Biografía daegonita XXXXXIV: Experimentando

Por Javier Albizu, 18 Noviembre, 2020
Tras el ¿final? de la trama del Anillo había mucho tiempo que llenar. No todos los jugadores decidieron quedarse quietos, sino que alguno de ellos aprovechó aquel parón para… cosas.

Este fue el caso de Masamichi quien, en un movimiento que, al mismo tiempo, tenía y no tenía mucho sentido, decidía dirigir sus pasos hacia Shatterd / Shatter. Su propósito era el de transmitir la noticia de la muerte de Kakaos a su familia.

¿Por qué no tiene sentido?
Porque no conocía al difunto. A fin de cuentas, él entró como reemplazo de aquel personaje en el grupo.
¿Por qué tenía sentido?
Porque era el mismo jugador quien había llevado al fallecido... ¿Yr’Draag?. Porque, hasta cierto punto, era natural la curiosidad que sentía por “aquel ser de apariencia inhumana” del que había oído hablar. Y porque, sin saberlo, sus pasados estaban relacionados. Algo que descubriría a lo largo de aquel viaje.
Pero no todas sus preguntas obtendrían respuesta. Porque, como todo buen sihima, antes de llegar hasta ellas debía descubrir las preguntas pertinentes. Aquellas que darían sentido a su vida.

Así, durante aquel viaje no conoció al padre o la madre del fallecido, pero sí a la tribu que lo crió. No supo gran cosa acerca de su pasado, pero sí que descubrió que este era aún más extraño de lo que se podía esperar. Una extrañeza que tocaba también a él directamente. A él, y a otro miembro de la tribu.
Aparecían por allí Edalea, una mujer “encontrada” y Grauk, una criatura única que se hallaba junto a ella en el momento de su descubrimiento. Un par de seres por los que, sin saber muy bien por qué, Masamichi desarrolló una relación muy cercana.
También, y no por casualidad, aparecía por allí Oggalark. Alguien para quien, en aquel momento, y tras marearle de mala manera, ya tenía un trasfondo, una personalidad y propósito claros. Alguien que asesinaba a varios de los miembros de la tribu de Edalea, forzando a esta a abandonar la isla buscando venganza. Una búsqueda que le llevaría a cruzar de nuevo su camino con el de los jugadores.

Masamichi, Edalea y Grauk (al igual que Kakaos) eran “hermanos” por parte de ingeniería genética. “Hijos” artificiales de Oggalark. Si sumamos este personaje a Rogani, y a uno de los personajes que aparece en la novela que estoy escribiendo, no sé, parece que debo de tener algún tipo de fetiche con los genetistas. Igual es porque me permiten usa la “cencia” para sacar bichos raros sin decir “lo hizo un mago”. Bichos raros como el mismo Oggalark. Un tipo que se había hecho cosas muy chungas a sí mismo.

Pero el título de esta entrada no tiene tanto que ver con esta trama como con lo que viene a continuación. Porque se dieron una serie de situaciones que llevaron a intentar hacer algo un poco “especial”.
Pongámonos un poco en contexto.

Interludio I:

A finales del noventa y ocho, habiendo ido sin compañía hasta unas jornadas que se celebraban en un pueblo cercano a Madrid, jugué por primera vez con un grupo que no era el mío. Nunca he sido amigo de jugar en jornadas pero, al “dar la casualidad” de estar a dos velas, y resultar que la gente a la que conocía (y a la que había ido a ver) sí que se dedicaba a jugar, lo cierto es que no me quedó mucha opción.
En total fueron dos aventuras. Una de Leyenda de los 5 anillos, y otra, la que parcialmente “inspiraría” el experimento, de Changeling. Una aventura sin hojas de personajes y, si no recuerdo mal, también sin dados.
Una vez terminadas aquellas jornadas, me tocaba pillar un autobús, pasar toda la noche en él, llegar a Barcelona, visitar por primera vez la casa de unos amigos, hacer allí tiempo hasta que llegase la hora en la que tenía que asistir a una presentación para el trabajo, y volverme para Pamplona.

El años siguiente, supongo que allá por junio, volví a Barcelona para pasar en su casa unos días de vacaciones. Sería durante aquella visita cuando dirigiría una aventura de Daegon fuera de mi “circulo habitual” por primera vez. No tengo el recuerdo claro, pero supongo que todo aquello surgiría como una propuesta mía durante la primera visita.

Interludio II:

Por aquellos días jugué una partida de Earthdawn en la que nuestros personajes eran “transportados en el tiempo”. Sus mentes pasaban a “habitar” los cuerpos de ciertos individuos que habían participado en un hecho histórico. Al final, y aunque en ciertos momentos teníamos libertad de acción, a la hora de la verdad lo que había pasado no se podía cambiar.
Terminé aquella aventura con un regusto amargo, pero con alguna que otra idea.

Al turrón:

Iba a dirigir una partida a gente “sofisticada” de “una capital grande”. Peña que jugaba a cosas como Ars Magica o Changelling. ¿Qué podía aportar yo, un “provinciano” percentilero, en un escenario como aquel?

Por lo pronto, unos personajes que les resultasen interesantes. Veo que el diez de marzo comenzaba a escribir el trasfondo para ellos. Una serie de historias que no tenían nada que ver con la aventura. Que tampoco los relacionaba entre ellos. Que dejaba las puertas abiertas a historias futuras. Que buscaban que los jugadores deseasen saber más.
Por supuesto, este era el propósito. Otra cosa es que lo lograse.

Por otro lado, los jugadores no sabían nada de mi mundo. Tenía que hacer algo autocontenido, pero que contuviese “la esencia” de Daegon (o, al menos, algunos de los detalles que le dotan de su identidad)
Ya que estamos, y más allá de movidas “profundas”, también tenía que servirme para dar a conocer ciertos elementos del mundo y su trasfondo.

Así pues, debía tener conceptos más grandes que la vida misma y tragedia. Debía integrar elementos extraños, “cencia” y tecnología. Presentar el “gran esquema”, el “medio” y el “terrenal”. Hablar de temas que afectasen transversalmente a cada uno de ellos. Ser interesante y divertido. Aterrador y emocionante. Sorprendente.
Casi nada.

Como puedes imaginar con estas expectativas, el resultado, en lo que a mi respecta, fue decepcionante. La cosa tenía potencial, pero no había logrado alcanzarlo.

Dándole alguna que otra vueltas más a la historia, poco tiempo después se la dirigí a mis jugadores habituales.
Había corregido algún que otro detalle y añadido elementos nuevos, pero el resultado también resultó ser un poco “meh”.
Aun así, seguía teniendo potencial.

Tiempo después (otra vez), estuve “a punto de” dirigir de nuevo aquella aventura en otras dos ocasiones, pero terminé por decantarme por historias un poco más convencionales. Aquello no me parecía el material más indicado para alguien que no había jugado nunca a rol. Pero esto no evitó que la siguiese dando vueltas y “perfeccionando”.

En dos mil diez la dirigí una vez más, pero problemas logísticos (falta de tiempo, visitas al dentista y ausencias inesperadas por otras razones) impidieron que se pudiese llevar a cabo en condiciones.

Pero seguía teniendo potencial y le seguía dando vueltas a los detalles.
Si algún día termino de escribirla (me puse “en serio” a ello el veinte de mayo del dos mil diecisiete y aún no he terminado), será la primera aventura de Daegon que haya escrito. Ahora, hasta tiene título (algo que, tras comenzar a escribirla, me costó más de dos años ponerle). Ya lo he mencionado por aquí con anterioridad. Se trata de “Las mareas de Tisinyarma”. A día de hoy le sigo dando pequeños retoques.

Muy bien, ¿y antes de “ponerte en serio”, qué tenías de esa “súper historia”?
Uy. Montones de cosas. Mira, esto es lo que me había currado ante mi cuando la dirigí en sus dos primeras iteraciones:

Por lo que veo, el documento de la “V1” lo empecé y terminé de escribir el dieciséis de junio del noventa y nueve (miércoles para más señas). Cuenta con cuatro revisiones, nueve horas separan la hora de creación de la de última modificación. También la imprimí aquel mismo día.

Cuidado, que tu mente no quede desbordada con semejante flujo de información.
Oye, ya has visto con qué dirigía campañas que duraban meses. No sé qué esperabas.

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