Las cosas seguían como él año anterior, salvo porque aquel año las clases ya no se daban en el instituto situado en las afueras del pueblo, sino en uno ubicado dentro de él.
El único cambio reseñable de esto, era a la hora del recreo, ya que podíamos aprovecharlo mas. Supongo que aquel año engordaría bastante, porque nada mas salir de clase, teníamos al lado una carnicería, una panadería y el supermercado, así que todos los recreos no comprábamos entre unos cuantos unas barras de pan, veinte duros en salami o chorizo, y una botella de dos litros de coca cola o kas.
El almuerzo nunca había sido algo habitual en mi (ya me costaba bastante madrugar para ir al colegio, como para hacerlo aun mas para prepararme comida para llevar), e incluso mi vagancia me había hecho dejar de desayunar.
Si añadimos a esto, las escapadas a “Sagucho” todos los sábados a la tarde a por chucherías variadas, supongo que el meterme entre pecho y espalda media barra de pan y todo los extras del fin de semana, causarían estragos a mi (por aquel entonces ya) poro esbelta figura.
Una de las nuevas actividad extra de aquel año, fue la de madrugar (aunque no demasiado) los domingos, para ir a la tienda a hacer fotocopias de los juegos de rol que tenían los demás.
(Voz de Sofía, de las chicas de oro) Pamplona domingo cinco de marzo de mil novecientos ochenta y nueve. Estábamos fotocopiando el RuneQuest “Land of Ninja” cuando nos acordamos. “Joe, si hoy es el cumpleaños de Juanma” (Juanma Casi, posiblemente el mayor fan que he conocido de Batman). Por aquel entonces teníamos discos en la parte de arriba de la tienda, y mi mente comenzó a maquinar.
Había visto entre los disco, la banda sonora de la serie de televisión de Batman (si, aquella de imagen real de los setenta tan mala), una sería contra la que Juanma había jurado mas de una vez. Así que ¿que hicimos?.
Llamamos a Juanma a casa, y cuando se puso, le hicimos escuchar aquella hermosa melodía que tanto le gustaba. Ya se que no es una gran maldad, pero es que tampoco somos tan malos.
Aún no habíamos descubierto (al menos yo) la compra por correo, e internet estaba lejos de ser lo que es hoy en día (es mas, no recuerdo que existiera comercialmente), así que había muy pocos lugares en los que pudiéramos satisfacer nuestras ansias de gastar dineros en cosas frikis. Podíamos ir bien a la librería Gomez, o a la juguetería Irigoyen (esta ultima era la única que tenía cosas de importación).
No era mucho, pero es mas de lo que tenemos ahora. Allí compraría el primer juego que arbitraría (y otros tantos que no llegaría a arbitrar).
Recuerdo perfectamente la primera partida de rol que arbitré. Fue una partida de Toon (el juego de rol de los dibujos animados) en la tienda, en la oficina que usaba mi padre.
La verdad es que la aventura fue bastante chorra (como el juego en si). Había un marciano apuntando a la tierra con un rayo desintegrador, y como los héroes oficiales estaban de vacaciones, la tierra mandaba a los jugadores a detener a aquel tipo. Lo que os decía, una gran historia.
También intentaría hacer conversos en el colegio, y creo que arbitre un par de partidas durante las clases (concretamente recuerdo una de Chtulhu durante una clase de dibujo), pero lo cierto es que no conseguí que nadie se interesase por ello mas allá de cuatro risas durante clase.
Aquel verano, mi hermano Iñigo fue a estudiar a Inglaterra durante un mes, y volvió con varias compras frikis, el manual del jugador del AD&D, un numero de la revista Dragon (que aín conservo), y la caja de uno de mis juegos favoritos: Skyrealms of Jorune.
En lo referente a los estudios, la cosa no fue muy voyante, y creo que dejé seis o siete, con lo cual tuve que repetir curso. El año siguiente no iría ya a Beriain, pues a los que eramos de Pamplona nos trasladaron a un instituto nuevo que acababan de terminar: el San Juan Donibane, en el que tampoco es que llegara a hacer gran cosa.
Pero esa es otra historia que sera contada mañana.