el tortazo que se iba a pegar más doloroso que ninguno que se hubiese dado antes. Mientras se decía que aquella acción era estúpida e inútil (y no iba a evitar que se matase (por supuesto, siempre y cuando una forma astral, dentro de un sueño, pudiese morir) se cubrió la cara con ambos brazos y se preparó para el impacto.
El mundo (y sus brazos) desaparecieron y se encontró mirando un techo. No era el suyo, pero se le hacía familiar.
Trató de mirar sus manos, pero no lo vio claro. La luz de la habitación estaba apagada y estaba muy oscuro, pero aquella oscuridad era distinta. Más... ¿oscura?
Sus manos tantearon la pared en busca de un interruptor. Aquella sensación también se le hacía extraña. Trató de incorporarse y su cuerpo también se le hizo extraño. Pesado y ligero al mismo tiempo, como si no fuese completamente suyo. Aquellos conceptos parecían obtener un nuevo significado en aquel momento. El tacto de la pintura de la pared, las sabanas bajo su espalda. Absolutamente todo despertaba interrogantes en su mente. Aquellas preguntas y su imposibilidad para convertirlas en afirmaciones le estaban produciendo migrañas... e incluso aquellas migrañas era incapaz de definirlas con las palabras que aparecían en su cabeza. Decidió dejar de pensar en aquello, pese a ser perfectamente consciente de que tampoco lo lograría.

Logró encender la luz y levantarse. Aquella no era su habitación... ¿o igual sí? Se abofeteó mentalmente por aquella pregunta. Levantó la persiana y, mientras lo hacía, una pregunta más trataba de aflorar en su mente, pero la metió en un pozo, puso una montaña encima y dinamitó aquel mundo. La pregunta se quedó malherida y huyó de su mente.
La luz proveniente del exterior le golpeó como un ariete. No esperaba que fuese de día. Aquel golpe pareció expulsarle de su cuerpo, y se encontró de nuevo flotando sobre el mundo.

- Ahora ya lo sabes - dijo la voz - Ella está allí.
- Cojondo ¿Y ahora, qué?

**********************

Día: Lamentablemente, el mismo.
Hora: Un poco (muy poco) más tarde
Lugar: Mundo “real”

- Hola - Sandra ha vuelto. Esta vez están sentados frente a frente en un lugar público, y su atuendo es menos sugerente. Al menos en en este inicio de conversación se ha ahorrado el “guapo”
- Hola. Gracias por venir.
- No hace falta que me des las gracias. No estoy aquí.
- Vale, ya lo sé, pero no hace falta que te cebes - está soñando y, obviamente, esta no es la Sandra real, sino un constructo de su mente ante el que poder explicarse. De todas formas, nada parece indicar que esta recreación sea especialmente afortunada o conseguida. Le falta ese “algo” que acostumbran tener sus avatares mentales.
- Pues nada, cuando tú quieras.

Por lo normal, la cosa no suele suceder así. Él acostumbra a acceder a la ensoñación con la conversación ya comenzada y la retoma desde un punto específico. Pero hoy ha sido todo bastante extraño y ni siquiera podía intuir que esta conversación no va a desentonar con el conjunto. Va a tener que comenzar la escena desde el principio. Con lo que odia ser él quien inicie las conversaciones... ya sean reales u oníricas.

- Estooo, vale...
- ¿Interrumpo? - Daimon, otro de sus personajes recurrentes, se cuela en el sueño.
- Sí, interrumpes. Lárgate.
- Disculpe el señor, pero agradecería que me remates de una vez o me permitas vengarme. Que uno puede ser estoico y casi imbatible, pero la paciencia nunca ha sido mi fuerte.
- Que sí. Pesado. Fuera, fuera - en este momento no le apetece bucear en las desgracias de sus personajes, lo cual es raro. Se le ocurrían pocas ocasiones más propicias para mandar su cabeza a otro universo pero, al parecer, el tren para aquellos lugares ha salido sin él. Nunca ha andado falto de inspiración para diseñar nuevas maneras de traumatizar a sus creaciones, pero paree que la musa estaba de vacaciones o en otros asuntos.
- Cuando quieras comenzamos - Sandra parece divertida - No es que tenga nada mejor que hacer, pero seguro que quieres que terminemos cuanto antes.
- Que sí, que sí - no acaba de entender por qué trata de ganar tiempo ante esta escena. Puede repetirla tantas veces como quiera, pero está realmente nervioso. Aún dormido nota como su cuerpo real comienza a sudar - No me atosigues.
- ¿Crees que vas a solucionar algo haciéndote esto?
- Contigo, bueno, con Sandra, no.
- Aham.
- Esto es más una preparación que otra cosa.
- Aham.
- Ya sabes, por si se presenta una situación similar.
- Aham.
- ¿Quieres dejar ese “Aham”?
- ¿Prefieres un “Aja” o “Aha” a secas?
- No, prefiero que me ahorrases el sarcasmo.
- Pues nada, es muy sencillo; ahórratelo.
- ¿No crees que, de poder, lo haría?
- Pues deja de echarle la culpa a esa pobre chica.
- No le estoy echando la culpa de nada.
- ¿Entonces para qué la has puesto aquí delante?
- Ahora mismo no te pareces mucho a ella. Es más, cada vez te pareces más a...
- ¿A ti?
- Aaaaaaaaaaaarg. Déjalo ya.
- Hola - Sandra ha vuelto. Blablablabla. Comenzaba el segundo asalto.
- Hola, gracias por venir.
- Pues bien. Tú dirás - mierda, sigue teniendo que comenzar la conversación él. ¿Por qué no empieza ella con las preguntas, como suele ser la costumbre?
- ¿Interrumpo? - ahí está Kinrase, otro de los habituales.
- ¡VETE A TOMAR POR... POR... POR AHÍ! - ¿por qué ni siquiera en sueños puede lanzar un buen juramento?
- Vale, vale, ya me voy.
- Venga, te lo voy a poner fácil.
- Te lo agradecería.
- ¿Por qué me dijiste (bueno, le dijiste) que no?
- Me alegro que me hagas esa pregunta.
- ¿Ahora vas a empezar a tomártelo a broma?
- Perdona, son los nervios.
- Venga, a ver si empieza a tener todo esto algún sentido.
- Pues verás. Ya te dije que me parecías muy guapa y muy simpática...
- Sí, ya me lo dijiste, ya lo sé, no te repitas.
- Bien. La cosa es que, por lo poco que sé, somos muy distintos...
- ¿Y por qué no averiguas algo más antes de abrir la bocaza?
- Espera, las cosa no funcionan así. Empiezas con una pregunta para la que yo tengo respuesta y, después, continuas con otra para la que también estoy preparado. Así hasta que me quedo contento.
- Ya, pero eso no va a servir para nada.
- Sirve para que yo me sienta mejor y me reafirme en mis decisiones.
- Ya. ¿Y si estás equivocado?
- Pues... Hala, otro más. Bueno, pues (y dale) si estoy equivocado...
- Si estás equivocada ya te lo descubrirá algún otro.
- Más o menos.
- Entonces no quieres arreglar nada, sino perpetuar tu auto-engaño.
- Vale. Parece que lo vas pillando. Pero no tendrías que decir estas cosas en alto, porque pones a prueba mi burbuja de auto complacencia.
- Que digas estas cosas en alto tampoco creo que ayude mucho.
- Me parece que no vamos a sacar nada en claro esta noche.

La luz del sol golpeándole directamente en los ojos abiertos le despierta. En este momento confluyen tres nuevos factores de extrañeza: Está de pie, con los ojos abiertos, y sus brazos se encuentran en posición de levantar la persiana. Para estar dormido se encuentra de lo más activo.
Mira el reloj. Son las dos de la tarde, y continúa siendo domingo.
Definitivamente, este fin de semana estaba resultando, citando la maldición china, de los más interesante. Espera que se termine cuanto antes.

Javier Albizu

Macroverso VIII Saltos, macarrones, señores del mal y malos domingos

Macroverso VIII Saltos, macarrones, señores del mal y malos domingos
Microverso

- ¿Hola? - Cojonudo. Pensó. Estoy soñando otra vez.
Pero esta vez parecía que había suerte: nada ni nadie en el horizonte. Cerró los ojos, y trató de dormir dentro de su sueño. Un momento de tranquilidad tampoco le vendría mal.
- ¿Qué haces aquí?
Fin del momento de paz, tocaba un nuevo y apasionante encuentro con la voz “misteriosa”
- Es mi cabeza. ¿A quién cojones esperabas encontrar? El que no debería de estar aquí eres tú (seas quién seas)
- Despierta, cenutrio, y busca el puñetero camino hacia donde está Ella.
Despertó con la pregunta de costumbre: ¿Cómo narices se había metido en aquel lío?
No, no era suficiente con las voces en su cabeza, también tenía que haber estrellas invitadas mientras dormía. Trataba de aclarar sus pensamientos, pero el cabreo aumentaba por momentos. Le habría encantado que Mike tuviese razón para poder cagarse el los muertos de su “autor”
- ¿Vas a moverte? - hablando del rey de Roma, ahí estaba Mike.
- Claro. Sólo tienes que decirme hacia dónde.
- Sencillo: Hacia donde está Ella.
- Venga, listo, dime cómo llego hasta ese mundo que sólo aparece en mis sueños.
- Pregúntaselo al tipo que te enseñó el camino de baldosas amarillas.
- Claro, como no tengo que bastante con las voces que están apalancadas en mi cabeza, voy a ir invitando a más ocupas.
- ¿Por qué no hablas con “el de arriba” y le oblogas a que te diga cómo continua esto? - trataba de sonar sarcástico, pero sólo conseguía sentirse ridículo burlándose de una parte desquiciada de su personalidad.
- Ya sabes que hace tiempo que no aparece por aquí. Parece que le ha dado por cambiar las reglas.
- Deja de darme largas y empieza a darme ideas.
- Sigues apuntando en la dirección equivocada. Sólo soy una excusa argumental, tendrás que hablar con otro personaje para poder buscarte la vida.
- Si no recuerdo mal, me dijiste que soy el personaje de un relato, no el de un videojuego.
- Puedes alargarlo todo lo que quieras, pero mientras no te muevas esto no se va a solucionar.
- No me vas a dejar tranquilo hasta que lo haga, ¿verdad?
- Puedes probar suerte. Igual hoy es ese día.
Se levantó. Que remedio. Mientras se duchaba trataba de pensar en películas, juegos o libros. Buscaba un punto de partida a partir del que comenzar, pero ninguno le valía.
Aquello no tenía ningún sentido. No creía en otras dimensiones, no creía en la magia, no era devoto de ninguna religión. Aquello no había por donde pillarlo, pero todo el mundo le urgía en que se moviera, que hiciese algo. Estaba rodeado de tipos que estaban como una regadera y parecía que aquello estaba comenzando a afectarle.
- Claro, como siempre has sido un tío tan centrado... - y, claro, Mike. Mike siempre estaba por ahí para terminar de arreglar las cosas.
- ¿Quieres dejarme tranquilo?
- Mmmmmm. No.
- ¡Joder! ¡Vas a acabar por volverme loco!
- …
- Bueno, ya me entiendes, más loco aún.
- Blablabla. ¿Ahora es cuando te echas a llorar?
- Pues igual lo que hago es volverme a la cama. Igual me doy la vuelta, me echo a dormir, y paso de todos vosotros.
- Menos lobos. Sabes que eso no va a colar.
- Gracias por ponérmelo tan fácil. Hala, vete a cascarla por ahí.
- ¿Pero vas en serio?
- …
- Oye, ¿se puede saber de qué vas?
- …
- Sí, ahora te estoy hablando a ti. Al menos manda a alguien para que me eche una mano.
Alguien llamó a la puerta.
- Gracias.
- …
- ¿No vas a levantarte?
- …
- Nada, que no quiere levantarse.
- JAVI, QUE SOY DEUX EX. ABRE, COPÓN.
- Que duro eres, así seguro que consigues que te haga caso.
- …
- QUE SE COMO PUEDES LLEGAR HASTA DONDE ESTA ELLA.
- Bueno, por ahí supongo que podremos conseguir algo.
- …
- Pues parece que va a ser que tampoco.
- Se aceptan sugerencias.
- Menudo instrumento divino estas hecho.
- Debo reconocer que he tenido días mejores... pero ha sido con otros autores.
- ¿Y ya está? ¿No vas a intentar nada más?
- A ver. Igual esto vale. QUE ME HA DICHO ANTAGONISTA QUE HA CORTADO CON ELLA.
- Claro, eso tiene mucho sentido. Ha ido hasta donde sea que está, han cortado, y ha vuelto para decírtelo.
- No eres de mucha ayuda.
- Es un don... y mi papel.
- Pero que pelmas que sois.
- ¿Ves? Ha funcionado.
- Menudo crack está hecho el autor. Tiene unos giros argumentales que rompen caderas.
- Sólo para que conste, después de esto voy a ignoraros por completo para el resto de la eternidad.
- Sí, sí, sí. Os odio mucho y blablabla.
- Que quede claro, esto es lo último que voy a deciros.
- Y dale, que sí.
- Muy bien, veo que vais a seguir intentando alargar esto aún más y no me vais a dejar terminar. Gracias. Que os follen. Adiós.
- Vale. Esto no me lo esperaba. Supongo que habrá que cambiar el plan.

**********************

Día: No
Hora: Tampoco
Lugar: Limbo interregno.

- ¿Hola?
-
- Sé que estás ahí.
-
- ¿Vas a seguir jugando a esto durante mucho rato?
- Perdona, he tenido que hacer esto un poco rápido y estaba preparando el nuevo discurso. Ya podemos empezar.
- Como de costumbre, empezando con el culo.
- Gracias, eres un amor.
- Déjate de gaitas, que te estas luciendo con la entradilla (en tu mejor tradición)
- Algún día de estos tengo que ponerme a analizar sobre la necsidad de estas cosas.
- Bla, bla, bla, aún no has empezado.
- Que sí, que sí, que me des un minuto para acabar de centrar un poco el asunto.
- Puedes darle todas las vueltas que quieras, pero el tema esta claro: Tu protagonista ha decidido pasar de ti.
- Hombre, yo no lo diría así. El enfoque es un tanto simplista.
- Pues yo lo veo cristalino. Sea como sea, toca improvisar.
- ¿De verdad crees eso?
- Creo lo que tú quieres que crea. Ya sabes... tú escribes, y yo... esto... eso, lo que sea.
- Venga, a ver si hacemos que esto avance un poco. Vamos a empezar con una recapitulación.
- ¿Cómo esos capítulos que son un copia - pega de los anteriores? ¿Qué vas a hacer, poner aquí parrafitos de las anteriores entradas para ir ganando tiempo?
- Que no. Lo que pasa es que esto lo comencé hace ya un tiempecito y...
- Si no se acuerdan, que lo lean, que para eso está por ahí colgado. Nos hemos levantado vagos, ¿Eh?
- A ver, es que es un poco complicado de explicar...
- Que no. Que te cebaste mucho puteando a tu álter ego y no te ha quedado más remedio que hacer que reaccione de una manera coherente y pase de ti.
- ¿Eso es lo que crees?
- ¡Y dale!. Que no vuelvas por ahí, que vamos a acabar en un bucle infinito.
- De acuerdo. Entonces igual lo mejor es soltarlo directamente en plan monologo.
- No esperes que te diga que sí a nada. Tú mejor que nadie sabes cual es mi papel en esta historia.
- Por supuesto que lo sé. De no ser así ya te habría dado pasaporte hace tiempo.
- ¿Debo sentirme halagado?
- Tampoco es para tanto. Esto no deja de ser una historia sencillita, y hemos llegado a la parte en la que tú pasas a ser el prota.
- Hala, venga, toma huida hacia adelante... Que no cuela. Que esto va sólo de Javis.
- ¿Y qué... quién te cre..? Joder, cuesta no tomar el caminito de marras. Vamos a decirlo despacito y vocalizando bien para que ni siquiera a ti te cueste entenderlo: Tú también eres otro Javi.
- A ver, me has llamado Sarcástico y Mike, pero de Javi nada de nada. El prota siempre ha sido “el otro”.
- Eso es lo que podía parecer, pero tú siempre has tenido más dialogo que él. Tú eras el que daba “vidilla” a esta parte de la historia y no el sosito de Javi. Sin tu parte, el Microverso habría sido un muermazo. En definitiva: Sin ti, escribir esto habría sido un coñazo.
- Eres único echándote flores.
- No eres JAVI, al igual que tampoco lo es “El otro”. Sólo eres “un Javi”. Uno con el que me tendré que conformar.
- ¿Conformarte para qué?.
- Da igual. El tema es que ha llegado el momento en el que te toca saltar a primera línea.
- No me jodas. A mi lo que me mola el papel de listillo. Ya sabes, lo de saber más que los demás, vacilarles y saber que siempre llevas las de ganas en una discusión. El de pringado a putear no creo que sea un papel que encaje demasiado.
- Uno: No puedes elegir y Dos: Tampoco creas que vas a cambiar mucho. Para personajes a traumatizar tengo muchos dispersos por ahí.
- Promesas, promesas. Bueno, a ver, ¿en qué fregado me vas a meter?.
- Nada, nada. Una un poco de lobotomía selectiva, un poco de ingeniería de personalidad y todo solucionado.
- Y que los demás que miren hacia otro lado y finjan que no soy quien soy.
- Podría ponerme puntilloso y justificarlo, pero tampoco es que haya que disimular mucho. Al fin y al cabo nunca has existido en el universo al que te mando.
- Y con todo esto te ahorras también el encontrar un método “realista” con el que Javi pudiese llegar hasta allí.

Javi, este nuevo Javi, no “el otro”, comienza a caminar hacia el portal. Todo lo que ha pasado en los últimos días no deja de parecerle ciertamente increíble, pero esto ya no importa. Las dudas, fauna de la que se ha visto rodeado, el tipo misterioso de sus sueños y las voces en su cabeza han cumplido su misión. Tiene miedo pero, tragando saliva, no sin cierta dificultad, da los últimos pasos.
Al otro lado del umbral se encuentra un mundo distinto y desconocido, pero es donde está Ella.
- Que sí, cansino, que ya lo saben. ¿Puedo cruzar de una vez?
Se siente extraño al cruzar, como si su cuerpo cambiase... pero manteniéndose igual en lo esencial.
- ¡Pero si nunca nos has descrito a ninguno! ¿Para qué dices nada de cambiar de aspecto si sigues sin intención de decir que pinta tenemos?
Tras atravesarlo se queda sobrecogido, sin habla.
- ...
- He dicho que te quedas sin habla.
Recuerda haber estado aquí antes en sueños, pero contemplarlo con sus propios ojos lo convierte en una experiencia nueva y sobrecogedora. Tras unos minutos de reflexión y adaptación (y espantar a los tipos que se le quedan mirando) se dirige hacia las personificaciones de los arquetipos que le deben ayudar en su búsqueda. Aunque estos dos individuos no tienen muy buena pinta.
Tipo duro parece una momia y se le veía destrozado, pero aún así (o, quizás, gracias a ello) sigue resultando impresionante. Aún sin saber el estado de deterioro real en el que se encuentra su organismo, resulta asombroso que sea capaz de mantenerse en pie.
Por su parte, tipo listo está también destrozado. Abrir el portal en un mundo en el que esto es imposible (de acuerdo, si lo ha logrado, imposible, lo que se dice imposible tampoco debe serlo, pero sí algo muy chungo) le ha arrebatado hasta la última brizna de su esencia y está arrugado y escuálido. Como si se fuese a partir por la mitad en cuanto empezase a soplar un poco de viento.

- Hurra por el séptimo de caballería - piensa el nuevo / viejo Javi para sus adentros - Menos mal que te ibas a cortar un poco con el nivel de puteo.

No tiene ni idea de cómo logrará volver a casa cuando esto termine, pero no importa. Tiene la sensación de que ya no hay posibilidad de vuelta hacia atrás pero, para su sorpresa, lo más extraño era que no le importa demasiado.

Mientras tanto, al otro lado del portal, la voz ”misteriosa” que se estaba haciendo pasar por “El Autor”, sonríe. Ha colado. Por más tópico y tramposo que suene, todo transcurre de acuerdo con el plan.

**********************

Día: Ahora sí
Hora: Segundos después
Lugar: Mundo “real”

- Hola.
- Hola - justificación onírica, segunda parte...
- Puedes empezar cuando quieras - ...y comienza igual de mal que la última vez. Toma aire y se lanza.
- Déjame un segundo - no, lanzarse no ha sido la palabra correcta.
- Tómate todo el tiempo que quieras - pero, tratando de mirarlo por el lado positivo, esto tiene algo bueno: No puede ir a peor.
- A ver, en el fondo debes saber que no quería ofenderte - no es su mejor inicio, pero es un comienzo, aunque es un mal comienzo que, para su gusto, se acerca demasiado al peor.
- Eso es lo mejor que se te ocurre.
- Hombre, perdón, mujer, así, de sopetón...
- ¿Me estas pidiendo que lo racionalice?
- Si me puedes hacer ese favor.
- Tío, ya sé por qué sigues sin comerte nada a tu edad.
- Gracias por unas palabras tan inspiradoras y halagüeñas.
- Dátelas a ti mismo - no, por favor, cabecita mía, no tires por ese camino otra vez. ¿Podría hacerme alguien el favor de sacarme de aquí?.
El teléfono le despierta. Salvado por la proverbial campana. Mientras responde, de reojo mira el reloj; no ha pasado ni un minuto desde que se ha vuelto a acostar. Continúa siendo el domingo más largo del fin de semana más largo de la historia.
- Si?
- ¿Javi?
- Hola, mama.
- ¿Has comido ya?
- No, aún no.
- ¿Quieres venir a comer con tu padre y conmigo?
- Son más de las dos ¿Aún no habéis comido?
- No.
- ¿Ha pasado algo?
- No. Sólo que hace varias semanas que no te vemos.
- … vale, me visto y voy para allá - esto suena algo raro, pero está claro que no va a poder dormir y no le apetece hacer la comida... ni discutir con su madre.
Se viste con lo primero que pilla a mano, se despeja lavándose la cara y sale a la calle.
San Fermín, se dice que no odia estas fechas, que ha hecho un pacto de no-agresión con ellas; Si la fiesta no se mete con él, él no se mete con la fiesta, pero no puede negar una cierta animadversión. Bueno, si que puede negarlo, pero sería algo bastante estúpido por su parte.
Se pone los auriculares, y sube el volumen al máximo. Gafas de sol: Colocadas. Manos en los bolsillos: Hecho. Vista al frente y encogimiento de hombros: en situación. Aislado tanto como le permite la tecnología de todo lo que le rodea, parte raudo hacia su objetivo. De vez en cuando se filtra algún sonido en los silencios entre canciones, pero es capaz de ignorarlos.
Mientras camina a toda velocidad, su cabeza comienza a analizar y darle vueltas a la breve conversación que ha tenido con su madre; mejor eso que volver a la conversación anterior.
- Tu padre y yo nos separamos - No, demasiado melodramático.
- Nos ha tocado la lotería y te vamos a pagar un piso - ¿Hay lotería en San Fermín?
- Vas a tener un hermanito - ups, no. Definitivamente, mejor que no.
- ¿Cuándo vas a hace algo productivo con tu vida? - sí, este es uno de los clásicos. Ya empieza a sonar a ella.
- ¿Cuándo vas a echarte una novia? - abortar, abortar, aunque ese sea el tema, mejor no tentar a la bicha antes de llegar. Otros días (otros muchos días) le da igual pero, si sale hoy, seguro que termina hablando de lo que ha sucedido. Malditos poderes mágicos de las madres.
Sonríe resignado y desvía la mirada. Se imagina corriendo como a una velocidad de vértigo sobre la barandilla que le separaba del paseo del Arga. La velocidad de su otro yo se acerca a la de la luz, pero no es capaz de ir más rápido que su yo real. Cambia de distracción.
Con su poderoso giro de cintura esquiva a todos los que se cruzan en su camino. Otros días suele ser sencillo, pero durante las fiestas no es algo tan fácil como puede parecer. El caminar zigzagueante de los borrachos es un reto mayor al de los habituales viandantes. Mete la cabeza aún más entre los hombros y acelera el paso: Sala de máquinas, velocidad de escape.
Veinte minutos después llega a casa de sus padres. Las tres, una hora nada anormal para su rutina alimenticia, pero no para sus padres. Mientras sube las escaleras los desvarías regresan a su mente, ahora con un veinte por ciento más de delirio.
- Hola, hijo - su madre está tendida en el suelo cubierta de sangre y su padre le recibe tan alegremente con el cuchillo en la mano. Que tu padre tenga el apodo de “El carnicero de la Txan” es algo que termina por afectarte con el paso de los años. Ya podría haber sido ferretero.
- Nuestra nave ha venido a recogernos por fin. Tienes macarrones en el horno - No, el marciano siempre ha sido él.
- El demonio al que vendimos tu alma al nacer ha venido a reclamarla. Hay macarrones en el horno - bueno, al menos se libraría de los san fermines. Pero le empieza a apetecer comer macarrones.
Llega al piso de sus padres y abre la puerta con su copia de las llaves. Atravesa el recibidor y va directamente hasta la cocina. Su padre está ya sentado y comiendo. Al lado tiene otro plato esperándole. Mierda, hoy hay menestra.
- Siéntate, que se va a enfriar.
- Hola ¿Qué tal? ¿qué es de tu vida? Nos alegramos de verte - no puede evitar el retintín en su tono de voz.
- ¿Qué quieres? ¿Un buenos días? - su madre, la ninja del delantal, aparece por la retaguardia.
- Tardes sería más correcto.
- Calla y come. Tú siempre con tus tonterías - parece enfadada, y no es por la hora ni por el comentario. Esto no presagia nada bueno.
- Pero ¿se puede saber que te pasa?
- ¿A mi? Eres tú la que me ha llamado.
- ¡Tú es que estás tonto!
- A ver, nunca he sido ningún cerebrín, pero tonto, lo que se dice tonto, tampoco - su madre le pega una colleja.
- Ahora no te hagas el listillo.
- ¿En qué quedamos?
- Deja de marear a tu madre - por fin su padre entra en la conversación. Su madre le da otra colleja - Mujer, tampoco es para tanto.
- ¿Que no es para tanto? A este paso se va a quedar solo. Va a terminar vistiendo santos.
- Tú tranquila, esa opción queda descartada. Por lo demás, no me va tan mal – finalmente todo encaja. Diana, la traidora de su hermana les ha llamado. Esto clama venganza - Supongo que habéis charlado con vuestra adorable hijita.
- No. Nos ha llamado Marcos - nota mental, nunca subestimes el odiómetro de tu cuñado.
- ¿Qué es esto? ¿Una “intervención”? ¿Vais a tratar de reconducirme por “el buen camino”?
- ¿Eso es lo que quieres? ¿Acabar solo y amargado?
- Bueno, acabar solo no me importa - mintió, pero le sorprende darse cuenta de que esta respuesta no está demasiado lejos de la verdad. No sabe si alegrarse o tener miedo por ello - Lo de amargado ya es otro asunto.
- ¿Pero tú le oyes?
- Mujer, tampoco es para tanto - su padre le defiende. Parece que su apoyo está por encima de su deseo de terminar la comida con tranquilidad. Nota mental; devolverle el favor algún día de estos.
- ¿Ves? No es para tanto. Además, joder, aún no me he muerto. Vamos, que me queda tiempo de sobra para buscar algo (si me da por ponerme a ello)
- ¿Y qué tenía de malo esa chica? A ver.
- Pues... nada. Sólo que no iba a funcionar.
- ¿De qué me hablas? ¿De una lavadora?
- A ver, os dicen que le gusto a una chica ¿y me echáis la bronca porque no me he casado con ella? ¿En tan poca consideración tenéis mi criterio? ¿Qué sabéis vosotros de ella? A ver.
- Pero Javi, que ya sabes que sólo queremos lo mejor para ti.
- Pues ahora mismo lo mejor para mi es largarme - se da la vuelta y se va - muy maduro, Javi.

Perfecto. Es un domingo perfecto. Sin dormir, sin comer y cabreado. Mientras camina de vuelta a casa cruza los dedos y espera a que el fin del mundo no llegue antes de haber comido algo. Todas estas señales no pueden apuntar a otra cosa.

Llega a casa. Cabreado y hambriento, pero llega. Que le apetezca cocinar algo ya era otro asunto. Abre una lata de espárragos y una bolsa de patatas fritas, saca la botella de agua del frigorífico y se encamina al salón. Después de repartirlo todo por la mesa, la estampa no le convence lo más mínimo.
Lo guarda todo y sale a la calle de nuevo. Si algo bueno tiene San Fermín es que puedes comer a cualquier hora. Otra cosa es que no te atraquen con el precio ni te intoxiques con lo que te vendan. Visto lo visto, decide ir a tiro hecho, por lo que le básicamente le quedan dos opciones: Hamburguesa o Pizza. Lo mismo que puede comer a cualquier hora también durante el resto del año.
Ya que ha salido opta por la hamburguesa. Le apetece más Pizza, pero eso lo podía haber pedido también desde casa. Listo, Javi, muy listo.
- Espero haber estado más espabilado con el resto de las decisiones del día - no, no sigas por ahí.
Por la misma y brillante regla de tres que ha utilizado para el primer descarte, elimina también de la ecuación los restaurantes de franquicia que sirven a domicilio, pero esto tampoco logra que se sienta más listo. Más bien la cosa se encauza hacia el lado contrario. Toca comida de franquicia... que no realice entregas a domicilio. El día va mejorando por momentos, en estos momento no le importaría que el armagedón llegase ahora mismo.
Mientras sube por el parque de la Biurdana, activa su mirada láser imaginaría que corta todo lo que se encuentra en su rango de visión; farolas, pivotes, arboles... puentes, nada es capaz de resistirlo. Eso sí, cuando algún transeúnte se le cruza por delante, su mirada lo esquiva y rodea. Si dirige sus ojos hacia el suelo, creará una grieta hasta el extremo opuesto del mundo, partiendo por la mitad el planeta, si los dirige hacia el cielo, el sol será quien sufra las consecuencias. Pensándolo bien, este rayo imparable continuaría su trayectoria después de atravesar la tierra, así que no importaba hacia donde mirase; mundos morían por su poder mire hacia donde mire, y toda masa sólida que el universo ponga en su trayectoria sería destruida.
- Bwahahahahaha - en su interior se siente un señor del mal y dentro de su mente adopta esa pose.
Aunque claro, ni siquiera mentalmente le agrada la idea de matar a nadie. Mira que era fácil, y ni siquiera como señor del mal vale una mierda.
- Tío, eres único dándote ánimos.
“Apaga” el rayo letal y continúa su camino hacia la comida. Al llegar al lugar marcado con la “X” apaga el mp3 y hace memoria sobre cuántas y qué canciones ha escuchado durante el trayecto: Cuatro. No es su mejor marca, pero bueno, tampoco estaba tratando de batir ningún record.
De repente le vuelven a la mente el antojo de macarrones de antes. Mierda. Valora irse a otro lugar, pero opta por no tentar más a la suerte. Para el día que esta teniendo, tampoco hay demasiada cola, así que llega, come y se marcha. Para las cinco ya ha terminado. Chúpate esa, Julio César.
Para la vuelta a casa decide tomar una ruta alternativa. Durante unos momentos se queda mirando la cartelera de los cines Golem, pero no hay nada decente para ver. Sabiendo de antemano lo que le espera, decide pasarse por el centro para ver si hay algo decente en los Carlos III. Un rato, y cosa de cuatro mil “personas excesivamente alegres” después y llega. Nada. Para que luego digan que Internet se está cargando a los cines.
En fin, al menos ahora tiene la excusa para pasar por delante de su sitio preferido de Pamplona. No tiene ni idea de cómo se llama el lugar concreto. Es más, no sabe si esa porción concreta de arquitectura tiene un nombre por sí misma, o pertenece a otra estructura que sí que haya sido bautizada, pero le da igual. Baja la Avenida de Guipúzcoa y se detiene frente a las escaleras justo antes del Portal Nuevo.
- ¿Qué sería esto en origen? - se pregunta una vez más - ¿Un monumento?, ¿una construcción meramente utilitaria? ¿un montón de piedras que le sobraban a alguien?, ¿sólo unas escaleras?.
¿Qué verá el resto del mundo cada vez que pasa por aquí? No importa, pueden ver lo que sea, jamás la verán de la misma manera. No la mirarán tal y como la veía él.
Mientras se ha todas estas preguntas (de nuevo y una vez más) llega hasta ellas, y todo lo demás desaparece de su mente.
Se las imagina nevadas. Las hojas de la flor de cerezo revolotean a su alrededor mezclándose con los copos de nieve, como las entradas de esos templos japoneses que ha visto en tantas películas y a los que tanto le recuerdan.
En lo alto del tramo final, dos personas luchan. Entrechocan sus espadas y dan saltos imposibles. Samurai de blanco contra ninja de negro. Colores puros, primarios y perfectos aderezan una coreografía hipnóticas. Nada como tenían que ha visto en las de las últimas películas de Zhang Yimou. Nada de pretenciosidad ni lirismo de todo a cien. Esto eran hostias como panes, como tienen que ser dadas.
En este vistazo de apenas dos segundos, en su cabeza se crea planta la semilla para una (otra) historia más de amores, épica y tragedia. Después, continúa con su camino por la acera nevada.
- ¿Nieve en julio? - se dice extrañado - Pues sí que va rápido esto del cambio climático - tampoco es que le importe demasiado, al fin y al cabo la nieve le gusta y esto ayudará a “despejar” a algún que otro sanferminero de pro - Tendría que haber salido con botas.

Cruza el Portal Nuevo y entonces la ve. Le suena de algo, lo que es extraño ya que sólo es capaz de ver la espalda de esta chica. No. Más que “sonarle”, o recordarle a alguien, siente una atracción instantánea.
¿Flechazos a estas alturas de la vida? Se ve que el día de hoy le está afectando más de lo que creía. Continúa en su velocidad de crucero y trata de no desviar la mirada hacia ella cuando la adelanta. Fracasa estrepitosamente.
Verle el rostro cambia la sensación. Lo cambia todo. Ya no es una mera atracción, es... ¿Amor?
- ¿Amor a primera vista? - piensa - Tío, tú estas fatal de lo tuyo.
Acelera el paso, pero no consigue dejar atrás esas facciones... indescriptibles.
- Cállate - se dice - Déjame tranquilo un rato.
Llegó al cruce de Cuatrovientos y mira hacia ambos lados. Coches por todas partes. Mientras cruza el paso de peatones se imagina disparando rayos, esta vez repulsores, desde sus manos. Los morros de los coches que le rodean se incrustan en el suelo, obviamente, deteniendo a los vehículos en sus trayectorias. Por “suerte” a los conductores no les pasa nada.

Finalmente llega a casa y se mete en la cama. No son ni las siete.
Activa su esfera infinita de aislamiento, pero ya sabe que esta noche tampoco va a poder dormir nada.

Javier Albizu

Macroverso IX Lluvia de marcianos

Macroverso IX Lluvia de marcianos

Macroverso IX Lluvia de marcianos.

- ¿Así que esto es el mundo real? - ahora soy el prota se dice para sí Sarcástico/Mike/Javi Versión Z, ¿Cómo se supone que tengo que comportarme? ¿Tendré que convertirme en un ser lamentable como mi antiguo anfitrión?.
Decide que no, decide que todo se vaya a la mierda, pasa, pero pasar de estas preguntas imlica que su mente deja el camino a las siguientes. ¿Y ahora, qué? ¿Tiene sentido buscar a “ella” si él ya no es realmente “él”? ¿Le importa algo de todo esto?.
Descubre que llevar la voz cantante es algo más complicado que ser un mero recurso. Antes no tenía preguntas para sí mismo, sino para “el otro”. Preguntas para las que él ya tenía respuesta.
Trata de calmar su mente y centrarse. Si esto es el mundo real ¿debe respectar las reglas del Microverso? ¿Qué sabe de este lugar?.
Nada.
- Pues no me parece para tanto. Ya estamos aquí... todos, seamos quienes seamos. Ya hemos llegado ¿Qué me podéis contar? ¿Algún plan? - trata de parecer confiado, pero no sabe qué es lo que está transmitiendo a sus interlocutores. Mierda, si esto es lo que significa ser el prota, quiere dimitir cuanto antes.

- Poca cosa - dice el tipo que no está vendado - Mucho me temo que más o menos estamos como tú. Aunque esperaba estar equivocado y que nos trajeses noticias - una nueva decepción del nuevo mundo: Tipo listo no hace honor a su nombre. De repente sabe cómo llamarlo ¿por qué?. No, definitivamente, esto de las preguntas sin respuesta no le gusta nada. Bueno, al menos él no es el único que se encuentra perdido. Aunque ahora se siente algo estúpido por buscarse un consuelo tan inútil.
- Pues estamos buenos. Supongo que aquí, el amigo Akhenatón tampoco tendrá mucho que agregar.
-
- Vale, tampoco te hernies intentándolo - Javi hace ademán de protegerse cuando Tipo Duro comienza a caminar hacia él. Al menos alguien si que parece merecedor de su apelativo - Tampoco te pongas así.
- Tienes que entenderle, aparte de tener el cuerpo completamente abrasado, también tiene la traquea destrozada tras el incendio y no puede articular palabra. Me sorprende que sea capaz de andar - Tipo Listo parece salir en defensa de ambos - Así que comprenderás que no es muy conveniente sacar ciertos temas.
- ¿Incendio? Parece que me he perdido la parte divertida – se dispone a hacer un chiste sobre gente “quemada” pero, aparte de que iba a tratarse de un juego de palabras muy simplón, prefiere no arriesgar su anatomía.
- Tampoco te creas, efectos secundarios de una trama terciaria. Poco más.
- Entonces, está aquí para...
- Hace un momento lo sabía, pero cada vez veo las cosas menos claras. Supongo que algún plan tendrá “el de arriba” para él.
- Yupi - no trata de disimular la desgana en su voz - Con lo que me gustan las sorpresas. De todas formas... ¿no se supone que “el de arriba” ahora es el de “aquí al lado”?. ¿No estamos en su mismo nivel de existencia?.
- Buena pregunta... no lo sé, pero creo que así es.
- Entonces ¿no debería ser libres para hacer lo que nos rote? ¿No se invalida la historia en la que estaba incluido antes?
- De nuevo, buena pregunta.
- Pero no tienes ni idea de su respuesta.
- Efectivamente.
- Me parece que cambiar tu nombre por el de Tipo Inútil.
- No tengo nombre, nunca lo he necesitado.
- En fin ¿Puedes aportar algo, o lo mismo me da empezar viaje sin vosotros?
- No puedo retenerte. Por ese lado eres completamente libre de hacer lo que quieras.
- ¿Quién me mandaría a mi meterme en esto?
- Si te gusta la certidumbre, no has elegido la mejor historia en la que embarcarte.
- Sí, claro, estar aquí ha sido mi elección.
- Y eso que aún estamos un poco entre dos aguas, según pase el tiempo y te vayas adaptando a esta realidad tendrás una idea menos global del conjunto de la historia, y serás más una pequeña parte de ella.
- Por ese lado no tengo problema, no tengo ni puñetera idea de qué pinto aquí. Lo único que tengo claro es que “el otro” tenía que querer buscar a “ella”, pero no sé si a mi me apetece demasiado.
- No te engañes, aquí poco pintamos cualquiera de nosotros. Sólo somos... sólo somos...
- Menos que nada. Bueno, sólo somos uno más.
- Como te iba diciendo...
- Así que estamos tú y yo solos para investigar.
- Eso me temo.
- Y no tenemos nada mejor que hacer que buscarla.
- Al menos eso suena como un comienzo.
- ¿Alguna idea sobre por dónde empezar?
- Por lo general, estas cosas solían comenzar con un sueño, pero parece que hemos pasado el umbral de un ciclo para pasar al siguiente.
- No sé, noto como un cierto deja vu. Como si esto de las chorradas crípticas y sin sentido fuese una constante (lo cual me repatea bastante)
- Te acabarás haciendo a ello.
- Vale, ¿Por dónde empezamos?
- Te puedo decir lo que he averiguado, o lo que de recuerdo de mi anterior existencia, acerca de nuestra situación.
- Vale, ponte a ello, pero tampoco repitas nada que se haya dicho antes, que hay cierto tipo de reiteraciones que no me van.
- De acuerdo, resumiendo: Estamos en una ciudad llamada Pamplona. Se supone que estamos en medio de una fiesta, (lo cual deduzco por el alto porcentaje de gente cercana al coma etílico y la “uniformidad” en la vestimenta “pintoresca”) - se echa la mano al bolsillo - No tenemos dinero - iba a utilizar la expresión “ni un duro” pero no tiene claro cuál es la moneda local - Confío en que, si nos arrimamos a alguna cuadrilla de “alegres pillastres”, podremos mimetizarnos como parte de ellos y que nos inviten a comer algo que no superará los mínimos controles sanitarios. El asunto de la mimetización aún es una teoría aún por validar, la segunda parte, la del riesgo implícito en comer algo que se les sirva en según que sitios, lo da como algo más bien cierto.
- Casi que preferiría ahorrarme esa parte y acabar cuanto antes. No me apetece quedarme demasiado tiempo por aquí.
- Bien. Puntos a favor: Si hemos aparecido aquí, supondremos que es aquí donde tenemos que buscar a nuestro objetivo.
- Nuestro objetivo. Ni que nos la fuéramos a cargar.
- Continúo con nuestro último punto a favor
- ¿Sólo dos?
- Deja de interrumpirme: No es una ciudad grande.
- Por poco grande que sea, buscar a una persona que no conoces, en un lugar que tampoco conoces, atestado de gente ajena al lugar, yo diría que lo llevamos crudo.
- Me has quitado los puntos en contra que me disponía a enumerar. No sé qué me da que ahora mismo la cantidad de gente que no es de la ciudad duplica a los nativos.
- ¿Qué es esto, un vórtice dimensional? ¿Esta gente no tiene vida en sus puñeteras ciudades?
- Yo no utilizaría la palabra “vida” para describir lo que nos rodea.
- Hala, alegría. ¿Entonces, qué? ¿Empezamos a encuestar guiris aleatoriamente?
- Por supuesto. Podríamos empezar con algo sencillo. Algo como: Buenos días, ¿me podría decir si ha visto a una mujer a la que no puedo describir?
- Vete a la mierda - empieza a comprender a... a... a alguien, pero no es capaz de recordar a quién. No, definitivamente, esto no es un buen comienzo.

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El lunes no ha ido mal. La verdad es que no ha estado nada mal.
De acuerdo, para ser completamente sinceros, el comienzo de la mañana ha sido un tanto extraño. Por un lado, Sandra no ha aparecido por el trabajo, lo cual tiene su lado bueno, y su lado malo.
Por el lado malo, está el sentimiento de culpa ante la posibilidad de que la enfermedad que ha aducido como razón para no ir sea mentira, y que la auténtica razón sea que no quiere verle a él. Por el lado malo, también, está el que se alegra un poco de ello, ya sea verdad o mentira. Por el lado malo, de nuevo, que se siente como un capullo integral por alegrarse de ello, aunque sea un poco.
Por el lado bueno... Mierda, no hay lado bueno. Vaya, el lunes está empezando a normalizarse.
Javi, el centro del universo, ataca de nuevo.
Posibilidades como que esa enfermedad sea cierta, que el domingo se hubiese agarrado una parecida a la del sábado, o que descansase en la cárcel por haber asesinado a su cuñado se pasean por su mente, pero su ego y sus ansias auto-flagelatorias han optado por descartar estas últimas opciones (aunque a la tercera le da alguna que otra vuelta por la cabeza, aderezándola con la presencia de mutantes, derrumbamientos de muros, salvamentos in extremis, ninjas y ¿por qué no? asesinos pontificios)

Por fin llega al (a un) lado bueno: Está el sentimiento de relajación (no exento de culpabilidad) al llegar al trabajo y enterarse de que no sería un día incomodo (al menos no en ese aspecto). Pero pronto se da cuenta de que no, eso puede hacer que se sienta algo mejor, pero que no lo convierte en una buena persona.

Como era de esperar en un lunes de San Fermín, el curro ha brillado por su ausencia. Cuatro camiones a descargar en los muelles y poco más.
Así que ha aprovechado para apropiarse de unas cuantas hojas de reciclaje de las amables señoritas de la oficina mientras se preguntaba ¿será alguna de estas Silvia? , y las ha pintarrajeado tratando de hacer dibujos (con escaso, por no decir nulo, éxito) para que, finalmente, acabasen en la basura. Para completar la mañana, y ya que estaba por la labor, también se ha dedicado a pulir algunas de las historias que han tenido a bien en ir apareciendo y ponerse a dar vueltas por su cabeza.

El camino hacia casa se prometía igualmente tranquilo. No hacía demasiado calor, no había mucha gente a la que esquivar, y la música que iba sonando de manera aleatoria por los auriculares era la que le apetecía en aquel momento.
Entonces le ha venido a la cabeza. Todo esto es demasiado bueno. Tiene que estar durmiendo, y se acaba de dar cuenta, así que no pasará mucho tiempo antes de que empiecen a suceder cosas raras (o no tardará en despertarse. Lo única duda es que pasará antes)
Pero no. Para su alivio temporal, no está durmiendo (lo cual no es óbice para que lleguen las cosas raras)
Se para en un semáforo, y comienza la fiesta.
La primera cosa, rara, lo que se dice rara, tampoco es que lo sea. Parada junto a él, se encuentra “ella”. La chica que vio ayer mientras volvía para casa (y que, ya sea en primer o segundo plano, no se ha podido quitar de la cabeza desde entonces).
No sabe por qué ha mirado para ese lado (bueno, en realidad sí que lo sabe, pero en este momento le entra una duda estúpida) Con lo tranquilito que estaba mirando hacia adelante.
Basta un segundo, menos tiempo aún que el que le dedicó en la anterior ocasión, y ya comienza de nuevo a activarse el mecanismo que da inicio al bailoteo de la caballería cosaca (caballos incluidos) en su cabeza.
Pero es que, esta ¿mujer?¿chica? es tan... tan...
No es nada, no la conoces, mira hacia el frente. Ya vuelve con la tonadilla.
Ella no es nada. Debería serlo, al menos para alguien que no la conoce, pero no lo es. No, y no es la mera atracción, es algo más.
Vamos a ver, sólo es una chica (muy) guapa. Otra desconocida más, como las hay a millones en el mundo, como otras tantas que ignora día a día. Pero esta mujer tiene algo...
Irr... no, no empieces con la palabra. No tiene “algo”.
¿Seguro?
De acuerdo, igual lo tiene, pero sólo para aquellos que la conocen, que no es tu caso.
Que sí, que sólo es una (otra) tía.
Que no la mires.
Ahora no la estoy mirando.
Que no pienses en ella.
Trata de no pensar en ella. Que las voces de su monologo interior se callen, pero sabe que no va a conseguirlo.
- Vamos a ver - gira su mente hacia su interior y trata de que haya paz - Estoy en ello. Dejadme tranquilo con el asunto y puede (sólo puede, tampoco prometo nada) que me concentre lo suficiente como para dejar de pensar en ella.
Esto es mentira, lo sabe. En cuanto se callen esas vocecillas la cosa va a ir a peor. Empezará a cuestionarse lo divino y lo humano.
Que si no debes mirarla porque es una perdida de tiempo y no vas a volver a verla (tampoco vas a pararte a hablar con ella ¿para qué?)
Que si no puedes pensar en una relación (¡UNA RELACIÓN!) basándote únicamente en la apariencia de una persona. Pero no se trata de su apariencia.
Que tienes que ser ecuánime con tu atención hacia los demás (¿pero quién cojones te crees que eres?) que si no los conoces (¿y así como pretendes conocer a nadie?) o los ignoras a todos o les haces a todos el mismo caso (¿Pero tú te escuchas?)
Que si fuese un tío no le harías ni caso. Triste pero obvio (¿triste? ¿por qué?)
¿Por qué no puedes ignorarla?
Le cuesta un poco, pero se da cuenta de que ya está haciendo todo eso que se dice que no quería hacer. Que le está dando vueltas y la cosa parece que aún va a ir para largo.
Así que ya sabe lo que toca.

Vamos a ello.

Un rayo golpea el suelo justo a su lado. De no haberse apartado en el último momento ahora sería un pedazo de churrasco muy hecho.
Mirando al cielo, ve que un nuevo rayo se dirige hacia ella. De un salto la aparta de su trayectoria para recibir él el impacto, pero de poco le sirve (¿a qué velocidad se mueven esos rayos para que él pueda anticiparse? No importa, esta historia no va de eso). Un haz tractor está izándola ¿Quien está haciendo todo esto, y qué quiere conseguir? ¿Quiere matarle a él, o a ella? ¿Quieren matarla o raptarla?
Tras levantarse dolorido, sus piernas le impulsan de un salto hasta lo alto del semáforo, sólo para apoyarse, ganar inercia y llegar hasta lo alto de una farola. De ahí a la barandilla de un balcón cercano, para rebotar en él y poder llegar a lo alto de uno de los edificios donde toma impulso para el salto final que le eleva hasta las alturas.
Mientras vuela no sabe qué le espera en su destino. Al cruzar las nubes aún no lo tiene decidido ¿Dioses o extraterrestres?
Venga, extraterrestres. Se protege la cabeza con los brazos y se prepara para el impacto. Contacto. Con la colisión crea una brecha en el casco metálico de la nave al atravesarlo.
Una ves en el interior, duda. Igual mejor dioses.
Golpeado por los rayos del sol, ahora más cercanos, avanza por la cima de esta montaña.
Aunque... igual mejor extraterrestres.
El aire viciado de los pasadizos que recorre se ve sacudido de vez en cuando por pequeñas descargas de estática. Por suerte, las abundantes sombras que lo cubren todo le ayudan a esconderse de las patrullas que la custodiaban.
¿Y cómo me aclaro para llegar a donde sea que la tienen encerrada? No quedaría muy lógico (¿lógica?¿aquí?) que pudiese entender lo que dicen o ser capaz de leer su escritura.
Venga, vamos a volver a lo de los dioses, y no nos complicamos demasiado.
Allí estaba ella, suspendida en el aire delante de sus hermanos.
¿Por qué la han traído?
Tratan de arrebatarle su poder, es una deidad rebelde que ha preferido vivir entre los hombres, pero el panteón necesita de sus dones.
Sí, definitivamente, los dioses son una elección mejor.
Carga entre las filas de los titanes arrebatándoles su presa. No se atreve a mirarla para no quedar paralizado por su resplandor (¿resplandor?, sí, casi mejor resplandor. Prefiere evitar el uso de términos como belleza y sus sinónimos)
- ¿Quién eres? - dice ella - ¿Por qué haces esto?
- Sólo soy un hombre que trata de hacer lo correcto.
- No te sacrifiques por mi.
Acaba ya con la cháchara, pasa a la acción, Aléjala de ti de una vez.
- Lo siento
- ¿Por qué?
- Por no poder conocerte mejor. Por no poder hacer lo que me pides.
Que lo dejes ya.
La arroja tan lejos como puede, mientras se encaraba a sus hermanos. Lejos ya de sus hermanos, ella es libre para volar por su cuenta. Ella se dispone a volver a ayudarle, pero la ha enviado a la suficiente distancia como para que no pueda llegar a tiempo a la contienda.
- ¿Quién eres? - pregunta uno de ellos - ¿Quién osa contravenir nuestros designios?
Mmm. Se plantea la respuesta molona “Vaya birria de dioses que sois si ni siquiera sabéis eso” “Ya no hacen seres omnipotentes como los de antes”. Pero opta por una más clásica. Más “dramática” y adecuada para los tintes que está tomando todo esto.
- Un hombre - dije finalmente - Sólo soy un hombre.
Y carga contra ellos. Todo tiene que acabar antes de que ella llegue hasta aquí, no quiere arriesgarse a que salga herida.

El semáforo se pone en rojo, por fin. Comienza a caminar tan rápido como se lo permitieron sus piernas y cruza la carretera como una exhalación sin mirar hacia atrás.
Durante unos momentos se plantea el retomar esa historia, pero enseguida lo descarta. Demasiado facilona, aunque ha servido a su propósito.
Aunque, igual, habría sido mejor elegir a los extraterrestres.

El líder de los extraterrestres aterriza creando un boquete en la carretera. Varios de los coches que no pueden frenar a tiempo se precipitan por la abertura.
Del interior del cráter, aún humeante, surge la imponente figura de la armadura potenciada de este ser.
- Hemos estado muy cerca - dice - Pero esto aún no ha terminado.

**********************

- Vale, entonces... ¿el plan, es...? - Javi trata de aclararse hablando en voz alta, mientras espera a que alguno de sus “aliados” sugiera algo - Por favor, no digáis “dominar el mundo”.
En este nuevo mundo, y rodeados por las hordas cuasi comatosas de los devoradores de alcohol, nuestros tres héroes están desorientados y perdidos. Muy perdidos.
Pero el día aún va a ponerse peor... por no decir que mucho más raro.
La respuesta que obtiene son rayos que caen desde el cielo en la lejanía y algo metálico que se precipita con un sonido atronador.
Ante todo esto sólo puede decir:
- Hombre, no me jodas.

A su lado, un conmocionado turista no puede dejar de repetirse:
- Tenía que haberme ido de vacaciones a otro lado.
El señor Gutierrez había huido de su puesto en la NASA para evitar que su mundo racional fuese puesto en duda al hacerse preguntas sobre algo que sabía que había visto, pero no quería reconocer como real. Pero, por lo visto, el mundo se empeñaba en hacer hincapié sobre el cariz extraño que había decidido adoptar.
Primero, el incendio que había aparecido ante sus ojos hacía un par de días. No habría sido raro... de no ser porque, el segundo anterior, el edificio estaba perfectamente, no se parecía en nada al que había aparecido en su lugar ardiendo y no había rastro de los bomberos o la línea de contención (que, curiosamente, se parecían mucho a las de las películas americanas)
Cuando el tipo poseído por un ataque de heroicidad estúpida decidió entrar en el edificio, prefirió mirar para otro lado.
Después, la nevada “instantánea” y delimitada del día anterior... del que nadie parecía haberse dado cuenta. Lo del incendio había conseguido hacer como si no lo hubiera visto, pero aquello, por mucho “Nanana” mental que se repitiese, no conseguía que desapareciese. Y comenzaba a dudar sobre su estado mental.
Pero, tras lo que acaba de presenciar... incluso después de todo aquello, hace que ya se vea con el embudo en la cabeza y la camisa de mangas extra largas anudadas a su espalda.
La cosa ha empezado con un haz de luz llegado desde el cielo. Raro, vale, pero vete tú a saber si era el foco (con una señora lámpara de unos cuantos millones de vatios) de algún espectáculo de la fiesta. Pero al mirar al cielo buscando su origen, de repente se había nublado... pero sin que el día se oscureciese un ápice (ni las nubes impidiesen el paso de la luz que delimitaba el haz)
Después, la figura que parecía ascender atrapada por el haz... y el tipo que parecía volar siguiéndola, como sacado de alguna película de esas japonesas de tipos que se dedican a dar brincos imposibles.
Muy bien, quien hubiese hecho aquel efecto especial se había dejado una pasta. El “Nanana” volvía a su cabeza, pero el estruendo provocado por la colisión del artefacto en la carretera le ha impedido seguir escuchándolo.
Al menos de esto sí que parece que se está enterando la gente. Casi se alegra del pánico que sigue a la escena.
- No estoy loco - grita – Bwahahaha, no estoy lo...
- Aparta, mendrugo.
Cuando aquel tipo le aparta, no entiende la razón. Al ver que uno de los hombres que le acompaña parece una momia ciclada, el “Nanana” regresa. Cuando otro artefacto similar al que ha caído en la carretera se estrella donde él se encontraba hace un momento, supera su estado de estupefacción, y comienza a correr mientras continúan cayendo uno tras otro los artefactos del cielo.

Así que nuestros héroes se encuentran ante lo que parece una... ¿lluvia de extraterrestres acorazados?
De cada boquete del suelo sale un nuevo exoesqueleto con su arma disparando a lo loco. El pánico se hace de inmediato y una marea humana de gente de rojo y blanco comienza a arrasarlo todo.
Tipo duro, como impulsado por un resorte, entra en acción. Para estar gravemente quemado es increíble la manera en la que se mueve. En un instante incapacita al más cercano y, de unos disparos imposiblemente certeros con el arma que le ha arrebatado a su primer objetivo, inutiliza las de los demás.
Cero víctimas, y todas las armas destruidas. Debe reconocer que el tipo, incluso aquí, es una máquina. ¿Cómo es que un “simple” incendio lo dejó así?
Pero el nivel de rareza de todo esto va en aumento, alcanzando unas cotas desorbitadas, por no decir ridículas.
Tipo duro incrusta de un puñetazo el casco de uno de los acorazados en sus hombros. Tras arrojar la armadura que ha inutilizado contra otros dos “invasores”, salta en busca de un nuevo objetivo.
En su caída, el boquete sobre el que se alzaba su presa se hizo algo más profundo.
- Esto no tiene ningún sentido - dice Tipo listo.
- Se nota que eres el lumbreras del grupo.
- Me refiero a que es más anormal que lo que hemos hecho hasta ahora.
- ¿Eso es lo que te dice tu rarómetro?
- Está cerca.
- ¿Quién cojones ha hecho todo esto? Como me respondas con una vaguedad te juro que te arreo.
- Supongo que se refiere a mi - el que responde no es otro que el líder de los invasores.
- ¿Ves como no era tan difícil? A todo esto ¿y tú, eres...?
Una de las armaduras que ha arrojado Tipo duro aterrizó junto a ellos.
- A ver si tenemos un poco más de cuidado - el desconocido se aparta un poco mientras se quita el casco.
- Déjalo, ¿no ves que le hacía falta un poco de diversión? Te estabas presentando.
- Cierto. Soy Deux ex - alzando uno de sus brazos, agarra por el cuello a Tipo duro, que en este momento parece indefenso.
- ¿Y has venido a ayudarnos, o a terminar con nuestros sufrimientos?
- A ayudaros, por supuesto. Aunque no me lo han puesto nada fácil.

**********************

- Irr... - su cabeza quiere usar la palabra, pero no se lo va a permitir.
Javi llega a casa, pero su cabeza continúa por ahí atrás atrás. Para ser más exactos, en un semáforo a unas cuantas calles de distancia. Ni siquiera una invasión alienígena ha logrado extirpar a esa mujer de su cabeza.
Por un momento, la tentación de hacer que se la lleven los invasores ronda sus pensamientos, pero aquello no solucionaría el problema; su avatar en aquella historieta los habría seguido hasta los confines del universo para rescatarla y... posiblemente, morir en el intento (otra vez)
- Venga, alegría.
Enciende la tele y es recibido, como de costumbre, por anuncios. Que sorpresa. Apaga el sonido y enciende el ordenador para poner música.
Su estómago empezó a a gruñir. Sí, debe de ser la hora.
Se dirige hacia la cocina para hacerse la comida, pero ya sabe lo que se va a encontrar: Espárragos y patatas fritas (¡cielos, también hay una lata de atún!)
Se presenta la disquisición de todos los días, el terrible drama existencial que consigue que LA preocupación del día se aleje un poquito (¡yupi!): ¿Pedimos comida, o bajamos al súper?
Salir a la calle y arriesgase a la (remota) posibilidad de encontrarse (y empeorar un poco más) otra vez a su nueva y flamante obsesión, o quedase tranquilito en la seguridad de su casa, esperando que le llegue algo sano, sano para comer.
- Ah, ¿qué diablos? - se decide probar suerte.
Al fin y al cabo, ¿cuantas posibilidades hay de que se la encuentre otra vez?... Además... tampoco hay nada malo en el simple hecho de cruzársela. ¿verdad?. Ya sabes, no puedes controlar el azar.
- Tío, estás fatal.
Está saliendo por la puerta, cuando se da cuenta. Con el calor que hace en la calle, y se ha vuelto a poner la chaqueta. Su cabeza sigue muy lejos y su cuerpo está en modo automático.
Vuelve a colgar la chaqueta en el perchero y agarra las llaves y mientras se repite una y otra vez que no está saliendo para ver si se cruza con ella.
- Tienes que hacértelo mirar - le dice una de sus voces mientras está esperando el ascensor.
- Joder. No he apagado la tele. Mierda, el ordenador tampoco. Bueno, da igual.
Mientas sale por el portal, su cabeza vuelve al ataque:
- ¿Por dónde sería más probable que aparezca?
- Irr....
- Oh ¡Cállate!
- ¡Cállate tú y tira por la ruta de siempre!
Definitivamente, está siendo otro día de esos.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada.
Súper, lata de alubias (la más grande), azúcar (¿azúcar?, pero si no tiene leche en casa), mmm que buena pinta tiene la foto de esa caja de... ¿espinacas congeladas? Vale, ¿por qué no? Cosas más raras ha comprado. Chorizo, chorizo picante, chorizo de pueblo, chorizo de Pamplona. Venga, chorizo de pavo también... y de jabalí. Sí, con eso será suficiente.
No, espera, macarrones también.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada hasta casa.
Misión cumplida.
Sube a casa y comienza a meter las cosas en el frigorífico. Mira secuencialmente la lata de alubias y la bolsa de macarrones, finalmente se dice: “ya me haré esto otro día”. Saca del frigo los chorizos que acababa de meter y pilla la tabla de cortar.
Se sienta delante de la tele y empieza a cotar.
- Mierda, no he comprado pan... ni queso.
- ¡Hey! ¡No estaba pensado en esa tía! - Mierda, ahora sí.
Algo en la pantalla llama su atención. Hay un montón de extraterrestres acorazados estrellándose contra el asfalto. La escena le suena, como un deja vu, aunque no logra ubicarlo.
Espera a que terminen de pasar las imágenes y ve que son las noticias. Para cuando silencia la música la música y sube el volumen de la tele ya han pasado a la siguiente.
¿Película nueva? ¿De quién?
Quiere buscar algo en internet, pero no tiene mucho con lo que empezar.
Espera.
Espera.
Espera un poco. No era un deja vu, era una de las historias a las que había estado dando vueltas.
Algún productor de Hollywood ha vuelto a robarle una idea... antes de que la escribiese. Seguro que van a hacer otra superproducción genérica. Que iría al cine y saldría diciendo “Tendrían que haberme dejado a mi hacer la historia”
Cojonudo. Estaba siendo un día perfecto.
Bueno. Al menos ha vuelto de dejar de pensar en...
- Mierda.

**********************

- Vale, nos vas a ayudar... - Javi mira su muñeca para ver la hora. La aparición de Deux Ex ha sido muy dramática pero, cuando se trata de él, ha aprendido a mantener un tono escéptico ante lo que pueda decirle - ¿Y cuánto vas a tardar en desaparecer otra vez? - No tiene reloj, pero se trata más un gesto simbólico que otra cosa.
- Dame un voto de confianza. Mis idas y venidas tampoco son cosa mía.
- Pues vaya Deux Ex de los cojones.
- Sí, sí. Ja, ja. Yo también te quiero.
- Venga, empieza a largar, que seguro que estás desperdiciando un tiempo precioso con estas tonterías.
- Sé donde está Ella.
- Que sí, que sí, que eso ya lo esperábamos. Al grano.
- Está cerca de “El autor”
-
- ¿Ningún comentario gracioso? Vaya, parece que he conseguido dejar sin palabras al gran bocazas.
- No me jodas.
- No tendría tan mal gusto.
- Entonces, con lo que nos ha costado llegar hasta este puñetero lugar ¿No está aquí? - iracundo, se gira hacia Tipo Listo - ¿Y cómo es que no sabías tú esto? Pringao, que eres un pringao.
- ¿Quieres dejarle continuar?
- Gracias. No tenéis que iros a ningún otro lado.
- Menos mal. Pero bueno, este sigue siendo un pringao.
- ¿No eras tú el que decía que me diera prisa?
- Vale, sí. Continúa.
- Perdona - esta vez era Tipo Listo el interumpidor - ¿Podrías soltar a Tipo Duro? No veo a través de las vendas, pero yo diría que ya estará empezando a ponerse azul.
- Cierto, cierto. Con la verborrea del cansino este lo había olvidado - Tipo Duro ha permanecido inmóvil e impasible durante todo este tiempo. Para ser alguien que estaba sujeto por el cuello y suspendido a un palmo del suelo, la verdad es que lo estaba llevando bastante bien.
Tras tocar de nuevo el suelo su posición no cambia ni un ápice, como si lo hubieran “apagado”.
- Bueno, esto ya está durando mucho para lo que suele ser normal en mi, así que mejor si voy yendo al grano. Ella está aquí.
- Que sí, que ya lo has dicho. Menos mal que ibas a dejar de irte por las ramas.
- A callar. Ella está aquí, igual que “El autor”
- Y dale.
- “El Autor” ese tipo cuya mayor diversión en la vida ha sido dedicarse a putearnos. Que os ha matado una y otra vez. Que ha matado a vuestras novias, a vuestras mujeres, a vuestro perro y vuestros pececitos de colores.
- Que sí, que sí.
- ¿Y sabéis quien se ha encargado de todas esas jodiendas?
- Ilumínanos.
- Yo.
- Hombre, muchas gracias, hijo de ...
- Una y otra vez. Porque sin mi ese capullo no es nada. Sin mi sus historias no avanzan. Sus personajes no tienen razones para actuar y sus tramas serían una puñetera mierda.
- Hombre, contigo tampoco es que ganen mucho.
- ¿Y sabéis lo qué me da a cambio a mi?
- ¿Dinero, casinos, furcias?
- Nada.
- Que cabrón.
- Me odia. Siempre trata de mantenerme oculto, que no se note que estoy ahí. Soy el jodido ninja de las sub-tramas. El puto hombre invisible de los argumentos. El maldito maestro de marionetas de los secundarios.
- Y bastante malhablado, todo sea dicho ya de paso.
- ¡Que cierres la boca! Estoy hasta el gorro de esto, y esta es mi ocasión de desquitarme, y estoy seguro de que vosotros también. Es hora de clamar venganza y cargarnos a ese desgraciado. Vamos a acabar con el malo de una vez por todas. Ya así no volverá a quitarnos, a maltratar o a matar a la chica nunca más.

**********************

Nada. No puede dejar de pensar en esa mujer.
La pequeña distracción que han supuesto las imágenes que ha visto en la tele apenas han logrado mantener su atención durante un par de horas, antes de que su cabeza vuelva de manera continua y exclusiva al monotema del día.
Lo ha probado todo: Leer, navegar por internet, ver alguna película, incluso... ¡LIMPIAR! Pero nada resulta.
No lo entiende. Nada de esto tiene ningún sentido. Su realidad se tambalea de maneras nunca antes experimentadas. Siente acercarse el gélido abrazo de la desesperación. El ponzoñoso hedor del desquiciamiento (de acuerdo, no tiene olfato pero lo del pestazo del desquiciado es una forma retórica) El mundo, de repente, se ha vuelto un lugar triste y solitario.
- Espera, espera, espera - trata de tranquilizarse mentalmente - ¿Tú estás tonto?
- Venga, piensa. Racionaliza. Empieza con el clásico...
- No hagas preguntas cuya respuesta ya conoces..
- Bueno, es un comienzo.
- ¿Te has planteado si te estás volviendo loco con esto por haber hecho el imbécil con Sandra?
- Eh, para. No vayas por ahí.
- ¿Por qué?
- Porque eso no me va a ayudar.
- Claaaaro. No tiene nada que ver con lo que te ayer tu madre.
- ¿No me has oído? Que no sigas por ahí.
- Vas a acabar solo, y te cargaste la oportunidad de evitarlo.
- Y dale. ¡Que lo dejes ya!
- Sabes que esto no funciona así.
- ¿De verdad crees que hice el idiota con Sandra?
- No importa lo que crea yo.
- Eso, quítate el muerto de encima. Para no gustarnos el fútbol, somos unos maestros en tirar balones fuera.
- Pues no me la devuelvas y responde.
- No. No hice el imbécil. Hice lo correcto.
- Entonces, piensa ¿Cuál es la causa de todo esto?
- Esa mujer...
- A la que has visto durante dos segundos.
- Sí, lo sé. Venga, vamos a ello otra vez.
- Irr....
- No, sin usar esa palabra.

No hay réplica mental. Bien.
Se tumba en el sofá y se queda mirando el techo. Concentrándose en él se dedica a buscar formas entre las irregularidades del gotelé. No es una actividad apasionante, pero logra mantener su cabezas ocupada.
Pero no. Hay algo que falla en todo esto. Ha sido demasiado fácil. Los pensamientos están volviendo a primer plano cuando...
Suena el timbre.
- Salvado por la campana.
No es el timbre del portero automático, sino el de puerta. Por norma general no suele abrir. Seguro que es algún vendedor, pero no importa, cualquier cosa es mejor que seguir dándole vueltas a esto. Se levanta como impulsado por un resorte y se dirige hacia la puerta.
Aunque claro. Si abre la puerta así, sin más, estaría actuando movido por la desesperación. Mal, no debe ceder (bueno, igual mal, lo que se dice mal, tampoco, pero sería ceder a un impulso... ¿indigno?¿impío? Se le está yendo la cabeza otra vez). De acuerdo, si abrir, o no, la puerta se está convirtiendo en un tema trascendental, definitivamente, está fatal de lo suyo.
Pero la pregunta sigue ahí, se ha formulado y no es capaz de evitarla. Se detiene y recapacita. La acción ya se ha iniciado y no puede “deshacerla”. Aún está a tiempo de retractarse, pero esto no cambiará el hecho que ha originado la disquisición.
A todo esto ¿cuánto tiempo lleva de pie en el recibidor sumido en esta disquisición estúpida? Igual quien sea que ha llamado ya se ha ido.
No ve luz por debajo de la puerta, así que el pasillo debe estar a oscuras y echar un vistazo por la mirilla no le va a servir para nada. Mira el reloj, son las once y cuarto de la noche. O es un vendedor metiendo horas extras o un chorizo educado. De ser algún conocido le habría llamado antes al móvil.
Retoma uno de los pensamientos previos: El echarse atrás no va a cambiar el impulso inicial, así que opta por abrir la puerta (aunque no puede evitar cruzar los dedos mentalmente. Igual quien fuese ya se ha largado)
- Hola - no había tenido suerte, seguía ahí - soy la vecina del D - bueno, el tema de la buena o mala suerte está aún por decidirse - perdona que te moleste - es “ella”, la mujer, la que ha estado venga a dar vueltas por su cabeza - ¿No tendrás un poco de azúcar? - vaya, ha comprado azúcar antes de venir a casa ¡Que suerte! Espera. ¿Ha dicho “D”? Habría jurado que este edificio solo tiene tres puertas por planta.
- Sí, espera un poco - calma, calma, sólo te está pidiendo azúcar - ahora te traigo un vaso - y después, ¿qué? Piensa, piensa, rápido, un tema de conversación.
- Quieeeeto ¿Qué te pasa? Venga, para y razona un poco - las voces toman al asalto su cabeza. Además, y para variar, están todas de acuerdo. Lo peor es que, teniéndolo todo así de claro, no es capaz de dejar de (No. Lo cierto era que no quiere dejar de) alimentar las esperanzas absurdas que se agolpan, solapan y arremolinan, anulando todo aquello que tanto le ha costado construir como su personalidad, sus valores y su verdad.
- Dale el azúcar. Punto. Nada de conversación intrascendente. Nada de intentar hacerte el gracioso. Eso eres tú. Eres gracioso con quien tienes confianza. Eres ocurrente cuando juegas sobre seguro. Eres simpático como respuesta. Cuando lo han sido contigo. Si das el primer paso puedes cagarla. Si te limitas a reaccionar tras analizar la situación es más difícil que te equivoques.
- Eso. Que de ella el primer paso.
- ¿Qué paso?¿De qué estás hablando? Una tía a la que no conoces de nada te está pidiendo azúcar. No hay conspiración. No hay mensaje oculto. Vive en la puerta de al lado. Azar. Punto.
- Dilo.
- No.
- Usa la palabra.
- Que no.
- Es el momento y lo sabes.
- Irrelevante - la dice.
- Bien.
- Pero...
- Ni pero no hostias. Vaso. Azúcar. De nada. Hasta otra.
- Pero...
- Que no. Que no hay peros.
- ¿Y si quiero dar yo el paso?
- ¿Qué paso? ¿Quién es ella? ¿Qué sabes de ella? Es guapa. Sí. Mucho. Mesmerizantemente guapa. Te lo concedo. Vale, hay algo más. Es posible que se trate de ese “algo” que nos venden las películas. Quieres creer que es ese algo, pero sabes que no lo es. Eso no existe. Te sientes solo y quieres dejar de sentirte así. Eso tiene un nombre: Desesperación. Nosotros no nos movemos por desesperación, lo hacemos guiados por la lógica. ¿Estamos?
- Sí. Vale. De acuerdo.
- Sé que el “pero” está ahí. No lo verbalices, no lo des poder.
- Eso, autoengáñate.
- No se trata de auto-engaño, se trata de no dar el control a la desesperación. Actúa cuando no te sientas así. Cuando seas capaz de mantenernos en silencio.
- Y todo esto por un vaso de azúcar.
- Sí. Ya ves.
- ¿Y cuándo podré plantearme todo esto?
- Cuando no tengas que hacerte la pregunta. Y sabes que eso no pasará hasta que la conozcas.
- ¿Y cuándo llegará el momento? ¿Por qué no puedo empezar a conocerla hoy?
- Estamos volviendo al bucle.
- Sí.
- Y ella está esperando.
- ¿Llevamos mucho con esto?
- Un buen rato.
- Bueno, pues vamos a terminar de una vez..
- Perdona - la voz de la desconocida suena tímidamente desde el marco de la puerta de la cocina - ¿Puedo pasar?
- Obviamente ya lo has hecho.
- Lo siento. Ya salgo.
- No, tranquila, no te estaba echando. Es sólo una manía que tengo de recalcar lo obvio.
- ¿Podríamos hablar un rato?
- Estoooo - hala, venga, vamos a darle a la batidora cerebral - Esto, claro. Pasa - ¿Puedo empezar a alimentar esperanzas ya?
- Tú mismo.

Javier Albizu

Macroverso X Mi único amigo

Macroverso X Mi único amigo
- ¿Pero tú te escuchas al hablar? - ya conoce la respuesta a la pregunta pero, no por obvia deja de ser pertinente - O, al menos ¿Lo piensas antes de soltarlo. Por favor. Dime que la respuesta es “No” a cualquiera de las dos preguntas, o a ambas.
- ¿De qué tenéis miedo?
- A ver. Miedo no es la palabra. La palabra correcta es “No somos asesinos”, bueno, son tres palabras pero se entiende. Al menos yo no lo soy. Así que no me corrijas para hacerte el gracioso.
- Vosotros sois lo que él quiere que seáis.
- Vale. Pues ahora “él” no quiere que seamos asesinos - Javi mira a su alrededor para ver si percibe un mínimo consenso ante esta afirmación. Tipo Listo no dice nada, pero se le ve pensativo. Tipo Duro, simplemente permanece estoico entre sus vendajes - Y me parece la mar de bien.
- ¿Y ya está? - pero Deux Ex no parece dispuesto a rendirse - ¿Él dicta vuestros actos y os quedáis tan anchos?
- Es que es bueno el condenado. Tan bueno... que hasta creemos que somos nosotros quienes tomamos nuestras propias decisiones.
- Pero sabéis que no es cierto. Bueno, al menos desde hace un rato.
- Saber... lo que se dice saber. Hay algo en nuestro interior que nos dice que aquí falla algo. Pero puede ser el hambre, o una laguna argumental.
- Entonces, preferís el auto engaño.
- Puedes llamarlo así. Nosotros lo llamamos “Lo que diga el jefe” Si no tenemos voluntad propia, mucho menos vamos a tener ansias de rebeldía.
- Me estáis diciendo que no vais a hacer nada.
- No, te lo estoy diciendo yo, estos no sueltan prenda. Pero te estás quedando sólo con una parte. Digo que vamos a ir a salvar a la chica y santas pascuas.
- Pero aquí él no os controla.
- Eres tú el que no lo pilla. Aquí no somos conscientes de que nos controla, pero ya nos ha pasado otras veces.
- ¿Y si ahora os encontraseis a su mismo nivel? ¿Si realmente ya no hubiese “autor”?
- Pues haríamos nuestra vida, sin más. ¿Para qué vamos a buscar a alguien que no existe?
- Estás haciendo todo lo que puedes para no entenderme, pero no te va a servir. Vas a tener que abrir los ojos y admitir que esta vez todo es distinto.
- Cada vez es distinto. Sino sería muy aburrido.
- No os dais cuenta de que esta es vuestra oportunidad de resarciros.
- ¿De quién? ¿Por qué?
- No lo marees más.
- Vamos a ver si lo pillas. Si soy un personaje de ficción, lo que haga o diga no cuenta ergo, carezco de voluntad o independencia. Si soy un personaje real (y digo real, sin comillas) no tiene sentido que busque entelequias todopoderosas, llámalo Dios, Crom o “autor” Me dedicaré a hacer lo que considere mejor o lo que me apetezca en el momento.
Que un tío venga a decirme que tengo que vengarme por unas supuestas afrentas divinas suena más los delirios de alguien grillado, y eso es algo que creo que abunda en el (este, o lo que sea) mundo.
- Que convenientes son esas pérdidas de memoria selectivas.
- ¿Perdona?
- Que hace unos momentos llovieran áliens acorazados, es algo que cabe en ese mundo “extraño” en el que vives.
- Vale, igual eso se sale un poco de la escala.
- ¿Y eso qué te indica?
- ¿Una notable falta de imaginación?
- Aparte de eso.
- Pues puede indicar que no estamos en el mundo real, y que tu tesis se cae por los cuatro costados.
- ¿Y si el autor pudiese hacer “reales” sus ideas...?
- Pues se lo podría currar un poco más
- No me has dejado terminar.
- Sigue, hombre, sigue. No te cortes.
- ¿Y si el autor pudiese hacer “reales” sus ideas de manera inconsciente? ¿Y si no supiese que es capaz de hacerlo pero sus deseos se fuesen haciendo realidad de una manera, digamos, “sutil”?
- ¿Como una lluvia de extraterrestres?
- De acuerdo, olvida lo de “sutil”.
- Pues viviríamos en un mundo de lo más anárquico. Dependiendo del tipo de persona de la que estemos hablando, el mundo podría acabarse mañana, o ser un coñazo eterno.
- Dime que mi tesis no va ganando fuerza.
- Bueno, podríamos catalogarla como esquizofrenia paranoide con leves toques de lucidez y coherencia.
- ¿Dónde estabas ayer?
- ¿A qué hora?
- A cualquier hora. Es...
- Irrelevante.
- ¿Por qué has dicho eso?
- No sé. Un deja vu.
- Da igual. Responde.
-
- No lo recuerda, ¿verdad?
- No. lo malo es que me estoy acordando.
- ¿Y qué ves?
- Estoy en la cabeza de otro tipo diciéndole que es un personaje de ficción.
- Ahora mira a tus dos colegas una vez más, y dime otra vez que estoy como una regadera.
- Que tengas razón no implica, necesariamente, que no estés como una regadera.
- Avanza un poco más. Más o menos hasta que llegas a una especie de limbo y charlas con una voz que se dedica a tocarte las narices y cambiar tu papel en esta historia.
- Hecho.
- ¿Qué vas a hacer al respecto?
- Pues me cagaré un rato en sus muertos y seguiré con mi vida (si es que la tengo)
- ¿Después de todo lo que os ha hecho?
- Chico, que tampoco ha sido tan grave. Me ha vacilado y se ha llevado a la chica, pero tampoco es cuestión de matarlo por eso. Además, tú mismo has dicho que no es consciente de ello.
- No os estoy hablando de esta vida y esta historia. Os hablo de todas las historias en las que os ha puteado antes. Todos esos personajes de los que habéis formado parte y a los que ha destrozado sin miramientos.
- ¿Todos esos personajes cuyo recuerdo se va desvaneciendo poquito a poco de nuestras memorias?
- Si es por eso, la solución no podía ser más fácil.

Tratad de imaginaros morir unos cuantos cientos de miles de veces.
Muy bien, sumad a eso que, antes de morir, lo perdéis todo.
No, no hablo de dinero o posesiones. Hablo de que todas aquellas personas a las que queréis mueren de la manera más dolorosa posible tanto para ellos mismos como para vosotros.
Añadidle un poco de melodramática barato.

Imaginad que, un tiempo antes de morir hicisteis algo terrible (a la par que increíblemente estúpido) Algo que no sois capaces de comprender por qué o cómo fuisteis capaces de hacerlo. Algo que se escapó completamente de vuestro control y cuyas consecuencias os torturaron durante años (cuando no siglos)
Todo aquello por lo que vivíais ya no existe y lo peor es que ha sido culpa vuestra. La casualidad no ha tenido nada que ver. Tampoco la mala suerte. Ha sido culpa vuestra pero, por mucho que luchaseis, por mucho que vuestra cabeza dijese “NO” no habéis podido hacer nada por evitarlo.
¿Podéis imaginároslo?
Supongo que no. Podéis creer que sí, o quizás prefiráis auto-engañaros y echarle la culpa a otro, pero no importa. Podéis tratar de haceros a la idea pero, en el fondo, siempre sabréis que teníais otra opción. La cuestión, el hecho, es que no podéis, porque sois gente de verdad porque, aunque duela, tenéis mecanismos para tratar con esas emociones. Nunca llegaréis a “conocer” ni “compartir” lo que pasa ahora mismo por el interior de nuestros tres personajes.
Imaginad que, en un primer plano, por delante de todo lo que sois, imponiéndose sobre vuestros principios, aplastando todo aquello en lo que creéis, aparece el rostro del culpable de todo ese dolor.
Y no, amigos, no se trata de auto indulgencia. No os estáis creando alguien a quien odiar para no odiaros a vosotros mismos. No es un espejismo a quien culpar de vuestros errores.
Es él. Es “real”, y podéis hacer algo al respecto.
Estáis cabreados. Muy cabreados, pero os sentís imposiblemente lúcidos.
¿Que haríais?
¿No lo sabéis?
Yo puedo hacerme una ligera idea.
- ¿Donde está? - Ellos tienen algo más que una ligera idea.

**********************

“Tenemos que hablar”. Vaya. Primero llega el subidón. Súbito, estúpido e irreflexivo. Después la cautela. El socorrido “irrelevante”, el echar agua fría a las neuronas y tratar de frenar el ímpetu.
Entonces todo comienza a precipitarse hacia el abismo esquizofrénico.
- “Tenemos que hablar”
- ¿De qué?
- Piensa. No la conoces de nada. Alerta de posible pirada.
- Pero... es que...
- ¿Qué?
- No sé. Tiene algo.
- Vas a hacer que me repita. ¿Qué?
- Ahora me repito yo. No lo sé.
- ¡Y dale! Datos, necesito datos.
- ¡Joder! ¡Que no lo sé!.
- Pues ya estás tardando en enterarte. Céntrate. Cierra y los ojos y respira. Datos. Sí, ya sabemos que es guapa. ¿Y qué? Ya estamos otra vez. No sabes acerca de qué quiere hablar contigo, y ya estás empezando a pensar en vuestro matrimonio, los niños y el perro.
- ¿El perro?
- Es una manera de hablar. Que no, cojones. Sabes el procedimiento: Conocer, valorar y...
- Y hostión. Sí, ya me lo conozco.
- Un intento, un fallo. Vale, cien por cien de cagadas, pero no me llores. Ya lo analizamos en su momento. ¿Qué pasó? Que no la conocías. ¿Dónde la cagaste? Dejando que la imagen mental que te habías creado acerca de ella ocupase el lugar de la persona real. El problema es que te enamoraste de alguien que no existía. Te dijo que no, punto . Ya lo hemos hablado y lo asumimos hace tiempo. Ahora no repitas el mismo error - Javi levanta la mano mentalmente para pedir turno de palabra - Quieeeto, que te veo venir - pero parece que no va a disponer de su turno de réplica - Vale, no sabemos si ella cometía el mismo error que tú, pero eso ahora es ya:..
- …
- Venga, que tú puedes:...
- ¿Irrelevante?
- Muy bien.
- Pero...
- ¿Se puede saber que te pasa? Ni peros ni... eso.
Los apenas cuatro metros que separan la cocina del salón se le habn hecho eternos con el incesante.
- Nada de echarle miraditas de refilón, que te caneo. Ni se te ocurra girarte.
Definitivamente, va a ser un tanto complicado hablar con ella si no quiere mirarle a la cara. A todo esto ¿De qué quería hablar ella?¿Se lo ha dicho? ¿Se le ha ocurrido preguntárselo?
- A todo esto ¿De qué querías que hablásemos? - decide tentar a la suerte.
- No sé... sólo necesito hablar con alguien - su ego se resiente un poco por la respuesta pero, por otro lado... No. No le ve el lado positivo.
- ¿Llevas mucho tiempo viviendo en el edificio?
- … - duda - No lo sé.
- Pues lo siento mucho, pero no se me ocurre una pregunta más sencilla para romper el hielo - eso, hazte el gracioso.
El silencio domina la escena. No uno de los que le gusta, sino uno incómodo. Sabe que le está mirando, pero no quiere girarse. Aún así, lo hace. En cuanto sus miradas se cruzan, ella rompe a llorar. Su primer acto reflejo es abrazarla y decirle alguna frase hecha, genérica y tramposa. Mentirle para intentar que ella se sienta mejor y se calme, pero también para dejar de sentirse tan mal por el mero hecho de existir en ese momento y lugar concretos del tiempo y el espacio. Mentalmente busca referencias. Convertirse en el reflejo de lo que siempre ha visto en las películas. Pero duda. ¿Haciendo eso sería él, o sólo alguien más imitando un comportamiento ajeno?
Le cuesta todas sus reservas de voluntad el contenerse, pero no puede evitar que su corazón se acelere. No puede apartar la mirada de ella. En su interior, el dolor ante esta infinita impotencia se le hace inaguantable. Quiere rozar su mejilla y secar sus lágrimas, acabar con quien sea que le haya causado tanto dolor. Es algo ajena a su aspecto. No era sólo guapa, es ...
- Eso no lo sabes.
- Déjame en paz.
Se abalanza sobre él y lo abraza como desesperada.
- No sé quién soy. No sé qué hago o cuánto llevo aquí. Sólo camino, me muevo y respiro, pero no me siento ni una persona.
Suena el timbre. Lo ignora. Suena de nuevo. Lo vuelve a ignorar. Escucha como alguien parece estar echando la puerta abajo. Le da igual. Resulta que lo consiguen y, poco después, cuatro tipos llegan hasta el salón.
Muy bien, igual a esto sí que tiene que prestarle un poco de atención atención.

- Qué bonito. Míralos a los dos, ahí abrazaditos - estos tipos le suenan de algo, pero no es capaz de ubicarlos.
- ¿Habéis vuelto a colocar? - no es una pregunta especialmente brillante, pero es un comienzo - Empieza a entrar corriente.
- No, creo que se nos ha pasado aquí, el amigo este, que tenía prisa - señala a alguien que parece el hermano hormonado de Akenatón - Pero bueno, dada nuestra misión, voy a ahorrarme las presentaciones y voy directo al turrón. Hemos venido a matarte.
- Mi blog es malo, pero esto me parece excesivo. Aunque, mirándolo por otro lado, acabo de descubrir que tengo cuatro lectores. Supongo que podré morir feliz.
- No vas muy desencaminado.
- Me dejaréis escribir una última entrada antes de morir - siempre se ha preguntado cómo reaccionaría ante una situación de vida o muerte. La verdad es que parece que se lo está tomando bastante bien. Muy bien, seguramente sólo vienen a robarle pero, aún así, esto se le hace demasiado serio como para estar tomándoselo con tanta tibieza - Ahora que sé que tengo “fans”, supongo que os debo una entrada de despedida.
- Eres la viva imagen de la expresión “el ignorante vive feliz” Menos mal que estoy yo aquí para sacarte de tu ignorancia.
- Ilumíname, oh sabio - a ver, la katana la tengo en mi habitación, así que no es una opción. Como le pongan una mano encima a la chica, estos no salen enteros de aquí.
- Por todos los... - curioso, parece que se está cabreando ¿esto es bueno o malo? - Eres igual de irritante como persona que como demiurgo.
- ¡Toma ya!¡Demiurgo! Cómo se nota que alguien ha sacado partido a sus estudios.
- ¡Ya está bien! Venga, pégale un tiro de una vez - saca una pistola y se la entrega a uno de sus acompañantes. Un individuo que le resulta tremendamente familiar. Está convencido de que se parece mucho a alguien que conoce.
- ¿Vais en serio? - pregunta estúpida, todos los datos parecen indicar que sí que van en serio - ¡Joder!, vamos a hablarlo. ¿Qué os he hecho?
- Que qué nos has hecho. Tú, nos has hecho.
- ¿Un poquito más de concreción? - ¿de verdad crees que es buena idea seguir con las gracietas? - ¿Por favor? - hombre, dónde va a parar. Eso lo arregla todo.
- Somos creaciones tuyas.
- ¿Perdón?
- Si lo miras desde un cierto ángulo (y con un poquito de ironía), tú solito te has buscado esto.
- Creo que me he perdido algún capítulo de esta serie.
- Voy a intentar explicártelo con caramelos. Somos personajes de tus relatos. Esa gente a la que te dedicas a putear. A hacer “dramáticamente interesantes”. A quienes usas como elementos reciclables una y otra vez para plasmar tus neuras y tu sentido de la “épica” y la “tragedia”
- Venga. Estáis de coña.
- Es... verdad - la chica se levanta mirándole horrorizada.
- ¿Qué? No, venga ya - síp, esto se asemeja más a la brillante verborrea que creía que desplegaría ante una situación como esta.
- Eres tú. ¡Tú me has hecho esto!
- Venga - hala, otro venga en dos frases. Céntrate, piensa, busca algo un poco más útil que preocuparte en tu limitado repertorio de expresiones genéricas - No puedes tragarte este cuento - obviamente, puede. Quiere poner la alerta de posible pirada, pero no es capaz. Esos ojos desprenden un dolor atroz. Un dolor de... de esos que le gusta para sus personajes.
- ¿Sabes por todo lo que me has hecho pasar?
- Venga - y van tres - Esto no tiene sentido.
- ¿Sabes cuántas veces me ha asesinado quien más quiero?¿Sabes cuántas veces he tenido que mirarle a los ojos y perdonarle porque, muy en el fondo, sabía que no era culpa suya?¿Sabes cuánto he podido llegar a odiarte durante todos los incontables eones de dolor y agonía que he has pasar? - no sabe si es el miedo ante una muerte casi cierta, o la convicción y el sufrimiento con el que le arroja estas palabras, pero le cree. Esto no tiene ningún sentido, pero le cree. Además, parecía que su voz interna se ha largado, así que no tiene quién le ancle al mundo de los cuerdos.
- Te cedo el honor - Deux Ex le entrega la pistola a Ella.
- Pero yo no os he hecho nada. Yo sólo escribo historias. Vosotros sois personas reales. Yo no puedo crear a personas reales. Además - se le ocurre una idea desesperada ideal para la situación - Mis personajes, mis protagonistas, jamas matarían a alguien así, a sangre fría. Si lo sois, eso tenéis que saberlo. No matan por venganza - hace memoria. No, cree que nunca había escrito a ningún personaje así, demasiado “fácil”... aunque igual está ignorando deliberadamente a alguno que otro - Si me matáis, estaréis demostrando que todo lo que decís es mentira.

Ella mira a Javi, muy bien, al Javi del Microverso. No median una palabra, pero parece que hay u reconocimiento mutuo. Le mira como le gustaría que le hubiesen mirado a él. Parece que hablan sin emitir un solo sonido. Es verdad (se pregunta si ya ha usado este recurso con anterioridad pero no tiene la cabeza como para pensar en según qué cosas). No pueden matarle. En el fondo tampoco es culpa suya. Él sólo contaba la vida de unos personajes que no existían. No podía imaginar que pudiesen llegar a tener sentimientos reales.

- Está visto que aquí tengo que hacerlo yo todo - Deux Ex le arrebata la pistola - Pero bueno, a todo se acostumbra uno.
- ¿Y por qué no se te aplica el razonamiento de antes a ti?
- Porque yo no soy un personaje “normal”. Yo soy el recurso que utilizas y desprecias. La justificación que das para que las cosas sucedan. Soy el barniz que une tus historias y que luego ignoras mientras te dedicas a pisotearlo como si no estuviese por ahí. Soy lo único que podría salvar ahora tu triste vida de mierda. Pero no me da la gana. No me caes bien.
Dispara a Javi a la cabeza, matándolo en el acto.

Silencio y pánico.

- ¿Se puede saber que has hecho? - Javi sale del estado pseudo catatónico en el que se encontraba.
- ¿No es obvio? Lo he matado.
- Serás... - se abalanza sobre Deux Ex, pero él ya no está allí.
- ¿Ya está? ¿Se acabó?
- Eso me temo - Tipo Listo también parece recobrar la lucidez.
- Y ahora... ¿qué?
- Ahora... esto - más allá de la ventana se ven desaparecer los edificios y el mismo aire - la nada - no queda luz ni oscuridad, entropía u orden. Nada que pueda ser percibido.
- No, venga, no me jodas. Este tío podía ser el autor de nuestro mundo. La cagamos y desaparecemos, pero no tiene por que pagarlo este el mundo. No es dios.
- Mucho me temo que el mundo en el que estamos hace mucho que dejó de existir. Sólo era un mundo real... entre comillas.
- Que no, hombre. Que no hemos podido causar el apocalipsis.
- Si esa es tu preocupación, olvídala. No es el juicio final. Nadie va a decidir nuestro destino, porque pronto no quedará ningún lugar al que ir.
- No sabes cuánto me tranquiliza eso.
- Pero sigo sin verle el sentido - ahora es Ella quien habla - ¿Por qué iba a destruirlo todo con su muerte? Él no era así.
- Él no lo está destruyendo nada. La realidad, simplemente, no puede mantenerse sin su ayuda.
- Entonces... nos hemos cargado a Dios. Así, con mayúsculas.
- Es una manera de verlo, pero no creo que la comparación le hubiese halagado.
- No tenemos nada mejor que hacer antes de que se acabe el mundo. Así que te puedes ahorrar las vaguedades y explicarlo de una vez.
- De acuerdo - Tipo Listo toma aliento - Javi, el Javi que está muerto en el suelo, era quien mantenía el universo en funcionamiento, pero no siempre fue así. Al nacer sólo fue una mota más en el tiempo y el espacio.
- No te pongas poético. Al grano.
- No sé si nació así, o si su capacidad para hacer realidad sus ideas le vino más adelante. El hecho es que era capaz de hacer cualquier cosa, sólo que no lo sabía.
Cada noche creaba universos nuevos que duraban tanto como su sueño y se desvanecían al amanecer.
- ¿Qué hemos dicho de ponerse líricos?
- Perdona, supongo que es algo heredado.
Con el tiempo comenzó a crear universos complejos y duraderos. Por lo general, todos ellos partían de una idea sencilla que desarrollaba con más o menos suerte, y el problema surgió allí. Porque surgieron las dudas, las inseguridades y, para qué ocultarlo ya, la pereza.
Había ocasiones en las que no daba con la “tecla” necesaria para que sus mundos fuesen consistentes y coherentes. Ideas que no eran los suficientemente buenas como para sustentar esos universos pero que, en lugar de ser desechadas o pulidas, se parcheaban de mala manera. En lugar de comprender cómo funcionaban aquellos mundos, de aceptar que había cosas que no debían o necesitaban ser explicadas, recurría a justificaciones que sabía que no eran validas, pero que trataba de ocultar bajo capas de palabrería y jerga inútil o, con un simple “por que mola”. Pero, por mucho que tratase de ocultárselo a los demás, el sabía que estaban allí.
- Tío, se acerca el fin del mundo. Un poco de prisa.
- Que sí, que sí, que ya va.
Cada vez usaba más las excusas, el “Deus Ex Machina” y cada vez se enfadaba más consigo mismo por no ser capaz de “crear” sin utilizarlo. Por hacer que los personajes actuaran contra natura con el único objetivo de alcanzar “el momento” que había dado origen a aquellos mundos.

Así llegamos al momento en el que la cosa se descontroló El momento en el que comenzó a soñar con “este” mundo. En cómo podría ser cómo sería su versión “perfecta” del mundo real. El simple hecho de saber que él no sería capaz de crearlo (ya que él era imperfecto) no le impidió fantasear y, con cada nueva fantasía, el mundo cambiaba de acuerdo a sus designios, aunque el no era consciente de ello.
Cada día despertaba en un mundo distinto. En una versión un poco diferente del mismo mundo...
- No me jodas que esto era lo mejor que podía hacer - Javi mira el apartamento con un deje de... desaprobación.
- Oh, no. Él podía hacer cualquier cosa, pero se negaba a sí mismo una posición mejor. No quería hacer que los demás se comportasen de una manera diferente a como realmente eran. No le parecía “justo” el aprovecharse de su “posición privilegiada”. Ni siquiera a nivel subconsciente se permitía esa clase de lujos.
- Me abuuurrooooo.
- Pero llegó lo que tenía que llegar. Javi se enamoró, y ella le dijo que no. Así que el mundo se fue a la mierda. Después de aquello sus sueños cambiaron. Ya no soñaba con mundos perfectos, sino que se dedicó a pensar en la nada. En la muerte. En el final de las cosas. Sus ensoñaciones se llenaron de cataclismos y estrellas que se apagaban. Noche tras noche destruía el universo y cada mañana seguía ahí, pero sólo porque no sabía que lo había destruido. Su ignorancia era lo único que mantenía el curso de la existencia.
Ahora ya no está, y la realidad que él habría recreado le sigue en su último viaje. Se dice que el amor es una fuerza creadora (que lo es) pero también puede ser la causa de todo lo contrario.
- Así que la culpa de todo esto es que este tío era un llorón.
- Hombre, es una visión un tanto simplista.
- Claro, es un alma triste y poética - no puede ocultar un deje de sarcasmo.
- Cállate - Ella le pega una colleja.
- Así llegamos al punto en el que perdió el control... sobre aquello que ni siquiera sabía que era capaz. Primero vosotros tomasteis consciencia sobre vuestra propia naturaleza, y él os alentó a ello plasmando vuestras conversaciones.
Pero aquello tampoco pasaba de ser una anécdota. Sólo erais una gracia. Una herramienta para aclarar sus pensamiento. Cuando Deux Ex tomó consciencia de sí mismo y cuanto le odiaba, fue cuando todo comenzó a precipitarse.
Yo traté de avisar a Javi en sus sueños. Pero el paraje onírico es un lugar muy inestable, por no decir una porquería para los intentos comunicativos.
Deux Ex, en un principio tenía miedo, no estaba seguro de poder acabar con su creador él mismo, así que trató de utilizar a Javi contra si mismo. Por eso fue al Microverso para tratar de “reclutarte”. Tú no dejas de ser una proyección de Javi en aquel lugar, por lo que estabas más cercano que nadie a su misma naturaleza.
- Cuanto honor.
- Sí alguien podía superar la barrera que separaba los mundos sin un apoyo expreso del “autor”, ese eras tú.
- Pues fui el último en llegar aquí, así que ya me dirás.
- A ver, para cuando Deux Ex fue capaz de asumir su papel, vosotros ya llevabais una temporada larga dando vueltas por allí. Además, adaptarse a según que cosas cuenta un tiempo.

Cuando lo vi ponerse en movimiento, también comencé a mover mis piezas, y envié a Tipo Duro hasta este mundo. Pero aquello le enseñó el camino a Deux Ex.
- Vaya Tipo Listo de los cojones.
- No es tan sencillo. La esencia de Deux Ex consiste en que él es capaz de lograr cualquier cosa. Da igual lo inverosímil que sea. Es la justificación suprema. Así que, en mi defensa, diré que lo hice lo mejor que pude.
Por desgracia, cuando Deux Ex llegó al mundo real, metió a Tipo Duro en una situación de la que salió, digamos... “quemado”
- Eso, tú ríete.
- Y, además, para echar más sal en la herida, le salvó. Para terminar la faena, también me arrancó a mi del plano de las abstracciones para que pudiese ver más de cerca su “obra magna”.
- Vaya cuadrilla de pringados con los que me han juntado.
- ¿Quieres dejar de hacerte el gallito? - la mirada de Ella se le clava con dureza.
- Lo siento, es un mecanismo de defensa. Sigue.
- Entonces, a mí ¿quién me trajo?
- Mucho me temo que fue Deux Ex haciéndose pasar Javi. Aunque también está la posibilidad de que fuese el mismo Javo que acababa de tener una experiencia digamos... traumática. Aunque tengo mis dudas. Ya no soy todo lo que fui.
Tras años de mucho sufrir, llorar en silencio y todas esas cosas que se suelen hacer tras un desencanto amoroso, había encontrado una especie de “momento de paz”.
Ya está superado, se dijo, ahora puedo hacer vida normal. Pero no podía estar seguro de aquello sin ponerse a prueba. Así que, inconscientemente, creó una situación que validase su afirmación. Una “prueba de estrés” para demostrarse que no se mentía a sí mismo.
El problema fue que su yo consciente no estaba preparado para una prueba de aquel calibre. Al final la superó, sí, pero no sin recibir (ni causar) daños. Una cosa era que lo hubiese “superado” y otra que quisiera estar solo. Ahí es donde entras tú... creo, o la brecha que le dio la oportunidad a Deux Ex para llegar hasta aquí.

Finalmente, yo logré traerte hasta aquí, Javi. Mi esperanza era justo la contraria que la de Deux Ex, que tú, al ser más cercano al autor, pudieses hacerle ver la verdad (y peligrosidad del asunto). Que adquiriese consciencia de su poder.
Lamentablemente, él nos encontró a nosotros antes, y nos convirtió en meros secundarios de “el plan”

Y aquí estamos, esperando el fin de todo. Vaya, que oportuno, comienzo a desvanecerme.

- Bueno, supongo que esto es el fin - Javi mira a Ella. Deux Ex le ha hecho recordar todas las ocasiones frustradas de ser feliz en sus vidas anteriores y paralelas.
- Al menos me queda el consuelo de que, esta vez, no eres tú quien me quita la vida - la dureza y el dolor han desaparecido de su mirada - Me alegro de que el final me llegue junto a ti.
- Yo no me alegro, pero... - no puede apartar la mirada de esos ojos que se desvanecrn ante él. La acerca para besarla, pero no llega a tiempo.
Típico.
Recuerda una conversación que había tenido con Javi. Cuando le acusó de que, mientras él no tuviese pareja, sus personajes jamás serían felices. Al final ha resultado que tenía razón.
Miró el cuerpo en el suelo.
- Pobre desgraciado. Con un poder ilimitado y no has podido evitar que la historia de tu vida acabe como el culo.

Javier Albizu

Macroverso XI Epílogo de una vida.

Macroverso XI Epílogo de una vida.
Flota en el centro de la (sus) creación(es).
Su mente es capaz de llegar hasta el último rincón del millón de universos que gravitan y se descomponen a su alrededor, pero no es capaz de ver nada. Ni siquiera es capaz de percibir su propio forma. Tampoco se pierde gran cosa.
- Muero - se dice - vaya mierda - este último hecho ya le fastidia algo más.
No sabe si en este segundo infinito pre/post-mortis, en este limbo mental, sus palabras tienen sonido. Ni siquiera sabe si han sido realmente palabras. Aquí no tiene cuerpo, no tiene pulmones ni cuerdas vocales. Nunca los ha tenido, pero es la primera vez que se plantea esta pregunta. Está tratando de evitar la pregunta que realmente importa.
- ¿Cuánto tiempo me queda? - trata de hablar de nuevo pero sigue sin escuchar palabras.
Esta muerte en concreto no estaba contemplada dentro del amplio abanico de las múltiples maneras de morir que ha imaginado a lo largo de su vida. Demasiado... convencional.
No, convencional no es el término que busca. Trillado, sí, ese es. Demasiado trillada.
Ya no hay voces en su cabeza, sólo quedan él y el narrador omnisciente. Siempre ha pensado que este momento de silencio sería uno de alivio pero ahora que ha llegado sabe que se equivocaba. Anota esta corrección a su larga lista mental de errores de apreciación y continúa con su análisis de la situación.
- Demiurgo - así le llamó Deux Ex, lo cierto es que la palabra le gusta - Vaya demiurgo de los cojones he resultado ser.
Muerto de un disparo, asesinado por una de sus creaciones, por una abstracción hecha carne, se pregunta si al menos habrá sido original en esto.
No quiere pensar en el resto de implicaciones, preferiría morir sin recriminaciones ni autoflagelaciones, pero no lo consigue. Apunta una nueva muesca en su libro. Para estas alturas, se dice, ya debe ser una enciclopedia completa.
- Esto ha sido un suicidio. Un suicidio conceptual. Se puede ser imbécil, y luego se puede ser como tú - ya no le quedan voces internas para martirizarse, voces que pueda fingir que no son la suya propia. Sólo queda él y no cabe escapatoria.
Suicidio. Ha pasado mucho tiempo desde que se planteó activamente el suicidio, pero estos momentos siempre han estado muy presentes en un sus procesos mentales. Quizás en un segundo plano, pero muy presentes.
Se recuerda mirando el vacío en forma de carretera bajo el puente que cruzaba mientras volvía a casa desde el colegio. Se recuerda sujetando el destornillador contra su estómago poco después de recibir las notas.
Trata de buscar algún chiste, distraer su atención de este momento con algún comentario ocurrente, pero no surge nada. Se muere y es por su propia culpa. Eso no tiene ninguna gracia.
- ¿Por qué ahora? - ¿por qué no saltó entonces, por qué no empujó el destornillador? - ¿Es esto lo que siempre he querido pero no me he atrevido a hacer conscientemente?.
No. Sabe que esta es una pregunta con trampa, pero siempre ha sido muy bueno haciéndose daño.
Este lugar se parece mucho a uno de los escenarios bajo los que ha imaginado el estar muerto. Más bien a la única opción que ha sido capaz de imaginar. La otra opción; La Nada, el no-después, la no-consciencia, la no-existencia, siempre ha sido algo que se ha escapado a su capacidad de visionar, lo cual no dejaba de tener sentido en sí mismo.
Encerrado consigo mismo, inmóvil e incapaz de relacionarse con lo que le rodea.
- Solo.
Soledad absoluta, soledad impuesta.
Habrá quien le llore, quien le eche de menos a él, pero sólo añorarán una parte suya. Porque sólo ha sido uno más. ¿Qué ha aportado él al mundo para que sea un lugar mejor?. Nada, sólo palabras, y no demasiado bien organizadas y estructuradas. Pensamientos difusos bajo mal expresados bajo la forma de grafos que nadie las echará de menos. La parte que más se ha esforzado por desarrollar, la que más compañía le ha hecho en sus momentos de autoimpuesta soledad, no habrá servido para nada. Desaparecerá junto con él sin despertar la más mínima emoción o reflexión. Nadie echará de menos al creador de historias. Nadie rebuscará entre sus anotaciones para saber de todos los proyectos que ha dejado inacabados, nadie sabrá de aquellos que ni siquiera comenzó a plasmar como palabras, y esto le enfada.
- Aún no es tarde, aún soy consciente de mi existencia. Aún puedo esforzarme más, hacerlo mejor.
Le invaden la sensación de rabia, y eso, se dice, está bien. Ya no tiene una voz que le diga "No te rindas, no te hundas, lucha" pero sabe que esa voz y ese sentimiento también eran parte de él.
No tiene párpados que cerrar para aislarse de lo que le rodea y concentrarse, así que los crea. Tras estos párpados crea unos ojos, y estos están contenidos en un cráneo unido a un cuerpo que se yergue.
Quiere gritar con sus pulmones renacidos, pero decide no hacerlo. No debe malgastar las fuerzas que tanto le ha costado obtener. Necesita meditar, pensar con detenimiento las acciones a tomar. Adopta una pose estoica y abre los ojos para tratar de contemplar/crear con ellos lo que le rodea, pero no tiene éxito.
Su mente nunca ha visto lo que crea. No conoce los lugares, sólo tiene sensaciones e intenciones; lo que desea transmitir con las palabras. Ahora ve que está realmente solo, no hay nadie, está rodeado de paisajes visualmente genéricos. Trata de forzar su mente pero, pese a que se niega a aceptarlo, sabe que no funciona de esa manera.
- Venga – se dice, y esta vez es capaz de escuchar las palabras – esfuérzate más, hazte más fuerte.
Saber algo nunca le ha impedido intentar lo contrario. Siempre hay una posibilidad de que esté equivocado de que no sepa, sino que sólo crea saber.
- La aceptación nunca ha sido lo tuyo - esas palabras no han surgido de él, esa voz no es la suya. Nota como una mano que se posa sobre su hombro.
- Siempre que sólo dependa de mi, no - se gira y lo ve - El autoengaño tampoco acostumbra a serlo.
- Cabezón.
- Pertinaz.
- Como prefieras.
- Sí.
- Y parece que estoy consiguiendo resultados... aunque no los esperados.
- Achácaselo a tu subconsciente - replica E. Un E falso, lo sabe, creado a partir de los recuerdos de su amigo muerto hace mucho - Lo sé, lo sé, ahora mismo debes estar en un estado curioso y, con toda probabilidad, esto estará sucediendo el el breve lapso que tardan tus sinapsis en desconectarse. Técnicamente estás inconsciente, así que nos encontramos en un terreno un tanto difuso en el que los conceptos de inconsciente y subconsciente pueden ser algo confusos, pero no creo que en estos momentos te apetezca hablar de semántica.
- Nunca fuiste de los de recalcar lo obvio, así que, obviamente, eres yo.
- Una parte de "yo" que adopta la forma de alguien a quien solías escuchar.
- Hasta que moriste.
- Hasta que morí, sí. Pero me alegra saber que algunos de mis consejos duraron algo más que mi vida.
- Saber que no eres tú no hace que me alegre menos de verte - un poco de autoengaño consciente no viene mal de vez en cuando.
- Y bien ¿qué vas a hacer?
- Morir, me temo, pero luchando.
- ¿Contra qué? ¿Durante cuánto tiempo?
- Contra lo que pueda, cuanto me sea posible.
- Eres consciente de que con esto sólo alargas tu agonía. De que no hay un enemigo. De que estás condenado a permanecer aquí, solo.
- Sí, pero lo inevitable no acostumbra a hacerme cambiar de idea, y la soledad ha sido la única mujer a la que he conocido carnalmente. Ya estoy hecho a estas cosas.
- Cuando sueltas frases como esa me entran ganas de golpearte.
- Llegas un poco tarde para eso.
- Te mientes, una y otra vez, y aquí estamos.
- ¿Vienes a decirme que me rinda?
- No, nunca te pediría eso, pero sí que te recomendaría que seas objetivo.
- La objetividad no es posible.
- Pero no por eso tienes que dejar de buscarla.
- Supongo que es cierto, pero no creo que te haya traído hasta aquí para decirme eso.
- ¿Para qué me has traído entonces?
- Supongo que para despedirme. En su momento no tuve la oportunidad.
- Es lo que tienen las enfermedades fulminantes.
- Supongo que... también para pedirte perdón por no mantener el contacto con tu familia, por no haber llegado a conocer a tu hijo.
- Mucho “supongo”. Demasiadas inseguridades que no lo son. Siempre has acostumbrado a “suponer” cuanto no te gustan las respuestas.
- No sólo cuando no me gustan, pero lo que dices es cierto.
- Supongo que... sé que también te he traído para darte las gracias. Gracias por conseguir que cambiase... aunque sólo fuera un poco.
- Eso suena a despedida de verdad.
- Sí, eso me temo.
- Tranquilo, no te voy a abrazar. Sé que eso tampoco es lo tuyo. Que, incluso aquí, incluso en esta situación, tienes una autoimagen que no eres capaz de romper.
- Por más que quiera.
- En estos temas nunca fuiste muy listo.
- Lo sé, ser listo tampoco ha sido nunca lo mío - ha hablado sobre él en pasado, pero no es el momento para corregirle... quizás porque sabe que esa corrección no tiene sentido.
- En ese caso, adiós.
- Adiós.

Solo de nuevo trata de recomponerse. Quiere gritarle al universo, a la misma muerte "Lanza tu mejor golpe", pero no lo hace. No serviría para nada. Es una estupidez.
Se acabó. Las luces se apagan, los personajes callan, el escenario desaparece tras el telón, pero no hay aplausos, no hay público.
- Muero - repite.
En la lejanía los soles se extinguen, ya no queda materia de la que alimentarse. Los universos se colapsan sobre sí mismos, las historias se desvanecen.
- Nunca pensé que sería así - dice mientras contempla el fin.
Trata de hacer memoria, de contener la destrucción, de viajar a alguna de sus creaciones, pero se encuentra solo en medio de la gran nada que lo consume todo. Su mente va quedando desierta de ideas y recuerdos.
- Muerte cerebral, supongo. Sí, tiene sentido.
Trata de mantener la pose estóica, de analizar la situación con frialdad, de frenar la ola devoradora, pero no se trata de algo sólido, de algo a lo que atacar o de lo que defenderse. Sólo quedan él, el narrador omnisciente... y la recriminación.
- Las pistas estaban ahí, tendría que haberlo visto venir - los malos recuerdos acostumbran a ser los últimos en desaparecer - Idiota, idiota, idiota - la rabia sigue ahí, pero la cordura que la contenía se va desvaneciendo. La ira se ha apoderado de todo.
Vuelve al puente, vuelve a estar sentado en su habitación con el destornillador. Un salto, un empujón y se habría ahorrado incontables momentos de dolor... y de lo demás. Pero lo demás ya no está ahí para darle fuerzas, para decirle que sí que mereció la pena vivir.
- Tendría que haberlo hecho entonces ¿por qué he esperado tanto?
Miedo, certeza, quizás esperanza. Ya no se acuerda.
- Supongo que ahora por fin sabré si tenía razón.
Se miente y eso es lo único que tiene claro. La nada no sabe, la nada no es.
Ya no quedan imágenes, ni siquiera la percepción mental de su propia forma. No quedan lugares a los que moverse ni un cuerpo con el que hacerlo. Sólo conserva fragmentos dispersos de lo que más teme, aprecia y aborrece de sí mismo; su mente.
- Así no.
Con sus últimas reservas de orgullo se convierte en un gigante que lanza puñetazos al vacío, pero esta vez no depende sólo de él.
- ¡VAMOS! - ahora sí, quiere gritar - ¡VEN Y LUCHA! - pero ya no surge ninguna voz.
Las palabras carecen de nuevo de sonido pero siguen ahí con sus significados. También puede sentir como vuelven rápidamente las sensaciones de pánico e indefensión que tanto detesta. Poco a poco, incluso la rabia desaparece. Se esfuma junto a los malos recuerdos, la recriminación y él.
Al final sólo queda el narrador, pero ya no hay una historia que contar.

Javier Albizu

Proyecto Atlantis

Proyecto Atlantis
Estimado señor lector:
Esto es una carta de presentación, y como buena carta de presentación que es, la utilizaré para presentar lo que viene a continuación

¿Qué es Proyecto: Atlantis?
Una serie de trece relatos cortos (muy cortos) ambientados en un (otro) futuro lejano.
Estos relatos son autocontenidos y (confío que) comprensibles cada uno de ellos por si mismo, pese a que, una vez leídos todos (en el orden que se desee), sirven para dar la visión de una historia que los une a todos, a la vez que permite hacerse un esbozo de este universo ficticio en el que están ubicados.

Asimismo, también sirven como prólogo de la historia que sugieren sus páginas (vale, igual esto es un poco vago, pero no te voy a dar todo el trabajo hecho para que luego pases de leer los relatos)

Hablando en términos de “género”, si bien es cierto que se podía englobar dentro de la ciencia ficción, todos ellos están impregnados de un, en ocasiones, (espero que) sano sentido del humor (y en otras con otro quizás no tan sano) así como de ciertos (y muy leves, en serio, no huyas tan rápido) toques filosóficos.

Para aquellos que no os guste leer en la pantalla del ordenador, podéis descargar todos los relatos juntos en formato epub aquí
Y en un PDF aquí

Javier Albizu

El ermitaño

El ermitaño
- Se acerca una nave.
La dulce voz de Mya despertó a Abner. Una vez más se había quedado dormido en el sillón de la sala de control. La habitación podía parecer pequeña para los estándares, con todas sus funciones automatizadas y preparadas para ser controladas por una única persona, pero tras sus paredes se encontraba oculta una maquinaria muy superior a la que se utilizaba para dirigir los grandes cruceros.
- ¿Trayectoria? – Abner hacía un esfuerzo por enfocar sus ojos, y convertir la neblina que aparecía ante ellos en algo similar a las imágenes que sabía que Mya estaría proyectando frente a él.
- Parece que se dirige hacia el planeta.
Aquello logró que Abner terminase de reaccionar. No había nada en aquel planeta que mereciese la atención de nadie (salvo que quisiera esconderse). Retiró las legañas de sus ojos con urgencia, e incorporó el respaldo del sillón. Su diario cayó al suelo por la brusquedad del movimiento. Ya lo recogería más adelante.
Centró su atención en las imágenes que tenía ante él. Mientras una de las proyecciones mostraba las grabaciones del satélite y otra le mostraba la trayectoria que había tomado la nave extraña, así como el punto en el que había sido localizada, en una tercera se le mostraban los posibles puntos de procedencia, y la cuarta detallaba el proceso de búsqueda en los sectores cercanos de alguna nave mayor de la que hubiese podido partir.
- ¿Sabes si ha detectado alguno de nuestros satélites?
- Las probabilidades son inferiores a un diez por ciento – respondió Mya – Escasas, aunque la posibilidad no es completamente descartable.
- Activa el camuflaje óptico. Trata de mostrarme una imagen más nítida de la nave. Quiero saber de qué clase es.
En la primera proyección aparecía la imagen ampliada de la nave, cuyo morro alcanzaba la incandescencia por la reentrada en la atmósfera del planeta.
- ¿Ha realizado alguna transmisión?
- Ninguna que hayamos detectado.
- Es muy rápida. Ninguna de las naves que recuerdo habría hecho este recorrido a esa velocidad.
- Eso es porque hace setenta años que abandonaste la civilización – Una nueva voz femenina hizo que Abner girase su asiento hacia la puerta. Amy se encontraba apoyada en el marco de la entrada. Sus inconfundibles curvas se le mostraban perfiladas por la luz del pasillo. Mientras entraba en la habitación, sus labios mostraban su inseparable mueca sarcástica.
- Hola, Amy. Para pesar casi dos toneladas, eres un androide muy sigiloso.
- Tú sí que sabes halagar a una mujer.
- Eres un androide. No necesitas que te halaguen.
- Tampoco necesito esas miradas – Maldición, la estaba mirando otra vez “así”.
- Se acerca hacia nuestro emplazamiento – La voz de Mya intervino nuevamente, salvando a Abner de una nueva conversación que, con toda probabilidad, acabaría con él humillado y enfadado consigo mismo – Sus radares se han activado. Hay un ochenta por ciento de probabilidades de que hayamos sido descubiertos. Tiempo de llegada estimado, diez se…
- ¡Activa el pulso! – Eso sí que era un rescate en toda regla.
Las luces de la habitación se apagaron, y un silencio tenso se apoderó del lugar. Abner comenzó a respirar de manera pesada mientras esperaba a que se reestableciese la energía en la nave. Aquellos segundos se le estaban haciendo interminables.
Poco a poco su respiración se fue normalizando, y entonces se dio cuenta del silencio. Un silencio auténtico. Sin el leve zumbido de las máquinas tras las paredes, sin las voces de sus acompañantes artificiales.
Comenzó a moverse en la oscuridad, y su pie golpeó algo. Era su diario. Se agachó y tanteó el suelo tratando de dar con él. Muchas personas de los mundos “civilizados” no sabrían que era aquel “artefacto”. El papel era algo que había caído en desuso siglos antes de que él naciera, pero el momento en el que lo “descubrió” había cambiado su vida. Aquel tacto, y todo lo que transmitía, era algo que nunca había encontrado en el mundo tecnificado.
Invadido por una oleada de nostalgia, Abner se volvió hacia Amy. Allí, inmóvil, parecía un recuerdo hecho realidad de la mujer que le había inspirado a crearla. Casi de manera inconsciente, su mano se acercó para tocarla.
- Viejo estúpido – se detuvo pesaroso – No es ella.
El rugido del metal sin control sonó sobre su cabeza devolviéndole a la realidad. A continuación se escuchó el estruendo provocado por la colisión de la nave visitante. Instantes después se restableció la energía en la nave. El momento mágico ya había pasado.
El cercano impacto agitó toda la nave. Abner perdió el equilibrio, yendo a parar a los pies de Amy, que permanecía inmóvil.
- Como odio que hagas eso – dijo Amy, mientras el pequeño fulgor que desprendían sus ojos volvía a ellos. Entonces pareció fijarse en la situación en la que se encontraba Abner – ¡Esas manos…! – No podía evitar aquella clase de comentarios, él la había programado para ello.
- Mya ¿Has podido detectar si ha saltado alguien de la nave? – Abner trató de ignorar el comentario de Amy y lo que había estado a punto de hacer ocupando su mente en asuntos más urgentes.
- No he detectado nada. Aunque cabe la posibilidad de que haya sucedido entre mí desconexión y vuelta a la funcionalidad.
- ¿Distancia a la que se ha estrellado la nave?
- Cuatrocientos setenta y dos metros.
- ¿Temperatura exterior?
- Cuarenta y dos grados. No lloverá hasta dentro de cuatro horas.
- De acuerdo – Abner reflexionó durante unos momentos – Mya, asegúrate de que mi traje climatizado funciona correctamente. Amy prepárate, vamos a salir.

-Vamos allá.
La compuerta superior de la Raiyel se abrió dejando salir el pequeño deslizador. Abner mantenía la mirada fija en el rastro que había dejado la nave tras su impacto. No deseaba hablar. No quería darle a Amy más munición que utilizar contra él.
- Para esta distancia, podríamos haber ido caminando – Aunque a ella no le hacía falta mucho para lograr molestarle. Era una auténtica maestra en ese terreno.
Apenas tardaron un minuto en situarse sobre la nave caída. Su morro se había incrustado casi veinte metros en el suelo, formando ante ella una gran barrera de tierra. A pesar de lo brusco del choque el fuselaje parecía intacto.

Tras comprobar los índices de radiación Amy posó suavemente el deslizador tras la nave. Abner y Amy abandonaron su interior con precaución. La jungla había enmudecido y la ausencia de viento provocaba que las hojas estuvieran fantasmalmente quietas. De la parte delantera de la nave continuaba saliendo humo, y el suelo de la parte final del surco se había cristalizado.
- Abner, he encontrado la entrada. Está abierta.
- ¿Alguna huella?
- Por la zona cristalizada es imposible averiguarlo. Pero quizás por los alrededores…
- No importa. Entremos.
- Como quieras. Tú eres el genio.
- Cállate y mira por ese lado – Al menos así estaría tranquilo un rato.
Ambos se introdujeron en la nave con cautela, tratando de causar el menor ruido posible. De no haber sido por el ruido de sus pisadas, el silencio que reinaba en aquella nave le habría recordado a Abner el momento que había experimentado una hora antes.
Las puertas de todos los compartimentos se encontraban abiertas. La colisión había desperdigado por todas partes el contenido de armarios y cajones. Al ver las imágenes de su acercamiento, Abner había deducido que era demasiado grande como para ser un monoplaza. Una vez en su interior, sus impresiones se vieron reforzadas. De cualquier manera, pese a que parecía tener la autonomía suficiente como para realizar viajes largos, todo parecía indicar que había traído un único pasajero.
- Buenos días – una nueva voz detuvo la búsqueda. Abner se volvió para contemplar a su interlocutor, aunque lo primero que atrajo su atención fue la pistola que llevaba en su mano derecha.
- Una manera extraña de saludar – Abner trató de parecer confiado.
- Yo podría decir lo mismo – le replicó el hombre armado – Abner Biuler, supongo.
- Vaya, parece que mi fama me precede. ¿Con quién tengo la desgracia de hablar?
- Puedes llamarme Jenkins.
- Muy bien, Jenkins. Creo que el arma es innecesaria.
- Es posible, pero soy un hombre precavido.
- Sólo soy un pobre anciano.
- Muy anciano por lo que he oído.
- Por favor. Seamos civilizados.
- No soy yo el que vive aislado.
- Entonces tendrá que ser por las malas.
- No tengo ningún problema al respecto.
- ¿No te parece esta una situación un tanto tópica?
- No sé si te sigo.
- El bueno y el malo. El malo en posición de superioridad obvia. Parece sacada de la mente de algún escritor de segunda en horas bajas.
- No hace falta que sigas – le interrumpió Jenkins – Me han informado sobre ti. Que tratarías de confundirme. Para ser alguien a quien mis jefes, y parece que tú también, tienen en tan alta estima, esto es un tanto decepcionante.
- Déjame continuar – Aquello parecía que iba a ser algo fácil – Al fin y al cabo soy un genio. Déjame un poco de tiempo y te enseñaré alguna que otra cosa que desconoces.
- Como desees – El aire condescendiente que estaba tomando Jenkins hacía aquello aún más dulce.
- Como te decía – reanudó su monólogo Abner – Ambos sabemos que la situación es la típica en la que sucede algo “inesperado” – gesticuló usando las manos para dar mas énfasis a la palabra – y entonces, el bueno, o sea, yo, te desarma, cambiando con ello las tornas de toda la situación.
- Si esta fuera una, como tú lo has llamado, historia barata, no dudo de que esa sería la manera más fácil que tendría el escritor para sacar a su protagonista de una situación complicada. Pero ambos sabemos que eso es algo altamente improbable. De todas formas, y siguiendo tu mismo juego, quizás sea yo el protagonista.
Mientras Jenkins finalizaba su respuesta, Abner, moviéndose a una velocidad inusitada para alguien de su edad, se acercó hasta él propiciándole un golpe seco y preciso en su muñeca derecha.
Acto seguido, mientras la mano dolorida de Abner le daba cuenta del error que había cometido, Jenkins, con su mano libre, agarró al anciano. Tras un rápido movimiento de su rival, Abner se encontró a sí mismo indefenso y en el suelo.
- ¡Maldito bastardo! – se quejó – ¡Así que lo han hecho!
- ¿El qué han hecho? – le replicó Jenkins, con expresión de exagerada y falsa sorpresa.
- Un maldito hombre potenciado – respondió Abner más para sí mismo que para su interlocutor.
- No han “hecho” nada. ¿Quién ha hecho algo? Yo no he visto a nadie hacer nada. Ni yo, ni la sección de Mycroft Corp para la que trabajo “existimos”. Si existiéramos, habríamos violado unas cuantas leyes del Conglomerado, y ambos sabemos que Mycroft Corp es una corporación muy respetuosa con la ley.
- Lo que me faltaba – suspiró Abner – Un matón que se cree gracioso.
- Y bien, anciano. ¿Dónde esta tu acción “inesperada”?
- Cierto – le respondió Abner – Casi se me había olvidado.
- Sigo esperando – continuó Jenkins con aire de suficiencia.
- Gracias por recordármelo.
- Sigue sin pasar nadaaaa.
- ¿Amy?
La figura de Amy apareció detrás de Jenkins sin darle tiempo a reaccionar. Casi con expresión ausente, aplasto el arma, así como la mano que la sujetaba, con una sola de las suyas. Jenkins no tardó en reaccionar y le propinó un fuerte golpe con su mano izquierda mientras se daba la vuelta. Sólo obtuvo un fuerte ruido de metal chocando contra metal.
- ¡No eres una mujer! – La sorpresa de Jenkins era patente.
- Sí, eso, tú encima restriégamelo – Amy fingía ofensa mientras sujetaba el brazo izquierdo de Jenkins con su mano libre – Como si me hubiera costado poco tiempo el superarlo.
- ¡Has construido un robot humanoide! – Continuó Jenkins aún sin aceptar su situación – ¡Se decía que solo los Harakani tenían algo similar, pero sólo era un rumor!
- Tú no le des coba – dijo Amy – Ya se lo tiene bastante creído él solo, como para que vengas tú a hincharle el ego.
- ¿Para qué crees que me quieren tus jefes, listillo? – Abner se sumó a la conversación – ¿A qué crees que sustituyes tú? “No, nunca usaríamos tus descubrimientos en el campo militar”. Por supuesto, como soy estúpido, nunca llegaría a imaginar que los corporativos me iban a mentir. Hay muchos despojos como tú deseosos de mutilarse para ser mejores o más longevos.
- Claro – Maldición, se lo había puesto demasiado fácil a Amy – Por supuesto, no tiene nada que ver con atiborrarse de sustancias no probadas para envejecer más despacio.
- Amy – dijo Abner en tono resignado – Recuérdame que mire tus rutinas de sarcasmo cuando tenga un momento. Ahora, ¿quieres hacer el favor de dejar inconsciente a este tipo? Le patearía yo mismo los huevos, pero seguro que también está castrado, y acabaría haciéndome yo más daño que él. Por favor, patéale por mí.
- ¿Está programada para hacer daño a los humanos? – Jenkins aún no acababa de asumir la situación – Eso viola las leyes de la robótica.
- Cuando vuelvas a Vashul, manda a alguien para que me detenga.
Amy fue rápida, y relativamente piadosa con el pobre Jenkins. Tras dejarle inconsciente revisaron los bancos de memoria de la nave y sabotearon todos los sistemas salvo los de comunicación. Cuando se iban, Jenkins aún no había recuperado la consciencia.
- Mya – dijo una vez de vuelta en la sala de mandos de la Raiyel – Sácanos de este planeta.
- Destino – preguntó la voz de Mya. En aquel momento ya no le sonaba tan dulce.
- No tengo ni idea. Tú sólo sácanos de aquí.

Javier Albizu

El observador

El observador
- Y decían que estaba loco – se dijo para sí mismo eufórico – Ya estoy viendo los titulares en todos los informativos: “William H. Kirk llega donde el hombre no ha llegado jamás y nos muestra a los harakani. El rostro tras el mito”.

Ellos habían estado ahí mucho antes de que el hombre llegase al espacio. Primero habían sido descubiertas las ruinas de sus antiguas colonias: Restos de edificios antaño colosales, devastados por el tiempo, la climatología, y la larga guerra que mantuvieron contra los desaparecidos namul.
Durante siglos los científicos e historiadores de la galaxia se preguntaron por su apariencia, pues no se había encontrado obra artística alguna perteneciente a ninguna de las dos razas. Durante este tiempo se dio por hecho su completa desaparición. Se barajaron cientos de posibilidades, entre las que se incluía su exterminio durante una posible guerra fratricida (en aquel momento nada se sabía de los namul), o bien una plaga que hubiera acabado con toda la especie.
Surgían leyendas que los describían como criaturas etéreas. Seres que siempre habían estado “ahí”, guiando los pasos de la raza humana desde el alba de los tiempos. Por todas partes aparecían “iluminados” que afirmaban haberse comunicado con ellos.
Las sectas pseudo-religiosas florecían con facilidad en aquellos tiempos, pues la gente volvía a estar deseosa de nuevos guías. El espacio abría nuevos horizontes, y siempre ha habido y habrá personas dispuestas a aprovecharse de las necesidades espirituales recién nacidas.

Los emisarios de los harakani no se mostrarían hasta mucho tiempo después.

Su primera nave apareció sobre Ramasu, creando una mezcla de pánico y expectación. Se había encontrado vida inteligente en otros planetas, pero ésta, salvo en el caso de los nyali, rara vez había alcanzado un nivel tecnológico similar al humano.
Aquella nave era algo completamente desconocido, tanto en diseño como en tecnología. Se materializó aparentemente de la nada sobre el espacio del planeta, sin que las estaciones orbitales que lo rodeaban la hubieran siquiera detectado.
Para sorpresa de las autoridades, no sólo hubo respuesta a los mensajes enviados por radio en todos los idiomas conocidos, sino que esta respuesta fue hecha en lexú, la lengua que se había creado como puente de unión entre las distintas especies.

La llegada de la lanzadera harakani a la isla neutral de Nueva Sapiens, lugar elegido por los dirigentes de las potencias del planeta como punto neutral para aquel primer contacto, congregó a millones de personas. Desde autoridades políticas, hasta grandes pensadores de las nuevas filosofías. Desde los omnipresentes periodistas, hasta los inevitables nuevos iluminados.
Todos ellos sin excepción fueron atrapados por un infantil sentimiento de decepción cuando de la lanzadera sólo descendieron tres androides de aspecto humanoide. Así pues, ni en aquel momento, ni hasta la fecha, miembro alguno de las razas inteligentes del universo conocido ha visto personalmente a uno de los harakani.
Por supuesto, aquel evento creó nuevos mitos. Los había que decían que eran criaturas gaseosas, y que los androides eran realmente un traje de contención. Los había que decían que bajo aquellas carcasas se escondían los cerebros de aquellas criaturas, y los había que decían que ellos mismos eran los androides, pues nunca se había visto una creación artificial tan sofisticada.

El nerviosismo recorrió la espina dorsal de Kirk (así como su estomago). Había colocado sensores en todas las saqueadas ruinas harakani conocidas, con la pobre y vana esperanza de que algún día volvieran a ellas.
Durante años sólo recibió falsas señales provocadas por nuevos saqueadores, y alguna que otra peregrinación de los adoradores de los llamados “Arquitectos de las estrellas”.

- Lo cierto es que los nuevos religiosos son igual de pomposos que los de la antigüedad - se decía para si mismo Kirk, ateo convencido, cada vez que tenía que volver a reajustar los sensores.

Pero la espera por fin había sido exitosa.

- El planeta: Hache cinco cuatro ocho siete - comenzó a grabar – sólo a los planetas habitados por el hombre se preocupan de darles nombres “molones”, aunque los acólitos lo llaman “Amanecer del conocimiento”. De todas formas, sólo son religiosos, así que, ¿a quien le importa como llamen ellos a cualquier cosa?
- Mierda – se interrumpió – Yo y mi bocaza. Ahora tendré que empezar de nuevo. Menos mal que acababa de comenzar.
- El planeta: Hache cinco cuatro ocho siete – comenzó de nuevo – Fecha: veinticinco de soún del cuatro mil seiscientos cincuenta y cuatro D.P.C.
Me encuentro delante de las ruinas harakani, unas ruinas que todos ustedes habrán contemplado más de una vez, ya sea en nuestro noticiarios o en las postales y carteles de agencias turísticas. Pero tras de mí se encuentra algo que jamás ha contemplado el ojo humano.
Kirk se giró, e hizo que su cámara remota le siguiera en su giro, para grabar, en toda su magnificencia, la gran nave que flotaba a treinta metros del suelo tras de él.
- Quizás no lo puedan apreciar debido al tamaño de sus pantallas – comenzó a describir – pero debe medir más de kilómetro y medio. A pesar de la gran resolución de nuestras cámaras Sayon LX-8400, la mejor actualmente en el mercado, la imagen parece fluctuar, pero les transmito lo que están contemplando mis ojos.
Su contorno parece difuso, pero yo diría que su forma recuerda a una estrella de cinco puntas, aunque no todas las puntas parecen estar situadas a la misma altura. No se ven aperturas ni ventanales en las secciones que tengo ante mí, pero sí que se pueden observar desniveles por toda su superficie. Su color fluctúa entre el marrón y un verde similar al del fondo marino.
No se observan por ningún lado toberas, reactores o algún modo de propulsión conocido, así como tampoco puedo adivinar si está equipado con alguna clase de armamento.
Una visión abrumadora, ¿no es así? Pero no es ésta la principal razón por la que nos encontramos hoy aquí - volvió a girarse, haciendo que la cámara apuntara esta vez hacia el suelo - Esto que pueden observar, este pequeño sendero hecho sobre la arena, es muy posible que sea el primer rastro de pisadas harakani visto jamás por la humanidad. Si continúan con nosotros, yo, William H. Kirk y la cadena de noticias Enterprise, les mostraremos hasta donde conduce este rastro.

Kirk apagó la cámara y tomó aire.
- Como odio esta maldita publicidad – dijo tras escupir al suelo.
- Bueno, William – se dijo tras unos segundos de reposo – vamos a ello, y después de esto, unas laaargas vacaciones en Voligair.
El piloto de la cámara le indicó que ésta funcionaba bien, así que ajustó el monitor que tenía sobre su ojo izquierdo para ver lo que estaba grabando. Tras revisar la grabación de lo sucedido hasta aquel momento y probar de nuevo el audio, se adentró en las ruinas siguiendo el extraño rastro.
Lo cierto era que aquel lugar nunca le había resultado demasiado interesante. Es más, le resultaba de lo más anodino. Cientos de metros de piedra lisa; Ni ventanales que dieran a mundos fantásticos, ni asombrosos restos de tecnología surgida de la mente febril de algún programador de comics. Lo único que había allí eran paredes de piedra derruida, piedras cristálicas de diversos colores y cientos y cientos de metros del más completo y absoluto aburrimiento.
Los museos tampoco es que fueran santos de su devoción, pero al menos de vez en cuando encontraba alguna reproducción, o grabación de momentos históricos impactantes, como la toma de Lagto´Soa por parte de las tropas del conglomerado, o la muerte del sol de Xaind.
Sin embargo aquella vez todo era distinto. Aquella vez todo le resultaba nuevo y excitante. La blancura de las paredes le parecía sacada de algún anuncio del “destructor de suciedad definitivo” y cristales más brillantes y bellos que las joyas que portaba la ultima estrella de Holowood en la ceremonia de premios de este año.
- Tengo que ver menos programas de cotilleos – se dijo, mientras agitaba la cabeza, y reanudaba su camino.
Un ruido captó su atención, y alteró su rumbo para dirigirse hacia su fuente. Aquella zona estaba más oscura que el resto. Parecía que las sombras se hubieran apoderado de ella. La luz que proyectaba la cámara apenas lograba iluminar tenuemente un metro por delante de Kirk, como si la oscuridad reinante absorbiera la luz. Y de repente lo tuvo delante de sí.
Debía medir cerca de cinco metros de altura, incluso encorvado como estaba. Su cabeza era enorme y alargada hacia delante, siendo la prolongación natural del cuello, el cual no parecía diferenciarse de su tronco. Según descendía, su torso se iba haciendo más y más delgado, hasta llegar a unas piernas extremadamente finas en proporción al cuerpo, pese a tener aún el grosor del tronco de Kirk.
La cabeza se giro hacia él, permitiéndole ver que aquel ser no poseía ojos o cuencas para estos, así como tampoco orejas, vello o labios. En el lugar donde debería haber una boca, cientos de hileras de gruesos filamentos sugerían la forma de unas fauces rebosantes de colmillos.
De la parte superior de su tronco, poco debajo del comienzo de la cabeza, surgían dos delgados brazos, cada uno de ellos finalizado en cuatro finos y alargados dedos rematados en afiladas garras.
Todo su cuerpo era de un tono marrón y verde similar al de la nave que había visto en el exterior, aunque sensiblemente más oscuro, cercano al negro.
El primer impulso de Kirk fue echar a correr, pero sus piernas no le respondían. Contradiciendo esos impulsos, en su mente se repetía una y otra vez:
- Por favor, por favor. Que la cámara esté grabando.
Durante varios minutos Kirk permaneció en esa posición, mientras la criatura le ¿miraba? Fijamente.
- Saludos – logró articular finalmente – Soy William H. Kirk, del canal de noticias Enterprise.
- Lo sé – le respondió una voz a su espalda – He presenciado alguno de sus reportajes.
Kirk se enfrentó a su interlocutor, y se encontró con un androide. Éste no se parecía en nada a los emisarios de los harakani que había visto con anterioridad, pues mientras que aquellos tenían aspecto humanoide, el que se encontraba ante Kirk en aquel momento parecía una versión reducida y más angulosa de la gran criatura que acababa de encontrar.
- Disculpe el retraso – continuó el androide – Pero no esperaba visitas, y no había traído conmigo un traductor.
- ¿Quién está hablando? – preguntó confuso Kirk.
- Mi especie no se comunica de la misma manera que la suya – dijo el androide – no producimos sonidos articulados, pues carecemos de sus cuerdas vocales o sus pulmones. Creamos estos androides para comunicarnos con especies como la suya.
- ¿Es usted un harakani? – preguntó Kirk, mientras su ojo izquierdo se aseguraba que la luz de grabación de la cámara estaba activada.
- Así nos llaman – respondió el androide.
- Por lo que se puede apreciar – comenzó a decir Kirk, sin saber muy bien a quien mirar mientras hablaba – Tampoco disponen de ojos.
- Podemos percibir un espectro de frecuencias más amplio que el suyo – le respondió el androide – Así como también tenemos un perímetro de alcance más amplio.
- ¿Por qué no se han puesto nunca en contacto directamente con la raza humana, o las demás razas inteligentes del universo conocido?
- Por lo que a mi respecta, nunca me han causado demasiada curiosidad las demás especies. Los humanos mucho menos que otras. Tienen la molesta costumbre de creerse el, usando una expresión suya, ombligo del universo.
- En ese caso, ¿Por qué han mandado emisarios?
- Yo no he mandado ningún emisario, pero no soy el único miembro de mi especie.
- ¿Qué puede contarme de los tiempos antiguos de su especie? De la guerra contra los namul.
- ¿Qué edad le parece que tengo? – preguntó el androide.
- No sabría decírselo – respondió Kirk.
- Me está preguntando por sucesos que tuvieron lugar, según su medida de tiempo, hace ya más de diez mil años. ¿Podría darme detalles de lo que le sucedió a su especie en aquellos tiempos?
- La verdad es que no – respondió un perplejo Kirk.
Lo cierto es que nunca se había planteado cual era la esperanza de vida de aquella especie. El misterio y la veneración que despertaba le habían hecho pensar que se trataba de criaturas casi intemporales.
Aquella situación se le hacía tremendamente extraña, a la par que la experiencia más excitante de su vida. Tenía ante sí una criatura gigantesca que agitaba sus manos sobre lo que parecía una especie de nicho, pero que al parecer, por lo que acababa de descubrir, podía ser la máquina mas sofisticada que hubiera visto en su vida.
El ¿rostro? de aquella criatura ¿miraba? con atención hacia una pared en la que no se podía apreciar nada mientras que, de alguna extraña manera, emitía alguna clase de señal ¿telepática? a un androide que se encontraba tras de él.
- ¡Demonios! – pensó Kirk – ni siquiera sé si me esta escuchando, o es también ese trasto el que oye lo que digo, y se lo devuelve de la misma manera.
Aprovecha tu oportunidad, tío. ¿Cómo podría hacer para llevármelo hasta la central?
¡Espera, espera, espera, espera, espera! ¡Mierda, si es telépata, igual esta leyendo todo lo que estoy pensando!
Joder, deja de pensar, y pregúntale algo.
- En ese caso – volvió a decir el androide – Comprenderá que yo tampoco sea capaz de remontarme tan atrás en la historia de mi especie. No soy ni historiador ni antropólogo, sólo un simple científico.
Ahora, si me disculpa, le borraré todo recuerdo de esta conversación, y me iré.
- ¡¿Qué?! – exclamó aterrado Kirk – ¡No puede hacer eso!
- Por supuesto que puedo – respondió el androide – Dispongo de la tecnología necesaria para ello.
- ¡Joder! – exclamo nuevamente Kirk, mientras su mente le decía que más tarde tendría que borrar esa expresión de la grabación – No me refiero a eso. ¡Mierda! - esto también tendría que borrarlo – Joder – … – ¡No esta bien! ¡Eso vulnera todos los derechos que me confiere el conglomerado!
¿Y que le importará eso a este tipo? – pensó – ¡Joder, joder, joder, joder, joder! ¿Qué hago? ¿Echo a correr?

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Desde el exterior de la atmósfera de Kunsul, Kriig´Shall´Rakunn observó como la nave del humano se alejaba.
- Veamos – pensó – Borrado de memoria, borrado de la información de video y audio, alteración de los relojes de grabación, borrado de la grabación de la bitácora de los sensores de la nave, esterilización de ropas y piel. Si, creo que está todo.
- Estos humanos – se dijo – nunca aprenderán.
De pie en el centro de su nave, puso rumbo hacia Elistan, su hogar. Los datos recogidos en Kunsul no le indicaban nada bueno. En la antigüedad a los suyos les pareció una buena idea crear el destructor de soles, pero ese arma debería haber muerto con la guerra.
Hasta aquel momento había sido un observador, y ninguno de los eventos de los últimos tres siglos le había hecho abandonar esta función. Pero esta vez era distinto. Esta vez los suyos estaban involucrados.
Ahora había vuelto a ser activado y le tocaba a él, y a los pocos descendientes de aquellos harakani, el detenerlo.

Javier Albizu

El ermitaño II

El ermitaño II
- ¿Qué tal va esa conversión? – Abner no podía dejar de darle vueltas a aquello.
- Sin éxito por el momento – La dulce voz de Mya, como de costumbre, no daba muestras de prisa – El sistema de archivos que utilizan no se parece en nada al que has desarrollado.
- ¿Qué esperabas? – Ahí estaba Amy, dispuesta para comenzar un nuevo asalto – Tú y tu manía de hacértelo todo “a tu manera”. ¿Acaso creías que por el simple hecho de que tú creyeras que era el mejor camino, todo el universo iba a seguirlo?
- Esas malditas corporaciones y sus malditas compatibilidades. ¿No se dan cuenta de que los códigos de Palsar quedaron desfasados hace eones?
- Deja de quejarte. Ni siquiera sabes si los aparatos que saqueamos de la nave eran realmente las unidades de almacenamiento de datos. Igual nos llevamos el generador de alimentos.
- Sé que no tienes en gran estima mi inteligencia – Abner comenzaba a preparar su defensa.
- Tú me programaste así – Pero, como de costumbre, Amy sabía dónde atacar para hacer daño.
- Gracias Amy. No hace falta que me recalques lo obvio cada vez. Quizás haya estado mucho tiempo alejado de la civilización, pero hay patrones lógicos y tecnológicos que aún sé reconocer.
- Muy bien. En ese caso, descifra esos maravillosos datos.
- ¡Las variables son casi infinitas! – Ya lo había conseguido otra vez. Ya le había hecho saltar – Debería haber cogido también los procesadores para estudiarlos – necesitaba un momento para rearmar su defensa – Pero quejarse a posteriori es muy fácil – no estaba mal para comenzar – De cualquier manera, sé lo que vamos a hacer.
- Ilumínanos.
- Contactare con la A.P.U.M.
- ¿Los anarquistas para un universo mejor? ¿Pero qué me estas diciendo? Si esos no son nada más que una panda de colgados fanáticos de las máquinas, que no tienen nada mejor que hacer que quejarse a grandes voces. Jamás harán nada que merezca la pena verse, aparte de sabotear las apariciones televisivas del Presidente. Además, operan desde un satélite de emplazamiento móvil. Si fuera tan fácil localizarlos, ya les habrían cerrado la bocaza hace mucho tiempo.
- Para ellos soy un ideal – Abner sacó pecho con orgullo nada disimulado – En sus transmisiones me han mencionado más de una vez. Seguro que están encantados de ayudarme en mi “lucha” contra las corporaciones.
- Vamos a ver – El tono de Amy cambió. La burla daba paso a la recriminación – Durante, ¿Cuánto fue?, ¿treinta y cinco años?, trabajaste para la Mycroft, y te las arreglaste para robarles millones para financiar tus experimentos privados. Luego, cuando te inventaste unas “diferencias creativas” con ellos, te largaste. No te hagas ahora el rebelde. Nunca trabajaste para ellos engañado. Siempre fuiste consciente de lo que hacías, y para quién lo hacías.
- No es tan sencillo.
- Nunca es tan sencillo.
- Lo que más me preocupa – Abner buscaba una nueva ruta de huida – Es que, tras setenta años, hayan vuelto a poner precio a mi cabeza. Los dirigentes de la corporación con los que trabajé estarán jubilados, o muertos. ¿Por qué entonces volver a buscarme?
- Podrías habérselo preguntado a Jenkins.
- Jenkins sólo era un matón. Dudo que supiera nada.
- Por supuesto. Como tú lo suponías, has amoldado la realidad a tus suposiciones... una vez más.
- De acuerdo. Quizás supiera algo. Pero eso es ya irrelevante. No voy a regresar a buscarle. Ahora mismo mi objetivo principal es descifrar la información que contienen estos dispositivos.
- Y vas a buscar a esa panda de tarados de la A.P.U.M. para que te lo descifren. Unos tipos que, aparte de dárselas de grandes genios y rebeldes galácticos, como alguien que conozco, también son los mayores paranoicos a este lado de la galaxia. Seguro que tienes la holotarjeta de alguno de ellos con su dirección.
- No exactamente – La expresión de orgullo y suficiencia de Abner volvía a asomar en su rostro – pero he sido capaz de triangular la posición de su satélite a pesar de todas las medidas de seguridad anti-rastreo que utilizan.
- Los cielos nos protejan de los egos desatados de los genios.
- ¿Los cielos nos protejan? ¿He implementado yo una expresión tan arcaica en tus bancos?
- Así es – Cómo odiaba aquella sonrisa – Puedo darte fechas si así lo deseas.
- No hará falta – No quería volver a aquel tira y afloja – Me estoy volviendo viejo. Expresiones pseudo-religiosas. Lo que me faltaba.
Abner introdujo las coordenadas del emplazamiento del satélite de los A.P.U.M., haciendo que Mya dirigiera la Raiyel hacia ese nuevo destino. Las horas transcurrían lentamente mientras Abner volvía a sentir en el estomago aquellas sensaciones que creía ya olvidadas. La llamada de lo desconocido y la excitación por desvelar lo que se hallaba detrás de todo aquello.
La espera se le hacia eterna, y el sueño se negaba a llegar. La impaciencia se había apoderado de él, así que se levantó para dirigirse hacia una sala que no había visitado en mucho tiempo. Aún más, en aquellos momentos se preguntó si alguna vez había llegado a usar la sala de preparación física.
La puerta se abrió suavemente, dejando ver las maquinas que contenía tras de sí.
- Activación – dijo Abner. La sala se iluminó.
- ¿Nivel de intensidad y duración de la sesión? – preguntó una voz masculina.
- Vamos a ver – Abner jugueteó pensativo con su barbilla – Nivel tres. Una hora y media.
La maquinaria de la sala se reorganizó, dejando en el centro la primera que debía usar Abner. Éste se introdujo en ella, y la maquina comenzó a moverse, haciendo que los brazos y piernas Abner la siguieran acompasadamente. Así permaneció durante lo que le parecieron horas, hasta que, agotado, finalmente dijo:
- Finalizar sesión. ¿Tiempo transcurrido?
- Doce minutos, cuarenta y dos segundos.
- Maldición – se quejó mientras se incorporaba dejando la maquina a duras penas – Mya, camilla para la sala de preparación física, creo que hoy dormiré aquí.
La noche transcurrió intranquila, no sólo por las agujetas provocadas por el esfuerzo, sino porque volvió a soñar con Amy, la verdadera Amy. La mujer a la que tanto amó, y cuya muerte le afecto tanto.
- ¿Abner? – la voz de Mya lo despertó.
- ¿Sí?
- A la velocidad actual, llegaremos al satélite de la A.P.U.M en treinta minutos.
- Gracias. Creo que me daré una ducha y me afeitaré antes de reunirme con ellos.
- No he detectado ninguna clase de camuflaje o transmisiones provenientes de él.
- ¿Seguro que son las coordenadas que introduje?
- Son las coordenadas que yo triangulé.
- ¿Por qué haré algunas veces preguntas tan estúpidas?
- Lo desconozco.
- No empieces como Amy. ¿Has tratado de comunicarte con ellos?
- No. Tampoco se detecta ninguna clase de energía procedente de él. El satélite esta “apagado”.
- Maldición. Maldición – Abner gruñía mientras caminaba presuroso hacia el puente de mando – ¿Es que últimamente no puede ponerme nadie las cosas sencillas?
- Envía uno de los minisatélites a obtener información más detallada – dijo Abner a la par que irrumpía furibundo en el puente de mando. Aún no había terminando de ponerse la bata – Informe en pantalla dos. Dimensiones y características técnicas. ¿¡DÓNDE ESTÁ ESA INFORMACIÓN!? – Gritó mientras tomaba asiento.
- En cuanto esté disponible, aparecerá en pantalla. Tus funciones vitales se están acelerando. Te recomiendo unos ejercicios de relajación.
- Quita mi cara de esa pantalla - volvió a gruñir Abner - Ya sé que mis pulsaciones están aceleradas.
- ¿Continúo con el curso de aproximación?
- Sí. Activa camuflaje visual y electrónico. Energía al mínimo en toda la Raiyel, salvo en esta sala. Redirecciona toda la potencia a los motores, y ten en espera el hipersalto. Coordenadas: Elistán. Esto no me gusta nada.

Los minutos trascurrían con lentitud, y el silencio permitía a Abner escuchar los leves chasquidos de las máquinas que funcionaban en la nave. Finalmente, la pantalla dos comenzó a rebosar información.
Tras unas horas observando los datos, Abner cambió su posición y se preparó para dar una orden.
- Amy, prepara la lanzadera - se le adelantó la androide quitándole las palabras de la boca. Durante los últimos minutos había permanecido inmóvil observándole.
- ¿Por qué no está lista ya? – Le preguntó Abner con tono sarcástico.
- Lleva horas preparada – respondió Amy en tono igualmente sarcástico. En aquel momento dejó al descubierto su brazo izquierdo, oculto hasta aquel momento tras su espalda – Ponte el traje de vacío, supongo que lo necesitarás – Finalizó mientras se lo arrojaba.
- ¿Has logrado algún avance en contactar con los ordenadores del satélite? – preguntó Abner mientras Amy y él se dirigían hacia la lanzadera.
- Sí – Respondió Mya – El puerto de embarque cinco dispone de potencia. Estoy introduciendo los vectores de aproximación en la lanzadera.
Abner se sentó en el sillón de mando, y dejó que la nave siguiera la trayectoria que había trazado Mya hasta el satélite. Su mente continuaba dándole vueltas a lo pasado en los últimos días, y aquello continuaba dándole mala espina. No le gustaba estar a merced de los acontecimientos. Prefería ser él quien moviera las fichas, y no ser tan sólo un peón en manos de un jugador desconocido.
- ¿Cómo es posible que Mya haya sido capaz de acceder a la computadora de la A.P.U.M.? Creía que los sistemas con los que nos habías programado no eran compatibles con los usados en el resto del universo conocido.
- Durante sus comienzos – comenzó a responder Abner, mientras su mente permanecía sumida en las divagaciones – Ayudé anónimamente a la A.P.U.M. en la preparación de sus sistemas, tanto los de seguridad como los de gestión de recursos, dejando siempre, sin que ellos lo supieran, una puerta trasera abierta para mí.
- Me sorprendes – dijo Amy con falsa expresión de indignación – Nunca hubiese esperado una maniobra tan rastrera de alguien como tú, defensor acérrimo de los más altos valores.
- Por favor, Amy – le recriminó Abner – no estoy de humor.
La lanzadera aterrizó en el satélite con suavidad. Las luces intermitentes de la pista fueron lo único que recibió a los visitantes mientras abandonaban su nave.
Abner se movía pesada y torpemente. La falta de gravedad en el entorno le obligaba a usar los anclajes magnéticos de sus botas, limitando su movilidad, y el casco le reducía ostensiblemente la visión. Por su parte, Amy carecía de esas limitaciones, y paseaba a su antojo sin necesidad de protección alguna.
- Te estás agobiando – dijo la androide – Tus constantes vitales me dicen que estás al borde de un ataque de claustrofobia.
- Cállate – le respondió Abner alterado – Bastante difícil es ya hacer esto, como para tener que estar aguantándote.
- ¿Por qué no me haces caso nunca? – le recriminó Amy – Sabes que no es necesario que salgas de la Raiyel para esta clase de cosas, pero tú siempre te empeñas en estar en el centro de todo.
- Debe haber algún problema con tus receptores de audio – se quejó Abner – Sé que mi memoria no es la de antes, pero creo recordar haberte dicho que te callaras.
- Ciertamente tu memoria no es muy buena – se burló Amy – porque de conservarla intacta, recordarías que tú me programaste para ignorar gran parte de tus comentarios.
- Debí programarte para que no fueses tan repetitiva – se dijo para sí mismo Abner.
- Gravedad y atmósfera artificial restauradas – pudo escuchar Abner a través de la radio de su casco, mientras los indicadores de su traje se lo confirmaban.
- ¿Es estable? ¿Cuántos sistemas has logrado reactivar?
- Sistemas restaurados al sesenta y tres por ciento – le respondió Mya – Estabilidad de un ochenta y nueve por ciento. Sistema de seguridad imposible de restaurar, daños físicos.
- ¿Acceso a los registros de seguridad hasta el momento del fallo?
- Imposible acceder a ellos remotamente.
- Tus constantes se están acelerando de nuevo - le dijo Amy.
- ¡YA LO SÉ! – Le gritó Abner, mientras comenzaba a caminar con un paso frenético, y se quitaba el casco con sus manos temblorosas – ¿Quieres hacer el favor de dejarme en paz?
Aquello terminaba de unir las piezas que habían revoloteado por su cabeza, dando forma a sus sospechas, y no era nada bueno. Sabía quién había arrasado aquel satélite. Su marca era inconfundible. Jenkins tan sólo había sido un aviso, y él había respondido tal y como esperaba su adversario.
En algún lugar de aquel satélite se encontraba la confirmación de quién se encontraba tras aquello. Aquella persona no tenía intención alguna de tener un encuentro directo en un terreno que no conociera a la perfección. Había provocado la curiosidad de Abner para que fuera él quien se pusiera al descubierto.
Tras deambular por los pasillos del satélite, Abner finalmente llegó hasta la sala de comunicaciones donde encontró lo que esperaba. Todo permanecía intacto, salvo dos módulos que habían sido extraídos de sus paneles de conexión, sólo para ser depositados sobre una de las consolas, a la espera de que alguien los volviera a situar en su lugar.
Tras unos minutos de duda Abner los conectó en su lugar, para contemplar en todas las pantallas de la sala el rostro sonriente de su adversario.
- Te espero, Abner – le decía mientas le guiñaba el ojo y simulaba dispararle con una pistola imaginaria.
- Así que es él – dijo Amy – Para ser casi tan viejo como tú, tiene bastante mejor aspecto. Los hay que no saben quedarse muertos.
Abner no escuchó el comentario de Amy. En su cabeza había dos preguntas, y no sabía cual de las dos le daba más miedo.
¿Cómo podía seguir vivo aquel hombre?
¿Por qué lo quería vivo?

Javier Albizu

El observador II

El observador II
A los ojos de los humanos aquella gran sala habría parecido vacía, salvo por la imponente figura de Kriig´Shall´Rakunn. Ésta permanecía inmóvil y silenciosa para todo aquel que no poseyera las capacidades comunicativas de los harakani. Pero los sentidos del alienígena en nada se parecían a los de la gran mayoría de las especies que habitaban el Cosmos.
Para aquél capaz de percibirlas, vibrando a distintas frecuencias se encontraban las consolas que daban acceso a la maquinaria que controlaba la nave, abarrotando la sala con su presencia. Piloto y nave estaba teniendo una conversación en aquel lugar y momento. Una conversación en la que pocos serían capaces de participar.
- Jamás comprenderé a los humanos – dijo Kriig.
- Nunca lo has intentado – le respondió la nave – Según tu misma definición, No son más interesantes que una mota de polvo estelar.
- Sabes que hay momentos en los que tiendo a generalizar. Hay algún humano que despierta mi curiosidad, pero que encuentre interés en alguno de ellos no quiere decir que pueda llegar a ser capaz de comprenderlos.
- Yo los encuentro apasionantes.
- Tú encuentras apasionantes a los Nahail.
- Qué le voy a hacer. Tienen unos armónicos tan divertidos…
- ¿Vas a empezar a desvariar otra vez?
- Perdona. Yo creo que el problema de comunicación que tienes con ellos es a nivel genético.
- No sé cuál de los diseñadores los creó, pero hizo una chapuza.
- Todo apunta a que fue Dayos.
- ¿Dayos?
- Efectivamente.
- Pero si son una raza más joven que la nuestra, y están peor diseñados.
- No son ni mejores ni peores, simplemente distintos.
- Igual tenía prisa por acabarlos.
- Por lo que sé de su mundo natal, éste fue finalizado en cinco rotaciones, y el diseño de la especie se hizo sólo en una.
- ¿Existía algo parecido a la senilidad entre los diseñadores?
- Se lo puedes preguntar a Daimos si lo encuentras de nuevo.
- No sé cómo alguien que nos diseño a nosotros pudo perpetrar algo como los humanos.
- Si sabes fijarte, no sois tan diferentes.
- Tenemos dos extremidades motrices y dos manipulativas, pero ahí acaban las similitudes.
- Eso es algo común en todos sus diseños, pero compartís más cosas. No tanto a nivel de diseño genético-físico, sino al nivel del instinto social, incluso a nivel moral. Es curioso, pues según algunas definiciones que utilizan, vosotros careceríais de “alma”.
- ¿Qué es eso?
- Lo cierto es que ni siquiera ellos lo tienen muy claro, pero dada la cantidad de literatura que se ha dedicado a tratar de definirla, debe tratarse de algo muy importante para ellos. Eso también es algo muy típico de su especie. Prácticamente cada uno pone nombre a las cosas en un intento de definirlas, pero esas definiciones no se parecen en nada a las que dan el resto de sus iguales. Son incapaces de comunicarse con eficacia, e incapaces de aceptar la subjetividad de las cosas. Tratan de definirlas, y al hacerlo simplemente las limitan a conceptos aceptables tan sólo para quien los ha creado. Buscan una objetividad universal, sin saber que tal cosa no existe.
- Un error grave de diseño.
- Cierto, pero a cambio pueden realizar otras funciones mientras se comunican, lo cual es un acierto.
- ¿Qué otra cosa puede hacerse mientras te comunicas? Diversificar los recursos de esa manera me parece un desperdicio. Así es imposible comunicarse con ellos de una manera coherente.
- Tienes a Logan.
- Como te decía, no es posible comunicarse con ellos de una manera coherente.
- A mi no me eches la culpa – se defendió el androide – A mí se me creó para transmitir ondas sonoras en un rango de frecuencias de veinte a veinte mil hercios. Si quieres que sea capaz de transmitir también distintos aspectos de imagen que fueran capaces de percibir, los módulos que tendrías que integrarme me harían ser más grande que todo el espectro de tu ser. Bastante hago con “interpretar” toda la información que transmites como para que sea comprensible para unas mentes tan limitadas.
- ¿En qué estaría pensando Dayos cuando los diseño? Ni siquiera son prácticos para el combate. Sus órganos vitales vibran en la misma frecuencia que su carcasa externa, así que lo que daña ésta, lo daña todo.
- Son más rápidos y ágiles que vosotros, aparte de que presentan un blanco más pequeño.
- Necesitan protección contra los elementos. No soportan el vacío.
- No pierden treinta rotaciones para generar una carcasa cada vez que se erosiona. Su carcasa se regenera sin necesidad de consumir otras funciones.
- ¿Estas diciendo que su diseño es mejor que el nuestro?
- No, tan solo digo que son distintos. No todo tiene por qué ser comparable. Aunque hay momentos en los que creo que tampoco soy capaz de comunicarme contigo de una manera coherente.
- ¿Me estás acusando de tratar de imponer mi lógica a la tuya?
- Eso sería algo típicamente humano, pero no. Ambos exponemos siempre los mismos argumentos, repitiéndolos una y otra vez, sabiendo que no lograremos convencer al otro. Simplemente trato de dar por zanjado el asunto.
- Cierto. Jamás lograré comprender a los humanos.
Javier Albizu

Reunión

Reunión
- ¿Falta mucho? - preguntó Abner.
- No seas vago, y mira tú mismo los monitores - fue la respuesta de Amy.
- Estoy ocupado.
- Deja de trastear con el “mastodonte”, y tendrás más tiempo.
“Mastodonte” era el termino que utilizaba Amy para referirse “afectuosamente” al inmenso exoesqueleto que se había construido Abner para tratar de comunicarse con los harakani a su mismo nivel. Había integrado entre las funciones de Amy la capacidad para llevar a cabo tal función, pero aquella vez sería él quien generase los impulsos, sin necesidad de la “libre interpretación” que hacía la androide de sus palabras.
- Siempre te comportas como un crío cuando nos dirigimos a su encuentro - continuó Amy.
- Perdóname por no ser tan “maduro” y “equilibrado” como tú.
- Una lección que tienes aprendida para el próximo androide que crees.
- Y dale - se quejo para sus adentros Abner - No se cansa nunca de tocar las narices, y lo que más me jode es que tiene razón.
- Alcanzaremos Elistan en ocho horas, treinta y siete minutos - dijo la voz de Mya.
- Gracias. Tú sí que eres un encanto.
- Pelota - Amy se burló de la inteligencia artificial de la nave.
El viaje continuó sin contratiempos, pero a cada momento el nerviosismo de Abner se hacía mayor. Durante casi setenta años su vida había transcurrido en un estado de paz y tranquilidad casi absoluta, pero el último mes se había vuelto demasiado agitada para su gusto. Al abandonar la civilización había dado por cerrados todos sus lazos con ésta, pero parecía que algunos fantasmas de su pasado se negaban a desaparecer.
Y encima aquel condenado aparato se negaba a funcionar bien.
- Sabes que acabarás con jaqueca, como siempre que lo usas - volvió a hablar Amy al rato.
- Cállate y acércame el ajustador manual.
- Me encanta cuando utilizas la terminología técnica para referirte a la maquinaria especializada – dijo Amy entregándole el martillo.
- Siempre que me meto en esta maldita máquina me hago alguna herida con esta juntura - se defendió Abner - Y además, si me dedico a golpear a esta cosa, se me pasaran las ganas de desahogarme golpeándote a ti.
- Veo que hoy estamos de buen humor – le replicó Amy – Más te vale desahogarte ahora, porque no sé que tal se tomaría Kriig las proyecciones de tu frustración.
Abner no podía evitar estar ansioso, a la par que preocupado. Desde que conociera al harakani, siempre le había fascinado aquella criatura.
El descubrimiento y estudio de especies alienígenas era algo que siempre le había apasionado, pero aquella era otra cosa más para la que había nacido demasiado tarde. Para el momento de su concepción todas las razas alienígenas habían sido ya descubiertas o presentadas a la humanidad.
Dado que su gran vocación le había sido arrebatada por la época en la que le había tocado vivir, dedicó su ansia de descubrimientos hacia otros campos, hacia todos aquellos que pudieran dar respuesta al resto de preguntas que la humanidad (y él mismo) se había hecho desde el comienzo de los tiempos.
Pronto desecharía la filosofía, así como los campos teóricos y de elucubración (como gustaba de llamarlos), centrando sus esfuerzos en todo lo que le diera unos resultados palpables. Pero de su mente nunca desaparecería la esperanza de que quedase alguna nueva especie por descubrir, pese a no poder evitar considerarlo como algo englobado dentro de esos campos que había tachado como no viables. Como una ficción o un sueño de infancia.
El tiempo y el azar le demostrarían lo equivocado que estaba.

Ahora era uno de los pocos (sabía que no era el único) que había contemplado a uno de los harakani, pero sería el único que habría logrado comunicarse con ellos por sus propios medios, y no sólo eso, sino que lograría ver el universo como lo hacían ellos.
Llevaba setenta años desarrollando aquel artefacto. Setenta años de frustración y logros parciales. Setenta años de trabajo febril.
- ¿Por qué serán tan condenadamente complicados? - se decía a sí mismo cada vez que sus intentonas fracasaban.
Pero en el fondo daba las gracias a aquella criatura. Gracias a ella había recuperado la ilusión por crear que perdiese hacía ya tanto tiempo. Sabía que cada pequeño fracaso le acercaba más al éxito. Cada fragmento compartido de la percepción de los harakani le hacía desear más.
- ¿Vas a esperar a última hora para probarlo, como siempre? – le interrumpió Amy – ¿O tu ego ha sufrido ya lo suficiente y lo probarás antes de hacer el ridículo delante suyo una vez más?.
- Si me dejas acabar estos ajustes – le respondió Abner dando los últimos martillazos a la juntura rebelde – podré hacer que te tragues esas palabras en breves instantes.
- Sigo sin entender por qué no quieres hacerte un implante neuronal – le dijo Amy, como le había dicho todas las veces anteriores que habían probado el mastodonte – Con uno sencillo tendrías una velocidad de transferencia mucho más estable, a parte de una mayor movilidad.
- Ya te he dicho montones de veces lo que opino sobre las mutilaciones en favor de la tecnología.
- Sí, ya me sé ese cuento. “Lo que pasa es que los científicos de las corporaciones son demasiado vagos como para dedicar el tiempo necesario para desarrollar una tecnología no-invasiva” – dijo Amy, imitando los gestos y la voz de Abner – Lo que realmente pasa es que eres demasiado orgulloso como para aceptar el camino que toma todo el mundo. Si el universo no acepta tus preceptos, el universo está equivocado.
- Blablablablablablabla – se quejó Abner – Deja ya esa cháchara. Ya me la conozco.
- Así me gusta – se burló Amy con una amplia sonrisa en su rostro – Una reacción muy madura, digna de un “genio”. Pero no vas a conseguir desquiciarme. Ese es otro de esos detalles que se te olvidó implementar en mi programación.
- No sabes cuánto puedo llegar a odiarte – gruñó Abner.
- La última vez que cuantificamos tu odio hacia mí la cantidad resultante fue de trescientas quince unidades.
- Es verdad – dijo Abner llevándose la mano a la cabeza – Había olvidado las unidades de odio – Continuó mientras se levantaba – ¿Cuánto había bebido?
- Dos vasos de Colús - le respondió Amy.
- Recuérdame que no vuelva a tomarlo – le pidió mientras comenzaba a desvestirse.
- Ya lo hice en aquella ocasión. Deberías avisarme cuando vayas a hacer esas cosas - se burló apartando la vista del cuerpo desnudo de Abner – Quizás no pueda ruborizarme, pero esa visión es una afrenta contra mi buen gusto.
Ignorando el comentario de Amy, Abner se enfundo en el ajustado traje neuronal que había diseñado para controlar el mastodonte. En un principio los sensores de la maquina se adherían directamente sobre su piel, pero un cierto pudor (aunque hasta cierto punto injustificado, ya que su interlocutor no “veía” o compartía cánones de belleza o estilismo con los humanos) y sobre todo, por el frío que pasaba cada vez que lo usaba.
Tomando impulso, se subió hasta el asiento del mastodonte, y con un pulso firme y decidido se ajustó los anclajes de seguridad de manera mecánica, mientras iba repasando con la vista los distintos indicadores de la cabina. Todo parecía funcionar correctamente.
No sin cierto nerviosismo, apoyó la cabeza contra el respaldo. En aquel momento surgieron los sensores repartidos por todo el asiento, y se ajustaron a la red neuronal del traje. Abner no pudo evitar una sonrisa al recordar el tacto frío de aquellos contactos sobre su cuerpo. Una pequeña victoria lograda, y además, gracias al traje, la transferencia de información era mucho mejor, y no tenía que raparse el pelo cada vez que usaba aquel trasto.
Finalmente, insertó los dedos de sus manos en las aberturas para esa función situadas en los extremos finales de los reposa brazos y cerró los ojos.

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- ¿Se acercan? – preguntó Kriig.
- Atracarán en kilen – respondió la nave, refiriéndose al tiempo que tardarían en acoplarse a ella: cuando las corrientes de ylgur alcanzasen la formación conocida por los harakani como kilen (las corrientes de ylgur son... bueno, mejor lo dejamos así) – Deberías controlar tus niveles de gantú (equilibrio vibracional) – le recriminó – No vaya a pensar nuestro invitado que estas ansioso por recibir su regalo.
- ¿Crees que esta vez funcionará su artefacto?
- Es muy obstinado, y para ser humano, intelectualmente dotado.
- Hay que reconocer sus méritos.
- Sin olvidar su inmunidad al lavado cerebral.
- Eso sería un mérito de tratarse de algo genético, o ligado a su voluntad y control neuronal. Yo optaría por lo primero: una anomalía mutagénica.
- Sea como sea, no te puedes librar de él.
- ¿Quién te ha dicho que pretendo hacer tal cosa?
- Cierto, cierto. Logró desarrollar el Nyali Dyaga.
- Algún día lograré hacerme con el proceso.
- ¿Y entonces qué? ¿Dejarás de comunicarte con él?
- Es posible.
- Sabes que eso no es cierto. Podrías haberme ordenado que transifiriese todos los datos de su nave en cualquier momento. Podrías haber sondeado sus frecuencias de pensamiento para sacar por ti mismo la información que quieres, y ni siquiera se habría enterado. Pero no lo has hecho, porque en el fondo te gusta estar con él.
- No digas estupideces.
- Ambos sois iguales; dos anacronautas. Navegáis por el presente anclados en los tiempos antiguos, tratando de imponer vuestra visión de las cosas (que por cierto es muy similar). Os negáis a adaptaros a los tiempos que corren, y sabéis que éstos no se van a adaptar a vosotros. Pero sois demasiado arrogantes como para reconocerlo, y en el fondo esa pequeña quimera es la que os hace avanzar, el saber que nunca lograréis vuestros objetivos por completo.
- Se te ha olvidado decir lo de “Ambos sois unas rarezas, unos parias en vuestras respectivas especies, y estáis orgullosos de serlo”.
- No se me ha olvidado. Como sé que es algo que te encanta escuchar, he preferido omitirlo.
- Por cierto, me ha gustado lo de anacronauta.
- Lo tendré en cuenta para posteriores sermones.
- Pero con palabras amables no lograrás que admita lo que quieres.
- Reconoce al menos que le tienes simpatía.
- Reconoceré que respeto su tenacidad. Y me encanta que se esfuerce en “comprenderme”.
- ¿Entonces, volverás a interpretar ante él tu papel de alien-misterioso-e-insondable-que-no-comprende-las-acciones-de-las-demás-razas-”alienígenas”?
- Por supuesto. De no hacerlo me perdería el respeto. Además, me divierte cuando se pone tan ampuloso y pedante.
- ¿Y qué hay de aquello de “jamás lograré entender a los humanos”?
- Y no los entiendo. Pero por alguna razón que me supera, algunos de ellos me parecen graciosos. Pintorescos, podría decir. Utilizando una expresión suya “no hace falta que entiendas un chiste para que te haga gracia”.
- Cómo desearía que no hubieras logrado comprender el sentido del humor humano, y lo que hubiera dado por que no lo compartieses.
- Tú eres la que siempre dice que no todo lo humano es inferior a lo nuestro. Reconoceré una cosa más para ti: Antes de conocerle, mi existencia era mucho más aburrida. Para una cosa en la que te doy la razón...
- Yo no comparto su sentido del humor. A mí me parece humillante lo que haces. Y no se qué opinaría él de saber que estas jugando con él. Pero ésta es una pequeña victoria para mí. Al menos has reconocido que te divierte estar con él.
- Es una manera de verlo.
- Dejémoslo así entonces.
- Me gustabas más antes de perder tu carcasa. Tardabas más tiempo en rendirte. Desde que te uniste a la nave has perdido tu instinto mordaz, y tu persistencia dialéctica.

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En realidad esta conversación no fuese “exactamente” así, pero es una “traducción” los más aproximada y aceptable para los estándares de comprensión y comunicación humanos, sin dejarnos llevar por pirotecnias narrativas (algo que pretendemos dejar para vuestro deleite y disfrute en la que tendrá lugar a continuación).

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- Acoplamiento efectuado con éxito – La dulce voz de Mya se dejó escuchar por los altavoces de la sala – Se detecta actividad en sus generadores de atmósfera.
Dentro del mastodonte, Abner realizaba sus ejercicios de relajación. No quería que su nerviosismo fuese proyectado por aquella máquina. Por el momento fracasaba en su intento, y veía ante sí las imágenes que trataba de contener.
- Sigues proyectando – Amy lo estaba disfrutando – ¿Quieres una pastillita? – Agitaba un bote de calmantes con su mano, mientras su inconfundible sonrisa maliciosa se le dibujaba en el rostro.
- No – Los pensamientos de Abner se verbalizaron a través del sintetizador de voz del mastodonte. Cuando estaba “conectado” su cuerpo quedaba completamente inerte – Tengo que ser capaz de hacer esto por mí mismo.
- Tus constantes vitales dicen que no lo estas logrando – Amy continuaba burlándose. La odiaba cuando mostraba tan abiertamente que tenía razón – No sólo eso, sino que vas a más. Y no me vengas con tus reticencias a la química ahora. Llevas más de media vida drogándote con esa mierda de retardador del envejecimiento, y nada más sentarte en esa cosa, te inyecta los amplificadores de señal neuronal.
- Está bien, está bien – gruñó Abner – Dame una maldita pastilla.
Amy se alzó hasta el asiento en el que permanecía inmóvil Abner, separó con delicadeza sus labios, y le introdujo la pastilla. Apenas un minuto después sus signos vitales se normalizaron.
- Ya estamos listos – dijo tras asegurarse de que aquellas nuevas constantes eran estables – ¿A qué estás esperando ahora?, ¿Quieres que te lleve de la manita?
Mordiéndose los labios mentalmente, Abner eligió no responder a aquel comentario. Parecía que los calmantes servían para algo más. Acto seguido ordenó al mastodonte que avanzara.
El amasijo de hierros comenzó a caminar con paso lento y estruendoso guiado por la mente de su pasajero. En el interior de la máquina, Abner, sumido en el trance provocado por los potenciadores psíquicos, no notaba como el suelo vibraba a cada paso, y el sonido de las pisadas le llegaba como algo muy lejano.
Su consciencia se encontraba proyectada fuera del cuerpo, y desde esa posición guiaba los pasos de la máquina. No podía evitar contemplar su cuerpo “desde fuera” cada vez que probaba el mastodonte, y siempre lo veía como el de un extraño. Le gustaba la sensación de ingravidez que le proporcionaban aquellas drogas, y el cuerpo perfecto que creaba para sí mismo en sus proyecciones. Siempre le costaba regresar de nuevo al peso de la carne, y a los dolores y achaques de un cuerpo de ciento veinte años, por muy cuidado y mil veces depurado que éste hubiera sido. No sabía cuánto de aquello era fruto de su sentir interno, y cuánto debido a que se estaba volviendo un adicto a aquella experiencia.
En aquel momento decidió alejar aquellos pensamientos de su mente, pero aquello era algo sobre lo que tenía que pensar. Tenía tiempo, ya lo haría más adelante. Siempre se decía lo mismo.
Sus pasos le llevaron a través de los pasillos de la Raiyel hasta la compuerta de embarque. La pesada escotilla que separaba su nave de la del harakani se abrió con un ruido neumático, dejándolo ante el túnel de acceso a la nave multi vibracional (como le gustaba llamarla).
Aquel artefacto existía en varios niveles de realidad diferentes, y en cada uno de ellos era distinta. Los ojos humanos solo eran capaces de percibir uno de ellos, e intuir aquellos que se solapaban levemente con este “primario”, dando al observador una sensación de inmaterialidad. Pero los sensores del mastodonte estaban preparados para registrar y transmitir al cortex de Abner los distintos niveles vibracionales, así como todo el espectro de radiaciones y frecuencias visuales que había ido descubriendo.
Imbuido en aquel exoesqueleto Abner era incluso capaz de contemplar los pensamientos de otras personas, pues había descubierto que estos eran visibles en algunas frecuencias. Pese a que tendían a ser muy caóticos, los pensamientos de una persona podían llegar a ser entendidos por otros. De cualquier manera, ésta tampoco era tarea sencilla, ya que la frecuencia de vibración de las imágenes proyectadas por la mente humana variaba con cada persona, así como con sus estados de ánimo.
Abner podía contemplar todas las salas que se iban abriendo a lo largo de su camino, a pesar de que no podía acceder a algunas de ellas, ya que el mastodonte, pese a ser capaz de “ver” los niveles en los que estaban construidas, sólo podía vibrar en la frecuencia “humana”. Los conocimientos y la tecnología para construir algo capaz de vibrar simultáneamente a distintas frecuencias, o incluso de variar su frecuencia de una en una, era algo que el hombre aún estaba lejos de lograr.
Finalmente llegó al lugar en el que se encontraba Kriig. El corazón de la nave. La primera vez que llegó hasta aquel lugar, tan sólo fue capaz de contemplar una inmensa sala vacía, pero con cada nueva visita, y las mejoras en la tecnología de los sensores de su máquina, descubría poco a poco las maravillas “ocultas” en aquella estancia.
Ahora era capaz no sólo de ver la portentosa maquinaria de la que estaba repleta la sala, sino de sentir cómo la información era transmitida de unas a otras a través de los conductos nakt. Esta información era interferida por Kriig quien, simplemente con sus manos y el resto de las partes que formaban su “todo”, era capaz de manipularla, introduciéndola de nuevo en aquellos canales una vez modificada y corregida.
Abner sabía que el alienígena había detectado su presencia antes siquiera de escuchar las pisadas del mastodonte y que, al carecer de ojos y oídos, no necesitaba de la comunicación “direccional”, pero en deferencia hacia él (o al menos eso supuso), Kriig se volvió, encarándose hacia el lugar en el que se encontraba.
- Un aluvión de imágenes surgieron ante Abner, proyectadas por los órganos comunicativos ubicados a lo largo de toda la carcasa de Kriig. Aquellas imágenes mostraban primero a un Abner setenta años mas joven. El aspecto que tenía cuando lo conoció, pese a que aquella forma no era ni remotamente humana.
Los sentidos de los harakani eran capaces de percibir una serie de longitudes de onda y espectros del campo visual lumínico, sub lumínico y extra lumínico desconocidos para el resto de razas, aparte de que también eran capaces de percibir la gran mayoría de aquellos conocidos, aunque para aquellos que no eran capaces de percibir por sí mismos, habían creado máquinas que suplieran estas “deficiencias”. Algo tan sencillo como la forma humana, para ellos era igual a la suma de las interferencias que causaba el cuerpo en todas estas longitudes de onda. Igual a los armónicos que generaban éstas, algunas al atravesarlos, y otras al ser parcial o totalmente interrumpidas por la barrera que representaba lo físico. Pero no sólo esto, ya que también eran capaces de percibir “visualmente” las interferencias que creaban lo que para nosotros está englobado en otros sentidos como el oído o el olfato.
La forma en la que era representado Abner era una masa informe de colores que vibraban en diferentes frecuencias sónicas y del espectro visible. Había colores con texturas propias y casi sólidas, colores que iban más allá de la sencillez de una paleta plana, para expandirse hasta alcanzar cuatro dimensiones. Sonidos que Abner podía “palpar” mentalmente gracias a los sensores del mastodonte. “Olores” que no existían pero cuyo “tacto” podía sentir.
Aquellos eran los recuerdos de Kriig proyectados por él mismo. El universo no era tan sencillo como cosas ocupando un espacio hasta entonces ocupado sólo por el aire. “Todo” estaba ocupado por cientos de miles de “cosas” al mismo tiempo. Las “imágenes” proyectadas por Kriig se solapaban o interactuaban sobre todo lo que “existía” simultáneamente en aquel lugar.
Lentamente la forma fue cambiando, mostrando la evolución y cambios que había sufrido su cuerpo a lo largo de las ultimas décadas, mientras a su lado iban pasando ampliaciones de las zonas más arrugadas, así como de las manchas, alteraciones y deterioros que habían surgido en partes tanto internas como externas de su cuerpo. (Aquello podría traducirse como un “Hola. Cuánto tiempo. ¿Qué tal estás?” Aunque quizás sobrase el “Hola”).

Mientras la carcasa de Kriig se encontraba “orientada” hacia Abner, el resto de su ser continuaba haciendo sus funciones. Lo que Abner consideraba su mente, estaba situado en medio de un haz de luz caleidoscópica, ubicado cerca del extremo opuesto de la sala al que se encontraba el mastodonte. No es que tuviera forma de cerebro ni nada por el estilo pero, de manera regular, éste percibía como surgían de aquella especie de pequeño amasijo de esfera gótica, impulsos hacia el resto de lo que Abner consideraba las partes que componían al alien (aunque había algunas de las que no sabía con seguridad si se trababan de partes de la nave).
Al lado de muchas de esas partes, los sensores también percibían pautas similares a las de Kriig. En un principio Abner creyó que se trataban de más “partes” del harakani, pero éste le explicó que se trataba de Shu´Tu´Nir. Otro harakani el cual, debido a la pérdida irreemplazable de su carcasa, se vio obligado a quedarse confinado dentro de la nave ya que, fuera de ella, habría acabado dispersándose. Con el paso del tiempo él (lo que sería su “mente”) y la nave se habían fundido completamente. Lo que percibían los sensores del mastodonte eran las proyecciones del resto de su ser.
- Abner dudó antes de “decir” nada. Pese a que no era su deseo y trató de contener esas dudas, éstas fueron proyectadas como una serie de imágenes de si mismo disminuido ante una criatura informe de proporciones colosales.
Una vez controlado este pequeño descuido, pasó a saludar a Kriig como había hecho en las últimas ocasiones. Se abrió un pequeño compartimiento situado en la parte superior del mastodonte, dejando ver su valioso contenido, el Nyali Dyaga. Aquel era un mineral artificial con una característica muy especial: A pesar de vibrar en el espacio “humano”, cuando era tocado por la carcasa de un harakani vibrando a esa misma frecuencia, el mineral comenzaba a vibrar en más y más frecuencias simultáneamente, lo que llevaba a que, por un instante, pasase a ser completamente “opaco”, impidiendo que absolutamente nada lo atravesase, para al instante siguiente, dejar de vibrar, desapareciendo por completo. No se transformaba en ningún tipo de energía, sino que pasaba de existir a dejar de hacerlo. En aquel momento el espacio que había ocupado pasaba del vacío absoluto a un big bang en miniatura, en el que, de la nada, volvía a surgir la energía necesaria para rellenar aquel vacío. Pero había algo más aparte de un mero estallido de energía. Ante los ojos y sentidos de aquellos que se encontraban presenciándolo, en el corazón de aquel evento tenía lugar lo que parecía ser el nacimiento del universo. En aquel lugar y por unos segundos se abría una ventana que mostraba el origen de todo lo que existía.
Los sentidos se veían abrumados ante la avalancha de sensaciones, y las máquinas no eran capaces de registrar, codificar o almacenar aquella información. El recuerdo de aquella visión duraba tanto como la experiencia misma. Una vez finalizada ésta, tan sólo quedaba el vago recuerdo de haber presenciado algo único. Algo que dudaba que nadie más hubiera contemplado.
Después de aquello, silencio. Los sentidos tardaban en regresar, y la mente trataba de comprender todo lo que había visto, pero no era capaz. Ninguna mente humana o alienígena era capaz de hacerlo.

Abner activó los filtros y cortafuegos que había instalado para separar los pensamientos que proyectaba de aquellos que debían permanecer como privados. Hasta que había “soltado” la imagen de inseguridad, confiaba en poder contenerlos sin ayuda externa, pero después de aquello prefería ir a lo seguro. Tomando aire mentalmente se dijo a sí mismo:
- En fin. Vamos a ello.
- Flotando en el espacio situado entre Abner y Kriig, apareció una pequeña porción de vacío estelar, en cuyo centro se encontraba la versión miniaturizada de lo que Abner recordaba de la ”Ircant III”, la nave que pilotaba cuando encontró al alienígena. Aquella era una libre interpretación del sector espacial en el que se encontraba, y tanto la posición de las estrellas, como los detalles del fuselaje de la nave, no eran demasiado exactos. Kriig lo sabía, tenía muy buena memoria. A Abner le parecía que quedaba bonita aquella estampa, y no le daba mayor importancia a esos detalles. Acercándose a gran velocidad, entraba en escena un enorme crucero, que disparaba toda clase de rayos contra el indefenso bajel. Abner no recordaba que clase de nave era la que le perseguía. Sólo tenía una imagen de radar, que no era especialmente descriptiva. De cualquier manera, prefirió dejar libre su imaginación y, de paso, ensanchar un poco su ego en lo referente a aquella pequeña batalla.
La “cámara subjetiva” de la mente de Abner fue acercándose a gran velocidad hasta la nave y, atravesando el casco (permitiéndose el “narrador” la licencia poética del visionado de parte de la circuitería que recorría los huecos entre el armazón y las paredes internas). Llegó hasta la sala de control, donde se veía a un Abner más joven sentado en la silla del piloto, manejando con frialdad los controles (aquello tampoco había sido así, y Abner lo recordaba perfectamente. Él se movía como un poseso pulsando botones, tratando de zafarse de su perseguidor. Pero prefería dar una buena impresión a su contertulio).
Tras varias maniobras imposibles (físicamente imposibles en el espacio), uno de los motores fallaba debido a la tensión a la que lo habían sometido las acrobacias espaciales de Abner. Era acertado por uno de los disparos de su perseguidor, aunque no le apetecía recordarlo así. La nave, impulsada sólo por la inercia, daba vueltas avanzando fuera de control, cuando era sujetada por los anclajes magnéticos de su perseguidor.
La acción regresaba al interior de la nave. Esta vez se veía a Abner colocándose con calma el traje espacial. Los indicadores de los filtros de emisión del mastodonte se veían saturados. El subconsciente de Abner les estaba dando mucho trabajo. Por el contrario, el cortafuegos no tenía actividad alguna. Kriig no estaba tratando de “leer” las imágenes que Abner quería ocultar. O Kriig se estaba creyendo todo lo que le soltaba Abner, o bien le daba igual. Abner no sabía que le molestaba más.

Ahí estaba lo que buscaba Kriig.
La frustración que sentía Abner se veía reflejada en su metabolismo, y los cambios en su química corporal provocados por esa clase de emociones afectaban a la manera en la que ciertas frecuencias del espectro lumínico lo atravesaban. La resultante (desde el punto de vista harakani y más concretamente desde el punto de “vista” de éste) era una imagen (por llamarlo de alguna manera) tremendamente divertida, y no sólo eso. Al alcanzar ciertas partes de la esencia de Kriig le causaban una honda y placentera sensación. La química de todos los humanos no reaccionaba de la misma manera, ni con la misma intensidad, a los mismos estados de ánimo. Kriig se había encontrado con bastantes más durante su larga vida. Por eso (al menos aquello era parte de la excusa) no había roto el contacto con Abner.

Mientras el álien alcanzaba un estado similar al orgasmo. Abner, que no comprendía el cambio de actividad de ciertas partes de Kriig, continuaba con su relato.

Su nave había sido asaltada, pero su atacante no era alguien desconocido. Abner, tratando de alardear de su dominio de la comunicación harakani, “insertó” en uno de los cuadrantes superiores de la proyección escenas en las que se les veía juntos a él y a Steve Crimlain, su agresor. Se les podía ver colaborando en el laboratorio para, a continuación, pasar a presenciar sus cambios de indumentaria y edad a lo largo de su escalada dentro de los distintos estratos de la corporación.
A cada cambio físico acompañaba también el cambio de percepción que había tenido Abner sobre él, mostrándose en la manera de un oscurecimiento en los escenarios que lo rodeaban, así como un endurecimiento en sus facciones, y un brillo (deliberadamente) diabólico en su mirada.
La mente de Abner trató de sacar a flote más detalles de su relación pasada, pero éste logró mantenerlos encerrados bajo control. El esfuerzo de la doble narración le había provocado una migraña, pero estaba demasiado concentrado como para recriminárselo a sí mismo en aquel momento. No dudaba de que Amy se encargaría de recordárselo.

En el monitor principal de su nave aparecía el sonriente rostro de Steve, mientras los hombres a los que comandaba alcanzaban la sala en la que se encontraba Abner tecleando como un poseso. Tras forzar la puerta, Abner se les entregaba sin ofrecer resistencia. Tras un registro intensivo, era “escoltado” hasta la otra nave.
La acción pasaba acto seguido al interior de la nave enemiga. Los dos antiguos colegas se encontraban sentados frente a frente. Steve tenía una cargante sonrisa en su rostro. Pese a que sus labios se movían, no surgía sonido de ellos (Abner no quería que Kriig supiera por qué le perseguían).
De regreso a la Ircant III, se veía como estallaba uno de sus motores dentro del muelle de atraque del crucero.
De nuevo en la sala, Abner arrojaba de una patada la mesa que le separaba de Steve, y salía corriendo. La gravedad artificial fallaba, y las luces parpadeaban de manera irregular. Conocía de memoria los planos de distribución de aquellos cruceros, pese a no haber visto ninguno antes de aquel día. Mientras corría por los pasillos, ignorado por la tripulación que no sabía que pasaba, y buscaba la fuente de la sacudida, sobre su cabeza aparecía una cuenta atrás. Cuando ésta llegaba a medio minuto Abner entraba en una de las cápsulas de salvamento. Al llegar el contador a cero, todas las pequeñas explosiones que recorrían el crucero se convertían en una enorme llamarada que se consumía a sí misma acto seguido. En realidad habría estallado al menos quince, pero aquello era un detalle sin importancia.
Esta última parte de la narración pareció afectar de alguna manera a Kriig, y una de sus funciones comenzó a emitir unas frecuencias que Abner nunca había visto.

Traducido ésto al lenguaje hablado, era tan sencillo como:
¿Te acuerdas del día en que nos conocimos?
Me perseguía un tipo, y yo creía que murió cuando fue lanzado al espacio
¿No verías qué pasó con él?

A su lado, la nave le preguntaba a Amy por qué no era ella quien traducía. Ésta le respondía proyectando un encogimiento de de hombros, mientras miraba con expresión entre inocente y burlona a Abner.
- Tengo que practicar más antes de volver a intentar esto – se dijo Abner.
- La sala en la que estaba se solapó sobre sí misma, mientras Kriig proyectaba una recreación perfecta de como era la habitación en aquel día. Abner, Amy y el mismo Kriig habían sido borrados por completo de ella, y ni siquiera era capaz de verse a sí mismo.
La carcasa de Kriig se encontraba sentada bajo un haz de luz negra, mientras su “cerebro” analizaba una serie de datos. Su función contemplativa (en otro extremo de la nave) registraba una explosión que tenía lugar en la frecuencia cero, y calculaba la distancia. Sin formular ninguna orden, la nave se dirigía hacia allí.
Definitivamente no le tenía pillado el truco a aquella manera de comunicación. Mientras él proyectaba una “película”, lo que Kriig le mostraba no era para nada comparable.
- Entre los amasijos de hierros de la nave se veían los cuerpos sin vida de la tripulación y los soldados que no habían logrado alcanzar las cápsulas de salvamento. Abner dio gracias de no ver aquello bajo la percepción humana, pero a continuación pasaría a arrepentirse de aquella impresión.
De los cuerpos sin vida surgía una extraña forma de energía. Los sensores del mastodonte no eran capaces de identificarla como nada comprensible. Pero él sabía lo que eran: El último aliento vital de aquellos hombres y mujeres. La vida que escapaba de sus cuerpos. Dibujadas en aquellas formas extrañas se encontraban los últimos pensamientos de todos ellos. La vida de todos ellos pasaba directamente al cerebro de Abner a una velocidad imposible, pero de alguna manera él era capaz de sentir y paladear cada uno de aquellos momentos, e incluso compartir su desesperación durante aquella lucha ya perdida de antemano.
Hasta aquel momento no había pensado (o no había querido pensar) en todas las vidas con las que había acabado al destruir la nave, y aquella visión le obligó a contemplar las consecuencias de aquel acto, la pérdida que representaba aquella matanza para cientos de familias. La culpa que no había sentido entonces le golpeó con dureza, y se sintió como la criatura más vil.

Kriig interrumpió su narración al contemplar la caída de los signos vitales de su invitado. El mastodonte se apagó y Abner comenzó a toser. Amy, preparada para lo que iba a suceder, se apresuró en desconectar todos los cables del traje neuronal, así como los anclajes que sujetaban a Abner. Acto seguido, lo extrajo con facilidad de la máquina, depositándolo en el suelo. Abner temblaba sin control. Aquello había sido una impresión demasiado fuerte e inesperada para él. Su mente se había cerrado por completo para proteger su cordura.

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Abner despertó. Se encontraba en su cámara de reposo y no recordaba como había llegado allí. Trató de hacer memoria, de recordar lo último que había sucedido, pero no lo lograba. Entonces, sin previo aviso, apareció en su mente la imagen de los cuerpos vagando sin vida en el espacio. Pero no era una visión traducida por los sensores del mastodonte, sino visión humana. A las imágenes de los últimos momentos de la tripulación, se le añadía la de los cuerpos. Había visto a demasiados hombres y mujeres desgarrados por el vacío y la descompresión como para no saber lo qué había causado. Sin poder controlarlo, vomitó.
- Buenos días, bello durmiente - le saludó Amy.
- No estoy de humor
- ¿Qué tal hemos descansado? – continuó ella con tono burlón.
- Código desconexión: Siete, siete, cero, dos, cuatro, dos, cero, cinco.
Amy se apagó. En los cincuenta años desde que había creado aquella versión de la androide, era la primera vez que Abner utilizaba aquel código. En otras condiciones se habría sentido culpable por ello. Pese a ser una máquina, era la única criatura que le había hecho compañía en sus largos años de auto impuesta soledad, pero en aquel momento nada podía hacer que se sintiese peor.
- Mya, ¿cuanto tiempo he permanecido en la cámara?
- Ocho días de Ilman.
- ¿Se ha ido Kriig?
- Sí.
- ¿Finalizó su respuesta?
- Amy hizo que el mastodonte lo grabase.
- Reprodúcelo
- ¿Traducción o transcripción sensorial?
- Traducción – Un escalofrío recorrió la columna de Abner mientras respondía. Deseaba a toda costa olvidar aquella visión, pero ésta se negaba a desvanecerse.
- Aparte de ti – comenzó a narrar la voz de Mya – Quince personas más lograron alcanzar las cápsulas de salvamento situadas en la dirección opuesta a la que tú te dirigiste.
Estas cápsulas fueron arrojadas en dirección hacia el planeta Valpur. Pese a que la atmósfera no era habitable para los humanos, habían lanzado un mensaje de socorro antes de la destrucción de la nave. Calculé que tenían aire como para dos días en las cápsulas, y que el rescate llegaría antes de ese tiempo.
Tú, por el contrario, habías sido arrojado en dirección opuesta a la suya, por lo que habrías vagado por el espacio durante más tiempo del que hubieras podido sobrevivir antes de que tu ruta hubiese coincido con alguna transitada. Por esta razón fuiste el único al que ayudé.
- Así que el muy bastardo sobrevivió. Toda esa gente que le seguía murió, y el muy cabrón sigue vivo.
Abner soltó una carcajada desquiciada, mientras la locura trataba de apoderarse de nuevo de su mente. Sus ojos se encontraban fuera de sus órbitas. La ironía de todo aquello le superaba. Él sólo quería escapar. No tenía intención de matar a toda aquella gente, y la única persona con la que no le habría importado acabar, seguía viva.
Mya liberó un gas tranquilizante, en un intento de controlar los niveles vitales de Abner. Al poco tiempo, una vez que Abner se encontró en un estado sugestionable, continuó hablando.
- Hay algo que deberías ver – Sin esperar una respuesta, proyectó las imágenes finales del relato de Kriig.
A unos dos mil kilómetros de donde habían impactado las cápsulas de salvamento de los supervivientes se podía ver una forma no natural. Claramente se trataba de una construcción de apariencia humana.
El diseño era arcaico, pero reconocible. Se trataba de una nave-colonia generacional humana encallada en aquel planeta. Aquellas naves se habían construido hacía más de mil años antes de que la tecnología humana pudiese generar portales de salto. Pero había algo en ella más valioso que el simple valor arqueológico. En su casco se podían ver modificaciones importantes, vestigios de una tecnología que no encajaba con nada que hubiese visto el hombre hasta aquel momento.
Los ojos de Abner se abrieron con curiosidad. Pese al sedante, aquello había despertado su curiosidad.
- Mya – dijo con voz adormilada – Pon rumbo a Valpur.

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Las naves se separaron con suavidad. A bordo de la nave multi-vibracional, Kriig observaba a través de los muros, transparentes a sus sentidos, como la Raiyel se alejaba. En términos humanos, se podría decir que se encontraba meditabundo.
- ¿No has sido demasiado duro con él? – preguntó la nave.
- No.
- Podrías haberle ahorrado muchos de los detalles que le has dado. Podrías no haberte ensañado tanto con él.
- Estoy cansado. No sólo de los humanos, sino también de los míos. Esa obsesión que tienen de convertir en una insignificancia algo como la muerte.
Abner se vanagloriaba de su gran hazaña, de su “magnífico” plan de huida. No hacía falta superar sus cortafuegos para verlo. Todo su aura lo decía. Estaba orgulloso de aquella acción. En aquel momento sentí asco por aquella criatura.
No me he sobrepasado, sólo le he dado algo en lo que pensar. Le he mostrado la consecuencia de su gran acto. No me importa su intención, debería haber sido consciente de la envergadura de su crimen antes de apresurarse a llevarlo a cabo. Por mucho que se empeñe, su vida no es más valiosa que aquellas que quitó.
Pensaba que era alguien distinto. Mi equivalente dentro de su especie. Pero me equivocaba.
- ¿Volverás a verle?
- No. Este chiste ya ha perdido su gracia.

Javier Albizu

Reunión II

Reunión II
- ¡¡¡¿Despedido?!!!
Hola. Mi nombre es William H. Kirk. Bienvenidos al final de mi carrera periodística.
- No me jodas, Scotty. Debes estar de coña.
- ¿Que no te joda?
Este es mi jefe. Bueno, ahora ya mi ex-jefe. Scott Doohan. Director de la filial de la cadena de noticias Enterprise en Quain, Daikushu, Corlen. No lo busquen en las enciclopedias. En este planeta nunca ha pasado nada interesante (salvo un pequeño revuelo que organicé hace unos años, cuyos resultados han sido “borrados” de la historia). El eslogan de la cadena proclama: “Llegamos hasta donde nadie ha llegado antes”. El problema es que este planeta es un lugar al que nadie debería haber llegado nunca.
- ¿Que no te joda? Hace cinco años que no haces un reportaje decente. Más de diez desde que no haces un buen reportaje.
- ¿Qué me estas contando? Cuando destapé todo aquello de la fabricación de ciborgs ilegales de Mycroft, bien que saqué a la cadena del pozo en el que estaba hundida. Bien que me encumbrasteis como el periodista del momento. Todas, y no hablo metafóricamente, TODAS las cadenas me ofrecían contratos millonarios, pero me quedé con vosotros. Me llamaron de C.O.B.O.L., me llamaron de M.U.L.L.E.R. La cadena me ofreció ir a la central. Pero yo les dije que no a todos. Les dije que me quedaba aquí con mi amigo Scotty. Que me quedaba con quien me había dado mi primera oportunidad.
- Maldita sea tu primera oportunidad. Maldito sea aquel puto reportaje. No me lo recuerdes. La demanda que nos puso la Mycroft casi nos manda más abajo de lo que estábamos cuanto te contratamos. La central pasaba de nosotros como de la mierda, mientras ellos se forraban a costa de tu reportaje. Y mientras tanto, tú dando palos de ciego con tu obsesión por los harakani. ¿Tienes la más mínima idea de lo que nos han costado tus viajecitos durante los últimos ocho años? ¿Y todo para qué? ¿Dónde está tu gran reportaje?
El tiempo pone a cada uno en su sitio, y no ha hecho más que demostrar que aquel reportaje no fue más que un golpe de suerte. Si quieres seguir con él por tu cuenta, adelante. Pero la cadena no va a pagar más por tus excentricidades.
- ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
- Es más de lo que te mereces.
Mi portazo ha sido casi instantáneo. ¿Qué iba a hacer? El muy desgraciado tiene razón. Pero sé que tengo razón. Estoy a medio paso de dar con esos bichos escurridizos.
Bueno, al menos he ido engordando mis cuentas de gastos durante los dos últimos años. Eh, ¿qué queréis que le haga? Soy un periodista de investigación. Obsesiones aparte, soy un tipo bastante listo, y ya veía venir esto desde hace tiempo. Lo cierto es que me sorprende que Scotty me haya aguantado tanto tiempo.
De acuerdo. Moderando mi tren de vida puedo aguantar un par de años con la pasta acumulada, pero me conozco demasiado bien y la moderación no es lo mío. En cuanto me siente en casa empezara ese hormigueo de nuevo, y volveré a salir a desenmascarar a esos bichos. En ese caso… me parece que el dinero se me acabará en… Vaya, mañana vuelvo a estar en la ruina.
¡Qué diablos! Voy a celebrar esto al Rancho de Moe. Mañana a estas horas no podré ni emborracharme como es debido. Lo sé, lo sé. Os he dicho que soy bastante listo. Pero todos tenemos nuestro propio umbral de estupidez.
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- ¡No me podéis hacer esto!
Este es mi amigo Warren Jenkins. Si, sigo siendo yo, Kirk. No estaba allí, pero a esto se llama reconstrucción de los hechos. Hoy también es un día muy malo para él.
- Vamos, Jenkins. El rendimiento en su primera misión de campo ha sido, siendo generosos, decepcionante. No ha sido capaz de traer hasta nosotros a un hombre que debe rondar los ciento cincuenta años y, no contento con eso, el material que hemos agregado a su cuerpo, pero que continúa perteneciendo a la corporación, nos lo trae severamente dañado. Por no hablar de la nave.
- Hombre. Viéndolo así…
- Me alegra que comparta nuestro punto de vista.
- Pero ponerme a cargo de la seguridad de una nave… ¿Qué digo una nave? Un cacharro más viejo que esta ciudad. Me parece algo humillante.
- Siempre le queda la posibilidad de devolvernos los implantes, y pagarnos los desperfectos causados en su misión a nuestro material (así como las operaciones de mejora y sustracción, mas el dinero que hemos gastado en su entrenamiento) y entonces podría cancelar usted su contrato con nosotros.
- Pero…pero…Tendría que trabajar durante doscientas vidas para poder devolverles todo eso.
- En ese caso, realice la misión que se le encomienda. Y esta vez no la cague.
- Sí, señor.

Bien ¿Dónde va un ex-mercenario, ex-preso y actualmente sicario alegal de una macrocorporación, cuando ha tenido un día tan malo? ¿Hollowood? ¿El museo de historia? ¿Las islas Tarso? Pues claro que no. Esto es Quain, una ciudad periférica de un país periférico de un planeta más periférico aún. Así que, o se va a apostar, o se viene a este pequeño rincón (periférico) de la ciudad que es el Rancho de Moe, lo que le proveerá de más diversión por menos dinero.
Si creyera en el destino (cosa que no hago), diría que creó a Warren para complementar mi carrera como escritor. No es que sea lento, sólo que tiende a creerse mejor de lo que es. Siempre alardea de sus “logros” como si hubiera realizado una tarea épica, y esos alardes son la chispa que prende la llama de mi curiosidad. A parte de todo eso, habla sin pensar en lo que dice. Ello lleva a que, de vez en cuando, suelte alguna perla como si se tratase de algo intrascendente.
Hace mucho que no lo veo. Creo que desde que le arruiné la vida (aunque él no sea consciente de ello). Diréis que soy una mala persona, pero verlo cruzar la puerta hace que se me alegre el día. Estoy convencido de que con él llega una noticia jugosa.
- ¡Warren! – le saludo alzando el brazo para hacerme visible a él. Vaya. Parece que ahora es menos “hombre” que la última vez – ¿Qué le ha pasado a tu mano?
- No me hables de eso – me responde hosco mientras toma asiento – Es lo último de lo que me apetece hablar.
- ¿Y de qué te apetece hablar?
- De nada. Sólo quiero largarme de este puto planeta cuanto antes.
- ¿Realmente te vas, o sólo es un deseo?
- Me destinan a Baylock.
- ¡Joder, qué suerte! ¿Te han ascendido?
- Vete a la mierda.
- ¿Qué es lo que te pasa? ¿No vas a Baylock, Arishem?
- Voy a Baylock, la puta cuarta luna de Bismota.
- ¿Bismota? ¿Dónde cojones queda eso?
- En el sistema Bishamonten.
- Pero si allí no hay ninguna colonia – Perfecto, perfecto. No sabes cuanto te quiero, Warren.
- Hay unos astilleros orbitales de la compañía. Por lo que yo sé deben llevar más de cincuenta años con un trasto que encontraron en un planeta.
- ¿Un trasto?
- Una nave.
- ¡¿Una nave?! – Oooooh tío, sigue, no sabes como me estas poniendo.
- Dicen que es una nave-colonia, o algo parecido.
- Pe…pe…pero esas cosas dejaron de fabricarse antes del abandono de la tierra.
- Pues eso. Un puto trasto que tendrá más de mil años – Más de cuatro mil años, estúpido.
- ¿Y que pintas tú allí?
- Pues eso. Van a fletarlo, y yo voy a ser jefe de seguridad de esa bañera espacial.
- ¿De qué te quejas? Vas a dejar de ser un operativo encubierto, y te entregan algo que la gente mataría por visitar.
- Es un castigo.
- ¿Pero qué dices?
- La cagué en mi última misión, y ahora esto es lo que me encomiendan.
- Tampoco lo harías tan mal. Esto que me estas contando no parece nada malo. ¿Qué misión es esa en la que la cagaste?
- ¿Ves este muñón?
- Claro. Es lo primero por lo que te he preguntado.
- ¿Sabes quién es Abner Biuler?
- No me suena de nada.
- La cosa es que debe ser algún cerebrín que desapareció hace nosecuanto tiempo.
- Espera, espera. Me quiere sonar. ¿No fue un tipo que se la jugó bien jugada a la Mycroft?
- Me da igual lo que hiciese.
- Pero eso fue hace más de… Antes de que naciéramos cualquiera de los dos. Debe llevar muerto por lo menos cuarenta o cincuenta años.
- No esta muerto.
- Ya se que he bebido un poco, pero no me vas a colar eso.
- Está vivo. Y no sólo eso, tiene un androide de aspecto completamente humano, y más duro que nada que haya visto nunca. Ella me hizo esto.
- A ver, a ver. Vayamos por partes. ¿Qué me estas contando?
- ¿Conoces a Stephen Crimlan?
- ¿El pez gordo?
- El mismo.
- Me encantaría entrevistarlo.
- No te lo recomiendo. Ese tipo da miedo.
- Bueno, bueno. Sigue.
- Estuvo aquí, en Quain. Me dio unas coordenadas, una nave, y me mando a buscar a Biuler.
- ¿Qué aspecto tiene?
- ¿Biuler?
- No. Crimlan.
- ¿Por qué?
- Porque también hay montones de rumores sobre él, y no se deja ver.
- Pues… No sé. Unos cincuenta y bastantes. Estatura media. Pelo muy corto y canoso, con abundantes entradas. Y dos tipos que me hacían parecer un enclenque.
- ¿Eran como tú?
- ¿A que te refieres? ¿A si estaban potenciados?
- Eso mismo.
- Yo diría que sí. Aunque no les vi en acción.
- Qué cabrones. ¿Así que os siguen “fabricando”?
- ¿Fuiste tú?
- ¿Si fui yo, quién? – No me digas que después de tantos años, este imbécil va a sumar dos más dos por un puto descuido.
- El artículo. Fuiste tú, so cabrón. ¿Tienes idea de lo que he pasado desde entonces?
- Sólo hacía mi trabajo – Eso, tu arréglalo. Creo que acabo de ser yo quien ha abierto la bocaza cuando no debía.
- Empezaste a investigar después de hablar conmigo, ¿no?
Menos mal que sólo tiene una mano. Si no ya me puedo dar por muerto. Bueno, mejor no me las prometo tan felices aún. Qué fuerza tiene el desgraciado. Me esta ahogando sólo con cogerme de las putas solapas de la camisa.
- Cuando salió aquel reportaje nos encerraron. Nos acusaron de haber filtrado información a la prensa. Estuvimos un año incomunicados, hasta que se acabaron los juicios. Joder, tío. Te cuento una buena noticia, y tú la conviertes en mierda. Ya no sé ni cuánto tiempo llevo así. Tenemos una semana cada nosecuanto tiempo para salir. La vida son misiones y reclusión. Hasta la vida en prisión era mejor.
- A mi no me eches la culpa – Por favor, por favor, que se trague esto y me suelte – Todo lo hice por ti.
- ¿Por mí? – Bueno, arrojarme contra la barra no era mi idea de soltarme, pero es una mejora – Te voy a matar.
- ¿No te das cuenta de lo que te han hecho? ¿Por qué te crees que existían leyes contra esto?
¡Mírate, joder! ¿Tú crees que con toda la chatarra que llevas encima y dentro de ti puedes tener una vida normal? ¿Cada cuánto tienes que pasar por revisión? ¿Cuánto tiempo sobrevivirías sin las máquinas de la corporación? – Que no vea lo asustado que estoy, quenomemate, quenomemate.
Espera, se detiene ¿O sólo se esta frenando? Venga tío, mientras te jodía no pensaba en lo que te acabo de decir, pero tiene mucho sentido.
- Pe…perdona, tío – ¡Salvado! – Nu…nunca lo había visto así. No tienes ni idea de lo deprimente que es mi vida.
- Tranquilo amigo – La palmadita en el hombro siempre es efectiva – Ya has salido de todo eso – aunque ayudaría que no sonase metálica – Te vas a ir lejos de todo esto. Vas a mandar a tomar por culo a este planeta de mierda.
- Si. Me voy – Con esa lagrimita, casi parece humano. Debe ser algún fallo de diseño. No, será sudor.
- Pero podemos joder a la corporación – Me la estoy jugando. Calma, calma – Les puedes devolver todo lo que te han hecho.
- ¿Cómo? – Vale, William, cruza los dedos.
- Llévame contigo a Baylock – Vale, en sus ojos hay odio. Pero ¿es hacia mí, o hacia la corporación? – Si lo han llevado en secreto, seguro que esconden algo turbio. Llévame hasta allí y destaparé toda la basura que tratan de ocultar – Venga, la puntilla final – Y si aún siguen creando a ciborgs potenciados, estando dentro podré obtener pruebas. Se les va a caer el pelo a todos. Esta vez no habrá juicio posible. Les obligaremos a hacerte de nuevo humano.

Vamos Warren, no me dejes en ascuas. ¿Me vas a matar, o me vas a convertir en el periodista del momento (otra vez)?.

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Qué hermosa es la vida. Cómo me encanta estar rodeado de pardillos y crédulos. En dos horas Warren me introducirá como equipaje en la nave de la corporación que le lleva a Baylock. Aunque hay algo que me intriga. Detrás de sus ojos, en aquel momento definitivo me pareció ver una luminosidad extraña. Puede que se tratase del reflejo de alguna luz del exterior, pero no me gustó aquello.
¿Puedo fiarme de mi “amigo” Warren, o me esta llevando a una encerrona?
A ver. Repasemos.
Stephen Crimlain, uno de los peces gordos, corrijo, EL pez gordo de la Mycroft, se viene hasta una pocilga perdida entre los pelos del culo del universo, para encargar a un ciborg obsoleto que capture a un tipo que debería estar muerto antes de que cualquiera de los dos hubiéramos nacido.
¿Qué se de Crimlain?
Veamos los hechos. Hijo adoptivo de Joseph Crimlain, anterior jefazo en la sombra de la corporación. Su partida de nacimiento desaparece de manera muy oportuna. No tiene historial delictivo, ni de ningún otro tipo. Vamos, que no existía hasta que se hizo con el puesto.
¡Joder! Sí que sé poco.
Vale. Rumorología.
¿Mató a su padrastro para acceder al puesto?
¿Tiene agarrado por las pelotas a Jerry Mycroft, y es él quien realmente dirige la compañía?
¿Ordenó él los asesinatos de Silas Marcum y Aldus Webmaker?
¿Controla a través de la Mycroft el gobierno, la policía y el ejército de Arcana?
¿Murió realmente Joseph Crimlain, o sólo cambio de nombre?
Bueno, dejémoslo por ahora. Lo cierto es que el individuo es todo un pieza. Y por lo que cuentan también es aficionado a la manipulación de factores ajenos a él para cubrirse las espaldas, y no mancharse nunca las manos.
Cierto, corren rumores. Cientos de ellos. Pero la Mycroft comenzó a crecer exponencialmente cuando su papaíto accedió al poder.
Enhorabuena William, te has vuelto a meter tú solito en una encerrona. Hay que reconocer que el tipo es bueno.
Espera, no te emociones. ¿Qué va a querer un tipo como Crimlain de un ex-periodista estrella en horas bajas como tú?
Igual soy el elemento fortuito, la ficha que no pertenece al juego. Quizás no cuenta conmigo para lo que sea que tiene planeado. O quizá me maten en cuanto salga del baúl.

Qué cojones. Si caigo, que sea haciendo algo grande. En otras ocasiones, este dolor de estomago que me causan los nervios me jodería vivo. Pero hoy me encanta esta sensación.

¿Para que llevará Warren un puto conejito rosa en su petate?
Qué más da, es muy mullido. Mañana promete ser un día movido.

Javier Albizu

El erudito

El erudito
- ¿Dónde estarán esos malditos archivos?
Tobías Alderson, profesor en el centro de estudios y enseñanzas superiores de Vashul, tenía poco tiempo para acabar de preparar la clase que comenzaría en breves minutos.
- Sé que estaban por aquí.
La clase de aquel día, una de sus especialidades y debilidades personales: Historia pre-colonial de la vieja tierra.
En aquel momento se encontraba conectado con las bases de datos del centro, en busca de las grabaciones de la partida del Arca. Estaban grabadas en un 3-D muy rudimentario, pero valdría para ilustrar ante sus alumnos aquel momento histórico en la conquista de las estrellas.
Su avatar rebuscaba por las bases de datos, como si de una antigua biblioteca se tratase. Tobías era un nostálgico de los tiempos que nunca conoció. Le encantaba sentirse rodeado de papel (aunque fuera virtual), y sentir el tacto que en nada se parecía al que debían de desprender los auténticos libros.
Ya no quedaban libros. Al menos no quedaban libros como soporte para el estudio, la lectura o el entretenimiento. Éstos habían desaparecido siglos antes de que él naciera. Sí, por supuesto, aún se podían conseguir, pero estos eran artículos de coleccionista. Excentricidades para gente anclada en el pasado.
Toda la información se recogía en formato electrónico. Literatura antigua, informes secretos, archivos personales. Todo. La escritura como tal casi había perdido su significado, sepultada bajo la avalancha de imágenes y sonidos.
Aún quedaban irreductibles que se empeñaban en utilizar la letra, en ver como los caracteres tomaban forma ante ellos, en sugerir formas, en describir antes que mostrar. Pero en el universo quedaban pocos románticos, la gente se conectaba e introducía la información masticada y digerida directamente en sus cerebros. ¿Para qué perder el tiempo leyendo, cuando había maneras más rápidas y fáciles de hacerse con la información? ¿Para qué tratar de sacar tus propias conclusiones, cuando alguien ya las ha sacado por ti?
- Otra nueva generación de estúpidos – se decía Tobías cada vez que paseaba por las calles de la ciudad, y escuchaba la manera en la que hablaban y se comunicaban los jóvenes. La inmediatez predominaba sobre la claridad. El impacto sobre la sustancia. La forma sobre el contenido. Aprendían a leer, se les enseñaba el lenguaje y sus matices, pero no eran capaces de utilizarlo debidamente. Se les insertaba la información pero no se les enseñaba a asimilarla. No eran capaces de utilizarla debidamente.
La curiosidad y la individualidad estaban muriendo. Larga vida a la estandarización.

Finalmente encontró el archivo. Entre las manos de su yo virtual se encontraba la información. Se le mostraba como un pequeño marco en cuyo interior se podían leer los caracteres “El arca: peregrinaje en busca de Dios”. Sus manos tiraron de los extremos de aquel marco, haciendo que este creciera tanto como daban de sí sus brazos. El texto desapareció para dar paso a las imágenes. Satisfecho con el resultado de su búsqueda, lo almacenó junto al resto de contenidos de su clase.

Una butaca apareció detrás suya, mientras las inmensas estanterías que formaban su biblioteca privada desaparecían. Se sentó en ella y revisó cuántos de sus alumnos se habían conectado hasta el momento a la clase.
En la esquina superior izquierda de su campo de visión sólo aparecían como conectados los avatares de Roberto, Ethan y Fernando. Faltaban unos minutos. El resto no tardaría en conectarse. Se preguntaba que aspecto tendría aquella gente en el mundo real, si aquellos rostros que solía ver serían los auténticos. Sun Park y Adam se conectaron segundos antes de la expiración del tiempo de espera.
- Buenos días – saludo Tobías.
- Buenos días – respondieron todos.
- Son las siete de la tarde – respondió Roberto burlón.
Los rostros enmarcados de los alumnos que se habían dignado a conectarse aquel día (o tarde) se encontraban flotando en el aire frente al sillón de Tobías, dispuestos en un semicírculo.
- Muy bien, señor mío. Visto que se encuentra con ánimo parlanchín. ¿Puede recordar a sus compañeros donde dejamos la clase el último día?
- La unión de Europa y Asia, y la compra por parte de estos de la deuda africana para formar el Conglomerado Eurasiático-africano.
- ¿Qué propósito tuvo esta unión?... ¿Ethan?
- La explotación en exclusiva por parte del Conglomerado de los recursos pertenecientes a todos sus los territorios.
- ¿Año?
- Dos mil cuatrocientos setenta y dos del calendario terrestre.
- ¿Qué otro evento significativo está relacionado con esta fecha?
- Más adelante se tomaría como año uno del calendario D.P.C.
- Vaya, parece que estuvieron atentos el último día. Pero hay un último evento que se han olvidado mencionar, y que también fue clave a la hora de tomar este año como punto de partida para el nuevo calendario. ¿Alguien sabría decirme cuál fue?
- El atentado reivindicado por el grupo Ateo-radical
- ¿Ateo-radical? Debes estar de broma.
- Encontrarás todo tipo de fanatismos, y toda clase de locos a lo largo de la historia. Sigue, por favor, Roberto.
- De acuerdo. El grupo “Libertad para la mente”, tras hacerse con el control de un silo orbital americano de misiles, los arrojó contra el Vaticano, lo que acarrearía la muerte de Juan XXXII, también llamado el último papa Vaticano. Y, por añadidura, del noventa por ciento de la población de la ciudad (algo que no parece ser de interés histórico).
- ¿Algo más?
- La elección de dos papas. Pío XX en la tierra, quien realizaría la proclama: Dios se ha ido. No sé si alguna vez ha estado aquí, pero ahora no se encuentra entre nosotros, y León XIV en Marte. El otro gran evento sería el comienzo de la construcción del Arca.
- Parece que fue un año movidito.
- También se creó la formula para un nuevo champú mas suave.
- Esa sí que es una razón válida para comenzar un nuevo calendario. Estas cosas me pasan por hablar demasiado pronto.
- Por no mencionar que fue el año del relanzamiento del los microdroides articulados de Trek Wars.
- Me alegra ver que no todos os tomáis estas clases con la misma seriedad que Ethan y Roberto. Hasta aquí quería yo llegar. ¿Alguien sabría decirme a qué debió su nombre la primera nave colonia generacional? ¿Ethan?
- ¿Por una antigua serie de comics?
- Eso me pasa por preguntar sin mirar a quien. ¿Nadie? Supongo que era esperar demasiado.

Efectivamente. Aquel año se dio el pistoletazo de salida a la conquista espacial de la manera más inesperada.
El Conglomerado acusaba a los Estados Unidos de complicidad en el atentado, y los ánimos se caldearon. Una guerra global parecía próxima, y la gente quería abandonar el planeta. Diez años más tarde “El arca” estaría finalizada y abandonaría la vieja tierra capitaneada por el nuevo Papa terrestre, seguido por un millón, trescientos cincuenta y dos mil quinientos veintiséis fervientes seguidores. ¿Su misión? Encontrar a su Dios allá donde hubiese ido (y alejarse de la tierra antes de que esta la humanidad acabase con ella).

Mientras Tobías pronunciaba aquellas palabras, el vacío sobre el que se encontraban suspendidos tanto su avatar como los de sus alumnos, se llenaba con las imágenes que había extraído del archivo. El arca, una nave tan inmensa que no se pudo construir en el planeta. Gran parte de las mayores fortunas personales del planeta se unieron en busca de la salvación junto a su señor en las estrellas.

- Disculpe.
- ¿Si, Sun Park?
- Según Katsuhiro Mishima, la primera nave generacional en abandonar la tierra fue la Yamato.
- Cierto, hay discrepancia en tanto al orden de creación como de partida de las naves generacionales, aunque es comúnmente aceptado que “El Arca” fue la primera. Seis más partirían de la tierra poco tiempo después de esta, en busca de un lugar en las estrellas en el que asentarse. La “Yamato” y la “Tokio II” partirían con bandera japonesa. La “Dama Libertad” y la “Orgullo del sur” con bandera americana. La Sleipner noruega y la Atlantis española
- Ahem.
- ¿Si? – pregunto Tobías resignado – ¿Ethan?
- Para ser el primer Conglomerado una alianza, me parece que todos sus miembros iban muy a su aire.
- Supongo que ese es un mal atemporal. El Conglomerado era una alianza de naciones, y cada una de ellas pugnaba por ser la cabeza visible (y dominante) sobre el resto. En eso no se diferencia demasiado al Segundo Conglomerado en el que nos ha tocado vivir.
- De todas formas, la idea de las naves generacionales siempre me ha resultado un tanto… ¿Cómo decirlo?
- Adelante, Fernando.
- Un tanto… estúpida.
- Era apostar por la posibilidad remota de que sus descendientes encontraran un planeta en el que asentarse, contra una muerte segura en la tierra.
- Pero al final no estalló la guerra en la tierra.
- Cierto, Sun Park. La amenaza de una guerra final flotó por el ambiente durante casi cuatro décadas, para finalizar en… una nueva “paz”. Pero aquello era algo que los colonos no llegarían a saber nunca.
- ¿Al partir de la tierra, no mantuvieron ningún tipo de contacto con ella? ¿Ninguna clase de comunicación?
- No… Por lo que se sabe.
- ¿No se enviaron sondas?… ¿Expediciones, para tratar de dar con ellos?
- Así es. Se hicieron diversos intentos. Pero treinta años vagando por el espacio sin un rumbo definido hacen a uno difícil de localizar. Por lo que se dice, ninguna de las naves continuó por la trayectoria que se había previsto para ellas. Habían sido proyectos mastodónticos para la época (para cualquier época). Hay incluso quien dice que partieron sin haber finalizado por completo su construcción. Todo en ellas era un prototipo, todo en ellas era único.
- Me reafirmo en mi comentario sobre su estupidez.
- La historia humana y el historial científico humano están plagados de grandes dosis de estupidez… y de desesperación. Hay momentos en los que hacen falta grandes dosis de estupidez para llegar a un punto inteligente. De no ser por el diseño y desarrollo de aquellas naves, y el avance que supuso para la ingeniería espacial ¿Quién sabe cuánto se habría retrasado la salida del hombre más allá del sistema solar?
- Serían los primeros en “salir” pero no fueron los primeros en “llegar”.
- Cierto también. El motor Hikari se inventaría casi dos siglos después de su partida, pero permitió al hombre mandar sondas, y alcanzar un planeta habitable mucho antes de que la vigésimo quinta generación de los nacidos en la Sleipner alcanzaran Nueva Midgard.
- Que es la única nave generacional que logró alcanzar un planeta habitable.
- Estos vikingos si que sabían lo que era navegar.
- La única… que se haya puesto en comunicación con el resto de la humanidad.
- También existen cientos de teorías respecto a eso. Más adelante se llevarían a cabo proyectos para tratar de trazar las posibles rutas que tomaron aquellas naves a partir de los registros de sus últimas posiciones conocidas. Pero en aquel momento ya era un trabajo más de arqueología que de rescate. Y pese a los avances logísticos y tecnológicos, los informes en los que se basaban para llevar a cabo aquellas investigaciones databan de más de dos mil años atrás. Las variables son casi infinitas.
- Según leí, hace trescientos años se creyeron descubrir los restos de la Tokio II en el sistema Shinyi.
- Las investigaciones revelaron que eran vestigios de una antigua nave carguero.
- Yo he leído que aquello era falso. Que era una tapadera para ocultar los primeros restos encontrados de una nueva cultura alienígena.
- Yo creo que tendríais que dejar de ser tan aficionados a la ciencia ficción y la teoría de la conspiración, y centraros más en lo que estamos tratando.

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Le gustaban aquellas clases. Realmente agradecía aquellos momentos. Enseñar a aquellos jóvenes, debatir con ellos, despertar su curiosidad. Aunque las clases terminaran siendo (como aquella) un despropósito sin la más mínima coherencia con lo que había pretendido en un principio.
Llamaba a sus muchachos “la ultima esperanza de la cultura”. Le gustaban todos ellos. La irreverencia de Roberto, el inconformismo de Sun park, la curiosidad callada de Adam, la pasión de Fernando. Incluso Ethan y su, en ocasiones, inoportuno sentido del humor.
Comics. No había suficientes elementos culturales minoritarios en la vieja tierra, como para que alguien brillante como Ethan acabase cogiendo cariño a una forma de expresión tan irrelevante como ignorada. En fin. Al menos había demostrado interés por algo remotamente relacionado con lo que estudiaba. De cualquier manera, mirándolo con perspectiva, pese a los obvios cambios tecnológicos y culturales, se podía decir que los comics habían pervivido hasta los tiempos modernos.
- Historiador – recordó las palabras de sus padres – Con la de profesiones útiles y con futuro que tenías a tu disposición, alguien con tu intelecto y posibilidades ha tenido que elegir historiador – y no pudo evitar sonreír.

Tobías se desconectó de la red del centro de investigaciones, y sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la escasa luz de la habitación. ¿Cuántas horas había estado conectado? Sus piernas entumecidas le respondieron: Demasiado. Retiró con cuidado los conectores de sus implantes del cuello y se levantó. Estiró su cuerpo y miró por la ventana. El termómetro exterior marcaba veintinueve grados, y un sol sonriente que no había logrado eliminar de la configuración de aquel condenado aparato. En el exterior ya había anochecido.
- Los aparatos de San-yu le facilitarán la vida – dijo mirando con odio aquel rostro que parecía reírse de él.

Mientras paseaba camino de su casa, miró hacia el cielo. En aquel momento, sobre la ciudad, se podían ver tanto Daisho como Hokuto, dos de las tres lunas del planeta. Por encima de ellas, las estrellas. No pudo contener un suspiro. Siempre había sentido la curiosidad de viajar entre ellas, no de una colonia a otra, sino con la esperanza de descubrir nuevos mundos. De encontrar nuevas culturas, colonias perdidas, historias olvidadas por el tiempo, nuevas experiencias.
- Cuatro mil años viajando por el espacio, y nos llamamos conquistadores. Hemos encontrado restos de dos civilizaciones alienígenas más antiguas que la nuestra, pero jamás hemos visto ninguno de sus ejemplares. Hemos encontrado una especie inteligente con la que apenas logramos comunicarnos y nos creemos los señores del cosmos.
Continuó mirando hacia el cielo, y se imaginó ser unos de los viajeros del Arca. ¿Qué diferencia había entre lo que contemplaban sus ojos, y lo que se presentaba ante aquellos hombres y mujeres de la antigüedad?
Nada.
- Aún queda mucho por explorar.
- ¿Cuántas historias les quedan por contar a las estrellas?

Javier Albizu

El durmiente

El durmiente
- ¡Señor! ¡Señor! – El ingeniero Stulbright no daba crédito a lo que veían sus ojos.
- ¿Qué sucede, Stulbright?
El Ingeniero Jefe Silas era un hombre difícil de sorprender. Había estado rehaciendo aquella nave durante los últimos diez años de su vida, y creía que nada de lo que encontrasen sus hombres en ella iba a ser capaz de sorprenderle. Stulbright tampoco era un novato. También había visto cosas muy raras a lo largo, ancho y profundo de aquella monstruosidad. Silas apretó los dientes y se dispuso a ver qué parte de la estructura fallaba aquella vez, o qué elementos habían decidido funcionar por su cuenta, ignorando alegremente todas aquellas leyes y convenciones científicas que él tan claras tenía en su cabeza.
- ¿De qué se trata esta vez? – Menos de un año para finalizar el proyecto, y aún andaban así. Los archivos históricos decían que se habían tardado diez años en construir aquellas bañeras gigantes pero, por lo que él sabía, la reparación y puesta en funcionamiento de aquella se estaba prolongando por más de cincuenta. Obviamente la corporación no estaba nada satisfecha con los resultados.
- Este panel.
- Esto no es un panel, Stulbright. Esto es una pared – Silas golpeó repetidas veces la pared con la palma abierta, mientras acuchillaba a su ayudante con la mirada. Éste, con expresión entre indiferente y divertida, presionó una de las secciones de la pared con su mano enguantada.
La pared se movió, y Silas, con dificultad, logró mantener el equilibrio sin dejarse llevar por el impulso del que iba a ser su siguiente manotazo.
- Este pasillo lleva a…
- ¿Quién revisó esta sección?
- ¿Señor?
- ¿Fuimos nosotros, o alguno de los equipos anteriores?
- Espere un momento, señor – Stulbright consultó los informes – Nosotros… y el primer equipo.
- ¿Qué resultado dieron los informes?
- En ambos casos: Ningún rastro de actividad energética, y los análisis no mostraron maquinaria ni cableado.
- Entonces ¿Quieres decirme cómo cojones se ha abierto esta condenada pared?
- ¿No es sorprendente?
- Cada día que pasa odio más esta nave.
- ¿Qué hacemos, señor?
- Manda a la cuadrilla de Jensen a inspeccionar los túneles. Quiero un informe en mi matriz de datos en cinco horas.
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Silas consultaba la hora mientras le llegaba el aviso. Su matriz de datos había sido actualizada.
- Cuatro horas y media – farfulló – ¿Por qué les gustará tanto apurar el tiempo? Seguro que han estado tomando algo antes de acabar el informe.
Con paso lento, recorrió el exterior del casco hasta llegar a una de las escotillas de acceso al interior. Una vez más se le había hecho tarde revisando los motores de la nave. Aquellos motores le fascinaban y le aterraban. Hasta soñaba con ellos. Su funcionamiento, su construcción, incluso su misma apariencia se le hacían completamente incomprensibles. Lo mismo había sucedido con los otros cuatro grupos de ingenieros que, antes que el suyo, habían estado tratando de poner en funcionamiento aquella nave. Definitivamente, aquello no era de factura humana.
Una vez en su oficina, y libre de su traje de vacío, se conectó. Tras ver y escuchar el informe, tomó el primer transporte que llevaba a aquella sección. Lo que le faltaba. A los jefazos les iba a encantar aquello.
- ¿Doctor Akagi? – llamó mientras se dirigía hacia el lugar – Me gustaría que se reuniese conmigo en la cubierta noventa y seis. ¿Ya le han llamado? Bien, nos vemos allí – colgó – Perfecto. Esto es jodidamente perfecto. ¿No puedes ir más deprisa, Hopkins? A este paso llegaremos mañana. ¿Quién me mandaría meterme a ingeniero? Tendría que haberme dedicado a la pesca. Como mi padre.
Una hora más tarde estaba allí.
- Decidme, cuadrilla de desgraciados, que nadie ha tocado nada.
- Está todo tal y como lo encontramos – respondió Jensen. Sí, Jensen era un tipo responsable. Seguro que no había dejado que ninguno de sus hombres se acercase.
- ¿Y bien, doctor?
- Al parecer, la habitación estaba esterilizada. No se ven agentes víricos ni bacteriológicos en el exterior de las cámaras. La sala está estabilizada. Sean quienes sean estas tres personas, o no estaban enfermos, o lo que sea que les afectó no ha escapado de esos contenedores.
- A ver si lo adivino, Stulbright – comentó Silas sarcástico - Tampoco hay nada que esté alimentando estos contenedores.
- Así es, señor.
- Entonces… ¡¿Cómo cojones están conservados estos tipos?! ¡A ver! ¡Que alguien me lo explique! Me vais a matar, cabrones. De ésta me da un ataque de algo.
- Debería tomarse un calmante.
- ¡Usted cállese, doctor! Saque estos putos cuerpos de mi nave y que los miren donde sea. Me da igual que los evisceren, que los quemen o que los descompongan molecularmente. Los quiero fuera de mi jodido territorio. No quiero a nadie que no sea uno de mis chicos en todo el maldito perímetro. Quiero que volváis a inspeccionar cada puto centímetro de esta puta nave. Me la suda que sean más de treinta kilómetros, como si son treinta parsecs. Me la sudan las doscientas cubiertas. Me la sudan las paredes. Las tiráis si hace falta. Quiero ser consciente de cualquier bicho vivo o congelado que pisa mi nave. Quiero… quiero… quiero… Déme ese puto calmante.

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- Debo admitir que es impresionante – realmente lo estaba. Stephen Crimlain se encontraba agradablemente sorprendido – ¿Continuáis sin tener la menor idea de cómo funcionan?
- No parece haber ninguna clase de conexión entre la base y las cápsulas. Pero al extraer la primera de ellas, el hombre que se encontraba en su interior pareció despertar, para a continuación ser “atacado” por el tiempo, que parecía haber sido “extirpado” del interior de la cápsula. El hombre envejeció en segundos, y en menos de un minuto ya eran polvo tanto él como sus ropas. Los ingenieros no tuvieron tiempo de reacción.
- ¿Están en cuarentena?
- Cuarentena e investigación. Aunque parece que no fueron expuestos a nada nocivo.
- ¿Me esta diciendo que la del hombre de la cápsula fue una muerte natural?
- Se podría entender como muerte natural de un hombre que, probablemente, llevase ahí varios siglos. Su estado parece similar al de la gente criogenizada.
- Aquellos que salen del estado criogénico no acostumbran a sufrir esa clase de efectos.
- Ya he dicho que su estado parece similar. Pero obviamente no es el mismo.
- Al menos nos quedan estos otros dos para estudiarlos.
- Pero aún no tenemos ningún protocolo para extraerlos de las cápsulas sin que sufran el mismo efecto que su compañero. Los cristales de la base deben emitir alguna clase de radiación (que no somos capaces de detectar) que aísla por completo el interior de las cápsulas.
- ¿Eso es una suposición, o tiene alguna base?
- …
- ¿Profesor?
- … mucho me temo… que todo lo que le he dicho son suposiciones.
- Avíseme cuando tenga algo más sólido.
Crimlain abandonó la sala seguido de los dos guardaespaldas que lo acompañaban a todas partes, y el profesor Mateo Kasarov respiró aliviado. No le gustaba aquel hombre. En realidad no le gustaba su trabajo. Pero al menos pagaban bien.
Volviéndose hacia los sujetos que tenía que investigar, se fijó en el primero de ellos. No debía de tener más de cuarenta años. En su piel no se veían restos de enfermedad alguna, y de no ser por la palidez extrema de esta, diría que aquel era un hombre “sano”. El material transparente en el que se encontraba contenido impedía a los escaners obtener ningún resultado. Para aquellas máquinas, las cápsulas estaban vacías.
En la cápsula central se encontraba el cuerpo de una joven. No aparentaba tener más de veinte años. Al contrario que su compañero, ella parecía dormir placidamente. Mientras él tenía los puños cerrados y el cuerpo rígido. Por el contrario, ella parecía relajada, casi inmersa en un sueño placentero. Aquello era algo que incomodaba a Kasarov. No recordaba haber visto nunca un cuerpo criogenizado, ya fuese para un largo viaje, o por motivos médicos, que no diese alguna muestra de tensión. Se repetía a si mismo que aquellos dos individuos no estaban congelados. Que aquel era un método desconocido. Pero aún así aquella mujer le ponía los pelos de punta. Para alimentar aún más su paranoia, se sentía constantemente observado por aquellos ojos cerrados.
- ¿Qué os sucedió? ¿Quién os introdujo en estos artefactos? – preguntó a los cuerpos inertes. No esperaba obtener respuesta alguna, pero al menos tenía la sensación de hacer algo útil.
Desde que le habían traído aquel artefacto, dos días atrás, lo había sometido a toda clase de pruebas. Todas decían lo mismo. Aquello era un pedazo de material desconocido, que no emitía o generaba ninguna clase de onda o radiación. De no ser por las grabaciones de seguridad que mostraban la desintegración del tercer individuo, habría pensado que lo que se veía en su interior eran estatuas fabricadas con ese mismo material.
Aprovechando que una de las cápsulas estaba vacía, se dedicó a experimentar con ella. Introdujo en su interior elementos orgánicos programados para degradarse en unas horas, con la esperanza de lograr preservarlos en el interior de aquel aparato, pero cada experimento era un fracaso. Dedujo de ello, que los hombres que habían abierto aquella cosa, la habían estropeado.
Estaba casi convencido que los cristales de la base debían de ser los controles, pero la experimentación de prueba y error, jugándose la vida de dos individuos que podían ser muy valiosos para la compañía, no era la opción más viable. Aparte de eso, sólo tendría dos intentos, lo cual no se podía decir que fuese demasiado.
Durante el resto de su jornada laboral, Kasarov se dedicó a contar su vida a aquellos dos individuos cuya atención tenía en exclusiva. Al llegar la hora de irse a casa, apagó el instrumental, se despidió de ellos, y se fue a casa.

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Leire abrió los ojos. No es que le fueran de ninguna utilidad, pero hacía mucho tiempo que había descubierto que aquello tranquilizaba a los demás. Algo había cambiado a su alrededor. Si, José Luis no estaba a su lado, y Eusebio había muerto. Alguien había alterado los flujos que alimentaban el contenedor. Una pregunta menos. Ya sabía por qué se había despertado.
Más allá de la cápsula, la habitación estaba repleta de conversaciones pasadas. No lograba entender la lengua, pero las formas que habían generado aquellas ondas parecían indicar que eran humanos. De manera pausada el sentido iba despertando y estableciendo los enlaces con las distintas frecuencias. Percibía partes del espectro que no había sido capaz de detectar antes. Más cosas sobre sí misma que estudiar.
- Parece que el sentido ha continuado desarrollándose pese al letargo. A ver si esta vez me sirve para algo.
Percibió alteraciones en el campo perteneciente al oído humano. Pisadas, probablemente. Parecía que alguien se movía acercándose hacia ella. Un hombre se detuvo bajo el umbral que daba acceso a la habitación. El cerebro del hombre dio varias órdenes. Sus pulmones se llenaron de aire, y éste fue propulsado por ellos atravesando su garganta y cuerdas vocales. Sus labios emitieron un sonido. Los músculos bajo la piel se compactaban, generando tensión en todo su cuerpo. Posiblemente una posición defensiva. Sus manos sujetaban un instrumento. Por las frecuencias que bloqueaba, Leire dedujo que aquel aparato no era parte de su cuerpo, y que estaba compuesto por partes metálicas de distintas aleaciones. Por el interior de aquel aparato, tenues impulsos eran contenidos por campos energéticos y sólidos. Debía de tratarse de un arma. No había indicios de transpiración interna o externa. Estaba en alerta, pero no la consideraba peligrosa.
Leire no entendió las palabras, pero la situación recomendaba no alterar a aquel hombre. Decidió no moverse. El hombre echó mano a un aparato sujeto en su hombro, y nuevamente habló. Las ondas generadas por sus labios fueron transformadas, y emitidas en diversas direcciones.
- ¿Dónde estoy? – se comunicó, utilizando los canales perceptibles por los humanos. El hombre no entendió sus palabras, pese a que su actividad cerebral parecía tratar de asimilar aquellos sonidos con alguna de las lenguas que hablaba.
El hombre volvió a hablar. Su cuerpo se relajó, y la parte de su cerebro que trataba de adivinar los posibles movimientos de Leire y calcular respuestas para contrarrestarlas, redujo su actividad.
Ambos esperaron unos minutos hasta que otros hombres se les unieron. Uno de ellos trató de comunicarse con ella en diversas lenguas, pero ninguna de ellas era la suya, pese a la similitud de varias. Llamaron a más hombres. Ninguno de ellos tuvo éxito, así que optaron por la grafía y los signos. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que se sumiera en el letargo, pero las reacciones de aquellos hombres eran muy similares a las que había observado en su antiguo hogar. Ya sabía lo que vendría a continuación.
Análisis y más análisis. Unos superficiales y otros exhaustivos. Las maquinas cambiaban, pero no así lo que le hacían sentir. Los primeros cuarenta años de su vida habían consistido en aquello. No iba a permitir de nuevo aquella tortura. No al menos más allá de lo necesario. No les diría la verdad a las máquinas. Para ellas solo sería una joven humana más. No les diría que su cuerpo se desarrollaba diez veces más despacio que el del resto de los humanos, mientras que su mente lo hacía diez veces más rápido. No les diría la tortura que supuso para ella el confinamiento de casi dos años en el vientre de su madre, antes de que los doctores la extrajeran de su cuerpo moribundo. No les hablaría de los casi treinta años que le llevaría atisbar la cordura, del tiempo que le llevó aprender el funcionamiento de su cuerpo sin ayuda externa. De la frustración, del deseo de abrazar de nuevo la locura al no poder desenvolverse por sí sola con soltura hasta casi alcanzados los setenta años.
Aquella vez sería distinto. Generaría los impulsos que las maquinas y doctores querían ver. Sonreiría y fingiría estar desorientada mientras trataba de adaptarse a aquella sociedad. Respondería a las preguntas que le hiciesen según su conveniencia. No destacaría en nada. Al menos no por ahora. Tenía una nueva vida a su disposición. Esta vez sería una vida normal.

Javier Albizu

El líder

El líder
- Julius, nos han alcanzado.
- ¿Ya han llegado?
- O eso, o son unos turistas. En caso contrario, habrá que reconocer que son eficientes.
- ¿Cuántas naves?
- Una exploradora, tres cazas y una Clase VII.
- ¿Una Clase VII?
- Sí.
- Eso significa…
- Sí.
- Fainker.
- Quizás sean unos turistas muy bien equipados.
- Fainker. Joder.
- Parece que esta vez nos hemos llevado algo importante.
- ¿Qué hacemos?
- Podríamos entregarnos.
- Hoy estas gracioso.
- Es un don.
- Al menos, que no se diga que no lo intentamos.
- Tú mismo.
- Estamos jodidos, ¿no?
- ¿Con este ladrillo espacial y nuestra bañera?
- Te olvidas del resto de nuestra flota.
- Tus amigos imaginarios no cuentan.
- Entonces, estamos bien jodidos.
- Como te iba diciendo… ¿Les digo a los chicos que nos largamos?
- Hablar es gratis.
- Muchachos…
- No les digas quién nos sigue.
- De acuerdo… Es hora de salir por patas de aquí. Nos han localizado.
- Déjame que les hable.
- Como quieras, “jefe”.
- Hola chicos. Sólo dos cosas. Primera: Más os vale que terminéis de haceros con los controles de esta nave echando leches. Segunda, y más importante: No se os ocurra abrir fuego. Repito: Bajo ningún concepto se os ocurra disparar. Somos anarquistas, no asesinos.
Ambas cosas eran ciertas. Julius C. Smalls no era un asesino. Lo supo en el mismo momento en el que comenzó su instrucción en las “fuerzas de pacificación” de Vashul (siempre se decía que era una lástima no haberlo descubierto unos cuantos días antes). Él era un anarquista (o al menos la definición que él mismo había acuñado para aquella palabra), un sofista, y unas cuantas cosas más acabadas en “ista”. No es que tuviese un interés especial en acabar con el poder establecido, pero le molestaba que éste no le dejase hacer según qué cosas.
Como por ejemplo, robar un carguero automatizado de una gran corporación, y sacarse una pasta vendiéndolo en el mercado negro. Hey, no era culpa suya el no haber nacido rico. El sólo trataba de lograr los medios para corregir esa injusticia que le había impuesto la sociedad.
Pero parecía claro. El universo, el destino, los hados, y los matones de la compañía Mycroft le odiaban. Fainker. De todos los mercenarios que tenía la corporación, tenía que ir a cruzarse con el más implacable. Donde los demás eran competentes, él era infalible. Su sola mención erizaba el vello del más curtido salteador o contrabandista.
Se decía que se había vendido a la Mycroft. Que había abandonado una prometedora carrera militar a cambio de una lucrativa vida en el mercado privado.
- Se dice, se dice – en su cabeza unas muecas burlonas acompañaban a aquellas palabras – Que digan lo que quieran. A mí no me vas a pillar – Valientes palabras para alguien que se sabía perdido. Quizás aquella era la razón por la que no las decía en voz alta – Si te han mandado a ti, esto debe valer cinco veces lo que esperaba sacar por ello. Vamos a ver qué nos ha traído hoy papá.
Aún quedaban unos minutos hasta la intercepción. Unos minutos para soñar despierto, y averiguar “gracias” a qué mercancía lo iban a enchironar esta vez.
- Mike. Quédate vigilando a los chicos. Voy a estirar las piernas.
- ¿Estas seguro?
- Sí.
- Como luego nos estés dando la paliza todo el viaje de vuelta, lloriqueando por todo lo que pudimos haber sacado, te juro que, aunque me cueste una paliza de los guardias, te machaco.
- Por favor, Mike. Sabes que yo nunca haría nada así – Julius trataba de poner cara de inocente, pero era incapaz de quitar aquella sonrisa entre angelical y resignada que asomaba a sus labios. No podía (ni quería) luchar contra su naturaleza curiosa.
Mientras revisaba aquel carguero se preguntaba por qué alguien con la cabeza tan bien puesta como Mike seguía con él, y por qué se dejaba meter en semejantes embolados. Pocas eran las ocasiones en las que sus planes salían bien, y en más de un (más de dos, más de tres…) “trabajito” habían acabado los dos (junto a quien les acompañase en aquella ocasión) pasado una temporada a la sombra. Las veces en las que habían tenido éxito Julius había pecado de falta de ambición, y el botín obtenido había resultado una decepción. Por extraño que resulte, nada de aquello parecía importar a Mike.
Sabía que no le seguía por motivos “raros” (hacía mucho tiempo que habían tenido la conversación sobre su orientación sexual) y el dinero parecía no importarle demasiado (con su cerebro podría haberse buscado un trabajo muy bien remunerado en cualquier corporación). No hacía aquellas estupideces por amor al riesgo, ni bajo la esperanza de dar el gran golpe y retirarse. Estaba seguro de que, de haber planeado Mike alguno de los trabajos, ya se podrían haber “jubilado” hacía años (pero el muy cabezota se negaba una y otra vez). Cada vez que lo pensaba, Julius sólo llegaba a una conclusión. Mike hacía todo aquello porque era su amigo. Aquella respuesta siempre lograba hacer que se sintiese increíblemente bien y orgulloso de sí mismo.
Era eso, o bien le encantaba verlo fracasar una y otra vez, y disfrutaba de sus repetidas humillaciones en primera fila de celda.
- ¿Puede alguien desbloquear las compuertas de la sección B-7?
- Ahora mismo estamos un poco ocupados por aquí. No es por nada, pero nos siguen de cerca unos señores muy malos que quieren arrebatarnos el fruto de nuestro esfuerzo.
- Vaaaaale, vaaaale. Ya me encargo yoooo.
Una pequeña explosión después, su camino se encontraba despejado.
- ¿Qué ha sido eso?
- Sólo era yo… Encargándome.
- Tu pónselo más fácil a esa gente.
- Deja de gruñir y sácanos de aquí.

Ni siquiera en aquellas situaciones se podía detectar el más mínimo atisbo de preocupación o urgencia en la voz de Mike. Había ocasiones, como aquella, en las que no sabía qué le inspiraba más, si envidia u odio. Qué poco duraba la sensación de orgullo.
Mientras terminaba de aclarar sus sentimientos hacia Mike, comenzó a inspeccionar el compartimento de almacenaje. Los informes de la corporación habían catalogado aquel carguero como “provisiones y maquinaria para la explotación minera de Kay”. Vamos, alimentos, perforadoras, quizás algo de maquinaria pesada y a saber qué más. Debía regresar cargado de “grohl”, el mineral que una vez refinado podía convertirse en ropas, plásticos, o combinarse para crear aleaciones de uso militar.
Allí había dinero, de aquello no cabía duda. Pero cientos de cargueros como aquel cruzaban el sistema de un lado a otro a diario. No. En aquella nave debía haber algo más, y él iba a averiguarlo. Al fin y al cabo, la información era poder. Aunque claro, demasiada información sobre algo que una corporación deseaba mantener en secreto podía acarrear la “desaparición” de uno.
- Tengo que hablar menos con Luigi.
Desde hacía un par de años, Julius “militaba” en la A.P.U.M. Eran gente maja, pero estar demasiado tiempo con ellos sólo ayudaba a acrecentar su paranoia latente. Luigi Romano era su contacto con aquella “organización”, aparte de un gran fan de las teorías de la conspiración para el control universal y otras zarandajas del mismo calibre. Luigi habría sido un hombre muy feliz en su desdicha, de haber ocupado el cuerpo de Julius en aquel momento.
La luz no daba para mucho. Al parecer, los millones gastados en los transportes de mercancías no daban para poner una iluminación decente en aquellos compartimentos. Al menos las lámparas daban para iluminar el amasijo de vete-tú-a-saber-qué, que obviamente no era grohl.
Aquella cosa no era ningún mineral extraído por la mano humana. Estaba manufacturado, pero no se parecía a nada que hubiera visto nunca, ni siquiera en los documentales de los canales científicos. La descripción más ajustada que pasó por su mente fue: Esto es el corazón de una estrella. No es que él hubiera visto nunca uno. Es más, no tenía ni idea de donde había surgido aquella idea. Para hacer aún mayor la contradicción, aquella cosa parecía absorber la luz en lugar de proyectarla. Sólo sabía que no era capaz de quitar sus ojos de aquella maravilla pulsante y cambiante.
No pudo, hasta que la nave decidió moverse bruscamente y tirarlo al suelo.
- ¿Qué ha sido eso?
- ¿No has sido tú?
- No.
- Entonces han debido de darnos.
- ¿Daños?
- Más o menos… todos.
- Nos han cazado, ¿no?
- Sí.
- Ahora subo para allí.
- Tranquilo. Les daremos la bienvenida, y les decimos que llegas enseguida.
- No te olvides de ofrecerles un té.
- Jamás se me ocurriría cometer tamaña descortesía.
- Te odio cuando hablas así.
- ¿Y cuándo no me odias?
- Cuando llegue el momento, te lo haré saber.
- Te estaré enormemente agradecido por ello.
- Por ahora, continúo odiándote.
- Tomo nota.
- ¿Podemos dejar esta conversación tan estúpida?
- Lo haré cuando tú lo hagas.
- Y tú más.
Aquel era un juego que solían practicar. Continuar una conversación más allá de lo necesario (hasta el absurdo y más allá), hasta que uno de los dos se daba por vencido y abandonaba. Julius era una persona competitiva, pero en momentos como aquel a Mike no le costaba demasiado exasperarle. Aquella vez no podía quejarse. Al fin y al cabo, había sido él quien le había dado el pie de entrada.
- Espero que me hayan guardado mi celda. Esta vez sólo he estado siete meses fuera.
Mientras estos pensamientos terminaban de alegrarle la velada, Julius sintió cómo una de las naves atacantes se acoplaba a la escotilla de acceso del transporte. Apuró el paso y llegó a la cabina antes de que los hombres de la corporación lograsen entrar.
- Ábreles, hombre. No seas tan desconsiderado.
- El té aún no esta listo.
- Da igual. Que esperen aquí sentados y cómodos. Tenerlos esperando en la puerta es de mala educación.
- A vosotros dos habría que encerraros – dijo Milo, el piloto de la bañera del espacio que les había llevado hasta aquel lugar. Por alguna misteriosa razón no compartía su sentido del humor.
- Tranquilo. Enseguida nos encerrarán a todos.
- Espero que me pongan bien lejos de vosotros. Pirados.
Mike abrió la puerta. Al otro lado, diez hombres ataviados con armaduras de combate y armados con fusiles pesados aguardaban de modo paciente, mientras otro más trataba de hacerse con los controles de la puerta.
- Qué agradable sorpresa – exageró Julius – No esperábamos visita.
- De lo contrario habríamos preparado un tentempié.
- Señor – aquel hombre no hablaba con ninguno de los tres ocupantes de la cabina. Qué falta tan grande de respeto – Ya los tenemos. De acuerdo. ¿Quién es el genio que ha planeado esto?
- Yo soy medio cabecilla, y éste otro, el otro medio.
- Es usted muy amable, pero llamarnos genios es un elogio excesivo.
- Stevens, Cole, Jensen, llevad a estos dos payasos con el jefe. Tú, chico triste, te vienes con nosotros y el resto de tus amigos directamente a las celdas de contención.
- Que amables – dijo Julius mientras le esposaban – Nos han traído unas preciosas pulseras de regalo.
Los tres mercenarios acompañaron a Julius y Mike hasta sus asientos en la nave exploradora que les llevaría hasta la fragata. Mientras se acercaban a ella, pudieron leer: “Fragata Clase VII” justo encima de su nombre “Vanshu”. Debajo de éste alguien había pintado una caricatura sonriente.
Fainker. No cabía duda. Por fin le conocería. No es que fuese ningún honor (al menos no en aquella ocasión), pero Julius tenía curiosidad por conocer a aquel tipo. De esa manera, caso de cruzárselo por la calle, podría “saludarle” debidamente.
Entre empujones y chistes sobre las tendencias sexuales de los habitantes masculinos del que iba a ser su nuevo alojamiento, los soldados acompañaron a Julius y Mike hasta la estancia en la que les esperaba Fainker. Durante el camino, toda suerte de planes de huida iba siendo desechados en su mente. Una vez en la estancia, cualquier pensamiento más allá de lo tenía ante sus ojos desapareció. Julius tardó unos momentos en reaccionar, pero, como era acostumbrado en él, fue un alarde de elocuencia.
- ¡Tú! – de acuerdo. Podría haber sido más elocuente, pero no más expresivo.
- Julius Cornelio Smalls y Mikhail Osarius – Elena parecía tan sorprendida como sus prisioneros y, al igual que para estos, la sorpresa no parecía desagradarla – Podría decir que éste era el último lugar y situación en el que esperaba veros… Pero mentiría.
- Hola, Elena – saludó Mike, tras los segundos que le costó hacerse a la idea. Al fin y al cabo tampoco era algo tan descabellado.
- ¿Tú eres Fainker?
- Siempre he sido Fainker.
- Tú nunca has sido Fainker.
- Elena Asale… Fainker – De pronto, Mike lo recordó. Y todo encajó.
- ¿Señor? – preguntó Jensen.
- Podéis retiraros. No son peligrosos.
Una vez que los custodios se retiraron Elena ofreció asiento a sus esposados “invitados”.
- ¿Tú eres Fainker?
Era obvio que aquella no era la Elena que ambos habían conocido en su juventud. Los dos habían estado siempre colados por ella. No era especialmente atractiva entonces, y la nariz rota, junto a la cicatriz que cortaba su ceja derecha, no habían echo nada por mejorar su aspecto. Aún así, seguía conservando aquel “algo” que nunca fueron capaces de definir y que siempre les había atraído de ella.
- No me lo digas. Esperabais a un hombre. Posiblemente algún tipo malhumorado con bigote, y con músculos hasta en la cejas.
En aquel momento una sonrisa iluminó su rostro, y Julius recordó qué era lo que tenía aquella mujer, que siempre le había dejado indefenso ante ella.
- De acuerdo. No te lo diré – dijo mientras trataba de alejar su mirada de aquel rostro.
- ¿Cuanto tiempo ha pasado? – La intervención de Mike salvó su honra.
- Dentro de poco hará veinte años. Me alisté en las fuerzas de pacificación unos meses después de vosotros. Pero para entonces ya habíais desertado.
- Que maja. Se alistó para estar con nosotros.
- La cosa es que me gustó la disciplina militar.
- Ya nos conoces. La disciplina nunca fue lo nuestro.
- Lo vuestro… – La sonrisa cambio de amistosa a maliciosa – ¿Tenéis algo que contarme antes de que os mande a un campo de trabajos? – Elena apoyó ambas manos sobre la mesa, mientras adelantaba su cuerpo sobre ésta.
- Nos han pasado muchas cosas juntos… – comenzó a decir Mike.
- Pero nadie ha conseguido separarnos – mientras decía aquello, Julius trató de acariciar con sus esposas el rostro de Mike. Éste trató de evitarlo, y acabó en el suelo con su silla. Aquel momento, junto con la expresión de Mike, compensaban las últimas batallas dialécticas que había perdido Julius.
- Qué monos. Está visto que no habéis cambiado nada.
- Supongo que estarás al tanto de nuestras andanzas. Pero, ¿qué nos puedes contar de ti… Fainker?
- Es muy sencillo. Cuando mi padre dejó a mi madre decidí que todo rastro suyo desapareciese de mi vida. Con el tiempo, no sólo me gustó todo el rollo paramilitar, sino que tenía aptitudes para ello. Así que ascendí rápidamente.
- Y ahora tienes tu propia compañía mercenaria.
- El sueño de toda chica. Todo el día rodeada de tipos grandes y sudorosos.
- ¿Se encuentra el “Señor Fainker” entre ellos?
- No existe ningún “Señor Fainker”.
- ¿“Señora Fainker” entonces?
- Tampoco. Pero visto el percal, tampoco sería descabellado. Una acaba desesperada de tanta prepotencia e incompetencia masculina.
- ¿Tus niños se portan mal?
- A los niños malos los castigo… personalmente – La sonrisa desapareció, y un escalofrío recorrió la columna de los prisioneros ante la mirada que ocupaba su lugar. Incluso la luz de la habitación parecía mas sombría – Vosotros habéis sido muy malos – el tono de voz con el que pronunció aquellas palabras les heló la sangre en las venas – Pero para vuestra fortuna, no trabajáis para mí – la sonrisa retornó, y ambos suspiraron mentalmente. Al parecer, el cambio en Elena había sido algo más que físico.
- Y bien. ¿Qué vas a hacer con nosotros?
- Llevaros a Vashul, y dejar que la justicia decida.
- ¿No podemos hacer nada por evitarlo?
- Dadme una razón para que no lo haga.
- ¿Que siempre has estado colada por mí?
- Eso no es una razón. Sólo un deseo tuyo incumplido.
- De acuerdo. ¿Que siempre he estado loco por ti?
- Esa no es una buena razón para liberaros.
- No has exigido que la razón fuese buena.
- Es cierto.
- Entonces, ¿nos liberarás?
- No.
- ¿Por qué? – Julius fingió ofensa.
- Tampoco os he dicho que os liberaría caso de darme una razón. Sólo la he pedido.
- De acuerdo.
- ¿Ya te rindes? – Mike estaba perplejo. Dos en un día. Julius se sentía afortunado.
- No, sólo preparaba el golpe final.
- Adelante, maestro.
- Es posible que, durante el juicio, se me escape lo que vi en ese carguero con “material de aprovisionamiento”.
- Es posible que trataseis de escapar, y no nos dejaseis otra opción que destruir la nave en la que huíais – de nuevo aquella mirada.
- Tenía que intentarlo.
- Ha sido un muy buen intento – intervino Mike – Yo le daría un siete.
- ¿De verdad? Yo creo que es un ocho y medio.
- No. No ha sido tan bueno.
- Venga ya. Casi la tenía. De no ser por la amenaza de muerte, estábamos fuera.
- No sé. Te concedo un ocho, y de ahí no subo.
- Chicos…
- Bueno, lo dejaremos en un ocho.
- Igual me he pasado con el ocho. Un ocho sería salir de aquí de manera holgada. ¿Un siete y medio?
- No seas tan rácano.
- Chicos…
- ¿Tú qué crees que ha sido? Sinceramente, Elena.
- Cielo, no sabes cómo he echado de menos esto – El rostro de Elena estaba radiante. Casi parecía el de aquella joven de dieciséis años que jugaba con ellos – No sabéis lo que me duele deciros esto… Pero creo que ha sido un seis.
- Es justo. Al fin y al cabo, de ésta no nos libramos.
- ¿Por qué a ella le das la razón con un seis, y el siete que te he dado al principio te parecía poco?
- Cuando te siente el uniforme tan bien como a ella, te dejaré darme un seis.

El viaje de vuelta a Vashul duraría cuatro días más. Cuatro días en los que parecían tratar de recuperar los veinte años perdidos. Al final el juez decretó que estarían separados cinco años más.
Elena se despidió de ellos mientras los ingresaban en prisión. Ya no era la niña que había jugado con ellos, ni la mujer que habían conocido a solas en aquella habitación. En aquel momento no era Elena, era Fainker. La escoltaban cuatro de sus hombres. Aquellos mercenarios eran gente curtida. Algunos de ellos superaban en edad, y casi todos en corpulencia, a Fainker. Pero todos la obedecían sin dudarlo, sin cuestionar ninguna de sus decisiones.
¿Cuánto cambiaría Elena en otros cinco años?
Julius Cornelio Smalls y Mikhail Osarius no estaban dispuestos a esperar tanto tiempo para descubrirlo. Ellos estarían presentes para ver cada uno de aquellos cambios.

Javier Albizu

El navegante

El navegante
- Jane, es la hora.
La voz de su Inteligencia Artificial personal la despertó. A regañadientes, se forzó a abandonar el catre.
- Me cago en el diseñador de estas putas naves nodriza.
La superficie metálica del suelo estaba helada, como siempre. Aquel contacto la despejó, obligándole a abrir los ojos, y buscó sus zapatillas. Echaba de menos su viejo camarote en la Stiletto. En aquel momento concreto echaba de menos la vieja alfombra situada junto al camastro.
Se introdujo en la cámara de limpieza y relajación, y una vez completamente despejada, desayunó y realizó su recorrido matutino en el simulador, sólo que esta vez dobló su duración. Dos vueltas a la cubierta virtual más tarde volvió a la cámara de limpieza.
- Bueno. Esta nave tampoco está tan mal.
Ventajas de “subir” temporalmente de rango. En aquel destino no tenía que ir a las duchas comunales, ni sortear obstáculos (ya se tratase de gente o bultos) mientras realizaba sus ejercicios matinales. Si es que a aquello se le podía llamar “mañana”, claro. Jamás se acostumbraba a la hora estándar espacial.
- ¿Qué hora es en casa, James?
- Las treinta y dos cero nueve.
Perfecto. A estas horas estaría de permiso tomándose algo en la cantina. Algo así le estaba diciendo su cuerpo desde hacía más de una hora. Como odiaba el espacio profundo cuando no se encontraba pilotando una nave monoplaza.
En fin. Aquel era el gran día (por aquellas horas la gran noche en la Stiletto, la nave orbital que había sido su hogar a lo largo de más de la mitad de su vida). El punto final a los meses de prueba en el simulador. Aquel día averiguaría si todas aquellas horas le habían preparado para pilotar el vuelo de prueba del primer caza con capacidad de salto. La navegante de primera Jane Cameron hizo memoria. Aquella debía de ser la única nave de la flota que le faltaba por tripular. Normal. Aquel era el primer prototipo que iba a ser lanzado al espacio.
Si aquello podía surcar el vacío, ella podía pilotarlo. Veinticinco de sus treinta y dos años los había vivido en el espacio. Nadie como ella para pilotarla. Los altos mandos afirmaban: Jane Cameron ha nacido para vivir en el espacio (lo cual no era del todo falso. Los tres años que estuvo asignada a un destino planetario habían sido toda una tortura). Otros, movidos por la envidia, la acusaban de ser una privilegiada, que haber nacido en órbita le había dado una percepción espacial como no poseía ningún otro. Piloto o no.
Vaya estupidez. Aquello no le venía de nacimiento, sino de estudiar cartas de navegación desde que tenía cinco años. Ser la primera en pilotar aquel trasto era algo que se había ganado a pulso.
Su padre, el navegante de primera Kyle Cameron Reese era alguien a quien le gustaba su trabajo, y que había sabido transmitir a su hija aquella pasión.
Mientras se vestía con el uniforme de gala, trató de recordar el rostro de su padre, pero éste ya comenzaba a hacerse difuso. Ya habían transcurrido ocho años desde su muerte.
- James. Holo de Papa.
Mientras la proyección de su padre se materializaba ante ella, se abrochó los últimos botones de la chaqueta.
- No me mires así – le habló a la imagen estática – Ya se que es una estupidez. Échale la culpa al protocolo. Yo también preferiría el uniforme normal.
Terminó de colocar en su lugar cada pieza del uniforme, y se cuadró de manera marcial ante su padre.
- Holo fuera.
Jane comenzó a caminar hacia su destino. La puerta de su camarote se abrió silenciosamente tras confirmar su identidad, y ella atravesó el umbral hasta el pasillo, repitiendo mentalmente todos los pasos que debía seguir durante aquel vuelo. Aquello era algo mecánico para ella. No estaba nerviosa, sino ansiosa. Estaba convencida que la experiencia de un salto sería algo completamente distinto dentro de un caza monoplaza, que dentro de una nodriza o un crucero de batalla.
Una vez en la cubierta de lanzamiento, contempló el caza. Aún quedaban un par de horas hasta que llegasen los encargados de los preparativos. La forma de aquella nave no terminaba de gustarle. Era demasiado afilada para su gusto. Prefería la forma de los modelo Shelter, de curvas mas pronunciadas, sin tantas aristas. Se detuvo un momento ante el grabado con el nombre de la nave; “Torg”. Aquel nombre si que le gustaba. Dio una vuelta más alrededor del caza, acompañando las líneas del armazón con la palma de su mano.
- ¿Nerviosa? – sabía que Svenson sería de los primeros en llegar.
- No. ¿Debería estarlo? – Aquel tipo era uno de los “padres” de la criatura.
- Sólo si no eres capaz de manejarlo como es debido – no aguantaba a los ingenieros.
- Entonces no hay razones para que esté nerviosa.
Durante diez minutos, ambos se evitaron cordialmente. Svenson se introdujo en la cabina, y chequeaba por vez número dos millones todos los controles, mientras Jane comprobaba los niveles de las tres células energéticas, cuando llegó el resto de la comitiva.
No conocía a la mitad de aquellos tipos, pero sus insignias los delataban como peces gordos. Tampoco tragaba a aquella clase de gente. Los saludó según el protocolo, y se dirigió hacia los vestuarios del hangar.
- Ya sé que es una estupidez – la imagen de su padre volvía a estar ante ella – Podría haber venido hasta aquí con el traje para pilotar. Pero tenía que saludar a esa panda de imbéciles con el uniforme de gala.
De regreso al hangar, ya sólo estaba el caza. Se subió a la cabina y comenzó con el ritual. Sabía que estaba siendo observada desde otra habitación por los jefazos, que una proyección de todo lo que sucedía en el aquel cubierta estaba siendo contemplada por todos ellos. Pero le daba igual. La nave fue transportada hasta la tobera de salida. Se enlazo con la computadora de navegación y dio la orden. El caza experimental clase Torg salió por primera vez al espacio.
Los controles iban muy bien. Le entraron deseos de probar hasta donde podía llegar aquella maquina, la maniobrabilidad y el tiempo de reacción de los controles. Pero eso sería otro día. Su mente transmitió las coordenadas de destino al ordenador de salto, y entonces todo lo que tenía alrededor desapareció.
Algo iba mal. El salto en las grandes naves solía ser instantáneo, apenas un segundo, pero su estancia en el espacio cero parecía prologarse demasiado (por no mencionar que aquello la estaba desgarrando). No veía nada, no podía pensar con claridad ni hablar. No podía acceder a ninguno de los ordenadores de la nave, y su enlace con James también parecía bloqueado. Sólo sentía dolor. Un dolor que recorría el interior de su cuerpo y que parecía pugnar por abrirse camino fuera de él, como si una tormenta se hubiese generado dentro de su cuerpo. Finalmente se desmayó, pero el dolor la acompañó en su inconsciencia.

- ¿Jane? – la voz de James en su cerebro la despertó. Trató de abrir los ojos, pero los parpados se negaban a obedecerla. A esta sensación la acompañó la oleada de dolor que le recordó la cantidad de músculos, huesos y nervios que recorrían su cuerpo. Trató de hablar, pero le interrumpió un nuevo espasmo de dolor. Se rindió de nuevo a la inconsciencia.

- ¿Jane? – Esta vez trató de no arriesgar demasiado, y abrió un ojo. El dolor continuaba ahí, pero parecía haberse alejado de primera línea de combate.
Su ojo abierto le describió la cabina del caza. Más allá de ésta, las estrellas.
- ¿Dónde estamos?
- Nuestra ubicación actual es desconocida.
- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
- Dos días estándar.
- ¿Daños internos?
- Ninguno.
- Pues me siento como si tuviese todo roto. ¿Cuánto tiempo hemos permanecido en el espacio cero?
- Cuatro segundos.
- Hubiera jurado que eran cuatro años.
- ¿Eres capaz de ver algún sistema familiar?
- Negativo.
- ¿Que dice el ordenador de navegación?
- Que estamos en las coordenadas de destino.
Jane se conecto a los ordenadores de la nave y realizó un barrido de los alrededores buscando algo parecido a la nave que debería estar esperándole. No encontró nada, pero tampoco le sorprendió. Al fin y al cabo estaba muy claro que las estrellas que les rodeaban, miradas desde cualquier ángulo, no formaban el dibujo que había memorizado.
- Prueba esta nave – dijo en la soledad de la cabina – Es un prototipo muy avanzado, lo último en tecnología de salto – continuó con tono burlón, mientras su rostro gesticulaba para acompañar a las palabras – Esto me pasa por fiarme de ingenieros militares.
- Vale, admítelo Jane. Estás jodida.
Aquel maldito trasto le había llevado hasta el culo del universo, en lugar de a las coordenadas marcadas. No se podía fiar de aquellos instrumentos, y en la nave base no tendrían ni idea de donde había acabado. Ya lo estaba viendo. Dentro de unos años encontrarían su cuerpo putrefacto y le echarían la culpa del fracaso de la prueba. Como si los oyese: “No deberíamos haberle dado el mando de esta nave a una mujer”.
Claro, eso en el caso de que en algún momento del futuro aquel lugar formase parte de alguna ruta.
Pues no. No les iba a dar el placer a aquella panda de cabrones. Se iban a joder. Aún no sabía como, pero iba a salir de allí. Y cuando pillase a Svenson y los suyos, les iba a arrancar los huevos.
- ¿Tiempo de soporte vital?
- Tienes aire y alimentación venosa para veinte días.
- ¿Energía?
- Para dos saltos más, o un año de travesía.
- Por ahora dejaremos los saltos – era cierto. Aquella experiencia no se parecía en nada al salto con una nave grade. Y tampoco era algo que quisiera repetir – ¿Puedes calcular si alguno de los sistemas que tenemos delante está cartografiado?
- Podría comparar cada grupo de estrellas de manera independiente con los que tengo en mi base de datos.
- ¿Tiempo estimado?
- Diez días.
- ¡No me jodas!
- Ese es el menor de nuestros problemas.
- Alégrame un poco más el día.
- Aunque logre identificar un sistema cercano, lo más probable es que se encuentre a un par de décadas de distancia a velocidad máxima. Y eso con suerte.
- ¿Alguna posibilidad de triangular nuestras posición, y calcular lo que nos hemos desviado en el salto?
- Nos harían falta varios puntos de referencia más.
- Me parece que Svenson va a poder reproducirse después de todo.
- ¿Decías?
- Cállate y empieza a calcular. Yo voy a dormir un rato.
- Puedo reducir tu consumo de oxigeno y alimento para que estés dormida, y prolongar su duración.
- Sería de agradecer. Despiértame cuando tengas algo.
Aún le dolía todo. El sueño no tardó en llegar y esta vez, el dolor se alejaba poco a poco.

- ¿Jane? – el sueño había sido demasiado corto.
- ¿Has encontrado algo? – aun soñolienta no había sido capaz de olvidarse de la situación en la que se encontraba.
- Aún no ha habido coincidencias. Pero no te he despertado por eso.
- ¿Más buenas noticias?
- Podría decirse que sí.
Jane abrió los ojos con cuidado. Al menos el dolor había desaparecido. Ante ellos apareció una nave. Su diseño no se parecía a nada que hubiese visto antes. Los indicadores del caza le dijeron que se encontraba a unos cincuenta kilómetros de ellos. También le decían que era mayor que cualquier nave de la flota. Sus ojos le decían que aquello no era de construcción humana.
- ¿Cuándo ha aparecido?
- Hace diecisiete minutos.
- ¿Has establecido contacto con ellos?
- He enviado mensajes en todas las frecuencias y lenguas conocidas, pero aún no he obtenido respuesta.
- ¿Nos ha detectado?
- No he detectado ningún sondeo. Pero yo diría que si.
- ¿Alguna actividad anómala?
- No. Ha permanecido inmóvil desde que ha llegado.
- ¿Armamento?
- Nada que haya podido identificar.
- Voy a acercarme. Tú sigue a lo tuyo.
No sabía demasiado bien que hacer, pero al menos tenía algo con lo que mantener la mente y las manos ocupadas. Se acercó a una velocidad moderada y una vez cerca realizó varias pasadas a lo largo del casco de aquel artefacto. No parecía poseer armas, no parecía poseer hangares, no parecía poseer ventanales que le permitiesen atisbar en el interior de aquel artefacto. En lo que dedujo sería la parte frontal había un gran orificio, y en la parte trasera, cerca de un centenar de orificios más pequeños. Quizás los motores.
Dos horas después seguía sin respuesta de ningún tipo. Aburrida y cansada, decidió que aquella nave estaba abandonada. Quizás en alguno de los ordenadores de aquel trasto se encontrase el mapa de aquellos sistemas. Quizás su tripulación había programado aquel salto antes de abandonarla. Lo cierto es que aquello no le importaba demasiado. Aunque pudiese encontrar cualquier mapa (o los ordenadores que los almacenasen) estaba segura de que no lograría descifrar el funcionamiento de aquel artefacto. Al borde de una inminente depresión, Jane optó por introducirse en el gran orificio frontal. Quizás a través de él pudiese acceder al interior de la nave.
- Algo en el interior de este orificio esta generando una gran cantidad de energía.
- ¿Eso es bueno o malo? – quizás se había equivocado, y aquello era el motor.
- Aconsejo que salgamos de aquí. Los medidores se están saliendo de la escala – eran raras las ocasiones en las que aquella IA podía transmitir urgencia en su voz.
Jane dio la vuelta rápidamente a la nave y se dispuso a salir. Frente a ella había comenzado a surgir una luz que no parecía demasiado halagüeña. ¿Cómo no lo había visto? Lo tenía delante de sus narices y no se había dado cuenta. Aquello era una especie de cañón gigantesco. Sonaría estúpido, pero no le cabía la menor duda.
- ¿Quién cojones está tan grillado como para construir nada así?
Pese a la distancia, el armazón de la nave, y el traje, comenzaba a sentir el calor que se generaba tras de ella. Si aquella temperatura era causada tan sólo por los generadores, no quería estar ahí cuando aquella cosa disparase lo que fuera.
- ¿Qué clase de arma es éste?
Aquello era ridículo. Durante más de dos horas había estado inmóvil acumulando energía para un único disparo. No tenía el más mínimo sentido. Aquel “arma” jamás sería capaz de acertar siquiera a la nave más lenta de cualquier flota.
Entonces, un haz de luz surgió de la nave alienígena. No había ningún objetivo a la vista. Nada a lo que impactar. Nada durante unos minutos, hasta que se lo dijeron los sensores. Había alcanzado a una estrella. La estrella más cercana. El sol de aquel sistema.
Las consecuencias de aquel disparo no tardaron en hacerse evidentes. Incluso desde la distancia a la que se encontraba del astro, Jane pudo comprobar visualmente parte de los resultados. Y aquello no prometía nada bueno.
Se conectó a los sensores de la nave y lo que vio hizo que se asustase más de lo que había estado en toda su vida. Aquel sol estaba muriendo. En breves momentos se convertiría en una supernova, y arrasaría cualquier cosa que se encontrase en un radio de miles de millones de kilómetros. No pudo evitar que unas lágrimas de pánico escapasen de sus ojos.
Mientras tanto, la nave extraña desapareció.
El sol estalló. Pese a darle la “espalda” Jane quedó cegada.
- ¿Cuánto tiempo nos queda?
- La onda nos alcanzará en cinco minutos treinta y nueve segundos, contando con que nos alejemos a velocidad máxima en dirección contraria a la expansión.
- Vamos a saltar.
- ¿Coordenadas?
- Me da igual. Genéralas aleatoriamente.
- Las posibilidades de dar con un sistema habitado son…
- Ninguna, ya lo sé, pero me da igual. Serán mayores que las de encontrarnos en un sistema que esté muriendo, y aún nos quedará otro salto. ¿Puedes “sedarme” antes de saltar?
- No hay tiempo.
- Maravilloso. Dale.

Esta vez el despertar fue distinto. No le dolía nada. El uniforme y la cabina ya no estaban, y habían sido sustituidos por un med-traje y una habitación que tenía toda la pinta de ser la enfermería de una nave militar.
- ¿James?
- ¿Si?
- ¿Dónde estoy?
- En la Obliterator.
- Genial. De no estar tan jodida, me sentiría afortunada. Dime que la caja negra de la nave registró todo lo que ha pasado.
- La caja negra no estaba activada.
- En otra ocasión me sorprendería. Pero en esa puta nave nada iba bien.
- ¿Cuanto tiempo de inconsciencia esta vez?
- Dos días.
- ¿Cómo es que regresamos aquí?
- Introduje unas coordenadas al azar, pero el ordenador de la nave las ignoró, y las sustituyo por unas que tenía prefijadas.
- ¡¿Me estas diciendo que me la han jugado?! – estaba extrañamente serena para la putada que le acababan de hacer.
- Sí.
- Svenson. ¿Donde esta ese cabrón?
- Pronto lo verás. Hay programado un tribunal para cuando te encuentres bien. Tienes que explicar dónde has estado los últimos días con una nave experimental. Se mencionan por algún lado las palabras “traición” y “espionaje”.
- Qué bonito. Cómo me alegro de haber regresado a casa.
Los médicos no tardaron en aparecer en la habitación tras su vuelta a la consciencia, y la acribillaron a preguntas y pruebas físicas de toda índole. Al final, nada que ella no supiera antes de comenzar los exámenes. Salvo agujetas en cada uno de las fibras nerviosas y musculares por la tensión del salto, no tenía nada. Salir del med-traje (y sus sedantes) fue una tortura, pero no lo fue menos que el embutirse de nuevo en el uniforme de protocolo para encaminarse hacia su juicio. Al menos los dos soldados que le acompañaban hasta el juzgado eran monos. Aunque demasiado serios para su gusto.
El paseo no fue demasiado largo. Se la iba a juzgar en la Obliterator. Antes de entrar a la habitación que pondría fin a su carrera militar se encontraron con Svenson, y alguno de los jefazos que la despidieron. Sabía que dentro de la habitación tratarían de sacarla de quicio, pero no le hizo falta entrar.
Tan pronto pasó junto a Svenson se giro con rapidez y le agarró las pelotas con una mano mientras, con la otra, le arrebataba la pistola a uno de los escoltas.
- No se quién te ha comprado, hijo de puta – le dijo – Pero espero que te haya pagado lo suficiente como para que te clonen esto que va a dejar de colgarte de aquí – y entonces disparó.
El guardia le golpeó con la culata de su fusil.
- Esto no es lo más inteligente que has podido hacer, Jane – se dijo a si misma mientras se sumía en la inconsciencia de nuevo.

El juicio, al que acudió esposada dos días después, fue rápido. Explicó lo sucedido con el caza experimental “Torg” (al que había rebautizado como “Tormento”), saltándose la presencia de la nave alienígena y el cometido que desempeñó en aquel lugar. Aquello no se lo iba a creer nadie, y lo último que necesitaba era que la encerrasen también por desequilibrio mental.
Fue expulsada del ejército con deshonor, y condenada a dos años de prisión por espionaje y a cuarenta más por asalto y agresión a un superior.

Javier Albizu

El místico

El místico
- La vida no es un círculo cerrado – Había pasado mucho tiempo desde que Marcus utilizase aquella expresión por última vez – Quizás tienda hacia una forma circular, pero desde luego no llega a cerrarse nunca. Ni siquiera una vez muerto.
- Pero reconocerás que tu regreso aquí sí que dirige la línea de tu vida de nuevo hacia su punto inicial – y aquel lugar era el último en el que la había usado – Estoy seguro de que no esperabas volver aquí en mucho tiempo (si es que albergabas la intención de regresar en alguna ocasión).
- No reniego de mi pasado, Giacomo. Que ya no sea quien fui no implica que niegue haberlo sido nunca, ni que haya olvidado lo que aprendí siendo aquellas personas.
Marcus Dorell había sido cosas muy distintas a lo largo de su vida. Quizás no muchas en el terreno cuantitativo, pero sí en la distancia que las separaba ideológicamente. Sólo había un punto en común entre todos aquellos Marcus que había sido en cada momento, y ésta era la búsqueda de respuestas. El deseo de saber los cómos y los porqués del funcionamiento del universo y aquellos que lo habitaban. Desde sus comienzos había sabido que aquella sería una búsqueda ardua y larga, pero él era un hombre trabajador y paciente.
Su pasado había transcurrido como un viaje accidentado en busca de su meta. Había sido xeno-biólogo, ingeniero y religioso, para finalizar como asceta y filósofo errante. En aquel momento sólo sabía una cosa: No sabía si se encontraba más cerca de su objetivo que cuando comenzó su búsqueda, pero había encontrado el camino por el que encauzar su vida (o al menos eso creía). Un camino que él mismo se había creado a base de andar. El camino del hombre consciente.
Con la edad había aprendido a reducir sus miras. Había pasado de tratar de conocer el funcionamiento de todo, a intentar conocerse a sí mismo.
- Es una pena que no hayas dedicado más esfuerzo en potenciar a ninguno de tus anteriores “yoes” – Aquel era uno de los típicos discursos de Giacomo – Tu inconstancia nos ha privado de una mente brillante en los campos que has abandonado – Aquellos discursos le halagaban e incomodaban por igual.
- No he venido hasta aquí para que trates de recuperarme para la fé, Giaco – Eso era cierto, aunque en cierto modo agradecía el intento de su amigo.
- Eso ya lo suponía, pero supongo que no me culparás por intentarlo – Giacomo parecía intrigado en aquel momento – ¿A qué debo tu visita?.
- He venido a despedirme.
- ¿Despedirte? – La curiosidad desapareció del rostro del sacerdote, para ser sustituida por la preocupación – ¿Acaso estás enfermo?.
- Tranquilo. No se trata de eso.
- ¿Entonces? – El alivio aún no asomaba en su rostro – Comprenderás que, tras más de veinticinco años sin saber de ti, el que vengas a “despedirte” suena un tanto, no sé, ¿drástico?, ¿dramático?
- No quería asustarte de esta manera – Aunque en el fondo esperaba aquella reacción, y en cierta medida le habría decepcionado no obtenerla – En unas semanas voy a iniciar un viaje fuera del planeta.
- ¿Por eso vienes con todas tus pertenencias?
- Veo que continúas siendo muy observador.
- Contigo no hace falta serlo. Es la diferencia entre verte llevando una bolsa o con las manos vacías. Aunque esa cosa que llevas a la espalda me sorprende.
- Se llama espada.
- Lo sé, pero no deja de ser una cosa.
- Cierto.
- No te creo.
- ¿Qué?
- Hay algo más. Esto es más que un hasta luego.
- No te equivocas.
- Pero no vas a decirme más.
- Ahí tampoco te equivocas.
- ¿Tendrás cuidado?
- Todo el que pueda.
Marcus abandonó la iglesia. Aquel lugar había sido su hogar cuando todo en lo que creía le había fallado. La Iglesia del Perpetuo Retorno.
Aquel lugar situado a las afueras de la gran Vashul parecía algo atemporal. Giacomo lo encontró hacía ya treinta años, desorientado y desvalido, y le había ayudado a recomponerse a sí mismo. Aquel lugar y aquella persona eran los primeros de quienes quería despedirse antes de su último viaje. Quizás no compartiera sus creencias, pero era el único sitio en el que no le habían juzgado, ni pedido nada.
Ante aquel pequeño edificio de piedra se alzaba la gran urbe: Vashul. Aquella que le había engullido y escupido cuando ya no pudo darle más. ¿Cuántos años de su vida habían sido desperdiciados entre aquellos monstruos forjados de las mas variadas y resplandecientes aleaciones?
Palpó las cicatrices que habían dejado los implantes de su cuello al ser extraídos y se adentró en las fauces de la gran bestia. Ahí comenzaría su viaje, y confiaba en que los fragmentos de humanidad de su pasado todavía permaneciesen en sus entrañas. Aún quedaba una persona de la que despedirse.
- Cuando te da por ponerte melodramático, lo haces a conciencia – se recriminó, sin poder o querer evitar que una sonrisa contenida asomara en su rostro. Tomó aire, y retomó su camino.

Los olores, aunque con leves variaciones, continuaban asaltando su olfato. La suciedad del nivel cero no había hecho sino empeorar. La “moda” dominante en aquella zona apenas parecía haberse visto alterada por el paso del tiempo: Andrajos y prótesis hechas con los restos y materiales desechados por los niveles superiores.
Según se adentraba en la ciudad, el panorama cambiaba de manera ostensible. Los olores se iban suavizando hasta llegar a ser medianamente aceptables. Las bases de los edificios apenas tenían suciedad, y la calzada ya no tenía tantas irregularidades. En las alturas se veían los puentes que unían los distintos niveles de la ciudad, y los deslizadores se paseaban por las alturas ajenos a la gravedad y a las miradas de los viandantes de los niveles inferiores.
Suponía que ya no disponía de crédito, por lo que no podría tomar un deslizador para llegar a su destino, así que buscó una plataforma elevadora. Cuando abandonó la urbe no eran muy frecuentes, o al menos no había necesitado nunca de ellas. En aquel momento aquello le parecía frustrante.
Por fin encontró una plataforma, y lo que creyó sería un analizador de ADN. Confiaba en que no hubiesen borrado sus datos de la red central. Se había extraído su identificador junto con los implantes. Introdujo la mano en el escáner.
- Marcus Dorell – dijo una voz femenina. Millones de años de evolución, y la humanidad no había logrado erradicar su machismo – ¿En qué puedo servirle? – aunque él también prefería ser recibido con una voz amable y dulce.
- Acceso al nivel doce – Trató de que su voz no temblase.
La gente se sorprendía de que alguien como él, alguien crecido en la ciudad y con estudios superiores en varias especialidades de ingeniería, desarrollase una tecnofobia como lo había hecho él. A aquello siempre había respondido lo mismo: “Cuando sabes que las leyes en las que se basa el funcionamiento de estos aparatos están sujetas por hipótesis sin confirmar al cien por cien, y la fé ciega de los creadores en estas hipótesis... Cuando algo funciona, pero no sabes a ciencia cierta por qué, o durante cuánto tiempo lo hará, pese a ser tú quien lo ha creado... Entonces es cuando tienes razones para temerla”.
No. No le gustaba la tecnología. Cuando vio que la biología no le daba las respuesta que andaba buscando, busco éstas en las máquinas. Si no podía desentrañar las leyes naturales se fabricaría las suyas propias. Pero éstas eran tanto o más inestables que las funciones físicas y celulares de las especies. Durante años estudió y confió en lo que habían estudiado y dado por cierto otros. Pero al final las maquinas fallaban, y demasiadas veces los creadores decían “No sé por qué ha sucedido esto. Todo está bien, no tendría por qué haber fallado”. Prácticamente dio su vida por un proyecto, sólo para que éste resultase un fracaso demasiado traumático para alguien que había dormido dos horas al día durante los últimos cuatro años.
- Debería haber funcionado – dijeron todos – Los cálculos son precisos, los circuitos funcionan a la perfección, la teoría era correcta.
Pero él era el director del proyecto, él era la cabeza de turco que debía ser cercenada. La vida y la cordura que fueron destruidas por abogados, ejecutivos y contables, eran las suyas.

Nivel doce. Allí estaba la segunda y última persona de la que quería despedirse.
¿Por qué quería despedirse? ¿Qué lograba con aquello?
Ver a aquellas personas por última vez no cambiaba nada. Ya había tomado su decisión y, al igual que a Giacomo, no iba a decirle a Arthur lo que se disponía a comenzar, ni como acabaría para él. Aquella pregunta se la había hecho varias veces antes de decidir su curso de acción. Al fin y al cabo era un hombre consciente. Debía saber de sus autenticas motivaciones antes de emprender cualquier tarea.
Había obtenido algunas respuestas a aquella pregunta, pero sabía que no eran todas. Hacía mucho tiempo que había aprendido que no todas las razones podían ser definibles. Mucho tiempo desde que aceptó que había preguntas cuya respuesta no averiguaría nunca, aunque no por ello dejaría de intentarlo. Aquello era algo que también había descubierto y aceptado sobre sí mismo. Había cosas que no eran ni buenas ni malas. Sólo estaban ahí, y trataba de no intentar anularlas. Aquella, al igual que otras facetas de sí mismo, no podría controlarla. Aunque no por ello dejaba de intentarlo de manera solapada (aunque en el fondo consciente). Había ocasiones en las que aquellos bucles eternos de preguntas y respuestas le daban dolor de cabeza.
¿Por qué despedirse?
Quería saber si aquellas personas se acordaban de él a pesar del tiempo que habían pasado sin verlo. Saber que, una vez que él no estuviera, al menos quedaría su recuerdo en la memoria de aquellos hombres.
Aunque él también quería verlos. Había momentos en los que había considerado la nostalgia un símbolo de debilidad. Pero este razonamiento no tardó en mostrarse como una autentica estupidez.

Finalmente llegó al edificio en el que vivía Arthur. Se detuvo unos segundos en los analizadores de la puerta, hasta que éstos le identificaron.
- ¿Con quién desea contactar, señor Dorell? – Parecía la voz de la señorita de antes.
- Arthur Doyle.
Unos segundos de silencio, y la proyección de su amigo apareció ante él.
- ¿Marcus?
- El mismo.
- ¿Eres tú?
- No.
- Estás increíble.
- ¿Para un hombre de sesenta y cinco años?
- Cuando tenías veintitantos no se te veía tan bien.
- ¿Me vas a dejar entrar, o toda nuestra conversación va a ser aquí?
- Claro. Pasa, pasa. Perdona – Mientras el elevador alcanzaba la vivienda de Arthur, la imagen de éste no desapareció – ¿Qué te trae por aquí?
- Una visita antes de abandonar el planeta.
- ¿Dónde has estado todo este tiempo? Cuando el portero me informó de que eras tú me costó asociar tu nombre.
- Falta uno un par de días, y ya se olvidan de él.
- Dejaste la compañía hace casi cuarenta años.
- Donde he estado los días eran muy largos.
Tras ser repudiado por la corporación, y el fracaso de lo que había considerado el trabajo de su vida, Marcus había sufrido graves problemas mentales causados por la depresión. Lo perdió todo y a todos, o al menos eso pensó su yo de aquellos momentos. Tras eso llegaría la iglesia, pero una vez “sanado” aquel camino tampoco le servía.
También abandonaría aquel lugar, pero esta vez no como una huída, sino como un acto consciente de avance. Antes de tratar de conocer lo que le rodeaba, debería conocerse a sí mismo.
Empezaría con lo más sencillo. Conocer su cuerpo, y hasta dónde era capaz de llegar éste. La tecnología y la ciencia en las que había confiado le habían fallado. A partir de aquel momento sólo dependería de sí mismo para lograr sus objetivos. Tras el desarrollo y control del cuerpo llegaría lo más arduo: El estudio y conocimiento de su propia mente.
Aquel conocimiento aún se estaba llevando a cabo. Mucho se temía que nunca llegaría a completarlo, pero había alcanzado un estado de paz que no había conocido nunca antes.
- Así que te vas – Le sorprendió la expresión de tristeza en el rostro de Arthur.
- Así es.
- No pensaba que te quedasen ganas de volver a trabajar para la corporación.
- Me hicieron una oferta que no pude, ni quise, rechazar.
- Cuando regreses, no tardes cuarenta años en volver a visitarme. Quizás no dure tanto.
- Si regreso, no dudes en que te visitaré – La charla había sido amena. Mucho más de lo que esperaba. Se sorprendió de que le apenase el irse de aquel apartamento. Gustosamente habría prolongado su estancia allí, pero se obligó a levantarse y abandonar la compañía de Arthur.

De nuevo en la calle, permitió que su mente retomase el análisis de lo que iba a hacer. Había pasado mucho tiempo desde que tuviese aquella visión. Sí, la palabra adecuada para describirlo era visión. Contemplar la muerte de uno era algo que marcaba.
Durante mucho tiempo analizó cual podía ser el origen de aquellas imágenes que habían invadido su mente. Finalmente desestimó la búsqueda. Sabía que no encontraría la respuesta. Había estudiado muchas filosofías ajenas antes de encontrar su propio camino. Filosofías antiguas y contemporáneas. De cada una de ellas había tomado aquello con lo que estaba de acuerdo, y desestimado aquello que consideraba erróneo, o no valido para él.
Siempre le había intrigado el concepto del destino, presente en muchas de ellas, pese a que nunca había creído en él.
Pero aquella visión había amenazado con romper todo su equilibrio interno. En su interior la sentía como cierta, pero no tenía intención alguna de montarse en ningún horror tecnológico para abandonar el planeta. Por lo tanto, su lógica le indicaba que aquello que había visto no llegaría a suceder nunca.

Hasta hacía un mes.

No sabía como han dado con él. No había tratado de ocultar su rastro, pero aún así, no entendía cómo o por qué lo habían buscado precisamente a él. No sabía por qué razón le habían ofrecido aquello, y lo que más le sorprendía: No sabía por qué estaba tan dispuesto y ansioso por comenzar aquella tarea.
La único respuesta que se le ocurría para explicar su reacción era que había llegado el momento de volver a ampliar su búsqueda. Sus viejos yoes parecían haber despertado. Viajar en una nave que había visitado lugares no vistos por la humanidad conocida. La posibilidad de encontrar otras culturas humanas, que fuesen alienígenas para todo lo que él conocía. La posibilidad de estudiar una maquinaria no humana, de tratar de extrapolar su funcionamiento mas allá de la tecnología concebida por el hombre.
Pero aquello mismo implicaba más cosas. En el momento en que aceptó el trabajo supo que no llegaría a verlo concluido. Él iba a morir en aquella nave. Más concretamente, en el exterior de aquella nave.
¿Existía el destino? ¿Había una fuerza invisible que guiaba sus pasos? ¿Un ente todopoderoso que manejaba sus hilos y decidía por él?
Se negaba a creerlo. Sus decisiones eran el fruto de sus deseos, de sus elecciones. Pero la trampa ya estaba tendida. Su decisión ya estaba condicionada por la visión, y las sensaciones que ésta le provocaba.
Si no iba, actuaba movido por su deseo de demostrar que aquella visión no era cierta. Si iba, en cierta medida también era por ese motivo; para demostrar que no creía en ella, que él era el único dueño de sus actos. Que no creía en aquello que le había sido mostrado.

En el fondo nunca tuvo opción.
Por mucho que tuviese dos elecciones posibles, sólo podía tomar un camino.
Aquella lucha interna no tenía sentido. Lo sabía. Él era un hombre consciente. Sólo le quedaba tomar la elección correcta.
Su elección.

Javier Albizu

El maquinador

El maquinador
- Entonces tenemos un trato.
Joseph Crimlain estaba complacido. Aquel no era el nombre por el que lo llamaba la gente desde hacía mucho tiempo, pero él seguía pensando en sí mismo bajo aquel apelativo.
- No me deja mucha elección.
- Esa es la clase de acuerdos que más me gustan - Joseph sonrío y extendió su mano. El presidente Keane dudó unos momentos antes de estrecharla, pero finalmente cedió. Fue un apretón fuerte, prolongado, como si el presidente de la ciudad de Vashul tratara de mostrarse superior a él por lo menos en el aspecto físico.
Joseph estuvo a punto de sentir una punzada de preocupación al abandonar el edificio. Quizás aquel último comentario había sobrado. Tampoco era conveniente el buscar el malestar, o enemistarse de manera gratuita con alguien tan poderoso como Keane. El pobre hombre lo había hecho muy bien. Le había dado una pelea mucho más reñida de lo que esperaba, dada la situación en la que le había dejado el cargo su antecesor. En cierto modo no podía evitar el sentir algo parecido a la simpatía por él y sus muchachos.
Los últimos dos años habían sido interesantes. Desde que el último de la larga tradición de presidentes-pelele, Cyrus Gronholm, no resultase reelegido (para sorpresa de propios y extraños), siendo superado por la plataforma tecnócrata que encabezaba el desconocido Emerson Keane, las cosas habían cambiado mucho en la ciudad. Habían cambiado para bien para los habitantes de la megalópolis, y para no tan bien para las sedes de las corporaciones ubicadas en ella.
Joseph se encontraba en una curiosa tesitura. Él, el gran escéptico, el intrigante que no conocía lealtad ni señor más allá de sí mismo. Nunca se había considerado orgulloso de su ciudad de nacimiento. Vashul nunca había sido una ciudad de renombre. Sí, había sido la primera colonia que se construyera en el planeta que llevaba su nombre (al menos la primera Vashul, construida hacía más de dos mil años, lo fue. La que existía en la actualidad era la tercera Vashul construida en el mismo emplazamiento). Ni siquiera era la ciudad-estado más poderosa del planeta. Pero ahora las cosas parecían cambiar a mejor, y no podía reprimir un cierto sentimiento de apego hacía sus raíces.
- Nacionalista. A mi edad – No podía evitar reírse ante lo que implicaban aquellas palabras.
No. No se sentía orgulloso de la tierra que le viera nacer. Tampoco se sentía orgulloso de aquel momento concreto que le estaba tocando vivir; la primera tecnocracia auténtica de la edad moderna. No, definitivamente no era orgullo, sino curiosidad. ¿Cuánto tardarían Keane y los suyos en caer en las corruptelas del poder? ¿Cuánto tiempo mantendrían su tan cacareada integridad?
Joseph había sobrevivido a quince gobiernos. Algunos habían nacido corruptos, y otros con la mejor de las intenciones, pero todos habían acabado igual. Y él, al igual que hiciera con algunos de los anteriores “representantes del pueblo”, ya había plantado la primera semilla para su caída.
De cualquier manera, aquello no iba a interferir en sus planes. Tenía preocupaciones más apremiantes que todo aquello.
- ¿Willhem? ¿Qué más tenemos para hoy?
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- Usted va a retirar esos cargos.
- Pe..pe..pero no me puede pedir eso. No tiene la menor idea de lo que me hizo esa mujer.
- No se sofoque, señor Svenson. Ya hablamos de todo esto en su momento.
- Sí, pero en aquellas conversaciones no se habló nada acerca de que me disparasen.
- Aún así. Usted se comprometió a entregarnos a la señorita Cameron. En la cárcel no nos es de ninguna utilidad. Si no cumple con lo pactado, nos veremos obligados a rescindir nuestro acuerdo, y es posible que el Alto Mando de las Fuerzas de Pacificación se haga con información perjudicial para usted.
- ¿Me está usted amenazando?
- Por supuesto – La expresión en el rostro de Svenson no tenía precio. Sabía que el silencio que vino a continuación era el prólogo a la respuesta que estaba esperando.
- De acuerdo – Aquellas palabras sonaron como notas arrancadas de manera dolorosa con un instrumento arcaico de las cuerdas vocales de Svenson – retiraré la acusación.
Para ser alguien tan inteligente, Svenson no era un tipo muy listo. Cualquier persona con dos dedos de frente y un poco de visión periférica para las negociaciones, habría podido ver las implicaciones negativas que supondría aquella amenaza para la corporación.
Durante mucho tiempo Svenson había vendido secretos militares a la Mycroft, a cambio de sustanciosas cantidades de dinero. Descubrir aquello habría destruido su carrera, pero el detener la investigación que habría generado aquello hubiera supuesto un coste muy alto, tanto económico, como de imagen ante el ejército.
En fin. Otro problema resuelto. El día se estaba mostrando de lo más productivo.
- ¿Willhem?

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- Buenas tardes, Señor Presidente.
- Siéntese, Stephen – desde hacía más de treinta años, Joseph se hacía pasar por Stephen Crimlain. El hijo que nunca adoptó y pupilo al que nunca preparó.
- ¿Ha tenido éxito en las negociaciones con el tecnócrata?
- Las negociaciones han llegado finalmente a buen término.
- Sé que este proyecto era algo muy importante para usted.
- Atlantis fue el sueño de mi padre.
Setenta años atrás Joseph se había hecho con la, llamada por su autor, “Fórmula Panacéica”. Un cóctel químico que ralentizaba de manera notoria su envejecimiento. A sus ciento veintisiete años apenas aparentaba los sesenta que rondaba cuando experimentó por primera vez con la fórmula.
Aquello, aparte de ilegal, era algo que no deseaba compartir con el mundo. Sólo una persona había sido partícipe de la existencia de aquel secreto: Mark Roxon, quien fuera el máximo dirigente de la corporación hacía ya cuarenta años.
Joseph no sentía ninguna afinidad especial por aquel hombre. Se trataba más bien de una relación de respeto y temor mutuo. Ambos eran hombres prácticos, y sabían de la necesidad de mantener según qué clase de secretos.
Joseph necesitaba de la ayuda y recursos de Roxon para fingir su muerte y su posterior reaparición, mientras que Mark simplemente necesitaba a Joseph, quien, desde siempre, había sido el brazo ejecutor encargado de la totalidad de los trabajos para-legales de la corporación (con los conocimientos que aquello implicaba).
Tras la muerte del “padre”, ambos orquestaron la sorprendente aparición de Stephen Crimlain, (desconocido) hijo adoptivo (y de un increíble parecido físico) del difunto Joseph Crimlain. También juntos acallarían todos los rumores que aquello despertó (así como a los que los propagaron o investigaron).

Después de Roxon se habían sucedido otra serie de directivos, hasta llegar al actual: Richard Cross, el hombre que se encontraba en aquel momento sentado ante Joseph.
Cross era un hombre receloso, pero competente. Como todo buen directivo había dado y recibido su buena dosis de puñaladas traperas, lo cual había hecho que desarrollase una paranoia moderada. Joseph no tardó ni dos meses en desenterrar los primeros cadáveres que guardaba en su armario, y ofrecer su más leal y sincera ayuda para que permaneciesen allí ocultos.

Atlantis había sido el gran proyecto de Joseph. De no haber sido por él, lo más probable habría sido que hubiese abandonado la corporación hacía muchos años. Atlantis. Una de las siete naves generacionales que partieran de la vieja tierra hacía ya más de cuatro mil años.
Si bien el descubrimiento de aquel artefacto fue una mera casualidad, Joseph no había dejado ninguna otra parte del proyecto al azar.
La vería surcar el espacio de nuevo, y recorrer a la inversa la ruta que la llevó hasta el planeta desabitado en el que la encontraron. Descubriría los planetas colonia que dejó en su trayecto… y encontraría a la raza alienígena que reformó la nave, y al humano que habían encontrado durmiente en su interior.
Habían pasado más de cincuenta años desde que se comenzase a investigar aquella tecnología, y aún quedaban enormes incógnitas sobre su funcionamiento y potencial. Pero ya había esperado demasiado. Aquel año la nave abandonaría el astillero orbital en el que se encontraba, y partiría desde Vashul en su viaje.

La existencia del proyecto Atlantis era algo demasiado grande como para ocultárselo a cualquiera de los altos directivos, y Cross no era una excepción. Sí que había logrado mantenerlo en secreto para el público general, pero el dinero, materiales y gente como para llevar a cabo y mantener aquella empresa era imposible de ocultar para la corporación.
Algunos habían puesto pegas y otros directamente habían tratado de ponerle fin, pero Joseph se había ocupado de todos ellos. La Atlantis volaría.
Pronto.

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- ¿Señor?
- Por favor, no sea tan marcial conmigo, señorita Fainker – Le gustaba aquella joven, pero había ocasiones en las que su cortesía militar le incomodaba. Disfrutaba manipulando a los pretendidamente disciplinados e inmutables, casi tanto como con un buen reto. Pero con ella había ocasiones en las que no sabía cuando estaba siendo marcial, y cuando burlona.
- Disculpe, señor Crimlain – Ahora, por ejemplo, le parecía que le estaba pinchando – Ya sabe, la costumbre.
Elena Fainker había sido una presa relativamente fácil. Demasiado fácil para poseer una mente táctica tan brillante. Pese a sus diferencias, eran muy parecidos. Ambos lograban que la gente hiciera lo que ellos querían. Elena inspiraba confianza a quien estaba con ella, pero Joseph sabía que era una cercanía calculada. Inspiraba lealtad y seguridad, mientras que él manipulaba sus miedos y ambiciones. Ambos eran dos personas con las ideas claras. Dos ganadores. Quizás por eso disfrutaba tanto de su compañía.
- Abandonó el ejército hace más de ocho años. Esas costumbres también deberían haber desaparecido.
- Haré cuanto esté en mi mano, Señor – Ahí estaba pinchándole de nuevo. Sabía que aquello no sólo le molestaba, sino que también le gustaba. Le caía bien aquella joven.
- ¿Ha hablado ya con su amiga?
- No, Señor… Disculpe… Señor Crimlain. Aún no he tenido ocasión.
- ¿Dónde la han alojado?
- En el Verhauer, Señ… – Se interrumpió a sí misma. Sabía que estaba fingiendo todo aquello, sus ojos la delataban, como ella quería que hicieran. Joseph no pudo evitar sonreír.
- Nivel diecisiete. Espero que merezca la pena el gasto.
- Lo merece. Sin duda.
Jane Cameron era una gran piloto de caza, y una navegante muy capacitada. Tres meses antes había sido encarcelada por agresión a un superior y espionaje (no demostrado). Todo aquello había sido orquestado por Joseph. Necesitaba a alguien como ella para el proyecto Atlantis, y por su perfil, sabía que la señorita Cameron no abandonaría el ejército por dinero.
Tenía informes de navegantes más capacitados que ella, que no habrían dudado en aceptar una oferta de la corporación, pero Joseph quería a aquella joven. Los demás eran todos muy competentes, muy disciplinados, demasiado estrictos con la reglas. No, él necesitaba a alguien indisciplinado, alguien independiente, capaz de saltarse las normas e improvisar. En aquella nave, iba a necesitar de toda su capacidad de reacción.
Elena había coincidido unos años con ella durante su estancia en el ejército, y sus informes no hacían sino confirmar y completar los que le había proporcionado sus otras fuentes.
Por supuesto, Elena no sabía de la encerrona a su amiga (o, caso de saberlo, no había dado muestras de ello). Pese a ser una profesional y mantener las distancias para con sus subordinados, la manera en la que le había hablado sobre aquella mujer, la manera en que había recibido la noticia de su detención, y cómo le había afectado, le daba a entender que existía una profunda amistad entre ambas.

El deslizador aterrizó en el hangar superior del hotel Verhauer con suavidad.
- ¿Puedo confiar en que aceptará nuestra oferta?
- No puedo asegurarlo con completa certeza, pero lo daría por hecho.
Elena abandonó el deslizador, dejando a Joseph solo con el piloto.
- ¿Señor? – escuchó a través del comunicador.
- No partiremos aún. Puede tomarse un descanso.
Joseph se conectó al sistema de vigilancia del hotel. La corporación Mycroft les había vendido e instalado aquellos sistemas, así como las puertas traseras y códigos para acceder a ellos sin ser detectados. Lo cierto es que habían hecho un buen trabajo. Podía moverse por la habitación como si estuviera en ella.
La señorita Cameron no se encontraba en el salón. Los detectores de movimiento le dijeron que se encontraba en el compartimiento de limpieza y relajación. Después de tres meses encerrada le pareció algo de lo más normal. Accedió a los registros. Había accedido a aquel compartimiento tres horas antes.
- Tiene una visita – Una impersonal voz masculina informó a la ocupante de la habitación.
- ¿De quién se trata?
- La señorita Elena Fainker – Dada la rápida reacción de Jane, Joseph dedujo que le alegraba la noticia. No pudo comprobar su expresión facial en el momento, pero sí la rapidez con la que se puso el albornoz y abandonó su terapia relajante.
Había preferido “esperar” en el salón. Joseph aún conservaba algún atisbo de pudor, lo cual le sorprendía, dada su notable carencia de escrúpulos para casi cualquier cosa.
- Hágale pasar – Apenas había tardado un minuto en ponerse presentable.
Elena atravesó el umbral de la puerta. Había algo distinto en su manera de caminar. Algo extraño que no sabía definir. Tardó unos momentos en asimilarlo. No recordaba haberla visto nunca tan relajada. Aquella no era “su” Elena.
Por el contrario, Jane pareció tensarse al ver entrar a su amiga, pero aquella reacción apenas duró antes de que se abalanzara sobre ella. Ambas se abrazaron durante unos momentos.
- ¿Qué tal estás? – preguntó Elena mientras la separaba con sus brazos, y miraba el rostro de Jane con alegría y una pizca de preocupación.
- Todo lo bien que puedo estar con los pies puestos en un planeta – La señorita Cameron fingía aflicción.
- Eres una desagradecida. ¿Has visto todo lo que tienes en esta habitación?
- No esta mal.
- Si lo prefieres te devuelvo a tu celda.
- ¿Has sido tu quien ha pagado mi fianza?
- Que más quisiera. No tengo tanto dinero.
- No es eso lo que he oído. Se dice que Fainker “el” terrible se forró al dejar el ejército.
- No me quejo de mi sueldo. Pero tú, cuando te metes en líos, no te andas con chiquitas.
- Aún fui suave con ese cabrón.
- ¿Y las otras acusaciones?
- Sabes de sobra que nunca habría traicionado al ejército.
- Pues parece que ellos no lo tienen tan claro.
- Cambia de tema. No me apetece hablar de eso.
- ¿Te apetece que salgamos por ahí y rompamos unos cuantos corazones?
- Paso. Además, no es por eso por lo que has venido.
- Algún día tienes que decirme qué es lo que hago mal para que me descubras siempre – ¿Inseguridad? Definitivamente, aquella no era la Elena que conocía.
- ¿A qué has venido?
- A proponerte que te vengas a trabajar conmigo.
- ¿Qué quieres que pilote? ¿Un carguero de la corporación?
- No. Quiero que pilotes esto – Elena introdujo la unidad de información en el proyector de hologramas de la habitación. Tras actuar sobre los controles, una proyección de la Atlantis apareció entre las dos mujeres.
- ¿Y qué es esto? ¿Un caza amorfo?
- ¿Un caza?
- Treinta metros de longitud y cuatro de altura. Un transporte de tropas no va a ser. ¿Y qué clase de motores son esos? Parece sacado de alguna…
- Te equivocas en la escala.
- ¿¡Eso son kilómetros!? – A Joseph le gustó el brillo en los ojos de aquella mujer. Ya era suya. Se desconectó del sistema de vigilancia, y se dirigió a su piloto.
- Podemos irnos.

******************************************************

Fin de la jornada. El día había resultado más provechoso de lo que esperaba en un comienzo. Las piezas iban encajando de la manera que él había buscado. Aún quedaba algún que otro pequeño detalle, pero los informes que había recibido del resto de candidatos eran de lo más halagüeños.
- Pronto – se dijo en voz alta – Muy pronto.
Se sirvió una copa de Maltus y la alzó, como brindando con un invitado invisible. Tras el trago, se conectó al canal de películas y seleccionó el modo de invitado. Ya había intervenido en demasiados asuntos aquel día. Por unas horas se permitiría el ser un mero espectador.

Javier Albizu

El ermitaño III

El ermitaño III
- Ya estamos en el Sistema Vanth.
- Ya sabes lo qué debes hacer.
Aquello era lo último que deseaba hacer. Regresar al bullicio, a la falta de intimidad, a no tener tiempo para pensar. Verse obligado a moverse sin descanso… y a la posibilidad de ser detenido por los “crímenes” que cometiera setenta años atrás. La gente tenía mala memoria, pero las máquinas no olvidaban nada. Afortunadamente, al igual que los hombres, las máquinas podían ser engañadas.
Primero navegaría muy cerca de algún carguero automatizado. Copiaría su trayectoria de acercamiento y, una vez dentro de la atmósfera, cambiaría su rumbo para aterrizar en las afueras de la ciudad. Una vez en el planeta se introduciría en la ciudad, gracias a la identificación que había robado al matón que habían enviado a por él. Llegar hasta la oficina de su enemigo ya sería otra historia.
- ¿Qué capítulo toca hoy? ¿Abner súper espía, o Abner hombre de acción? – aquello era algo sin lo que también habría podido vivir muy tranquilo. Tocaba la discusión diaria con su androide.
- Gracias por tu apoyo, Amy. ¿Qué sugieres tú?
- Llámale, y queda con él.
- Que le llame.
- Sí.
- Y el me va a decir: “Pasa, Abner. ¿Por qué has tardado tanto?”
- Tu imitación deja bastante que desear.
- Gracias. No me dedicaré al mundo del espectáculo.
- Les harás un favor.
- ¿Que le llame?
- Sí.
- Cómo se nota que no conoces a Crimlain.
- Tengo de él toda la información que has tenido a bien introducirme.
- Y pese a todo eso, ¿quieres que le llame?
- ¿Sabes que estás siendo muy repetitivo?
- ¿Qué te hace pensar que me recibirá con los brazos abiertos? Introduje en tu banco de datos que traté de matarle, ¿no?
- Así es.
- ¿Entonces…?
- ¿Cuanta gente mandó a por ti?
- Uno.
- ¿De cuántos recursos dispone?
- De todos los de la corporación.
- ¿No te parece que, si realmente hubiera querido llevarte a la fuerza, podría haberse esforzado un poco más?
- Pudo subestimarme.
- Después de eso te dejó un “mensaje” en la estación de la A.P.U.M.
- …eso no quiere decir nada.
- Es verdad. Podría haber ido dirigido a cualquiera que pasase por aquella estación orbital secreta, creada por un grupo de anarquistas paranoides, a la que tú proporcionaste tecnología de la corporación.
- De acuerdo. Hay un vínculo que va hasta mí. Pero era casi imposible de rastrear.
- ¿Ahora quién es el que está ignorando lo que sabe de Crimlain?
- Pudo ser una coincidencia.
- A quien tomas por tonta ahora es a mí.
- Han pasado setenta años.
- Sí.
- Eso es mucho tiempo. Puede estar senil.
- Por eso quieres hacer la “infiltración imposible” en la sede de la corporación.
- Sólo quiero comprobar esa remota posibilidad.
- Te estas comportando como un crío.
- No es cierto.
- Está jugando contigo, y tú le estas siguiendo el juego como un incauto.
- Eso es una estupidez.
- Al niño se le han fastidiado sus planes de hacerse el héroe, y ahora no quiere atender a razones – ya estaba ahí ese tono – pero sabes que tengo razón – aquel maldito tono, entre sarcástico y recriminatorio, tan característico de la auténtica Amy.
- No es cierto – Sí era cierto.
- Eres un crío de ciento treinta años – Odiaba cuando ella tenía razón.
- Puedes decir lo que quieras. No voy a llamarle – ¿Por qué tenía razón tan a menudo? Se suponía que él era más listo. Al fin y al cabo, la había construido y programado.

Amy abandonó la sala dejando a Abner pensativo. Crimlain siempre había sido un manipulador. Cuando aún trabajaban juntos conseguía pulsar sus teclas, obtener las reacciones que deseaba, sin que Abner fuera consciente de ello hasta que era demasiado tarde.
Maldita sea. Él era un genio. Había ocultado más inventos que los que había dado a la corporación. A día de hoy, siete décadas después, sus ideas estaban vigentes, y algunas de ellas aún no habían sido descubiertas por los científicos de ningún sistema. ¿Cómo demonios podía un tipo “normal” manejarlo con tanta facilidad?
Había llegado el momento de acabar con aquello. Dejaría de seguir sus migas de pan para darle el gusto de una entrada teatral… que seguro era lo que el muy cabrón estaba esperando, y listo, probablemente, para convertirlo en una humillación.
El orgullo y la pretendida autosuficiencia siempre habían sido dos de los puntos débiles de Abner. Le habían llevado a cometer muchos errores a lo largo de su vida. Si era tan listo, había llegado el momento de actuar de una manera consecuente con aquel hecho.
Lo odiaba, pero iba a hacer caso del consejo de Amy.
Mientras buscaba de manera furtiva la información para ponerse en contacto con su “Némesis”, deseaba que este le vendiera para acabar en prisión, sólo por tener algo que recriminarle a su androide. A veces le recordaba demasiado a la mujer que había amado y odiado. Había ocasiones en las que se arrepentía de haberla hecho tan igual a ella.
Abner aprovechó para ponerse al día de cómo había evolucionado su ciudad natal durante su prolongada ausencia. Desde el comienzo de aquella huida hacia adelante sólo se había preocupado de cómo había avanzado la ciencia más allá de su reclusión. Lo que encontró no le había impresionado en absoluto. Algunos de sus postulados habían sido aceptados, y otros mal interpretados. De no haberse aislado de la civilización, aquellos años habrían sido mucho más prósperos.
Con respecto a lo social, pocos cambios. Los nombres cambiaban, los nombres de las ideas cambiaban, los nombres de las clases sociales cambiaban. Pero todo seguía igual. Aquellos que pretendían cambios reales, eran ninguneados (cuando no “apartados”) del poder. La inercia continuaba siendo un obstáculo imposible de superar.
Finalmente accedió a los canales internos de la sede de la corporación. Steve, Joseph, Stephen, o como quisiera llamase ahora Crimlain, no estaba en el bloque principal. Accedió a su código de ciudadano, y lo rastreó hasta su casa. Curioso. No esperaba que un hombre como él viviese fuera de la megalópolis. Aún vivía solo. Parecía que él tampoco había sido capaz de olvidar a Amy.
Dudó durante unos segundos antes de acceder a la red personal de aquel bunker que se había construido. ¿Estaba siguiéndole el juego con aquello? ¿Lo habría previsto? Las protecciones parecían buenas, pero nada que él no pudiera sortear. ¿Era aquello demasiado fácil, o él era demasiado bueno?
A la mierda con todo aquello. Estableció la conexión.
Los sensores de la casa, le indicaron que sólo había alguien en el salón. Accedió a las cámaras, y lo vio sentado. Se encontraba como espectador pasivo de una película online.
- Interrumpimos la programación de hoy para ofrecerles la siguiente noticia – No lo podía evitar. Adoraba las entradas teatrales.
- Abner – Su voz no ofrecía signos de sorpresa – Cuanto tiempo sin verte – Aquello empezaba con una decepción.
- Dudo que se trate de una sorpresa – Trató de parecer seguro de sí mismo, y ser él quien llevara las riendas de la conversación.
- De acuerdo. No es una sorpresa – Vaya sorpresa, pensó.
- Te conservas muy bien para tu edad.
- Podría decir lo mismo de ti pero, dado que lo que me ha permitido llegar hasta esta edad es invento tuyo, tu aspecto tampoco es algo que llame mi atención.
- ¿Posees la Formula Panacéica?
- Siempre tan teatral. Incluso al poner nombre a tus descubrimientos.
- Eso no es posible. Al largarme destruí toda la información referente a ella.
- Tú mejor que nadie deberías saber que la destrucción total es algo altamente improbable.
Siglos antes de su descubrimiento, muchos habían experimentados con prolongadores de la vida, pero todos ellos habían topado con el mismo problema: Secuelas psicológicas. El cuerpo envejecía de manera más lenta, pero la mente terminaba por no adaptarse al proceso. Todos aquellos en los que se experimentaban esta clase de sustancias acababan desarrollando problemas mentales (o amplificando los ya existentes).
Pese a la ilegalidad de las investigaciones en ese campo, era conocido que los estudios al respecto continuaban llevándose a cabo. La búsqueda de la inmortalidad era algo tan viejo como el hombre. Por lo general, aquellos experimentos eran llevados a cabo de manera clandestina, financiados por hombres de poder (muchas veces aquellos que habían promulgado y defendido su desaparición), pero no había indicios de que alguien hubiese logrado una formula perfecta.
Abner había logrado dar con una formula sin efectos secundarios (o al menos él no había notado, o aceptado tener ninguno durante los años que llevaba medicándose con ella). Pero dado que estaban prohibidos aquella clase de estudios, no dio a conocer aquel descubrimiento al mundo y, una vez abandonó la civilización, trató de borrar todo vestigio de su existencia.
Al parecer, en aquello sí que había fracasado.
- ¿Qué quieres de mí? – Se estaba arrepintiendo de aquello por momentos. Cuanto antes acabase, mejor.
- Quiero ofrecerte trabajo.
- Debes estar de broma – Aquello tenía que ser alguna encerrona.
- Accede al sector de datos A-T-uno. Acabo de anular los bloqueos, y podrás acceder a él… ahora – Definitivamente, había sido demasiado fácil. Su ego desorbitado le había vuelto a jugar una mala pasada.
La mente de Abner fue bombardeada con unas imágenes vagamente familiares. Ante él aparecieron los planos de la nave colonial “Atlantis”.
- Así que la tienes tú – Había sabido del emplazamiento de aquel artefacto perdido mientras investigaba sobre el paradero de Crimlain.
- En efecto – Pese a la pretendida falta de énfasis en aquellas palabras, Abner detectó un cierto tono de sorpresa e incomodidad en la voz de Crimlain. Aquello parecía ir mejorando.
- Parece que el proyecto de reconstrucción va bastante avanzado.
- Ni la mitad de lo que habríamos avanzado de estar tú al cargo – Aquello lo pillo totalmente por sorpresa.
- Cierto – dijo tratando de fingir indiferencia – Tan sólo en el ensamblaje de esta sección – hizo ampliar parte de la vigésimo segunda cubierta – debéis de haber tardado más de dos años, y se ha hecho mal.
- Es muy probable. ¿Te interesa encargarte de ello?
- Desbloquea la sección de datos A-T-Alfa, y hablaremos.
- Hablaremos ahora – Crimlain parecía molesto ante aquella contestación. Parece que el día no iba a ser un completo desperdicio.
- Abner Biuler, desconectándose.
- Espera.
- No voy a negociar contigo. O seguimos mis reglas, o me largo.
- De acuerdo.
- Desbloquea también A-T-Prima y A-T-Sigma. Ah… también A-Siete-Omega.
- Hecho – Otra vez esa sensación de que estaba siendo todo demasiado fácil.
- ¿Qué me ocultas? – Aquella pregunta parecía alegrar a Crimlain.
- Tendrás acceso a todo lo que me pidas – A todo lo que le pidiera, pero no a todo aquello que existía. No a lo que no estaba a simple vista.
Aquello era impresionante. El proyecto de una vida.
Parte de la tecnología era claramente harakani, otra parte era completamente desconocida incluso para él.
No se fiaba de Crimlain, pero lo que le ofrecía era demasiado grande, demasiado apetitoso como para dejarlo pasar. Otra vez estaba en sus garras. Podía decirle que no, pero entonces se buscarían a cualquier inútil que lo estropearía todo. Y lo peor de todo es que él se quedaría con cara de estúpido por haber desperdiciado aquella ocasión.
No tenía opción. Tenía que aceptar.
- Me lo pensaré.
- Tienes dos días – Sabía que lo tenía pillado a través de su curiosidad.
- Necesitaré dos años sólo para comenzar a procesar toda esta información – exageró.
- La nave partirá a mediados del año que viene.
- ¿Pretendes lanzar eso al espacio?
- Sí.
- ¡Pero si en el estado en el que se encuentra no será capaz de salir del astillero! Hay que reorientar los flujos del motor siete. Lo que le han hecho a la conducción de energía no tiene nombre. Los tipos de la sección H-cuarenta están siendo intoxicados por una radiación que provocará mutaciones en su quinta generación.
- Pese a tus balbuceos, deduzco que procesas más de prisa de lo que dices. Nunca había percibido la modestia como una de tus virtudes.
- Dame cuatro años, y la nave podrá viajar.
- Te doy año y medio. El resto arréglalo durante el viaje.
- No te he dicho que acepte.
- Oh. Sé que lo harás.
- Con esa actitud me estas poniendo muy difícil el aceptar.
- La modestia tampoco ha sido nunca una de mis virtudes. Sé que si no aceptas te estarás dando de cabezazos contra las paredes de tu nave hasta que mueras.
- Yo elijo a mi equipo.
- Entre los archivos que he abierto para ti se encuentra el del personal que he escogido como parte de la tripulación. Veras que son tan disfuncionales como tú o yo. Del resto puedes encargarte como más gustes.
- Una última cosa.
- Dime.
- Tú no nos acompañarás en el viaje.
- Bienvenido de nuevo a la Mycroft, señor Biuler.

Javier Albizu

Sleipnir

Sleipnir


Javier Albizu

I . Lección de historia

I . Lección de historia
La batalla estaba perdida. Así lo habían tejido Las Nornas en el tapiz del tiempo.
El Ragnarok había llegado. Aquel día los dioses perecerían.

Sabedor de esto, Odín ordenó su montura, el veloz Sleipnir, que remolcase el bajel antes de perecer entre las fauces de Fenris. Con éste, su último acto, El Padre de Todos burlaría al cruel hado, liberando a los hombres del aciago destino reservado para los Aesir.

En pos del último bajel de los hombre, Hela, La Señora de los Muertos, haría partir a Naglfar. En su vientre, las rugientes hordas de Hel se agitaban deseosas de reunir a los vivos con su tenebrosa señora.

Más a esto Thor diría ¡NO!

Tras la cruenta batalla que había librado contra Jormungand, blandiendo con furia el poderoso Mjolnir, golpeó una vez más a La Serpiente de Midgard, asestándole una herida mortal. Sumida en su estertor final, la hija de Angrboda enrroscaría su cuerpo alrededor de Yggdrasail, asfixiándolo acabar con toda vida que pudiese surgir de él. Como último acto antes de morir, exhaló con su último y letal aliento toda la ponzoña que habitaba en su interior, envenenando los cielos y al bravo tronador.
Impulsado tan solo por voluntad indómita, el señor del trueno daría un paso e invocaría a sus huestes. Al trueno que otorgasen fuerza a los brazos de los remeros y avivase los fuegos que ardían en la cubierta del último navío.
Tras dar un paso más, convocaría a los vientos, encomendándoles hinchar las velas del navío y alejar a sus adoradores del campo de batalla.
Una vez hecho esto, alzó su voz comandando a los cielos para que descargasen toda su furia sobre Naglfar.
Impotente ante las fuerzas allí desatadas, el galeón de los condenados sería destruido y, tanto las uñas de los muertos que lo componían, como los huesos de los guerreros de Hel que en él viajaban, se convertirían en polvo que se precipitaría sobre sobre los dioses y sus enemigos.
Mientras veía alejarse al navío, Thor dio unos pocos pasos más y soltó una carcajada triunfal antes de que su cuerpo se desplomase sin vida sobre el cadáver de su asesina.

Mas Surtur no se daría por vencido y, con su espada flamígera, convocaría a sus hijas. El fuego vital lucharía por abrirse paso fuera del cuerpo de los remeros y acudir a la llamada de su amo. El mundo se volvió un lugar gélido mientras el señor de la llama hacía acopio de su hueste. Toda criatura, viva o no, sería desprovista de calor mientras el gigante de fuego preparaba su ataque final.

Viendo a aquellos cuya custodia le había sido encomendada cercanos a la muerte, Sleipnir asió con su hocico los correajes con los que remolcaba la nave y de un poderoso tirón lo arrojó lejos del alcance del ardiente demonio. Tras hacer esto, se arrojó a sí mismo a las hogueras para que estas continuasen ardiendo, llenando de fuerza y vida los cuerpos de los valientes vikingos.

- ¿Por eso nuestro mundo se llama Sleipnir? – Hotar había comenzado a preocuparse hacía un buen rato ante la falta de respuesta y atención de los niños.
- Así es, Morten. Hay quien asegura que su cuerpo es el que sigue alimentando los motores de esta nave.
- ¡¿Y por qué no lo sacan de ahí?! – la expresión de terror en el rostro de Greta le corroboró, demasiado tarde, que con aquella respuesta se le había ido la mano.
- En cambio otros dicen que, cuando ya estaban lejos de Surtur y el Ragnarok, los vikingos curaron a Sleipnir y que éste cabalga por el espacio protegiendo a la nave que lleva su nombre – Salvado por la campana. Hotar dio gracias a los dioses por los reflejos de Gunter – También he oído que en algún sector de la cubierta Tyr se suele realizar un festival en su honor anualmente.
Los niños parecieron más tranquilos después de aquella “explicación”, aunque profesor y ayudante tuvieron que ingeniárselas para responder a alguna pregunta incómoda más antes de que acabase la clase.

- Has tenido ideas extravagantes con anterioridad – el tono de Gunter oscilaba entre el reproche y la diversión – Pero vincular el origen de nuestro “bajel” al Ragnarok ha sido algo… no se si sublime o enfermizo.
- Sólo era un cuento para los niños. Hoy no me encontraba de humor como impartir una clase demasiado sesuda. ¿Qué quieres que te diga? Me parece más… más… no se…
- ¿Romántico?
- Sí. Romántico, esa era la palabra. Otra opción es poético, si lo prefieres. Me parece menos deprimente contarles esto... que la verdad.
- Una verdad que acabarán sabiendo, y que tú mismo les contarás dento de unos años.
- ¿Quién sabe donde estaremos dentro de unos años?
- Supongo que esa es una pregunta retórica. Ambos sabemos que vamos a seguir por aquí.
- Es igual. Hoy es hoy. Mañana ya veré si les digo. Tendré que prepararme algo un poco mejor que: Veréis, niños. Hace cosa de quinientos años, una serie de señores, que decían ser muy listos, pensaron que iba a haber una guerra muy grande en la vieja tierra, y decidieron crear unas naves mastodónticas y largarse al espacio a buscar un planeta en el que vivir antes de que el suyo se fuese al garete.
- Lo que me impresiona es que hayas podido decir todo eso sin detenerte para respirar.
- Dame cinco segundos para recuperar el aliento.
- Cinco, cuatro, tres…
- Vete a la mierda.
- … uno, cero. Se acabo tu respiro.
- No vas a conseguir que me retracte. Me parece mucho más fácil explicar todo esto a los niños desde una perspectiva mitológica-clásica, que desde la triste realidad. Las parábolas siempre han sido una herramientas muy cómodas para explicar según que cosas.
- Cierto, es mucho mejor una batalla épica mientras el universo es destruido, con bien de sangre y muertos por doquier, que un relato sobre la estupidez humana.
- La estupidez humana la ven aquí cada día. Ese tipo de cosas ya no les afectan. Además, si lo miras desde un punto de vista metafórico, el ocaso de los dioses y la razón por la que fue creada esta nave, tampoco son tan distintas.
- Cierto de nuevo. No dejo de ver en la documentación que tenemos sobre la tierra como se unieron los gigantes, los muertos y toda esa gente tan peculiar para matar a los dioses porque… eso, porque así estaba escrito que así sería.
- Ahora no te hagas el petulante conmigo. Ya sabes de qué estoy hablando.
- ¿Del fin del mundo?
- Bueno, tal y como lo conocemos, sí.
- Nunca conocimos ese mundo.
- Nunca nos dieron esa oportunidad.
- Ahora es cuando me dices que echas de menos la vieja tierra.
- No digas estupideces. Somos de la decimoquinta generación. Ni siquiera nuestros abuelos, tatarabuelos o cualquiera cualquier ancestro cuyo nombre conozcamos, llegaron a conocer, aunque sea de oídas, a nadie que haya visto o pisado la vieja tierra. Hay momentos en los que incluso tengo mis dudas sobre la existencia de nada parecido.
- Efectivamente. Tú te empeñas en llamar a la Sleipnir nave generacional, que es como has leído que la llaman en los documentos históricos, pero este es nuestro hogar. El único que hemos conocido y que conoceremos.
- Lo sé, lo sé.
- Tú háblale a cualquiera de La Tierra, y te mirarán igual que cuando les das la paliza con martillos mágicos, caballos de ocho patas o dioses tuertos. Te tratarán como… bueno, ya sabes, como te suelen esquivar de normal cuando empiezas a desvariar.
- Si son unos brutos y unos bárbaros no es culpa mía. Es más, hago lo que puedo para ilustrarlos, y así me lo pagan.
- Que no, hombre, que no. Una nave es lo que usan los de aprovisionamiento para bajar a los planetas. El suelo sobre el caminamos no es el de una nave; es el de nuestro mundo.
- Que sí, pelma. Pensaba que el de los discursos interminables era yo.
- Son muchos años esperando el momento de resarcirme. Y aún no he acabado. Ahora dime tú que es lo que harías si te dejan suelto en una de esas masas esféricas que vemos flotando por el espacio.
- Supongo que morirme de hambre (si no me devora algún bicho antes, o se me pega cualquier enfermedad exótica)
- Ahora eres tú el que está esquivando el tema. No digo que no pasase todo lo que dices, pero evitas la pregunta verdadera. Sabes que lo primera sería el pánico. Dile ahora a cualquiera, al primero que te encuentres en una de las cubiertas, que damos marcha atrás. Que Sleipnir se dirige de nuevo a la tierra. Que hemos recuperado las coordenadas de origen. Que las consecuencias de cualquier catástrofe que se causase allí ya habrá pasado y seguro que ya es habitable de nuevo.
- Veamos… déjame que piense...
- No hace falta. En el remoto caso de que supiese de qué le estas hablando con eso de “La Tierra”, “Midgard”, o como quieras llamarlo. En el remoto caso de que te creyese y comprendiese las implicaciones que eso conllevaría ¿Cómo crees que reaccionaría? Pues te lo voy a decir: Se cagaría de miedo.
- Permíteme que lo dude.
- Duda todo lo que quieres, pero los estudios son los estudios. ¿Quieres una estadística curiosa?
- Supongo que no voy a poder evitar que me lo sueltes.
- Cerca del treinta y seis por ciento de los habitantes de Sleipnir son agorafóbicos.
- Y luego me acusas de leer estudios extraños. A ver si te buscas una vida propia.
- Es una respuesta natural. Somos casi once millones de personas, viviendo en un espacio de treinta por cuatro por seis kilómetros. Venga, otra estadística ¿Cuántas simulaciones de realidad virtual, no-de-evasión, emulan la vida diaria en un entorno distinto al de Sleipnir? No hace falta que pienses: Un dos por ciento. ¿Has leído algo de Sigmund Sorensen?
- Estás embalado. Claro que he oído hablar de él ¿Por quién me tomas? Fue uno de los diseñadores de Sleipnir
- Vale, sólo te ponía a prueba. ¿Has leído alguna de sus notas?
- Hasta ahí no he llegado. Uno tiene sus límites.
- Sí, eres conocido sobretodo por tus límites, pero bueno...
- No te cortes, haz como si no estuviera aquí.
- Dejaré eso para otro día. Si vas siguiendo sus apuntes de manera cronológica, es increible comprobar como el hombre iba perdiendo (más bien, abandonando) la perspectiva del proyecto en el que se había embarcado era algo viable. Sleipnir era algo tan grande que sobrepasaba a todos los implicados. No había tiempo para pruebas. No había tecnología para lo que querían hacer. El tiempo se acababa e iban a mandar a millones de personas al espacio a un viaje que sabían que no verían acabar. Ni siquiera tenían la seguridad de que aquello fuese a aguantar demasiado tiempo entero.
- Que tipo tan optimista.
- En una de sus notas dice que la tecnología era tan experimental, que dudaba siquiera de que lograse comenzar su viaje. ¿Sabes por qué llamaron así a la nave? ¿Por qué en lugar de “cubierta doce” o cosas similares, las llamaron “Frey”, “Bifrost” o “Balder”?
- Sorpréndeme.
- Porque decían que haría falta un milagro para que aquello funcionase. Empezó como una broma pero, poco a poco, necesitaban quitarse presión de encima. Confiar en alguna “fuerza superior” que guiase su mano. Como no confiaban en que el dios luterano les concediese su bendición, optaron por encomendarse a los dioses antiguos.
- Debes estar de broma.
- Lee los documentos tú mismo. Sí, todo empezó medio en broma. De no tomarse aquello con algo de sentido del humor, se habrían vuelto locos por la presión que implicaba aquel (este) proyecto. Pero según pasaban los meses, y empezaban a llegar noticias de misiles disparados, satélites apuntando a lugares estratégicos y silos activos, el tiempo para las bromas se acababa.
- Así que vivimos en un mundo que es el resultado de una broma que salió bien de milagro.
- Así es.
- Entonces tampoco iba muy desencaminado con la historia que les he contado a los niños.
- Eso, ahora tú échate flores.
- Después de como te has desfogado conmigo, creo que me lo he ganado.
- Vale, te lo concedo. De todas formas la cosa podría haber sido peor.
- Me da miedo preguntar.
- Podríamos vivir en una bola de barro fabricada por un solo tipo en seis días.
- ¿No eran siete?
- No. El séptimo día el tío decidió descansar y dejar que las cosas se hiciesen solas.
- Yo diría que tampoco nos ha ido tan mal.
- Lo cierto es que aquí seguimos.
- A saber cuando más duraremos.

Javier Albizu

II . Pasado lejano

II . Pasado lejano
- Cinco años de trabajo a la mierda.
“A la mierda” era una expresión un tanto exagerada, pero la frustración y la impotencia impedían a Björn y los suyos analizar la situación con objetividad.
Cinco años pasados en el planeta al que los más optimistas bautizasen como “Nuevo Yggdrasail”, los escépticos como “J34B223R” y los desencantados como “Punto de paso Cincuenta y siete”.
Mientras ascendían hacia Sleipnir, todos miraron aquel mundo que tanto les había prometido y arrebatado. Dos hombres no encontrarían jamás un mundo al que llamar “hogar”, y los treinta que emprendían aquel viaje de despedida lo hacían ya sin esperanza.

Cuando las sondas detectaron aquel planeta, el consejo científico se enfrentó a una decisión complicada. El consumo que suponía encender los motores de la nave para modificar su trayectoria y llegar hasta aquel lugar, conllevaría el racionamiento de los servicios más básicos para la población durante varios meses.
De haber continuado la ruta que llevaban en aquel momento, habrían llegado Rigven la estrella a la que se dirigían en menos de dos años, pudiendo recargar los acumuladores de la nave para proseguir su viaje durante otro par de siglos, pero sabían que en aquel sistema no había ningún planeta que pudiese ser habitado. Por fortuna, la estrella que coronaba aquel sistema también era del tipo G2, lo que les permitiría igualmente recargar la nave mientras la orbitarla a su alrededor junto con J34B223R. Caso de que el planeta tampoco pudiese ser habitado, podrían reemprender su viaje sin mayor problemas que las quejas de la población por un nuevo fracaso en su búsqueda, y las privaciones que habían sido obligados a sufrir para llegar hasta allí.

- Al menos no volvemos con las manos vacías.
Las palabras de Eric, pese a ser ciertas, apenas aportaban un atisbo de luz a los expedicionarios. Volvían con cientos de toneladas de hielo y suelo rebosante de vida. Agua sin reciclar, y terreno que podría ser cultivado para proporcionar alimentos no excesivamente procesados. Aquello les permitiría prolongar la autonomía de Sleipnir unos cuantos años, quizás un siglo, ampliando el espacio que podía recorren antes de necesitar una una estrella que la recargase... o eso es lo que querían creer.

Al llegar a la cubierta de desembarco no les recibieron con vítores o agradecimiento. Las noticias de “su fracaso” les habían precedido. Mientras los técnicos descargaban la mercancía, Astrid, a través de los visores de la nave, vio llegar a su marido y sus hijos y no pudo evitar llorar de agotamiento y frustración. Aún pasarían varias horas en la cámara de desinfección y las pruebas posteriores, antes de poder estar con ellos. Nadie más vendría a recibirles.

Tras finalizar el proceso de reconocimiento llegaría la hora de dar explicaciones al capitán. Los informes que habían enviado regularmente dejaban bien claros los motivos por los que el planeta no podía ser habitado, pero el protocolo exigía la reunión. La relación entre Björn y Haskel nunca había sido especialmente cordial, pero ambos se profesaban un gran y mutuo respeto. Sus puntos de vista tendían a ser opuestos, pero solían lograr que sus discusiones no llegasen a lo personal. Pese a que Björn sabía que su capitán era un buen hombre (equivocado, pero un buen hombre) no tenía muy claro como terminaría aquella reunión.

Tras entrar en el camarote, la primera reacción fue la acostumbrada. Silencio e incomodidad por ambas partes durante eternos segundos.
- Siento lo de tus hombres – Haskel fue quien rompió el silencio – Los médicos hicieron cuanto pudieron, pero para cuando llegaron a bordo ya era demasiado tarde.
- Sabían a lo que se arriesgaban – Björn trató de mantener la compostura, pero aquel tema aún le dolía. Habría preferido ser él quien eligiese el primer asunto a tratar.
- Hemos esperado a que regresarais para celebrar las exequias.
- No era necesario, la energía utilizada para preservar sus cuerpos podría haberse dedicado a algo más provechoso – trató de mantener la máscara lógica, pero era fácil ver a través de las grietas.
- En estos momentos podemos permitirnos el despilfarro, todos los acumuladores están a la máxima carga.
- ¿Y bien?
- ¿Perdona?
- ¿No vas a pedirme el último informe?
- Los que has mandado hasta ahora eran bastante claros. Esta reunión no es más que un mero formalismo.
- En ese caso tengo muchas cosas que hacer – aquella reacción le sorprendió incluso a él. Quería bronca. Que le atacasen para poder decir en voz alta que no fue culpa suya, que hizo cuanto estaba en su mano para llevar aquella misión a buen puerto. Necesitaba un desahogo para toda la rabia que llevaba dentro, no compasión.
- Björn...
- ¿Que? - gritó mientras se giraba. Ya no quedaba nada de la máscara de frialdad o la compostura científica.
- Si hay algo que pueda hacer...
- Encuentra un sitio en el que podamos vivir, porque este se está desmoronando.
- Eso ha sido un golpe bajo indigno de ti.
- Ahora mismo no me siento muy digno u orgulloso de ser quien soy.
- Entiendo que te encuentres mal, y soy capaz de pasar según que cosas, pero no voy a permitir que te degrades así. Descansa. Cuando quieras hablar civilizadamente ya sabes donde estoy.
- No quiero descasar. Quiero que me des más recursos.
- Olvídate de ese planeta.
- No estoy hablando del planeta, no quiero volver a pisar ese maldito sitio. La prioridad es Sleipnir. Hace años que tienes los informes y no has hecho nada con ellos.
- Perdoname si no soy tan fatalista como vosotros.
- No es fatalismo, sino tener un mínimo de perspectiva. Y no digas que es cosa nuestra, este es un mal que lleva arrastrando la nave desde antes de que naciéramos tú o yo. Tras cada nueva recarga perdemos autonomía y llegará un día en el que tendremos que limitarnos a orbitar un planeta esperando a que algún sistema crítico falle.
- Estás hablando de más de un milenio.
- Siendo muy optimistas.
- Ese será el problema de quien este al cargo entonces. Ahora mismo tenemos problemas más acuciantes que ese.
- Es o, pásale la pelota a otro. Escurre el bulto como han hecho tus predecesores.
- De acuerdo. Muy bien. Dime ¿a quién le quito los recursos que te voy a dar a ti?
- Ese es tu trabajo.
- ¿Quién escurre el bulto ahora?
- No utilices la demagogia conmigo. ¿Quieres un informe? Dame datos y lo tendrás sobre tu mesa en un par de semanas.
- ¿Como el que me proporcionasteis para venir hasta aquí? – Haskel dio un manotazo con ambas manos sobre la mesa mientras se levantaba.
- Serás... – se frenó. Aquell o había dejado de ser una conversación hacía rato y el intercambio de acusaciones estériles no iba a llevar a ningún lugar provechoso. Aún avergonzado de sí mismo, Björn no retiró la mirada desafiante de su capitán durante unos segundos, antes de darse la vuelta y salir de la sala.
Mientras recorría los pasillos de la nave, las ideas se agolpaban en su cabeza de manera desordenada. Los estudios que manejaba era públicos, pero la gente prefería ignorarlos. Quería un cambio de paradigma, una revolución, cualquier cosa que alejase de su mente los fantasmas de los hombres que había perdido.

Haskel abandonó su asiento y comenzó a dar vueltas por el camarote. El destino de la raza humana dependía de él y no dejaba de cagarla. Dos decisiones erróneas pesaban más sobre su conciencia que todas las que había tomado con acierto durante los últimos treinta años.
Los informes se los había proporcionado el consejo científico, pero la decisión final de cambiar el rumbo de Sleipnir era suya.
Contra las indicaciones de los doctores, había traído a dos hombres enfermos por una dolencia desconocida hasta la nave, y aquello había estado a punto de costar la propagación de un virus altamente contagioso entre toda la población.
Toda parecía indicar que se había logrado contener infección, pero en el proceso habían muerto otros treinta y cuatro hombres. Por orden suya se mintió a las familias para no causar el pánico general. Estuvo tentado de hacer saber la verdad y renunciar a su cargo, pero no encontró a su alrededor a nadie apto para asumir el cargo bajo aquellas condiciones. Aquello habría sido la salida fácil, hacer cierta la acusación de estar “escurriendo el bulto”. Algo indigno de él.
Furioso, pegó un puñetazo al muro rompiéndose la mano. Aquel ramalazo de dolor físico casi fue un alivio.
- Capitán ¿Está usted bien? – uno de sus escoltas no tardó en entrar atraído por el ruido.
- Sí, tranquilo Morten, todo va bien – mintió – Todo va bien.

Javier Albizu

El Cronauta

El Cronauta
El Cronauta

Tanto la velocidad como la intensidad del ataque habían excedido con creces todo cálculo y previsión que se pudieran haber tomado. Los escudos de radiación se vieron superados con una facilidad pasmosa y todo, pasaje, provisiones, cultivos, animales y agua, se vio afectado. Toda la nave salvo la sala en la que él se encontraba.
Encerrado en su sala, sin comunicación, sin alimentos, sólo, sumido en la oscuridad y el silencio, rodeado de un aire viciado durante tres días, Osamu se limitó a esperar el final con resignación.

Despertó y abrió los ojos. La cámara era algo diferente a lo que recordaba. Más estilizada, más cómoda, más... ¿moderna?
No lo sabía, aún tenía que ponerse al día.
- Así que ha funcionado – la frase, más allá de para resaltar lo obvio, le sirvió para comprobar el correcto funcionamiento de sus cuerdas vocales. Todo parecía indicar que sus tímpanos tampoco habían sufrido desperfectos.

- Confiamos en usted... profesor.
Aquellas eran las últimas palabras que había escuchado de otro ser humano. Palabras pronunciadas por la imagen de su capitán y amigo Kodai a través de la pantalla, antes del saludo reglamentario y la inclinación ceremonial. Antes de que su mirada severa y marcial reflejase el estado de deterioro que mostraba el resto de su cuerpo afectado por la radiación.

- Espero que haya descansado cómodamente – el recibimiento por parte de Samus era el acordado.
- Sí, sí – no estaba de humor par formalismos y se preguntó por qué había establecido aquel protocolo – ¿Año?
- Tres mil seiscientos treinta y siete D.P.C. - algo más de doscientos años desde que se acostó. No estaba mal.
- ¿Número de reintegración?
- Cuarta, señor.

Al cuarto día de su encierro, la energía regresó y supo lo que había pasado, pero las noticias no mejoraron su ánimo. Aún no podía abandonar su laboratorio. Una tormenta solar se había iniciado en la estrella del sistema que estaban atravesando. Una tormenta solar fuera de toda escala. Los ordenadores y las comunicaciones fallaron, los sistemas primarios de gran parte de la Yamato también, los robots dejaron de funcionar, los motores principales se apagaron y uno de ellos sufrió una fuga.
Durante días habían navegado sólo impulsados por la fuerza inercial, mientras la radiación lo impregnaba todo. Sólo las protecciones adicionales que se habían establecido alrededor de su lugar de trabajo, para proteger al resto de la nave caso de producirse un accidente con sus experimentos, le habían salvado de las múltiples exposiciones a la radiactividad.
El gabinete de crisis había actuado con diligencia. Las tareas de purga y esterilización de todo lo infectado se iniciaron de inmediato. Agua, tierra de cultivo, todos los alimentos, ya fueran o no procesados, tuvieron que ser desechados. La fortuna les sonrió en la primera lanzadera que se envió a los planetas cercanos en busca de hielo que convertir en agua y, con suerte algo de lo que poder alimentarse o tierra limpia en la que poder cultivar.

La suma de verificación confirmó que todo estaba correcto. No se apreciaban diferencias entre él y los datos que la maquina obtuvo mientras dormía hacía ya tanto tiempo. Ni anomalías ni degradación a nivel celular o molecular.
- Hurra por mí.

Durante dos días más se vio confinado en aquel lugar esterilizado al que había llamado hogar a lo largo de los últimos meses, alimentado con agua y suero, comunicándose sólo de manera remota con los que se hallaban en el exterior, viendo su degradación paulatina, contemplando cómo iban muriendo poco a poco.
La Yamato, junto a otras seis naves generacionales, partió de una Tierra al borde de la guerra definitiva en busca de un nuevo hogar hacía ya más de tres milenios. Cada una se dirigió hacia una dirección distinta, todas ellas con la misma misión: Encontrar un planeta en el que el hombre pudiera asentarse.
Para la época en la que nació Osamu nada se sabía ya de la tierra o de las otras naves más allá del folclore. La Yamato era su mundo. “EL” mundo. Suyo y de los más de millón y medio de viajeros que la poblaban en el momento en el que les alcanzó la fatalidad. Allí habían nacido y muerto ellos y sus ancestros. Allí residía la última esperanza de la especia humana.

- ¿Situación de los pasajeros?
- Estable. No ha habido nuevas anomalías desde su primer despertar.
- Entonces aún hay tiempo.

Los cuerpos de las personas cuyos conocimientos eran considerados vitales para, en un futuro, poder reconstruir la civilización humana, se fueron preservando antes de que les llegara su último aliento. Hacinadas en una de las bodegas de la nave generacional Yamato, las cámaras de estasis en las que descansarían los últimos supervivientes de la humanidad bajo su custodia.
La misión que se le había encomendado era sencilla, pero era la admisión de una derrota. La gran mayoría de las operaciones de la nave estaban automatizadas, pero algunas tareas aún necesitaban de la supervisión humana. Cuando esto fuera necesario, los ordenadores le despertarían de su crio-sueño. “¿Para qué?” quiso preguntar, pero sabía que la respuesta no le habría satisfecho, así que guardó silencio y asintió.

- ¿Algún progreso con mis estudios?
- Ninguno.

Pero aquella misión era inútil, lo sabía. Postergar lo inevitable, ceder al fatalismo, aceptar sin luchar los designios de un destino que decretaba su final. Pero él era un hombre de ciencia y un superviviente. Por lo que sabía, el último ser humano vivo, y en su mano estaba la única posibilidad de salvación de los suyos. No descansaría hasta haber presentado batalla.
Sólo había un problema: Sus campos de estudio eran la física y matemática cuántica, junto al estudio de nuevas fuentes de energía. No era especialista ni en genética ni en el estudio de los efectos de las radiaciones, aunque aquello era solventable.
En los bancos de memoria de la nave se hallaba todo el conocimiento del hombre. La suma de toda la ciencia humana a lo largo de los siglos, la semilla de la que podría surgir una cura.

- Reproduce la primera grabación, veamos lo que he aprendido hasta el momento.

Pero era un hombre realista. La posibilidad de hallar algo que nadie había sido capaz de encontrar en toda la historia del hombre era muy remota. Necesitaba tiempo. Mucho tiempo. Más que el que era capaz de abarcar una sola vida. Una idea con la que ya había jugueteado antes sin darle mayor importancia.
Preparar y calibrar los escáneres médicos para que tomaran la información necesaria le llevo varios años de trabajo frenético y sus datos fueron grabados antes de saber aún cómo los volvería a materializar. Cómo convertir la energía en materia. Ahora sabía que había sido capaz de resolver aquel problema.

- De acuerdo, demos por inaugurada mi quinta vida.

Por lo que le decía el ordenador, era la cuarta vez que “despertaba”. La cuarta vida que tenía, el cuarto viajero temporal de la historia. Suponía que los otros tres yoes que le habían precedido se habrían visto asaltados por la misma sensación de vértigo, orgullo y desesperación que le invadía en aquel momento. No se sentía otro, no era otro.
De cualquier manera, se alegró de haber tomado la decisión de que la obtención de sus datos se realizase mientras dormía. Pese a saber que era una copia cuántica de sí mismo, Osamu no se sentía extraño. En lo que, para él, había sido una noche de sueño, habían trascurrido dos siglos. Las cuestiones filosóficas y metafísicas de todo aquello las dejaba para los demás... caso de que llegase a haber alguien más.

- Ahora deja de perder el tiempo y ponte a trabajar.

Javier Albizu

El Cronauta Anotado I

El Cronauta Anotado I Javier Albizu