Ilusión.
(Del lat. illusĭo, -ōnis).
1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.
2. f. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.
3. f. Viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc.
4. f. Ret. Ironía viva y picante.

Ambición.
(Del lat. ambitĭo, -ōnis).
1. f. Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama.

Con esta columna finaliza la trilogía sobre mi retorno al mundo blogueril (y la narración de mis andazas mientras no he estado escribiendo por aquí)

Ayer hablaba sobre mi mudanza a la lejana Laconia (a la que siempre he pertenecido en el terreno de la comunicación verbal) y de los planes temporales que había trazado para mi partida laboral.

Advertencia:
Para aquellos que hayáis llegado hasta aquí a través de Google, no. Esto no tiene nada que ver con el tebeo o la película.

Una vez dicho esto, vamos a lo nuestro.

Pues sí, hemos vuelto.
No sabemos por cuanto tiempo, ni de que manera, ni con que periodicidad. Pero aquí estamos (nos, porque seguimos siendo mayestáticos) de nuevo.
Lo cierto es que no he dejado de pensar en el blog desde que dejé de escribir en él (obsesivo que es uno) y no dejaba de darle vueltas a como lo retomaría cuando lo retomase (cosa esta de la que no tenía la menor duda)
Retomando el espíritu bloguero del fandom friki, Palabras desde otro mundo, sección reivindicativo y de divulgación cultural, se une un año mas a la iniciativa “En el día del libro, regala comics” y ahí van mis cinco recomendaciones de este año.

Kingdom Come de Mark Waid y Alex Ross

Pues sí. Se acabo.
Durante caso dos años (los hará en dos meses y cuatro días) he estado escribiendo aquí de manera más o menos ininterrumpida.
Como resultado, doscientas dieciséis paginas de texto (que me chiva aquí, el archivo de word en el que las guardo a todas, doscientas diecisiete si cuento esta misma) ciento sesenta y cuatro artículos, o columnas, o como queramos llamarlos (de los que habría que descontar los trece relatos de ci-fi y los tres ambientados en Daegon) y trescientos noventa comentarios (una vez ya filtrado el cañozado el spam)
Yo, yo, yo y yo.
La vida es una constante lucha entre “yo” y “aquel que no es yo”
¿El gobierno crea una ley? La han hecho para joderme (Sí, a “yo”).
¿Alguien tiene un accidente? Menos mal que no le ha pasado a “yo”. Menos mal que no es nadie a quien “yo” conozca.
¿A alguien le pasa algo bueno? ¿Porque no le ha pasado a “yo”?
¿Qué alguien hace algo que te apetece hacer? ¿Porque no han contado con “yo”?
Alguna que otra vez he comentado por aquí que mi concepción de un mundo perfecto es algo inviable.
Mi idea de una utopía no tiene nada que ver con ciudades construidas en las nubes, o con consejos de sabios ancianos ataviados con túnicas, que desde su “cielo en la tierra” dirigen de manera ejemplar el devenir de la humanidad.
Este domingo volvía para casa, y me faltaban apenas doscientos metros para llegar a mi portal, cuando comenzó a llover. Las primeras gotas parecían rodearme, y sólo las veía impactar sobre la superficie del río mientras cruzaba el puente. Según iba avanzando, la lluvia se hacía más cerrada. Casi podía ver como las gotas iban acercándose las unas a las otras, hasta que prácticamente lo ocupaban todo.
Como ya sabréis todos (o casi todos) vosotros, no me gustan las generalizaciones.
Esta afirmación en si misma, no deja de ser una generalización, y como tal, no es cierta (al menos no al ciento por ciento) así que como (casi) todo el mundo, y como no podía ser de otra manera, uso (nadie me obliga a hacerlo) de motu propio según que generalizaciones (que frase más rara me ha quedado)
Que le vamos a hacer, soy una persona llena de contradicciones.
Pero aún así, permitidme que me explique (como si pudieseis hacer algo para evitarlo)