Maltratando al personal

Ya que estamos de “sagas interrumptus”, pues nada interrumpimos una más para retomar otra de las viejas (¿Qué es la vida sin cientos de cabos sueltos por ahí?) Así que, de inciso a inciso, pequeña pausa para la publicidad y aprovechamos para retomar en tema que teníamos comenzado de antemano. A ver que tal llevamos la alternancia (y si no empiezo más de estas)

Llamadlo gustos, llamadlo criterios estilísticos o estéticos, llamadlo sadismo, llamadlo como queráis. El hecho es que me gusta que mis personajes sufran (y por añadidura, me gustan los personajes que sufren)
No se trata de que les odie. Es más, cuando mato a alguno me fastidia el no poder seguir contando con el para historias posteriores. Eso es lo que hay, que le vamos a hacer: Si llevas a los personajes por un camino determinado con un final concreto en mente, lo conclusión, lógica o no, es la conclusión (Hayas, o no, cogido cariño al personaje en cuestión)
Por supuesto, por el camino que recorres plasmando sus vidas tras haberlas creado en tu mente, hay detalles que se van puliendo. Matices que vas “descubriendo” sobre ellos y acciones que toman “por su cuenta” que hasta a ti te pueden llegar a sorprender por lo obvios que eran y no haber sido capaz de darte cuenta de ellos antes.

Vale, sí, sólo he escrito un puñado de relatos, y hablo como si hubiese escrito La Biblia y el señor de los anillos juntos (dos libros estos, por otra parte, que tendrán toda la fama que quieran, pero que me parecen sendos tostones pese a contar con historias, a priori, muy interesantes) pero en mi cabeza hay mucho más de lo que he escrito por ahora. Vamos, va a ser por historias. No se cuantas novelas ha publicado hasta la fecha Stephen King, pero en historias aún sin publicar (ni escribir) seguro que le gano por goleada.

Hace ya un tiempo os hablaba por aquí de “mi arquetipo”. Esos (o ese) personajes que me gusta escribir y con los que, no es tanto que me sienta identificado (doy gracias a Crom por haber sido puteado en la manera en la que yo puteo a mis personajes preferidos) como que me resultan fáciles de comprender (la similitud de carácter, que no de situaciones, suele ser muy obvia) Vamos que son quienes más fáciles me resultan de escribir.

No tengo ni idea de que aspecto físico tienen. No se que número de pie calzan, no se que ropa visten. Es más, todo eso me la reflanflinfla bastante. Eso sí, pónmelos en una situación concreta, y te diré como reaccionan y porque lo hacen de la manera en la que lo hacen.

De nuevo, vayamos a la reconstrucción de Reflejos y cambios.

La historia de fondo es simple: Como un buen hombre se cansa de luchar y se rinde al dolor (mucho, mucho dolor) Termina por enloquecer, perdiendo en el trayecto su humanidad y convirtiéndose en aquello que más odia. Al mismo tiempo, se ve como “nace” la consciencia (y por ende el cuestionamiento de sus acciones) en un ente primigenio, una fuerza imparable de destrucción, dando con ello comienzo a su conversión hacia la humanidad.

Todo eso (o al menos la intención de plasmar esas ideas, mientras se trata de contar una historia que las contenga y se busca crear un cierto vínculo empático con los personajes) en apenas seis paginas. ¿Quién da más? (supongo que aquel que no solo lo intente, sino que además lo consiga)

Como podréis observar, con una idea base como esta, los protagonistas no podían ser un grupo de alegres pillastres que se dedican a recorrer el mundo repartiendo ilusión y entretenimiento. Si todo acaba como el rosario de la aurora (como podéis haber deducido por el breve resumen que os he puesto ahí arriba o, mejor aún, podéis leerlo y sacar vuestras propias conclusiones con solo pinchar aquí) que sea a lo grande. Así pues, el abanico de finales para los personajes se reduce a dos: Muertos o puteados (y los englobados bajo la primera opción no son los que peor acaban)

En un principio sólo tenía a dos personajes imprescindibles: Uno, el que se vuelve loco, y otro el que acaba puteado. El primero fue creado para la ocasión, el segundo ya era un viejo conocido. Su creación fue algo así como hacer ingeniería inversa a partir de la imagen que había dado origen al relato. Momento de hacerse preguntas sobre él y su circunstancia.

A grandes rasgos sabía como era él (su personalidad) y lo que le impulsaba en ese momento concreto. A partir de ahí, tenía que decidir el cómo había llegado hasta esa situación. Que había perdido por el camino, cual había sido su entorno y “quien” había sido antes de aquel instante.
Lo que pasa es que, según “investigaba” sobre él, cada vez me iba cayendo mejor (me suele pasar con mis personajes arquetípicos) Cuanto peor lo pasaba, cuanto más triste, doloroso y tortuoso se iba haciendo su pasado, iba empalizando más y más con él.
Todo eso quedaría atrás. Sólo daría leves esbozos de lo que había sido su vida (no era su vida de lo que trataba el relato) Según lo iba escribiendo le decía “Lo siento, no merecías esto. La gente como tú no lo merece” incluso pensé en que algún personaje le dijese aquellas palabras, pero no encontré el momento en el que decírselas.
También cree a su esposa, otra representación de mi ideal de la mujer. Sólo duraba un párrafo en la narración, y mientras escribía sobre ella deseaba que sobreviviese, que encontrase una manera milagrosa de sobrevivir, pero no tenía ninguna posibilidad de salir con éxito de aquel lance.
Según iban apareciendo otros personajes, según iba escribiendo sus líneas o sus reacciones, sus vidas se dibujaban en mi cabeza, y ninguno de ellos “merecía” aquello. Pero era lo que había. La historia ya estaba decidida antes de que ellos “naciesen” y aquello no era una película de Hollywood; Cuando entras en una situación de la que no tienes salida… no puedes salir de ella.
Lo que más me apenas de todo esto, es el no poder transmitir a los lectores todo lo que han sido.

Así que no. No odio a mis personajes (no me lo habéis preguntado, pero sus lo digo igual) sólo trato que ellos y el entorno en el que les ha tocado “vivir” sean consecuentes. Y les ha tocado vivir en un entorno muy malo.

¿He dicho al principio que no quería empezar mas historias seriadas?
¡Ah! ¿Qué diablos? Con la siguiente columna empiezo el Macroverso.

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