Por Javier Albizu, 28 Diciembre, 2007
Ayer (es un decir) lo dejamos en el momento en el que el primer Spectrum llegó a nuestra casa.
¿Primer Spectrum?
Efectivamente, después de ese, llegaría otro (y por después entiéndase uno o dos días).
Por Javier Albizu, 24 Diciembre, 2007
Advertencia: Algunos de los hechos aquí narrados, ya lo fueron narrados antaño cuando me dedique a hablar sobre las distintas etapas de mi crecimiento, maduración y fermentación.
De cualquier manera, en esta ocasión me centrare tan sólo en los aspectos de mi crecimiento como ente apegado a los bytes y el mundo eléctrico-binario, tratando de alejar de estos textos toda emoción ajena a la que en mi provocaron, provocan y provocarán los entes derivados del silicio.
Una vez dicho esto, vamos al tajo.
Por Javier Albizu, 24 Diciembre, 2007
Hola, sí, sigo siendo yo, Javier Albizu. Si no has leído las otras dos... no sé muy bien como has llegado hasta aquí, pero bueno, siéntate y prepárate para la paliza electrónico/lúdico/nostálgica.

Iré directamente al grano: Me encantan los ordenadores antiguos. Llámame raro, pero ninguno de los juegos que hay a día de hoy con sus personajes ultra realistas, sus inteligencias artificiales y sus paisajes formados con miles de millones de polígonos me dicen nada.
Dame un ordenador o consola de los ochenta y me harás feliz.

Cuando comienzo a escribir un relato hay una serie de requisitos que trato de cumplir siempre.
Primero, la historia tiene que estar perfectamente definida. No en el sentido de principio nudo y desenlace, sino en el por qué suceden las cosas y que es lo que mueve a los personajes a hacer lo que hacen.
Los personajes son siempre el motor de mis historias. Esto no significa que el mundo gire alrededor de sus acciones, sino que lo que les pasa a ellos, cómo les afecta y cómo se enfrentan a ello es lo que realmente quiero contar.
Poseso.

Primero se lo lo vi al Multimaniaco y hoy se lo he visto a Manu. Y mira tú que por lo general estas cosas como que me suelen resbalar bastante. Pero la cosa es que esta en concreto me ha hecho gracia, y terminado por hacerlo, con los siguientes resultados:

Hace unas semanas, el muy magnificente Fray César (Mallorquí) en su (también) muy magnificente Fraternidad (de Babel. Ahí a la derecha tenéis el enlace para ir a visitarla, ya estáis tardando) comenzó una serie de columnas en las que se dedicaba a hablar de la manera en la que concebía y acometía él la escritura de sus novelas (Sí, es envida lo que detectáis en mis palabras)
Que manía tiene la gente con el trópico. Con el calor que debe de hacer allí.

Estoy hasta las narices.
Que si los unos no aguantan a los otros.
Que si a los otros no les gusta que los unos hablen en raro.
Que si a los de más allá les repatear que los de nosedonde pidan yoquesé.
Que si los de nosedonde no aguantan a ninguno de los demás.
Que si yo soy más guapo.
Que si yo la tengo más grande.
Que si la mía es más gorda.
Que si tú eres tonto.
Que si mi ancestro le daba sopas con honda al tuyo.

Casi un mes sin poner nada por aquí. Si llego a soltar antes por estos lugares la perorata de la disciplina y todas esas cosas chachiguachis, seudo trascendentales y cuasi profundas, no creo que hubiese actualizado antes, pero al menos no hubiese quedado tan cantoso.
Existen más niveles de percepción, más maneras de percibir e interactuar con nuestro entorno, que los que alcanzan a discernir esos cinco que supuestamente poseemos. La cosa estaría más cerca de la intuición, aunque tampoco es exactamente eso, que del séptimo sentido, o cosmos, que llegaban a alcanzar los caballeros del zodiaco, o de poderes chungos y metafísico-filosóficos que puedan aparecer en películas, comics o libros.
Estamos rodeados por “cosas” que no llegamos a percibir, por lo tanto estamos más lejos aún de llegarlas a comprender o definir.
Que sí, que vale. Que hay muchos colorines en el mundo y una muy alta concentración de grises, tonalidades y degradados. Pero al final, cuando toca decidir, en el momento anterior a pasar a la acción, solo hay dos opciones: Sí o no.
Así de sencillo. Las decisiones son en blanco y negro. El “casi” es un claro “No”, lo mismo que el “Igual” o el “Es posible”. Hay ámbitos en los que un “no” es un éxito, otros en los que lo es un “sí” y otras, muchas otras, en las que ninguna de las dos nos merece la pena.
Pero hay que elegir, no queda otra elección.