Relaciones familiares

Comenta el amigo Zapata en referencia al párrafo final de Araia III.

Sería horrible si fueras incapaz de sentir algo, pero ya sabemos que eso no es así. El porqué de ese momento concreto lo ignoro, pero la infancia da sorpresas de ese tipo. Yo no sentí la pérdida de mi abuelo materno de la forma en que seguramente la sentiría ahora.

Dado el asunto que trataba ahí, y la posibilidad de que pueda ser mal interpretada mi ultima frase, voy a hacer un breve inciso en mis rememoraciones, para tratar este asunto. No se si voy a ser políticamente incorrecto, o si os voy a descubrir nada nuevo sobre mi, pero ahí va eso.

Finalizaba aquella columna diciendo si el que no echara de menos a mi abuelo me convertía en una persona horrible. Pero no era tanto una pregunta como una apreciación. No me preguntaba a mi mismo si el hecho de no echarlo de menos me convirtiera en lo que sugería. La frase habría sido mas clara de haberme extendido un poco mas. Ya que lo que pretendía decir era si tal reacción me convertía en una persona horrible a los ojos de la sociedad.
No me considero una persona horrible. Tendré mis defectos y mis inseguridades, como todo el mundo, pero trato de controlarlos, y que no sean estos los que guíen mis pasos.
Pero la sociedad en la que vivimos se rige por una serie de valores y preceptos heredados. Hay quien elige aceptarlos, y quien elige hacer ver que los acepta. Si haces o dices según que cosas, eres una mala persona, aunque la gente para sus adentros piense lo mismo.
La sinceridad es algo muy caro de encontrar.

La familia es uno de esos estamentos “intocables” en esta sociedad en la que vivimos. “Tienes” que querer a los tuyos, porque son los tuyos. Hagan lo que hagan tienes que perdonarlos. Es uno de los mandamientos “divinos”, y es algo que nos inculcan desde nuestra mas tierna infancia.
La televisión y el cine, nos venden a la familia como algo indisoluble (estoy generalizando, ya se que hay voces discordantes, pero en estos ejemplos me refiero a las mas generalizadas). Cásate, y hazlo por la iglesia. Si tu marido te pega, te aguantas, si tu hijo te pega te jodes, si tus padres te maltratan, algo habrás hecho.
Pues no señores. Yo trato de juzgar (no se me ocurre una palabra mejor) a cada persona por separado, individualmente. El hecho de que unos señores le hicieran al mundo la putada de traerme hasta él, no hace que de inmediato se ganen mi afecto. Se lo tienen que ganar.
¿Quiero decir con esto que odio a mis padres?.
¿Pero de que vais?, ni de coña.
Yo quiero a mis padres, les quiero mucho. ¿Quiere decir esto que considero a mis padres como mis amigos?, pues no. Sintiéndolo mucho, no.
¿Entonces que cojones nos quieres decir?.
Muy sencillo, que si cada persona es un mundo, cada relación es una galaxia y cada familia es un universo.
Así como mi definición de amistad es tan cerrada, no lo es así mi definición de amor. Porque yo quiero a mis padres por razones distintas a las que quiero a mis amigos. Quiero a mis padres porque se que siempre han estado ahí, y que siempre estarán ahí. Quiero a mis padres porque llevan toda la vida currando para que todos saliéramos adelante. Quiero a mis padres porque “se” (no es que lo crea, lo se.) que solo quieren lo mejor para mi.
¿Cual es el problema?. ¿Porque no les considero mis amigos?
Pues porque lo que ellos consideran lo mejor para mi, no coincide con lo que yo considero lo mejor para mi.
Somos personas completamente distintas, y mis amigos son gente con la que comparto otra serie de cosas, y a los que quiero de una manera distinta. Y digo distinta, que no inferior o superior.

En la columna de la discordia (ya se que no generó discordia, pero mola llamarla así). Decía que si que quería a mi abuelo.

¿Pero como podía quererle y no echarle de menos?.

Muy sencillo (en realidad no lo es, me ha costado tiempo el llegar a estas conclusiones), lo quería porque era un hombre que nunca me trato mal, y que me (nos) aguantaba durante los veranos sin tener porque hacerlo. Por aquel entonces no comprendía lo que tenía que ser para él (y mi abuela) el tener que aguantar a tres críos que seguramente no pararíamos quietos. Ellos tenían su vida, y nosotros llegábamos a trastocársela. Se que ellos nos querían (y mi abuela lo sigue haciendo), pero con el paquete que les tengo a los críos, no deja de parecerme admirable el aguante que tenían.

¿Porque no lo echo de menos?

Pues porque es una persona con la que nunca llegué a intimar. Es posible que también influya lo que ya comentaba en su momento, el hecho de que diera por sentado que antes o después desaparecería.

Empezaba esta columna con cierto miedo. Miedo de plantearme cosas que no me había atrevido a plantearme hasta ahora por miedo a las conclusiones que pudiera sacar, y miedo a hacerlas publicas si mis temores se confirmaban. Pero lo que es el darle vueltas a las cosas.
Que mi padre y yo vemos las cosas de maneras opuestas la mayor parte de tiempo, es algo que no oculto. Que muchas de las cosas que me dice me las tomo peor que si me las dijera otra persona, también es cierto. Mi relación con el mas que de amistad se podría definir como de obligación moral, no impuesta por él, sino por mi.
Porque soy consciente de que todo lo que tengo lo tengo gracias a él. Si tengo mi casa es porque el se empeño en que ingresáramos parte de nuestros sueldos en una cuenta vivienda. Si tengo un trabajo estable, es porque el se ha roto los cuernos (y lo sigue haciendo) a trabajar hasta llegar a tener todo esto (de ser por mi, continuaríamos en Alsasua).
Y es que resulta que en el fondo hay cosas de él que admiro (aunque nunca lo reconoceré delante suyo). Cosas como su capacidad de trabajo y de sacrificio, o su afán por mantener unida la familia por muy capullos que seamos algunos. Hay otro montón de cosas en las que no coincidimos para nada, ni creo que coincidamos nunca. Y se que seguiré discutiendo con él, y que nuestras posiciones no se acercaran, así que no creo que llegue a considerarlo mi amigo.
Pero es lo que tiene la vida, ahora va, y a estas alturas, descubro que de verdad quiero a mi padre. Eso es algo que se lo ha ganado. Y no se trata de una frase hecha, o de un convencionalismo social.
La vida te da sorpresas...

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Tosko (no verificado)

Hace 20 años

Ese rollo de "la familia pase lo que pase" tampoco yo llego a entenderlo. Podría entender "La familia primero" pero no "La familia pese a todo".
Nada priva a un familiar de dones tan populares como ser un capullo, un imbécil, un chulo o un vago, y eso lo aplico también en femenino.

Antonio (no verificado)

Hace 20 años

Añado que yo tampoco entiendo lo de "la familia primero". Antes puedo anteponer MUCHAS cosas.

Macavity (no verificado)

Hace 20 años

Mmmm... ¿Hace falta que me posicione en ese aspecto?