Literando

Esta entrada corresponde al mal rato que les hice pasar a los compañeros del taller de creatividad del Ateneo solo que, espero, con todo un poco más estructurado y con menos balbuceos.

Como yo soy asín, me dio por ponerle tres títulos a la charla, que fueron como sigue:

¿Cuántas historias les quedan por contar a las estrellas?

o

Ingeniería inversa de procesos mentales no euclidianos.

o lo que es lo mismo.

Mecanismos, obviedades, trucos y recursos de un bárbaro iletrado para la creación de historias con los que, muy probablemente, no conseguirás que te publiquen un libro pero que, quizás, te sirvan para llegar hasta las historias que realmente quieres contar

Avisados quedáis si os animáis a seguir adelante en esta, posiblemente la entrada con más EPP (Enlaces Por Pulgada) que he escrito por estos u otros lares.

Empiezo con una nota aclaratorio (disclaimer que lo llaman los guiris):
Aquí no se va a hablar de teoría de nada, ni se van a exponer sesudas disgresiones o disertaciones sobre la naturaleza de limbo conceptual o del imaginario colectivo del que surgen, o no, las historias.
Tampoco de técnicas de escritura o redacción.
Advierto que esta charla/artículo va a terminar con un “No hagáis ni puñetero caso a lo que he dicho/escrito aquí”. Por el camino iré trantando de ir explicando los por qués de esta advertencia.

Empezaré, otra vez, con un par de afirmaciones que tratarán de afianzarán lo que digo:
Las vacas sagradas están en La India.
A misa va la gente. Tanto las ideas, como los métodos para hacer las cosas, son contenidos que van dentro de esa gente, no es que vayan por su propia voluntad (una cualidad de la que carecen).
Venga, al turrón.

¿Cómo nacen las historias?
¿Papá y mamá hacen cosas cochinotas y nueve meses después...? bueno, ya sabéis.
Más bien no.
El asunto va, más bien, por el lado de “La realidad te da una pedrada en la cabeza y tú respondes como buenamente puedes”.
Tener ideas interesantes es fácil, no tienes más que mirar a tu alrededor. O ni siquiera eso. Cierra los ojos y dime lo que ves. No hace falta que tenga sentido, no es necesario que lo entiendas en un primer momento. Sólo tienes que fijarte y hacer preguntas. Agarrar la primera pieza del puzle y mirarla desde todos los ángulos posibles.

Sueñas y caes.
¿Desde dónde caes? ¿Qué hay debajo? Espera un momento ¿Caes o te dejas caer? ¿Luchas contra ello? ¿Puedes volar?
Vamos a darle la vuelta al asunto: ¿Caes tú, o es el universo el que se desploma a tu alrededor?
Sigue a partir de ahí.

Tener ideas interesantes es instinto natural, desarrollarlas es la parte divertida, llegar con ellas hasta algo coherente la complicada, convertirlas en palabras... ahí es donde se complica la cosa.
Pero al principio todo va rodado, todo consiste en buscar respuestas a las preguntas más sencillas del mundo. Ser niño y adulto al mismo tiempo. Una parte preguntando constantemente:

¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo?
¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo?
¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo?

Así, a saco, todo el rato.
Y la otra buscando una respuesta que no sólo no contradigan la respuesta anterior, sino que también la complemente. Que amplíe el universo que vas creando a su alrededor. Crear nuevas piezas que encajen, a ser posible, sin fisuras.

A lo largo del tiempo y en este mismo canal, ya he hablado de los procesos que he seguido a la hora de crear alguna historia en entradas como Conciencia y consciencia o las que dediqué al Macroverso: I y II.

A la vez que me estoy dedicando a desbarrar un poco sobre mis inicios en esto de la creación de historias en mi “Biografía fabuladora”

Y, por supuesto, a dar el coñazo una y otra vez sobre la creación que me ha ido acompañando (atormentando y frustrando) durante más de la mitad de mi vida: Daegon
En entradas recientes como
Sobre el paso del tiempo, las palabras y Daegon o algo más viejas como Maltratando al personal

Pero siempre he tratado el asunto desde el caso puntual y aquí voy a tratar de ser algo más genérico (dentro de lo que me sea posible y de sólo puedo aportar algo desde mi punto de vista particular)

Una vez superado el primer escollo de estos enlace, vamos a poner otra pequeña ordalía de texto en subrayado en azul porque, como no, aquí he venido a hablar de mis textos, faltaría más.

Como decía por ahí arriba, las ideas pueden venir de cualquier lado y bajo cualquier forma, sólo hay que ser capaz de reconocerlas y aceptarlas como lo que son.

En los casos concretos de aquellas historias cuya génesis recuerdo con mayor precisión, estas vinieron de...

Un concepto actual extrapolado a otro entorno. ¿Cómo sería una clase de historia dada en un futuro muy lejano? Lo que me resolvía también otro problema ¿Qué manera de hablar sobre el pasado de este universo puedo encontrar sin que quede forzado dentro de una narración? - El erudito.

Un nombre sacado fuera de su contexto natural que has utilizado antes de manera fortuita con anterioridad. En el relato que acabo de mencionar, y de manera bastante vaga, daba varios detalles de la historia de ese universo que aún no había terminado de definir que, según iban pasando a la pantalla del ordenador me iban evocando distintas sensaciones. De ahí surgirían varios relatos más, y el primero de ellos fue Sleipnir.

Forzar un cambio de técnico. Tiempo atrás, y tras tras leer uno de mis primeros textos, un conocido me dijo solían gustarle más los textos escritos en presente. Pasaron los años y decidí probar echarme la manta a la cabeza. Los personajes ya los tenía (habían salido en relatos anteriores) y su relación me pareció la idónea, no sólo para usar el tiempo presente, sino también para que uno de ellos fuera el narrador en primera persona (algo que tampoco había hecho hasta entonces). Así surgió Reunión II.

Una imagen propia. La imagen de un libro en el brazo de un sillón. Su dueño, un hombre que está dormido, lo golpea de manera inconsciente y el libro cae hasta el suelo. Hasta el suelo de la nave espacial en la que se encuentran. La primera pregunta que me vino a la mente fue...
¿Son los libros de papel algo común en este futuro?
Decidí que no.
De acuerdo, entonces ¿Quien es este hombre que posee un libro?
Y resultó que era El ermitaño

La busca de un concepto original. Tenemos un universo de ciencia ficción. ¿Existen razas alienígenas que hayan contactado con el hombre? ¿Qué puedo hacer para que no “una más”? ¿Qué puedo hacer para que aportar mi granito de arena al imaginario de la ciencia ficción?
No sé conseguí algo interesante para los demás pero, para mi El observador es alguien sobre quien quiero saber más.

Evolucionar, expandir y explicar ese concepto. Tenemos al Ermitaño y al Observador. Vosotros no lo sabéis, pero ya se conocían. Mostremos su relación. Hagamos una Reunión.

Crear un personaje del que sólo sabes qué es lo que NO quieres que sea. Bien, tenemos este universo de ciencia ficción... ¿cómo ha evolucionado el hombre? ¿se ha alcanzado el transhumanismo? ¿existen los poderes psionicos? No. No. Olvídate de todo eso, haz algo distinto. Trata de evitar los clichés (aunque no puedas evitar el estar influido por algunos de ellos). Haz algo extraño, pero no raro. Algo personal, algo que te resulte interesante. Crea a alguien como El durmiente.

Una imagen o secuencia externa a ti, pero que se hace recurrente en tu mente y quieres "hacerla tuya". En este caso ¡¡¡ROBOTACOS!!! Más concretamente, esta escena:

Como de esa imagen, llegué hasta el dramón que es Reflejos y cambios lo expliqué en su momento en la entrada Textos y contextos (y también enciclopedias).

Una imagen o secuencia externa a ti, pero mucho más genérica, pero que también se repite en tu mente una y otra vez. Alguien acelera su nave. No le ves el rostro, sólo ves como sus manos pulsan teclas con urgencia y, finalmente, empuja el control de aceleración hasta todo lo que da. ¿De qué o quién está huyendo El navegante?.

Una pensamiento fortuito que termina definiendo a un personaje. Estás arbitrando una partida de rol y los jugadores le cuentan a un individuo las amenazas a las que se han enfrentado. Tú aún no sabes del todo cómo es por dentro ese individuo, sólo sabes que él se pregunta ¿alguna de esas criaturas podrá destruirme?. Espero que sí. Se hace llamar Kuunsej. Los jugadores no lo saben. Tú mismo aún no lo sabes, pero esa palabra significa “Dolor” en una lengua que muy pocos recuerdan.

Una mala traducción. Un día lees que un iluminado traduce “Spacetime fabric” por “La fábrica del espacio tiempo” y te preguntas ¿dónde estará ese lugar y quienes trabajarán ahí?. La cosa debe andar más o menos por El lugar justo antes del más allá.

Un concepto científico. Escuchas una cosa en un podcast sobre la saga fílmica “La mosca” y tu cabeza ata cabos por otro lado que poco tiene que ver con lo que acabas de escuchar. La idea te golpea con tanta fuerza que necesitas contarla... explicarla... compartirla. La pregunta es ¿En qué formato la cuento?. No deja de ser un poco de ida de olla, pero el concepto te mola, así que decides crear una historia en la que puedas encajarla. Entonces te haces una nueva pregunta ¿Quién es El cronauta?. Y las respuestas te dan mucho más de lo que esperabas, como voy explicando en El Cronauta Anotado I (sí, habrá un II).

Una actitud vital o escuela de pensamiento. Un hombre sabe que va a morir. Hasta ahí, normal, todos lo sabemos. La peculiaridad de este hombre en concreto es que sabe cómo va a morir y, más o menos, en qué lugar. ¿Qué hace que El místico se encamine hacia ese lugar, siendo como es consciente de lo que le espera allí?.

Darle vueltas a algo que ya has hecho. Y resulta que escribes algo a toda prisa para un ejercicio de escritura rápida. Fin... o no. Porque no estás contento, porque podrías haber hecho más. Porque hay algunos recursos que han utilizado tus compañeros que te han parecido muy interesantes, y quieres probar a usarlos, pero haciéndolos tuyos. Y esa noche, otra vez, duermes poco, porque no dejas de darle vueltas a El ejercicio

Una progresión rítmica. Hay cadencias musicales que te acompañan o a las que tu mente recurre en según que situaciones. Que te dan fuerza cuando crees que no te quedan, que hacen que tu corazón se vaya acelerando al ritmo del bajo, la guitarra o la batería. Que hacen que tus párpados se abran para lanzarle al mundo una mirada, que hacen que te sientas capaz de todo, que seas capaz de levantarte aún estando dolorido y, entonces, se acaban y te dejándote de nuevo débil e indefenso deseando su regreso - Macroverso VI.

Responder a preguntas jamás formulada. Un día le dices a una amiga que vive fuera de la ciudad que, si necesita alojamiento cuando venga, tu casa está a su disposición. Lo has dicho montones de veces antes a otros amigos, te sale como algo natural. Pero entonces empiezas a darle vueltas al asunto y a las posibles interpretaciones que le ha podido dar a esas palabras y a cómo reaccionarías ante cada una de esas posibilidades. Y, siendo como eres, de esas especulaciones sale una “saga” cuyo punto focal es ese posible momento - Macroverso IX.

Como veis, los comienzos pueden ser de lo más dispersos. Pueden ser cosas de lo más abstractas o de una concreción que se hace difícil de expandir. Durante un tiempo se quedan en un segundo plano neuronal pero no muy alejadas. Hasta que algo salta en tu interior y “lo tienes”. Y, una vez que ya "lo tienes" (y él te tiene también a ti y a tu curiosidad), una vez que has encontrado ese comienzo o ese ”in medias res”, o ese final, o lo que sea, sigues preguntando, sigues creando piezas, expandiendo más y más ese universo hasta hacerlo cada vez más complejo. Hasta que llegas a esa historia que "tienes" que contar desde antes de saber que tienes una historia que contar. Quizás llegues hasta esa historia que (como a mi) te acompañará a lo largo de toda tu vida, evolucionando y cambiando contigo. Ese lugar al que regresas cuando no tienes a dónde ir y que crece con cada una de tus experiencias, que se hace más compleja con cada una de tus inquietudes. Donde cada lugar y cada persona son un guiño a quien fuiste en un momento dado, a una sensación concreta, a una palabra, una conversación o una mirada, a quien te gustaría haber sido, o aquel en quien temes convertirte. Tu propio universo en constante expansión, que no es tuyo, sino que eres tú. La versión a gran escala de un Palacio de la memoria.

Y ya no importan “los demás” ya no importa que te lean (mentira, te importa, pero no es tu impulso principal) no importa que no la entiendan (mentira, quieres que lo entiendan), que no la vean como la ves tú (… ya sabéis lo que viene entre estos paréntesis). Pero sabes que no pueden entenderlo, nadie puede, no son tú, aunque eso no va a impedir que sigas intentando explicarlo, porque te importa a ti, y eso es lo principal, eso es lo que te mueve.

Así que vas profundizando, horadando y ahondando en su roca, creando, “descubriendo” y sacando a la luz sus secretos, moldeándolos de acuerdo a quien eres hoy, pero sin olvidar ni traicionar a quien fuiste.

Hasta que llega el momento duro de verdad, cuando tienes que convertir todo eso en palabras. Por fin, tienes el “tono” y todo se vuelve más sencillo y más complejo al mismo tiempo. Hasta que crear historias en ese universo se convierte en un acto reflejo y casi inconsciente.
Hasta que...

Llegas hasta el mismo comienzo de todo - El comienzo
Matizas el poder de una sola palabra - Nada
Desvías la vista del curso principal, y das inicio a algo más grande, a algo más complejo - De conceptos y consecuencias
O das inicio a algo más pequeño, pero no por ello menos complejo - Arcanus
Eres capaz de definir / describir otro / otros nivel/es de existencia - Sueños
O eres capaz de realizar ejercicios de..., de..., de... intra... meta... referencialidad (o algo) - El mito unificado , El calendario mecbarino

Cada paso te lleva al siguiente y tienes que andar “frenando” esas cosas que te rondan por la mente pero que aún no han terminado de definirse, esas nuevas historias que surgen tras cada mirada, tras cada paseo, tras cada conversación. Porque un día haces un chiste, y les dices a unos amigos que los regalos que va a haber en tu casa para sus hijos no son de Papá Noel ni de los Reyes Magos, sino del Tecno Dios Robot. Pero claro, los niños te preguntarán quién es ese Tecno Dios, y por qué sus amigos no han oído hablar jamás de él. Y esa broma privada que lucha en tu cabeza por convertirse en algo más.

Ya tienes en tu cabeza demasiadas imágenes que contar, más historias de las que serás capaz de narrar en diez vidas, no necesitas tener más... pero están ahí, ya las has visto, y te acechan en los recovecos que existen entre tus neuronas, dispuestos a saltar en esos momentos en los que te encuentras confiado.
Van saliendo nuevas piezas que no sirven para los puzles que ya tienes empezados, pero que guardas para futuras historias en tu Palacio de la memoria.

Cada pieza tiene su lugar. Las miras, compruebas si encajan entre ellas y, si no es así, las vas almacenando de manera ordenada en tu mente (o tu cuaderno de notas, como prefieras) hasta que algo te las recuerde y las trae de nuevo hasta el primer plano de tu imaginario.

Un día, esa idea absurda se une a otras que han ido surgiendo con el tiempo, y descubres que, varias de las que parecían ideas sueltas e inconexas, encajan a la perfección con otras que tenías por ahí hasta formar un mosaico aún más grande.

Sumamos un "¿Y si... mis personajes vivieran en el mundo real?" a un “Ese detective que es el único habitante de su mundo que no sabe que es un personaje ficticio” y lo aderezamos con un “Monólogo multibanda de autoterapia” y “Esa conversación que sabemos que nunca tendremos en el mundo real” para pasar de tener un “Microverso sin objetivo real” y convertirlo en un Macroverso.

Yendo un poco al concreto de lo que debería haber ido esta entrada:
Cierra los ojos. Otra vez.
¿Qué ves?
No, no me refiero a la oscuridad. O igual sí, ¿Qué es la oscuridad? ¿Tiene deseos, consciencia, está viva?
¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo?
¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo?
¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo?

De acuerdo, ya tenemos algo. ¿Qué tenemos?
¿Un personaje, un paisaje, una sensación, un impulso?

¿Dónde encaja esta pieza?
¿Encaja con alguna de las que ya tenemos, o comenzamos otro puzle desde cero?

Encaja aquí. Encaja donde se concreta lo que no tiene límites. Donde las abstracciones se hacen "sólidas", "visibles" y accesibles para nuestra manera de percibir el mundo. Donde algo que carece de forma o sentido más allá del nivel teórico o conceptual se nos muestra diáfano.

Tras el ramalazo de pedantería, sigues con las preguntas.
Los conceptos abstractos ya no lo son, ya están delimitados, ahora es cuando viajas atrás en el tiempo dentro de esos mundos. Quizás con viajar unos minutos hacia atrás sea suficiente, quizás tengas que hacerlo unos cuantos eones. Buscas el contexto, alejas la cámara para verlo todo en perspectiva, para visualizar y comprender el gran plan.
De acuerdo, igual te quedaba un poco de pedantería por soltar. Ahora, sí que seguimos con las preguntas (esta vez, un poco más complejas, pero poco más):

¿Qué saben los mismos habitantes sobre el mundo en el que viven?
¿Es cierto todo lo que dan por sabido?

Preguntas y más preguntas, esa es la cuestión.

Cuando ves a un personaje te preguntas
¿Quién es esta persona?
- Y por “quién” no nos referimos a su nombre y apellidos.
- ¿Cuando nos preguntamos “quién es” estamos ante la pregunta “crucial”, o él sólo es un elemento dentro una historia más grande?

¿Qué hace aquí?
- ¿Ha llegado hasta aquí (sea donde sea “aquí”) por su propia voluntad?
- ¿Por qué está aquí?

¿Dónde es "aquí"?
- ¿Estamos en el mundo "real"? (nunca es real sin comillas), o en uno fantástico?
- ¿Tienes ya algún universo imaginario en el que ubicarlo?
- ¿Tienes a otros personajes o historias ubicadas en ese universo a los que "conoces" mejor y que puedas utilizar para darle un contexto?

¿Hacia dónde se dirige?
- ¿Ha llegado al lugar en el que tiene lugar la historia?
- ¿Por qué se dirige hacia allí?
- ¿Es este el final del camino / historia?

No se vayan todavía, aún hay más. ¿Es esta su última historia?
- Sí, más por qués.
- Y ¿Qué pasa después? Después de esta historia.
- La vida del personaje no termina en la última página o el último párrafo (salvo que muera en ella y, en ocasiones, ni siquiera entonces)

Cuando no tienes al personaje las cosa es más difícil. quieres narrar un suceso, una imagen, una sensación o buscas una historia en la que plantear una hipótesis o en la que contextualizar una frase.

Ya poniéndome en plan resumen, la cosa quedaría más o menos de esta manera:

Definiendo el tono:

Piensa en lo que quieres contar, en cómo contarlo y, después, trata de ponerlo a prueba, de plantearte retos, de que el tono sea una herramienta que te ayude y no una limitación. En un universo trágico hay espacio para la risa, en una historia cómica no tiene por qué chirriar un mazazo dramático.

Creando / buscando piezas
- Mira la pieza del puzle y busca el lugar en la que encaja.
- Si la cosa no encaja, suelta ese martillo. Los puzles no se terminan a hostias. Búscale otro lugar. Búscale otra historia, otro contexto. Si te ha llamado la atención, la puedes usar.
- Bueno, se pueden terminarla a martillazos, pero no esperes que el resultado sea bonito. También puedes tratar de olvidarla. Suerte.

Cuando la pieza no encaja, mira en tu memoria:
- ¿Tienes más puzles empezados?
- ¿No? Quizás es el momento de reservar una estantería para tu colección de puzles. Un lugar donde mirar cuando encuentres una nueva pieza.
- ¿Aún así quieres usar esa pieza? Si tanto quieres usarla pese a que parece no encajar en ninguno de los puzles que tienes empezados, búscale su propia historia.

Cambiando de idea:

- ¿Qué es más importante, la "integridad" de la historia inicial o la coherencia final?
- Las ideas no terminan de tomar forma hasta que les has dado la solidez que les otorgan las palabras. Según se van perfilando, se van haciendo "reales", ridículas o, simplemente, diferentes.
- De una semilla pueden surgir distintas ideas, y de esas ideas, pueden surgir otras historias.
- Da prioridad a la que más te llame y, si no te sirve para contar la historia que creías querer contar, crea una nueva. Utiliza esa semilla y guarda la otra para desarrollarla más adelante.

- Se honesto. No sólo con los personajes, sino con el tono que quieres para la historia. No todo sirve para todo, aunque lo puedas hacer encajar. (volvemos al martillo).

- No es malo que se te vaya la pinza, luego ya acotarás... o te darás aún más manga ancha.

- Cuidado con los lugares comunes, tanto con los tuyos propios (que tenemos muchos tics) como con aquellos que nos vienen heredados.
- Palabras complejas para explicar conceptos simples. ¿Por qué no?

- Utiliza lo que consideres interesante de cuanto has visto, leído y oído, pero hazlo tuyo. No te limites a copiar.

- Estructura, estructura, estructura.
- Decide lo que quieres contar, lo que quieres sugerir y lo que, directamente, no aporta nada al hecho concreto sino que sólo lo complejiza.
- No por el simple hecho de que lo hayas pensado y te guste es necesario que lo cuentes.
- Ponte plazos para desarrollar / escribir algo. Ni demasiado amplio como para que se te baje el ánimo, ni demasiado justo para que te agobio (lo sé, es fácil decirlo)

Y volvemos al principio (o al final)

Por supuesto, esto me sirve a mi y todos estos me parecen procesos de lo más sencillos y naturales aunque, probablemente, me haya dejado de citar por el camino algunos pasos que tendré tan automatizados y asumidos que ni siquiera soy consciente de ellos. Así que no descarto la posibilidad de que a vosotros os resulten unos métodos de lo más marcianos, así que quedaos sólo con lo último... o con lo de en medio... o con lo que consideréis que os sirva, o con nada, que no me lo voy a tomar a mal.
O no me hagáis ni caso y buscad vuestros propios métodos, que al final cada uno tenemos nuestra propia pedrada, nuestras lecciones aprendidas y nuestros guías intelectuales.
O buscaos una excusa para no crear nada y no escribir, que eso es algo de lo que nunca andamos faltos, y dedicaros a lamentarnos por por las esquinas y las redes sociales de la crueldad de las musas y lo mal que se portan con vosotros.

- Ahora os toca contarlo.

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