Alsasua II (La venganza)

Nos pondremos en plan “narrador” de la serie “24”.
Los hechos aquí narrados, corresponden a fechas situadas entre los años 1973 y 1981.

Recuerdos que dejan huella.
De estos tengo alguno que otro. El primero que tengo muy claro, es el día en el que mi madre me llevo a “las monjas” (supongo que seria en plan guardería). Debía rondar yo los 3 o 4 años (estoy haciendo una especie de ingeniería inversa para deducir mi edad, a partir del curso en el que recuerdo haber estado en cada momento), y recuerdo que al ver a mi madre largarse, dejándome de la mano de una señora a la que no había visto en la vida, vestida de modo un tanto raro (según mi percepción de aquella época).
La señora esta, me metió en una sala con unas ventanas enormes, desde las cuales podía ver el patio, y la puerta por la que se había ido mi madre, estaba rodeado de un montón de críos de mi edad y me puse a llorar como un descosido, no recuerdo exactamente porque, ni durante cuanto tiempo, solo recuerdo la angustia que me entró.
Bonita foto, ¿eh?.
Otro de esos recuerdos que dejan huella (moral y esta física), debió ser como un año después. Volvía yo del colegio (preescolar), y llevaba unos cuantos días doliéndome el estomago, así que, finalmente se lo comente a mi madre. Llamaron al medico, y dijo que tenia apendicitis, y que la tenía el apéndice casi perforado, así que me llevaron a toda prisa a Pamplona. Estuve en una habitación sin nada de luz despierto durante lo que me parecieron años. A mi alrededor había camillas, algunas con gente, y otras sin ella, pero no podía diferenciar nada porque, como ya he dicho, no había nada de luz, y recuerdo que no lo había pasado tan mal en mi vida. Aquel debió de ser el momento en el que le cogí tanto miedo a la oscuridad
Bueno, a lo que íbamos. Creo que me operaron aquella misma noche.
Hasta aquel momento yo no comía mucho, ni de muchas cosas (otra de esas cosas que gustan tanto de contar los padres, es que antes de aquello, me tenían que dar de comer a la boca, porque decía que la cuchara pesaba mucho). Quizás fue el miedo que había pasado, quizás que no comía hacia mas de un día, quizás la operación. Pero me acuerdo que el lomo con pimientos que me sirvieron para comer al día siguiente, me supo a gloria (y eso que hasta entonces odiaba los pimientos).
Unos años mas tarde (no muchos), me dijeron que había estado a punto de cascarla de aquello (es muy posible que, de decírmelo en el momento, no hubiera entendido a que se referían), y cuando me lo dijeron recuerdo que no me asuste, ni me alegre, sino que me invadió una especie de orgullo, algo así como “Javi 1 La Muerte 0”. Fuera quien fuese, le había ganado. Desde luego, la de gilipolleces que pensamos de críos.
Creo que fue algo después de aquello, un primo mio que sería mas o menos de mi edad, murió de cáncer. Pensando sobre ello, no recuerdo como me lo tomé, si aquello me afectó o no. Lo cierto es que no suelo hablar de él, y entonces supongo que tampoco lo haría. No recuerdo el plantearme que no volvería a jugar con él, o que no volvería a verle. Pero lo que mas me molesta a día de hoy, es el que los únicos recuerdos de él que tengo a día de hoy, son que se llamaba Enrique. Y tubo que significar algo mas para mi, porque mientras escribo estas palabras, me viene la misma congoja, y las mismas ganas de echarme a llorar que cada vez que hablo de algún ser querido que ha muerto.
Y es algo que me pasa siempre. De buenas a primeras me tomo bien la noticia, y la fachada permanece, y me sorprendo y cabreo de lo “bien” que me lo tomo , y me recrimino a mi mismo el que “no me afecte”, pero cuando tengo que hablar de ellos es cuando me vengo abajo.
¿Y sabéis que os digo?. Pues que mejor sigo mañana.

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Tosko (no verificado)

Hace 20 años

Como ves, no tienes nada de que recriminarte. El dolor y el amor se llevan, con careta o sin ella y no se pueden ocultar.